El gordo y fuerte señor dueño de un Border Collie 1
Había visto hombres muy masculinos pero aquel señor me erotizó a la primera.
Me gustan los perros. Siempre me han gustado. De niño me crié jugando con ellos. Siempre tuvimos Pastores Alemanes en el chalet blanco que hacía esquina en lo alto de la urbanización. Me pasaba horas intimando con ellos, estudiándolos. En concreto, los Pastores Alemanes, son la segunda raza más inteligente de los perros de raza según algunos estudios, y no es de extrañar; de veras. Fue tanto el tiempo que estuve tratándoles, que hoy en día siendo mayor de edad, casi que puedo averiguar si un perro cualquiera es manso o agresivo solo con mirarle a los ojos. Supongo que esta cualidad no es extraordinaria y que otras personas sensibles que no han tratado con perros también la poseen, ya que los ojos de los perros, como los de las personas, nos hablan.
Ocurrió que cuando tenía 7 años mis padres decidieron ir a vivir a un piso, con lo cuál los perros no tenían cabida en él. Recuerdo el día que mi padre se los entregó a un vecino de la urbanización. Lloré mucho. Sin duda los quería más que a nada en el mundo y no entendía muy bien porqué no podíamos llevarlos con nosotros. Yo era un niño introvertido y debajo de las faldas de mi madre. Me volví más callado aún si cabe, y cada cierto tiempo imploraba por la posibilidad de volver a tener otro “can” en casa. No sirvió de nada.
Transcurrieron los años y crecí, pero siempre me quedaba mirándolos o les saludaba, a ellos y a los dueños, cuando me cruzaba con alguno. Muchos dueños de perros, la mayoría diría yo, tienden a tratar al animal casi como a un hijo. Intentan humanizarlos y es un error porque los perros quieren ser tratados como tales y tener bien claro cuál es su puesto en la escala jerárquica familiar. Si se les trata como a uno más se les deja ser dominantes y se acaba siendo esclavo de sus caprichos.
Era mi primer año de universidad. Había superado el paso de la secundaria con óptimas notas y me decidí por la carrera de “Relaciones Internacionales y Administración de Empresas”. Soñaba con ser Diplomático y viajar por el mundo relacionándome con Embajadores y representando a mi país. Sólo era un sueño pero quizás podía hacerse realidad, ¿por qué no?
En el plano amoroso no me podía quejar. Las chicas se me daban. Sin hacer nada ellas se acercaban. Se interesaban por mi a pesar de mi timidez. Había tenido un par de novias durante mi adolescencia, pero nada serio, juegos de chicos que nunca llegaron a más que besos y tocamientos íntimos. No es que fuera maricón, se me ponía dura cuando estaba con las chicas, pero había algo en mi sexualidad que me inquietaba sobremanera.
Cuando nos mudamos al piso, mi padre se hizo socio de un club de tenis y todos los miembros de la familia empezamos a practicar este deporte. Recibía clases tres veces por semana y empecé a jugar cada vez mejor a base de práctica con lo que empecé a despuntar. Un día al acabar un partido, entré en el vestuario de hombres para refrescarme en el lavabo. Antes de llegar a abrir el grifo pude observar a un señor en las duchas desnudo. Fueron unos cuantos segundos los que pude observarlo ya que no quería que pensara que era marica, pero fue tiempo suficiente para que causara un tremendo impacto en mi. Estaba cantando, empapado por el agua que caía de la alcachofa. Era un hombre gordo pero con brazos y piernas fuertes y una barriga redonda abultada. Del pecho le salían dos tetas duras. Tendría unos cincuenta y algo. Estaba bronceado y se quitaba el jabón acariciando su cuerpo. Tenía una polla gorda y grande, con unos huevos enormes colgando. Mis ojos rápidamente se clavaron en aquel gordo y gran trozo de carne que le colgaba y que él se manoseaba virilmente. De repente se percató de mi presencia y yo desvié mi cabeza y la mirada hacia el grifo. Lo abrí y haciendo con mis manos un cuenco, las llené y refresqué mi cara del sudor. Repetí la acción y observé que el hombre se reflejaba en el espejo de encima del lavabo. Me pareció sumamente erótica aquella visión. Se le veía tan hombre, masculino y poderoso…Mi pollita estaba dura. Cerré el grifo y salí de allí rápidamente por miedo a que él notara mi erección.
Esa noche no pude dormir bien recordando el cuerpo de aquel hombre. Me vinieron varias fantasías a la cabeza y en una de ellas…(Él me pedía que peloteáramos un rato ya tarde, de noche, con los focos de la pista de tenis encendidos. Previamente había hablado con mis padres, a los cuales conocía, y les había pedido permiso para llevarme a casa en su coche, ya que en ese momento nos íbamos. Después del juego, tocaba la ducha. Yo intento evitarla pero insiste argumentando que debía ir aprendiendo a comportarme como un hombre y hacer lo mismo que hacían ellos. Cuando llegamos a los vestuarios se quita la indumentaria dejando ver su tremendo cuerpo y aquella polla gorda y grande, con aquellas colgantes pelotas. Yo hago lo mismo y vamos a ducharnos. Mientras baja el agua, vuelve a cantar y se toca los genitales a lo que yo respondo con mi erección. Es tarde y estamos solos. Él me mira sonriendo. No está enfadado. Terminamos y nos vestimos. Yo no paro de observar sus grandes y musculosas piernas y su gran culo prominente, mientras se calza unos pantalones azul marinos clásicos y una camisa blanca de manga corta que le queda muy estrecha en la barriga por lo grande y redonda que la tiene. Yo me pongo mi chandal y salimos para su coche. Por el camino me empieza a explicar que lo que me ha pasado en las duchas es algo normal y que no es la primera vez que un chico se empalma al verle desnudo. Me pregunta si quiero volver a verle la polla. Yo le contesto que sí, que quiero volver a verlo desnudo y él me dice que sólo me va a enseñar su polla. Conduce el coche una zona oscura y tranquila. La carretera es de tierra y en el camino observo algunos coches con las ventanillas bajadas pero aparentemente sin ocupantes y finalmente aparca. Me coge la mano y la lleva a su bulto: “mira como me tienes” me dice a la vez que restriega mi palma encima de su gran polla ya dura. Apenas puedo agarrarla de lo grande que es. Diciéndome que me desnude, a lo que yo accedo, me pide también que se la menee. Mi cuerpo delgado e imberbe contrasta con lo grueso y moreno del suyo. Me siento en sus piernas justo detrás de su miembro con las piernas abiertas, y le desabrocho la camisa dejando libre sus duras tetas y su barrigón que acaricio y beso. Estoy empalmadísimo y empiezo a pajearlo. Él acaricia mi culo y le empieza a crecer. Cada vez se hace más grande y gorda. Reclina el asiento y yo le desabrocho el cinturón. Al contrario de lo que me había dicho me da su aprobación para bajarle los pantalones y los calzoncillos. La tiene ya muy dura y venosa. Es rosada y los grandes huevos también. Con sus gruesas y fuertes manos agarra mi cabeza y la dirige a su polla para que la mame. Yo le doy un par de besos en el glande, me incorporo y me acuesto encima de él sintiendo su gran barriga y besándole las tetas varias veces. Me agarra por el tórax y me sienta en la zona de su miembro. Yo sin previa lubricación me la meto y el me folla mientras yo le beso en la boca sin lengua)…solté un chorro de lefa por mi pene impregnando toda la sábana mientras convulsionaba. Fue mi primera paja pero no pensé en ese momento nada más. Creí que sería algo pasajero, esporádico…y no le di importancia.
Un mañana algo nublada, me dirigía a la Universidad. Parecía que estaba a punto de llover y me había dejado el paraguas en casa. Iba con paso ligero a coger el autobús y cuando atravesaba una céntrica plaza, un precioso Border Collie vino corriendo hacia mi. No pude más que detenerme y acariciarle cuando en seguida oí una voz grave de hombre: “Leko!…ven aquí Leko!” Levanté la mirada y un señor voluminoso y fornido se acercaba hacia nosotros. “Siempre quiere conocer a todo el mundo…! Disculpa” me dijo. “No me ha molestado. Me encantan los perros” le respondí. El señor me miró por un instante como extrañado mientras yo seguía acariciando a Leko. “Mejor así” me contestó esbozando una ligera sonrisa. “Lo tiene muy bien cuidado” comenté. “Son mis hijos los que se encargan, yo no lo cuido” me comentó ya de manera muy seria. Me fijé bien en su vestimenta: pantalón gris, zapatos negros de cordones, camisa blanca de rayitas verticales y rebeca de punto azul marina con botones. Todo muy clásico. Su pelo era negro con raya al lado y en las sienes lucía canas. Tenía la nariz algo aguileña y unas cejas no muy poblabas negras descendentes que le otorgaban una estampa sobria y señorial. Rondaría los cincuenta años y era obvio que tenía sobrepeso, pero para nada le sentaba mal, todo lo contrario. Era atractivo. Llevaba la rebeca abotonada en la parte baja de la misma, que parecía que iba a reventar por el gran volumen de su barrigón y se intuía la forma de sus tetas, porque tenía la camisa abierta hasta la mitad del torso. También se veía que estaba fuerte porque, tanto en los pantalones como en las mangas de la rebeca, se podía adivinar la forma musculosa de sus piernas y brazos. Los llenaba, le quedaban apretados. Su paquete era abultado pero no redondo salido hacia afuera, no. Era caído y por un lado de la entrepierna se le notaba abultado también. “Bueno, sigo con el paseo. Adiós” se despidió seriamente atando en corto a su perro. “Ciao” contesté alzando el brazo. Me que observando como caminaba de espaldas. Era masculino, mucho; pero a la vez, caminaba con cierta elegancia. Yo continué hacia la parada del autobús.
Durante el resto de aquel día no dejé de pensar en mi encuentro con Leko y su señor propietario. Aquel señor me había llamado mucho la atención. No, más que eso. Me había deslumbrado. Quería volver a verle. ¿Pero cómo? No sabía quién era, ni dónde vivía, además era casado y estaba claro que era heterosexual por lo masculino de su comportamiento. Estaba acostumbrado a ver señores y fijarme en ellos. Después en mi intimidad fantaseaba y me masturbaba pensando en ellos pero nunca había estado con ninguno. Incluso algún padre de amigos míos había sido blanco de mis deseos, pero nunca se hacían realidad por temor a ser descubierto.
En la Uni había hecho migas con un chico llamado Alberto. Me gustaba su forma de proceder. Era abierto, claro y extrovertido al contrario que yo. Vestía bastante moderno para lo que se veía por la Facultad, y por un lado de su cabeza llevaba el pelo rapado. Escuchaba música inglesa, en su mayoría electrónica, pop y rock que me fue descubriendo y yo fui degustando con sapiencia poco a poco. Cuando ya intimamos más, un día que estábamos en su casa escuchando música y charlando de cosas varias surgió el tema sexo, y me confesó que era gay pero que no iba declarándolo a voces por ahí, y que por lo tanto, quedara aquello entre nosotros. Aquella revelación fue para mi como algo caído del cielo. De repente tenía un amigo gay al que podría contarle mi secreto. Al principio dudé si hacerlo pero eran mucho más fuertes mis ganas de poder compartir mi sexualidad con alguien que el miedo a que me tacharan de desviado. Le confesé que era bisexual y que nunca había estado con un hombre, cosa que no pareció creerse del todo. Me interesé por sus experiencias sexuales y él por mis fantasías entre las que se encontraba, por supuesto, el señor propietario de Leko. Alberto me dijo que había estado con hombres maduros casados pero que prefería jóvenes. En un momento dado de la charla llevó su mano a mi cara y friccionó su dedo gordo contra mis labios diciéndome que era guapo. Alberto era delgado, blanco de piel igual que yo, un poco más bajo de mi estatura y atractivo. Yo al notar su insinuación me separé lentamente explicándole que sólo me atraían las chicas y los hombres cincuentones o más viejos. Lo entendió muy bien porque nunca jamás volvió a intentar algo conmigo. Es algo extraño la atracción sexual entre personas.
Durante el primer cuatrimestre, aparte de Alberto, también hice otros amigos: Sara y Sebas. Sara era un bómbon, rubia y ojos verdes pero yo no estaba en ese momento para líos de faldas, por lo que entablamos una buena amistad. Y con Sebas que era rechoncho y no muy agraciado, conectaba bien porque a él también le enamoraban los perros, igual que a Sara. Ella era de otra provincia y estaba en un piso alquilado que buscaba compartir. Yo tenía unos ahorros y a mis padres no les pareció mal que me independizara por un tiempo, así que lo hablé con Sebas y nos pusimos de acuerdo los tres para dividir el pago y así empezamos a convivir. El piso quedaba cerca de la Facultad, lo cuál era muy cómodo. Sin embargo, los fines de semana solía visitar a mis padres.
Uno de esos fines de semana, estando yo sentado en una terraza no muy lejos de la casa de mis padres, tomando un refresco, me percaté que justo en frente de donde me encontraba, un señor fuertote de brazos, intentaba aparcar un coche beige utilitario. Tenía poco espacio para maniobrar por lo que tardó un poco en hacerlo. Cuando abrió la puerta y se bajó para comprobar que había estacionado correctamente, me di cuenta que era el señor propietario de “Leko”. Estaba imponente: pantalón gris claro que le hacía la forma de los grandes y musculosos muslos y gemelos, con camisa de cuadros azul celeste de manga corta que dejaba a la vista sus tremendos brazos con un poco de vello oscuro liso, desabotonada hasta la mitad del torso, y unos zapatos de cordones negros trenzados con tacón bajo. Cuando se alejaba del coche se le cayó al suelo la caja de cigarrillos, y al agacharse a recogerla pude observar claramente la forma de sus tetas porque la camisa se abrió mucho. Se le notaban duras y en forma de cono con los pezones redondeándolas y debajo aquel barrigón redondo. A pesar de ello la camisa estaba perfectamente fajada debajo del cinturón. Le seguí con la mirada y cruzó un paso de peatones una esquina más allá de donde me encontraba, y se metió en el portal de un edificio. Viviría allí? Quizás. Solo eran conjeturas. Así que pedí otra Coca-Cola y observar un poco más. Al cabo de unos 10 minutos, del mismo portal salió un chico gordito y llevaba lo que parecía ser…sí!…un Border Collie! Era Leko. Me fijé en el chaval mientras se acercaba. Estaba claro que era gay. Tenía bastante pluma, y por otra parte debía de ser el hijo del señor propietario. Cuando llegó a la terraza cruzamos nuestras miradas por unos segundos y siguió de largo.
No sabía su nombre pero sí donde vivía el señor propietario de Leko. Decía que es extraño lo de la atracción sexual entre las personas. Creo que si alguien te atrae mucho sexualmente es poco probable que no le gustes a esa persona. Es una conclusión a la que he llegado ahora pero que entonces ignoraba por completo.
Me hice asiduo a esa terraza. Había un bar justo debajo del edificio del señor propietario de Leko que supuse que frecuentaría. Fui alguna que otra vez pero ni rastro de él.
Un sábado por la tarde del segundo cuatrimestre, iba yo a casa de un compañero de clase que vivía cerca de casa de mis padres, a hacer un trabajo de documentación para la carrera, y de repente, se cruzó en mi camino el señor propietario de Leko acompañado de su mujer, supongo. La mujer caminaba a su lado cogida a su poderoso brazo, el cual mientras caminaba llevaba recogido en el pecho en forma de ele. Esto lo había visto yo en abuelos o personas de avanzada edad, pero aquella mujer no pasaría de los cincuenta y él no mayor de cincuenta y tres, calculo. Su señora era acusadamente más baja que él, que rondaría 1.72 cm. Esto que vi me dió una gran información del tipo de persona en la que me había fijado. Estaba claro que era un señor de los de antes. Con una educación a la antigua. Clásico. Con su pelo raya al lado negro, rebeca de punto azul marina, camisa azul marina lisa desabotonada, pantalones azul marino y zapatos de cordones negros. Un físico portentoso. Gordo pero muy fuerte de brazos y piernas, con una papada prominente y el rostro siempre bien afeitado. Casi no tenía cuello de lo ancho que era. Me miró y yo a él durante un par de segundos, suficientes para que esa noche humedeciera mis sábanas pensando en como sería estar a solas con él. Inventé miles de historias esa noche pero me quedé con esta…(el señor propietario de Leko se llama Jacinto. Tiene 53 años mide 1.72 y pesa 106 kilos. Es taxista, está casado y con dos hijos. Lo conozco de vista porque mi madre siempre le llama para que le lleve a sitios. Trabaja la mayor parte de horas por la tarde-noche. Un día saliendo de comerme un perrito caliente en una hamburguesería, me lo encuentro aparcado en su taxi, sentado en él con la mirada perdida. Le saludo y compruebo que no espera ningún cliente, sólo está descansando. Mientras charlamos, se acomoda en el asiento echando su culo hacia delante y poniendo sus manos detrás de la nuca, con lo que alcanzo a ver que tiene la polla morcillona. Se la toca y me mira invitándome a dar una vuelta en su taxi. Por el camino me cuenta que ya no tiene nada de sexo con su mujer y que ha ido con putas pero que ya no le satisfacen. Noto un bulto enorme a punto de reventar su bragueta y yo estoy empalmadísimo. Le pregunto que es lo que le gusta ahora y me contesta: “ahora te lo enseñaré”. Aparca el taxi y me dice que baje. Entramos a un edificio y pulsa el tercero, hasta llegar a la puerta 12. Abre y me dice que entre. Está todo desordenado. Botellas de whisky medio vacías en una mesa con algunos vasos y un sillón con televisor enfrente. Sirve whisky y se sienta en el sillón. Se abre de piernas y se saca un pedazo de polla de unos 21 por 5 cm, increíble y se empieza a masturbar. Yo me desnudo y le bajo los pantalones grises con dificultad ya que un muslo suyo son como tres míos ya que soy delgadito e imberbe. Le desabrocho la camisa de rayas verticales azules y él me besa con lengua mientras me pone la punta del capullo en la entrada de mi ojete sin nada de vello. Yo le acarició los fuertes brazos cuando me la clava. Noto como si me hubiera explotado el culo pero su olor a hombre maduro macho me excita sobremanera y bajo mi culo todo lo que puedo con un dolor tremendo. Siento como si me hubiera partido en dos y grito: “Aaaahhhh” Palpo su polla para comprobar si ya ha entrado toda porque no puedo meterme ni un dedo más y percibo que solo va por la mitad. Él me agarra por las nalgas y me empieza a follar duro sin pasar de ese punto mientras yo me agarro a su cuello y pongo mi cara en su pecho tetudo. Siento la follada tan viril por su parte que no puedo más y me corro encima de su barriga y tetas dejándolo todo pringado de mi semen. Enseguida desmonto y le limpio con un paño de cocina. Mi ano es un túnel. Me pide que vuelva a montar para terminar de correrse él. Yo me niego y le propongo que se haga una paja mirándome. Lo intenta pero no consigue eyacular. En el fondo le ha excitado mucho que lo haya dejado así y se encapricha conmigo cada vez más porque cada vez que nos vemos se repite la historia)…
Continuará…
Si alguno maduro y gordo me quiere escribir que lo haga a mi correo: [email protected]
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