El descubrimiento del sexo
Historias de nuestra niñez que muchos recordarán……
Mi descubrimiento del sexo fue bastante precoz, cuando ni siquiera había tenido la regla por primera vez y la curiosidad ya me hacía sentir ciertas cosas que eran estimuladas por mis primos mayores.
Todo se fue desencadenando durante esos periodos de vacaciones en los que todos los primos nos juntábamos en la casa de nuestros abuelos, con nuestros padres. Era una casa muy grande en un pequeño pueblo de agricultores, de esas antiguas con muchas habitaciones y una parte trasera donde tenían animales, con un pajar y lugares para guardar las herramientas de labranza.
Para nosotros, era el sitio ideal para jugar niños de nuestras edades, que vivíamos en ciudades grandes, muy distintas a ese lugar. Para nuestros padres, era como volver al pasado y recordar esos tiempos en los que fueron felices viviendo allí, y todo esto que voy a contar fue pasando a lo largo de todos esos años en los que cuando mejor nos lo pasábamos era cuando coincidíamos todos a la vez en la casa de nuestros abuelos.
Yo era la más pequeña de todos los primos, de los que los dos mayores me sacaban 8 y 7 años. Luego tenía otros dos 4 años mayores. Mi prima mayor tenía 5 más que yo y su hermana 3 más y luego había otro primo casi de mi edad, con un año más.
Cuando estábamos todos los primos juntos, se proponían juegos, que a veces eran inocentes, pero al final, siempre acababan con algo sexual, como cuando nuestra prima mayor proponía a los chicos que se bajaran el pantalón, para que nosotras pudiéramos verles las pollas, compararlas y votar por la que más nos gustara. Nosotras podíamos tocarlas para ponérselas duras y así fue como desde muy pequeña pude ver a chicos desnudos y tocarles la polla.
Otras veces, los mayores solían apartarse para estar juntos y nos dejaban un poco de lado a los más pequeños, por lo que a veces eran reprendidos por nuestros padres, que les decían que jugáramos todos juntos.
Las veces en que eso sucedía, los mayores siempre querían jugar a juegos de cartas de picardías, en los que había que quitarse ropa, darse besos o hacerse preguntas atrevidas.
Como nos juntábamos todos en una de las habitaciones del piso de arriba en la que no éramos molestados por nuestros padres, podíamos hacer lo que quisiéramos y aunque al principio a los más pequeños no nos dejaban jugar a eso, podíamos ver como lo hacían.
Durante esos juegos, se hacían preguntas como:
—¿A qué edad te hiciste una paja por primera vez?
Uno de mis primos mayores contestó que a los 12 años y cuando otro de ellos dijo que a los 9 años, todos se echaron a reír, y le dijeron:
—Pero si no te saldría nada todavía…..
Y otro le preguntó:
—¿Con qué te hacías la paja?
—Con las tetas de mi madre cuando se duchaba.
—Es que las tiene muy grandes –comentaban entre ellos.
Mis primas mayores solo se reían, con la cara roja de vergüenza, esperando a que les hicieran preguntas a ellas, como:
—¿A qué edad te tocaron el coño por primera vez y quien fue?
Mi prima Sandra, dijo:
—Yo no contesto a eso, no lo puedo decir.
—¿Por qué? Sandra, todos tenemos que decir la verdad……
Los demás también empezaron a animarla:
—Venga, si no pasa nada, las demás tenemos que decirlo también. A mí fue el primo José, cuando tenía 10 años –dijo Natalia.
Todos nos quedamos mirando a nuestro primo mayor, que ya estaba todo rojo y para defenderse, le dijo a mi prima Natalia:
—Tú también me tocaste la polla a mí.
—¡Ala!, que guarra, –la dijo su hermana mayor, mientras todos nos reíamos, pero a Natalia le daba igual, aunque también se defendió.
—Tú sí que eres guarra, que te veía chupársela a papá en nuestro cuarto.
Yo escuchaba absorta esas conversaciones, porque allí salía de todo, pero no había mejor forma de aprender lo que era la vida y de comprender también las cosas que me iban pasando a mí, como cuando uno de los tíos siempre me tocaba el culo, cada vez que me pedía que le diera un beso.
Y al final consiguieron que Sandra lo dijera:
—Vale, fue mi padre cuando tenía 7 años. Pero fue jugando.
—Jaja, a mí también fue tu padre, cuando nos bañábamos en la piscina. Siempre iba detrás de mí para agarrarme y me ponía la mano entre las piernas —nos dijo Sonia.
—¿Qué edad tenías, Sonia?
—No me acuerdo, 8 ò 9, creo.
La prima que me seguía en edad dijo que había sido un compañero del Colegio y a mí empezaron a preguntarme también:
—¡Eh! No vale, yo no estoy jugando a eso —les dije.
—Pero seguro que te lo han tocado ya, ¿no nos lo dices?
—No, que me da vergüenza.
—¡Bah! Entonces es que eres pequeña todavía para jugar a esto –dijo uno de mis primos.
Ante eso, yo me sentía despreciada por ellos, pero como quería que me vieran como mayor ya, les pregunté:
—Si os lo digo, ¿me dejáis jugar con vosotros?
—Bueno, pero no nos digas mentiras.
—No, que fue verdad. Pasó en el parque, cuando jugaba con una amiga, un señor nos dio dinero para que nos dejáramos tocar.
—¿Y os dejasteis?
—Sí, mi amiga le dejó primero y luego me dijo que me dejara yo. El señor nos pasó el dedo por la rajita y lo metió un poco. A ella ya la habían tocado más veces, me dijo, pero sólo teníamos 8 años.
—Jaja, que peques, y os gustó ¿no? –Me preguntó mi primo mayor.
Yo muerta de vergüenza reconocí que si me había gustado, por lo que les convencí para que me dejaran jugar con ellos y también dejaron a mi primo más pequeño para que no se quedara solo y fuera a chivarse a los tíos, pero aun así, nos advirtieron:
—Está bien. La próxima vez podéis jugar vosotros también, pero tenéis que hacer lo que os toque ¡eh!
—Sí, vale.
En otras ocasiones, mis primas mayores se ponían a hablar entre ellas de chicos y de sexo y a mí me gustaba escucharlas, sin que a ellas les importara que yo estuviera allí.
Mi prima mayor ya no era virgen y cuando le contaba a Sonia como había sido su primera vez, le preguntó:
—¿Te dolió?
—Un poco, porque Michel tenía la polla grande, pero enseguida empezó a darme gusto.
—Es que Michel era mayor ya. Que suerte, a mí me gustan las pollas grandes.
—¿Cómo la de José?
—Si, jaja.
—¿A ti no te la quiso meter?
—Sí, pero eso fue el año pasado y yo tenía miedo y me fui.
—¡Bah! Haberte dejado. Yo ya follé con él y fue muy rico.
—¿Cuándo fue?
—La anterior vez que vinimos, me llevó al pajar.
—Allí le vi yo follar con Daniela una vez.
Daniela era una vecina de allí, que a veces jugaba con nosotros también y ella decía que era la novia de José, pero él sola la quería para follar, porque se conocían desde pequeños y habían empezado a hacerlo.
—Yo también los vi, porque sabía que iban allí a follar y estuve espiándolos. Ella se la chupó y luego le pidió que se la metiera por el culo, porque no tenían condón.
—Sí, Daniela me contó que le gustaba mucho por el culo, que se había acostumbrado.
Yo escuchaba muy atenta todo lo que decían y al oírlas, a mí me daban ganas también de estar con algún chico y de ser mayor para hacer esas cosas, pero mientras llegaba eso, me las arreglaba para experimentar con mi primo más pequeño Héctor, para que nos diéramos besos con lengua y para que me enseñara su pollita dura, para metérmela en la boca porque quería saber si era tan rico chuparla como decían mis primas mayores.
Como las niñas a esas edades, somos más espabiladas que los niños, él me hacía caso en todo lo que le mandaba y me dejaba hacer todo lo que quería con él. Fue la primera polla que chupé y aunque al principio me sabía raro, luego me fui aficionando y cuando más chupaba más me gustaba, porque empezaba a echar un líquido que me encantaba lamerlo, sentía que me volvía como borracha y a él le gustaba mucho también.
Una vez nos metimos desnudos en la cama y le mandé ponerse encima de mí, pero debido a nuestra inexperiencia no llegó a follarme, pero si nos rozamos y yo creo que allí tuve uno de mis primeros orgasmos, porque me mojé mucho.
Pero mi primo tenía la pollita pequeña y yo ya tenía ganas de otras más grandes. La casualidad quiso que en una ocasión en la que estaba jugando con mi primo en el pajar, yo se la estaba chupando y nos sorprendió uno de mis tíos, que hizo como si se enfadara mucho con nosotros, por lo que Héctor tuvo miedo y se marchó corriendo, quedándome yo sola con mi tío:
—Así que ya te gustan las pollas, ¡eh?
Yo no contestaba, pero él se acercaba a mí, hablándome cada vez más bajo y menos enfadado:
—¿Te gustaría chupar la mía como le hacías a tu primo?
Yo no me atrevía a decir nada, porque estaba muy asustada y tenía miedo de que se lo dijera a mis padres, pero él se sacó la polla del pantalón y yo no podía dejar de mirarla, de lo que él se dio cuenta, y me dijo:
—Menuda putita estás hecha ya. Tú nos saliste fina, jaja, bueno, saliste a la familia, que son todas así de calentorras. Tócala sin miedo, que te va a gustar.
Realmente yo sentía muchos deseos de tocarla y tenerla en mi mano. La polla de mi tío era muy grande, no tenía nada que ver con la de mi primo, y me tenía hipnotizada, por lo que mi tío se dio cuenta enseguida de que podría hacer lo que quisiera conmigo y acercó mi cabeza a su polla para que me la metiera en la boca.
Primero pasé mi lengua por su glande y luego me lo intenté meter en la boca, pero casi no me cabía, mientras mi tío me animaba:
—Así, muy bien, métela más dentro, que puedes.
Yo intentaba hacerlo, pero me ahogaba, lo que no pareció echar para atrás a mi tío, que empujaba para meterla todo lo que podía, hasta que vio que me daban arcadas y se conformó con que se la chupara pasándole la lengua y metiéndome solo el glande, lo que era muy rico para mí, porque me llenaba la boca y ahora él me dejaba hacerlo como yo quería, lo que fue suficiente para que él se corriera, llenándome la boca de su semen, que era la primera vez que lo veía y me extrañó verlo, sintiéndolo raro en mi boca, pero algo en mí, me llevaba a saborearlo, sabiendo que me iba a gustar eso.
Una vez que se corrió, se marchó de allí y me dejó sola, pero yo presentía que esa no iba a ser la última vez que hiciéramos eso. Yo no se lo había dicho a nadie, ni a mis primas y cuando estábamos con el resto de la familia, él me miraba de una forma que me ponía nerviosa y yo no sabía qué hacer, pero él me hacía señas para que nos fuéramos y si yo me iba, él salía detrás de mí a buscarme.
Me llevaba a alguna habitación y empezaba a tocarme. Él sabía cómo hacerlo, enseguida me mojaba y me excitaba tanto que le dejaba hacerme lo que quisiera, pero a la vez tenía miedo de que nos descubrieran, como así pasó una vez, en la que mi tía, su mujer, entró en la habitación buscándonos, extrañada porque no estuviéramos con los demás y al vernos, mi tío intentó disimular y ella le preguntó:
—¿Qué haces aquí con la niña?
—Nada, estaba enseñándole unas cosas….
—Ya…., ten cuidado, no quiero problemas con mi hermana.
Me di cuenta de que mi tía sabía lo que estaba haciendo allí conmigo y no dijo nada. Le dejó que continuara, así que después de eso, me relajé un poco y me quedé disfrutando de como mi tío me sobaba. Con su dedo estaba a punto de hacerme correr, mientras yo le masturbaba la polla también, pero no pude aguantar y me puse a chupársela, lo que me gustó más que la primera vez.
Mi tío se volvió a correr en mi boca y yo me tragué lo que pude y me limpié el resto, para que al salir no me notaran nada, pero mi tía se quedó mirándonos y luego a él, como pidiéndole explicaciones.
A mí me dio tanta vergüenza que no me quedé allí y me fui a la cama a dormir, porque era de noche ya.
Durante esas reuniones en las que estábamos toda la familia, nuestros tíos y abuelos solían ponernos en sus rodillas a los más pequeños y recuerdo que mi abuelo, que ya era bastante mayor, solía ponerme a mí casi siempre encima de él, quizás porque era la más pequeña, al igual que habría hecho con mis primas siendo menores, supongo que haciéndolas lo mismo que me hacía a mí, porque mientras estábamos todos sentados alrededor de la mesa, hablando o viendo la tele, yo notaba que él metía las manos por debajo de mi ropa y me acariciaba sin que le vieran los demás.
Para mí era muy placentero, porque sus manos recorrían todo mi cuerpo y cuando sus dedos acariciaban mi vagina, una excitación nueva para mí enrojecía mi cara y yo creo que alguna de mis primas mayores se daba cuenta de lo que pasaba, porque luego me preguntaban:
—¿Te estaba tocando el coñito el abuelo?
—¿Por qué lo sabes?
—Porque también nos lo hacía a nosotras cuando nos sentábamos encima de él.
—Sí, nos lo hacía a todas. A mí una vez, la abuela me puso una manta encima para que no vieran los demás como me tocaba —nos dijo Natalia riéndose.
—¿La abuela le deja hacernos eso?
—Claro, nadie le dice nada. Yo me acuerdo que una vez dormí con ellos, y la abuela me abría las piernas para que él me chupara el coño, y luego se ponían a follar entre ellos.
Antes dije que yo era la prima más pequeña, pero no es cierto del todo. Tenía otra prima de menos edad, pero estaba viviendo en Alemania, porque un tío mío se fue allí a trabajar y se casó con una alemana, y solo la vi una vez que vinieron en unas vacaciones.
Ellos dormían en una habitación que estaba comunicada con la que dormíamos Sonia y yo, con una claraboya en la pared, y como por la noche oíamos hablar y risas, Sonia y yo nos asomamos a la claraboya y pudimos ver a los tíos jugando con nuestra prima, todos desnudos, viendo también como ella y su madre le chupaban la polla a mi tío.
A Sonia no pareció sorprenderle mucho, pero a mí sí, porque era en una época en la que yo todavía no sabía mucho de esas cosas, pero fue una más de todas esas cosas que iban despertando mi sexualidad.
El caso es que a mi excito mucho eso y a mi prima también y empezamos a tocarnos mientras mirábamos, porque ella me estaba sujetando para que yo pudiera ver. Después vimos como la madre de nuestra prima Karen, la colocaba sobre la polla de su padre. Yo no me podía creer que se la pudiera meter, pero mi tía le echó una crema a la polla de mi tío y la colocó entre las piernas de su hija y vimos cómo se le iba metiendo poco a poco.
Y hasta Sonia se sorprendió de eso:
—¡Ala! Se la está metiendo……
—Seguro que ya se la metió más veces –dije yo, muy segura.
Nuestra prima empezó a moverse sobre su padre, gimiendo con la boca muy abierta, mientras su madre la decía:
—Qué rico, cariño, disfruta, goza de la polla de tu papá……
Mi prima debió de acabar corriéndose, porque se quedó tumbada sobre su padre, como desmayada, y al sacarle la polla, mi tía se puso a chupársela con mucha ganas, saboreándola toda.
Cuando terminaron, apagaron la luz y se durmieron, mientras mi prima Sonia y yo, nos juntamos en la misma cama para seguir tocándonos y masturbarnos una a la otra.
En esa casa, con todos allí, siempre estaba pasando algo, en la sala, todos reunidos, en las habitaciones o en cualquier lugar en el que nos juntáramos dos o tres. A mi edad, el sexo era lo que más me llamaba la atención y las situaciones que más me gustaba presenciar, así como oír las conversaciones de los demás, por lo que una vez que estaban solos mi tío, el de Alemania, con su hija y otro de mis tíos, hablaban entre ellos y yo me quedé escuchando sin que me vieran:
—Qué guapa tienes a la cría.
—Bueno, se parece a su madre y de ella ha sacado la belleza, jaja.
—Sí, está claro, pero aparte de eso, se la ve siempre con ese carácter tan alegre que la hace irresistible. Debéis pasar muy buenos momentos con ella.
—La verdad que sí. Inka no tiene problema en que disfrutemos con ella.
—¡Uufff! No me digas…., ¿le das polla ya?
—Sí. Algún juego sí que tenemos. A ella la encanta.
—Cómo me gustaría a mí algo así. El no tener niñas en casa, lo hace todo más aburrido, pero ya se me está poniendo dura solo de pensarlo.
Mi prima estaba encima de su padre, escuchándoles con atención, mientras mi otro tío les miraba con envidia, por lo que el padre de mi prima le dijo:
—Déjasela tú un poco para que juegue.
—¿El qué? ¿la verga, jaja?
—Sí, antes de que venga Inka, porque no le gusta que se suelte demasiado todavía y vaya por ahí buscándolas.
—Ya, claro, no quiere que coja mucho vicio, pero…., ¿es que ha tenido otras ya?
—La de su abuelo, el padre de Inka, y no sé si antes de mí, incluso…..
—Madre mía….., que vicio tenéis ahí. ¿De verdad puedo….?
—Claro, sácatela……
Mi tío se sacó la polla del pantalón y rápidamente, mi prima se la agarró con la mano, y él dijo:
—Que rica, mira como le gusta…..
—Ya te dije que le encantaba, jaja.
Mi tío empezó a acariciarla, metiendo la mano por debajo de su ropa, ayudándole su padre a desnudarla, y cuando la tuvo así, dijo:
—Qué cosa más rica, me la comería entera… ¿Nos metemos en la habitación?
—Sí, será mejor —dijo su padre.
Entraron en una de las habitaciones de la casa y ya no pude verles más, pero como me imaginaba lo que pasaría allí dentro, me puse a escuchar detrás de la puerta…..:
—Aquí podremos disfrutar de ella tranquilos —dijo el padre de mi prima.
—¡Ah! ¿Tú también te vas a sacar la polla? —escuché a mi otro tío.
—Sí, que juegue con las dos.
Yo no podía ver lo que hacían, pero por momentos solo oía gemidos y exclamaciones de mis tíos:
—¡Qué coño más rico tiene! Si yo la tuviera en casa, estaría todo el día comiéndoselo……
—Pues sí, además, como a mi mujer no le importa, imagínate……, también la tengo a ella siempre comiéndome la polla.
—¡Buufff! No puedo más. Vamos a follarla ya.
—Empieza tú por el coño, que luego se la meto yo por el culo.
—¿Por los dos lados ya le entran….?
—Sí, de maravilla.
—¡Dios…! No me lo puedo creer….
A partir de ese momento, sólo escuché a mi prima gemir y gritar y el grito final de mis tíos cuando debieron de correrse, así que me fui de allí para que no me descubrieran.
Algunas veces, venía también mi tía Cristina con Tomás, mi primo, que su papá se había muerto en un accidente cuando él era pequeño, pero mi tía no le dejaba estar mucho con nosotros. Yo no sabía por qué, pero mi prima Sonia, que tenía más picardía que yo, me llevó una noche a una de las habitaciones que comunicaba con la que dormían Cristina y su hijo, al que siempre quería llevarle a la cama, cuando se iba ella, sin que le dejara seguir jugando con los demás.
—Vamos a espiarles —me dijo Sonia.
A mi prima parecía que le gustaba mucho eso de ver lo que hacían los demás y por eso, había visto muchas cosas, y algunas me las contaba a mí.
Nos pusimos las dos a mirar por esa ventana que tenían todas las habitaciones interiores, para que les llegara la luz, y que estaban tapadas con una cortina, pero asomándose a ella, podíamos ver todo, y lo que vimos, a mí me volvió a sorprender mucho, pero Sonia ya lo había visto otros días.
Vimos a mí tía con un camisón corto y un tanga puesto para meterse en la cama y mi primo estaba con una camiseta y el calzoncillo y se metió en la cama con su madre poniéndose detrás de ella abrazándola. Al poco rato se bajó el calzón y empezó a frotarle con la polla el culo de mi tía, que se apartaba el tanga para sentirlo mejor, mientras le decía:
—¡Ay, granuja! ¿Ya quieres meterla?
Mi primo Tomás empezó a follar a su madre. Veíamos cómo se movía, hasta que notamos que se corría, al quedarse quieto gimiendo de gusto, pero su madre le pedía más:
—Sigue, cariño, sigue dándome……
Vimos que nuestro primo Tomás la tenía todavía dura. Se cambió de posición poniéndose encima de su madre y se puso a follarla otra vez, haciéndola gemir más esta vez hasta que al rato se corrió también. Al acabar, le dio un beso a su hijo en la boca y le dijo:
—¡Ala! A dormir ya tranquilo, cariño.
Nosotras nos quedamos muy excitadas viendo eso y empezamos a besarnos con la lengua, tocándonos el coño una a la otra y masturbándonos hasta que nos corrimos también y pudimos dormir.
A veces, a mis primos mayores les invitaban a alguna fiesta de cumpleaños de amigos de ellos, a las que iban mis primas, pero yo, al ser la más pequeña, mi madre me decía que eran chicos mayores y que no tenía edad todavía para ir, pero yo tenía mucha curiosidad por saber lo que hacían allí y mi prima mayor me dijo una vez que al final acababan follando todos, y yo le preguntaba:
— ¿Las pequeñas también?
—A las más pequeñas las ponen a mamar…..
Y así fue como durante esos años fui descubriendo el sexo, de la mejor forma que se puede aprender, que es practicándolo y experimentando todas esas sensaciones que luego nos acompañarán durante toda nuestra vida y serán determinantes para que sea más o menos feliz y satisfactoria.
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