El Comienzo (II Parte)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Nando69x.
Después de lo ocurrido en la ducha con Santy, las cosas cambiaron para mí.
Primero me atacó un cargo de conciencia muy arrecha que no me dejaba ni dormir.
Pasé noches entera imaginándome todos los malos escenarios que podría causar aquel arrebato de lujuria descontrolada que me atacó.
Me imaginaba a mi hijo contándole a su madre o algún familiar lo que habíamos hecho y me veía preso entre rejas, acabado y destruido en la cárcel, pagando una cadena perpetua por abusar de mi propio hijo.
El miedo y la ansiedad se apoderaron de mí haciendo que las noches fueran eternas y llenas de pesadilla.
Luego traté de calmarme un poco para pensar bien las cosas, analizar la situación que yo mismo había provocado y sopesar claramente lo que tenía que hacer.
Santy regresó con su madre al siguiente día de lo ocurrido y debía pasar una semana más para volver a estar conmigo, pero por primera vez desde que mi hijo llegó a mi vida, no quise tenerlo junto a mí.
Inventé un viaje de negocios para estar lejos de él e improvisé una supuesta reunión con inversionista de otro país, donde supuestamente tenía que estar por dos semanas haciendo nuevos negocios y esa fue la excusa que di para no estar con mi hijo, hasta que el lio que tenía en mi cabeza se me pasara.
Santy no le gustó la idea de saberme lejos por tanto tiempo y se molestó, hasta lloró porque me iría de viaje y no le llevaría conmigo, sin embargo; le prometí que en sus vacaciones escolares nos iríamos de viaje juntos.
Con dolor me alejé de él por primera vez, pero debía hacerlo ya que tenía que ordenarme y sobre todo, tratar de arreglar mi cabeza y mis sentimientos ya que por un loco y caliente impulso, no podía ni cambiar ni mandar a la mierda la hermosa relación que siempre había tenido con mi hijo.
Para que todo lo que me invité fuera creíble, en verdad me fui de viaje.
Arreglé todo en la empresa, delegué algunas responsabilidades con los empleados de más confianza y tomé unas pequeñas vacaciones –porque las necesitaba- y me fui a Brasil.
Allí duré dos semanas donde reflexioné mucho sobre lo que me había sucedido y también disfruté el momento con viejas amistades que tengo en ese maravilloso país.
Disfruté de las playas de Rio, amanecí bailando y bebiendo hasta las madrugadas en las mejores discotecas, participé en sesiones de BMDS gay y orgías bisexuales donde terminaba como me gustaba: cogiendo coños de exótica mulatas y culos machos de musculosos tipos.
Gocé hasta más no poder de todo el placer que el sexo puede dar… En menos de lo que imaginé, todo se me pasó y volví a ser el mismo Felipe de siempre: suelto, sonriente y sin rollos en la cabeza.
Hablaba con mi Santy casi todos los días y disimuladamente le preguntaba si le había contado a alguien más de nuestro secreto, siempre contestándome que no, que él me había prometido no decir nada y que recordara que él, así como yo, siempre cumplía su palabra.
Esas palabras me inflaron de orgullo y satisfacción.
A medida que fueron pasando los días, mi cargo de conciencia fue disminuyendo hasta llegar el punto de darme cuenta que estuve haciendo una tormenta en un vaso de agua.
Mi hijo nunca vio nada malo en todo lo que hicimos juntos, especialmente en la gran felación que le di; para él todo aquello simplemente fue una instrucción más de las que su padre siempre le enseñaba.
Después de dos semanas regresé a casa, sintiéndome mucho más tranquilo y relajado.
Seguí compartiendo los días reglamentarios con mi hijo como siempre lo hacía y nuestra relación siguió siendo la misma.
El tema no se volvió a tocar más, fue como si eso jamás hubiese ocurrido.
Así pasaron aproximadamente unos dos meses hasta que un día, Irina me llamó al trabajo muy furiosa.
—Necesito que hoy hables seriamente con tu hijo.
En esta semana lo he pillado seis veces masturbándose… Haz visto ¡Seis veces!.
¡Por Dios! ¡Si sigue así será un enfermo sexual! ¡Un maniático! y lo peor de todo, es que no me quiere decir con quién de sus amiguitos aprendió esas cochinadas… Por favor, Felipe, necesito que le expliques que él aún no tiene edad para esas cosas ¡Que es un niño! ¡Un bebe!
Su alboroto me causó mucha risa, sobre todo aquello cuando dijo que no puedo averiguar quién de sus “amiguitos” le había enseñado aquello.
Si ella supiera que fue su propio padre el que lo indujo a realizar esas prácticas, seguro ya tendría una demanda por la corte.
— ¡Oh! Vamos Irina, no seas inculta.
Vivimos en el siglo veintiuno y tú sabes que estos chamos de ahora van volando.
Además, no sé por qué te sorprender porque si no te has dado cuenta nuestro hijo dentro de unos meses entrará en la etapa de la pre-adolescencia y precisamente la masturbación es uno de los actos que nos advierte, a nosotros los padres de que en sus cuerpos se están produciendo cambios —Irina balbució para comenzar a protestar pero no la dejé—.
De todos modos no te preocupes, deja que hoy tocaré ese tema con él pero de ante mano te digo que lo dejes ser.
Él no está haciendo nada malo y mucho menos nada que sea anormal, simplemente es la naturaleza de su cuerpo que ya se está comenzando a manifestar en él; así que hay que dejar que fluya, claro, sin dejar de orientarlo.
—No sé por qué intuía que tú reacción sería de esa manera —balbució ella molesta—.
Espero que al menos no lo premies.
Y furiosa colgó.
Me reí de aquella situación por mucho rato, al imaginarme a mi Santy descubierto en plena faena por su madre ¡Que mala suerte tenía el pobre! Pero también estaba consciente que hacerlo seis veces en una semana era como mucho.
El coñito le había agarrado gusto a la vaina, pensé y reflexioné que posiblemente mi hijo iba a ser igual de caliente como yo.
Como era nuestro fin de semana compartido, al salir del trabajo pasé por él y en el camino decidimos que de cena comeríamos hamburguesas.
Pasamos por la calle de comida rápida e hicimos nuestro pedido para llevar, al salir alquilamos unas películas para verlas más tarde y durante el resto del fin de semana.
Después de varias horas de llegar a casa, ya nos encontrábamos en la sala acomodados en el sofá frente al televisor, ambos solamente en bóxer porque así era como siempre andábamos en casa cuando estábamos juntos.
Ya nos habíamos degustado las ricas hamburguesas y los refrescos, nos preparábamos para ver la película que habíamos alquilado; entonces recordé la conversación con Irina y decidí que era el momento de hablar de aquel tema.
—Santy, me dijo tu madre que te pilló jalándote la polla —comenté normal y en forma de burla para que no se sintiera cortado al hablar del tema.
— ¡Ah! Sí, me descubrió no solo una vez, sino seis veces —me contestó Santiago con mucha naturalidad y sobre todo, con un tono gracioso en su voz.
Eso lo vi como si aquello hubiese sido una gran hazaña.
Me reí de su actitud.
— ¿No crees que seis veces en una semana es como exagerado? —le cuestioné dándole una mordida a la hamburguesa.
Él hizo lo mismo.
—Papá, descubrí que me gusta y como tú me dijiste que era normal ¡Pues! Lo hago cuando me entran las ganas —respondió levantando sus hombros en señal de que para él todo eso estaba dentro de lo corriente.
Lo miré un poco sorprendido, pero sin embargo, me di cuenta que tenía razón.
A mí me encantaba masturbarme y lo hacía cuando se me antojaba.
¡Hasta en eso mi hijo se parecía a mí! Pensé orgulloso.
—Sí, tienes mucha razón, hijo.
Sin embargo, te voy a dar un consejo: cuando lo vayas hacer, asegúrate de encontrarte solo o sepas que no serás descubierto.
Esto te lo digo para que puedas disfrutar al máximo de la masturbación.
Si sigues mi consejo podrás disfrutar de unas buenas pajas, es más, te sentirás en la libertad hasta de usar tu imaginación.
Veras que eso será grandioso ¿Si me entiendes?
Lo vi clavar en mi rostro sus hermosos ojitos azules.
Me miraba con mucha curiosidad.
— ¿Cómo es eso de usar la imaginación? —preguntó mi pequeño ya con mucho interés.
Yo me reía al ver que mi hijo en verdad estaba demostrando tener mucha curiosidad sobre el tema y yo estaba deseoso por hacérselo saber.
Le eché el ultimo mordico a mi cena, tomé un poco del refresco y limpiándome los labios con la servilleta de papel, me dispuso a ser nuevamente un gran maestro.
Sentía dentro de mí esa emoción de aquella vez cuando estuvimos en la ducha pero en esta ocasión no sentía miedo, es más, me sentía mucho más emocionado.
Quizás todo se debía a que había comprendido que no tenía por qué tener cargo de conciencia, ya que Santy disfrutaba de todo aquello.
Él estaba descubriendo y quería aprender.
—Bien, escucha que aquí te va otra lección para que vayas aprendiendo.
Si cuentas con el tiempo y el espacio suficiente donde nadie te moleste ni te interrumpa, podrás disfrutar a plenitud de tus pajas; vas a poder imaginarte personas, cosas, situaciones y hasta lugares a la hora de realizarlas.
Por ejemplo: Yo cuando me pajeo, casi siempre pienso que mis manos son las manos de una mujer o hasta he llegado a pensar que le introduzco en la boca mi pene —aquí obvié el decirle que muchas veces también imaginaba que eran hombres los que me pajeaban y les follaba el culo—.
También imagino que estoy en un cuarto con ella o en un ascensor, en el carro, en el trabajo, en cualquier sitio que me parezca excitante y mientras que ella me masturba yo la voy tocando por donde más me gusta.
A eso me refiero cuando te digo que si esperas a estar solo, podrás jugar con tu imaginación, así el disfrute y el placer será más grande.
— ¡Ah! Ya comprendo.
O sea, yo puedo imaginarme que estoy en el cuarto contigo, en tu cama y los dos nos estamos masturbando igual que ese día o que tú me tienes acostado y me lo estás chupando como lo hiciste en la ducha ¿No es así?
Escucharlo decir esas palabras, me paralizó el corazón.
Las cejas se me elevaron a la frente y los ojos casi se me salen de la órbita.
Mi hijo deseaba que yo lo masturbar y le mamara la polla ¡¿Otra vez?! ¡No lo podía creer! Pero eso era lo que él claramente me estaba expresando.
Lo miré sorprendido, pestañando repetidas veces por unos segundo como buscando un destello de burla o arrepentimiento por lo que acababa de decir; sin embargo, sus ojos me veían tan francamente que entendí sin dudar que en verdad esos eran sus sinceros deseos.
Ante aquel pensamiento sentí que mi pene cabeceó y una corriente de electricidad sacudió mi vientre; sin embargo, quise corroborar lo que creía o intuía de él.
Carraspeé ante de hablar.
—Eh… Santy ¿Por qué quieres pensar en mí, en vez de pensar en alguna amiguita del colegio? —Inquirí ya sintiendo mucha curiosidad y ¡Joder! También sentía el morbo hervir dentro de mí, quería en realidad saber más específico por qué mi hijo deseaba que yo se la chupara de nuevo.
—Porque me gustó, papá.
Me gustó lo que sentí con todo lo que tú me hiciste ese día, además es nuestro secreto ¿No?
Eso me calentó como a una caldera.
Sentí que la piel se me erizó y todos mis vellos se me pusieron de puntas.
¡Joder! Mi propio hijo me deseaba y lo peor de todo es que yo también porque en ese momento por mi mente se cruzó rápidamente la imagen de ese primer encuentro con él y me subió el lívido a mil; sin embargo, con un poco de cordura aparté esos pensamientos de mi cabeza.
Confundido y hasta apenado me levanté del mueble, recogí todo los desperdicios de la cena y con pasos un poco apresurado, escapé a la cocina.
—Sí, claro que será siempre nuestro secreto —afirmé mientras me retiraba.
Tenía que salir de aquella sala porque, me encontraba agitado.
Al tirar la basura al cesto me di cuenta que me encontraba completamente empalmado, excitado y encendido bárbaramente.
Mi pequeño de casi once años, con su inocencia y esas simples palabras logró que me exaltara y que mi corazón bombeara desenfrenadamente.
¡Mierda! Pero ¿Qué rayos me estaba pasando? ¿A caso estaba sintiendo deseo por mi hijo? Y entonces me di cuenta que sí, la sinceridad de mi hijo me había activado todo el morbo y la lujuria que siempre ha existido en mí y mi mente estaba creando imágenes impuras con él; digo impuras porque comencé a fantasear de una manera muy morbosa con mi propio hijo.
¡Dios! Esto era una locura.
Me dije apretándome con fuerzas el bulto que ya se veía como carpa debajo de mi bóxer.
¿No podía creer que estaba excitado con todo esto? ¿Mi propio hijo no podía estar haciendo que mi cuerpo lo deseara? ¡Eso estaba mal! ¡Era una maldita locura! Me recriminé sintiéndome culpable de la puta erección que ahora tenía… Sin embargo, recordé a Aldo, un amigo de la universidad y de los pocos que conservo desde entonces.
Al igual que yo, Aldo era bisexual y junto a su hermano que si era gay, nos montábamos siempre unos tríos del carajo.
Cuando quise saber por qué se cogían ambos, mi amigo me contó que su padre fue el que los había incitado a compartirse desde pequeños, creando una relación de incesto entre los tres; sin embargo, los dos siempre me contaban que la relación de ellos se hizo más fuerte desde que eso sucedió.
De hecho, a mí me encantaba la manera como los tres se trataban.
Entonces, mi mente al recordar esa relación de incesto que viví muy de cerca, comencé a sopesar esa idea.
Si el padre de mi amigo Aldo, había tocado y hasta se había cogido a sus propios hijos desde que estos eran unos niños y ellos jamás lo vieron como un monstruo o tomaron aquella acción como algo aberrante, más al contrario, fortaleció aún más su relación de padre e hijos; entonces eso quería decir que yo podía complacer en su deseo a mi hijo sin ningún problema.
Entonces en ese momento entendí que no había nada de malo en el deseo de mi hijo en la complacencia que yo le quería hacer.
Simplemente estaba siguiendo el mismo patrón que todo buen padre hace, cumpliría el deseo de mi propio hijo.
No me lo iba a coger, porque primero: eso no estaba en mi mente, aparte de que él era mi hijo, segundo Santy aún era un niño que no tenía definida su orientación sexual y tercero, Santiago simplemente había dicho que solo le había “gustado lo que sintió”, eso quería decir que simplemente él lo que quería era experimentar.
Así que con esa nueva convicción me acerqué a la puerta, pero al llegar al umbral mis pasos se detuvieron en seco, quedándome clavado en el piso al ver lo que mi hijo hacía.
Santy tenía la manito dentro de su bóxer y se estaba pajeando.
Aquella visión fue como si un cable eléctrico hubiese chocado contra mi cuerpo.
Todo mi ser convulsionó haciendo que mi mente quedara en blanco y un deseo gigantesco se despertó dentro de mí.
Tenía que admitir que definitivamente yo también estaba deseando lo mismo que mi hijo… En lo más profundo de mi mente y de mi cuerpo, deseaba con lujuria meter su pequeño pene en mi boca y volver a sentir su sabor.
Así que abandonándome a esa calentura que estaba explotando en mi interior, sin cuestionarme más y sin darle más vuelta al asunto, me acerqué lentamente hasta pararme detrás del sofá donde mi hijo se encontraba sentado, mirando el televisor pero no viendo nada, porque se hallaba muy distraído jalándose la polla.
Desde arriba podía ver como su manito se movía suavemente sobre su pequeño pene que ya lo tenía durísimo.
Se veía hermosamente largo y un poco grueso para su edad, blanquito y con un glande rosadito, tierno y apetitoso para ser chupado… por mi…
¡Dios! Aquello era demasiado hermoso.
Ya a ese punto mi cuerpo, mi mente y mi alma se encontraban muy arrechos, ardían del deseo.
Mi respiración se encontraba disparada al igual que mi corazón, automáticamente llevé mi mano al bulto que ya se me había hecho piedra en la entrepierna y con fuerza me lo apreté, también jalándomela porque deseaba darle un alivio.
¡Dios! También la tenía dura, muy dura y todo por ver a mi hijo masturbándose con ganas.
Entonces descubrí que verlo así me dominaba, me excitaba, me llenaba de morbo y como toda mi vida le había dado rienda suelta a mi lujuria; entonces decidí que con mi hijo no iba a ser diferente.
Era su padre, sí, pero simplemente lo complacería como siempre lo he hecho.
Así que me incliné y posé mis manos suavemente sobre sus pequeños y delgados hombros, haciéndolo saltar del susto y que detuviera bruscamente los movimientos de su mano.
— ¡Shsss! No te asuste, hijo —le susurré al oído con voz excitada al ver que él levantó su carita asombrada para mirarme— ¿Quieres que te toque? —Le pregunté y él afirmó moviendo la cabecita— ¿Quieres que te lo chupe de nuevo? —lo vi tragar y afirmar de nuevo rápidamente.
Sonreí al darme cuenta que en serio mi hijo quería cogerme la boca… y que yo también estaba deseando enormemente volver a repetir esa experiencia—.
Bien, entonces sigue tocándote… quiero verte… quiero ver lo que has aprendido de todo lo que te enseñé.
Santy volvió a retomar lo que estaba haciendo y con rapidez comenzó a mover su manito.
Él se veía excitado porque respiraba entrecortado y eso me puso más cachondo, más deseoso de querer hacer que experimentara más cosas… conmigo.
Sí, ahora dentro de mí dominaba el deseo y la lujuria.
Yo estaba deseando inmensamente tocarlo, probarlo de nuevo, tener su pequeño polla en mi boca, paladearlo, lamerlo, chuparlo… quería hacerle una felación tan descomunal a mi hijo que deseaba con locura tragarme toda su lluvia dorada de nuevo.
Entonces, despacio y muy lentamente pasé por encima del mueble y me situé de rodillas frente a él.
Lo miré fijamente a los ojos y sonriéndole le dije:
—Voy a cumplir tu deseo —vi como sus finos labios se ensancharon en una pícara sonrisa y sus ojitos brillaron de emoción, así como también se iluminaron por el deseo, eso me encendió aún más.
Entonces puse mis dedos índices en la goma del bóxer y despacio comencé a bajárselo mientras le hablaba—, pero debes prometerme que esto seguirá siendo nuestro secreto.
Que nadie sabrá nada de lo que aquí hacemos tu y yo.
—Te dije que no se lo diré a nadie, papá —me dijo mi hijo con voz ronca, mirándome fijamente a los ojos y yo pude ver en esos hermosos cielos el fulgurante deseo que en él se iniciaba.
Yo asentí terminando de bajarle por completo el bóxer.
Su pequeño pene saltó como una flecha dura y erguida… eso hizo que mi boca se hiciera agua.
Tragué grueso, sintiendo que el corazón me palpitaba en la garganta.
Despacio y con suavidad tomé entre mi mano aquel duro y pequeño falo, rodeando su tronco, sintiendo con deleite su calor y su firmeza; mientras que yo me encontraba extasiado de placer solo con tocarlo… ¡Dios! Era increíble que mi hijo me excitara tanto.
Lentamente comencé a pajearlo, mi mano subía y bajaba en un movimiento lleno de ternura pero a la vez lleno de morbo.
Mis ojos iban entre su falo y su rostro, y sentí que mi pene brincó alborotado dentro de mi bóxer cuando observé que Santy dejó caer la cabeza al respaldar del sofá y abría su boquita en un gesto de placer, soltando un suave gemido.
Ese gesto y la melodía de aquel maravilloso sonido me estremecieron y excitó tanto, que con la mano libre me quité el bóxer rápidamente y también comencé a pajearme.
Mi mano comenzó a moverse con imputé en mi miembro y de repente, me di cuenta que el mismo ritmo se lo estaba haciendo al pene de mi pequeño y éste comenzó agitar involuntariamente sus delgadas caderas en un vaivén.
— ¡Ah!.
Papá… ¡Oh!.
me gusta… me gusta —lo escuché susurrar con voz ronca, aun con los ojitos cerrados.
Sus palabras me encendieron y sin poder aguantarme más, incliné la cabeza y me introduje aquel maravilloso y quimérico pene en mi boca, que ya salivaba por sentir su sabor dentro de ella.
Cerré mis ojos y pude escuchar el gemido que mi hijo soltó cuando sintió que mi boca se cerraba alrededor de su falo y comenzaba a succionarlo.
Un agradable sabor salado invadió mis papilas gustativas al paladearlo, sentir su glande esponjoso y delicado contra mi paladar y lengua, me estremeció, desesperado me lo introduje todo aquel tronco hasta que sentí su pelvis chocar con mi nariz.
Santiago gruñó con aquella acción.
Lo saqué de nuevo, respirando agitadamente al igual que mi hijo.
Luego saqué mi lengua que la tenía como una serpiente en posición de ataque, deseosa por lamer todo la extensión de aquella pequeña polla que palpitaba entre mi mano.
Levanté su pene y suavemente dejé deslizar mi lengua desde la base hasta llegar al esponjoso y carnoso glande, allí lo introduje en mi boca y comencé de nuevo a succionarle la pura cabecita.
Mi hijo se revolvía gruñendo y gimiendo desesperado en el sofá.
— ¡Rico! ¡Papá!.
¡Rico!.
¡Chúpamelo más!… ¡Chúpamelo Más! —imploraba mi pequeño sobrexcitado ante esa grandiosa felación que la boca de su padre le daba.
Escuchar su respiración fuerte, sus quejidos y gemidos, más los movimientos descontrolados de su rostro y de sus caderas, me excitó en sobremanera.
Y yo, ya en ese punto estaba jodidamente perdido en mi lujuria, pues quería que él siguiera experimentando más sensaciones y por supuesto, yo también deseaba sentirlas.
Me incorporé, lo agarré por las caderas pasando mis brazos por debajo de sus muslos y lo halé hacía mí pecho quedando él casi que acostado en el sofá, con sus piernitas por encima de mis hombros.
Con mis brazos levanté su colita para que su pene quedara nuevamente al nivel de mi boca, que ya estaba abierta y preparada para seguir dándole esa mamada que él tanto deseaba.
Con glotonería volvía a zambullir ese pedazo de carne suculento, sabroso y tierno hasta lo más profundo de mi cavidad bucal.
Lo chupaba suave y duro a la vez, le lamía el tronco así como también le succionaba los pequeños huevos que eran una delicia para mi paladar.
Así duramos un buen rato donde se lo mamaba despacio porque deseaba que él pudiera gozar sin desenfreno de mi felación, pero otras veces lo hacía tan duro pero tan placentero que mi pequeño hijo se retorcía, se tensaba y casi que convulsionaba entre mis brazos.
Sabía que mi hijito estaba gozando un mundo porque noté que su pequeño pene estaba casi que reventaba, rojo de tanto chuparlo y duro como una roca, y de mi gruesa polla ni se diga; ésta se encontraba tan empalmado que parecía una pared de concreto y por su prepucio goteaban en abundancia la evidencia cristalina de mi excitación, de la fogosidad que mi propio hijo me estaba haciendo sentir con solo mamarle su pene.
De pronto Santy comenzó a acelerar sus caderas en un meneo desenfrenado y desquiciado, empezó a balbucear sus primeras plegarias de placer pre-orgásmica.
Abrí los ojos porque no quería perderme ninguna de sus expresiones, eso hizo que mí el placer y lujuria se incrementara a mil… ese placer que me estaba consumiendo en su fuego.
— ¡Aaaaa!.
¡Aaaaa!.
¡Grggggg!.
—Exclamaba entre dientes mi chiquito, en jadeos, blanqueando sus ojitos al mismo tiempo que se mordía con fuerzas sus labios rosaditos— ¡Oh!.
¡Aaaaa! ¡Papá!.
¡Papá!.
Me… Me…
Yo sabía que estaba a punto de tener su segundo orgasmo, por eso me afinqué más a esa magistral mamada, introduciéndome su falo hasta lo más profundo de mi boca y con mi garganta comencé a succionar con impute.
Sabía que eso lo iba a llevar a la locura y no me equivoqué, porque al instante noté que el pobre cayó en un estado de convulsión, todo su cuerpecito se detuvo en seco y tensándose gritó fuerte al mismo tiempo que soltaba dentro de mi boca, eso que tanto había estado esperando… su grandiosa lluvia dorada.
— ¡Paaaapaaaaa! —gritó mi pequeño mientras se revolvía escandaloso entre mis brazos.
Soltando sus fluidos como chorro sin control de una llave de paso.
Aquel potente chorro de orine se deslizaba por mi garganta y caía en mi estómago como el más exquisito elixir.
Desesperado tragaba y tragaba porque no quería dejar escapar ni una sola gota de aquel líquido caliente y salado… ¡Dios! Mi cuerpo estaba arrecho de la lujuria y del placer.
Cuando sentí que ya de su interior no saldría nada más de aquel preciado líquido, lo solté con premura y me dejé caer en el piso de culo, agarré mi pene con fuerza y moviendo mi mano a gran velocidad, comencé a masturbarme para liberarme yo también.
Entre quejidos y gruñidos, en un segundo solté unos potentes chorros largos y espesos de leche que salieron disparados como cohete de mi prepucio; cayendo sobre mi vientre y pecho que subían y bajaban agitados por mi respiración acelerada.
Exhausto me dejé caer por completo sobre el piso, cerré con fuerzas mis ojos tratando de normalizar el ritmo desenfrenado de mi corazón y de mi respiración.
Los oídos me zumbaba y el cuerpo me temblaba, aquello había sido una maravillosa experiencia y fue mi propio hijo la que me la hizo sentir.
Poco a poco mi cuerpo se fue relajando y al abrir mis ojos, noté que mi pequeño se encontraba arrodillado a mi lado, clavando sus hermosos ojitos azules en mí.
Sus mejillas estaba sonrojada y sus ojitos tenían un brillo diferente, yo sabía que todo ese resplandor que él reflejaba era por la satisfacción que su cuerpo acababa de recibir.
En ese momento sentí un destello de preocupación pero al ver que me sonreía, todo se me pasó.
— ¡Me encantó! —me dijo y vi como su manito se posó sobre mi pecho y con suavidad, la deslizó hasta tocar mi leche que seguía derramada por parte de mi cuerpo.
Esa sublime caricia hizo que mi piel sensible por el orgasmo que acababa de tener, se erizara— ¿Qué es esto, papá? —inquirió agarrando una buena parte y acercándola a sus ojos para observarla mejor.
Recordé que él aun no eyaculaba, así que aquel líquido que su padre había expulsado por su pene por supuesto le parecía extraño.
Me incorporé sentándome junto a él.
—Eso se llama semen o leche como común mente se le conoce.
Todos los hombres lo expulsamos cuando tenemos un orgasmo o cuando acabamos.
—Y ¿Por qué yo no lo expulso? —quiso saber, mirándome con curiosidad.
—Porque aun eres un niño —le contesté sonriéndole y alborotándole el cabello con mi mano—, pero ya verás que dentro de unos pocos años comenzaras a chorrear por tu pene grandes cantidades.
Entonces vi como su mirada bajó hasta ubicarse en mi pene, que flácido pero grande y grueso aun goteaba la leche que había quedado en su conducto.
Lo vi lamerse los labios con lujuria inocente y luego elevó su hermosa mirada diciéndome fijamente.
—Me gusta tu pene, papá y quiero chuparlo así como tú chupas el mío.
Y esa confesión paralizó de nuevo mi corazón.
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