El inocente hijo de Doña Adelaida descubre nuestros secretos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
– Entonces va a ir lavar mañana – pregunto Doña Adelaida a mamá.
– Si.
Tengo un buen poco de ropa sucia ¿Usted va a ir?
– Si
– Entonces nos vamos temprano.
Aquella señora y mamá se habían hecho muy buenas amigas, como las dos trabajaban durante la semana ya era costumbre que el sábado iban al vertiente a lavar lo que nosotros sus hijos habíamos ensuciado.
Más, la ropa de cama porque nuestros uniformes escolares los lavamos nosotros.
Carmen había sido inscrita en el turno de la mañana en la escuela, por lo que después de aquella follada en nuestra casa de campo tan solo una vez habíamos podido darle rienda suelta a nuestras instintos.
Había sido una noche, mientras veían televisión en la habitación donde dormían nuestros padres.
Ella se había escapado unos minutos y yéndonos por donde estaba el baño que papá había construido, ahí, parados habíamos echado un rápidin.
Minutos de lujuria, pero otra vez mi verga había entrado en su caliente y gorda panocha.
Al igual que la vez anterior acabe pajeándome sobre ella echándole mi leche sobre el rostro.
Cuando su hermano Ramón salió de ver televisión, nos miró.
Al parecer su inocencia no era tanta como para ignorar que su hermana menor andaba de resbalosa conmigo.
Dice mamá que tenemos que estar a las 9 – le dijo.
Se fueron los, ella me regaló una última mirada mientras caminaba detrás de su hermano, a quien se le dificultaba moverse por la discapacidad de su pierna.
Por un instante pensé que los chicos eran unos malos al apodarlo dólar, porque cuando caminaba subía y bajaba.
Sonreí.
Tal como habían acordado Doña Adelaida y mamá al día siguiente muy temprano se fueron al vertiente.
Mis hermanos y yo nos levantamos para ayudarle a llevar la ropa, Carmen y Ramón también hicieron lo propio.
Era sábado y pensé que hoy si podría cogerme a cabalidad a Carmen, llevarla a nuestra casa en el monte y meterle la verga como hace una semana antes.
Todo estaba planeado, yo sentado como siempre a buena distancia de nuestras hacendosas mamás, las chicas habían regresado a la casa a preparar el desayuno.
Ramón se había regresado con ellas al igual que mi hermano.
Ver venir a Lily sola me dijo que algo había pasado.
– Beatriz se fue con unas compañeras de la escuela a hacer tareas – dijo.
Antes de que pudiera hablar Ramón confirmo lo dijo por ella, afirmando que también Carmen.
– Llegaron las hijas de Doña Caro – agrego.
Que consiguieron unos libros para la tarea de sociales.
Aquello vino a tirar abajo mis planes.
Tanto Doña Adelaida como mamá entendieron a medias, aunque la mamá de Carmen se molestó porque no había llegado a pedirle permiso.
Aún así no tuvieron más remedio que continuar lo que estaban haciendo.
Desayunamos y cuando acabamos Lily se regreso a dejar los trastos, Ramón se quedó aunque se fue a sentar muy cerca de donde nuestras madres lavaban.
Cuando mi hermana pasó junto a mi le susurré que regresara, ella sabía que le estaba pidiendo venir a coger conmigo a nuestra casa.
Coqueta me sonrió mientras se alejaba dejándome ver aquel culito redondo que yo creía haberle desarrollado a fuerza de polla.
Diez minutos después regresó, yo me había ido a esperarla un tanto más arriba.
Caminamos entre el monte agarrados de la mano, agachados para evitar que Ramón, Doña Adelaida o incluso mamá pudiera vernos.
Sabíamos de su complicidad en nuestros juegos, pero era mejor que no supiera.
Uno tras el otro llegamos a la entrada de lo que llamábamos nuestra casa de campo, apartamos las ramas de los arbustos y entramos.
Los cartones estaban listos para servirnos de cama y coger como hacíamos siempre.
Uno frente al otro, sin pudor alguno.
La fuerza de la costumbre de más de un año follando había matado cualquier resquicio de vergüenza entre nosotros, sabíamos a lo que íbamos cuando entrabamos a aquel lugar, sin mayor preámbulo me baje los pantalones a las rodillas dejando mi verga al aire, Lily se agachó y tomándola entre las manos y empezó a chuparla como solo ella sabía.
En cuclillas aquella chiquilla de tan solo 12 años me daba la mamada del día.
Golosa se metía todo cuanto podía aguantar en su garganta y me miraba con aquellos ojos que parecían querer adivinar que tan rico me estaba haciendo sentir.
Si no hubiera tenido una verga dentro de su boca aquel rostro hubiera pasado por la más inocente de las niñas que vivían en nuestra vecindad, la verdad era bonita mi hermana.
Sabía que no traía calzones, algo habitual cuando íbamos a aquel lugar entre el monte al que llamamos casa.
Estábamos solos, era media mañana y teníamos el tiempo para nosotros.
Corrientes de electricidad subían y bajaban por mi espalda.
Supe que debía descremarme, quitándole las manos de su cabeza la aparte de mis 17 centímetros.
Lily se dio cuenta que era hora de ponerse boca arriba, subirse la falda y dejarme ese chochito para que se lo perforara como a ella le gustaba.
De una vez me recibió adentro suyo, su caliente vaginita me dio la bienvenida.
Un leve gemido me hizo saber que mi hermanita estaba caliente y sería cuestión de culeadas para que se corriera.
Con las manos en mi espalda me ayudaba a que la penetración fuera perfecta, su vulva tan solo dejaba fuera la bolsa de los huevos que rítmicamente se balanceaban de un lado a otro.
Nadie imaginaria que Lily era capaz de tragarse todo un garrote y peor aún disfrutarlo a juzgar por la expresión de su rostro.
Sus caderas moviéndose de abajo hacia arriba, como si quisiera recibir la estocada a medio camino.
Podía sentir como la cabeza de mi verga le llegaba hasta el fondo de su vagina.
Los pantalones a las rodillas me estorbaban y pensé quitármelos por completo, pero Lily me apretó hacia ella como si temiera perder el tren de pensamiento.
Su culo no dejaba de moverse, podría decirse que ella me culeaba de abajo hacia arriba.
Una y otra vez mi polla le entraba haciéndola gemir deliciosamente, ocultos en aquel matorral estábamos a punto de alcanzar uno más de nuestros orgasmos entre hermanos.
El chapoteo de su chocho era algo que debía escucharse a más de 10 metros de donde estábamos.
Pero quién podría escucharnos, mamá debía estar concentrada en sus quehaceres.
Además ella era cómplice de nuestros secretos y ciertamente hoy habíamos obviado la parte donde ella nos daba permiso para ir a jugar, aunque jugar era en otro contexto según entendíamos.
Mi polla era un bate de duro entrando en mi hermana, la sensación de corriente bajando por mi espalda era claro indicio que iba a correrme.
Acelere mis estocadas, intentando meterle hasta la última décima de aquel pedazo de carne que por años había compartido con Beatriz nuestra otra hermana.
Con los ojos cerrados supe que también estaba al límite del éxtasis sexual, me culeaba por instinto, sus gemidos eran ahora más intensos, su vagina sufría espasmos, sus manos me apretaban más fuerte.
Una última embestida y mi verga empezó a echarle leche en lo más profundo de su chocho.
Fueron chorros tras chorro, una y otra vez mi polla vomito semen dentro de aquella vagina que parecía arder por dentro.
Cansado me puse de pie, mi pene colgando aún a medio parar.
Fue entonces cuando pude ver en los ojos de Lily que apenas se estaba levantando.
Sorpresa y miedo, su mirada estaba puesta en la entrada de lo que considerábamos casa.
Me gire y ahí estaba.
Era Ramón el hermano de Carmen, sus ojos clavados en nosotros con aquella mueca de ironía e incredulidad.
Talvez no le cupiera en la cabeza la idea de que un hermano se estuviera follando a su hermanita de tan solo 12 años y se comiera un garrote como e que me salía del cierre.
Porque todavía lo tenía colgando.
Lily se escondió tras de mí cuerpo, yo terminé de arreglar mis pantalones.
Ramón tenía 18, un año mayor que yo, pero se comportaba como adulto.
Introvertido, de pocos amigos.
Ni el ni nosotros hablo palabra alguna, la tensión era, tal que fue ahora cuando caíamos en cuenta del ruido de la naturaleza.
Sin hablar, sin darnos la espalda empezó a caminar por aquel camino que era la entrada a la casa de nuestros secretos.
Desapareció dejándonos con un mar de nervios.
¿Qué haría? ¿Iría a contarle a mamá?
Eran incógnitas sin respuesta.
Una y mil ideas corrían como locas en mi cerebro.
Y si hablamos con él antes de que pueda delatarnos, es probable que quisiera algo a cambio.
Lo chantajeamos con sexo pensé.
Se lo hice saber a mi hermana y ella aceptó casi por inercia, conocedora que lo más probable era que quisiera follar con ella.
Salimos por donde él había lo había hecho antes, nos fuimos a colocar de tal forma que podíamos ver a mamá y Doña Adelaida lavando juntas.
Ramón en el mismo lugar donde yo normalmente me sentaba a esperar cuando mi madre iba a lavar.
Pensativo, quizás estuviera a punto de contar sobre nuestros juegos en aquella casa de campo.
¿Qué pasaría? No lo sabíamos.
Talvez mamá tuviera que fingir ignorancia y echarnos en cara que éramos unos cochinos incestuosos y nos lanzará el discurso donde los hermanos deben respetarse, cuidarse y no andar haciendo barrabasadas.
Ramón permanecía inmóvil y decidimos esperar, incluso nos delatarnos ante el jugando al pie de aquel árbol de guayaba donde mi hermana solía subirse dejándome ver su chocho descubierto.
Tuvimos la idea de que llegara donde estábamos y si teníamos que callar su silencio que fuera ahora, pero no.
Ramón se mantuvo donde estaba.
El tiempo corrió su curso y a eso del mediodía mamá nos llamó para ir a ayudarle a llevar la ropa mojada.
Ramón nos miró con aquellos ojos de quien sabe un secreto, su madre también había terminado de lavar y todos juntos nos fuimos para la vecindad.
Esa vecindad donde el sexo era un pecado muy común en quienes la habitamos.
Seguiré contando……
Ojalá publiques luego la segunda parte, muy bien relatada y excitante