El hombre de la casa
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Yo he follado con varias mujeres, pero ninguna me ha dado el placer que siento cuando follo con mi madre, pues es un placer que transciende lo sexual.
Y ello por dos motivos.
Primero porque fue ella la mujer con la que yo perdí la virginidad y eso hace que siempre que vuelvo a follar con ella recuerde yo aquel momento mágico en que penetré por primera vez el chochín de una mujer ,y no era una mujer cualquiera, aquella hembra era mi madre, una madre a la que yo adoraba y adoro.
Volver a estar en el interior de aquel lugar que me cobijo mientras me estabas formando, de aquel lugar en que todo era seguridad y atenciones para mí, fue como volver al Paraíso.
Y eso es lo que siento cada vez que vuelvo a follar con mi madre, la vuelta al Paraíso perdido, un Paraíso que gracias a la penetración vuelvo a recuperar.
Que nadie haga una interpretación psicoanalítica de esto, diciendo que lo que yo tengo es miedo a la luchar en la vida y que por eso añoró en mi subconsciente la vuelta a la seguridad del claustro materno; todo lo contrario, no le tengo miedo a la vida y me gusta luchar, simplemente que como guerrero que soy me gusta luchar y después de luchar volver a casa y que mejor casa que la de la madre para descansar y cobrar nuevas fuerzas para la siguiente lucha, porque cuando yo follo con ella le doy mi semen, pero ella me da mucho más , me da la energía vital que necesito.
La segunda razón es porque cuando se folla sólo se disfruta plenamente si amas realmente a la otra persona, o por lo menos sientes cariño por ella, yo sólo he hecho el amor con dos personas que quiero de verdad, mi madre y mi mujer.
Mi madre se llama Rosa y es guapísima de cara, morena, con generosos pechos y un culito que es un placer mirar.
Se casó muy joven, diecisiete años tenía, y mi padre era catorce años mayor que ella.
Tengo tres hermanas, la última de ellas póstuma, es decir nació después de morir mi padre, exactamente cinco meses y dos días después de morir él.
Yo tenía entonces quince años.
Vivíamos en un barrio rural de una importante ciudad española.
Teníamos y tenemos tierras y vivíamos de ellas.
Sólo transcurrieron tres meses desde que mi padre fue diagnosticado de una grave enfermedad hasta que murió.
Mi padre sabiendo que pronto nos dejaría, habló varias veces conmigo.
Me dijo que pronto sería yo el hombre de la casa, que mi madre era aún muy joven y debía cuidarla y atenderla en todo como le corresponde hacer al hombre de la casa y que sólo a mí, a él le gustaría que ocupase ese lugar, y que no le gustaría nada que un extraño viniese a ocupar su lugar en la casa.
Que ese lugar si no era suyo, sólo podía ser mío, sólo podía ser de su heredero.
Yo entonces aún no entendía muy bien lo que quería él decir, aunque yo lo sospechaba, pero no me atrevía a preguntarle si lo que yo sospechaba era en realidad lo que me quería él decir.
El sólo insistía en que cuidase a mis hermanas y atendiese a mi madre en todo como él lo hubiese hecho, y que bajo ningún concepto quería que un hombre de fuera viniese a ocupar su lugar.
Luego, después de que él se fuese para siempre, supe , pues mi madre me lo contó, que también había hablado con mi madre de esto mismo y que mi madre estaba totalmente de acuerdo con él.
Yo quería mucho a mi padre y sentí su muerte con gran dolor.
Inmediatamente tuve que asumir el papel de hombre de la casa, en aquel momento sólo en lo referente a la gestión de nuestras tierras, lo cual compaginaba con mis estudios, gracias a que teníamos un gran capataz que me sirvió de gran ayuda.
Como ya he dicho antes, mi madre cinco meses después dio a luz a mi hermana pequeña.
El parto fue complicado y le tuvieron que hacer un legrado muy agresivo de resultas del cual el médico informó a mi madre que no podría volver a tener hijos.
Ya he dicho también que mi madre tienes una tetas generosas, de modo que producía más leche de la que mi pequeña hermana podía mamar y por ello se quejaba de que cuando mi hermana dejaba de succionarle porque estaba ya saciada ella sentía que aún tenía las mamas llenas de leche.
Ya le había pasado lo mismo con otra hermana mía, la que había nacido cuatro años después que yo, y entonces se aliviaba dejando que yo también mamase y le descargase de toda la leche que tenía retenida.
Por eso, un día que tenía un gran dolor en sus mamas me dijo si me acordaba de cómo le aliviaba yo cuando era pequeño y le pasó lo mismo.
Le dije mamá claro que me acuerdo, que rica sabía.
Pues ahora vas a tener que aliviar mis mamas otora vez , pues las tengo muy ingurgitadas y me duelen.
Lo mejor será que vayamos a la cama y allí tendremos la mejor posición para que me succiones.
Allí nos echamos largos los dos.
Como era finales del verano aún hacía algo de calor, aunque no mucho, llevábamos poca ropa los dos; yo una camiseta y un pantalón corto de pijama sin nada debajo.
Empecé a succionar una de sus mamas y rápidamente mi madre empezó a dar jadeos de alivio y a decirme hijo , gracias, gracias que bien lo estás haciendo, sigue así, muy bien hijo.
Mientras yo succionaba sus pezones, le agarraba con mis manos la teta de la cual mamaba.
¡Qué rica estaba la leche, qué ricas estaban las tetas de mi madre! Y pasó lo lógico, que mi pene empezó a crecer y crecer y pronto tuvo una gran erección, de forma que el capullo empezó a presionar sobre la zona del bajo vientre de mi madre que quedaba a la altura de mi polla erecta.
Mi madre se dio cuenta y me dijo: veo Carlos que tú también necesitas aliviar tus cojones que sin duda están también llenos de rica leche.
Es justo que si tú me alivias a mí, yo te alivie a ti.
Entonces me explicó las conversaciones que ella había tenido con mi padre y en las cuales ambos habían decidido que lo mejor para todos era que cuando ella tuviese necesidad de un hombre ella recurrirá a mí en lugar de ir por ahí en busca de algún pendejo.
Habían hablado de que ella era aún muy joven y que tarde o temprano después del duelo por la muerte de él, ella tendría ganas de hacer el amor y que entonces recurriría a mí.
Carlos , me dijo yo me acuerdo mucho de tu padre y yo sé que tú también te acuerdas y de que lo querías mucho, pero estate tranquilo porque esto que vamos a hacer es lo que él quería.
Yo no podría hacer el amor con otro hombre que no fuese tu padre excepto tú , porque tú eres su prolongación, tú no eres un extraño.
Mientras esto me decía, yo seguía ordeñando las mamas de mi madre y ella a mí.
Cuando dejó de salir leche de sus tetas, terminé de succionar sus preciosas pezones y entonces adopté una postura como para penetrarla, pero ella me dijo cariño aún no puede ser, el parto está aún muy reciente y para eso tendremos que esperar algún tiempo; la matrona me dijo que a pesar de saber que era viuda reciente, su deber eran informarme que después de un parto como el mío, con legrado, hay que esperar dos meses para tener relaciones sexuales con penetración no.
Y aún falta una semana para que se cumpla el plazo de los dos meses, pero cuando pasé la semana será tuya en cuerpo y alma.
Mamá le dije sólo la puntita, prometo parar cuando me digas que te hace daño.
Bueno, dijo ella y a continuación me dijo tú vete metiendo muy poquito a poco y si yo te digo para, tú paras.
Por nada del mundo quería yo hacer daño a mi madre, así que apoyé la punta del pene en su chochín y no empujé nada más, por lo que fue ella la que me dijo ¡Venga! un poquito más que no me haces daño.
Yo fui metiéndola poco a poco, a la vez que mi madre me decía sigue Carlos, sigue que no me haces daño.
Así que yo seguí metiendo hasta que ya no quedó nada por meter.
Entonces mi polla no era tan larga como ahora, y eso en aquel momento fue una ventaja pues ya he dicho que de ningún modo quería hacer yo daño a mi madre.
Toda la polla estaba ya dentro de mi madre ¡Que placer, que gustito! Yo, un poco por miedo a hacerle daño y otro poco por mi impericia no me movía, con tenerla allí dentro me sentía como el hombre más feliz del mundo.
Los dos estábamos quietos.
Yo estaba de rodillas y mis dos manos le sujetaban el culo ¡Que culo! ¡Que tetas! ¿Que cara tan bonita! ¡Que hembra! Sólo sentía que para poder yo disfrutarla se hubiese tenido que morir mi padre.
Entonces ella llevó su mano al clítoris y empezó a tocarse y a gemir y jadear.
Cuando ella llegó al orgasmo, las convulsiones de sus músculos perineales hicieron vibrar mi polla y aquello fue el desencadenante que hizo que yo notase en el glande un placer inaudito, algo que nunca había experimentado haciéndome una paja , y noté como el semen recorría el interior de mi polla y se dirigía veloz hacia la vagina de mi madre.
Habíamos tenido un orgasmo casi simultaneo.
Yo le había dado mi leche , poca cosa en comparación con la que yo había bebido de sus preciosas mamas.
Mi verga aún seguía erecta, pero la saqué pues no quería abusar del amor de mi madre que me había permitido penetrarla en su periodo de cuarentena postparto.
Entonces ella viendo que la tenía erecta me hizo la primera mamada de mi vida, diciéndome ¡qué razón tenía tu padre! ¿Dónde iba yo a encontrar un hombre mejor que en mi propia casa? La engulló poco apoco con suaves lametones de su lengua y a los pocos minutos me volví a correr en su boca.
Se tragó todo mi semen y me dijo Carlos ahora ya eres totalmente el hombre de la casa.
Desde ese día dormí todas las noches con mi madre hasta que me fui de casa para casarme con mi actual mujer , a la cual también adoro como a mi madre.
Pero todas las semanas visitó a mi madre tres o cuatro veces y la sigo atendiendo como ella se merece como mi padre quería que hiciese.
A veces hacemos viajes mi mujer y yo, y mi madre también viene con nosotros y entonces por las noches en el hotel disfrutó de las dos mujeres que más quiero en este mundo.
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