EL cajón de la lencería
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chorp.
Así que pillaste a tu sobrino de solo 12 años registrándote el cajón de las bragas, el pequeño pervertido ni tiene pelusa en el bigote y allí estaba disfrutando de ese tesoro de lencería femenina. Le reñiste mientras lamia un tanga negro y murmuraba tu nombre.
El chaval casi se cae de culo con el susto y deshacía en excusas mientras tu te tenias que aguantar las ganas de reírte. Lo sentaste en la cama e intentaste tranquilizarlo con palabras maternales, acariciándolo, lo que empeoro las cosas porque al abrazarlo le pusiste las tetas en la cara y su polla volvió a ponerse dura. Entonces tu parte vicio tomo el control, ¿era tan malo realmente ese deseo morboso que crecía en tu interior mientras le acariciabas el muslo subiendo hasta su pollita dura?
EL se quedo paralizado cuando bajaste la cremallera y le sacaste la polla comenzando a pajearlo lentamente. El balbuceó algo pero lo mandaste callar, no querías que dijera anda que estropeara ese momento. Solo le dijiste que si tanto le gustaba las bragas de su tia iba a tener un regalo especial. Te quitaste las bragas delante de él, dejándole ver su primer coño peludo. En volviste su polla con la tela aun caliente oliendo y volviste a pajearlo así, su capullo rozando con la suave seda, preguntándote si ya tenía edad para eyacular.
Si el chico tuviera algo de experiencia hubiera aprovechado para meterte mano como estabas deseando. ¿acaso no tenia los pezones tanto duros que dolían y el olor a coño humo estaba llenado la habitación? tuviste que guiarlo para que te tocara, para que sus dedos se metieran torpemente entre los pelos de tu coño mientras seguías pajeandolo con tus bragas. Una paja fetichista por la que muchos adultos estaría dispuesto a pagar.
Lo besate, pero no como se una buena tia debe besar a su sobrino, sino como una mujer dominada por la lujuria. Tu lengua retorciéndose en su boca, vuestra saliva mezclándose…
Eso fue demasiado para el pobre chaval que se corrío de inmediato, su primera lechada atravesó la fina tela de las bragas que envolvían su polla que se negaba a bajar.
Mientras el chico recuperaba la respiración, tu lo mirabas con una mezcla de vicio y ternura. Tu misma le volviste a cerrar el pantalón advirtiéndole que esto era un secreto.
Antes de marcharse te pregunto tímidamente si lo podríais repetir.
-Ya veremos- fue los único que le contestaste; pero cuando por fin se fue lamiste los resto de semen de tu bragas y oliste en ellas la esencia de una pollita tan joven. Estuviste segura, no solo de que se repetiría, si no que te ocuparías de en enseñarle a tu sobrino a ser un macho de verdad y que eso te llevaría muchos tiempo. Iba ser una tarea de años quizás pero lo ibas a disfrutar mucho.
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