EL CLUB DE LAS MADRES QUE SE FOLLAN A SUS HIJOS
Un club de madres que se follan a sus hijos como indica su titulo. Muy morboso mmmmm. .
EL CLUB DE LAS MADRES QUE SE FOLLAN A SUS HIJOS
Es lunes por la noche. En un tren que vuelve a la ciudad con retraso. Ha estado parado bastante tiempo debido a la nieve que cubría las vías.
Desde hace unos minutos ya avanza a su máxima velocidad. Sin apenas viajeros debido a lo tarde que es, y que algunos decidieron tomar otro medio de transporte.
En el vagón en que el estamos solo hay cinco mujeres. Una en la primera fila. A su derecha en la fila opuesta va la segunda junto a la ventana. Hay una tercera en el pasillo. La cuarta está en la antepenúltima fila, y la quinta está sentada junto al pasillo también, al lado de los equipajes entre un vagón y el siguiente.
La mujer que está junto a la ventana está bastante cansada. Apoya la cabeza en el cristal y da unas cabezadas. Unos minutos después su teléfono suena.
-¿Si? Contesta medio adormilada. Si, está bien, pero llego con retraso. Si, la tormenta de nieve. Lo has visto en las noticias. Llegaré al menos dentro de dos horas. De acuerdo, no hay problema. Nos vemos, un beso, chao.
Cuelga su teléfono y se levanta para ir al baño y refrescarse la cara. Justo en ese momento choca con la mujer de la primera fila.
-Perdón, ni la había visto, se disculpa.
-No pasa nada. Tranquila. Pase primero. Le indica la otra. Me he fijado en que estaba cansada y se estaba durmiendo.
-Pues si, deberíamos haber llegado hace ya mucho. Mi hijo me llamó preocupado. Había visto la tormenta en las noticias y yo casi no oigo el teléfono. Estoy demasiado cansada.
-Debería refrescarse un poco. Yo uso también otro método cuando estoy así, dijo acercándose al oído de ella. Me masturbo. Me hago un buen dedo y así me relajo. Le lanzó una sonrisa picara.
-Creo que solo debería refrescarme. Parece que le haya dado corte que le haya dicho eso.
Entra en el baño y se refresca bien la cara. No le importa que apenas le quede ya maquillaje. Recuerda lo de masturbarse que acaba de decirle. Si ella supiera lo que hace con su hijo…
Cierra el grifo, se seca bien las manos y sale del baño.
La azafata les dice que en 20 minutos va a cerrar la cafetería. Si quieren tomar algo, ahora pueden entrar.
La mujer del pasillo protesta. Les quedan por lo menos dos horas para llegar. La azafata les dice que pueden coger lo que quieran una vez que cierre la cafetería. No tienen que limitarse a los 20 minutos porque luego pueden comer fuera. Además, la compañía les invita a todo lo que quieran.
Las protestas de la mujer cesan. Se levanta e invita a las otras a acompañarla.
Las mujeres deciden aceptar y van todas a la cafetería.
Todas piden café, y bien cargado, además. Se sientan en una mesa cerca de la barra mientras el camarero termina de limpiar el mostrador. Piden para llevarse sándwiches y bocadillos.
No tienen demasiado apetito, pero deciden aprovechar que todo sea gratis para llevarse algo de comida.
Cuando salen de la cafetería se conocen algo mejor y deciden sentarse juntas.
La primera mujer, la de la ventana, se llama Rosa. Tiene 43 años. Es alta, algo rellenita, rubia, con ojos azules claros, pelo largo que peina con raya en medio y lleva una blusa y un pantalón verde oscuro. Cuenta que vive sola con su hijo de 17 años tras el divorcio de su marido.
La segunda, la que dejó pasar al baño a Rosa, se llama María. 38 años, morena. Pelo corto, con raya a un lado. Ojos verde oscuro. Es delgada, pero con curvas. Viste un traje chaqueta azul oscuro. Es bastante habladora. Lleva 10 años casada y tiene un hijo de 15 años que tuvo con una pareja anterior.
La tercera, la que iba junto al pasillo, se llama Asunción. Tiene 60 años. Es bajita, también algo gordita. De pelo cano y peinado con raya en medio. Tiene los ojos marrones. Lleva vaqueros y camisa lisa. Le gusta vestir juvenil pese a su edad. Su hijo tiene 35 años y es viuda desde hace 5 años.
La cuarta, la de la antepenúltima fila, se llama Dolores. Tiene 30 años. Lleva el pelo teñido de azul oscuro y corto. Se peina descuidadamente. Ojos casi violeta, aunque probablemente lleve lentillas. Lleva piercings en sus orejas. Es delgada, muy delgada. Lleva un mono azul y una blusa verde. Es madre soltera de un chico de 12 años.
Y la ultima, la que estaba sentada junto a los equipajes, se llama Pilar. Tiene 52 años. Pelo castaño oscuro, con raya en medio. Ojos azul oscuro. Es una mujer de complexión normal, pero se nota que hace años estaba más delgada. Está felizmente casada con su marido que es su novio de toda la vida. Su hijo tiene 30 años. Lleva un traje sastre que debe haberle costado mucho dinero. Se nota su calidad.
La conversación terminó en la cafetería porque se estaba poniendo algo caliente, pero ahora vuelven a retomarla. Han hablado de su vida sexual con sus maridos y exmaridos y con sus ligues en el caso de Dolores.
Casi sin querer, es Asunción la que saca el tema.
-Una vez me acosté con mi hijo, dice casi sin pensarlo.
– ¿Qué dices? Le responden las otras.
En ese momento pasa la azafata de nuevo hacia el otro vagón y todas callan.
Una vez que se ha ido, las otras se acercan y Asunción comienza a contarles.
-La primera vez fue hace diez años. Pone cara de excitación. Recuerdo que mi hijo había cortado con su novia de hacia bastante tiempo. Estaba bastante enfadado y esquivo con nosotros.
-Sigue contando, le dice Dolores.
-Pues eso, como dije estaba bastante esquivo. Volvía del trabajo y se encerraba en su cuarto, solo salía para cenar porque comía en su trabajo. Un día le pregunté porqué estaba así y sobre todo porque había cortado con su novia.
-Mi novia es muy celosa. Me dijo él muy serio.
-Pero se la veía muy cariñosa. Le dije yo para intentar animarle y que me dijera algo más que eso.
-Si, es verdad. Pero también se ponía celosa cuando me veía hablar con cualquier otra chica. Aunque supiera que éramos solo amigos.
– ¿Y por eso habéis roto?
-Si.
-No podía creer que me dijera que era solo por eso por lo que habían roto. Quise sacarle algún motivo más, pero no conseguí que lo soltara.
– ¿Y que pasó? Le preguntó Pilar.
-A los pocos días, su padre no estaba en casa, y oí un ruido que venia de su cuarto. La verdad no me había impedido nunca entrar en el aunque la puerta estuviera cerrada. Ni siquiera tenia que llamar antes. No tenia problemas con eso como otros chicos que cuando están en su cuarto es como si estuvieran en su palacio particular. Entré sin más y estaba tumbado en la cama, con el portátil encima y viendo porno. Su cama esta frente a la puerta, pero por los gemidos que salían del portátil sabia perfectamente lo que estaba viendo.
– ¿Y que te dijo? ¿Se sorprendió y escondió el portátil? Le preguntó María.
-Nada, siguió a lo suyo. Entré a recoger su cuarto porque, aunque ya era suficientemente mayor para hacerlo él, desde que había roto con su novia lo tenia todo descuidado. La ropa tirada por ahí, y su cuarto sin recoger ni limpiar. Hasta la cama estaba sin hacer. El caso es que al darme la vuelta vi el ordenador de frente. Estaba viendo una follada de una milf por el culo.
– ¿Una milf? Le dijo Rosa.
-Si, una milf. Una mujer morena, con un buen culo que estaba siendo taladrado por un jovencito con una polla enorme.
-Que guarro tu hijo, le dijo Dolores.
-Eso pensé en un primer momento. Ya no tenia 18 años para estar salido todo el rato. Además, con su novia lo harían cuando quisieran. Así que ni corta ni perezosa le pregunté: ¿te gusta ver eso?
– ¿El qué? Me preguntó como si no fuera su madre.
-El sexo anal. Le dije. Te veo muy concentrado.
-El sexo anal, me dijo como dolido. La celosa de Laura no quiere hacerlo por ahí. Laura era su exnovia.
– ¿Y por eso habían roto? Preguntaron todas asombradas.
-Yo también pensé que eso no era motivo para dejarse por una tontería como esa. El amor es algo más que follar por el culo.
-Jajajaja, rió Lola. Follar por el culo.
-Mi marido nunca me folló por el culo, continuó Asunción. Y si se quedó con las ganas tampoco me lo propuso nunca. El caso es que mi hijo siguió viendo el video como si yo no estuviera allí. Me fijé en que estaba empalmado. Entonces decidí dar un paso más. Al final el video me estaba poniendo cachonda a mi también. El chico le estaba dando pero bien y por los gemidos de los dos estaban a punto de correrse.
– ¿Y que hiciste? Preguntaron todas acercándose un poco más a Asunción.
-Le dije que si no iba a meneársela. Él levantó un momento la vista de la pantalla y me contestó:
– ¿Estando tú aquí?
– ¿Porqué no? Le contesté. Ya estaba muy cachonda. En el video seguían dándole y parecía que no se fueran a correr nunca.
-No sé, mamá, me da un poco de corte. Me contestó.
-No te ha dado corte que te pille viendo el video.
-Es verdad, pero…se calló.
-Si quieres puedo ayudarte. Le dije muy seria. Lo hice porque como os conté estaba cachonda yo también. En ese momento el chico en el video se corrió dentro del culo de ella. Mi hijo no me dijo ni si, ni no. Solo se hizo a un lado y me invitó a sentarme a su lado. Yo me senté. Noté la humedad en mis bragas. Joder, estaba tan cachonda que le saqué la polla del pantalón sin pensar que salió a presión. Su glande era rosado, hacia años que no se lo veía, desde que era lo suficiente adulto para bañarse él solo.
– ¿Te dio por eso? ¿Te lo follaste ese día? Preguntó entonces Rosa.
-Si, me dio por eso. Mi marido esos días andaba muy ocupado en el trabajo y apenas lo hacíamos. Pero no, no follamos ese día. Aún no. A lo que iba, le había sacado la polla y su glande apuntaba hacia mi. Tragué saliva y me agaché y se la chupé.
– ¡Dios! Exclamó Dolores. ¿Y te gustó?
-Me sabió a gloria, continuó Asunción. No sabia como la de su padre, pero era mejor. Evidentemente era por la edad. Seguí un rato más, él no decía nada, solo oía como su respiración iba haciéndose más agitada. No iba a tragarme su semen, al menos esa primera vez, luego si lo haría, y entonces dejé de chupársela y comencé a meneársela.
-Sigue, sigue, continuaron todas evidentemente bastante excitadas. El sudor caía por sus frentes y también mojaba sus escotes, aunque no pudieran verse.
-Comencé despacio. Subía y bajaba por su tronco como si nada. Me paraba en su glande y apretaba mis dedos en su base como había leído en muchas ocasiones para retrasar la eyaculación del hombre. Entonces abrí de nuevo la pantalla del portátil que él había cerrado antes. No tenia contraseña puesta y puse el video porno que acabábamos de ver desde el principio. Cuando el tío se la volvió a meter por el culo empecé a subir y bajar más rápido. El sudor también caía por mi frente como ahora, dijo Asunción sonriendo. Conforme el chico del video aceleraba la penetración, así iba yo masturbándole. Al mismo ritmo de la follada.
-Y se correría claro, dijo Pilar.
-Claro mujer. Mi hijo ya no se limitaba a respirar agitadamente. Comenzó a gemir diciendo mamá, mamá, que gusto, que gusto me das, que bien sabes meneármela. Eso me puso al borde de correrme a mi también. Como estaba meneándosela con la mano izquierda, metí mi mano derecha bajo el pijama y me fui directamente al clítoris que estaba a punto de reventar. No duré nada y estallé en un orgasmo que hizo temblar todo mi cuerpo de pies a cabeza. Mi hijo lo notó porque entonces apreté con más fuerza su polla y subí y bajé más rápido por su tronco. Intenté frenar su eyaculación poniendo los dedos en la base de su glande como antes, pero acabó corriéndose como un loco y salpicando la pantalla del portátil. Tanto que no podíamos ver a la pareja follando.
Asunción tomó aire antes de seguir con el relato:
-Cuando terminé de pajearle, seguí un rato más meneándosela después de que se corriera, me tumbé a su lado y acaricié su polla que ya perdía su erección. Estabas lleno, le dije.
-Si, mamá. Llevaba unos días sin meneármela.
-Yo estaba bien satisfecha, me quité las bragas, siguió contando Asunción, y luego el sujetador y me abracé a él. ¿Sabes? Le dije, me apetece dormir la siesta contigo.
-Y a mi mamá.
-Antes, saqué unos clínex de la mesilla y limpié los rastros de semen de la pantalla que también habían llegado al teclado. Espero que funcione, le dije, y no tengas que tirarlo.
-Si no, no pasa nada. Me dijo alegre. Papá gana mucho dinero y podrá comprarme otro.
-Me abracé a él que se había quitado la ropa y nos dormimos desnudos.
-Bueno, y luego ¿qué pasó? Preguntaron todas. ¿Cuándo te lo follaste?
El tren dio un pequeño acelerón. Según el mapa que indicaba la ruta, estaban a solo 1 hora de su destino. Asunción tenia tiempo de sobra para seguir contando su historia.
-Pasaron dos semanas, continuó ella dando un mordisco al bocadillo que había cogido antes en la cafetería. Conmigo ya había cambiado de carácter, la paja había ayudado a ello, jejeje, sonrió, aunque con mi marido seguía serio. Entonces se me ocurrió algo. Más que nada para darle celos. Una noche a mi marido le apetecía hacerlo después de varios días sin y a mi también, la verdad. Nos metimos en la cama y después de besarnos él bajó a mi coño y empezó a comérmelo.
-Sigue, sigue, no nos dejes con la intriga, le pidió Dolores.
-Siempre que mi marido me lo comía me volvía loca. Prosiguió Asunción. Pero esa vez en de vez gemir bajito, comencé a subir el tono y cuando me mojé bien estaba gimiendo como loca. Mi marido se extrañó sabiendo que mi hijo estaba en casa y que además cuando era pequeño lo hacíamos siempre en silencio.
Bien, el caso es que cuando lo dos estábamos muy calientes, mi marido me la metió, la tenia un poco más grande que mi hijo debo decir, y comenzó a follarme. Yo estaba a mil y mientras él me bombeaba, había dejado que me hiciera el misionero, volví a gemir como una loca. Al principio me dijo: ¡chist! bajito, pero al ver que yo no le hacia caso, mi marido se puso a gemir también como loco y así seguimos follando y entre los gemidos de ambos y los crujidos del colchón mi hijo no debió de dormir mucho.
– ¿Y que pasó después? Preguntaron Rosa y Pilar mientras esta ultima apretaba el vaso de papel donde antes había estado el café ansiosa por conocer el resto del relato.
-Ya veo que os estáis poniendo cachondas. Sonrió Asunción.
-No tienes que jurarlo. Respondió Rosa. En cuanto termines voy a meterme en el baño y a hacerme un pedazo de dedo que no veas. Estoy chorreando.
-Vamos, termina de contar el polvo. Siguieron las otras.
-Pues a lo que iba. Al día siguiente hacia mucho calor. Aunque entonces tenia 50 años mi cuerpo era como el de una chica de 30. Tonificado y sin un gramo de grasa. Decidí ponerme un vestido ligero que además se transparentaba bastante. Estuvo a punto de no ponerme ropa interior, pero los vecinos podrían verme en pelotas, así que me puse solo el sujetador, el coño lo llevaba depilado y no se notaba que no llevara nada. Jejeje.
-Joder con la más mayor de nosotros. Dijo Dolores entre risas.
-Mi hijo ese día volvió antes del trabajo. Al verme así vestida no se escandalizó, es más, me dijo que cuando iba a volver papá.
– ¿Pero tu le deseabas de antes? Preguntó Pilar.
-A ver, hasta antes de la paja yo le había visto desnudo de pequeño, luego ya sabéis que no. Pero cuando empezó a traernos a su novia a casa me empezó a dar envidia. ¿Qué tenia esa chica que una mujer madura como yo no tuviera? Y encima a veces se morreaban en el salón cuando creían que nadie los veía. En eso que unas semanas antes de que rompieran los pillé en su cuarto follando. Lo hacían en voz baja, pero se habían dejado la puerta entreabierta, así que me asomé con cuidado y allí los pillé. Mi hijo encima de ella empujando con fuerza. Ver su culo musculoso y apretado mientras bombeaba me puso cachonda, la verdad. Luego por la noche estuve dándole vueltas y entonces fue cuando decidí entrar en su cuarto para limpiar y pillarle viendo el video porno. Hacia tiempo que sabia que le gustaba ver porno, aunque tuviera novia. Los hombres son así.
Esperé al mejor momento, y pasó tiempo como ya sabéis hasta que entré en su cuarto y le pillé viendo el video.
Continuo. Le dije que su padre tenia reunión con el jefe de su empresa y tardaría bastante en volver. Entonces dejó la bolsa que traía y nos besamos. Al principio me dio corte porque estábamos frente a la terraza y cualquiera podría vernos. Paramos un momento y nos fuimos a la pared de enfrente donde seguimos besándonos como locos. Su lengua entraba y salía de mi boca. No se que hacia con ella, pero estaba cachonda y me estaba mojando un montón. Pensé que la alfombra que había bajo nuestros pies se iba a manchar.
-Vamos al baño cariño, le dije. Que si no lo pondremos todo perdido.
-Vale mamá. Me contestó.
-Nos metimos en el baño y le senté sobre la taza. Uff, me pongo cachonda de recordar esa primera vez y eso que ya han pasado diez años desde entonces. Sentado como estaba me quité el vestido y lo dejé colgado detrás de la puerta. Me quité el sujetador y le dije directamente me las comería como se las comía a su novia.
– ¿Y tu como sabes como se las comía a mi novia? Me preguntó.
-Si se las comías como me chupabas a mi cuando te daba de mamar seguro que se corría solo con eso, le dije. Veía la lujuria en sus ojos. Tenia a su madre delante desnuda, ofreciéndole sus pechos algo caídos, pero aun muy apetecibles. Eso no puede igualarlo nada en el mundo.
-Eres una pervertidora de hijos, rieron todas.
-Se quedo mirando un rato mis pechos. Acarició mis pezones con sus manos calientes. Lo agradecí mucho. Enseguida se pusieron tiesos. Luego pasó a tocarme los pechos y recrearse en ellos y de vuelta a los pezones. Nunca tuve un orgasmo solo tocándome los pechos, pero esta vez estaba a punto de tenerlo. Mi hijo ya estaba empalmado del todo y yo chorreando. Esta vez las gotas cayeron sobre la alfombra del baño y no me importó para nada.
Mi hijo entonces pasó a besarme la tripa y el ombligo. Yo estaba a cien, pero quería retrasar la penetración lo más posible. Me agarró de las piernas separándolas y abrió mis labios.
– ¿Y tu marido? ¿Cuándo llegaba? Preguntó Rosa.
-Déjame seguir, jejeje. Acarició tanto los labios menores como los mayores y me agarré a sus hombros muriéndome de gusto. Luego se agachó y me chupo también los labios dejando mi clítoris para el final. Yo estaba a punto y no tuvo que seguir mucho más porque entonces me corrí como una loca apretando sus hombros hasta casi hacerle daño. La alfombra ya estaba para lavarla directamente. Entonces le pedí perdón por lo de los hombros y él me dijo que no me preocupara.
Me agaché para mamársela y corresponderle por lo que había hecho en mi coño. Se la chupé como aquel día en su habitación, pero con menos ansia. Quería que se corriera dentro de mi. Ah, ah, mamá, me decía, joder que gusto.
Cuando ya no pude más me subí sobre él y fui bajando despacio mientras sentía entrar su glande dentro de mi. Me quedé un rato así, saboreando solo su punta.
El agarró mis muslos y los apretó. Se recreó en mi celulitis, pero no le importaba. Estaba gozando de su madre, una mujer madura con defectos y no con la niñata de su novia. Me sentía deseada por un joven y eso era lo más.
Bajé hasta clavármela toda hasta el fondo.
-Fóllame, mamá, me dijo. Jódeme bien, me dijo.
-No esperaba ese lenguaje en mi hijo, pero no le di importancia. Su polla se abría paso en mi cada vez que subía y bajaba sobre él. Dilataba mi coño como nunca. Ni siquiera su padre con su polla más grande que la suya lo hacia. Entonces aceleré la subida y bajada sobre él. Nuestras pelvis chocaban y sus ruidos se mezclaban con los de nuestros fluidos mezclados.
Agarró más fuerte mis muslos y comenzó a empujar él también hacia arriba. Al poco no pudo aguantar más y noté como su polla se contraía eyaculando chorros y chorros de semen dentro de mi.
-Buff, estoy caliente, dijo Rosa. Estoy haciéndome un dedo ya por debajo del pantalón.
-Ya termino, continuó Asunción. Aunque mi hijo se había corrido ya, su polla aún mantenía una erección considerable, cosa que aproveché para seguir subiendo y bajando sobre él un rato más hasta que volví a correrme.
Estallé en un segundo orgasmo liberando sus hombros y sujetándome a sus brazos para no caerme. Eché la cabeza hacia atrás. Gemimos como locos. No nos importó que pudieran oírnos los vecinos, porqué pensarían que éramos mi marido y yo.
Cuando terminamos, me salí de mi hijo que me miraba extasiado. Se levantó y me sentó en el borde de la bañera. Volvimos a besarnos y luego llenó la bañera y nos metimos los dos juntos.
Nos lavamos un rato y cuando nos sentimos relajados, salimos y nos secamos.
-Tuve que tirar la alfombra del baño. Estaba empapada de mis flujos y el semen de mi hijo. Mi marido preguntó un día por ella y le puse una excusa, jejeje. Bueno, pues con esto he terminado mi relato.
-Voy al baño chicas, dijo Rosa. Estoy a punto de correrme.
En ese momento pasó la azafata y les preguntó si todo estaba bien. Le contestaron que si y dentro del baño Rosa se tragaba sus gemidos mientras se corría bien frotándose el clítoris. Dio varios espasmos sentada en la taza con los pantalones y las bragas por los tobillos.
Cuando salió ya más tranquila, las otras habían terminado de comerse los bocadillos y los sándwiches. Solo quedaba el de Rosa.
-Bueno, dijo Dolores mirando el panel del tren. Nos queda media hora para llegar y me da tiempo a contar mi relato.
– ¿Qué me he perdido? Preguntó Rosa sentándose de nuevo y desenvolviendo el sándwich.
-Dice Dolores que tiene una historia que contarnos, le respondió María.
– ¿Una historia? Dijo Rosa dándole un mordisco al sándwich, ¿también te has follado a tu hijo?
-Chissst, que se va a enterar la azafata, le dijo Dolores riéndose y poniéndose los dedos en los labios en ese gesto universal de mandar callar.
-Soy pintora desde hace unos años. Me dedico al arte moderno.
-O sea que pintas manchas como el tal Jason Pollock, le dijo Rosa riéndose.
-Algo así, contestó esta. Ya sabéis que mi hijo tiene 12 años, aunque es muy maduro para su edad. Con su padre alguna vez llegamos a hacerlo con él al lado en la cama.
-¿Te refieres a eso de follar con el crio durmiendo al lado de los padres? Le preguntó Pilar.
-Si, eso es. Vamos que él nunca se despertó mientras lo hacíamos, pero intuí lo que ya os dije de que es muy maduro, porque un día cuando tenía 9 años yo estaba pintando un cuadro y estaba medio desnuda la verdad. Llevaba solo un mandil de pintor amplio por encima. Tenia calor como Asunción en su relato. Entonces estaba dando unas pinceladas al cuadro y mi hijo estaba enfrente mío. En eso que me pregunta: Mamá, ¿tú porque no tienes pincel?
– ¿Eso te preguntó? Jajaja, rieron todas.
-Si, eso me preguntó. Y a partir de ahí cuando pintaba empecé a hacerlo desnuda. Mi hijo se recreaba en mi cuerpo, aunque no me decía nada. Hasta el día en que vi como su polla de un crio de 9 años estaba tiesa.
-Joder, era muy pequeño entonces. Dijo Pilar.
-Si, era muy pequeño. Pasarían 3 años hasta que me lo follé. Todo surgió de repente, sin pensarlo. Pero antes debo retroceder a cuando tenia 9.
-De acuerdo, dijo Asunción.
-Con esa edad iba a buscarle al salir de clase. Coincidía todos los días con un padre soltero que estaba bastante bueno. Yo entonces estaba un poco más rellenita, vamos no gorda, pero con carnes, como les gusta a los hombres. Enseguida conectamos y Miguel, era el nombre del chico, y yo, quedábamos para tomar algo a la salida del colegio y los críos se tomaban un refresco con nosotros.
Una tarde no sé que nos pasó porqué nos pusimos los dos muy calientes y acabábamos toqueteándonos por debajo de la mesa. Decidimos salir del bar e irnos a mi casa. Miguel dejaba a su hijo con su otra hija y con el mío. Pero cuando subimos a su casa para dejar a los críos, no pudo abrir la puerta. La cerradura parecía atrancada y su hija no estaba en casa. La llamó y le dijo que estaba estudiando en casa de una amiga. Miguel entonces se dio cuenta de que tenia un mensaje de su hija donde se lo decía.
– ¿Y que hicisteis? Preguntó María.
-Lo más lógico. Subir a mi casa. Pero allí era difícil que pudiéramos montárnoslo. De todas formas, yo andaba muy caliente y no sé porqué me pareció más fácil entretener a los pequeños estando en mi casa. Total, que eso hicimos. Subimos los cuatro y después de ponerles la tele a los críos, Miguel y yo nos metimos en mi habitación. Allí nos desnudamos rápidamente y nos besamos como dos adolescentes que se escondían de sus padres, cuando en realidad era al revés.
Pues nada estábamos ya a tope y Miguel se disponía a ponerse un condón para follarme, cuando se abrió la puerta y mi hijo y la hija de Miguel nos pillaron a punto de hacerlo.
-Menudo corte, comentó Asunción.
-Para los dos. De hecho, su hija era algo mayor que el mío y por eso al día siguiente lo encontré cambiado. Algo le había contado a mi hijo.
Arreglamos como pudimos el desaguisado y después Miguel llamó a un cerrajero para que pudiera abrir la puerta
– ¿Porqué dices que lo encontraste cambiado? Preguntó Pilar.
-Pues, pese al incidente del día anterior, yo seguí pintando desnuda delante de mi hijo. Estaba intentado hacer una mezcla de colores, cuando vi algo raro. Al girarme para hacer la mezcla, mi hijo estaba sentado con su polla tiesa como aquella vez. Pero además esta vez su mano derecha subía y bajaba por su polla. Estaba masturbándose.
– ¿Y tú que hiciste? Le preguntó Rosa.
-Dejé el pincel y me senté a su lado. Mi hijo ahora tenía mis tetas a la altura de sus ojos y las miraba con el rabillo del ojo mientras seguía meneándosela.
-¿Qué haces? Le pregunté.
-Marta me ha dicho que lo que hacíais el otro día lo hacen los adultos, pero que nosotros podemos hacer algo parecido. Marta era su amiga. Puntualizó Dolores.
– ¿Y como sabe Marta esas cosas? Le pregunté muy seria.
-Una compañera de clase se lo dijo.
-Vaya. Pero tu eres pequeño aún para hacer eso.
-No, no lo soy, me dijo muy serio, como si fuera un adulto.
– ¿Puedes parar un momento hijo? Me daba corte verlo así, empalmado y meneándosela.
– ¿Y paró? Preguntaron todas a la vez.
-Que va, siguió a lo suyo y entonces se puso a mirar de frente hacia el cuadro que estaba pintando. Yo me empecé a calentar, la verdad, y en lugar de que se corriera mirando al cuadro, dije, que narices, y me agaché desnuda frente a él y se la cogí y terminé de meneársela.
-Joder, exclamó María.
-Si, jeje, se corrió, quizá por primera vez en su vida, y noté como su polla temblaba mientras lo hacia. Era demasiado pequeño todavía para eyacular. Entonces me levanté y me quedé mirándolo mientras terminaba de recuperar la respiración.
-Ah, mamá. Que gusto. ¿Qué ha sido eso? Me preguntó abriendo mucho los ojos.
-Se llama orgasmo, le dije. Y es la culminación del deseo, de lo que acabas de hacer. Cuando seas un poco más mayor lo disfrutaras aún más.
Yo estaba a cien y entonces le di un beso y le dije que tenía que ir al baño y como hizo antes Rosa me masturbé mientras me agarraba con una mano al lavabo hasta que me corrí como una loca. Empapé el suelo del baño de tan cachonda que había estado y cuando salí mi hijo estaba ya vestido y seguía mirando el cuadro. No tenía ganas de terminarlo, ya sabéis, el cansancio postorgasmico, y me senté a su lado. Al final merendamos y él no volvió a tocarse delante mío.
– ¿Cómo se llama tu hijo? Le preguntó Asunción. No te lo hemos preguntado.
-Se llama Ramón. Pese a todo le puse el nombre de su padre.
-Ah. Y entonces pasaron 3 años hasta que te lo follaste…le dijo María.
-Si, 3 años, quería esperar a que fuera un poco más maduro y que pudiera eyacular.
-Joder, yo vuelvo a estar cachonda, comentó Rosa sudando.
-Pues hazte otro dedo, le comentó Dolores riendo.
-Uf, no te digo que no. ¿Cuánto queda para que lleguemos?
-Según eso, dijo Dolores señalando el panel, 20 minutos.
-Menos mal. Dijo María, el viaje se me ha hecho eterno y mi hijo me está esperando.
-Umm, para echarte un polvo, ¿eh? Le dijo Rosa.
-Bueno, eso es otra historia, le contesto ella, tal vez algún día. Ahora escuchemos terminar a Dolores. ¿No os parece?
-Claro que si, asintieron todas.
-El día que cumplió 12 años lo celebramos en casa sin sus amigos, retrasamos la celebración con los amigos para el fin de semana, y luego nos fuimos a un parque de atracciones que había donde vivíamos entonces, prosiguió ella. Con Miguel no llegamos a nada serio y por entonces solo me acostaba con hombres que conocía en el trabajo o en la galería de arte donde pretendía vender mis cuadros. No quería saber nada de amor ni nada por el estilo. Bueno, me estoy enrollando. Ese día era verano, con un calor de por lo menos 35 grados y claro, yo que soy muy calurosa, me puse un vestido de gasa que no dejaba nada a la imaginación. Aunque imagino que algo distinto al que nos contó Asunción que llevaba.
Asunción asintió.
-Nos fuimos a una cascada donde te montabas en una vagoneta y terminabas cayendo por ella y todo el mundo acababa empapado de agua. Esto hizo que mis pezones se transparentasen. No me había depilado hay abajo, dijo señalando a su coño con sus dedos, y tenía una buena mata de pelo. Cuando lo recuerdo ahora me da corte. Nos bajamos de la atracción y mi hijo me dijo que estaba meándose.
– ¿Ahora? Le pregunté. ¿No puedes esperarte un rato?
-No, me dijo cruzándose de brazos. Me estoy meando y necesito ir ahora mismo.
-Vale, le dije. Llegamos a la puerta de los baños. Estaban metidos en una especie de cubo de colores y le dije que le esperaba en la puerta.
-Quiero que entres conmigo, me dijo.
-Pero hijo, ya eres mayor, no puedo entrar contigo a los baños como cuando tenías 8 años.
-Entra conmigo mamá. Me da corte.
-Vale, está bien, le dije. Vamos dentro.
Cuando entramos, todos los baños cerrados estaban ocupados y tuvimos que ir a uno de los que están en la pared y tienes que hacer pis de pie. Mi hijo se la sacó y comenzó a mear.
-Yo me quedé mirándosela como embobada. Hacia tres años de la paja, pero en ese momento no había pensado en follármelo. Surgió como dije de repente. Después de mear se la sacudió y sin saber porqué se la agarré con la mano izquierda. Mi mano subió y bajó por su tronco como aquella vez y cuando ya empezaba a masturbarle, un padre y un hijo entraron por la puerta y yo la solté disimulando y le dije que tenia que lavarse las manos. Él obedeció y como el padre y el hijo, que también tendría la edad de Ramón, no nos miraron raro ni nada, me quedé tranquila. Salimos de los baños y seguimos montándonos en todas las atracciones, hasta que estuvimos tan cansados que decidimos volver a casa.
En el tren iba sentado enfrente mío y me fije en lo guapo que estaba. Los 12 años le habían sentado muy bien, el flequillo le caía sobre la frente y le daba un aire más adulto.
Entonces me decidí. Cuando llegáramos a casa me lo follaría.
En ese momento pasó la azafata. Dolores se calló.
-Señoras, nos quedan 10 minutos para llegar. Por fin. Le agradecemos su paciencia.
-Menos mal, dijeron todas a la vez.
En cuanto la azafata desapareció hacia el otro vagón, Dolores volvió a hablar para terminar el relato.
-Una señora me dijo lo guapo que estaba y si era mi hijo. Le respondí que si y ella le acarició el pelo con cariño.
Nos bajamos en nuestra parada y cogí de la mano a mi hijo. Llegamos a casa y decidí bajar todas las persianas para que nadie pudiera ver nada, aunque según la situación de la casa nadie podía vernos.
-Sigue, sigue, le dijeron todas.
-Le dije si recordaba lo que había pasado el día que su amiga y él nos habían sorprendido en la cama. Me contestó que si, y que muchas noches se tocaba pensando en aquel momento y en como yo se la había meneado, aunque no lo dijo de esa forma. Me dijo algo como que le gustaba tocarse la cosita. Jeje, me rio ahora de recordarlo.
Entonces le dije que ahora ya era lo suficientemente mayor como para poder hacer también lo que Miguel y yo íbamos a hacer aquel día.
– ¿Y como lo hicisteis? Le preguntó María.
-Le llevé a mi cuarto y abrí la cama. Él miraba extrañado. Yo me agaché y le dije que tendría que quitarse la ropa. Se la quitó y vi que estaba nervioso.
Yo me desnudé también y ya desnudos los dos comencé a besarle apasionadamente. Evidentemente mi hijo no se había besado con ninguna mujer y yo hice todo el trabajo.
Cuando terminé de besarle, los dos respirábamos acaloradamente. Me arrodillé frente a él y acaricié su cuerpo menudo. Luego le sobé el culo apretándolo con fuerza y soltándolo y para entonces ya estaba erecto.
Le cogí la mano y con ella me acaricié los labios y cuando estuve muy húmeda pasé al clítoris.
-Joder, dijo Rosa. Sigue, sigue, mmmm, que morbo.
-Esa primera vez se la chupé. Dios, que gusto me dio. Sabia a fresa, no sé, era lo más.
Estaba a punto de irme, pero quería irme con su polla dentro. Le tumbé sobre la cama y le abrí un poco de piernas. Él me miraba como diciendo: ¿Qué me vas a hacer mami? Era tan tierno verle así. Me puse sobre su polla y me la fui introduciendo despacio. Joder estoy a cien solo de pensarlo, dijo Dolores mordiéndose el labio inferior. Le besé de nuevo en la boca y agarrándole de las muñecas para darme impulso, fui subiendo y bajando muy despacio, saboreando el momento, sintiendo su polla entrando y saliendo de mi interior. Justo de donde él había salido.
Comencé a gemir bajito, ah, ah, ah, y le invité a que él también gimiera demostrándome lo que sentía.
Gimió un poco y entonces noté como llegaba mi orgasmo. Aceleré el movimiento y entonces me apoyé en su pecho para darme más impulso sin hacerle daño.
Su respiración se aceleró y aproveché para apretarle más fuerte la polla con mis músculos vaginales. Ya no pudo más y al poco se corrió gimiendo alto.
-¡Mamáaaaa! Gimió. ¡Aaaaaah que gusto!
Noté como eyaculaba dentro de mi y esto hizo que me corriera por segunda vez.
-Seguí un rato más cabalgándole hasta que ya agotada fui bajando el ritmo y finalmente me paré.
Me salí de él y vi como me miraba con amor y con deseo.
Su polla perdía ya la erección. Unas gotas de semen salían de su glande y yo me agaché y se las chupé.
Le pregunté si era la primera vez que eyaculaba y me dijo que no, pero que solo hacia unas semanas que había empezado a eyacular.
Nos tumbamos juntos y le dije que qué le había parecido. Me dijo que le había encantado y nos quedamos un rato así, saboreando el momento.
De esto hace 6 meses ya. Lo hacemos cuando queremos y yo soy feliz así.
-Ha sido magnifico, dijeron todas a la vez.
– ¿Alguna más que quiera contar su historia? Preguntó Rosa.
-Creo que quedamos nosotras tres. Dijo Pilar. Pero estamos entrando ya en la estación y no queda tiempo.
-No hay problema, dijo María. Podemos hacer un grupo de WhatsApp y quedar para contarnos el resto de historias. La mía puede ser interesante.
-Y las nuestras, dijeron Rosa y Pilar a la vez.
-Pues entonces eso haremos. Concluyó Asunción.
Cogieron las maletas y se prepararon al que el tren llegara a la estación para salir.
-Señoras. Disculpen nuevamente las molestias, les dijo la azafata. Tendrán la devolución de sus billetes en un par de días. Muchas gracias por su paciencia.
Las cinco salieron del tren y se despidieron en el anden con la promesa de volverse a ver cuanto antes para terminar de contar sus historias.
Había nacido el club de las madres que se follan a sus hijos.
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