El árbol quemado
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Edollan.
Desde toda mi vida, escuché a mi madre gritar de miedo con las tormentas eléctricas, los rayos primero y sobre todo los relámpagos, le producian un pánico singular, era como si perdiera el conocimiento, se aturdía con las luces y el sónido. Mi padre siempre la protegía, la abrazaba y ella se refugiaba en sus brazos, fuera a la hora que fuera.
Cuando tenía 13 años, un dia mi padre desapareció de casa, no me explicó nadie la causa y la verdad es que lo veía tan poco, que no me importó, siempre fue mi madre el sostén del hogar. Soy hijo único y obviamente los ojos de mi progenitora, ella para mi era mi mamá y nada más, no pensé núnca en ella como mujer.
Hacía pocos meses que había cumplido 16 años, cuando una noche comenzó una tormenta de miedo, al primer trueno, llegó mi madre a mi pieza con los ojos muy abiertos y completamente desnuda balbuceando:
– Tengo miedo Milo, tengo mucho miedo, no aguanto más. Un relampago iluminó la pieza y me quedé mudo, su cuerpo era de una diosa del olimpo. Fue la primera vez que la vi como hombre a mujer. Al venir el trueno se metió en mi cama y me abrazó con fuerza, sentí sus senos pegarse a mi pecho, como duermo solo con boxer, me puse a mil. Más cuando la abracé y le dije:
– No temas, estás conmigo. – No supe porque le agregué – Y yo jamás voy a dejarte. –
Su abrazo se hizo más potente, pero debí sacarme los boxer que aprisionaban mi polla produciendo dolor, ella no se dio cuenta, pero se la puse entre las piernas, los truenos seguian y ella no me soltaba, en un movimiento logré poner la polla entre sus piernas, no hizo la menos alución, no se dio cuenta, que tenía la polla erecta de su hijo entre las piernas. En un trueno realmente fuerte, subió una de sus piernas sobra mi cadera, fue automático que el glande quedó en su vulva, en el vestíbulo vaginal, bastaba una pequeña presión y podría penetrarla, ya no escuchaba la tormenta, estaba pendiente de sus movimientos de miedo, para aprovecharme de su pánico. Dos nuevos truenos hicieron ya irresistible la penetración, así que al tercero, junto con su abrazo adelanté mis caderas y la polla entró más de la mitad en su vagina, hizo un gesto de sorpresa y cuando se aprontaba a alejarse de mi, para expulsar mi polla de su interior, vino un rayo increible con un ruido que hizo temblar la casa, me abrazó gritando
– Es el fin del mundo Milo… es el fin del mundo…
Claro que su grito se unió a un movimiento de terror, que practicamente la dejó sobre mi y mi pene la penetró completamente, se lo metí hasta los testículos, los movimientos anteriores y la penetración total, me hicieron reventar en un orgasmo brutal, me sacudí de pies a cabeza, mientras los movimientos de bombear, de meter y sacar no cesaban, estaba en eso después de algunos minutos, cuando sentí que una nueva oleada de placer me sacudía entero, había logrado dos orgásmos sin descansar. Logré abrir los ojos y vi los suyos, sobre mi, estaba atónita, las lagrimas recorrian sus mejillas, tenía la boca muy abierta, como si no pudiera respirar, sentí miedo, pero fue en ese momento en que vino un rayo que cayó muy cerca de la casa, porque muchas ramas golpearon la ventana y sentimos que se quebraban algunos vidrios del primer piso. Ella se volvió a abrazar y pegar a mi, la polla seguía en su estuche de amor, la vagina de mi madre, el pene estaba un tanto flácido, pero todavía en su interior, el ruido dejó a mi madre totalmente atontada, ya no atinaba a hablar. La abracé con mucho amor y la puse bajo mi cuerpo, quedamos en posición del misionero, mi pene totalmente clavado en la vagina por donde vine al mundo. Sentí una oleada de amor tan fuerte, que me pegué a sus labios diciéndole:
– Te amo Pili, te amo como loco… te amo… ¿Entiendes? ¿escuchas? Te amo…
Sentí que sus brazos me soltaban, ya no había ni abrazo, ni un maldito trueno, que fuera a solucionar mi postura, tendría que enfrentarme a ella, sin ventajas, teniéndola penetrada y con la vagina llena de mi semen. No había salida, no habían disculpas, llevó sus manos a mis hombros, me va a separar pensé, pero en lugar de eso me preguntó:
– ¿Es verdad que no me vas a dejar núnca? – Le respondí de inmediato
– Jamás mi amor, jamás te voy a dejar… –
Después de unos segundos de silencio que me parecieron siglos, sus manos, se fueron a mi espalda y me abrazó, sus labios se uniron a los mios, sus caderas comenzaron un suave movimiento de subir y bajar, el pene cobró vida de inmediato y la comencé a bombear, estuvimos así varios minutos hasta que la sentí arquearse y un grito escapó de lo más profundo de su cuerpo, se comenzó a sacudir violentamente, me abrazó con piernas y brazos, mientras gritaba.
– TE AMO… TE AMOOOOOO MILOOOO… –
Luego se quedó quieta, su respiración agitada, acusaba el estado de exitación en que se encontraba. Sentimientos muy encontrados se agitaban en su alma solitaria hasta entonces. Así que la abracé, la besé suavemente en los labios, ella respondió a mi beso abrazándome y ofreciéndome su lengua, la aprisioné en mi boca y sentí como una tercera fuerza vovía a ponerme la polla a mil, estabamos abrazados, mojados por dentro y por fuera, la transpiración empapaba nuestros cuerpos, pero comencé un movimiento suave, mientras le decía:
– Jamás pensé que podría llegar a amar así. Pili siento que estoy loco de amor. – Me respondió:
– Por favor no digas nada, ahora solo amame y déjame amarte, mañana hablaremos. Ahora me acabas de provocar el primer orgasmo de mi vida y quiero sentir muchos antes de perderte.
– ¿Perderme? No vuelvas a decir eso jamás. – Entonces la comencé a bombear con locura, creo que hubieron esa noche muchos truenos y muchos relampagos, pero ahora fueron en nuestra cama, la que desde entonces es nuestro nido de amor y conste que han pasado ya más de 40 años y la sigo amando y me sigue amando, como si hubiera sido solo hace un rato que un rayo, quemó un árbol al lado de nuestra casa y nos unió para siempre, con el calor del amor y la fuerza del rayo que quemó un árbol en el jardín, donde permaneció hasta ahora, como símbolo de un amor increible.
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