El Debut
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Apenas tenía 16 años cumplidos y era Navidad. Como todos los años, toda mi familia se reunía en casa de una de mis tías, en la afueras de la ciudad. La casa estaba encima de una fábrica, también de la familia. Siempre esas reuniones juntaban a unas 50 personas, entre hermanos, sobrinos, primos, etc., etc..
Pasó la cena de Nochebuena y seguía la fiesta, bailando y cantando, bebiendo y comiendo panetones, nueces, almendras, etc., etc..
Yo tenía una prima política (Martita) que tenía dos años más que yo, que era bastante bonita y tenía un cuerpo muy, pero muy bueno; curvas, culito parado, tetas razonables, en fin que me ponía a 100. Eramos los dos más chicos, junto a otra prima segunda (Mariquita) que tenía mi edad, pero que vendría el día de Navidad por la tarde.
Como a las 4 de la madrugada, bajamos con Martita a la calle y había, aún, algo de algarabía. Nos juntamos con los vecinos del barrio y estuvimos bailado. Yo trataba de apretarla a Martita, pero la música alegre y rápida no daba pie para nada. La gente, ya cansada, se comenzó a ir y nosotros nos metimos en el zaguán de la casa para subir a la reunión de nuestra familia, que seguía a toda marcha. Cuando íbamos a comenzar a subir, apagué la luz de la escalera y le toqué el culo; ella se dio vuelta y me metió un beso portentoso en la mejilla (en esa época, eso era como ganarse a la piba). Bajó un escalón, se puso a mi lado y nos pegamos un achuchón muy bueno. En eso, escuchamos que se abría la puerta de la escalera desde arriba y enseguida largamos y encendí la luz. Mi viejo bajaba para ver donde estábamos. Acabamos de subir y le expliqué que nos volvíamos porque los vecinos se habían ido todos a dormir, incluido los chicos de nuestra edad. En casa la fiesta continuaba permanentemente y nosotros bailábamos, pero sin apretar porque estaba la familia.
Después de la comida de Navidad, la madrastra de Martita se echó en la cama de mi tío (su hermano) y como no había lugar para tanta gente, Martita se echó junto a ella. Viendo la maniobra, me metí en la habitación, cerré la puerta y me eché en el piso, del lado de Martita. Junté coraje y metí la mano por debajo de la sábana e intenté llegar a la concha de Martita, pero me lié con su amplia falda. Martita lo notó y me llevó la mano hasta su pubis, por encima de las bragas. Se dio vuelta y se puso boca abajo; entonces yo le puse la mano encima del culo, pero siempre por encima de las bragas. Martita dejó caer su brazo hacia el costado y me sobaba la pija por encima de mi pantalón corto. Estábamos en la gloria (vaya por dios), hasta que se abrió la puerta de la habitación. Me quedé inmóvil como si durmiera. Era Ana, una prima mía que tenía unos 15 años más que yo y se quedó mirando; esbozó una leve sonrisa y salió y cerró la puerta. Me quedé petrificado. Como a los 10 minutos, se me había muerto la pija por el susto, salí de la habitación y me fui a la terraza donde seguía la fiesta. Al llegar, mi prima Ana me preguntó como estaba a lo que le contesté que bien y me dijo: “Bien o muy bien” y le dije “Bien”; ella se sonrió y se puso a hablar con mi madre.
Al rato, veo por la ventana que Martita estaba en la cocina y allí fui. Le dije: “Te espero en 10 minutos en la fábrica, junto a la ventana de la oficina. Baja por la escalera de la casa que yo te abro la puerta del depósito”. No me contestó. Yo bajé por la escalera directa de la fabrica, abrí la puerta de calle y esperé que venga Martita. Fue puntual. Cerré con llave para que nadie entrara y me la llevé al fondo, junto a unos fardos de algodón. La comencé a manosear y ella a mí. Nos dábamos muchos besos y le levanté la falda. Ella dejaba hacer. Yo nunca había cojido, pero ella, con seguridad que sí. Me arrodillé, me metí debajo de la falda, le empecé a besar en la pancita y ella comenzó a moverse, seguramente porque le gustaba. Le bajé las bragas, ella levantó la falda y me dijo: “¿Que hacés?”. Respondí: “No ves lo caliente que me pusiste arriba y aquí ahora. Me vas calentando y después me preguntas que hago. Tengo ganas que nos desvirguemos. Hace mucho tiempo que nos vamos franeleando y nada”. Soltó la falda, acabé de quitarle las bragas y le empecé a besar en el vello. Yo no sabía lo que era el clítoris, así que besaba el vientre y el pubis. Estaba con una erección que me estaba inundando. Ella me puso de pié, me desabrochó el pantalón y me bajó el calzoncillo hasta las rodillas. Se levantó la falda me apretó contra ella y, como yo no hacía nada, me agarró la pija y me la puso dentro de su concha. Del calor de la concha casi me quemo. Me dio vuelta y me puso de espalda contra los fardos de algodón, para comenzar a meterse y sacarse mi pija de su concha. A los 2 o 3 minutos, comenzó a jadear y luego a hacer unas respiraciones profundas, y siguió con su meter y sacar. Me dijo, “cuando vayas a acabar, avisame con tiempo, a ver si no hacemos una cagada y me quedo embarazada”. Poco después, comencé a sentir un cosquilleo y le dije que iba a acabar, se quito la pija de la concha y me siguió pajeando hasta que me hizo acabar en un pañuelo que sacó del bolsillo de mi pantalón.
Me estaba limpiando, cuando sentí pasos por la escalera de la fábrica. Nos metimos más al fondo para que nadie nos viera. Alguien andaba inspeccionando. Nosotros ni respirábamos. Cuando pasó el peligro, salimos sigilosamente hacia la calle y nos fuimos a dar una vuelta a la manzana. Al volver, mi tía le dijo a Martita que se iban a ir porque su padre tenía que trabajar al día siguiente. Les acompañé a tomar el autobús y cuando volvía, veo llegar al primo de mi padre con su familia, en la que estaba Mariquita, de mi edad, que estaba muy guapa. Tenía un culito redondito, pero pocas tetas (su madre era una tabla) y era mas bien feíta, pero muy divertida y dicharachera. Subieron a la casa y enseguida su madre y una de mis tías, empezaron a decir que bailáramos el twist, que nos salía muy bien. A Mariquita, hoy la veía un poco más linda ya que estaba en el día de mi debut y desvirgue y estaba muy entonado para apretar a las únicas con las que, según mi idea, podía revolcarme y tener sexo.
Bailamos un rato y nos fuimos, sin que nadie se diera cuenta, por la escalera de la fábrica al depósito. Apenas entrar, comencé a tocarle las tetas y acariciarle el vientre. Ella no quería, porque decía que si nos veían nos iban a cocinar a tortas. Le propuse escondernos donde estábamos antes con Martita y primero no quería, pero después accedió. Yo puse unas telas limpias que encontré en el piso, y nos sentamos. Nos empezamos a meter mano, yo más que ella, y le metí la mano debajo del corpiño. Me quedé un poco desilusionado, porque había poca mercancía; entonces ataque por la concha. Yo le ponía la mano encima de mi paquete, pero ella la quitaba enseguida. Me detuve y con gran cabreo le dije: “Pero vos sos boluda, siempre que bailamos nos estamos franeleando y sobando y ahora que tenemos la oportunidad te hacés la estrecha”. Me dijo que estaba asustada de que pudiera venir alguien y nos viera. Conseguí que me pajeara, metiéndome la mano por la bragueta y yo pajeándola a ella metiéndole el dedo en su coño. Nada más pude hacer, ya que ella, en un momento, se me zafó, se levantó y se fue.
Mis padres se fueron y yo me quedé en casa de mi tía porque habían acabado las clases y en tres días, toda la tropa nos íbamos de vacaciones. Al día siguiente, todos se habían ido a trabajar y mi prima Ana, después del desayuno, me preguntó: “¿Vos ayer a la tarde estuviste en el depósito con alguien?. Contesté que no había estado en el depósito a lo que me dijo “¿Y entonces estas bragas que estaban caídas en el depósito de quién son?. Me debo haber puesto como un tomate, porque Ana me dijo “nene, si te querés comer a la Martita, me lo decís y yo te cubro, pero no me mientas porque sino le tengo que dar las bragas al tío Juan y se va a armar, o crees que no me dí cuenta lo que estaba pasando en la pieza del tío Pepe?”. Me quedé de piedra.
A Martita dejé de verla como 15 años.
Un día, voy a la casa de mis primos y Ana me dice: “Te tengo preparada una sorpresa. ¿A que no sabés quien es esta persona?” y sale una señora del escritorio. Después de verla dije “la verdad que no me doy cuenta quién es” y enseguida sale mi tía. Ahí me dí cuenta que era Martita. Envejecida, escuálida y echa una piltrafa. Simulé alegrarme de verla, pero en realidad, con seguridad, la vida fácil la había llevado por el mal camino y así quedó.
Nunca más la volví a ver.
Y así, en Navidad hice mi debut sexual con mi prima Martita. ¡¡Que bien que estaba!!.
Ah !! a Mariquita nunca me la pude coger.
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SIGUE EN "Vacaciones Para Espabilar"
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