El Carnaval
Fiesta transgresora por antonomasía, que desde la antiguedad se vivía como una manera de saltarse esas normas de la vida diaria y cumplir unas fantasías particulares sin que eso causará crítica en los demás..
La fiesta del Carnaval siempre ha sido una excusa para la transgresión de las normas que imperan en la sociedad, ponerse el disfraz de otra persona para vivir todo eso que no puedes vivir en tu vida normal. Unos días de fiesta en los que todo está permitido, el sexo más prohibido deja de ser un tabú para convertirse en algo real donde se pueden dar todas las fantasías, por eso quizás, en muchas épocas ha estado tan perseguido y prohibido, porque todos se vuelven iguales bajo un disfraz, no importa si eres rico o pobre, alguien importante o una persona humilde, que con una corona en la cabeza, puede convertirse en Rey, los niños en piratas y las niñas vivir sus sueños de princesas o de admiradas modelos.
Todo se vuelve accesible para todos en unos días donde la diversión es lo que manda.
En los pasados Carnavales hicieron una fiesta en el Colegio de mi hija, como suelen hacer todos los años, y allí estuvimos todos los padres para ver la actuación de nuestros hijos, que en grupos o comparsas salían al escenario con sus disfraces desfilando y haciendo un pequeño show.
Había grupos muy graciosos de todas las edades, pero los que más llamaban la atención eran los formados por las nenas que ya dejaban mostrar toda su picardía, haciendo unos bailes muy sexys que encandilaban a todos.
Entre estos grupos había uno formado por varias niñas y algún niño, que como disfraz llevaban únicamente una especie de tanga con el cuerpo desnudo pintado de varios colores y formas, con lo que resaltaban perfectamente sus cuerpos en los que destacaba como iban marcándose sus formas, especialmente en las que ya empezaban a tener unos pechos desarrollados, aumentando la sensualidad de sus bailes y convirtiéndose en el centro de todas las miradas.
Todos aplaudíamos con entusiasmo, pero los papás estaban especialmente emocionados con el desfile de sus hijas y de las demás, sobre todo, cuando alguna de las niñas, para hacer la gracia, se bajaban el tanga pícaramente, sorprendiendo a los maestros su atrevimiento, por lo que tenían que reprenderlas para que no lo hicieran, pero ellas sólo querían ganarse votos para conseguir el premio a la mejor comparsa.
En el descanso, algunas mamás pasamos al vestuario para ver a nuestros hijos antes de hacer el segundo pase, en el que tenían que actuar con otro disfraz, porque teníamos que ayudarles a prepararse, pero al llegar vi que algunas madres estaban discutiendo entre ellas sobre la actuación de sus hijas:
—Lo que hizo el grupo de tu hija es trampa. Bajarse el tanga y enseñar el coño para ganar el premio no vale.
—Eso formaba parte de la actuación. Si son unas niñas sólo y aunque prácticamente desnudas, ¿qué importancia tiene eso? Es algo gracioso simplemente.
—Sí claro, son unas niñas, pero todos los papás se quedaban con la boca abierta mirándolas.
—¡Anda ya! Como si no estuvieran cansados de verlas la rajita en casa ya —decía una de las madres para justificarse.
—Se la verán a la suya, pero no la de las demás. Además algunos sólo tienen niños y no están tan acostumbrados a eso.
—Bueno, pues así las niñas les dan una alegría, para eso son los Carnavales, para disfrutar de lo que no se hace normalmente en el resto del año.
—Así es, algunos lo aprovechan bien y como todo vale, hacen de todo con ellas.
—Eso suele pasar, sobre todo, en el gran desfile de la fiesta en las calles, pero yo voy a ir al lado de la Comparsa de mi hija para vigilar que nadie se propase con ella.
—Sí, yo también iré. Bueno, a ver qué pasa ahora en el segundo pase, ya verás como las demás copian al grupo de tu hija y lo enseñan todo también.
—Bueno, pues suerte y a ver quién gana.
En el segundo pase, tal como había dicho esa madre, las niñas fueron mucho más atrevidas, los bailes más sensuales y provocativos, llegando uno de los grupos a hacer un strip-teasse total quedándose desnudas en el escenario, sin que hicieran caso a los maestros que no sabían que hacer para parar eso, pero todos los padres aplaudían cada vez más porque querían que sus hijas ganaran el premio.
Al final del concurso, el Director pidió disculpas por si el espectáculo había sido demasiado atrevido, pero es que las niñas eran así de espontáneas y se lo pasaban muy bien en esta fiesta y termino diciendo:
—¡Esto es el Carnaval, señores, disfrútenlo!.
Y todos le aplaudieron entusiasmados, esperando la votación final entre los asistentes, en la que resultó ganador el grupo que en el segundo pase se habían desnudado todas, provocando nuevamente la discusión entre las madres:
—¿Pero esto no era un concurso de disfraces? ¿Para eso me molesto yo en prepararle un disfraz a mi hija, para que luego gane la que simplemente se quita toda la ropa?
—Jaja, el Carnaval es así, se llevan el premio las más atrevidas.
—Querrás decir, las más descaradas y sinvergüenzas que no las importa desnudarse delante de todos.
—No insultes a mi hija, a saber lo que hará la tuya, tan modosita ella, seguro que ya se comió alguna polla.
—Eso seguro que lo hace la tuya todos los días en casa. Que sois unas zorras las dos.
— ¡Oye!, no te consiento lo que estás diciendo. En nuestra casa cada una hacemos lo que nos da la gana, que estás tú bien para hablar, que todas sabemos a quién subes a casa cuando está tu marido trabajando.
—Eso no te importa ni a ti ni a nadie. Por lo menos no le digo a mi hija que enseñe el coño para ganar un concurso.
Y la cosa se encendió tanto que tuvieron que poner orden para que no llegaran a pegarse:
—Venga, tranquilizaros, ya nos veremos en la fiesta mañana, que tenemos que ir todos en la misma comparsa en el desfile y hay que llevarse bien.
El día del desfile de Carnaval, fuimos al punto de inicio y nos dieron el orden de salida, junto a otras comparsas de otros colegios y otras de mayores, que ya estaban de fiesta bailando con una música sin descanso, que animaba a las demás.
Durante el recorrido, decían a las mujeres de todo, saliendo hombres a bailar con ellas, tocarlas y divertirse lo que podían. También causaban especial expectación las comparsas de las niñas, que junto a los padres y familiares, tenían su público especial que las seguían durante todo el recorrido, bailando igualmente de una forma muy sexy y sensual, con falditas cortitas, en tanga o como fueran los disfraces, que normalmente eran enseñando bastante, por lo que iban medio desnudas algunas, lo que provocaba que les dijeran de todo igualmente, aunque estuvieran sus madres delante.
A un grupo que estaba al lado nuestro viendo el espectáculo, se les oía hablar entre ellos:
—A mí lo que más me gustan son las comparsas de las nenas. Sólo vengo a ver el desfile por ellas. Ya sé que está mal visto, pero intento ser discreto.
—Muchos vienen a verlas a ellas, aunque no lo digan y disimulen.
—Son un encanto, le ponen mucha picardía y saben cómo provocar ya.
—A ellas las gusta exhibirse y que les digan cosas bonitas, como a todas las mujeres y lo disfrutan mucho jugando a ser mayores y provocando a los hombres que las miran.
—Pero es que algunos no solo miran, también se ponen a bailar con ellas y se les va la mano, a veces.
—Bueno, mujer, para eso es el carnaval, no les podemos decir nada.
—Claro, si mi hija provoca a alguno y él quiere tocarla más de la cuenta, no puedo decirle nada. Ella se lo buscó. Yo ya se lo advertí, que alguno iba a querer meterse con ella y que yo no podía estar vigilándola toda la noche.
—Es que algunos es a lo que vienen, a ver si pueden follarse a alguna, aprovechando la fiesta.
—Si, hay que tener mucho cuidado y no quitarles ojo.
—Es que tampoco puedes decirles nada si las miran, porque nosotras exponemos a nuestras hijas a que se exhiban, les digan cosas bonitas y quieran estar con ellas, para luego presumir de ellas de lo guapas que son y que eran las que mejor iban.
Y la esposa de uno continuó:
—A nosotros no nos gustaba mucho todo este jaleo, pero cuando nuestra hija empezó a desfilar, nos aficionamos a venir y ahora mi marido no se pierde un desfile.
—Esto es único. Mi marido también se vuelve loco con esto y cuando volvemos a casa, tenemos fiesta, jaja…….
A mitad de recorrido, el orden inicial ya se había perdido en parte y todo era un poco caótico, con grupos y comparsas entremezcladas en pleno éxtasis carnavalero que alcanzaba hasta los asistentes al desfile que se metían a bailar con las chicas de las comparsas, haciendo que las madres perdiéramos de vista a nuestras hijas, porque algunas, ya cansadas, se metían en las carrozas para hacer el resto del recorrido, donde seguían bailando con las mayores ya que las invitaban a subir a ellas para seguir la fiesta, por lo que esperábamos encontrarnos con ellas al final del recorrido, como una señora que estaba a mi lado, que me dijo:
—¿Ha perdido a su hija? La habrán subido a alguna de las carrozas seguramente.
—Sí, con otras amigas, porque ya estaban cansadas.
—Es que el recorrido es muy largo y todo el tiempo bailando se hace muy cansado para ellas. Pero en las carrozas se lo pasan genial con los mayores.
—Mi hija estuvo el año pasado desfilando con su colegio y al final la metieron en una de las carrozas. Y bueno, usted ya sabrá lo que hacen allí.
—Bailar supongo y pasarlo bien, ¿no?
—Jaja, y más cosas, señora, hay mucha fiesta, se bebe mucho y aprovechan para meterse con las niñas.
—¿Qué quiere decir?
—Pues la mía el año pasado me dijo que la habían follado entre cuatro.
—¡Qué barbaridad! Entonces a las niñas que subieron a las carrozas ¿les pasará eso también?
—¿No ve cómo están los hombres, como enloquecidos? Esto es el Carnaval, amiga.
Otra de las madres que estaba allí decía:
—Eso ya lo sé yo. Por eso a la mía no la dejo subir a las carrozas. A su hermana mayor le pasó eso y no sabía nada del sexo. Y a partir de ahí ya cambió totalmente, dejó de ser una niña para andar detrás de los chicos todo el día.
Otra añadió:
—A la mía también, la sobaron bien todo lo que quisieron el año pasado en una de las carrozas.
—Claro, ahí nadie los ve y pueden hacer lo que quieran con ellas, por eso las invitan a subir.
—¡Ay, madre mía! ¿En qué carroza estarán nuestras hijas? —me pregunté, un poco alarmada
—Ahora ya no podemos hacer nada. Tendremos que esperar al final del desfile.
Mientras seguían pasando las comparsas, nos fijamos que en una de las carrozas llevaban a una niña sentada entre dos hombres y una dijo:
—Mira a esa como le van metiendo mano.
—¡Ehhhh!, oigan, ¿qué le hacen a esa niña? Sinvergüenzas.
Contestando el que iba en la carroza:
—Cállese señora, que es mi hija.
—Pues peor todavía, que hace metiendo mano a su hija.
—Yo con mi hija hago lo que quiero, así que vaya a vigilar a la suya, a ver dónde está, que seguro que alguno se la está metiendo ya.
Y todas nos echamos a reír porque tenía razón y no nos quedaba más remedio que esperar al final.
Por fin llegamos al final del recorrido y entre toda la cantidad de gente que se juntaba allí, fuimos encontrando a nuestras hijas, que venían muy contentas:
—¿Qué pasó, hija, te lo pasaste bien?
—Sí, muy bien, pero mira, se me rompió el tanga.
—¿Cómo se pudo romper? ¿Qué te hicieron?
—Bailando, me agarraban y me volteaban, me ponían en los hombros y me iban pasando de uno a otro, para que me pasaran la lengua entre las piernas.
—¿Te chupaban el coño?
—Sí, pero era rico. Me tiraban del tanga y por eso se rompió.
— ¿Y a las otras niñas también?
—Si, a Tere se la follaron.
—¿Qué dices? ¿Cómo lo sabes, lo vistes tú?
—Sí, dentro de la carroza.
Otra de las niñas añadió:
—Y a más. Yo vi que estaban follando tres de nuestra clase en otra carroza.
—¿Cómo puede pasar eso? ¿Nadie dice nada?
Otra señora contestó:
—Cada uno va a lo suyo, están todos de fiesta divirtiéndose y si las niñas quieren también, nadie dice nada.
—Yo me quedé sospechando que a mi hija le había pasado algo más de lo que me había contado y le volví a preguntar:
—¿Seguro que a ti no te hicieron nada más?
Mientras, otra niña que estaba con ella, la dijo al oído:
—(Díselo, que mi madre lo sabe y se lo va a decir a la tuya)
—Sí, bueno, yo también follé, pero sólo una vez, ¡eh!
—¿Y cuantas veces quieres hacerlo a tu edad? ¿No te dolió?
—No, no me dolió. Me gustó mucho.
—¡Anda, anda!, vámonos para casa, pero a tu padre no le digas nada de esto, porque me mata por no estar pendiente de ti.
—Bueno, vale, pero si a todas las niñas se lo hicieron, no me eches a mí la culpa.
—Pero vosotras lo buscáis también, que mira cómo andáis, enseñándolo todo.
Uno que andaba por allí, al escuchar la conversación, intervino:
—Señora, ellas tampoco son tan inocentes como piensa. Yo el año pasado salí en una comparsa y veía como las niñas venían a nosotros y se metían en las carrozas sin que las llamásemos, y luego, allí dentro ya es normal que pase de todo. A su marido, a lo mejor lo que le molesta es no haber sido él el primero, aunque quien sabe, eso tendría que preguntárselo a la niña.
—¿Cómo se atreve a decir esas cosas? Eso lo dirá por usted que seguro se aprovecharía bien, pero no sabe lo que pasa en mi casa como para hablar así.
—En su casa pasará como en todas, señora, lo que pasa que no lo querrá ver, como muchas. Por lo que veo, a su hija se la han follado bien y no parece que esté muy sorprendida como para ser su primera vez.
Una amiga mía quiso intervenir para cortar la conversación.
—No le hagas más caso, mira cómo está tu hija, que la está dejando en evidencia y no se atreve a decir nada, así que mejor vámonos de aquí a buscar a las demás.
—¿Será verdad todo lo que dice ese hombre? —me pregunté.
—Eso tendrías que saberlo tú, pero yo ya te conté lo que pasaba con la mía en casa y lo que tardé en enterarme, si no fuera por aquella vez que la vi sentada encima de su padre con todo dentro ya.
—Sí, es verdad, pero yo no la vi a la mía así todavía.
—Pues quien sabe si algún día te sorprende, encima ahora, después de esto, que ya está abierta.
—Después de lo de hoy, empezará a buscar chicos y no estará tan pendiente de su padre.
—Pero su padre se lo notará y será él quien ande detrás de ella, en cuanto sospeche que ya se la metieron.
—Bueno, mira, que hagan lo que quieran. Ahora tendrá que cuidarse ella sola, porque ya sabe lo que es el sexo y yo no voy a poder quitárselo, porque me diría ella que bien me gusta a mí también desde que perdí la virginidad a su edad también.
—Como todas, amiga, es algo muy rico que estamos deseando descubrir, porque todas vimos a nuestras madres como lo gozaban cuando les metían la polla.
—La verdad es que la mía también nos vio en la cama a nosotros varias veces y es normal que la entre curiosidad y tengan ganas de probar —dije, resignada.
Antes de marcharnos para casa, pasó a nuestro lado uno que iba con un disfraz y no se le veía la cara, que saludo muy cariñosamente a mi hija y le dio un beso, y yo la pregunte que quien era:
—Es con el que estuve en la carroza.
—¿El que te folló?
—Sí.
Al oír eso, yo me quedé con ganas de decirle algo y reprocharle lo que había hecho, pero ya se alejaba y no pude hacerlo.
De camino a casa, unas calles más allá, volví a ver a ese hombre, en la acera de enfrente, hablando con otros, pero sin el disfraz que le ocultaba la cara y pude ver que era un vecino nuestro del barrio. Me quedé paralizada mirándole: el que había follado a mi hija nos conocía, estaba casado y con dos hijas también que habían ido en la comparsa de mi hija. No me podía creer como se había atrevido a follar a mi hija aprovechando que no se le veía la cara.
Mi hija me preguntó que me pasaba, pero no quise decirle nada, porque afortunadamente ni él nos había visto a nosotras ni mi hija se había dado cuenta de quién era, pero me quedé muy confusa sin saber que hacer o que pensar, haciéndome en mi cabeza un montón de preguntas:
—(¿Habrá hecho lo mismo con sus hijas? ¿Qué pasará ahora cuando él vea a mi hija por el barrio? ¿Se la volverá a follar? ¿Qué podría hacer yo ahora? ¿Se lo diré a mi marido?………..).
Al llegar a casa, un poco más tranquila después de haber asimilado lo que había pasado, me dije a mi misma que esto era el Carnaval, que la gente aprovechaba para hacer todo eso que no podía hacer el resto del año, adoptar otra personalidad, desinhibirse y divertirse sobre todo y que lo que se hacía en esta fiesta no podía tenerse en cuenta, porque seguramente, al día siguiente la vida seguirá igual y este vecino seguirá con su vida normal, a lo mejor sin fijarse siquiera en mi hija, como yo pensaba que había hecho hasta ahora.
Un excitante relato que como se menciona en el, muchas de las crías ya desde muy pequeñas son muy pícaras y saben cómo provocar a los mayores..
Felicidades!