El celular de mi hermanita.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por hectorgarza0101.
Una de dos: o las nenas de esta época son más calientes o sólo apenas nos estamos dando cuenta que siempre han sido así.
En cualquier caso, el celular de mi hermanita Reina me ayudó a descubrir la puta que tiene por dentro a sus cortos 10 añitos.
Pasó una tarde de sábado en que mis papás salieron con ella al centro comercial y yo tenía mucha flojera, por lo que me quedé en casa a jugar videouegos.
Estaba en eso cuando sonó el tono de mensaje de Whatsapp y naturalmente no era mi cel, así que fui a buscar de quién era.
Pensaba que debía ser de alguno de mis padres y hasta estaba listo para llamarles y decirles que se habían olvidado de él cuando para mi sorpresa era el de mi hermanita.
La muy distraída lo había dejado en la mesa del comedor antes de salir.
La curiosidad me ganó y revisé el mensaje.
Mi sorpresa fue mayúscula cuando vi lo que había en pantalla: la vaginita de una nena que se la estaba abriendo con los dedos, acompañada de una sóla línea: te toca mi amor.
Honestamente me turbó mucho ver esa imagen y sí me encabroné.
¿Cómo era posible que alguien le mandara es clase de fotos a mi hermanita? Revisé con más atención y vi que se lo mandó su compañera Paola, que va a la misma clase y con quien suele hacer tareas, a veces en nuestra casa, a veces en la de ella.
Al principio pensé que era algún depravado haciéndose pasar por la amiga de Reina, así que vi los mensajes anteriores que se habían estado mandando y en ellos encontré varias fotos y videos de ambas en los que posaban como verdaderas estrellas porno.
No cabía duda, era Paola, su carita se veía claramente en varios archivos.
Inmediatamente me llevé el celular para sacarle todos los archivos y hacer un respaldo en mi computadora.
Como dije, estaba furioso y pensaba.
la verdad ni se bien qué pensaba.
Por mi mente pasaba la idea de mostrarle a mis papás lo que su nenita había estado haciendo o simplemente cuestionar a Reina sobre ellos.
En todo caso no los quería en su celular.
Acabada la tarea me guardé el teléfono en el bolsillo y me salí al patio a fumar y tomarme una cerveza para que se me pasara el coraje.
Había leído artículos en internet sobre niños y niñas tomándose fotos y videos porno y compartiéndolos por redes sociales y como casi siempre, pensé que eso no podía pasar en mi casa, que era problema de otros.
¡Sorpresa, güey! A medida que recobraba la compostura, algunas cosas fueron tomando forma, las piezas estaban acomodándose.
Había ocasiones en las que Reina tardaba más de lo normal en el baño, a veces escuchaba ruiditos en el baño, las niñas cerraban la puerta cuando estaban "haciendo tarea" y quien sabe qué pasaba cundo mi hermana iba a casa de Pao.
Cuando sonó el auto de mis padres habían pasado casi cuatro horas y tomé la decisión de no decirles nada, el escándalo iba a ser muy grande.
Lo mejor era hablar a solas con Reina.
Al entrar ellos los saludé como si nada y sacando el celular le dije a mi hermanita: "toma, se te olvidó".
En cuanto se lo tendí se puso pálida y nerviosa, mi papás no criaron pendejos y ella sabía que algo había pasado.
Lo tomó con un "gracias" muy bajito y se fue a su cuarto casi corriendo.
Mis papás se fueron a ver la tele a la sala y yo, según, a seguir jugando en mi cuarto.
La puerta de Reina estaba cerrada, pero pegué la oreja y escuché sollozos apagados.
Ya había visto lo que le hice a sus archivos.
Me sentí un poco orgulloso.
El resto del día la nena apenas salió de su cuarto hasta la cena y se notaba muy desanimada, incluso evitaba mirarme a los ojos.
Antes de irnos a dormir mis papás nos dijeron que al día siguiente iban a visitar a unos tíos desde temprano y me pidieron que cuidara a mi hermanita, a lo que respondí que claro, que no habá problema y ella se puso todavía más pálida, hasta le preguntaron si se sentía enferma.
Ella por supuesto dijo que no, que estaba bien.
Nos fuimos a nuestras recámaras y cuando Reina se acercó a darme las buenas noches lo hizo despacito, como un gatito asustado y el beso que me dio fue tembloroso y breve, con una mirada como de súplica.
Yo por mi parte le di uno frío y sin sentimiento, cuando por regla general soy muy cariñoso y apapachador con mi hermanita, pero el enojo me ganó.
Cuando pasé otra vez frente a su puerta la escuché llorar nuevamente y me ganó el remordimiento pero no hice ni dije nada.
Ya en mi cuarto me pasé un rato dando vueltas en mi cuarto sin poder dormir, hasta que la curiosidad me ganó y me puse a ver o que le había quitado a Reina.
De verdad que uno no se imagina lo calientes que pueden llegar a ser las niñas pequeñas.
Como ya dije, las fotos eran de auténtica estrella porno, pero en los videos tanto Pao como Reina se tocaban solas, se metían los dedos, plumones y hasta cepillos de dientes y cabello en sus panochitas y culitos.
Como imaginaba, había algunos archivos lésbicos, tanto en nuestra casa como en la de Pao (los de la habitación que no reconocí).
Las niñas se besaban, se chupaban sus pezoncitos, se dedeaban y hasta se lamían las conchitas.
No lo van a creer, pero se decían frases cachondas dignas de cualquier adulto: "así mi amor, chúpame más", "méteme el dedo hasta adentro", "que ricas chichis mi vida", "que rica estás" y todas las que se puedan imaginar.
Al fial estaba tan caliente que tuve que masturbarme.
Mis planes para el día siguiente habían cambiado.
Cuando desperté mis papás ya habían salido.
Escuché atentamente y la casa estaba totalmente en silencio, así que fui al cuarto de Reina y llamé a la puerta.
Nadie contestó.
Una vez más, con el mismo resultado, incluso temí que a última hora mis padres hubieran decidido llevarla con ellos.
Abrí la puerta y encontré a mi hermanita hecha bola, envuelta en las cobijas hasta la cabeza.
Era obvio que tenía miedo de lo que fuera a pasar, así que me senté en su cama y mientras descubría su cabeza le dije:
– Reina, tenemos algo de qué platicar tu y yo.
Otra vez lloraba en silencio.
Esta vez el corazón se me ablandó y en lugar de forzarla me recosté a su lado, abrazándola, tratando de reconfortarla.
Rompió a llorar.
Era enternecedor y doloroso a la vez y hasta a mi se me escaparon un par de lágrimas.
Me dolía ver así a mi hermanita, a quien se supone debo proteger de todo daño, así que nos quedamos abrazados hasta que se calmó lo suficiente para poder hablar.
Lo primero que me dijo, muy quedito, fue "perdón".
Yo me incorporé y le di un beso en la frente.
Ni siquiera sabía qué preguntar ni como iniciar la conversación.
Ella no levantaba la mirada.
Al fin, rompimos el largo silencio.
– A ver Reina, ¿por qué tenías esas fotos y videos en tu celular? ¿Por qué Paola y tu hacen esas cosas? Son niñas, no se supne qe deban hacer eso todavía.
– Perdón.
– Ya me pediste perdón, lo que quiero saber es por qué.
Dime, ¿quién empezó, tu o ella?
– .
yo-.
Nunca hubiera esperado esa respuesta.
– ¿Y por qué empezaste a hacer esas cosas? ¿Cómo fue?
– Una vez estaba en internet y me salió un anuncio con hombres y mujeres desnudas, me dio curiosidad.
– ¿Y luego qué? ¿Empezaste a ver porno en internet a escondidas?
– .
sí.
– No me digas, después le contaste a Pao y empezaron a hacerse cosas, ¿verdad?
– Sí.
Tenía curiosidad.
En las películas se ve que les gusta mucho y quería saber qué se sentía.
Mientras Reina hablaba, mis ojos empezaron a recorrer su cuerpo, mezclando con la mente la nena frágil y asustada que tenía delante y la putita caliente de la computadora.
Su cabello ondulado hasta los hombros, su piel morena y tersa, las pequeñas tetitas bajo su delgada pijama.
En automático la verga se me empezó a parar.
Me acerqué más hacia ella.
estábamos de frente y tomando su barbilla entre mis dedos, le levanté la cabeza.
– No hace falta que te diga que lo que hacen está mal, ¿verdad?- Negó con la cabeza.
– ¿Te imaginas el problema que se hubiera hecho si hubieran sido mis papás y no yo quien halló tu teléfono? Necesitas ser más cuidadosa, tontita- le dije mientras me acercaba para darle un beso en la mejilla.
Estoy seguro de que no se esperaba esas palabras ni ese beso, porque sus ojos se abrieron bien grandes y una carita de sorpresa le llenó el rostro-.
No te preocupes, no les voy a decir nada.
– ¿De veras?
– Sí.
Es natural que a tu edad empieces a sentir curiosidad por el sexo, pero el porno en internet no es el mejor modo de aprender- le di otro beso, en la otra mejilla y más cerca de los labios.
– Si tienes curiosidad, pregúntame a mi- y ahora sí, besé sus labios y los rocé un poco con mi lengua.
– Carlos.
No le di tiempo de decir nada más.
La volví a besar, presionando un poco más mi lengua contra su boca.
Al principio se paralizó, pero a los pocos segundos abrió su boquita y pude sentir como su lengüita salía a encontrarse con la mía.
Tras varios minutos de jugar con nuestras bocas, comencé a lamer su oreja muy despacito y a bajar por su cuello, lamiéndolo también.
Ella cerró sus ojitos y comenzó a jadear, mientras su respiración se hacía cada vez más rápida y profunda.
– ¿Te gusta como se siente?
– Sí.
– ¿Mucho?
– Sí.
mucho.
Del cuello pasé a los hombros y de los hombros a las chichitas.
Bajé los tirantes de su camisetita dejando al descubierto los pezoncitos oscuros que la noche anterior había visto en la pantalla de mi computadora mientras eran lamidos por Paolita.
Esta vez me tocaba a mi.
Cada vez que pasaba mi lengua sobre ellos, se ponían más duros y los jadeos de Reina se volvieron gemidos de placer.
Me separé un poco, sólo para quitarle la camiseta y desnudar mi torso yo también.
Era una vista deliciosa: Reina es un poco gordita, por lo que sus tetas son más grandes de lo que deberían, y su pancita se veía súper erótica por encima del elástico de los shorts que llevaba puestos para dormir.
Ya sabía que mi nena no era nueva en el sexo, pero me sorprendió la mirada de lujuria que puso cuando me vio sin camisa.
La atraje a mi cuerpo para sentir su piel contra la mía mientras nos besábamos.
Las manitas de Reina recorrían mi espalda con hambre y las mías tampoco estaban quietas.
Confiado por su reacción las llevé a su short y comencé a deslizarlo hacia abajo junto con los calzoncitos de dibujos que llevaba puestos.
La recosté sobre mi cuerpo y el aroma a hembra cachonda inundó mi nariz en cuanto mi hermanita quedó desnuda.
También me quité el pants deportivo que me había puesto y mi verga salió disparada como por un resorte.
En cuanto Reina me sintió desnudo se separó y creí que se había asustado, pero lo que quería era ver mi verga parada frente a ella.
– Es la primera que ves en la vida real, ¿verdad?
– No- me dijo sin quitarle la vista de encima.
– Mis compañeros ya me han enseñado las suyas, pero esta es mucho más grande.
Pinches cabrones calientes, no nada más Pao, algunos compañeros de seguro ya habían tocado a mi hermanita y a lo mejor hasta habían "cogido".
"Pero ahorita va a saber lo que es una verga de hombre y no un fideo de niño pendejo", pensé con celos.
Me ensalivé un dedo y empecé a pasarlo en medio de su panochita que ya estaba escurriendo como había visto en los videos, la monté sobre mí y puse mi verga justo en medio de sus labios vaginales.
Se sentía como la gloria todo ese calorcito y la humedad que manaba de ella.
Tomando sus caderas, la empecé a mecer hacia adelante y hacia atrás, despacio al principio y cada vez más aprisa.
Como buena putita, Reina sabía hacerle caso a su cuerpo y ella solita empezó a tallar su puchita en mi verga.
Tenía los ojitos cerrados y se mordía el labio inferior, sus manitas se apoyaban sobre mi pecho y entre más fuerte se tallaba el coño, más fuerte me clavaba las uñas en la carne.
Estaba tan caliente que no me dolía, todo lo contrario.
Era demasiado placer.
La acerqué a mí para seguir besándonos.
De pronto se abrazó más fuerte a mi cuello, tanto que me hizo ahogar un poquito, mientras sentía un chorro abundante y caliente en mi entrepierna.
Reina relajó su cuerpo hasta quedar como un fardo sobre mi.
La levanté con cuidado y le dije:
– Parece que te veniste, mi amor.
– No sé.
Nunca me había pasado.
– No te preocupes, es normal cuando sientes muy rico.
Pero vamos a quitar estas cobijas para que no se ensucie el colchón, ¿Ok? Mientras espérame en mi cuarto, ahorita te alcanzo.
– Sí.
Rápidamente las quité y las puse a lavar.
Cuando llegué al cuarto, mi hermanita me esperaba tendida en mi cama, con los ojos cerrados y las piernas abiertas, tocándose.
No dije nada, me acerqué y le quité el dedito de su rajita para poder poner mi lengua.
Ella empezó a gemir nuevamente mientras yo saboreaba su vaginita recién venida.
Estaba sensible, Reina apretaba sus piernitas regordetas conta mi cabeza y arqueaba la espalda hacia arriba.
Moví mi lengua hacia su clítoris y le empecé a pasar un dedo por enmedio del coño, tratando de meterlo.
Si la muy puta ya se había metido los dedos de su amiga y hasta el mango de un cepillo de cabello, no iba a tener problemas con mi dedo, ¿verdad? Mi saliva y sus jugos tenían su panochita completamente inundada, así que empecé a empujar mi dedo.
Al sentir la presión, Reina alcanzó a decir -No.
– ¿Te duele?- pregunté, temeroso de haberme equivocado respecto a su abertura.
– No, pero me gusta más por el culo.
¡Santa madre! Esta chiquilla no dejaba de darme sorpresas.
Feliz de concederle su deseo, cambié de lugar la punta de mi lengua y empecé a pasarlo en el ano de mi nena.
Despacito, luego rápido.
Le abría las nalgas con las manos mientras ella usaba las suyas para sostener sus piernas.
Empecé a meter la lengua en su chiquito para que aflojara, después de un rato, comencé a meterle el dedo y mi lengua regresó a su panochita.
La voz de mi hermanita estaba llena de placer y me lo hacía saber con gemidos intensos y frases calientes como las de los videos.
"Sí Carlos, me cupas muy rico", "méteme el dedo, sí, así".
Después de un rato me separé de su conchita para recostarme bien sobre la cama.
Quería averiguar cuanto sabía y hasta donde podía llegar por su cuenta, así que volví a ponerla sobre mí, sólo que esta vez en posición de 69.
Como quien no se da cuenta, seguí mamándole el coño, esperando.
Lo primero que hizo fue agarrar mi verga con sus dos manitas y empezó a apretarla como si la quisiera exprimir.
– Así no, mi amor, de arriba para abajo- le indiqué-.
Primero suavecito y luego más rápido.
Sin decir palabra, siguió mis instrucciones.
Después de unos minutos me dio la sorpresa y se la metió a la boca.
Era una chupada inexperta y torpe, pero muy tierna y cachonda a la vez.
Su boca se sentía super caliente.
Así seguimos un buen rato, hasta que la sentí convulsionar otra vez y en esta ocasión, apresuré el ritmo de mi mamada para que se viniera justo en mi boca, como siempre me ha encantado hacer con las chicas.
Después de tomarme su venida, le pedí que se quedara acostada boca abajo, mientras me chaqueteaba hasta venirme sobre sus nalguitas morenas y redondas.
Me acosté de nuevo y la jalé hacia mi para abrazarla.
Ella me dio sus brazos y recostó su cabeza sobre mi pecho.
Nadie dijo nada durante varios minutos y hasta pensé que Reina se había dormido, pero no.
De hecho fue ella la que rompió el silencio.
– ¿Ya no estás enojado conmigo?- me preguntó, y eso me hizo sentir culpable.
– No corazón, ya no-.
Más silencio por otro rato.
Sin despegar la cabeza de mi pecho, volvió a hablar.
– Me gusta cuando me hablas bonito.
Siento como si fueras mi novio.
– ¿Quieres que seamos novios?
– Sí, pero la gente dice que los hermanos no pueden ser novios.
– Si tu no dices nada, yo tampoco.
¿Trato?
– Trato.
– Ok, entonces vamos a bañarnos y a desayunar algo, mi amor-, le dije mientras levantaba su carita para darle un largo beso.
Tal vez no me había dado cuenta y lo que tenía eran celos y no coraje por las fotos.
No sé si desde antes me había enamorado de mi hermanita sin sabelo o todo había pasado en ese momento.
La verdad, tampoco me interesaba saberlo.
De cierta manera, lo que empezó como un juego peligroso en redes sociales había terminado con un final feliz.
O eso pensaba.
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