Educado una familia Cap VI Parte XII
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por wendy1988.
Allí donde precisamente donde se me juntaba la zona interna de mis piernitas; en esa región prohibida que tan generosamente nos brinda placer cuando somos penetradas, y en fin; se comenzó a manifestar en mi sangre el ardiente deseo de ser penetrada por mi papi lo antes posible. Por eso cuando pensaba en aquellas cosas que Lucy me decía: "….estás aún muy chiquita para eso…", "…no te desesperes, que ya llegará el momento tan anhelado….", "…tal vez papito te la hará cuando llegues a tener mi edad…", etc., aquellos deseos interiores de ser desvirgada cuanto antes se convertían en un calvario para mí, pues a pesar de estar aún pequeña, en realidad mis deseos íntimos por hacerlo rebasaban con mucho la idea de tener que esperar por más tiempo.
Los días fueron transcurriendo sin mayores novedades en el ámbito de mi hogar, mientras me daba cuenta cómo de vez en cuando papito se llevaba a mi hermanita Lucy al establo, situación que me llenaba de rabia y desesperación al no ser yo la elegida para eso. Y aunque papi a veces me llevaba a mi también y me hacía lo mismo que las ocasiones anteriores, aquello como que ya no me llenaba; ya no me causaba ninguna satisfacción y sentía en mi interior cierta envidia hacia Lucy, que era la que en realidad disfrutaba de los placeres que hasta entonces me habían sido vedados.
Cuando me hallaba solita, sólo pensaba en la forma de poder presenciar, al menos, una escena entre papito y Lucy para irme preparando de alguna manera para cuando llegase mi momento tan soñado. Así que dentro de mi calenturienta mente, me di a idear un plan a espaldas de papi y de Lucy, por supuesto, que me permitiera verlos coger, ver como papi se la metía a mi hermanita y también poder deleitarme a escondidas de los secretos que ellos dos guardaban en sus relaciones incestuosas, y que quizás Lucy no me expresaba totalmente por alguna razón desconocida.
¿Qué tal si un día me anticipaba a ellos, yéndome al establo antes, y escondida detrás de la cabaña, los espiaba para ver todo lo que hacían? Eso sería genial -pensaba yo para mis adentros- Pero, ¿Y que tal si me descubrían? ¿Qué pasaría si papito se daba cuenta de que los había estado espiando? ¿Y qué sentiría Lucy al saberlo? ¿Quizás pensaría que yo la había traicionado? Aquella serie de pensamientos íntimos y otros más me llenaban de temor e impedían que yo actuara, hasta que en cierta ocasión la suerte me favoreció y no dudé en lo más mínimo de llevar a cabo mi anhelado deseo.
Ese día del que quiero hablar, estaba en el patio jugando con Lucy cuando vi que papito se acercó a nosotras y le dijo a Lucy:
-Lucy..Quieres ir conmigo a la ordeña?
-Siiiii….papito….
-Pues arréglate que nos iremos más o menos en una hora.
-Si, Papi. -contestó Lucy-
Después de cruzar estas palabras, papi se retiró del lugar y Lucy se alejó de mi con el propósito de arreglarse para irse al campo. Yo, profundamente emocionada, busqué a mi hermano Carlitos, y le dije:
-Carlitos…me harías un favor?
-Claro Julita…que es?
-Me ensillarías tu caballo para ir a dar una vueltecita por el campo?
-No como crees…si mamá lo sabe, me va a regañar.
-Anda….no seas malito….yo quiero ir a dar una vuelta…
-Pero, si ni si quieras sabes cabalgar, Julia.
-¿Quién te dijo eso?….¿Qué acaso no sabes que papito me ha enseñado a andar a caballo?
-No, eso no lo sabía….de verdad ya sabes montar…?
-Claro que sí, tonto…él me enseñó…ándale, manito, no tardaré nadita…te lo prometo.
-Hummmm….
-Anda…no seas así conmigo…sólo será un ratito.
-Bueno…está bien…pero con una condición…
-Cual?
-Que yo vaya contigo….
-No…Eso no…Quiero subirme solita…
-Pero…y que tal si te caes del caballo?
-Mira, Carlitos, hagamos una cosa…
-¿Qué cosa?….
-Tú ensilla el caballo y deja que yo lo monte….daré algunas vueltas frente a ti…y si ves que lo puedo manejar bien,…me dejas ir solita…de acuerdo?
-Mmmmm….está bien, de acuerdo….pero oye, Julita, si mamá te descubre, no me involucres a mí para nada…estás de acuerdo?
-De acuerdo.
Entonces Carlos me ensilló su caballo y rápidamente me monte sobre la silla, procediendo a dar algunas vueltas frente a él de manera que se convenciera de mi incipiente habilidad como amazona, lo cual al parecer le agradó, pues pasé la prueba.
-Bien, Julita…pero no tienes que demorarte mucho, eh?
-No Carlos….te aseguro que no tardaré demasiado…..Ah, y no lo digas a nadie, si?
-De acuerdo….pero ya vete…anda, antes de que nos descubran….
-Si….ya nos veremos más tarde.
Arrié al animal con dirección al camino real que llevaba hacia el potrero donde se ubicaba nuestro establo. Mi idea era llegar mucho antes que papá y Lucy,, para tener el tiempo suficiente de esconder el caballo en un lugar boscoso, y luego poder acomodarme detrás de la cabaña, donde ya antes había espiado a papito. Cuando llegué a la parte más poblada de árboles y matorrales, descendí del caballo y lo até a un árbol que se ubicaba en el centro de un tupido bosquecillo lejano al establo. Una vez segura de que el animal no se podría desatar, me alejé cuidadosamente de allí con rumbo al establo, dando un gran rodeo con la finalidad de evitar que alguien pudiera verme. Si yo intentara expresar lo que sentía en aquellos momentos creo que no podría hacerlo con fidelidad, ya que era una especie de ansiedad contenida dentro de mi pecho, bordada con una serie de sentimientos profundos de agitación y deseos inconfesables, mientras que por mis piernas fluía aquel licor espesillo que me iba saliendo de adentro de mi rajadita, como me sucedía siempre que se avecinaba algún acontecimiento sexual importante, que tanto me excitaba.
Una vez que llegué al lugar donde siempre me escondía y desde donde mejor podía ver hacia adentro de la cabaña por entre las rendijas de las tablas, me senté en el suelo en espera de que llegaran papi y mi hermana, con el corazón latiéndome a mil por segundo. Sentía miedo de que ellos llegaran a escuchar mis latidos, lo cual convertía aquel momento en algo inigualable y lleno de suspenso, con el consecuente ingrediente de ardiente calentura y brama. No hube de esperar demasiado tiempo en verdad, pues al cabo de algunos minutos oí los cascos del caballo que se acercaba al establo.
De pronto sentí un golpe en mi pecho al recordar que papito siempre tenía la costumbre de ordeñar primero las vacas y después hacer sus "cositas"; por lo cual, presa de temblores en todo mi cuerpo y tratando de no hacer el menor ruido, me alejé lo más silenciosamente que pude de allí con rumbo a lo más espeso del bosque, escondiéndome rápidamente detrás de los matorrales. Desde mi nuevo escondrijo podía ver a papá mientras maniobraba con los animales y se daba a la tarea de hacer la ordeña, en tanto Lucy se dirigía corriendo hacia la otra parte del bosque, como para hacer algo de tiempo mientras papi acababa su labor.
Pero para mi sorpresa, advertí que el perro de papito había venido también con ellos, pues me di cuenta cuando se fue trotando detrás de mi hermana hacia el bosquecillo cercano. Por supuesto que yo no quería que Lucy se diera cuenta de que me encontraba allí, por lo que cuando la ví dirigirse al bosque me hundí temerosa entre la hierba pero sin dejar de ver hacia donde se dirigía. Pasaron algunos minutos y levanté la mirada para echar una ojeada al panorama. Pude ver cómo papá estaba totalmente dedicado a su faena, pero a mi hermana no la veía por ningún lado. Comencé a pensar en qué estaría haciendo Lucy solita por entre lo tupido del bosque, y de pronto una idea se me vino a la cabeza. ¿Y si la espiaba yo antes a ella? ¿A qué se dedicaría mi hermanita Lucy antes de que papito se la cogiera? ¿En donde estaría ahora, que no escuchaba yo ruido alguno? Todos estos pensamientos germinaron una idea en mi mente, que de inmediato me hizo actuar como lo comentaré enseguida.
Protegida por los árboles y los tupidos matorrales de la zona donde me encontraba escondida, me fui reptando cuidadosamente entre la maleza, tratando de no hacer ruido, con dirección al lugar donde había visto dirigirse a Lucy.
Los minutos pasaban lentamente, y debí haber avanzado alrededor de doscientos metros cuando ciertos ruidos que de repente escuché detrás de un grueso monte de zarzales hicieron que me detuviera en seco. Me quedé quieta tumbada sobre el musgo tratando de percibir algo más, pero al no poder darme cuenta de nada, pues no podía ver detrás del bosquecillo aquél, me fui acercando lo más lenta y silenciosamente posible hacia un costado del matojo de arbustos de donde procedían aquellos ininteligibles ruidos, hasta que hallé un agujerito entre el verdor de las zarzas desde donde pude apreciar con claridad el panorama que se ofrecía a mi vista.
Vi a Lucy sentada sobre la hierba, como jugueteando con el perro de papá. El animal se le iba encima y ella metía en medio sus brazos como tratando de evitar el contacto, mientras el perro se revolcaba sobre la hierba y volvía a arremeter sobre Lucy, tumbándola sobre la verde hierba. Así estuvieron jugueteando por un largo rato, mientras yo permanecía oculta y silenciosa observando aquel inesperado encuentro, que en principio al parecer no ofrecía nada nuevo para mí. Pero en realidad yo estaba equivocada. Después de una serie de largos e intensos jugueteos entre el perro y mi hermanita, quien lanzaba grititos de alegría, me di cuenta que de entre las patas traseras del animal comenzaba a salir poco a poco aquel pipí colorado y húmedo, que tanta impresión me causara cuando lo había visto aquel día en que se lo metió por detrás a la perrita, y mamá me había apartado rápidamente del escenario. Este nuevo descubrimiento hizo que se me erizara la piel y que mi entrepierna se humedeciera más aún de lo que ya estaba. Dispuesta a descubrir a fondo lo que mi hermanita Lucy tramaba, yo trataba aún de no respirar a fin de que ella no advirtiera mi presencia. Mientras tanto los jugueteos continuaban, pudiendo ver cómo Lucy rodaba por el suelo cubierto de musgo con el perro encima de ella, en tanto sus brazos trataban como de apartar al animal, pero sin conseguirlo. Por lo que pude apreciar, a Lucy no le desagradaba en lo absoluto aquel jueguito, pues veía claramente una amplia y luminosa sonrisa en sus labios, producto del placer del momento. Dirigí una mirada a la entrepierna del perro y ahora sí descubrí que su pipí había crecido tanto que parecía que aquel tubo de carne rojiza y venosa casi quería salirse de la funda que lo albergaba.
Tanto Lucy como el perro continuaban rodando por el suelo, en tanto que el animal movía de un lado a otro su pene endurecido y jugoso. Llegó un momento en que mi hermana, alentada seguramente por aquella agradable visión, abrazó al animal por el cuello con la finalidad de detener el juego y los movimientos del perro, quedando ella sentadita en el piso. El perro de pronto se quedó quieto, y Lucy, como sabedora de lo que el can deseaba, dirigió su manita hacia la parte que queda debajo de las patas traseras, y dando suaves toquecitos con las yemas de sus dedos a aquel pedazo de carne palpitante y caliente, comenzó a tallarla y a frotarla lentamente, en tanto que el animal, animado por aquellas caricias que por lo visto tanto le gustaban, abría sus patas traseras depositándolas con fuerza sobre el suelo a fin de que Lucy pudiera maniobrar con mayor soltura sobre su endurecido pene, erguido hasta más no poder, y del cual ya manaban chorritos de líquido blanco que pude ver muy bien desde el ángulo donde me hallaba escondida.
A pesar de lo despierta que yo era para entonces, por todas las experiencias que había pasado y lo que mi hermana Lucy me había contado, me quedé estupefacta, lo digo sinceramente, ante la mansa actitud del animal, que se comportaba como de forma casi humana, dejándose hacer con toda tranquilidad y hasta con placer todo aquello que Lucy le prodigaba con la puntita de los dedos de sus manos. Ella le tomaba el pipí bien parado, largo y duro entre sus manitas y se lo tallaba a todo lo largo, frotándoselo con suavidad y ayudada por los abundantes fluidos que le salían de la puntita, a lo que el perro respondía arqueando más sus cuartos traseros y con la mirada perdida en el infinito, seguramente disfrutando al máximo el placer que las manos de Lucy le proporcionaban. Al paso de los minutos y debido a la continuidad de aquella deliciosa manipulación del pene, pude ver que el perro comenzó a emitir ciertos gemidos y chasquidos, para al cabo de algunos segundos endurecer su cuerpo e iniciar ciertos movimientos de meter y saca de su pipí cubierto por la mano de Lucy, hasta que ví cómo comenzaron a salirle a adentro de su pito bien parado unos fenomenales chorros de líquido grisáceo que caían como lluvia torrencial sobre las hojas del suelo. Al darse cuenta de ello, Lucy lo soltó del cuello y llevó rápidamente la mano disponible hasta debajo del pipí del animal para que aquel líquido delicioso no se perdiera, sino que quedara depositado entre la palma de su mano. No obstante que el perro había eyaculado de manera abundante sobre el piso del bosque, pude ver que sobre la mano de Lucy depositó una enorme cantidad de semen que rebosaba su palma derramándose por los lados, por lo cual Lucy, antes de perder aquel preciado elíxir, llevó la mano llena de lechita hasta su boca para saciar su preciosa sed, por lo visto, debido a la fruición con que se bebió todo el líquido transparente y viscoso del perro.
Después de haber presenciado aquella increíble visión entre mi hermanita y nuestro perrito, yo supuse que todo acabaría allí, por lo cual me dispuse a moverme del lugar y alejarme silenciosamente, pero cuál no sería mi sorpresa al ver que el perro aún tenía su pipí endurecido, parado y dispuesto, razón por la que decidí quedarme un rato más para ver qué hacía mi hermana.
CONTINUARA……..
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