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Incestos en Familia

El diario de Papá: La cueva

Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lawyer236.
Diario de Papá: La cueva.

Lo que voy a contar no es la verdad, pero tampoco es una mentira, es una mezcla mitad memoria y mitad imaginación.
Las cosas más irreales pueden parecer la parte mentirosa, como que una niña me adoptó como su padre; las cosas más sensatas como que mi ex esposa nunca volvió a hablarme después de encontrarme en la cama con mi hija, debería ser verdad, pero no lo es.
No podrán saber lo que es verdad y lo que es mentira, pero sabrán cuanto placer y dolor hay en mi vida.

Esta historia inicia con mi esposa encontrándome en la cama con mi hija de 14 años.
Que idiota, me dormí y ella no me despertó.
Un psicólogo me dijo que ella me dejó dormir para que nos encontraran, pero la verdad es que ella estaba viendo el video que grabó y que yo siempre borraba después de nuestros encuentros.

Mi esposa gritó y me golpeó con uno de sus zapatos y a mi hija la abofeteó.
Ella sabía perfectamente que no la había violado y que era algo especial para nosotros.
Lo sabía desde hace mucho y ese momento fue únicamente el momento en que ya no pudo evadirlo.
Amenazó con llamar a la policía y meterme a la cárcel.
Lo hubiera hecho y yo habría muerto a golpes en una celda por pedófilo, pero mi hija le dijo que de hacer eso ella se cortaría las venas.

Mi esposa había dejado de amarme hace mucho, posiblemente porque nunca entendió como nos amábamos mi hija y yo.
Ese día por fin encontró el coraje para dejarme, pero no se iría sola.
Ella prometió no denunciarme solo si nuestra hija se iba con ella a los Estados Unidos donde viven sus hermanos.
Esa noche salieron de mi vida, separado por millones de kilómetros.
Hasta que ella cumpla 21 años no podremos estar juntos.

La verdad es que traté de suicidarme, o mejor dicho lo pensé.
A las 2 de la tarde mi hijita me había dicho “Te amo papi soy toda tuya” ofreciéndome sus pechos aun inmaduros, y 12 horas después estaba solo en una casa vacía pensando en matarme.
No lo hice por aferrarme al hecho de que en unos años la volvería a ver.
De saber lo que ahora sé, quizás hubiera saltado por la ventana.

Durante casi 20 días estuve como muerto, comía, trabajaba y dormía solo por inercia.
En el trabajo les dije la verdad, mi esposa me había abandonado y se había llevado a mi hija, así que lo comprendieron, y no hicieron más preguntas.
No era muy cercano a ellos ni a nadie.
Desde que nació mi vida había sido mi hermosa hija, y más desde que descubrimos que nuestro amor no entendía de límites.
Así que sin amigos ni familia cercana, estaba sólo.
Mi casa era un mausoleo donde un cadáver se movía.
Eso hasta el día 21.

– Si tú eres mi papá, yo prometo ser tu hija – me dijo una niña al abrir la puerta un sábado a las 6 de la tarde.

– ¿Qué? – Fue lo único que alcancé a balbucear antes de que ella entrara a mi casa.

– Soy Laura, era amiga de su hija.
Ella me dijo que viniera a verlo si todo se podía mal –
– ¿Eres amiga de mi hija? Ella ya no vive aquí –
– Ya lo sé.
Se todo.
Sé que ustedes dos tenían sexo – Dijo de la forma más natural.
Yo debí poner una cara de pánico porque ella continuó – Cierre la puesta y no se asuste.
Le contaré todo.
–

Nos sentamos en la sala, ella en el sofá y yo en el sillón frente a ella, lo más lejos de ella que pude.
Era una niña bajita como de 1.
50 cm, no era muy delgada y su cuerpo no tenía ninguna forma de mujer, parecía apenas estar dando ese estirón que hace más altas a las niñas que a los niños un tiempo.
Morena en jeans, con una playera estampada en azul, muchas pulseras de plástico y una mochila.
Su cabello negro iba suelto y le llegaba hasta la mitad de la espalda.
Sus ojos y orejas eran grandes y su boca pequeña y llena de dientes blancos.

– Sé que ustedes dos tenían sexo porque ella me lo contó, y ella me lo contó por que descubrió que yo también lo hacía con mi papá – Dijo mirándose sus tenis blancos – Ella me vio despedirme de mi papá varias veces y dice que así lo notó, yo no sé qué vio, pero lo supo.
Hace unos meses cuando mi papá se fue yo estuve llorando detrás de los talleres de la escuela, ella fue y me consoló, yo no paraba de llorar y le dije que ella no entendía por lo que estoy pasando.
Ella me dijo “yo lo hago con mi papá cada vez que puedo.
Los martes que mi mamá va a visitar a la abuela, estoy desesperada por que llegue mi papá para poder estar con él sin prisas y meternos desnudos a mi cama.
Tenemos un amor especial ¿Tú tenías algo así con tu papi verdad?” Le dije que sí y desde entonces nos hicimos amigas.

Yo estaba en shock al saber que una niña conocía mi más oscuro secreto.
Pero no parecía querer amenazarme, lo cierto es que era una historia triste para ella.

– Estuve en contacto con ella estos días, me contó lo que pasó y me dijo que si las cosas se ponían muy mal para mí que viniera a verlos y le pidiera ayuda y que yo le ayudara a usted.
Ayúdeme por favor – En ese momento lágrimas empezaron a bailar en sus grandes ojos negros.

– ¿Qué te pasó? – pregunté.

– Mamá está enganchada otra vez – Dijo ella después de respirar profundo – Está muy mal, me pegó.
– Se levantó la manga de la playera y mostró un par de líneas moradas.
– Ella le hace a la piedra, y justo ahora está muy mal.
Mi papá está en la cárcel, va a pasar 30 años ahí, por posesión de drogas y armas.
El dejó mucho dinero, pero mi mamá se puso como loca a consumir, fumaba todo el tiempo, Ayer en la noche se durmió y no ha despertado.
Creo que ya no va a despertar.
Hablé a la ambulancia tome mi mochila y salí corriendo para acá.
No creo que despierte –

Era una narración tan compleja y dramática que no sabía que decir, lo único que atiné a decir después de mucho tiempo fue

– ¿Que traes en la mochila? – pregunté para ganar tiempo y poder digerir lo que pasaba.
Ella con naturalidad abrió los dos grandes cierres y empezó a acomodar el contenido en el sofá a la vez que lo nombraba.

– Traigo mis papeles en este sobre, acta de nacimiento y mis boletas de la escuela y otros papeles que encontré del doctor y el acta de matrimonio de mis papás y papeles que se veían importantes.
Un poco de ropa, pantalones y mi uniforme, ropa interior y unas playeras, mi lap y mi Tablet, mis zapatos, mis lentes de repuesto, unas fotos y una bolsita con unos juguetes, mi perfume y esto.
– Al pronunciar la última palabra volteó la mochila y el resto de su contenido se esparció por el sofá y el suelo.

Billetes, muchos billetes, todo quedó tapizado con billetes de todas denominaciones, ella no dejó de sacudir la mochila hasta que el último salió perezoso y flotando se acurrucó entre sus pies.

– No quiero regresar.
Esto es parte de lo que dejó mi papá, ayúdeme y es suyo – Ella empezó a llorar de nuevo.

El verla llorar me hizo reaccionar, pasé sobre el dinero desperdigado, me senté a su lado y la abracé.
Sentí su cuerpo estremecerse en mi pecho por el llanto, sus lagrimas mojando mi camisa y su dulce olor de niña envolverme.

– No te preocupes, todo estará bien.
– la abracé y bese su cabeza hasta que se calmó varios minutos después.
Por fin dicho el guion que había preparado y de seguro ensayado, y realizado el acto final de los billetes, ella se quedó sin saber qué decir y me tocaba a mí hacer el siguiente movimiento.
– Vamos a recoger tu dinero.
Lleva tus cosas al cuarto de mi hija y mientras yo pediré una pizza ¿De qué te gusta la pizza? –

Imagino que no se concentrarán en lo importante hasta que aclare lo del dinero.
Obviamente su padre, quien fue condenado a 47 años de prisión, guardaba mucho dinero en efectivo.
Ella traía poco más de cien mil pesos, que si bien es una fortuna para un niño, no era una cantidad tan descomunal ni que me ocasionará un trastorno.
No soy millonario pero soy un profesionista trabajador y ahorrativo, no era la primera vez que veía esa cantidad en efectivo.
Laura se quedó muy tranquila cuando guardamos el dinero en mi caja fuerte (una muy pequeña, como la que hay en los hoteles) y pudo ver que yo también contaba con efectivo en ella.
Le dejé claro que ese era su dinero y yo la ayudaría sin que eso fuera un factor.

– La verdad lo planeamos entre las dos.
Se suponía que ella estaría aquí y me ayudaría a convencerlo de que me dejara quedarme – me contaba mientras comíamos pizza – Su mamá le quitó el cel y la vigila, pero pudo mandarme un mensaje diciéndome que viniera, que yo estaba sola y usted estaría triste y sólo.

– Me cuesta trabajo creer que mi hija te contara de lo nuestro – Pasaba por mi mente que podría ser una trampa de mi ex o algo así.

– Guarda los juguetes sexuales en la vieja caja de la computadora, el favorito de ella son las esposas, a usted le gusta el verde.
Ella empezó con las pinzas en secreto para masturbarse mientras usted no estaba, y luego se lo mostró y a usted…
– Ya, ya me quedó claro que eres su amiga y hablaban mucho de lo que le gustaba.

– A decir verdad no hablábamos tanto de eso como cree.
Hablamos de la escuela, de la tele y cosas así también.
En su último mensaje me dijo que le dijera algo.

– ¿Que? –

– “No estés solo en la cueva osito” Eso me puso en el mensaje ¿Lo entiendes? –

– Sí, ella era un conejito y yo un oso.
El conejito y el oso vivían juntos y felices en su cueva, y sin importar que pasara afuera, ellos siempre estaban felices en su cuevita.
Nuestra cueva era debajo de las cobijas cuando nos acostábamos.

– ¿Quieres que sea tu conejito? –

– Yo y cualquiera estaría feliz de que fueras su conejito.
Pero lo importante no es eso, sino que yo no soy tú oso.
Y no tienes que hacer nada, eres amiga de mi hija y estas en problemas.
Pasa aquí la noche y veremos mañana que hacer.
Y no te preocupes, puedes dormir en el cuarto de mi hija.
Solo te pido un favor.

– ¿Cuál? –

– Por ningún motivo te vayas sin avisarme, sería muy peligroso ¿entiendes? –

– Si –

Platicamos hasta las 12 de la noche y le dije que se fuera a la cama.
Yo hice lo mismo.
Creí que tendría insomnio como las anteriores noches, pero al contrario dormí profundamente y muy rápido.
Quizá el sentirme útil y necesitado otra vez le había dado sentido a mi existencia.

En la noche me despertó algo familiar, era un cuerpo pequeño y frio entrando a mi cama.

– ¿Qué haces? ¿Estás bien? – dije entre dormido mientras el pequeño cuerpo se pegaba a mí.
Ella estiró su cara y me besó en la boca, yo retiré la cara con suavidad.
Iba a decirle que no debía hacer esto pero se me adelantó.

– Tengo miedo y estoy sola.
Déjame entrar a la cueva osito.
No soy el conejito, pero soy un gatito perdido y que tiene frió.
– Dijo apenas en susurros y con lágrimas en sus ojos.

La besé en los labios con suavidad y se abrieron para mí, nuestras lenguas se conocieron y ella succionó la mía.
Bajó su mano a mi entre pierna y sintió como mi verga iba creciendo.
Yo bajé mi mano por su espalda, ella llevaba una camiseta y nada más, a la mañana siguiente encontré sus pantis a los pies de la cama, se los había quitado justo antes de subir.

Pasé mi mano por sus nalgas tersas y perfectas, suaves y tibias.
Aventuré la punta de mis dedos por su culito diminuto.
Ella dio un pequeño respingo, pero siguió besándome.
Después ´pasé mis dedos pos su vagina ya húmeda.
Al pasar mis dedos varias veces sobre sus labios vaginales ella empezó a gemir.
En un momento ella dijo algo que no entendí.
Me detuve y le presté atención.

– No soy virgen.
Por ningún lado soy virgen.
–

– Eso no me importa.
Eres mi gatito y esta es tu cueva, aquí nada de afuera, el pasado o el futuro importa – Le dije mientras la ponía de espaldas y separaba sus muslos con delicadeza, una vez que su sexo quedó expuesto, introduje uno de mis dedos lentamente hasta el fondo.
Oh Dios que caliente estaba ahí dentro.

– Empecé a penetrarla con mi dedo de forma lenta pero fuerte y profundo.
El resto de mi mano se estrellaba contra su clítoris.
Ella jadeaba y saltaba cuando mi dedo llegaba a lo más hondo.
Hice que mi dedo girara dentro suyo y los gemidos pasaron a gritos entre cortados.
Con la boca abierta y jadeante me pidió más.
En la siguiente embestida introduje otro dedo.
Ella gritó, puso sus manos en mi muñeca y sentí como todos sus jugos se desparramaban por sus nalgas y empapaban el colchón, su ano palpitaba feroz mente como reclamando una parte del botín.
Yo saqué mis dedos empapados y los chupé ruidosamente frente a ella y luego la besé.
Ella me besó con pasión y felicidad.

Cuando recuperó la respiración, separó un poco los labios y preguntó

– ¿Y tú? – Le iba a decir que yo estaba bien y no se preocupara pero me di cuenta de lo que ella necesitaba.

Baje mi trusa y dejé libre mi verga que estaba erecta y brillante.
Le separé las piernas y me puse sobre ella, pero no para penetrarla, empecé a masturbarme mientras contemplaba su cuerpo desnudo y brillante por el sudor de su reciente orgasmo.
Con un ronco gemido eyaculé en su vientre y en su sexo.
Me deje caer junto a ella y vi sus dientes blanco, como pequeño soldados formando una sonrisa.
Ella tocaba y esparcía mi semen por todo su cuerpo.
Esa noche ambos pudimos dormir tranquilos, después de una noche muy profunda ambos encontrábamos algo de luz y calor.

La mejor cura para la soledad es otro solitario, dos pequeñas llamas que se necesitan la una a la otra para mantenerse ardiendo.
En esa cueva hecha de nuestros temores y esperanzas inició nuestra historia.

Si hay suficientes comentarios continuaré con este proyecto.
Suerte a todos.

7232 Lecturas/1 octubre, 2018/0 Comentarios/por sexosintabues
Etiquetas: amiga, amigos, hija, semen, sexo
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