El grito silencioso de una niña en un apocalipsis.
una niña de 9 años es secuestrada en medio de un apocalipsis. .
Capitulo 1
Hambre prohibido
El mundo se fue a la mierda. Todo lo que conocía como realidad dejó de existir. No hay ley. No hay reglas. No hay normas. No queda absolutamente nada del mundo que conocía o creía conocer.
Empezó como un brote psicótico, personas atacando a otras, mordiendo, rasguñando y contagiando esta psicosis. Las redes estallaron con teorías, aunque todo fue tan rápido, tan veloz que apenas pude asimilar lo que estaba pasando.
Era conocida como el Frenesí Psicótico. Nadie que lo parecía era capaz de controlarse. De controlar su impulso de hambre. Pero así sucedió. Así fue como todo se fue a la mierda. Como una enfermedad mental que se propagó en todo aquel que era mordido, rasguñado o tenía contacto con fluidos de los enfermos.
Pero… No me sentía diferente a ellos, no era como si tuviéramos hambre y no pudiéramos saciarla. Yo también tenía hambre, un hambre voraz que era imposible de controlar. Un apetito que creí que se había extinguido, pero no fue así. Ahí estaba, latente. A las ascuas de la menor chispa.
La había visto, casi de casualidad. Una niña pequeña, quizás de nueve años no más que eso. De piel blanca, sucia por el polvo y la tierra. Su pelo, rubio, estaba sucio por la mugre del paso de los días sin bañarse. Vestía con ropa sucia, una campera de invierno y unos vaqueros azules, sus zapatillas, deportivas, estaban rotas. Donde hay una niña debe haber un adulto. Al menos eso pensé, es por eso por lo que la seguí por días. Sintiendo como mi hambre se apoderaba de mi mente, nublando mi juicio, haciéndome babear como perro encadenado por semanas frente a un trozo de carne humeante. Ella era mi trozo de carne y mi cadena no era más que mi estúpido respeto por la ley ¡YA NO HAY LEY! ¡NO HAY REGLAS! ¡NO HAY NORMAS! Mi respiración se agitaba a medida que me acercaba a ella, quien estaba distraída buscando en unos muebles. La había seguido hasta el interior de una casa. Mi verga, para este momento, empezaba a babear incluso más que yo. La tenía tan dura que sentía que podía noquear a la niña si la golpeaba en la cabeza con ella.
— Niña — Mi voz sonó ronca al comienzo. Su cuerpo giró asustado hacia mí. Sus manos temblaban mientras sostenía una lata de atún. Sonreí, no por cortesía. Sonreí porque mi hambre podría ser saciada después de tanto tiempo. Mi apetito me enceguecía, pero una pisca de moral me mantenía en vilo — ¿Estás sola? — Pregunté, como si no lo supiera.
La niña, con su mirada asustada, de ojos brillantes y nariz puntiaguda, me miraba con un ligero pavor ¿Quizás sospecha lo que hay en mi pecho? Mi corazón late a mil por hora, aunque ella intente correr o escapar voy a alcanzarla.
— Tranquila — Dije tratando de componer mi voz — Tengo un refugio y comida — Esbocé una cara algo confiada. No es mentira. Tengo un sitio seguro — Debes tener hambre — Continúo acercándome más a ella — Mi hija se alegrará de tener una amiga con quien jugar ¿La quieres conocer? — Sonrío alegremente mientras me arrodillo frente a ella. Sus manos siguen temblando.
— ¿Tienes una hija? — Su voz tiembla. Al oírla siento como mi verga se agiganta un poco más. Intentando explotar adentro de mi pantalón.
— Sí — Asiento con la cabeza varias veces — ¿Quieres saber cómo se llama? — Menciono, pero ya no puedo soportarlo. La tengo tan cerca, solo debería tomarla con mis brazos y llevármela. Mi respiración se agita un poco ¿A quien le importará si la secuestro?
— Sí — Murmura tímidamente. Llevando sus manos hacia su pecho.
— Manom — Digo, aunque es mentira. No tengo ninguna hija esperándome en mi casa — ¿Cómo te llamas tu? —
— Ri — Empezó a balbucear — Riley — Finalmente dijo.
Caminamos de regreso a mi casa, su mirada parece perdida, está mirando el suelo. Llevo la lata de atún que ella encontró, ahora me pertenece, como ella. Aunque aún no lo sepa. Será mía.
Nos llevó un rato llegar hasta mi casa. No me extenderé, pero el Frenesí Psicótico al parecer putrefacta al huésped, por lo que aquellos con esta enfermedad yacen muertos y podridos en las calles después de tantos meses desde su inicio. Sin embargo, fue suficiente como para destruir gobiernos enteros y la sociedad.
Cuando abro las rejas y ella entra a mi patio, no pude evitar soltar una sonrisa. Como si un oso hubiera encontrado comida después de un tiempo de no comer. Mi hambre se desató. Me contuve lo suficiente hasta que la puerta de mi casa se abrió y la niña entró. Ella empezó a observar, y cuando se giró a mí, yo ya estaba masajeándome la verga mientras la veía. No era yo. Sino mi hambre quien me controla.
— ¿Y tu hija? — Preguntó y la tomé por los brazos, ya no me sentía yo. La arrastré hacia el baño, ella gritaba asustada, pero su grito solo hacía que me excitara más — Suélteme, por favor — Dijo desesperada — Manom ¡Manom! — Gritaba en un inútil intento de encontrar ayuda.
— Pelotuda — Dije mientras la arrastraba hacia el baño — ¿Cómo vas a confiar en un extraño? — Le dije mientras la arrastraba hacia debajo de la ducha.
Ella gritaba mientras empezaba a desvestirla, le quité la campera sucia, luego la remera. Pero cuando intentó morderme, le di una cachetada fuerte en el rostro. Su mejilla derecha se puso roja y de sus ojos empezaron a brotar lágrimas.
Cuando le quise desabrochar el jean ella opuse resistencia, pero apreté su cuello con mis manos para hacerle entender que ya no tiene voluntad propia. Le quité el jean, luego las zapatillas y las medias. Finalmente, la vi, semi desnuda, solo en ropa interior. Una bombachita blanca, un poco sucia y cuando tomé su cadera con mis manos, pude olerlo. Pis salía de su pequeña vagina y se escurría, a través de su bombacha, por sus piernas hasta llegar al suelo.
Despacio empecé a bajar su bombachita meada, y vi lo más hermoso que no había visto. Desde que se fue el internet, dejé de poder ver estas preciosidades. Una pequeña conchita relucía frente a mí, blanca, como la piel de los muslos de Riley.
Abrí la lluvia con agua fría, le di un jabón y le ordené bañarse con un grito ¿Quién va a escucharme? ¿Quién va a escuchar sus gritos de súplica? ¿Quién puede juzgarme por lo que le haré? ¿Quién sería capaz de socorrerla? Nadie. Nadie puede salvarla en este momento. Nadie puede llevarme preso por querer saciar mi hambre.
Me desnudé mientras ella se bañaba con agua fría, el jabón limpiaba la suciedad de su cuerpo. Mientras ella lo hacía yo me masturbaba. Pero ya no lo resistía, ya no podía con el dolor que sentía por el hambre.
— Arrodíllate — Le ordené poniendo mi mano en su hombro y haciendo fuerza hacia abajo. Ella obedeció, sosteniendo y apretando el jabón contra su pecho — Abrí la boquita, canchita — Ella disintió con la cabeza, por lo que tiré de su oreja con fuerza hasta que soltó un grito y solo dejó de gritar porque agua entró en su boca y casi se ahoga.
La tomé por los pelos, con mi otra mano abrí su boca con fuerza, Riley liberó un quejido cuando lo hice y, sin poderme contener más, metí mi verga hinchada en su boca. El calor. Mi verga palpita mientras siento como el calor de su boca envuelve mi verga, pero me volví loco cuando sentí su lengua. La baba, la calidez, la humedad… podría acabar con solo tener mi verga en su pequeña boquita. Sus ojos me miraban asustada mientras la tomé de los pelos y empecé a meter y sacar la verga una y otra vez. Le caían lágrimas, eso hacía que mi pija se ponga más palpitante y cada palpitación rosaba contra su lengua y su baba. Mi verga entraba y salía de su boca una y otra y otra vez. Hasta que ya no lo pude resistir, sentía como el disparo estaba viniendo y entonces la tomé de la cabeza y metí toda mi verga en su garganta, sentía como me apretaba y la oía ahogarse y atragantarse y finalmente disparé. Disparo tras disparo le wasqueaba toda la garganta. Mi hambre había sido saciada.
— Muy bien, chanchita — Dije sacando la verga de su boca. Riley tosía y lloraba, pero antes de que pudiera escupir tapé su boca con mis manos mientras tosía — trágalo todo — Dije y ella se esforzó por hacerlo.
Al saciar mi hambre dejé que ella termine por bañarse. Le dejé ropa limpia, ropa que le pertenecía a mi vecinita de 13 años. Ella murió en las primeras semanas, luego fui a su casa a traerme su ropa. Me masturbaba con sus bombachas, a muchas las llené de semen y están manchadas, pero otras tantas siguen limpias.
Ahora que tengo un juguete de carne, me pregunto ¿De que formas la seguiré violando?
Espero les guste, se me ocurrió los otros días. Luego seguiré con la Isla de las parafilias.
Se me hizo agua la conchita de leerte.