EL CELULAR, PARTE 2: TIEMPO DE CALIDAD
Oscar y Dani siguen explorando su nueva situación..
Si no has leído la primera parte, aquí está el enlace al capítulo 1: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/el-celular-parte-1-descubrimientos/
Ya pasaba del mediodía y nos encontrábamos en la cocina. A mitad de un apasionado beso, escuchamos el motor del auto de nuestros padres deteniéndose en la entrada de a casa. Rompimos el contacto y apresuradamente nos dirigimos a nuestras habitaciones. De camino, le pedí a Dani que corriera a darse un baño mientras yo trataría de ventilar mi cuarto para eliminar, o al menos disfrazar, el olor a sexo lo mejor que pudiera. Nunca he sido una persona hábil en el deporte, pero el golpe de adrenalina me volvió el chico más rápido del mundo. Para cuando la puerta de entrada se abrió, ya había abierto mis ventanas y rociado desodorante como si no hubiera un mañana. Salí del cuarto fingiendo demencia mientras mamá preguntaba si ya habíamos desayunado. Le dije que únicamente Dani lo había hecho y que se estaba dando un baño.
Tratando de aparentar normalidad, pregunté cómo les había ido con la tía Fer (que se había enfermado ese día) y la respuesta fue tranquilizadora, pues únicamente era una indigestión de campeonato causada por mariscos en mal estado. Cuando Dani salió del baño, me disculpé argumentando que era mi turno de asearme. Al pasar frente al cuarto de mi hermana encontré la puerta abierta con ella detrás, esperándome. Completamente desnuda y mojada, me mandó un beso y cerró la puerta con una coquetería hasta ese momento desconocida. Mientras me desnudaba para bañarme recibí un mensaje en WhatsApp. Era una selfie de Dani, frente a su espejo, abriéndose el coño con los dedos. No me pude resistir a seguirle el juego y, por primera vez en la vida, me tomé una foto desnudo, con la verga erecta, y se la mandé de regreso. En el tiempo que pasé bajo la regadera, recibí de mi cachonda hermanita tres fotos más, presumiéndome el cuerpo que sólo unas horas atrás, inesperadamente, había sido mío. ¿Cómo diablos se suponía que pasara el día tranquilo en presencia de nuestros padres con semejante tentación a mi lado?
Ya en mi cuarto, no pude evitar masturbarme nuevamente con sus fotos nuevas. Tenía la esperanza de poder tranquilizarme con eso, pero mis esperanzas dieron al traste cuando salí. No sé si ella lo hizo a propósito o era mi recién descubierta calentura, pero la veía hermosa: una gargantilla negra adornando su cuello, blusa blanca con los hombros descubiertos y una faldita rosa arriba de la rodilla. En sus pies portaba sandalias de tiras a juego con la blusa y el cabello lo llevaba suelto. Hasta nuestros padres notaron el cambio, pues no era un estilo que soliera vestir. Mamá le preguntó si tenía planeado salir con alguien, a lo que Dani respondió que Karla le sugirió ir al cine. Papá le dijo que podía ir, siempre y cuando yo las acompañara. Mi hermanita puso cara de alegría y estuve a punto de hacer lo mismo, pero no quise verme demasiado ansioso.
- ¿Y por qué tengo que pasar mi tarde de domingo siendo su niñero? Yo creo que ya están lo bastante grandecitas como para cuidarse solas – dije, poniendo cara de enfado.
- ¡Ay, Oscar, no seas así! Ayer dijiste que tus amigos te cancelaron y hasta te enojaste con ellos. No tienes nada mejor que hacer – replicó Dani al momento.
- ¿Cómo que no? Acabo de comprar un juego nuevo. Justo ayer lo estaba probando y está buenísimo.
- ¿O sea que prefieres dejar a dos señoritas solas para pasarte la tarde con tu juego? ¿Sí estás consciente de lo peligrosa que puede ser la ciudad, o no? Nunca sabes si les puede pasar algo – intervino papá. Pude haber prolongado la “discusión”, pero consideré que ya había sido lo bastante convincente. Además, un descuido de mi parte y se podía echar a perder la posibilidad de pasar una tarde a solas con Dani.
- Ok, las acompaño – respondí finalmente, tras un corto silencio. Nada más dame tiempo de comer algo y nos vamos.
- ¡Gracias, Oscar! ¡Eres el mejor hermano del mundo! – y sentí en mi espalda los pechos de Dani, frotándose con la excusa de un abrazo, mientras mi piel se erizaba al sentir su respiración en mi cuello. Temeroso de que alguien notara mi erección (por tercera vez en el día) la alejé rápidamente.
- Ya, ya, tampoco es para tanto, enana. Pásame un jugo del refrigerador, por favor. – Sin chistar, alegre como niña con juguete nuevo, mi hermanita me dio la bebida y tomó asiento a la mesa.
Terminando de comer, fui a arreglarme para una cita con mi propia hermana. Por la expresión de Dani, creo que elegí el atuendo correcto: playera y jeans, ambas prendas ligeramente ajustadas. Una combinación informal pero que varias veces Dani me había dicho que se me veía muy bien, incluso por separado. Nuevamente fue mamá quien hizo el comentario.
- ¡Que bien te ves, hijo!
- Gracias, mamá, es que Karla va a estar ahí – dije mientras reía. A la que no le hizo gracia el comentario fue a Dani, que me dio un golpe en la espalda, más fuerte de lo que esperaba.
- ¡Ni siquiera lo pienses! – me dijo, apresurándose hacia la salida.
- ¡No vuelvan muy tarde! Si se les dificulta encontrar transporte, nos llaman y vamos por ustedes.
- ¡Sí, papá, no te preocupes! – respondí mientras seguía a mi hermana a través de la puerta.
Ya a una cuadra de la casa, camino a la parada del autobús, pasé mi brazo sobre los hombros de Dani, deleitándome con el suave tacto de su piel, y retomé la conversación.
- Sí sabes que el comentario sobre Karla fue sólo para despistar, ¿verdad?
- Ajá – respondió ella con un ligero tono de enfado -. No creas que no he notado como la miras.
- ¿Y cómo la miro, hermanita? – esta vez fui yo quien puso énfasis en el adjetivo, mientras dibujaba un pequeño círculo con mi dedo en su hombro y sentía su piel erizarse.
- Como si quisieras comértela con los ojos, pervertido. Yo sé que las pelirrojas te gustan mucho. Lo has dicho varias veces.
- Va, es cierto que me gustan, pero desde ayer descubrí que tengo a la chica más hermosa del mundo viviendo en mi casa – le respondí. Y, acercándome a su oído, en voz muy baja, le dije – y hoy, que coge riquísimo.
Un escalofrío la hizo temblar. Se giró hacia mí, me tomó el rostro para acercarlo y plantar un beso en mi boca. Le correspondí, pero unos instantes después recordé donde estábamos y quienes éramos. No podíamos arriesgarnos a que algún vecino nos descubriera actuando como una parejita de enamorados, así que, con todo el dolor de mi corazón, tuve que cortar el beso tan rico que nos estábamos dando.
- Hay que tener cuidado, Dani. Seguimos en el vecindario.
- Pero no hay nadie cerca, hermanito – me dijo, con cara de enfado. Estaba empezando a notar que le gustaba recalcar nuestro parentesco cuando estábamos solos. Al parecer, a esta niña la excitaba el incesto más de lo que pensaba.
- De todas formas, nunca se sabe, y menos en fin de semana.
- Es tu culpa por decirme esas cosas.
- Oye, nada más quería que supieras que Karla no me interesa. Por cierto, que hermosa y sexy te ves hoy. No te pareces en nada a la hermanita que siempre veo en casa.
- ¡Ya, Oscar, no me digas cosas! Me pones… mal… y no me dejas hacer nada. ¡No es justo!
- Disculpa, Dani, no lo hago con esa intención. Pero de veras, te ves muy linda.
- Gracias. Me quería ver bonita para ti. – y apoyó nuevamente su carita sonrojada contra mi pecho, tratando de ocultarla, mientras me decía – Tu también te ves muy guapo. Y hueles muy rico – finalizó, elevándome los colores al rostro.
Volvimos a caminar y hasta la parada del autobús nadie dijo nada, aunque seguí con mi brazo alrededor de sus hombros. De unos años para acá, el transporte público de la ciudad está cada vez peor y los domingos es cuando más tarda en pasar. Hasta ese día, nunca lo había considerado como la bendición que podía llegar a ser. ¿Más tiempo a solas con Dani? ¡Por supuesto! Al llegar, tomamos asiento en la banca y mi hermanita sacó su celular (el nuevo, o, mejor dicho, el que recién le había entregado por la mañana) y, antes de que pudiera reaccionar, nos tomó una foto. En seguida, mandó un mensaje.
- ¿Y eso? – le pregunté, extrañado.
- Quiero recuerdos de nuestra primera cita juntos – me respondió -. Aparte, le pedí a Karla que si papá o mamá le preguntan, les diga que al final no pudo acompañarnos.
- ¿O sea que la estás haciendo cómplice de nuestra travesura?
- No te preocupes, es de confianza. Además, la hice “cómplice”, como dices, cuando les dije a papá y mamá que ella me había invitado a salir.
- Pues sí, tienes razón. Y hablando de eso, ¿cómo sabías que nos iban a mandar juntos?
- No sabía, nada más lo dije porque no se me ocurrió otra explicación sobre mi ropa – dijo, sonriendo.
- Pues te felicito, la jugada te salió excelente – y le di un beso en la mejilla -. Se nota que eres la más lista de tu clase.
Antes de que pudiéramos seguir hablando, llegó el autobús que nos llevaría al centro comercial. Nos pusimos de pie y nos dimos cuenta de que estábamos tomados de la mano. Ninguno de los dos supo en que momento sucedió. Reímos. El transporte estaba casi vacío, así que elegimos un lugar en la parte posterior, en un sitio que nos cubriera del sol vespertino, ese sol que deslumbra y hace sudar más de la cuenta, pues nuestro destino se encontraba aproximadamente a veinte minutos sin tráfico. Cuando tomamos asiento Dani sacó su celular, ya que había recibido un mensaje.
- Karla dice que no me preocupe, que nos va a cubrir – y, tras una pequeña pausa, en un tono menos alegre, dijo -. Te manda saludos.
- Pues… gracias. ¿Entonces le dijiste que estás conmigo?
- Obvio, tonto. ¿Con quién más iba a salir?
- No sé. ¿No hay algún chico que te guste?
- Ninguno tanto como tu – me dijo, mientras me miraba a los ojos y me acariciaba la mejilla. Se recostó en mi hombro.
Confiado en la cobertura que nos proporcionaba la protección instalada frente a nuestros asientos, volví a tomar su mano, entrelazando nuestros dedos. No pude evitar pensar en todas las emociones que había vivido en las últimas veinticuatro horas. Sorpresa, desconcierto, preocupación, lujuria y ahora un amor a todas luces prohibido, tanto por la sociedad como por la misma naturaleza. Incluso reflexionaba en lo inverosímil que mis sentimientos debían parecer a ojos ajenos. Como antes dije, nunca había visto a mi hermana como mujer, y, sin embargo, aquí estaba, tratándola como a una novia en toda regla, pese al estigma que pesa sobre el incesto. Un estigma tan grande que incluso está penado por la ley. Supongo que mi expresión dejaba ver parte de mis pensamientos, ya que mi hermanita preguntó, con un semblante de preocupación:
- ¿Qué pasa, Oscar? Estás muy serio.
- No te preocupes, Dani. No es nada. Sólo pensaba en cómo han cambiado las cosas entre nosotros desde ayer. Si te soy sincero, lo estoy viviendo y todavía no me lo creo.
- ¿Estás arrepentido?
- ¡No, no, para nada! – me apresuré a responder, mientras soltaba su mano para volver a rodear sus hombros y acercarla a mí, tratando de reforzar mis palabras. Se dejó, dócilmente, sin apartar sus ojos de los míos. Su mirada me recordó las tantas veces que, siendo muy pequeña todavía, se acercaba a mí para pedir ayuda con algo, ya fuera una tarea o bajar la mermelada de la alacena. – Jamás me arrepentiré de lo que pasó en la mañana ni de lo que estamos haciendo ahora. Ya te lo dije, te quiero muchísimo y estoy muy feliz de estar así contigo, pero no puedo dejar de preocuparme por quienes somos y nuestra nueva… relación. Porque no quiero dejarla. Lo que sí quiero es pedirte una disculpa por haber revisado tu celular sin permiso. Fue una invasión a tu intimidad y estuvo muy mal de mi parte.
- No te preocupes, Oscar. Fue mi culpa por olvidarlo cuando salí. Aparte, viendo como resultó todo, creo que nada de esto estaría sucediendo si no te hubieras enterado de… mis cosas. Y por lo de nuestra relación, te prometo ser más discreta. Cambia esa cara de preocupación. Te ves más guapo cuando sonríes – me dijo, mientras en su linda boquita se dibujaba una sonrisa entre dulce y traviesa.
- ¿Cómo es que siempre sabes levantarme el ánimo, Dani? – le respondí, haciendo caso a su petición de buena gana.
- No sé. Creo que te conozco muy bien – y sus brazos me rodearon.
- Así parece, princesita. Y bueno, para cambiar de tema, hay algo que te he querido preguntar desde ayer, pero no se había dado la oportunidad y pues no sé si te moleste. Igual no te preocupes, si no quieres tampoco es a fuerza que me digas, ¿ok?
- A ver, pregúntame y te digo.
- ¿Cómo… empezaron las cosas… entre tú y Karla?
- Eres un puerco… – me dijo en voz muy bajita, mientras la cara se le ponía roja como un tomate y se la cubría con las manos, haciéndose chiquita, totalmente avergonzada.
- ¡Perdón! – fue mi respuesta, sin poder reprimir una carcajada debida a su reacción y, en consecuencia, recibiendo una fuerte palmada en el pecho por parte de mi hermana. – ¡Auch! Ya te dije, si no quieres no necesitas responder.
El resto del camino, que tampoco era mucho, pasó en silencio mientras Dani trataba de recomponerse. Yo tampoco insistí, aunque la seguí abrazando hasta que arribamos al centro comercial. Me puse de pie, le tendí una mano para bajar del autobús y, sin soltarnos, empezamos a buscar un buen lugar para pasar a gusto nuestra cita. Decidimos que lo mejor era comer un helado para refrescarnos. Después de comprarlo, nos fuimos a sentar en las mesitas de la zona de comida. Hacía tanto tiempo que no salía así con una chica que ya había olvidado lo lindo que podía llegar a ser.
- Oiga señorita, dígame entonces, si yo soy un puerco por preguntar sobre la relación de mi hermanita y su amiga, ¿qué es entonces la chica que se toma fotos en mi cuarto? – le dije sonriendo. No puedo evitar molestarla de vez en cuando y, si no aprovechaba la oportunidad, estoy seguro de que reventaría. Se volvió a sonrojar, pero todo indicaba que el ambiente casual del lugar le ayudaba a relajarse un poco más.
- ¡Que malo eres, Oscar! Me da mucha pena que hayas visto eso.
- ¿No crees que para estas alturas ya pasamos de largo el punto de la pena, Dani? Pero bueno, más que nada lo que me da curiosidad es cómo empezó todo, porque la verdad nunca me lo hubiera imaginado.
- Bueno… si quieres saber, ni Karla ni yo lo planeamos. Todo fue culpa de uno de esos anuncios que salen a veces en internet. De porno y así. Nos dio curiosidad y empezamos a ver videos en secreto.
- Mira Dani, no creas que le vas a enseñar a rezar al Papa. Yo sé que ese tipo de anuncios no salen precisamente en Wikipedia, ¿verdad?
- Ay, bueno, ya. Yo empecé a buscar videos y le comenté a Karla…
- Y una cosa llevó a la otra… – la interrumpí.
- Ajá. Y pues empezamos a… jugar entre nosotras – dijo, bajando la voz y la mirada.
- Ya veo. Mira, la verdad, te entiendo. ¿Te acuerdas de mi amigo Miguel de la primaria? cuando yo empecé a saber de sexo, algunas veces pensé en invitarlo a la casa para enseñarle las revistas que conseguía y ver si pasaba algo con él, pero siempre me ganaba la pena y al final no lo hice nunca. – Al escuchar mi confesión, no pudo contener una cara de sorpresa. Mi hermanita tenía los ojos abiertos como platos.
- ¿De veras, Oscar? Yo siempre creí que sólo te gustaban las chicas.
- Y me gustan, te lo aseguro…
- Sí, me di cuenta en la mañana… – esta vez fue ella quien me interrumpió y me hizo sonrojar.
- … a lo que iba – traté de encaminar la conversación a su rumbo original – es que creo que es natural lo que pasa con Karla y tú. Las hormonas son unas perras guerrosas y nos hacen hacer cosas que nunca imaginamos, sobre todo cuando somos más jóvenes y apenas estamos aprendiendo.
- Sí… Oye, Miguel era muy guapo. Ya entiendo por qué se te antojaba. – Y soltó una risa. Era su venganza.
- ¡Oye! Así como antojar, antojar, pues no. Como te dije, sentía curiosidad, pero nada más.
- ¿Y nunca te has arrepentido de no haberle dicho algo? Igual y se hubieran hecho novios.
- ¿Y que papá pusiera el grito en el cielo porque su niño le salió gay? ¡No, gracias! Pero si quieres le pregunto ahorita, al fin que todavía tengo su número y sigue estando muy guapo – le respondí, sacando mi celular y llevándomelo al oído, fingiendo que hacía una llamada -. ¿Hola Mike? Oye papucho, ¿no vendrías al centro comercial? Dice mi hermanita que quiere ver como nos besamos.
- ¡Eres un pendejo, Oscar! – Dani se levantó de su asiento y me asestó otro manotazo, esta vez en el hombro. Me volví a carcajear mientras la abrazaba de nuevo.
- Ya, ya, hermanita. ¿Estás celosa? – le pregunté mientras le daba un beso en cada mejilla. Tras un corto silencio, respondió.
- … Poquito.
- No tienes por qué, te lo aseguro. Si ya antes te quería, ahora lo hago todavía más. No te cambiaría por nadie en el mundo entero.
- ¿Ni siquiera por Karla?
- No, hermanita, ni siquiera por ella. Ni por Mike. Pero oye, mucha plática sobre mi pasado y no me has dicho aún qué onda con las fotos en mi cuarto.
- No, me da mucha pena.
- ¡Anda, dime! – Aun teniéndola abrazada, bajé mis manos a su cintura y me acerqué a su oído para susurrarle – Si me cuentas, en la noche te doy un premio, mi chiquita. – De su boca salió un gemidito.
- ¿Qué me vas a dar? – preguntó con una vocecita súper cachonda.
- Lo que quieras… donde más te guste.
- ¿Y me lo voy a poder comer?
- Sí, bebé. Te lo vas a comer todito, con la boca y con… lo que quieras.
- Ay, Oscar. ¿Y si me das una probadita antes?
- Ok, vamos al estacionamiento… hermanita.
El centro comercial en el que estábamos tiene un estacionamiento subterráneo, así que nos pusimos en camino. En mi caso con dificultad, gracias a la erección que me cargaba. Por la prisa de llegar a nuestro destino, Dani avanzaba unos pasos delante de mí, regalándome una vista excelente de sus preciosas nalgas que se mecían de un lado a otro con cada paso. De hecho, se contoneaba con mayor énfasis y de vez en cuando me volteaba a ver con esos ojitos castaños que destilaban lujuria. Mientras descendíamos, los sonidos de la gente y los locales se iban amortiguando cada vez más. A su vez, los ecos de nuestras pisadas eran más fuertes. Bajamos hasta el tercer nivel, donde menos autos había, antes de sentirnos lo bastante confiados para quitarnos la calentura que nos cargábamos desde que salimos de casa. Elegimos un pilar enorme en el extremo más alejado, pues su tamaño y ubicación nos daba cierta seguridad.
Sin decir palabra, arrinconé a mi hermanita contra el concreto, acercando su rostro al mío con una mano, mientras la otra bajaba a sus piernas para internarse bajo la falda y empezar a acariciarlas. Le planté un beso ansioso en esa boquita de canela que tiene. Cerró los ojos, dejándose llevar. Acerqué más mi cuerpo al suyo para frotar mi dura entrepierna en su vientre suave. Sus manos empezaron a moverse, acariciando mi espalda con una de ellas y las nalgas con la otra. No quise quedarme atrás y subí de las piernas a su trasero. Comencé a acercar mis dedos a su entrepierna y descubrí que portaba lo que parecía ser una tanga de encaje, la cual se sentía húmeda y caliente. Solté su cabeza, empecé a masajear su teta derecha por encima de la blusa y Dani soltó gemidos y jadeos de placer. Sus manos viajaron a mi entrepierna, tratando de desabrochar mi pantalón. Le facilité la tarea separándome de ella y, cuando mi ropa bajó hasta mis rodillas, me empezó a masturbar, tarea que le facilitaba el resbaloso líquido preseminal que ya me bañaba el glande. Dejé de besarla para darle lamidas y mordisquitos en el cuello. Subí a su oreja para darle el mismo tratamiento.
- ¡Que caliente me pones, chiquita! ¿No que te la querías comer?
- ¡Sí, déjame probarla! ¡Hace mucho que se me antoja!
Dani se puso en cuclillas y, cuando tuvo mi verga frente a su rostro, volteó a verme a los ojos mientras se la metía a la boca. Empezó a mamar con gula y la expresión de su rostro era de puro deleite. La cogida mañanera nos tomó tan de sorpresa que muchas cosas quedaron sin ser experimentadas. No sé si mamarle la panochita a Karla le dio tal destreza o ya habría probado otras vergas, pero estaba recibiendo de boca de mi hermanita una sesión de sexo oral como nunca había tenido. Se la metía ella sola casi hasta la garganta, la soltaba para mamarme las bolas y volvía a tragársela hasta el fondo. Yo me sentía en el cielo. Bajé la vista y vi como se acariciaba la vulva con su mano derecha y con la izquierda se pellizcaba un pezón. El holgado escote de su blusa y el sostén de media copa que descubrí bajo la misma eran ideales para liberar sus tetas sin mayor problema.
- ¡Que rica verga tienes, hermanito! Ya te la quería mamar. ¿Me la puedo comer todos los días?
- Sí, bebé, te la vas a comer diario. ¡Pero levántate, que ahorita te la voy a dar por otro lado!
Le ayudé a ponerse de pie y me llevé a la boca los dedos con los que se había estado masturbando, para chuparlos hasta que estuvieran completamente limpios. Sabían a gloria. Luego, le di la vuelta para dejarla con el rostro y las manos apoyadas contra el pilar mientras la tomaba por la cadera y, haciéndola retroceder, la hacía empinar el culo. Al levantar su falda pude ver que, efectivamente, Dani «vestía» una brevísima tanga roja que ni de broma le cubría nada. La tenía metida deliciosamente entre sus labios vaginales, así que la hice a un lado y comencé a frotarle la verga para lubricarla con el jugo que manaba de su puchita. Enfilé mi palo hacia su abertura, pero cuando estaba a punto de invadirla, su vocecita, temblorosa de calentura, me interrumpió.
- ¡No, hermanito, por ahí no! ¡Dámela por el culo!
- Que golosa me saliste, hermanita. ¿Estás segura?
- ¡Sí, bebé! ¡Quiero tu lechita en el ano!
- ¡Como digas, princesa!
Para ayudar a la entrada, dejé caer un poco de saliva en su agujerito e intenté meterle un dedo, que se deslizó con una facilidad sorprendente. Luego recordé un video en el que Karla le mamaba la panochita a Dani mientras le insertaba en el culo el mango de un cepillo de cabello. En efecto, el hoyito anal de mi hermanita ya tenía experiencia, así que comencé a meterle mi verga, poco a poquito, y cuando la cabeza estuvo dentro por completo, Dani gimió.
- ¡Que rico, mi amor, la tienes bien caliente!
- Igual que tu culo, hermanita. ¡Me aprieta delicioso!
Y con más confianza, comencé a empujar hasta que mis bolas se mojaron con la humedad que inundaba el coño de mi hermana. Ella giró el rostro hacia mí, mordiéndose el labio inferior y entrecerrando los ojos. Mis caderas se movieron, iniciando el vaivén de la cogida. Mi verga estaba siendo ordeñada por el culo de mi hermana, un culo caliente que me aprisionaba, que me envolvía como un guante. Tanto Dani como yo luchábamos por contener nuestras voces, pero sus jadeos y mis gruñidos hacían eco en la soledad del estacionamiento de vez en cuando. Estábamos en trance, completamente perdidos en la penetración, cuando el seguro de un auto nos devolvió a la realidad. Nos congelamos un segundo. Traté de interrumpir la cogida, pero Dani se enderezó lo suficiente para retenerme con sus manos por la cadera.
- Ya casi me vengo, hermanito… No dejes con ganas a tu bebé… No seas malito…
Cómo chingados lograba combinar ternura, cachondez e indefensión al mismo tiempo es un misterio para mí. Su carita de puchero y su vocecita, suplicantes y calientes, pudieron más que mi sentido común. Se la seguí metiendo, esta vez con más fuerza, por el culo. Puertas cerrándose. Dani jadea y lleva mis manos a sus tetas, que están fuera del sostén. El motor y los faros frontales se encienden. Mis dedos retuercen los pezones de mi hermana, que jadea desaforadamente. El auto avanza; está cada vez más cerca. Una última embestida y mi leche llena el interior de Dani, que deja salir un chorro de orina, haciendo un charco a nuestros pies. “¡Déjala, huevón, la vas a matar!”, resuena desde el vehículo que se aleja, llevándose las carcajadas de sus anónimos ocupantes. Mi hermana y yo nos miramos. Reímos también.
Estamos sudando, con el pulso acelerado y medio desnudos en un estacionamiento público. Nos arreglamos lo mejor que podemos y comenzamos a caminar de vuelta a las áreas comunes del centro comercial. Veo la hora en la pantalla de mi celular, que marca 7:45 pm. Aún tenemos tiempo antes de volver a casa, así que le sugiero a Dani que regresemos a nuestra mesita. Ella, que va tomada de mi brazo, alza la mirada y me dice:
- Ok, nada más deja voy al baño a limpiarme un poco. Tengo los pies húmedos. – Volteo hacia abajo y, efectivamente, en sus lindos piecitos hay rastros del orgasmo que tuvo hace unos momentos.
- Me parece bien, amor, yo mientras compraré un poco de desodorante.
- ¿Qué? – frena en seco y pregunta quedito
- Que voy a comprar desodorante – le respondo. Ella me vuelve a pegar, quedito, en el brazo.
- Tonto, eso no. ¿Cómo me dijiste?
- ¡Oh, ya! “Amor”. Disculpa si te incomoda, fue sin pensar.
- No es eso. Es que no me lo esperaba… mi amor.
Ambos nos sonrojamos esta vez. Que par de tortolitos resultamos ser. Cada quien se va a donde necesita estar, quedando de acuerdo en que quien termine primero espera al otro en las mesitas. Cuando nos separamos, la sigo con la mirada hasta que entra en los baños públicos. Que hermosa hermana tengo. Hay un poco de gente en la farmacia y tardo más de lo deseado en hacer mi compra. Cuando llego a nuestro punto de reunión la veo entretenida con el celular, así que aprovecho para comprar un par de refrescos, de esos que sirven con helado de limón. Los dejo en la mesa y me inclino para abrazar a Dani por la espalda y darle un beso en la mejilla.
- Listo, corazón. Te traje algo de beber.
- Gracias, amor, me encanta esta bebida.
Me siento a su lado y la tomo de la mano. Ninguno dice una sola palabra, únicamente nos miramos a los ojos y sonreímos. Finalmente, acaricio su mejilla al tiempo que me armo de valor para decirle las palabras que he estado conteniendo todo el día.
- Te amo, Dani.
- Yo también te amo, Oscar. He estado enamorada de ti desde siempre. Todo el tiempo me proteges, me ayudadas, me escuchas y me aconsejas cuando tengo problemas… ¿Cómo no me iba a enamorar de ti?
Y, súbitamente, de sus ojos comenzaron a brotar lágrimas. Rompió a llorar en silencio y rápidamente la abracé para acercarla a mí. Su carita se hundió en mi pecho mientras sus brazos me rodeaban también. La dejé desahogarse, al tiempo que mis ojos también se humedecían. Estaba profundamente conmovido por mi hermanita. Entre sollozos, empezó a articular palabras.
- ¡No te quiero perder, Oscar, no quiero que nos separen! ¡Tengo miedo! ¡Te amo mucho!
- Ya , bebé, ya. Tranquila, corazón, nadie nos va a separar. Aquí estoy. ¿Qué sucede? ¿por qué tienes miedo?
- Es que siempre soñé con este día y me da miedo que mis papás se enteren y nos separen.
Por toda respuesta, besé su cabecita y seguí abrazándola en silencio, como cuando los truenos la asustaban de pequeña y no la dejaban dormir. Finalmente, gracias a sus palabras, entendí que un amor como el nuestro no surgía de la noche a la mañana. Era, como ella misma dijo, el fruto de la convivencia, el apoyo, los cuidados y tantas cosas más que se dieron entre ambos en el transcurso de los años. Quizás, al menos hasta ayer, el condicionamiento social pesaba más en mí, pero bastó sólo una pequeña chispa, un empujoncito, para revelar mis verdaderos sentimientos. Y no cabía duda de que no había nada que no hiciera por la felicidad de Dani, mi amada hermanita. Si alguien entendía sus sentimientos, era yo. Pasó algo de tiempo hasta que estuvo lo bastante tranquila para soltarla. Levanté su carita y le di un beso en la frente. Ella tomó una servilleta y comenzó a limpiar sus ojos.
- Perdón – dijo, realmente apenada.
- No te preocupes, Dani. Yo te entiendo. Te lo dije de camino aquí, me encanta que estemos juntos y tampoco quiero que nos separe nadie. De verdad, no tienes nada por lo cual disculparte.
- Es que…
- ¿Sí?
- Es que te amo desde hace mucho. Y me sentía culpable por estar enamorada de mi propio hermano. Todo mundo dice que el incesto está mal y que no se debe hacer, pero eres mi chico ideal. Por eso las fotos en tu cuarto. Y como tú nunca diste signos de nada, no sabía como desahogar lo que sentía por ti. Y entonces hoy está pasando de verdad lo que sólo soñaba, y siento tan bonito en el corazón que me dio mucho miedo que nos lleguen a descubrir y ya no podamos estar juntos.
- Está bien, Dani. No te preocupes. Y perdón por haber insistido tanto, no creí que fuera algo tan personal.
Mi hermanita tomó mi mano y la apretó fuertemente. Nos volvimos a ver a los ojos, sintiendo una complicidad como nunca habíamos tenido. Durante el tiempo que aún quedaba, nos dedicamos a vagar entre las tiendas, viendo cosas aquí y allá, haciendo bromas y riendo, a veces como pareja, a veces como hermanos.
- Bueno Dani, creo que ya es hora de volver a casa. Van a dar las diez y mañana tenemos escuela. Deja voy pidiendo el transporte.
- Ok. Gracias por esta cita, Oscar. Ha sido el mejor día de mi vida.
- No tienes nada que agradecer, mi amor, lo hago con gusto. Nada más quisiera preguntarte una cosa antes de partir.
- ¿Y qué sería?
- … Pues… ¿Aceptarías ser mi novia?
- Sí, mi amor. Sí y mil veces sí – fue su respuesta mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro.
Nos volteamos a ver. Nos dimos un último beso, tierno esta vez, lleno de amor, de ternura, de todos esos sentimientos compartidos que habíamos forjado poco a poco a lo largo de los años. Llegó nuestro auto y no hubo necesidad de decir palabra durante el camino. Cuando llegamos, nuestros padres ya estaban en su cuarto. Tratando de hacer el menor ruido posible, Dani y yo cenamos rápidamente un tazón de cereal con leche cada uno, todavía cruzando miradas y acariciándonos las manos. Al terminar, lavamos nuestros platos como de costumbre y nos fuimos hasta nuestras habitaciones. Al dejarla en la suya, rozamos nuestros labios rápidamente para despedirnos.
- Buenas noches, corazón. Te amo.
- Buenas noches, mi vida. Te amo también.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE.
Gracias por llegar hasta aquí. Espero que la historia te haya gustado y te interese lo suficiente para leer los siguientes capítulos. Ahora, a riesgo de perder audiencia, debo hacer las debidas aclaraciones: esta historia, así como los personajes, situaciones y elementos que en ella aparecen son producto de mi mente enferma, es decir, ficciones. Cualquier parecido con la realidad y/o personas vivas o muertas es mera coincidencia. Sobre todo, las fotos y los videos mencionados no existen más allá de esta narración. Gracias por leer este capítulo y nos vemos en los siguientes (espero no tardar mucho en publicarlos).
Excelente historia, llena de amor, de erotismo, excitante, todo. Continúa así!
Agradecido nuevamente por el comentario! Espero poder seguir escribiendo de forma satisfactoria!