El Accidente. Capítulo 4
Un conjunto de sucesos llevan a otros de manera inevitable. .
Siempre sentía remordimiento por lo que estaba pasando, le estaba siendo infiel a mi esposa y con nuestra hija.
Desperté a la mañana siguiente con mi erección matinal, pero además tenía un sueño erótico con una mujer desconocida pero de alguna manera conocida, algo familiar pero sin entender cómo ni porqué.
Abrazaba a mi hija mientras ella se movía lentamente rozando mi miembro, imaginaba yo, por su clitoris. Sentía sus ahogados quejidos por la almohada. Seguramente ese movimiento me despertó, pero no dije nada, no quería asustarla. Me mantuve quieto mientras ella seguía con su movimiento cada vez con mayor intensidad.
– Aaah! – se quejó. Sentí que la cabeza de mi miembro la había penetrado, era lógico, sabía que en algún momento iba a ocurrir, en esas condiciones era inevitable.
– Hija, estas bien? – pregunté preocupado.
– Si papi, estoy bien –
– Te dolió mucho? –
– No, nada – quizás cuánto rato llevaba masturbándose con mi miembro que lo único que deseaba en ese momento era estar como estábamos. Su movimiento volvió a comenzar lentamente, tampoco pude evitar el movimiento pélvico instintivo que tuve en ese momento, cada vez entraba un par de centímetros más hasta pegar sus nalgas a mi pelvis. La sentia vibrar como cuerda de guitarra. No hice ningún movimiento, estaba claro que no podía eyacular dentro de ella. Siguió su movimiento pelvico cada vez más fuerte, eso hizo que yo tuviera un movimiento igual pero contrario. Me concentré en contar una a una las embestidas, la única manera de controlarme, una ves por segundo, ella se quejaba en cada penetracion mientras yo seguía contando, 87, 88, 89, pensaba sólo en que ella tuviera su orgasmo. A los dos minutos comenzó a tener su orgasmo, con gemidos y espasmos, aguanté lo más que pude hasta que finalmente se quedó quieta respirando profundamente, como para regular su sistema.
– Hija, estas bien? – pregunté nuevamente.
– Maravillosamente bien – dijo con una risa contenida.
– Bueno, me voy a levantar – le dije sintiéndome culpable de el acto sexual.
– No! No te muevas, quédate así – yo seguía con la erección y su vagina hacia presión contra mi miembro, era como estar pegados. Me quedé quieto esperando la flacidez de mi miembro para sacarlo, flacidez que nunca llegó. Pasaron más de 10 minutos en esa posición, con las nalgas de mi hija pegadas a mi pelvis y con mi erección al 100% dentro de ella.
– Hija, voy a salir –
– No, espera un poco –
– No puedo aguantar más, si sigo voy a eyacular – le dije en un susurro a su oído.
– Bueno, hazlo ya – dijo con un movimiento de caderas que me tuvo al borde de perder la cordura.
– Sabes que éso no puede pasar, podrías quedar embarazada – no dijo nada, sólo se quedó quieta y en silencio. Comencé a retirar mi miembro pero sentia que ella no me dejaba.
– Hija, déjame sacarlo o voy a acabar adentro – la verdad era que quería cogérmela con todas mis ganas.
– Puedes acabar atrás? –
– En tu ano? –
– Si? –
– Si puedo pero también te puede doler –
– No importa – sentí que me soltaba, pero igual sentía una cierta succión. Saqué mi miembro muy mojado y lo puse en su esfinter anal y empujé, para mi sorpresa entró casi sin ninguna dificultad, salvo un quejido de ella y un apretón en mi perna con su mano lo que me hizo detenerme, pero ya estaba adentro. El calor, la suavidad, la humedad y la presión destrozaron todos mis prejuicios pemtrándola una y otra vez hasta desocuparme completamente quedando agotado después del último chorro. Estuve un par de minutos recuperando el aliento.
– Vamos a la ducha – dije sacando mi flácido miembro sin ninguna dificultad. Di ña vuelta a la cama y la tomé como de costumbre y la llevé al baño, la senté en el excusado mientras habría la ducha del agua caliente y la regulaba. Después de que ella terminó la metí a la tina y la bañé.
En la cama acostados desnudos la miré con preocupación, sabía que desde ahora en adelante todo iba a ser distinto. Ella volvió la cara hacia mi y me sonrió.
– Sabes lo que hicimos y lo que va a pasar? – Le pregunté.
– Si, lo sé y me gusta – con una sonrisa radiante. Siempre le he dado el gusto en todo porque me gusta ver esa sonrisa. Pero ahora me preocupaba, mi esposa no podía saberlo.
– Papi, te amo –
– Yo también te amo – le dije y elle me besó en la boca con suavidad y con amor. Muchas veces me había besado antes en los labios, pero un beso chiquito, de saludo o despedida. Pero ahora fue diferente, respondí su beso de la misma forma y fue un beso delicioso.
– Gracias papi – me dijo con su hermosa sonrisa y sus brillantes ojos.
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