El inocente hijo de Doña Adelaida descubre nuestros secretos II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Mi verga entro como Juan por su casa en aquel culo hambriento de polla, despacio aunque resuelto a abrirse paso hasta llegar al fondo de quién delante mío dejó escapar aquel bufido de satisfacción.
Agarrado a sus caderas se la enterré toda, el gozo que me hacía sentir era indescriptible.
Mis 17 centímetros parecían estar hechos para darle placer.
Su culo era tan rico que por un momento me arrepentí de haberlo privado de verga todos estos meses.
¿Cuánto hacia que no lo cogía? Talvez un año, quizás dos.
No estaba seguro, lo que si recordaba, era que años atrás cuando apenas empezábamos nuestros juegos de sexo entre hermanos, él había estado ahí junto a Beatriz y Lily afanoso dándome placer.
En nuestra antigua casa habían sido muchas las veces que habíamos compartido sexo, él junto a mis hermanas me la chupaban mientras yo lujurioso elevaba los ojos al cielo para luego regalarles sendos chorros de semen que los tres saboreaban como buenos chupa vergas.
Mi hermano era parte de nuestros inicios sexuales, había disfrutado dando y recibiendo polla.
Dos años menor que Beatriz, le había roto el culito cuando apenas tendría 12 o 13.
Él también había hecho lo suyo con mis hermanas, era mi cómplice de mil cogidas, pero hoy lo tenía hasta el tope con 17 centímetros adentro suyo.
Estábamos en el baño que papá había construido en el patio, desnudos los dos.
No sabíamos cómo había empezado todo, pero ahí estaba haciéndome sentir el semental de aquella vecindad donde ahora vivíamos.
Era media mañana y a no ser por Doña Petra, la vecina que había pasado frente al baño minutos antes, podíamos pensar que teníamos el tiempo y espacio para nosotros solos.
¿Habrá sospechado la incestuosa señora que tras aquellos plásticos y palos del improvisado baño un hermano tenía a otro hasta los huevos de enculado? Seguro que no.
Tan solo me había visto a mi de los hombros hacia arriba, mi hermano a cuatro oculto a sus ojos, eso sí con un buen pedazo de carne en sus entrañas.
Yo había tenido la listeza de tomar un caso con agua y echarlo sobre mi cabeza como si tan solo fuera un chico bañándome.
Algo que debió creer aunque por un segundo la vi detenerse, talvez al igual que yo pensara que las condiciones estaban dadas para tener sexo.
Porque a ella le gustaba la verga, la había visto follar con su hijo tan solo unos días atrás y por la forma como me veía después de aquello Doña Petra al parecer sospechaba que era yo quien oculto había presenciado su secreto de familia.
Agarrado al barril mi hermano me gozaba como un poseso, yo detrás culeándolo.
Afianzado de sus caderas una y otro vez lo penetraba, era excitante ver cómo mi pene salía para luego desaparecer entre sus nalgas.
Aquel culito era una máquina de dar placer, caliente por dentro, suave, esponjoso.
Una delicia que me hacía querer gozarlo para siempre, él parecía un enajenado pujando a cada embestida.
– La tienes más grande – le escuche decir al tiempo que gimió tras recibir una de mis embestidas con mayor fuerza.
Lo había hecho a propósito, supe que lo estaba gozando.
Su culo había empezado a moverse de una forma distinta, goloso se empujaba hacia atrás como sin con ello buscará una mayor enculada.
Los músculos de sus caderas se habían tensado, su espalda se había arqueado hacia abajo y habia abierto más las piernas.
Por eso la estocada, por eso tomarlo de la cintura con mis manos y encularlo con mayor fuerza, mi hermanito me estaba gozando y yo a él.
Lujurioso pensé que necesitaba que mi pene le llegará hasta la barriga, en un momento de morbo puse mi dedo pulgar al pegue de mi verga y extendí la mano como si quisiera medir hasta donde le llegaba.
Sádicamente sonreí de saber que la cabeza de mi polla debía llegarle hasta donde terminaba su columna, tenía una cuarta de carne adentro y goloso parecía querer más.
Otra vez apareció Doña Petra, venía de afuera.
De la calle.
Igual que antes no pareció darse cuenta de lo que pasaba en el baño, aunque ahora se detuvo un momento.
¿Y Lily? Pregunto.
Se refería a mi hermana.
Quizá mi rostro no había sido capaz de esconder todas mis emociones, la sangre fluyendo por todo mi cuerpo debía estarme delatando.
Tener a mi hermano enculado no era algo para pasar de largo.
Sin sacársela a mi hermano y mientras otra vez me echaba agua sobre la cabeza con el huacal, le respondí que debía estar donde Ruth.
Los ojos de Doña Petra parecían querer adivinar mis pensamientos, talvez hubiera caminado hacia donde yo estaba sino hubiera visto a mi hermana llegar corriendo a la puerta de nuestra casa.
Ciertamente estaba donde su amiga y compañera de escuela que vivía en los cuartos del fondo.
Verla aparecer habría tumbado cualquier sospecha, porque por un instante pude ver en el rostro de Doña Petra la duda de que algo no cuadraba en aquella escena.
– Lily – la escuche decirle a mi hermana.
¿Puedes hacerme el favor de ir donde tu tía y preguntarle si va a ir a buscar leña?
Era una pregunta de rutina a una situación de rutina.
Mi tía y ella casi siempre iban juntas a las fincas cercanas en busca de leña que utilizábamos para cocinar.
Mi hermana me miró como si necesitara mi autorización, algo que tuvo con un movimiento de cabeza de arriba abajo.
Mi hermano seguía agachado con la verga en la tripas.
– No te quedes allá – dije a Lily intentando actuar lo más natural que podía para luego recordarle que tenía que bañarse para ir a la escuela.
Mi actuación debió convencer a Doña Petra, ya que viendo correr a mi hermana a cumplir lo encargado también ella camino en dirección a su cuarto.
Agachado como estaba mi hermano pareció agradecer al cielo el que por fin nos dejarán solos.
Sumiso se dejó agarrar de las caderas y otra vez lo empecé a culear enterrándole hasta el último pedazo de verga.
El gemía embelesado, satisfecho, lleno totalmente.
Agarrado al barril me recibía con tal placer que por un momento sentí envidia de que fuera el quien recibía polla.
Mi culo conectado a mi cerebro sitio celos ¿Por qué no ser yo quien se comía una verga gruesa como la que se estaba comiendo mi hermano?
Aquel pensamiento no duró más que un instante, el gozo que me daba el ano de mi hermano pudo más que cualquier idea que se cruzará por mi mente.
Dispuesto a hacerlo gozar más le saque la verga y así como estaba a cuatro le empecé a dar lengua, su agujero era hoy como si le hubiera entrado un bote de desodorante, por un instante recordé lo que me había dicho antes sobre que la sentía más grande.
Mirando hacia abajo y viendo mi verga colgando tuve que darle la razón, realmente mi pene eran un buen pedazo de carne lleno de venas y con aquella curvatura hacia arriba que debía tocarles la parte más sensible tanto de mis hermanas como de mi hermano.
Incluso mi hermanastra y mi propia madre parecían haberla gozado cuando habíamos tenido sexo.
Mi hermano había empezado a pajearse, quizá mi lengua no solo le excitara el culo.
También su polla al parecer gozaba aquel momento, un lenguetazo por toda su zanja hizo que su cuerpo se doblara hacia abajo.
Yo aproveche aquel momento y en un instante de solidaridad mi mano tomo su pene, duro, excitado.
El debió adivinar que iba a masturbarlo, porque dejándome libre se levantó hasta quedar su espalda contra mi pecho.
Parados los dos el doblo su cabeza hasta quedar nuestras bocas una frente a la otra y besándonos le hice una paja hasta sentir su caliente leche sobre mi mano.
Entre quejidos de placer mi hermano se corrió mientras movía sus caderas como si estuviera follando el aire.
Presuroso se giró y agachado me mamo la reata, lujurioso me la chupaba mientras con su mano acariciaba mis huevos.
Era tal el morbo entre nosotros que quizás si nos pudieran ver nadie nos reconocería como los hermanos “normal” que a diario veían como un vecino más en aquella vecindad de mala muerte.
Otra vez lo puse agarrado al barril, con mi mano derecha le puse la cabeza de mi verga en la entrada y de un empujón se la enterré hasta el fondo.
No hubo mayor preámbulo, tan solo unos segundos para gozar su interior.
Luego empecé a cogerlo, esta vez con la firme intención de gozar y hacerlo gozar.
Lo culie una y otra vez con estocadas profundas, afianzado a su cintura le daba pene hasta hacerlo pujar una y otra vez en una sarta de letanías de beatas de iglesia.
Su goloso culo me daba un placer enorme, tragón pero rico.
Caliente, esponjoso y con aquel olor que me decía que le estaba tocando hasta la mierda.
Era caca y por extraño que parezca me excitaba, saber que mi hermanito se la estaba comiendo toda, que me estaba gozando, eso definitivamente era más fuerte que cualquier repulsión que pudiese generarme el olor a su mierda de hermano.
Lo despatarre un poco más, entre sus piernas y siempre desde atrás lo folle como debía follar un perro excitado, una tras otra recibía mis embestidas tragándose todo, hasta el tronco.
Mis 17 cm parecían estar hechos para aquel culo tragón, una vez más tuve que lamentarme el no haberle dado verga todos estos meses o talvez años.
Los recuerdos de nuestras cogidas en familia se hicieron presentes y pensando en ello acabe en una tremenda descarga de semen que le eche en lo más profundo del culo.
Me gozó.
Lo gocé, cerrados los ojos me derrame una y otra vez en su interior, mis manos sintieron como sus caderas se tensaban, todo su cuerpo se tenso mientras emitía aquel chillido de gusto.
Habíamos llegado al final de un rico polvo que jamás habíamos previsto.
Aún con la verga en su interior y todavía agarrado a sus caderas abrí los ojos, Ramón estaba a escasos metros de nosotros.
Nos miraba.
Esta era la segunda vez que me encontraba teniendo sexo, apenas hace algunos días me había visto mientras follaba con mi hermana Lily en nuestra casa de campo hecha entre matorrales en el terreno que estaba frente a nuestra vecindad.
Ramón era el hermano de Carmen, la chica flaca y de gordo chocho que últimamente se había unido a nuestros juegos de sexo.
Ramón era hoy el testigo incómodo de nuestros secretos.
¿Nos espiaba? ¿Qué otra explicación habría? Cierto que podría haber llegado al sanitario que estaba unos metros más abajo y que por casualidad nos hubiese encontrado.
Mi hermano también se había percatado de su presencia y sacándose la verga se había incorporado hasta quedar parado junto a mi.
La verguenza había hecho lo suyo, mudos mi hermano y yo no decíamos nada.
Ramón tampoco dijo nada, una mirada de arriba como si con ello quisiera guardar la imagen de lo que estaba viendo.
Mi verga al aire, mi hermano desnudo y con el culo dejando escapar leche quedaría grabado en su memoria talvez para siempre.
Caminó rumbo al sanitario y cuando estuvo dentro mi hermano y yo nos fuimos a nuestro cuarto.
Desnudos aún, sentados cada quien en nuestra cama nos miramos y nerviosos sonreímos.
Fue la voz de mi hermano la que rompió aquel momento:
– ¿Crees que le va contar a alguien? – dijo.
– No sé.
Ahora fui yo el que preguntó:
– ¿Cerraste la puerta?
– Si
Quizá mi accionar fuera un reflejo, una forma de esconder mis miedos.
Porque tras ir a cerciorarme que efectivamente la puerta estuviera asegurada regrese con la verga entre mis manos y mostrándosela a mi hermano le pregunté si quería más.
Él dijo que si, recostado en la cama deje que me la mamara hasta saciarse, luego lo folle, esta vez dejando que me cabalgará.
Sentado con mi verga adentro recibió otra ración de leche en un mismo día.
Seguiré contando ….
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