EL CELULAR PARTE 1: DESCUBRIMIENTOS
Oscar descubre secretos de su hermana Daniela, y el accidente los lleva a cambiar su relación de forma radical.
Era sábado por la tarde. Mis padres y mi hermana habían salido a pasear y hacer la despensa. Como era mi día libre, decidí quedarme en casa para descansar tras una semana realmente pesada. Me encontraba jugando videojuegos cuando escuché una alerta de mensaje que no era de mi celular. De inmediato, reconocí el tono de mi hermana (que me parece particularmente molesto, por cierto), pero como no era asunto mío, decidí ignorarlo y seguir jugando. Sin embargo, quien estaba del otro lado de la línea seguía mandando mensajes (cinco más, para ser exactos) y, por ello, la alerta seguía sonando. Una de las reglas de la casa es que ni Daniela ni yo tenemos permitido poner contraseña a nuestros celulares, aunque eso tampoco significa que nuestros padres invadan nuestra privacidad, por lo que sabía que podría responder sin problemas. Así las cosas, decidí pausar mi juego para ir a decirle a quien sea que fuera que Daniela no estaba disponible para responder y yo seguir jugando en paz. Llegué a la cocina buscando el teléfono y, efectivamente, estaba en la mesa. La cuestión fue que no esperaba ver lo que encontré.
Eran notificaciones de WhatsApp. Seis fotos enviadas por Karla, la mejor amiga de mi hermana. Cuando abrí el chat, en lugar de los memes que esperaba ver, había selfies de Karla desnuda en varias posiciones bastante explícitas. Cada parte de su cuerpo estaba a la vista y era obvio que no era la primera vez que se tomaba ese tipo de fotos. Casi en cuanto las palomitas del chat se iluminaron en azul, Karla comenzó a escribir. Su mensaje decía “Te tardaste en abrir tu regalo, mi amor. Mándame algo de regreso.” Esas palabras me tomaron por sorpresa y lo primero que hice fue cerrar la app. Necesitaba despejarme y respirar aire fresco, así que salí al patio trasero aún con el celular de Daniela en mis manos. Una vez fuera de la casa, tras unos minutos, volví a encender el celular y apagué su Wi-Fi. Accedí al chat de Karla y mi hermana menor, pues no podía creer que Dani, estudiante modelo, siempre tan formal y seriecita con prácticamente todo aquel que no formara parte de su círculo más cercano, tuviera ese tipo de intercambios y, ciertamente, menos lo hubiera imaginado con su amiguita que tanto se le parecía en actitud.
Revisando el archivo de imágenes, pude comprobar que, efectivamente, ya tenían tiempo mandándose fotos de ese tipo. Pude ver, en toda su gloriosa desnudez, los cuerpos de ambas. Y no sólo por separado, sino también juntas. Besándose, tocándose, lamiéndose, metiendo cosas en sus vaginas y anos. Se comportaban como una parejita cachonda en toda regla. Había videos también, que, como las fotos, habían sido tomados tanto en nuestra casa como en otra que, me imagino, sería la de Karla. Sentado en el césped, empecé a pensar y muchas cosas cobraron sentido. Las tardanzas esporádicas de Dani para salir del baño, los súbitos sonrojos mientras mandaba mensajes, la prisa con la que ambas se metían al cuarto de mi hermana tras llegar de la escuela para “hacer tarea”. Definitivamente, mi hermanita chiquita ya no lo era tanto. En más de un sentido.
Viendo las fotos y los videos, no pude contener una erección. Al principio, me dije que era por Karla, la linda pelirroja, con su piel pálida, enormes ojos verde esmeralda y, ahora lo sabía, pezones pequeños color fresa y pubis sin depilar. Siempre me había parecido muy linda, pero su actitud tímida e impenetrable nunca me había permitido nada más allá del saludo, la despedida y las preguntas triviales de buen anfitrión cuando nos visitaba. Luego, viendo los archivos lésbicos, me dije que era imposible no ponerse caliente con dos chicas hermosas haciéndose cosas. Dos chicas hermosas. Una de las cuales era mi propia hermana. Juntas, la piel de Dani contrastaba con la de su amiga. Ambos somos morenos con cabellos oscuros y, en las fotos donde aparecían las dos, no podría decir si la piel de Dani hacía ver más blanca la de Karla o era justo al revés. De cualquier forma, se veían super excitantes.
Desnuda y caliente, mi hermanita parecía una chica distinta, una que no era la que vivía en casa. Y ese cuerpo llenito, de curvas pronunciadas y pechos grandes para su edad, era encantador. Por un momento pensé que estaba ciego por no haberlo notado antes, pero casi de inmediato comprendí que hasta ese momento nunca había visto a Dani como mujer. Era mi adorada hermanita, a la que siempre había cuidado y protegido, y nada más. Esa tarde, sin embargo, las cosas dieron un giro inesperado gracias a su descuido. Honestamente, no sabía que pensar. Vi el reloj y ya había pasado aproximadamente una hora desde que recibiera los mensajes y, aunque sabía que mi familia tardaría un tiempo más en volver, decidí regresar a mi habitación. Rememorando, todo lo que siguió lo hice por completo en automático. Apagué la consola sin siquiera guardar el juego, que había olvidado por el shock, y encendí la computadora. Conecté el teléfono de Dani y empecé a hacer copy/paste de las fotos y videos. Una vez terminé, volví a la cocina y dejé el celular donde, según yo, lo había encontrado. Al volver a mi cuarto, me quedé en silencio, pensando.
Una o dos horas después, la familia volvió, haciendo el escándalo usual. Mi papá me gritó alegremente para que dejara de holgazanear con mis juegos y les ayudara a bajar la despensa del carro para acomodarla. Hice lo que me pidió, tratando lo mejor posible por aparentar normalidad, aunque por dentro estaba tan nervioso como si hubiera matado a alguien y sólo hubiera escondido el cuerpo bajo la alfombra de la sala. Cosa curiosa, Dani no estaba por ningún lado. Le pregunté a mamá si nos iba a ayudar y me respondió que no, pues durante el viaje de regreso se sintió mal y la mandó a descansar a su cuarto. Que casualidad, pensé. Tras una ojeada rápida pude comprobar que su celular ya no estaba en la mesa. Durante el proceso de acomodar las cosas, mis papás hablaban entre sí como si nada, pero yo estaba atento a cualquier mención de algo inusual durante el paseo. No dijeron palabra y la noche siguió como cualquier otra, hasta la hora de cenar, cuando finalmente “la enfermita” salió de su cuarto. Tenía los ojos enrojecidos y cuando mamá le preguntó por qué, Dani dijo que se había quedado dormida sin darse cuenta, pero yo tenía sospechas de que, muy probablemente, había estado llorando. Igual, no dije nada.
Tuvimos una cena tranquila, aunque más silenciosa de lo normal. ¿Pero de qué podíamos hablar? Todo lo que yo hice en la tarde fue jugar videojuegos (según la historia oficial) y mis padres ya me habían contado las aventuras del día. Pese a todo, Dani y yo estábamos tensos. Mamá preguntó si sucedía algo y yo inventé que mis amigos habían cancelado los planes de mañana por una tontería y me habían hecho enojar. Mi hermanita, a su vez, dijo que todavía no se le pasaba el malestar. Aprovechando el rumbo de la conversación, se excusó para ir a dormir más temprano y comenzó a despedirse. Cuando tocó el turno de darme las buenas noches, por primera vez desde su regreso, nuestros ojos se cruzaron durante una fracción de segundo y lo que vi me desconcertó. Acompañando a un “hasta mañana” casi susurrado y un beso en la mejilla, apresurado y torpe, había en la mirada de Dani un poco de… ¿Miedo? Fue tan rápido que no podía estar seguro. Habré dejado pasar unos veinte minutos antes de dar las buenas noches. Como cada vez, lavé mis trastes, e incluso los de Dani, y me fui a mi habitación.
Para llegar a mi destino, tenía que pasar frente al cuarto de mi hermanita. Cuando estuve frente a su puerta, aminoré el paso y traté de agudizar mi oído lo mejor posible para saber si aún estaba despierta, sin embargo, no fui capaz de escuchar nada. Una vez en mi habitación, encendí la computadora y volví a revisar los archivos conseguidos, ahora con más detenimiento. Ambas chicas son hermosas. Karla, delgada y de rasgos finos como los de una muñequita de porcelana. Descubrí que sus hombros y espalda están cubiertos de pecas que llegan hasta el nacimiento de sus nalgas y que en el dorso de sus pies tiene la piel tan fina como la de las manos, por lo que se notan las venas en ambas partes. Dani, como ya dije, tampoco está nada mal. Sus pechos abultados tienen los pezones y areolas color chocolate y, bajo el izquierdo, un lunar muy coqueto. Desde pequeña ha sido un tanto llenita, sin llegar al sobrepeso, y gracias a ello sus caderas y las nalgas son pronunciadas. Ninguna de las dos se rasura la entrepierna, cosa que me pone a mil. Algo que noté fue que varias de las fotos de Dani no habían sido tomadas ni en su cuarto ni en casa de Karla. Poniendo atención en los detalles que se alcanzaban a ver pude descubrir, por si le faltaban emociones a mi día, que las tomó en mi habitación. Una de ellas en particular me puso caliente más allá de la razón: Dani estaba boca abajo sobre mi cama, las nalgas alzadas, luciendo su anito, completamente desnuda y metiéndose los dedos en el coño, que desbordaba humedad, mientras apoyaba el rostro en mi almohada. No pude contenerme más y, por primera vez en la vida, le dediqué una paja a mi hermanita. Me fui a dormir sintiéndome tan caliente como culpable.
A la mañana siguiente, la casa estaba en silencio. No era precisamente temprano, por lo que me extrañó la falta de vida en los alrededores. De todas formas, no quería salir del cuarto. Me sentía una mala persona por haber guardado fotos íntimas de mi hermana y su novia y, más que eso, por haberme masturbado con en ella. No sabía qué hacer. Al final, me vestí y con cuidado, como un ladrón, abrí la puerta tratando de hacer el menor ruido posible. Antes que nada, revisé la puerta de Dani. Cerrada. Salí rumbo a la cocina y en la mesa había una nota de papá y mamá: la tía Fer estaba enferma (nada grave, por suerte) y habían ido a ayudarle en lo que necesitara. No sabían a qué hora volverían. Supongo que me quedé tan absorto en mis pensamientos que no escuché cuando Dani salió de su habitación. Su voz me provocó un sobresalto.
- Olvidaste volver a prender el Wi-Fi – me dijo, obviamente refiriéndose a su celular. No había reproche en su voz, que era muy bajita. Al contrario, se escuchaba temerosa y quebradiza, como si estuviera a punto de llorar. – Por favor, no le digas nada a papá y mamá.
En ese momento me di la vuelta. Mi hermana pequeña estaba de pie en el marco de la entrada, descalza, con su pijama rosa claro, y llevaba el cabello suelto, que le llegaba justo debajo de los hombros. En ese momento le cubría la mayor parte de su rostro cabizbajo, mientras se tomaba las manos, frotándolas con nerviosismo.
- No te preocupes Dani, no diré nada -. Le respondí, tras tomar una profunda bocanada de aire, tratando de sonar lo más tranquilizador posible. – Pero tú y yo tenemos que platicar, ¿ok?
En lugar de una respuesta, de su boca comenzaron a salir sollozos bajos, que rápidamente se convirtieron en llanto abierto. Me levanté de mi asiento y fui hacia ella para abrazarla. Nunca he soportado ver llorar a mi querida hermanita. Ella respondió mi abrazo y, mientras yo rodeaba su espalda y ella apoyaba su carita en mi pecho, mojando mi playera con sus lágrimas, sentí sus pechos sin sostén presionarse contra mi cuerpo y mi nariz se inundó con el aroma que emanaba de ella. Me sentí culpable otra vez, pues la primera palabra que me vino a la mente fue “delicioso” y, maldita sea, empecé a tener una erección mientras intentaba consolarla. ¿Qué tan bajo podía llegar?
Tratando de contener la situación, la solté con el pretexto de buscar una servilleta de papel y secar sus ojos. Tardé más de lo necesario, intentando relajar mi entrepierna. Cuando ya no tenía una tienda de campaña en mis pantalones, regresé con ella y limpié las lágrimas de su rostro, le di un beso en la mejilla y, ahora que ya estaba más tranquila, le sugerí que fuéramos a mi habitación para hablar en serio.
En un gesto de apoyo, la llevé de la mano, como cuando éramos pequeños, hasta llegar al cuarto e invitarla a sentarse en la cama. Cuando soltamos nuestras manos, estaban sudorosas y, tras un incómodo silencio que pareció prolongarse por toda una eternidad, fui yo quien rompió la quietud del lugar.
- Ok, primero que nada, quiero que sepas que no estoy molesto ni creo que hayas hecho algo malo. Yo también hice varias pendejadas cuando tenía tu edad, así que sé lo que se siente cuando te descubren y lo que menos quiero es que papá y mamá te den los mismos sermones y regaños que me dieron a mí, ¿va?
- Gracias Oscar – me dijo, aún con la voz débil -. Creí que estabas enojado.
- No, para nada. Sorprendido tal vez, pero no enojado. La verdad no esperaba que Karla y tu fueran novias.
- No somos novias. Nada más nos gusta hacer… cosas… juntas.
- Sí, me di cuenta –dije, un poco en tono de broma, tratando de aligerar el ambiente-. Nada más te voy a pedir que tengas más cuidado. Tuvimos suerte que fuera yo quien encontró tu celular. ¿Te imaginas si hubiera sido mamá o papá? -y me levanté para ir a buscar en mi clóset un celular que ya tenía tiempo sin usar. Cuando lo encontré, se lo entregué diciéndole – ten, para que lo uses en tus conversaciones privadas. Está un poco viejo, pero creo que será suficiente.
- G-gracias -respondió, con los ojos abiertos como platos y una expresión de sorpresa en el rostro como jamás le había visto.
- Nada más prométeme que vas a tener muchísimo cuidado con eso porque, si te lo descubren, los dos nos vamos a meter en un lío de los grandes, ¿ok?
- Sí, claro que te lo prometo – me dijo, emocionada, mientras se ponía de pie y me rodeaba nuevamente en un fuerte abrazo. Perdí el equilibrio por lo inesperado del gesto y caímos sobre la cama, ella sobre mí.
Nuevamente sentí el contacto de su cuerpo contra el mío y respiré, despacio y profundamente, la fragancia de mi hermanita mientras volvía a rodearla con mis brazos. Ella tenía su cara sobre mi pecho y la frotaba levemente, en un gesto que me pareció extremadamente tierno al principio, pero que rápidamente se volvió peligroso, ya que otra vez la verga se me empezó a parar, y esta vez no tenía a donde correr. Traté de romper el contacto antes de que se diera cuenta, pero Dani aprovechó para montarse debidamente, colocando su entrepierna sobre la mía. Empezó a frotarse, sin levantar el rostro mientras, entre jadeos de calentura, me decía “te quiero, Oscar”. Las fotos de Dani, masturbándose en la misma cama sobre la cual nos encontrábamos, me vinieron a la mente y el instinto se apoderó de mí. “Yo también te quiero” fueron las últimas palabras que le dije, antes de volver a abrazarla, pero esta vez con otras intenciones.
En esta ocasión, mis manos cayeron justo sobre sus grandes y suaves nalgas, tratando de abarcar lo más posible de ellas. Las apreté y comencé a dirigir el ritmo con el que Dani frotaba su pubis en mí. Jadeos que se convirtieron en gemidos empezaron a salir de su boquita. Había levantado el rostro que, con lo ojos cerrados, demostraba el placer mi que hermanita sentía. A través de las delgadas ropas que vestíamos, pude sentir sus pezones duros apoyarse en mi pecho. Y al sentir su cálido aliento al lado de mi rostro, me acerqué para besarla en la boca. Creo que no se lo esperaba, pues abrió los ojos y por un segundo detuvo sus caderas, pero casi de inmediato volvió a lo suyo, disfrutando la sensación de nuestras lenguas acariciándose.
Mis manos, ocupadas también, habían entrado bajo su ropa de dormir y acariciaban su culo directamente. La suavidad de su piel me fascinó. Dani tomó la iniciativa y de un tirón se bajó el ligero pantalón, con todo y pantis, e hizo lo propio con el mío, para disfrutar el roce directo de mi verga y su panochita, que estaba empapada. Se frotaba con desesperación, hacia adelante y hacia atrás, y me estaba llevando al cielo. Se separó de mi boca únicamente para terminar de desnudarse y quitarme la playera a mí también, tras lo cual se inclinó para reanudar el beso que nos estábamos dando. La tomé de los hombros y giré para quedar encima de ella. La calentura que traía guardada desde el día anterior se desbordó como una presa mientras descendía a su pecho para lamerle los pezones. Verlos en vivo era distinto a lo que me habían mostrado las fotos. Eran grandes, carnosos, de piel suave, elástica y sensible. Como había visto hacer a Karla, comencé a morderlos y estirarlos con los dientes. La voz de Dani subió de intensidad y sus gemidos se acrecentaron, y mientras mi boca se ocupaba de sus tetas, una de mis manos bajó a su peluda puchita para empezar a dedearla. Ya no éramos hermanos, sino un hombre y una mujer que se deseaban como animales.
Inundada como estaba, mis dedos entraron fácilmente, haciendo que mi hermanita se retorciera de placer, mientras abría las piernas lo más que podía, diciendo “sí, así, que rico. Méteme tus dedos, Oscar.” En mi mente desfilaba el caliente espectáculo que, sin proponérselo, Karla y Dani me habían dado ayer mientras, delante de mí, mi hermanita disfrutaba de un soberano faje conmigo. Subí para besarla de nuevo, soltando su coñito con la intención de volver a frotarnos, pero Dani estaba más caliente de lo que pensaba y, con su propia manita, tomó mi verga para ponerla en la entrada de su vagina. Con los ojos cerrados y empujando su cuerpo hacia mí, empezó a decir “cógeme, hermano. Quiero tu verga”. Por toda respuesta, le di un embate con la cadera, hundiéndosela hasta la base. Dani me clavó las uñas en la espalda y me dio un mordisco en el hombro, que amortiguó el grito de placer que estaba soltando. El dolor que sus uñas y dientes me provocaron únicamente hizo que mi erección se endureciera más.
Empecé a moverme dentro y fuera de ella, arrancándole gemidos. Mientras nos besábamos, sus piernas se enredaban alrededor de mi cadera, con la presión justa para no detener la penetración que tanto estábamos disfrutando los dos. Dentro de su coño, mi hermanita se sentía ardiente como un volcán. Por mucho, era el mejor con el que hubiera cogido. Ninguno podía expresarse con otra cosa que no fueran jadeos y gemidos. Nos faltaban manos para acariciarnos, bocas para besarnos y lenguas para lamernos. La calentura reprimida de ambos se había liberado súbitamente y nos transformó en criaturas de instinto puro. Y entonces, Dani gritó “¡Me voy a venir, Oscar, me voy a venir!”. Sentí como se intensificaba la presión de su coño a mi alrededor y aceleré mis embestidas, disfrutando cada centímetro de su interior. Las piernas de mi hermana me soltaron, para apoyar los pies en el colchón mientras su cadera se arqueaba y de su panochita salía líquido caliente. Se estaba meando de placer. Dentro de ella, mi verga soltó un chorro de leche ardiente.
Caí sobre ella tras el orgasmo, sin fuerza para hacer otra cosa más que moverme y yacer a su lado. Los dos estábamos agotados tras la súbita cogida. Y en ese momento me llegó de golpe la claridad post coital. ¿Qué demonios había hecho? Sin importar los avances que Dani hizo, mi deber como hermano mayor era decir no y conservar la cordura. Se suponía que mi deber era protegerla, no tomar ventaja de la situación. Abrí los ojos, dispuesto a pedir perdón, y lo que encontré fue a mi hermanita durmiendo plácidamente. Su expresión era de tranquilidad, sin un ápice de culpa o preocupación, pese a la descarga que yo había soltado en su interior. Me levanté con cuidado para no perturbar su sueño, eché el cobertor sobre su cuerpo desnudo y, tras vestirme, recogí su ropa y la acomodé en el piso del lado de la cama contrario a la puerta. Escribí una nota, que dejé en el buró, y salí rumbo a la farmacia para comprar una pastilla del día siguiente.
Durante la caminata intenté, aunque sin mucho éxito, de aclarar un poco mis pensamientos. A partir de ese día nunca más podría ver a Dani sólo como mi hermana. Después de algo como lo que hicimos no puede haber vuelta atrás y debía estar preparado para afrontar las consecuencias, ya fueran la aceptación, el rechazo o algo peor. Claro que había sido una cogida deliciosa y me encantaría repetirla, ¿pero sería posible? ¿qué tal si Dani se arrepentía al despertar? Mi cabeza era una mezcla de calentura y miedo a partes iguales y no encontraba el modo de apaciguarla. Siempre he sido así, pensando demasiado ante los cambios. Y vaya que había habido uno esa mañana. Hice la compra sin mayor problema y en el camino de regreso únicamente deseaba que mis padres no hubieran vuelto mientras Dani seguía desnuda en mi cama todavía.
Hubo suerte, pues el auto de papá seguía sin aparecer. Al abrir la puerta me recibió el aroma de comida preparada y, nervioso, saludé con un “ya volví” en voz alta. De la cocina salió mi hermanita, que había desayunado durante mi ausencia, y mis dudas se despejaron completamente cuando recibí un beso en la boca, largo, amoroso, digno de una pareja de novios.
- ¿A dónde fuiste? – me preguntó al tiempo que apoyaba sus manos y rostro en mi pecho.
- A la farmacia – respondí, un poco apenado. Y mientras le extendía la pastilla, le dije – perdón, me dejé llevar.
- Está bien, se sintió muy rico – fue su respuesta. Tomó la píldora con una mano y la mía con la otra, mientras caminaba a la cocina. Nada en sus acciones denotaba la más mínima preocupación -. Aparte, si no la comprabas tú, yo lo hubiera hecho.
Esta vez fui yo quien se acercó para abrazarla por la espalda. Me estaba haciendo adicto a su tacto y a su aroma. Me incliné para besar su mejilla, mientras tomaba sus manos entre las mías. Al roce de mi rostro con su oído, dejó escapar un ligero jadeo.
- Fue verdad lo que te dije, Dani. De verdad te quiero, y mucho.
- Yo también te quiero… hermanito.
Poniendo un énfasis especial en la última palabra, logró hacerla sonar especialmente cachonda. Mi hermanita resultó una completa diablilla. Como respuesta, la giré para quedar frente a frente y la besé de nuevo, mientras acariciaba su rostro. Y entonces, el motor del auto de nuestros padres se escuchó en la entrada.
FIN DE LA PRIMERA PARTE.
Gracias por llegar hasta aquí. Espero que la historia te haya gustado y te interese lo suficiente para leer los siguientes capítulos. Ahora, a riesgo de perder audiencia, debo hacer las debidas aclaraciones: esta historia, así como los personajes, situaciones y elementos que en ella aparecen son producto de mi mente enferma, es decir, ficciones. Cualquier parecido con la realidad y/o personas vivas o muertas es mera coincidencia. Sobre todo, las fotos y los videos mencionados no existen más allá de esta narración. Gracias por leer este capítulo y nos vemos en los siguientes (espero no tardar mucho en publicarlos).
Woooooowwwww! me encantó el relato! sigue con las siguientes partes, y una cosa, muchas veces las apariencias engañan compa.
Muchas gracias!!! Afortunadamente ahorita tengo tiempo de escribir, espero no tardar mucho en continuar la historia. Y es verdad, caras vemos…