El centauro (2)
Parte dos de las aventuras de Vinca y Erik, la doncella y el centauro..
Vinca no podía aguantar más. Estaba cansada de esperar. Por suerte, su amado Erik le había dicho que su embarazo no podía durar mucho más, pero aun así ella estaba ansiosa. Hacía ya un tiempo que Erik había dejado de follarla por el bien de los pequeños, pues su cuerpo ya no podía albergar el enorme pene equino de su compañero centauro sin afectar el desarrollo de su prole.
Para empeorar más la situación, la locura de hormonas que se había desatado en su cuerpo en las últimas semanas de embarazo, le tenían cachonda continuamente. La devoción hacia su amado Erik, hacia su potente y musculoso cuerpo, y sobre todo la devoción hacia su enorme verga eran cada día mayores. En los últimos días, no habían pasado más de 2 horas sin que Vinca fuese corriendo a hacerle una mamada. De hecho, últimamente había dejado de comer y solo se alimentaba del semen de Erik. Según el centauro, esto no era ningún inconveniente, pues su semilla contenía todos los nutrientes que Vinca y sus pequeños pudiesen necesitar.
Aun así, eso no era suficiente. No le bastaba con chupársela. Necesitaba volver a sentirla dentro, pero lamentablemente ya no sería posible hasta que diese a luz. Para colmo de males, después de unos días en los que Vinca no había parado de tragar semen cada dos horas, Erik había terminado agotado por lo que aquella tarde, por primera vez en mucho tiempo, se había separado de Vinca para ir de caza.
Así pues, hacía ya un buen rato que la pobre Vinca estaba que se subía por las paredes. Justo en ese momento se estaba masturbando como una loca recordando la primera vez en la que Erik se había corrido dentro de ella dejándola embarazada. Desde que le había descubierto en aquella poza cercana a su aldea y se la había llevado de allí, habían hecho de todo y en gran cantidad de ocasiones. Sin embargo, durante mucho tiempo Erik se había abstenido de implantar su semilla en su interior por más que Vinca, en su estado de embriaguez inducido por el placer durante el sexo, se lo suplicase.
O bien terminaba en su cara, boca, o ano; O bien se la metía entera dejando que su pene le atravesara por completo y saliera por su boca para así no terminar dentro. Esto último era lo que ella más había estado disfrutando hasta entonces, pero aun así siempre que sucedía y podía ver como el pene que le atravesaba todo el cuerpo y salía por su boca escupía su dulce y copiosa semilla, Vinca anhelaba con todas sus fuerzas que aquello sucediese en su interior y no metiéndosela por el culo si no en su húmedo coñito.
Ahora, mientras Erik le había abandonado a su suerte para ir de caza, Vinca se masturbaba acariciando desesperadamente su clítoris y sus senos recordando lo que sintió la primera vez que Erik finalmente terminó en su interior. ¡Qué intenso había sido!
Recordaba las poderosas embestidas de Erik. Recordaba el calor de su semen en su interior. Recordaba el bufido y el relincho de su amado centauro al momento de correrse. Recordaba como aquella corrida había sido tan grande que la había llenado por completo hinchando su abdomen. Como, a pesar de la famosa magia ancestral que hacía posible su copulación sin que ella muriese atravesada por aquella enorme vara de placer, en aquella ocasión sí había estado a punto de ahogarse. Recordaba perfectamente como después de que Erik le hubiese sacado el pene, ella se había quedado tirada en el suelo respirando con dificultad, con el vientre abultado y con la caliente y blanquísima y reluciente leche de centauro supurando por todos los orificios de su cuerpo.
En aquellos momentos la idea de que iba a morir entre orgasmos y completamente feliz, había pasado fugazmente por su cabeza. Luego se dio cuenta de que Erik jamás hubiese permitido eso, y simplemente se había quedado tirada en el suelo rezumando semen hasta recuperar el aliento. Tras eso, se había acomodado entre las cuatro patas y el vientre de Erik, que se había acostado en la hierba a su lado, y había comenzado a acariciarse el clítoris mientras el semen seguía saliendo de su ensanchado y maltratado coñito.
Recordando todo aquello, Vinca llegó a un intenso orgasmo en aquel momento. Cuando por fin se calmó un poco, se dio cuenta de que aún necesitaba polla. Y de que no solo, Erik aún tardaría en regresar, si no de que cuando lo hiciese no lo haría para follarla. Solamente podría chupársela.
No es que Vinca no estuviese genuinamente feliz por haberse quedado embarazada y por llevar dentro a los pequeños potrillos de Erik. Pero realmente necesitaba su pene. Ignoraba como se encontraría su cuerpo después del parto, pero en aquellos momentos nublada por su calentura y su reciente orgasmo pensaba en que no tardaría ni dos segundos después de dar a luz en acomodar a los pequeños en el catre que Erik les había preparado y correr a ponerle el culito en pompa a su centauro.
Pero finalmente, no fue así. Unos pocos días después Vinca dio a luz. Tal como Erik había predicho, dos pequeños centauros nacieron de su unión. Vinca no podía parar de observarlos con un tremendo sentimiento de amor hacia ellos y hacia el ser que le había dado aquellas pequeñas criaturitas. En aquel momento el sentimiento de amor por sus pequeños venció a la calentura que había acumulado en los días anteriores y permitió que se olvidase de sus ganas de verga por unos días.
Se trataba de dos potrillos muy muy pequeñitos, y tremendamente hermosos. Aunque al poco tiempo empezaron a crecer muy rápido. Pasadas unas semanas, aunque les faltaba muchísimo para alcanzar el enorme tamaño de su padre centauro, ya eran casi la mitad de altos que su madre humana.
Los potrillos comían leche materna y en gran cantidad. Así es como podían crecer tan rápido. Por otro lado, hacía unos días que Erik y Vinca habían podido volver a follar tras el embarazo, y los pequeños observaban a sus padres en esos momentos de intimidad con total naturalidad. Aún eran pequeños para entender lo que hacían sus padres, aunque si percibían el amor que se profesaban y les observaban con curiosidad cuando su madre gemía y gritaba con el pollón de su padre atravesándola.
Vinca se sentía completa. Era una madre muy cariñosa. Disfrutaba de sus pequeños y por fin había vuelto a poder disfrutar de nuevo del sexo con su padre. Todas sus necesidades sexuales, amorosas, románticas, y maternales estaban más que cubiertas.
No obstante, últimamente había comenzado a sucederle algo más…
Un día, mientras estaba amamantando a uno de los dos pequeños. La placentera sensación de succión en su pezón le recordó a las caricias de Erik. No pudo evitar ponerse cachonda. Su mano se deslizó despacio hacia su entrepierna y comenzó a masturbarse mientras su hijo seguía mamando de su teta izquierda. Desde el otro lado del hogar, Erik les observaba a ambos con una sonrisa mientras jugaba con el otro potrillo.
Erik había estado esperando que esto sucediese. No era algo poco común en las humanas que se apareaban con centauros. Convivir con un centauro aumentaba desmesuradamente la lujuria de las mujeres humanas. Mezclado con el hecho de parir a sus hijos que también eran de la esta misma raza poseedora de una magia cautivadora para las hembras, con el amor de madre, y con el proceso de darles el pecho, no era raro que terminase sucediendo.
En ese momento, sin pensar en nada de eso y sin saber que Erik le observaba, Vinca se estaba entregando cada vez más a su masturbación mientras su querido nenito le daba placer alimentándose de su hinchada, delicada, suave, y sensible mama izquierda. El pequeño que, aunque aún seguía siendo demasiado inocente para saber lo que hacía su mamá mientras el mamaba, sí que había sentido que esta vez estaba siendo diferente y estaba mamando con más y más fruición provocando que Vinca ya no pudiese contener sus gemidos.
El placer iba en aumento. Su mano derecha cada vez estaba más mojada. Incluso había comenzado a mancha el pelaje del pequeño potrillo. Vinca comenzó a temblar y llegó a un intenso orgasmo mientras su hijo seguía mamando la leche de su pezón.
Finalmente, el intenso placer fue dejando paso a la relajación posterior al orgasmo, y cuando al rato Vinca abrió los ojos, hubo un par de cosas que llamaron su atención:
- Una, Erik había dejado de jugar con el otro pequeño que se había quedado dormido y la observaba con aquella sonrisa. Vinca se sonrojó dándose cuenta de que Erik lo había visto todo, pero sabiendo también por su sonrisa pervertida, que le había parecido bien.
- Y dos, el pequeño potrillo que seguía alimentándose en estos momentos habiendo cambiado ahora a la mama derecha, si bien no había participado en nada de aquello, sí que estaba claro que algo había percibido pues había algo que así lo evidenciaba y que Vinca observaba anonadada.
Y es que, entre las patas de los cuartos traseros del potrillo acostado en el suelo entre las piernas de su madre, esta podía contemplar un pequeño pero duro e hinchado pene que por primera vez estaba fuera de su funda. Pequeño en términos de un portillo de centauro, claro, pero no en términos humanos. No llegaba a los 90 centímetros de su padre, pero sí estaba por encima de los 20.
Vinca dejó que el pequeño terminase de mamar mientras ella se limitaba a contemplar la polla de su querido bebe, hasta que finalmente este también se quedó dormido en el regazo de mamá y su pene fue perdido su dureza y volvió a su funda. Vinca no se había atrevido a tocarlo en esta primera ocasión.
Unas semanas más tarde, los pequeños habían crecido bastante más. Después de haberse masturbado muchas veces con los dos potrillos amorrados cada uno a una teta dándoles de mamar, Vinca ya llevaba un tiempo pajeándoles también a ellos y enseñándoles a darse placer.
Aquel día, mientras Vinca y Erik disfrutaban de una buena follada, los hermanos estaban fuera jugando en el bosque mientras escuchaban los gritos de placer de su madre y los bufidos y relinchos de su padre en el interior de la cueva en la que vivián los cuatro.
Los pequeños hermanos, Jake y Volgo, jugaban a perseguirse entre los árboles próximos a la entrada de la cueva. Cuando el aroma a sexo y los gemidos de mamá ya no les dejaron pensar en otra cosa, abandonaron su juego y ambos se aproximaron en silencio a la entrada desde la que se quedaron espiando a sus papas como solían hacer de vez en cuando. Les encantaba cuando el pollón de su padre atravesaba a su mamá y también cuando ella se dedicaba a comerle la verga a papá. Pero sobre todo les encantaba el momento en que su padre se corría y llenaba de semen a mamá. Ambos habían empezado a imaginarse haciéndole eso mismo a mami.
Cuando los gemidos de sus padres se apagaron, ambos se alejaron en silencio de la cueva con sus pollas duras adentrándose algo más en el bosque para hablar de lo que habían visto como solían hacer y quizá masturbarse un poco como mamá les había enseñado para bajar la calentura.
Al rato, efectivamente ambos se estaban pajeando pensando en sus padres. Como no podían masturbarse ellos mismos debido a su anatomía que les impedía llegar hasta su pene, se acostaban en el césped y se masturbaban mutuamente el uno al otro. Suerte que eran hermanos, así podían aliviarse cuando mamá estaba ocupada con papá y no podía pajearles ella misma. Por suerte los dos habían aprendido bien aquel placentero juego a base de todas las veces que Vinca había jugado con ellos. Alentada por Erik, Vinca les había enseñado a satisfacerse para que no dependieran solo de ella. Y está de más decir que a ella le había encantado jugar con ellos y enseñarles a “darse gustito” tal como ellos lo denominaban.
Aquel día, sin embargo, ambos estaban aún más cachondos de lo habitual. Llevaban mucho tiempo deseando a mamá y últimamente su padre la había estado acaparando mucho.
Así estaban, disfrutando de su “juego de darnos gustito”, cuando Volgo le preguntó a Jake:
– “¿No te gustaría hacerle eso mamá?”
– “Jope. Claro que sí” – Le contestó Jake mientras seguía meneado el pene de su hermano con las dos manos. – “Me encantaría metérsela como se la mete papá. ¿Cómo crees que se sentirá?”
– “Ni idea, pero yo creo que a papá le encanta” – Dijo Volgo con un hilillo de saliva colgando.
– “Seguro que sí”
– “¿No quieres probar?”
– “¿Cómo? ¿Tú y yo?” – Exclamó Jake.
– “Sí, igual que hacen ellos”
– “Vale, pero yo a ti” – Dijo Jake.
– “¿Entonces tú haces de papá y yo de mamá?”
– “¡Sí!” – Dijo soltando el pene de su hermano, levantándose de un salto y colocándose detrás de Volgo.
Mientras tanto, en la cueva, Erik y Vinca habían despertado de la siesta y estaban terminando la segunda follada del día. Después de acabar, comenzaron a charlar sobre lo grandes que estaban los niños. Erik le estaba diciendo a Vinca en ese momento que no estaría muy lejos el día en que ambos querrían follársela.
– “¿Crees que debería empezar a enseñarles eso también?”
– “No te preocupes, cuando hayan crecido lo suficiente irán corriendo a por ti.”
Ya lo habían comentado otras veces, y Vinca sabía que esto también era algo normal en la cultura de los centauros. Y, de hecho, estaba esperando a que ese momento llegase, aunque tampoco quería forzar a sus potrillos. Como siempre decía: Erik la naturaleza y los impulsos son sabios y había que dejar que sigan su curso.
– “Por cierto…” – Dijo Vinca – “¿No llevan ya mucho tiempo fuera?”
– “JAJAJA. Sí, es cierto.” – Rio Erik – “Creo que hoy nos hemos dejado llevar un poco.”
Vinca se vistió con la fina y transparente blusa que se había habituado a usar y ambos salieron de la cueva paseando tranquilamente y adentrándose en el bosque en busca de los potrillos. Al rato empezaron a escuchar gemidos y pensando que ocurría algo malo, Erik se echó a Vinca a su lomo y partió al galope hacia el escándalo.
Fue entonces cuando se encontraron con Jake montando a Volgo mientras este jadeaba y exclamaba: “Sí, Jake. Sí. Síiiii. Jake, JAKE”
Sus padres, aunque sorprendidos, suspiraron aliviados. Y vinca, que, a pesar de los dos polvos de la mañana, seguía un poco caliente, empezó a frotarse contra el lomo de Erik mientras ambos observaban a sus hijos que estaban tan inmersos en lo que hacían que aún no se habían dado cuenta de que estaban allí. Al rato, Vinca, que se restregaba contra el pelaje del lomo de Erik cada vez más intensamente, ya no pudo aguantar más su calentura y descabalgando a Erik, se acercó a los pequeños quitándose la blusa.
– “Venid con mamá, pequeñines”
– “¡MAMÁ!” – Exclamó Jake desmontando a Volgo.
– “Venid, niños. No os preocupéis. No estamos enfadados. No estabais haciendo nada malo. Decidme: ¿Queréis jugar con mamá de la misma manera en que lo hace vuestro padre?”
– “¡¡¡Sí, mami!!!”
– “¡¡¡Sí, mami!!!”
– “Bien, venid aquí. Primero vamos a jugar un poquito con tu hermano, ¿te parece Jake?”
– “Vale.”
Vinca empezó a masturbar a Volgo mientras Jake se restregaba fuerte contra ella, ayudándole también a masturbar a Volgo, y Erik se tumbaba a disfrutar del espectáculo tal como solía hacer cuando Vinca les pajeaba o les amamantaba masturbándose ella también.
– “Los dos estáis muy grandotes ya” – Dijo admirando sus brillantes penes, los cuales estaban más duros que nunca.
Por supuesto aún eran pequeños, pero sus pollas ya eran casi la mitad de la de Erik aunque no tan gruesas. Jake, que ya había estado dentro de su hermano hacía unos instantes y que estaba viendo como su madre masturbaba a Volgo, no podía más. Intento montar a Vinca sin éxito.
– “Cuidado, hijo. Recuerda que tu madre es humana y no son tan fuertes como nosotros. Ni tu cuerpo ni tu pene son tan grandes como yo, pero has de tener cuidado.”
– “Pero papi, tú siempre le das muy duro.”
Vinca estaba cada vez más cachonda y aquellas frases junto con los intentos de Jake por montarla y los gemidos y el aroma del líquido preseminal que estaba goteando del pene de Volgo y que ella ya había empezado a lamer, no hacían si no contribuir a su creciente lujuria.
– “JAJA” – Rio Erik. – “Así es, hijo. Pero con cuidado no es lo mismo que con dulzura, ¿entiendes?”
Erik se levantó, y ayudo a Jake a montar a su madre. Tan pronto sintió la cabeza dentro, Jake se la metió de un fuerte empujón y Vinca acostumbrada ya al pollón de Erik, empezó a gemir con cada embestida de Jake. Erik se alejó un poco y volvió a recostarse pare ver a sus hijos disfrutando de mamá.
Mientras Jake montaba a Vinca, su gemelo Volgo al que Vinca se la mamaba con fruición, estaba empezando a descontrolarse también. Cuando no pudo contener las embestidas de sus cuartos traseros, la cabeza de su pene empezó a atravesar la garganta de su madre. Al rato los tres gemían como locos y Erik frotaba su pollón de caballo contra el suelo observándoles.
Los hermanos penetraban cada vez más profundo a su madre mientras ella, feliz, tan solo se dejaba hacer. Al mismo tiempo los gemelos se acercaban cada vez más el uno al otro hasta que la parte humana de ambos estuvo tan cerca que ambos pudieron abrazarse mientras disfrutaban del suave y calentito interior de su madre, cuyo cuerpo se escondía debajo de los cuerpos de caballo de ambos.
En el momento en el que los pequeños potrillos gemelos Jake y Volgo estaban más cerca el uno del otro, ambos se estaban besando mientras se abrazaban y sus pollas estaban metidas hasta el fondo en la boca y el coño de Vinca. Fue ahí cuando empezaron a sentir como la punta de sus penes empezó chocar la una contra la otra dentro de su mami.
Jake y Volgo aún eran demasiado jóvenes para eyacular, por lo que aguantaron tanto tiempo y le dieron tantos orgasmos a Vinca que finalmente Erik tuvo que obligarles a darle un descanso a su madre. Por el contrario, el charco de semen de Erik llegaba desde el lugar donde había estado tumbado frotándose contra el césped hasta los pies de Vinca y sus dos retoños.
Dios que excitante, ya me imaginaba a loa dos hermanos masturbandose y follandose
Muy rica historia ojala ver mas como se desarrolla