El Estigma.- CAPÍTULO 2º
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
El Encuentro
Víctor apura los restos del frío café y mira su reloj.
Ya hace dos horas desde que llamó a Elena.
Pide una aspirina para sus migrañas.
A su lado, un comandante con alianza en su dedo anular, atrapa hacia si a una azafata dándola un beso en la boca.
Ambos sonríen felices.
Los amores furtivos, la sal de la tierra piensa Víctor, mientras toma la pastilla con un poco de agua.
Se levanta del taburete de la barra del bar.
Mete las manos dentro de los bolsillos de su vaquero por debajo de los faldones de la chaqueta y mira sus negros zapatos.
Empezaba a pensar que Elena no vendría.
Se dirige al amplio ventanal observando desde allí el tráfico, a través del aeropuerto, sus pistas de despegue y aterrizaje.
Elena cuando llego y lo vio, su cara se endureció.
No pudo evitarlo.
Una profunda rabia y amargura, casi olvidada, casi perdida entre los pliegues del cerebro, brotó ante su mera presencia.
Se sentó en un butacón de la sala y se puso a observarlo mientras se preguntaba: ¿quién era?, si su hermano o el loco que la violó.
Poco a poco, a medida que le observaba, sus fracciones se fueron relajando.
Los gestos, los tics que veía le recordaban agradables momentos y actuaban como balsámicos para sus dolidos sentimientos.
Una imperceptible sonrisa se le dibujó en la cara al observarle tomar la aspirina, estás tenso pensó.
Al verle que se alejaba, dio un profundo suspiro y se fue hacia él.
Hola Víctor –dijo Elena con voz cansina mientras esperaba que se diera la vuelta.
Su hermano se giró y durante unos instantes, se quedo quieto observando a su hermana.
¡Dios mío que hermosa era!, pensó en silencio.
Se había teñido el pelo de negro azabache que la caía suelto sobre su perfecto óvalo; los ojos con ligerísimas patas de gallo, ahora fríos, seguían hermosos.
Su piel tibiamente oscurecida por el sol, seguía desprendiendo esa aroma que tanto añoraba.
Sus senos habían crecido hasta hacerse hermosos, ligeramente caídos; pero seguía teniendo ese cuerpo de vicio que tanto recordaba.
Incomprensiblemente el bello se le erizó.
Hola Elena.
¿Cómo estás?
Contesto Víctor, mostrando una forzada sonrisa e intentando controlar su voz para mitigar su estado de ansiedad.
Elena le miró pero no le contestó.
Se acerca para besarla en la mejilla, pero ella gira la cabeza.
Continua pero su intento falla.
Se sonroja y traga saliva.
Perdona que te haya despertado, pero no pensé que todavía vivieras en casa –fue su apurada respuesta.
No te mereces que me deje besar, lo sabes, ¿verdad? –contestó Elena sin preocuparse de su excusa.
Lo siento, simplemente me he dejado llevar por mis sentimientos -contesto afligido
Ah, ahora tienes sentimientos, pues yo también tengo los míos.
Sí no te importa, coge las cosas y vámonos.
Víctor se cayó, acarreaba el trolley con las maletas detrás de Elena en dirección al aparcamiento.
Sólo el retumbe de los tacones de Elena se oía en los silenciosos pasillo del aeropuerto.
El movimiento de sus piernas provocaba oscilaciones de su faldita.
Víctor durante unos instantes observó hechizado ese duro culo pero desvió su mirada.
Se sentía culpable de tener esos pensamientos.
Elena también se sentía culpable, no sabía como no podía odiar a su hermano.
Pero que guapo está el cabrón con esos ojos tan tristes, se decía.
Un silbido de admiración soltó Víctor al ver el coche de su hermana, un BMW X7.
Veo que las cosas te van de lujo, cuanto me alegro.
Elena, se sintió halagada por la admiración de su hermano, pero inmediatamente pensó, me esta adulando, intenta contentarme, controla tus sentimientos.
Las maletas fueron introducidas en el coche.
Una pesada bolsa de plástico llena de libros, se rompió desparramándoselos dentro del coche.
Uno de ellos atrajo la atención de Elena, tenía en la portada una litografía del Ponte Vecchio de Florencia.
Era el primer libro que había editado ella, curioso que tenga uno mi hermano y eso sí, hondamente lo agradeció.
Lo cogió y lo ojeó, tuvo una sensación extraña pero no supo la razón.
Ambos hermanos se agacharon para coger un maletín.
Ambas manos se rozaron en torno al asa.
Se cruzaron las miradas a escasos centímetros.
Elena sintió el efluvio de su colonia.
Recordó que era la que siempre ella le regalaba.
Notó como su mirada se deslizaba desde sus ojos a su boca y se estremeció.
Y entonces, sorpresivamente, Elenal susurró aloído de su hermano: "Bésalos".
Víctor obedeció y suavemente sus labios por breves instantes se juntaron.
"¿Me habrá perdonado?" pensaba él aliviado; pero como supiera sus pensamientos, ella soltó.
No te he perdonado, ni por supuesto lo he olvidado, vivo con ello –y añadió-.
Nunca has comprendido y nunca me has entendido, pero bueno, espero alegrarme de que estés aquí.
En el camino, Elena, le relato que tenía una hija; que vivió con un amigo, pero que hacía unos años lo habían dejado.
No lo aguantaba.
Así que retornó a casa con su hija, y que efectivamente le iba muy bien, después de terminar filología e historia, sus objetivos se iban cumpliendo.
Pues yo.
-empezó Víctor, y cuando acabó.
Elena se sincero -se casi toda tu vida, Víctor; papá y mama me informaban de tus triunfos y de tus fracasos (remarcando lo de los fracasos).
El apartamento se vislumbró a lo lejos, su hermana aparcó cerca de él.
Víctor a través de la ventanilla del coche levanto la vista en busca de las ventanas del apartamento.
Lo compró como inversión en una ocasión que vino en un viaje de negocios; luego dijo a sus padres que compraran una cama y cuatro cosas más, pero esta iba a ser la primera vez que lo habitara.
Ella iba la primera, con soltura, como si conociera el camino; abrió y entro.
Para sorpresa de Víctor estaba amueblado, con libros por todas partes, apuntes, carpetas, y al acercarse a coger una carpeta notó ese inconfundible olor, no lo tocó sabia quien era la intrusa.
Elena desapareció volviendo al rato con una botella de chivas regal 12 años y dos vasos; se quito la chaqueta, tiró los zapatos poniéndose cómoda en un sofá y le ofreció un vaso mientras le dice:
Anda deja de mirarme, que quiero hablarte.
Si claro, lo supongo –contesta aceptando el vaso.
Se sentó en un extremo del sofá enfrente de ella, y al tocarlo se dio cuenta que era el viejo sofá donde la sodomizó, y un sopor frió le subió por la espalda.
Elena se percato de su gesto mientras se sentaba y recogía las piernas debajo de su culo; pero no dijo nada.
Tomo un largo sorbo y suspiró.
Por cada uno de los poros de su cuerpo emanaba pura sensualidad.
Mirando alrededor dijo.
Vengo con cierta frecuencia, para leer, estudiar, trabajar, pensar y a veces, si me gusta algún tío para follármelo.
No te preocupes, por mí podrás seguir haciéndolo -replicó Víctor, sin pensarlo.
Con muesca de dolor, clavo sus ojos en él con furia contenida, tomo un largo trago y tras un profundo suspiro empezó a hablar:
Cuando esta noche sonó el teléfono y lo descolgué y oí tu voz, me quedé petrificada, volvías de la ultratumba en plena noche y sin estar preparada.
Todos los recuerdos ya olvidados volvían a resurgir a borbotones sobre mi mente, pero han pasado tantos años y he jodido a tantos tíos, en todos los sentidos, y sí, también a tías para llegar a donde estoy; que ya estoy curtida en todo.
El cerebro me ordenaba, simplemente, colgarte, pero reconozco que este es tu apartamento y como ves lo he estado usando y hay muchos recuerdos que salvaguardar –y tras una pausa-.
Además sé desde hace tiempo que fuisteis tú quien le dio el dinero a papá para que pudiera abrir mi primera librería.
Por eso, y solo por eso, decidí venir a buscarte, y -mirándole serenamente a los ojos- porque me debes una explicación.
Comprendo, me alegro que seas feliz con tus hijos y con tu vida, que el mundo te sonría, siempre supe que triunfarías en lo que te propusieras -tras una pausa y mirando el vaso, continuó -.
Respecto a aquello, siempre lo he sentido, estaba borracho, obcecado y no se que me pasó, pero te pido que me perdones.
(Se había preparado para parecer lo más frío e impersonal posible, no quería que supiera la simple razón que siempre había estado enamorado de ella).
¿Qué no sabes qué paso? ¡Y una mierda! -le chillo y ahora con voz acalorada-.
Aquella noche sobre este sofá, no me dolió que me desgarraras mi culo, sigue igual a como lo dejaste, si no que me desgarraste el corazón, con tus putas y frías embestidas, me lo jodiste.
Y aún con más excitación siguió.
Cabrón de mierda, no necesito tu compasión ¿Qué te perdone? ¿Es eso todo lo que sabes decirme? -y con furor en sus ojos le pregunto-.
¿Soy una puta, Víctor?.
Víctor, se sobresaltó, miró un instante esas lascivas piernas, ese cálido busto y esa sexual boca, y finalmente respondió –
Si eres una puta o no, no es asunto mío, pero si lo fueras y no fueras mi hermana, pagaría por sentir ese cuerpo junto al mi.
Y reprimiéndose, con voz más calmada, ella volvió a preguntar.
¿Soy tu puta hermana, Víctor?
Ah, ya comprendo, joder, aquello fue una simple tontería, estaba obseso por verte con Ana morreando.
Aquello no se lo esperaba Elena, nunca se hubiera imaginado que sus juegos con Ana los conociera su hermano, pero ella continuó.
Ah, eso te jodió, pase de, mi putita hermana, a puta hermana; de coto privado a uso pública, y por eso te vengaste, ¿verdad?
Ahora el asombrado era él, ¿cómo sabía lo de mi putita hermana?, la observo en silencio, pero su contestación fue escueta.
A eso no te contesto.
Elena dolorida se levanto, y con ojos enrojecidos, exclamo.
Me maldigo por haber venido, por haberte besado, y jamás te devolveré tu dinero, es el justo pago de tu sodomía.
Elena busco sus zapatos.
Su visión era borrosa por las lágrimas que trataba que no salieran de sus ojos.
Víctor la miraba nervioso, inseguro.
Elena cogió la chaqueta para marcharse y le hecho una última mirada con desprecio.
Víctor finalmente se decidió y cogiéndola por el regazo, para evitar que se fuera, la dijo:
Espera, Elena, si hay una explicación –cogió un cigarro y lo encendió, miro el vaso y apuro su contenido, se meció el pelo una y dos veces, y finalmente empezó-.
Cuando tenías trece años y yo dieciséis, no sé si por haber leído, "La Lolita" de Nobokov, o porque estaba predestinado a ello, empecé a observarte con otros ojos, con otros sentimientos.
Disfrutaba tenerte a mi vista, olerte y sentirse; deslizar mis dedos por tu piel me daba escalofríos de gozo, eras mi nínfula, la nínfula de tu degenerado hermano.
Breve silencio para observarla, y prosiguió
Pero a diferencia del pederasta de la novela, según tu cuerpo se formaba, y tu mente maduraba; mis angustias, mis necesidades aumentaban.
Te necesitaba y en mi cama me pajeaba imaginando tu cuerpo a mi lado y susurrándote "mi putita hermana", pero fuera tenía pavor a que me descubrieras mis sentimientos.
No se cómo lo supiste.
Me habitué a ello, convivía con ello.
Cierto que conocía a algunas tías y disfrutaba, y con algunas fue especial como con Ana lo que me daba esperanzas de poder superar ese aberrante sentimiento hacia ti.
Pero volvió con una fuerza sofocante cuando te vi en el garaje con Ana, y aquella noche cuando me despreciaste, simplemente me volví loco, por eso tuve que huir.
Me daba miedo que te pudiera hacerte más daño y necesitaba alejarme de ti, olvidarte.
(Ahora mentía) son locuras de juventud, al poco tiempo lo superé y volví a ser feliz, aunque siempre tendré la amargura de haberte hecho daño.
Un largo silencio siguió, roto por la voz serena de Elena.
Siempre lo supe, Víctor; desde muy pequeña y me sentía feliz, profundamente feliz, pero aquella noche sobre este sofá me hiciste mucho daño, y ya no supe si, mi putita hermana, era un sentimiento o un desprecio hacia mí.
Acercándose ahora a él y acariciándole el cabello, le dijo:
Nunca pensé en contarte esto, pero yo, también estaba enamorada de ti y solo Ana lo descubrió, tu no te enterabas y eso me consumía, ¿cuántas veces me insinué, cuántas veces me apretujé a ti, cuantas veces buscaba al besarte tocar tus labios con los míos? Pero nunca reaccionaste.
La miró asombrado, atónico, mientras pensaba, "¡Mi hermana también!, por Dios que inmenso error cometí, tenía que haberme ido antes".
Y Elena, siguió
Por las noches cuando hablabas por teléfono con Ana, descolgaba yo también el mío, tumbada en el suelo para no hacer ruido y mientras tú cálida voz la susurraba golfadas y la excitaba, yo las oía como si fueran para mi.
Tus ordenes controlaban mi mano sobre mi cuerpo, acariciaban mis pechos, los manoseaba, los estrujaba a cada exigencia tuya; deslizaba lentamente mis dedos humedecidos sobre mi excitada piel, hasta llegar a mis labios vaginales, y mientras me pellizcaba mis duros pezones, suavemente me acariciaba mi clítoris al ritmo que imponías.
Cuando tu cama crujía y tu respiración se aceleraba, yo tenía mi maravilloso orgasmo.
Elena se levanta, Se echa un whisky y toma un sorbo.
Su vista parece lejana, ausente, y abatida como si el recuerdo le doliera.
Volvió a mirarle y finalmente continúa:
Eras mi razón para respirar, Víctor; más de una vez estuve tentada de decirte " fóllame a mí"; necesita sentirte y amarte.
Por eso nos vistes aquella noche a Ana y a mí.
Siempre nos hemos querido, incluso creo que estaba enamorada de los dos.
Ya había tenido una relación erótica con ella, fue una vez en el cine.
La coincidencia fue que estaba Ana morreando, y a tres filas estaba yo con un tío, nos vimos y nos sonreímos.
Al principio la veía como era acariciada, mordisqueada y besada; yo me dejaba hacer lo mismo, pero me calenté y la olvide.
Pero Ana se presento balbuceando algo a mi oído, y al mirar lo entendí, sobre la comisura de sus labios se desprendían dos hilitos blancuzcos.
Nos dimos un beso apasionado, con mis labios atrape los suyos y al abrir nuestras bocas, mi sedienta lengua penetro en su boca en busca de la maravillosa leche y no quedó satisfecha hasta que toda la carga me la traspasó.
Nuevo silencio de Elena, nuevo sorbo de licor, un cigarrillo que enciende y de nuevo a tomar la palabra
Me fui mientras lo saboreaba y sentía su textura, su salado y cálido sabor.
Paladee ese intenso sabor, no me lo quería tragar quería sentir todos los aromas que desprendía, y mientras mis sentidos se agudizaban, sentí un maravilloso escalofrío por todo mi cuerpo.
Me estaba corriendo, tenía un orgasmo.
(Ahora Elena le miraba con toda su ternura) Era, Víctor, tu semen que por una vez lo tenía dentro de mí e hizo que me corriera…que eyaculara.
Así fue como empezó mi fama;¿cómo me llamaste?; ah sí, bollera.
Bollera para unos y calienta pollas para otros.
Sabes no podía follarme a mis amigos, tenía terror que me volviera a pasar que cuando alguien me penetraba y llegaban mis salvajes orgasmos, le suplicara, " Víctor, mi amor, arrásame".
Ese era mi profundo secreto que solo Ana conocía y comprendía y por eso me dejaba atar, la pedía que me tapara los ojos para no ver, y me figuraba que eran tus manos, tu boca, tu lengua quien me daba esa inmenso placer -concluyo con afligida sonrisa.
Que fuerte, hermana, y qué lástima de hermanos, jodida vida fue -sentenció Víctor.
Elena, le miro pensativamente, y volvió a ver los tics, las miradas, los gestos, vio esos ojos tan tristes, tan familiares, tan suyos, y los rescoldos de ese fuego prohibido, se avivaron y estuvo a punto de preguntarle ¿me sigues amando?, pero en su lugar dijo.
Tengo la sensación que algo me ocultas, algo etéreo se escapa por los dedos; pero bueno, da igual.
Voy a coger algunas cosas y me iré.
Víctor le dio un beso de despedida, estaba cansado, muy cansado y necesitaba un relajante baño y si, algo le había ocultaba "que seguía loco por ella", pero eso era algo suyo.
El reencuentro
Mientras que Víctor, se metía en el baño, Elena, empezó recoger alguna de sus pertenencias, carpetas, apuntes, y algún que otro libro.
Le oía como se duchaba, cómo me gustaría estar ahí contigo, pensó.
De su habitación cogió varios libros apilados y al ver los lomos; se quedó quieta.
Sus instintos se alertaron de que algo estaba fuera de lugar; simplemente no podía ser.
Revolvió los libros que había subido su hermano y allí estaba, su primer libro editado "La mujer en el Renacimiento".
Le dio la vuelta y vio la etiqueta de su librería.
Eso era lo que le extraño y se le había escapado, ¡Tenía precio de hace 3 años!.
Iba a preguntar cuando se retuvo, lo que nunca había hecho, lo hizo en ese momento: mirar, rebuscar entre las pertenencias de su hermano.
Un pequeño grito de alegría surgió al abrir su álbum de fotos; entre las fotos había algunas de ella, una cuando acabo la carrera hacía 4 años, algunas que no recordaba y una de él con cabello largo.
Elena la miro con intensidad, concentrándose y entonces lo recordó, "aquel tío que de forma casi superficial acaricio las ondas de su pelo, lo noté y me volví y allí había un tarado con pelo largo y gafas oscuras.
Sentí que era conocido, cercano, algo familiar, pero se alejó y nunca lo entendí".
Fue hace 2 años.
Se sentó y exclamó, “¡Era mi hermano!” ¿Por qué venía de tan lejos a espiarme?, ¿por qué se preocupaba de mí?, ¿qué le impulso a acariciar mi pelo? Pero la respuesta ya lo sabía, se lo había notado esta noche con sus miradas, con sus gestos, con sus tics, pero no quiso creer en su instinto de mujer y en ese momento se estremeció de gozo.
La había amado en la distancia.
Una necesidad largamente ansiada iba tomando cuerpo, su falda cayó al suelo, y su blusa, y sus pantis; y desnuda se puso una holgada camisa raída; y se fue al salón a esperar.
Cuando Víctor, salió del baño con una toalla sobre la cintura, y otra secándose el pelo, se quedo sorprendido de ver todavía a su hermana allí que cómodamente leía,
¿no te habías ido?
Lo he pensado mejor, siéntate aquí.
Dócilmente Víctor se sentó y Elena se levantó, las luces indirectas permitían ver el hermoso contorno de su cuerpo torpemente tapado por la raída camiseta, y ella indiferentemente lucía sus rosáceas aureolas resaltando sobre la blancura de sus generosos y turgentes senos; una hermosa matita de negro pelo, marcaban el principio del más lujurioso manjar y su cuerpo con movimientos sensuales se acercaba a él.
Vas desnuda Elena -dijo Víctor sorprendido.
Sí, aquí me gusta estar cómoda
Contesto Elena mientras, indiferentemente, apoyaba sus cálidas manos sobre sus hombros y como una amazona, arqueó sus piernas montándose sobre sus muslos, a escasos centímetros de su oculto pene.
Le miró durante unos segundos con una cálida y dulce expresión, se humedeció brevemente con su lengua sus labios enrojecidos por su carmín, cogió la toalla y empezó a secarle el pelo
¿Así que no has vuelto en seis años, verdad?
Ya te lo he dicho -respondió.
Seguía mirándole, disfrutaba de su extrañeza, mientras le secaba su cabello,
¿T e gusto como mujer?
Cualquier hombre te desearía.
Y, ¿mi hermano?
Por dios, aquello ya paso.
Dejo de secarle el pelo, arrojó la toalla.
Ante su mirada empezó a acariciarse su necesitada oquedad.
Le observo y sus oscuros ojos brillaban de éxtasis, eran tiernos y suplicantes, diciendo entonces a su hermano.
Buen intento, pero ya no te sirve.
Elena seguía acercándose a él.
En su lento trepar, los femeninos muslos se deslizaban sobre los suyos y sentía la suavidad de su textura.
Le estaba acorralando y excitando.
¿Sabes lo que estoy haciendo?.
–
Sí Elena; lo noto.
Y aproximándose ella más a él le susurro al oído
Me estoy masturbando… Por ti y para ti
Elena, por favor, no me provoques.
Pero los suaves estímulos al pene, esa boca entreabierta tan sensual enseñándome sus blancos dientes, empezaba sin quererlo a excitarle, pero seguía sin comprender.
Ella lo miró, y presionaba más, y su cuerpo se iba ciñéndose al de él
¿Por qué me mientes, Víctor?
No te he mentido Elena.
Entonces ella le mordió el lóbulo de la oreja, susurrándole de nuevo al oído
¿Quieres que te lo diga antes de correrme?
¿El qué?
Sin apartarle la mirada, se acerco a escasos centímetros de su boca y Víctor sintió su dulce aliento
Te he cotilleado, y he visto tus fotos, tus libros, y te he reconocido con el pelo largo, tramposo… ¡Me has estado observado, siguiéndome, todos estos años… Pendiente de mí, todo este tiempo… ¿Por qué Víctor, dímelo?.
Víctor, estaba nervioso, excitado y fatigado.
Todos estos años venía, necesitaba acercarse a ella, verla, observarla y sentirla desde su lejanía, hasta que un año supo que se había juntado y que no debía inmiscuirme en su vida; pero eso no podía explicárselo.
Pero al sentirla en sus brazos, no pudo más y lo confesó
Sí; durante todos los años venía siempre a verte (Y, atrayéndola hacia él pero sin mirarla, prosiguió).
Perdona, es superior a mí… Sencillamente, siempre te he amado con locura.
Un gemido hondo, almacenado tantos años, se le escapo a Elena.
Abrazándole con toda la fuerza acumulada durante tantos años,
No sabes, mi amor, que cuando dos hermanos se aman, se aman de por vida.
Pero…eres mi hermana y.
No pudo continuar; ella no le dejo terminar la frase; sus dedos húmedos de su dulce néctar se los introdujo en la boca, una profunda sensación le inundó.
Basta de mentirme, hermano mío, desde ahora te alimentaras de mi intimo ser como yo del tuyo.
Y vio su hermosa boca, entreabierta, morbosa, lujuriosa, sedienta y con todas su ser fue a por ella.
Sus labios la absorbieron, la abarcaron y sus lenguas, se juntaban, se enroscaban y mientras sus bocas jugaban con pasión, sus cuerpos cimbreaban, los senos acariciaban su pecho.
Sus manos se habían apoderado de sus glúteos y aprisionándola y atrayéndola a él, su húmedo conejito sobre su polla la reconfortaba, la mimaba, la excitaba.
Se miraron en silencio observándose, amándose con la mirada.
Ella se lo cogió y empezó a metérsela en sus labios vaginales, con el glande acariciaba su clítoris rozándolo suavemente, y tras un profundo suspiro de agradecimiento, le empujo hacia atrás, se levantó, le abrió las piernas, quedando su falo a su merced.
Empezó a descender arrastrando su boca y su lengua sobre su cuerpo, pero Víctor no la dejo.
La levante por los hombros, se miraron e incomprensiblemente la sentía tiritar, estremecerse, "Oh, mi amor, mi putita hermana, te voy hacer la mujer más feliz del mundo".
"Lo se mi amor, siempre lo he sabido", respondió.
Suavemente, con dos besos sobre sus ojos se los cerró, quería que solo el instinto del tacto estuviera despierto, agudizado, excitado, y empezó a mamar esos hermosos pezones, lamiéndolos, besándolos, mordisqueándolos; mientras que con una mano a su envidiosa compañera la sobaba, la acariciaba, la estrujaba, y a su capricho intercambiaba las caricias.
Cuando los pezones estaban duros como piedras, y mientras su respiración aumentaba y sus gemidos empezaban a ser cada vez más audibles; empezó a ser más exigente, sus besos se hacían más absorbentes, sus dientes atrapaban el pezón y los mordisqueando para que un pequeño dolor, junto con un inmenso placer sacudiera su cuerpo.
Su lengua empezó a deslizarse dejando un reguero de saliva que erizaban la piel de ella a su paso.
La lengua se entretuvo en su ombligo lo justo para sentir como su cuerpo se estremecía.
Su rizado púdico bello; pequeño y ensortijado, negro y brillante; al contacto con su mano, provoco una gemido gutural profundo acompañado de unos espasmos.
Al lado había un pequeño tatuaje que tenía entre una M y una H una p pequeñita, la dio un beso a ese oculto tatuaje que provocó una profunda satisfacción en Elena.
Pero ahí, unos centímetros mas abajo, estaba su dulce tesoro; completamente húmedo con un olor profundo, atrayente.
Su boca se entretuvo primero en su ingle, en la parte interna de sus muslos y cuando su dulce líquido rociaba todo su coñito, abrió delicadamente pero completamente su rosácea almeja.
Su lengua lasciva, ansiosa de ese líquido rezumante y de ese profundo sabor se dedicó a lamer esa deliciosa cavidad.
El primer contacto de su lengua, con su clítoris, la provoco un espasmo acompañado de un ahogado gemido; pero su lengua empezó a sobarlo, a acariciarlo primero con suave y largos lengüetazos; después rítmicamente; finalmente en círculos salvajemente, y de vez en cuando sus labios lo atrapaban y lo lamían.
Elena, le acariciaba su cabello, y rítmicamente mientras sus gemidos se habían convertido en gritos, unas veces agudos, otras graves y profundos; le estrujaba contra ella.
Su palpitante y nervudo falo exigía ser complacido, ser satisfecho y girándola la tiró al suelo, la puse a cuatro patas, y por primera vez penetro una vez y otra en su lúdico cavidad.
Pero Elena se tiro hacia delante y con ojos lujuriosos, con su respiración entrecortada, sudorosa y maravillosamente hermosa, le suplico:
Hazme tuya, sodomízame, es lo único virgen que poseo y siempre lo he estado reservando o para ti o para nadie -y abalanzándose sobre el continuó- .
Pero no emplees saliva, quiero sentir el dolor de la primera vez, de la profanación, del desgarro de mis entrañas por primera y única vez, y que mi culo se agrande hasta convertirse en un guante para tu polla y el dolor se transforme en un inmenso placer.
Pero cariño, te voy hacer mucho daño, podemos.
Y sonriéndole le soltó.
“¿Mucha polla para tan poco hombre?”
Esta bien mi amor, prepárate a sentir –con tierna sonrisa respondió Víctor.
Ahí estaba, cinco años después a su merced, era su amo y señor, pero era sobre todo su amada hermana, así que abrió su culo y hay estaba ese ojete negro parduzco que se lo ofrecía virgen.
Lo empezó a querer, a darle lengüetazos, a meter la punta de la lengua sobre él.
Elena se corría, se movía como una perra salida.
Introdujo un dedo, después forzó con dos, en un intento de ahuecar ese seco y cálido agujero, para seguidamente tras ensalivarse el glande, la introdujo, golpe a golpe.
Notaba como su culito se abrazaba a todo su nervudo falo; como penetraba en caminos inexplorados, al mismo tiempo a cada embestida; Elena daba un alarido de dolor y clavaba las uñas sobre la superficie del sofá.
Pero el instinto vencía a la razón y con un profundo golpe, la penetración se completo, su alarido fue salvaje mientras que él sentía un intenso placer, cálido y cabrón.
Las cantaras lecheras estaban a punto de descargar, cuando, Elena, más relajada, le gritó.
Te siento en todo mi intimo ser, me siento rajada, y noto tus golpes tan dentro de mi que bombean todo mi ser"
Y como un volcán que entrara en erupción arrojando todo la materia tantos años aprisionada, así su semen explosiono sobre el culito de su amada Elena.
Exhausto, se tumbó en el suelo, y Elena, se tumbó encima mientras se daban un sudoroso beso.
Víctor al ver sus ojos de color café claro, tan amorosos, tan suyos, lo comprendió.
Se deslizó sobre su cuerpo y sobre su tatuaje le dio un profundo y largo beso.
Elena, le tomo entro sus brazos y le descubrió su intima marca,
Ahora lo comprendes, mi amor, me marque para ti para siempre aunque nunca pude decírtelo".
El cansancio, la tensión acumulada del día termino por agotar a Víctor que se quedó plácidamente dormido.
Elena le observó largo rato mientras se fumaba un cigarro y acariciaba su pelo, alcanzó su móvil y marcó:
-.
– Sí, aquí le tengo en mis brazos ronroneando.
-.
– Sé que me consto convencele, pero.
-.
– No, no,.
Por una noche es suficiente… ya le diré que soy la madre de su hija.
La sensación de su mano acariciándose suavemente le produjo una grata sensación, al llegar a su pelvis; lo vio, ese pequeño tatuaje al lado de la ingle que se lo hizo el día de cumplir 18 años.
Era su estigma, marcada para siempre.
Con la punta de los dedos suavemente lo acarició, y respiró hondamente, incomprensiblemente sintió un estremecimiento.
FIN DEL CAPÍTULO 2
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