El juego del Ritual
Ella quería aprender sobre los demonios ficticios, yo le enseñé uno real.
Esta historia está basada en hechos reales que aun pueblan mi fantasía y angustian mi alma, sirva este relato para compartir el placer y pecado del que fui parte, para disfrute del lascivo lector.
Fue hace pocos años, en una de esas visitas familiares que alegran el hogar con sus ruidos y fiestas espontaneas, que recibí la visita de mi dulce primita Laura y su familia, como era habitual en esas épocas veraniegas, donde se aprovechan las largas vacaciones para reunirse, comer, y realizar actividades juntos.
Ese año, mis juegos para mantenerla entretenida se salieron del guión habitual, dando lugar a furtivas aventuras y nuevas enseñanzas que cambiaron su mundo… y el mío.
Laura era una niña curiosa para sus 11 años, voluntariosa y con carácter, con un gusto por las películas de terror y lo grotesco que rozaban la excentricidad, pero ante todo, era alguien dulce y cariñosa. De piel suave y morena como el chocolate con leche, y pelo largo y cuidado. Sus ojos eran grandes, redondos y de un marrón cristalino prohibitivo en belleza, su cuerpecito era delgado y enjuto, lo cual sumado a sus nervios la convertían en una pequeña hada macabra que disfrutaba de historias terribles sobre vampiros y hombres lobo, que yo aderezaba con apropiados mordiscos y cosquillas en lugares no muy correctos…
A mis 27 años, yo era un tipo versado en fantasía e historias creativas debido a mis hobbies, lo cual me convertían en su narrador favorito en esas largas estancias que compartíamos durante sus visitas vacacionales, ese año su interés se acercaba a la demonología, y aconteció que un día, nuestros padres se marcharon temprano dejándome al cuidado de ella y su divertimento, actividad que me tomé con notable dedicación.
Estaba en mi habitación cuando ella apareció por el marco de la puerta. Vestía unos jeans anchos, una camiseta negra y una mirada que adivinaba nervio y ansia por las nuevas historias y aventuras que tuviese preparado esta vez para ella.
Rápidamente gritó «¡Primo!» y se abalanzó sobre mi sin darme tiempo a levantarme de mi silla de escritorio.
Abracé su pequeña figura con cariño, hundiendo mi nariz en su pelo negro y oliendo su perfume a jabón antiguo.
Como era habitual en mí, alargué ese abrazo mas allá del correcto cariño, palpando su delgada figura desde sus hombros hasta acariciar de manera más sutil sus pequeños glúteos, adivinando los cambios que lentamente habían ocurrido durante el año anterior y produciendo una lasciva e incestuosa erección que no pretendí alejar de su cuerpecito, cuyas piernas se habían colocado inocentemente sobre la zona afectada.
Mi miembro se mantenía erecto contra su cubierta intimidad, podía sentir lo que deberían ser sus impúberes labios tras su ropa interior y al presionar su cuerpo contra mi, sus formas carnales se sentían abrazando mi erección… Deseaba frotarme contra esa fruta inmaculada, abandonarme al pecado de la carne y hacer de ella objeto de mi placer y deseo pero, tan pronto como se produjo ese cercano y cálido abrazo, se acabó de manera igualmente brusca al separarse de mi y mirarme con sus grandes ojos curiosos.
– Primo, he estado estudiando a los demonios y cómo invocarlos – dijo con una sonrisa desafiante igual de atrayente que su imaginación desmedida.
– ¿Ah, si? Explícame eso – pregunté sin mucha curiosidad, ya que mis pensamientos se dirigían, junto a mi sangre, hacia otras áreas de mi cuerpo.
Comenzó entonces a contarme las habituales asociaciones y percepciones de los demonios relacionada con las religiones; cuernos, monstruos y terror típico de las películas que habíamos visto ya en alguna que otra película donde, al abrigo de la oscuridad y su tierna inocencia, había yo prolongado en visitas anteriores, las caricias donde nunca antes había explorado mano ajena, ni propia.
Mi mente imaginativa empezó entonces a maquinar una nueva aventura para ella.
– Estas equivocada mi niña, los demonios no son esos bichos que tu describes, pero creo ser capaz de enseñarte alguno de ellos.
– ¿Si? – Preguntó, abriendo sus ojitos y sonriendo de oreja a oreja, con esa pequeña boquita perlada rodeada de unos labios pequeños y perfectamente redondeados. – Enseñame porfi, porfi porfi – dijo con una tierna suplica, ignorante no solo de mi decidida colaboración, sino de cuan real iba a ser ese descubrimiento.
Preparé un escenario de tinte «satánico» en mi habitación para crear atmosfera. Música tántrica pero no terrorífica, incienso, luz tenue, velas, y una manta con dibujos esotéricos que diesen mas realismo al juego. Entonces la senté en mitad de la manta, como si fuese centro de un ritual de invocación. Ella me miraba sonriente y divertida por la escenografía, creyendo realmente que monstruos infernales iban a aparecer ante nosotros.
Comencé con una explicación de los pecados capitales y los demonios que los representaban, creando una alegoría con los vicios humanos como los verdaderos monstruos que poblaban el mundo, y no esos entes corpóreos y terribles que las películas nos muestran. Huelga decir que esta parte se le hizo incomprensible y aburrida para su joven imaginación, por lo que entré rápidamente en la parte divertida de la historia.
–… entonces, los demonios se manifiestan a través de nuestras acciones, si quieres te mostraré un demonio de los que te nombré como… ¡Asmodeo! – pronuncié de manera casual, aunque era totalmente intencionado – demonio de la lujuria.
– ¡Si, si, porfi primo! – exclamó dando saltitos de alegría en la manta y sonriendo de una forma que derretía mi corazón.
– Pero… ¿qué es la lujuria? – preguntó inocente.
– La lujuria es cuando un «demonio» toma el control de nosotros y hacemos caricias y cosquillas diferentes. –
Me situé tras ella hablando con voz misteriosa, mientras acariciaba sus hombros en forma de masaje suave.
-Entonces las personas se dejan llevar y disfrutan de las sensaciones que sienten, como ahora…- Deslicé una mano entonces por dentro del cuello de la camiseta, acariciando la piel suave de sus hombros, mientras situaba la otra junto a su vientre.
Ella respondía de manera inocente a mi juego, cerrando los ojos como si estuviera siendo poseída por un ente, mientras mis manos se deslizaban por debajo de su ropa, moviéndose por su barriga hasta llegar a su pecho, donde apenas unos pequeños pezones permitían diferenciar la planicie de su cuerpecito joven.
Me recreé acariciándolos suavemente entre mis dedos, sus bultitos pequeños y menudos donde, en un futuro se levantarían unos senos suaves como melocotones…
Deseaba tenerlos entre mis labios, y en mis ganas de jugar con ellos mi otra mano comenzó a descender por su vientre hasta que mi dedo meñique chocó contra el elástico de sus pantalones, deseoso de explorar nuevos rincones.
Pero, si quería ejercer mis oscuras fantasías necesitaba crear una historia para lograr su plena colaboración.
– Primita -le dije- ¿Quieres que invoquemos a un demonio juntos? -su afirmación no tardó en producirse.
Entonces, con voz dramática, recité unas instrucciones para un supuesto «ritual de invocación» en el cual ella debía tumbarse sobre la manta, cerrando los ojos. Se extrañó un poco pero mi tono teatral y su inocencia hicieron el resto.
Obediente, se tumbó y comencé a realizar un masaje sobre sus piernas y brazos, como si de un ritual extraño se tratase. Para el siguiente paso inventé que, como veníamos al mundo sin ropa, esta era una defensa que no permitía seguir el ritual, por lo cual debía quitársela, lo cual, debido a mi excitación, no disimulé en ayudar.
Quiero que imaginen la energía que recorría mi cuerpo en ese momento; mi pequeña niña estaba tumbada sobre la manta, sonriente y con los ojos cerrados. Su cuerpo suave y chocolateado se mostraba ante mi como una obra de arte secreta a la voracidad de mis lascivas intenciones. Sus pequeños pezones apuntaban al aire como dos granitos de arroz negro, mientras su ombligo era una hendidura suave en un vientre plano. Cuando retiré suavemente su ropa interior, apareció la fruta de mi deseo…
Un pequeño monte de venus se alzaba ante mi, vacío aun de cualquier vello púbico, ligeramente oscurecido respecto al resto de su piel. Me acerqué a él para apreciar su forma perfecta y redondeada; cómo una «campanita» coronaba su dulce abertura y unos labios diminutos parecían darme la bienvenida; era un paraíso nunca antes explorado… Entonces aspiré su aroma y recibí su esencia a niñez, salitre, orina e inocencia aunque me detuve antes de llegar mas allá de un contacto «no desarrollado» Toda ella se abría ante mi como una flor de primavera se rinde al hambre de una abeja.
Comencé a masajear la palma de sus manos, sus brazos y sus hombros ahora desnudos, describiendo círculos suaves mientras ella sonriente y a ciegas, escuchaba mi «proceso inventado». –Para atraer a Asmodeo, tu cuerpo ha de estar en sintonía, por ello muevo tu cuerpo en el plano astral– me inventé rápidamente.
Mis dedos acariciaban la piel de su cuello, su barbilla y sus labios, con los cuales me entretuve más de lo debido, y donde un pulgar travieso se aventuró en sus interiores sin mi permiso. Lo saqué al rato bañado en su saliva y lo introduje en mi boca, saboreándolo con morbo diabólico, mientras se mezclaba con la mía.
Me arrodillé sobre ella mientras mis manos seguían recorriendo el mapa de su piel, sus pezones vibraban al contacto de mis yemas, y me preguntaba si sentiría cosquillas con ello, cosa que pareció afirmar sonriendo.
Tras disimular con un masaje en sus diminutos pies y rodillas no pude evitar centrar mis ojos en mi deseado objetivo; …su inocencia.
Mis dedos abrieron sus labios con suavidad, asomando ante mi una abertura rosada que por primera vez veía a otro ser humano, el pequeño agujero de su vagina… su pequeño clítoris…
Deseaba de manera animal devorar aquella fruta y beberme su jugo, pero cuando mis dedos comenzaron a aventurarse en su interior, se removió con cierta duda, hecho que hizo despertar mi ingenio de nuevo rápidamente.
– Ahora primita, vamos a abrir la primera puerta corporal, debes resistir este paso para que el demonio no sea quien te controle, has de resistir sin moverte todo lo que sientas.
Ella confirmó decidida, con lo cual comencé a recorrer sus carnes con mis ávidos dedos, acariciando sus labios exteriores, recorriendo la campanita (hecho que hizo que se removiera, esta vez para mi regocijo) y en ultima instancia, la entrada a su interior…
Con cierta timidez deslicé mi dedo índice por vez primera a través de ella. Debido a su inexperta juventud se hallaba falto de lubricación, y tuve que lamérmelo para que entrase mas fácilmente. Con disfrute saboreé un gusto a orina salada, el olor propio de mi niña que me ofrecía en nuestros juegos prohibidos. Entonces lo introduje lentamente a través de su piel y su vagina.
Mi miembro palpitaba de excitación salvaje, deseaba dejarme llevar por «el juego», que ese demonio me poseyera y que realizásemos un descubrimiento secreto del placer. Pero debía proceder con cautela para no romper a mi querida tesoro de azúcar moreno.
Mi mente se emborronaba mientras mi dedo índice y anular exploraban su dulce cuerpo, sus formas, su húmedo interior a la vez que frotaba su clítoris. Ella soltaba pequeños quejidos (¿gemidos? ¿molestia?) pero resistía firme mi «demoníaco masaje» donde una y otra vez exploraron la profundidad de su pequeño cuerpecito hasta topar con «la puerta».
Su himen, muestra de su desnuda inocencia se interponía entre mi pasión y su total entrega, pero no podía simplemente taladrarlo torpemente con mis dedos, por lo cual decidí dejarlo para mas tarde.
Entonces, comuniqué que entraríamos en la segunda fase; el marcaje del chakra.
Para esta invención me situé sobre ella, y manteniendo sus ojos cerrados, usé mi lengua para esparcir una «marca» sobre su cuerpo. Lamí su frente con la punta de la lengua, marqué sus parpados brevemente, la palma de sus manos, y hombros. Describí una línea desde el ombligo que se separó a ambos pezones, donde di rienda a mis deseos y lamí, chupé, succioné con hambre de neonato.
El siguiente paso seria «la muestra» donde, en mi invención, cogí un caramelo y dije de «enviarle energía» a través de sus labios…
Besé su pequeña boquita que fue abriendo poco a poco, cuando esto sucedió pasé el caramelo de mi boca a la suya continuando con mi lengua que, traviesa, comenzó a explorar la nueva abertura. Me sorprendió nuevamente su buena disposición y aventura cuando, su diminuta lengua comenzó a seguir la mía en su baile carnal, volviéndome loco de una manera que me resultó difícil de controlar.
Dejándome llevar me tumbé sobre su cuerpecito, no dejando caer totalmente mi peso en su pequeña figura, pero situándome entre sus piernecitas. Juro que no recuerdo en qué momento me había descendido mis pantalones, pero ella pudo seguramente sentir mi virilidad, protegida tras mi ropa interior, frotándose contra su vulva. Hambrienta…
Conseguí retomar el control y, descendiendo su cuerpo con dulces besos, me situé junto a su vientre. Suavemente mi lengua abrió la cavidad al placer y («escribiendo runas arcanas» como me excusé) comencé a devorar aquella fruta joven por primera vez…
Han de saber que, al igual que las manzanas verdes, el sabor de la juventud es extraño a la vez que delicioso.
Pese al regusto a orin, su dulzura e inocencia removían un hambre salvaje que mal disimulaba en mi «fantástico ritual demoníaco». Sujetaba sus piernas abiertas con sumo cuidado mientras mi boca cubría su inocencia con un manto cálido de cariño y vicio. Bebí sus primeros jugos y libé con mi lengua sus secretos interiores, mientras ella haciendo el intento, no podía resistir moverse al placer de nuevas sensaciones desconocidas.
Mi siguiente paso sería cambiar su papel a algo mas… «activo» por lo cual al terminar mi dulce trago, la animé a abrir sus ojitos.
– Bien Laura, ahora has de ayudarme a mi, como arcanista, para poder continuar la siguiente fase de invocación, si es que no te está dando miedo y quieres parar- le comenté con un tono provocador.
– ¿Eres tonto? ¡Hay que acabar la invocación o nos torturará para siempre!
Sonreí para mi ante su inocencia y entonces la alcé de sus bracitos y coloqué sus manos junto a mi cintura, donde le hice ayudarme a quitar mi ropa. Mi miembro se alzó tembloroso ante su barbilla cuando toda mi ropa descendió al suelo, quedando sorprendida por los nuevos descubrimientos. Y entonces… el proceso se invirtió.
Lamió la palma de mis manos, mis hombros… repitió el proceso con buena memoria hasta devolverme el caramelo, (proceso en el que nuevamente la sujeté y mantuve un largo beso, mientras ella protestaba inocentemente por interrumpir el ritual) Descendió por mi vientre hasta quedarse mirando fijamente mi miembro sin saber que hacer.
– Esa parte de mi cuerpo, ha de ser «protegida» por tu chakra para que no caiga yo en garras del demonio, debes usar tu boca como si fuese una botella y «succionar» la mala energía. – Me inventé, y ella, tímida al principio, la introdujo en su boca.
Me gustaría mentiros y relatar que fue un proceso largo y placentero, pero la realidad es que, debido a mi excitación previa durante todo el proceso, apenas su boquita cubrió mi miembro por tercera vez, derramé mi esencia dentro de su garganta.
Mi espalda se arqueó y aunque al principio ella succionaba obediente, la sorpresa le hizo tragar un poco y escupir el resto entre arcadas.
Dulcemente acaricié su pelo, y le conté que eso era «esencia de vida», y que la protegería en el resto del ritual, ella limpió entonces mi miembro con su lengua y nos precipitamos a la última parte del ritual.
Para entonces poca sangre había en mi cerebro para alimentar mi inventiva, pero este paso sería el mas duro para ella, por lo cual debía cuidar cada detalle de nuestra aventura.
Cambié la música a un ritmo bárbaro de tambores, cadencioso pero grave y lento…
– Bien Laurita – comenté cariñosa y misteriosamente mirando sus ojitos – este paso es el más difícil pero con ello invocaremos satisfactoriamente a Asmodeo, demonio de la lujuria, ¿estas preparada?
Su afirmación fue decidida, pero noté la incertidumbre en su rostro cuando me situé sobre ella, alineando mi cuerpo entre sus piernecitas suaves.
Primero la tumbé sobre la manta, abriendo sus piernecitas con mis manos, acariciando el interior de sus muslos y su fruto antes de colocarme desnudo sobre ella, apunté con cuidado mi miembro en su húmeda abertura, colocándolo a la entrada para no herir mas de lo necesario.
Pueden imaginar la bizarra escena; mi pequeña niña tumbada sobre una manta de dibujos, rodeada de velas e incienso y acompañada de música tribal, mientras yo procedía a unirme a ella en cuerpo y esencia.
Sus hermosos e interrogantes ojos, se estremecieron conforme mi carne se hundía en la suya lentamente.
Notaba la punta humedecida, deslizándose dentro de su templo, el glande y tras de él, la corona y el cuello…
– Vamos a unir nuestras almas en un baile, el demonio intentará romperlo, pero si resistimos, lo habremos logrado.
Ella asintió temerosa mientras yo deslizaba el comienzo de mi miembro dentro y afuera, sin forzar su himen todavía.
Me asombró la elasticidad de su joven y pequeño cuerpo, ya que poco a poco iba presionando más y más contra la puerta de su inocencia que resistía mi movimiento, sus piernas se agitaban a ambos lados de mi cintura y pequeños quejidos escapaban a través de su pequeña nariz. Podía ver como apretaba los dientes, doblaba los dedos de sus pequeños pies y sus manos se aferraban a mis hombros. Debo decir que, pocos momentos en mi vida se sintieron tan «mágicos» como, cuando en uno de estos suaves embites, su carne por fin se abrió a mi con un chasquido cartilaginoso y un gemido infantil escapó de su boca.
Nuestros cuerpos comenzaron a bailar la danza de la lujuria mientras una nueva humedad restallaba en nuestra unión; su sangre y con ella, su pureza. Mi miembro iba penetrando tiento a tiento su vientre y su flor cada vez mas profundamente. Mi cabeza era un hervidero incontrolable de instinto animal, casi poseído por algún ente arcano que, movía mi cuerpo de manera automática.
Mientras ella resistía estoicamente mis embites, su carne se abría a mi miembro, bastante mas grande de lo que su abertura podía aceptar debido a la diferencia de edad. Pequeñas lágrimas se derramaban por sus ojos que yo bebía entre besos mientras sujetaba su cabecita en mis brazos y devoraba sus labios con lento amor.
De pronto tuve un destello de consciencia dentro de mi perversión; sobre una manta en mi habitación, estaba teniendo relaciones sexuales con mi pequeña prima de 11 años, había usado su inocencia mas allá de cualquier límite y ahora estaba empujando mi miembro dentro de su infantil cuerpo, 16 años mas joven…
Nuestro sudor se mezclaba junto con nuestra respiración, su sangre y nuestros jugos mientras pequeños lamentos se escapaban de su garganta de pajarito.
Y lo que era peor de todo; me encantaba. Sobre cualquier cosa en este mundo. Estar dentro de ella era la ambrosía prohibida de los dioses. Mi deseo mas furtivo. Mi placer mas profundo.
Poco a poco sus quejidos se fueron atenuando, y en la habitación solo se escuchaban nuestra respiración acompasada, el choque de nuestra carne y los tambores tribales que marcaban el ritmo del baile.
Su voz se transformó en un maravilloso gemido de placer, su voz aguda y joven respondía a mi empuje y nuestro aliento se mezclaba en besos apasionados mientras su pequeño cuerpo se movía arriba y abajo por la diferencia de tamaño.
Tras perder la noción del tiempo, una ola comenzó a recorrer desde mis pies hasta mi pelo, de mi cara a mi ombligo, mi cuerpo se tensó y cual fue mi sorpresa al apreciar el rápido crecimiento de mi aprendiz cuando, sus piernecitas rodearon mi cintura instintivamente, realizando un candado con sus diminutos pies.
Derramé mi esencia de vida en el interior de mi niña, gemí de placer mientras mordía su pequeño cuello y mi semilla inundaba su vientre. Ella notó el calor que la inundaba y se sorprendió cuando, tras terminar nuestro baile, su abertura llena derramaba un cálido líquido blanco hacia afuera.
Cuando recuperé la cordura, le describí de manera mágica todo lo sucedido entre cariñosos besos para que lo viese desde una perspectiva «ocultista y arcana», un juego en el que habíamos invocado un demonio, y habíamos ganado pese al dolor y nuevas sensaciones.
Nos duchamos juntos y limpie sus heridas y su vientre de toda mi esencia. Por suerte para mi inconsciencia, aun era joven para su primer periodo, que llegaría dos años después y que nos evitó un problema bastante «no mágico» de explicar.
Cuando llegaron nuestros padres a la noche, ambos estábamos dormidos ante la tele, vestidos bajo una manta, tras una sesión de besos y «caricias» donde, apremié su aplomo de una manera que disfrutó plenamente por vez primera.
Había hecho a mi prima, mi niña, y a su vez, ella había descubierto, sin comprender, el pecado de la lujuria y la adultez.
Otras visitas se sucedieron en distintas vacaciones, unas mas dulces y otras mas austeras, mas mágicas o mas «tribales» pero eso ya, es historia entre mi pequeño amor y yo.
Delicioso relato, sigue contando que más hiciste con esa nenita, además de hacerla mujer y putita a la vez, espero más relatos tuyos, un saludo.
Riquísimo relato.
Me puso la verga bien parada.