EL BUEN HERMANO PARTE 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Luego de tantos días grises tras la pérdida de nuestros padres, cada uno fue recuperando poco a poco el ánimo y la compostura.
Teníamos que volver a nuestras rutinas y obligaciones, sobre todo mis hermanos, pero decidimos que seguiríamos durmiendo los tres en la cama matrimonial de nuestros padres.
Era grande y cabíamos cómodamente; habíamos dormido allí desde el accidente, abrazados y melancólicos.
El menor, Bruno, dormía siempre en el medio para sentirse seguro y protegido.
Fue el que peor la pasó y el que más rápido se recompuso.
Con Sebastián acordamos que ya era tiempo de iniciarlo a nuestras aventuras amorosas, y era necesario actuar con sutileza y sin forzar las cosas.
Él nos amaba como nosotros a él, solo quedaba plantar la semilla del deseo y la pasión.
Sería Sebastián quien daría los primeros pasos, bajo mi estricto seguimiento.
Los días pasaron y sucedió que Bruno acudió a mí para quitarse las primeras dudas.
—Javier, ¿te puedo contar un secreto?
—El que quieras, precioso.
—La otra vez vi a Sebas sin querer en la ducha… ¡Y le vi el pito!
Bruno parecía sorprendido y asustado por el hecho.
—No pasa nada Bruno, es tu hermano y como vos y yo, tenemos pene, todos los varones tenemos pene.
—Si pero era grande y tenía pelos, yo no lo tengo así.
—Es porque son un nene todavía, cuando crecemos también crece nuestro pene y empiezan a salir vellos en todo el cuerpo.
—¿O sea que vos también tenés pelitos?
—Sí.
¡Más que tu hermano!
Bruno quedó pensativo y lo abracé fuerte.
Le di un beso en la boca y le dije que nosotros éramos hermanos y no tendríamos que tener vergüenza de nuestros cuerpos porque además nos amábamos y eso era especial, aunque no todos nos comprenderían y por lo tanto, nadie debía saberlo, era nuestro secreto.
Más tarde mientras Sebastián jugaba con Bruno, noté que le apoyaba su paquete por detrás, lo hizo en varias ocasiones, y me divertía la expresión en el rostro de Bruno, le agradaba.
Me sumé al juego a mi manera, ya en la noche lo abraza por detrás apoyándole mi verga durísima en su trasero y como era de esperarse mi hermano contraía las nalgas y se apretaba más y más contra mi verga.
El placer era tal que terminaba humedeciendo por completo mis calzoncillos.
Esto se repetía todas las noches.
Por la mañana mi hermano Sebastián siempre era el primero en despertar y nunca se olvidaba de despertarme primero a mí con el mejor de los regalos.
La escena no cambiaba.
Yo dormía plácidamente hasta sentir como era despojado de mis prendas y al abrir los ojos me encontraba con mi verga dura dentro de la boca de Sebastián.
Cada vez lo hacía mejor.
Subía y bajaba en giros como un remolino húmedo, apretándome graciosamente los testículos con la mano y sobando mis anchas piernas.
Su lengua viajaba a través de piel y vellos, por las bolas hasta el glande rosado y baboso.
Y yo acariciaba la suave espalda de Bruno, que dormía profundamente, y metía la mano dentro de sus shorts para tocar esa colita redondita y suavecita.
Me encontraba en el paraíso, mis pies se retorcían y mis piernas temblaban, me corría como un volcán, por los conductos de la verga era expulsado el más caliente líquido de los hombres.
Luego Sebastián me giraba y lamía mi ano, enterrando su lengua inquieta hasta donde llegara.
Segundos después preparaba su verga, escupiendo saliva en la cabeza para metérmela lentamente dentro.
Y yo mordía la almohada, porque era cabezona, ancha y larga, más grande que la mía, su verga me sobrepasaba a sus 17.
Era mío para toda la vida.
Rápidamente me clavaba hasta el fondo y arrancaba con la sacudida, sin preocuparse por Bruno.
Su velludo pecho sobre mí espalda me erizaba cada pelo del cuerpo y me mordía la oreja metiendo su lengua serpenteante.
—¿Te gusta no?
—Me encanta mi amor, no te de detengas.
La cama chocaba contra la pared y Bruno apenas respiraba.
Sacaba esa verga unos momentos y sobaba el glande contra mis nalgas, dándole unos golpecitos hasta que la volvía a meter y nuevamente embestía mi culo con más fuerza y rudeza.
Su leche reventaba mi culo y se dejaba correr por mis piernas.
¡Qué delicia y dicha sentía en esos momentos!
Entregué mi cola para Sebastián como él la entregaría en un futuro no muy lejano para su hermano Bruno.
Luego yo disfrutaría de ambos.
Tras haberme poseído como de costumbre, nos íbamos a darnos la ducha matutina, antes que Bruno abriera los ojos.
A veces me sentía tentado por mamársela a mi hermano Sebastián, pero quedamos en que sería Bruno quien se la mamaría por primera vez además de desvirgarlo completamente.
Ese era el pacto, era lo justo, cada uno recibiría su parte jugosa en todo esto.
Después de todo el amor todo lo puede.
Nos encantaba a los dos despertar a Bruno con muchos besos y robarle millones de sonrisas, nuestro hermanito era una luz brillante, alegre y espectacular.
Sus ojos verdes bajo unas cejas perfectamente dibujadas y una sonrisa resplandeciente que nos devolvía a la vida, lo eran todo para ambos.
Un pequeño gigante de cabellos revueltos y la simpatía de todo infante.
Ellos se vestían para ir al colegio y yo para el trabajo.
Cuando regresaba por la tarde, me esperaban ansiosos en el sillón de la sala, entonces me sentaba mientras Sebastián me quitaba los zapatos, los calcetines y me daba unos masajes y si la cosa se encendía me lamía los dedos, principalmente el dedo gordo, como un caramelo, hasta que no daba más y la verga se me ponía durísima.
Bruno corría a mis brazos sentándose en el regazo, brincando con ensañamiento, aplastándome los testículos y frotándose encima del pene de papá.
Papá, como ahora me decía.
Empezaba a tomar conciencia de nuestros juegos y quería participar, nos provoca, se insinuaba, lo exigía a su manera.
No me tironeaba los vellos del pecho por nada, estaba dando el mensaje, y la noche era propicia.
Le dije a Bruno que esta noche yo dormiría en el antiguo cuarto, y que él tenía que dormir en la cama grande con su hermano Sebastián.
Y él lo entendió y acepto con un brillo en los ojos como de quien lo sabe todo.
Aclarada la situación todos se fueron a sus puestos y yo corrí al baño, sobre el lavabo lance mi pene empapado del pre seminal y me masturbe un buen rato hasta que saltó la leche que se pegó y resbaló por el espejo.
Pero apenas perdió tamaño mi miembro punzante, estaba muy caliente, tenía una comezón excitante y deliciosa en todo el glande.
Me quité la ropa y me violé con la mirada en el espejo, mis pectorales, el abdomen, poco a poco la verga se ensanchaba y las venas se amontonaban.
Alzaba un brazo para observar la axila repleta de vellos y otra vez me miraba a los ojos, imaginando a mis dos hermanos bajo las sabanas.
Volví a acabar tras una segunda masturbación y completamente desnudo y sucio me lancé a la cama, en la que dormía antes de que todo esto pasara.
En donde Sebastián me la había chupado la primera vez, cerré los ojos, y deseé que pronto alguien me despertara y me contara lo acontecido.
Era el momento para ellos, solo para ellos, era lo justo y lo pactado.
Ya había dado las instrucciones necesarias, Sebastián era maduro y sabría como tratarlo.
POR ASMODEUS
PRIMERA PARTE:
http://www.sexosintabues.com/RelatosEroticos-40123.html
como sigue