EL MENOR (EXHIBCIONISMO U ORGIA II)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Después de aquella experiencia, lo que siguió, fue inevitable, mi hermano estaba exultante de sexo y no paraba de acariciarme y ponerme bien caliente a todas horas.
Los días siguientes al encuentro sus manos no paraban de excitarme continuamente, eso sí, con suavidad porque estaba algo sensible.
Cada que salíamos algún lugar me vi yendo sin tangas porque él me las quitaba antes de salir de casa.
Ese día Juan Carlos había quedado con sus amigos en tomar unas copas, nos dirigimos al bar donde habían quedado.
Por suerte llegamos cuando sólo había algunos de ellos acompañados de sus novias, nos saludamos y no pude evitar notar que, al acercarme para recibir los dos besitos de Fernando, su boca alcanzaba la comisura de mis labios y su mano acariciaba el final de mis glúteos bajo la minifalda.
Sonreí satisfecha y me acerqué a Jonathan, que me tomó en sus brazos y me apretó contra su cuerpo notando cómo mis pechos se aplastaban contra el suyo y su mano se deslizaba de mi cintura mientras sus labios me besaban en una y otra mejilla, muy cerca de mi boca, a la vez que su mano no dejaba de recorrer la rajita entre mis dos cachetes.
Sus novias no perdían ojo de mi hermano y se saludaban afectuosamente momento que yo aproveché para desasirme de Jonathan apartándome mientras mi mano le acariciaba la entrepierna.
¿Cómo ha ido todo? les pregunté mientras yo saludaba a sus chicas, aburridos.
Nos sentamos y mi hermano se puso entre las chicas mientras ellos se acercaban a mis lados.
Naturalmente, la situación era algo tensa, pues nada podíamos hacer pese a que se nos notaba a todos excitados.
Juan Carlos bromeaba con las chicas y hasta les hacía cosquillas, mientras Fernando y Jonathan tratando de ocultar sus correspondientes excitaciones mientras me rozaban los cachetes o se acercaban a mí.
Ordenamos nuestras cervezas y yo me levante para ir al baño, me puse en pie y, ante Fernando y Jonathan, me agaché para acercar mi bolso a mi hermano, dejándoselo en el regazo a la vez que regalaba un primer plano de mi húmedo chochito y mi culito expuesto a unos pocos centímetros de sus caras.
Entonces procedí a buscar el tocador.
Me aseé, me sequé y salí del baño para encontrarme de cara con Fernando que me esperaba.
Me sonrió y trató de tomarme por la cintura ¿Qué haces?, él sólo sonrió, me besó con fuerza mientras su mano se deslizaba por mi coñito y abría mi flor con dos de sus dedos.
Me aparté con violencia ¡déjame loco! y me zafé de su abrazo volviendo a la mesa.
Jonathan me miraba con lujuria esperando el resultado de lo que seguro que le había comentado Fer que iba a intentar.
Había llegado otro par de parejas, y saludé de nuevo, pero no me senté con Jonathan, le hice una mirada reprobadora y me quedé apoyándome en la banco, de pie, cediendo el asiento a los recién llegados.
Fernando no tardó en volver, al verme parada se vino a mi lado y enlazó mi cintura, pero yo, de nuevo, me zafé y lo puse en su sitio mientras le advertía sobre la presencia de su chica allí enfrente.
Cada chico que venía aprovechaba para acariciarme mis posaderas mientras hacía algún comentarios al fantástico partido jugado, pero siempre ocultando las caricias al resto del grupo, con lo que al final creo que fui la más acariciada del grupo.
La charla continuó con continuas referencias al gran partido y miraditas de excitación hacia mi persona.
Estar allí, con las novias de casi todos ellos, y recibiendo esas miradas de lujuria, roces y comentarios cuidados, por un lado me hacía estar muy incómoda, pero por el otro me hacía sentir muy puta, estaba húmeda y a la vez me sentía culpable.
Luis se acercó a mí por detrás y me comentó cuánto le había gustado el partido a mi oreja mientras presionaba su sexo contra mi culito.
Observé cómo el resto no paraban de llenar los vasos de mi hermano y las chicas y se cerraban sobre ellos para que no nos vieran, pero yo no podía permitirlo.
Me giré para afrontar a Luis: pero eso fue sólo un partido, ¿entendido? Y le miré a los ojos parándolo, mmmmmmm, pero qué bellos recuerdos, ¡y qué calientes! No hemos podido olvidarlo en todos estos días.
Pensé: para eso tienen sus novias, ¿no? Le dije maliciosamente.
No ha sido suficiente, si supieras las chaquetas que nos hemos hecho en tu honor; Álvaro se unió a nosotros.
Es que fue muy fuerte, sólo recordarte llena de leche y pidiendo más guerra.
Yo a mi chica me la he cogido a gusto para celebrar el partido, pero es que tú eres increíble.
Tú conseguiste exprimirnos a todos y todavía querías más.
Mi chochito se humedecía sólo con oírlos y me aleje para buscar un lugar en la mesa.
Me senté al lado de mi hermano, que no me quitaba ojo y había estado atento a nuestra conversación sin poder oír ni ver nada.
Puso su mano en mi muslo y me dijo a la oreja ¿Todo está bien?, yo le respondí que sí, que todo bien, pero que estaban como burros en primavera.
Bueno, nos vamos, pero el resto no estaban de acuerdo, y sugirieron ir a casa de Fernando y encargar unas pizzas, así que pagamos y decidimos irnos en grupos para hacer unas compras.
Nosotros, junto a Fernando y su novia nos dirigimos al metro para llegar primero, en el camino conversamos de trivialidades hasta llegar a casa, ella y yo fuimos a la cocina a preparar los hielos, platos, etc.
y ellos llamaban y encargaban algunas pizzas y refrescos.
Al poco rato llegaron el resto, guie a los chicos hacia el refrigerador y empecé a apartar cosas para dejar sitio a las cervezas cuando Jonathan, sin poder contenerse, acarició mis nalgas dejando mis posaderas al aire.
Entre sus manos frías por las cervezas y la sorpresa no pude evitar dar un saltito, me puse seria frente a él, pero él sólo aprovechó para recorrerme mi sexo con su mano mientras sonreía.
Álvaro y Fernando no se perdían el espectáculo, mientras tapaban la entrada de la cocina para evitar intromisiones.
No seas mala, es que no he podido contenerme, decía Jonathan como excusa mientras no dejaba de acariciarme pese a mi mirada de rabia.
Le aparté la mano, se la puse contra su erecto paquete y apreté ¡Cuidadito!, ok y tomé dos cervezas para introducirlas en el frigo.
Al girarme volvieron los toqueteos, esta vez más directos, introduciendo dos dedos en mi almejita empapada.
Volví a girarme enfadada pero me encontré con tres vergas erectas a mi alrededor y la puerta de la cocina cerrada, la situación se me iba de las manos por momentos.
Más cuando sus vergas se acercaron a mis caídas manos y los dos dedos apretaron mi clítoris sin piedad, yo me derretía pero no quería seguir, pero mis manos tenían vida propia y no pudieron dejar de tomar esas trancas y sacudirlas con fuerza, queriéndolas castigar con fuerza y sólo consiguiendo excitarles todavía más.
Jonathan no tardó en echarme contra la puerta abierta del Frigo mientras me clavaba directamente y yo seguía apretando las dos vergas con fuerza mientras alzaba una rodilla para ayudarlo Por suerte no pudieron resistir mucho y se vinieron en mis manos mientras Jonathan se corría dentro de mi chocho a las pocas embestidas.
Malditos, les dije mientras me relamía las manos y tomaba lo que se derramaba entre mis piernas y me lo llevaba a la boca.
Ellos, sí se habían satisfecho, pero yo seguía caliente sin correrme.
Ellos, al verme relamer los restos de sus corridas volvieron a excitarse, pero por suerte sonó una voz femenina a través de la puerta: ¿Necesitáis ayuda? No, ya vamos respondimos a coro.
Salí mientras les miraba con mirada asesina y volví a la sala.
Mi hermano me tomó rápidamente por la cintura e insinuó algún dedo en mi entrepierna, notando mi humedad, me miró con gesto de sorpresa y le respondí a la oreja que sus amigos eran unas bestias y no se sabían comportar.
Sonrió y seguimos con lo que estábamos, preparando cubiertos y platos para los que llegaban.
Fernando sugirió que cuando llamara el pizzero le abriéramos bien sexys, a lo que las chicas rieron y se apuntaron al juego, una de ellas, que tiene unos pechos desproporcionados, se abrió un gran escote y sonrió, ¿así será suficiente?" preguntó con picardía, pero los chicos sólo me miraban a mí, con lo que otra, queriendo también atraer sus miradas, se alzó la cintura de su minifalda para mostrar bien las piernas ¿Mejor así? Pero ellos seguían mirándome, aquello ya era hasta incómodo.
Entonces yo me subí la cintura de mi camiseta enrollándola en mi vientre dejando la parte baja de mis pechos al aire, desabroché dos botones de los cuatro de mi minifalda y me acaricié el pelo hacia atrás para que mi busto sobresaliera incluso un poco más.
¿Así? y si no babearon, faltó muy poco.
Entre mis mejillas rojas, los pezones mostrando mi excitación y mi humedad en la parte baja, disfruté el momento de exhibición.
Justo en ese momento sonó el interfono anunciando al pizzero.
Los chicos me dieron el dinero y se apartaron al interior del apartamento como escondiéndose, pero pudiendo observar perfectamente la puerta.
Yo tomé a las chicas y, descaradamente, abrí del todo el escote de la de los pechos grandes, subí la faldita de otra y le bajé sus pudorosas braguitas blancas hasta las rodillas, tomé la tercera y le deshice la falda, con lo que quedó sólo en camisita, en fin, casi las desnudé a todas que, ante el asombro del momento, no pudieron más que retirarse las braguitas de los tobillos o tratar de adecentarse, pero no les di opción a recuperar falditas o abrocharse.
Los chicos sólo atinaron a animarme con sus voces, yo las empujé a la puerta y les mostré el culito a los chicos, a lo que respondieron aplaudiendo mientras sonaba el timbre de la puerta.
Al abrir la puerta los ojos del chico se abrieron como platos, yo tomé la primera de las pizzas y la pasé a una de las chicas que, al tomarla, tuvo que dejar de cerrarse la camisa y sus pechos quedaron al aire, con lo que corrió hacia el interior.
La segunda gran pizza para otra chica, que siguió a la primera al interior, y así un desfile de chicas semidesnudas ante el joven adolescente con acné que venía a repartir las pizzas.
Al final quedamos sólo otra chica y yo ¿Cuánto es? Le pregunté mientras me mordía los labios excitándolo y nos mostrábamos a él, nervioso, nos acercó la cuenta.
Yo me entretuve contando monedas para dárselo exacto, tendí las monedas a mi compañera haciendo que se le resbalaran y se esparcieran por el suelo, a lo que ella y yo tuvimos que agacharnos a recogerlas, yo mostrando mi culito desnudo al chico, ella, más modosita, también se agachó, sin darse cuenta que al no mostrarlo al chico lo mostraba a nuestros ocultos espectadores.
Recogimos dando perfectos planos de nuestros sexos a todos, yo me arrimé hasta tocar la entrepierna del chico con mis glúteos.
Huy que torpes somos dije mientras me alzaba.
Tomé lo que había recogido la compañera y se lo fui dando, moneda a moneda, al chico mientras contaba y le pregunté a mi compañera ¿Y la propina? a lo que ella me miró sorprendida, ¿No tienes algo más para darle? El pobre adolescente no sabía qué hacer, anda, dale un besito con lo que ella se acercó a darle un besito y yo aproveché para aplastarla contra él y obligarla a refregarse con todo su cuerpo contra el del chico.
Y ahora la mía y me acerqué humedeciendo mis labios con la lengua hacia él, mostrando mis poderosos pechos y contoneándome.
Le tomé de la cintura cuidando que la mano que sostenía la bolsa quedara a la altura de mis pechos y me aplasté contra él mientras le daba un húmedo beso en su mejilla.
Mi mano bajó hacia su entrepierna y le di un apretón mientras le aventaba y cerraba la puerta, entonces me giré y pude ver los chicos con sonrisas tontas y miradas de deseo.
A comer dije mientras me dirigía a la sala.
Las chicas estaban algo furiosas conmigo, pero los chicos encantados, tanto que no las dejaron vestirse, sólo cubrirse lo mínimo, mientras les hacían marrullerías y les decían lo preciosas que eran.
Comimos las pizzas con cerveza, pero no pude evitar que mi hermano me regara la camiseta con su cerveza en un mal movimiento, con lo que mis pechos se transparentaban para regocijo de todos.
Yo me alcé para ir a cambiarme, pero todos me pidieron que no saliera y trataron de retenerme mientras pasaba por su lado.
Me fui abriendo paso entre roces y caricias de todos, hasta que Fernando me hizo caer sobre su regazo.
Caer, sí, porque me hicieron tropezar y caí sobre el regazo de él, quedando como una estudiante a la que el profesor va a azotar sobre sus piernas.
Entonces, el travieso de mi hermano, levantó mi minifalda y me dio un azote a lo que respondieron el resto de chicos y alguna chica riendo y azotándome mi culito.
Fer me retuvo sobre él, mi sexo húmedo quedó a la vista de todos, pero los gritos de asombro de las chicas no frenaron nada, más bien fueron un acicate.
La de los grandes pechos decidió vengarse dándome un azote que llegó a mi vulva, con lo que el resto se animaron y ya no sólo enrojecieron mi pompis, sino que cada vez los azotitos introducían uno o dos dedos en mi encharcado sexo.
Mi hermano se puso en pie y creí que lo frenaría todo, pero el muy malvado lo que hizo fue abrir con sus manos mis cachetes dejando a la vista de todos mis dos agujeros e introducir tres dedos en mi rezumante sexo.
Ahí sí que ya superó el límite de las chicas, que forzaron a Fernando a dejarme y me fui al baño a recomponerme rápidamente.
Al salir las chicas me esperaban lamentándose de haber dejado llegar tan lejos todo.
Yo salí con la minifalda y la camiseta en la mano, desnuda, y rápidamente todas fuimos a un cuarto para que yo me cambiara y ellas me consolaran.
Una vez en el cuarto, las chicas me siguieron pidiéndome perdón y flagelándose por haber llegado tan lejos.
Yo me senté en la cama y acepté sus abrazos, besos y lamentos y mi hermano se asomó a la puerta con mirada triste.
¿Te parece bien? ¿Te lo has pasado bien? Le recriminé mientras él ponía mirada de perro apaleado y agachaba la cabeza y susurraba un perdona.
Se acercó a mí, pero yo me hice la ofendida.
Me giré y él vino a abrazarme por detrás.
Las chicas iban a salir pero yo las retuve girándome.
Claro, ahora unos arrumacos y ya está, ¿no? Pues no, esta vez no, me has humillado ante ellos y ahora te humillaré yo ante ellas.
Y me giré y alcé, desnuda, cerré la puerta con las chicas dentro y, desnuda, me enfrenté a mi hermano.
¿Estarás orgulloso, no? Todos me han visto desnuda y me has humillado.
Tomé la cintura de su pantalón de chándal y la bajé, cayendo hasta los tobillos los pantalones mientras con la otra mano alzaba su camiseta descubriendo sus marcadas abdominales.
Las chicas ahogaron sus grititos de sorpresa mientras yo tomaba en mi mano su pedazo de carne sin dejar de mirarle a los ojos.
Su sorpresa era evidente, pero no de humillación, sino de travesura, ahora empezaba a sintonizarme, pero yo continuaba seria y muy en mi papel.
Pues ahora van a ver ellas tu cosita, que seguía creciendo en mi mano mientras yo la apretaba con fuerza.
Su glande asomaba rojo entre mis dedos, pero continuaba creciendo y creciendo.
Miren, les dije a ellas mientras les mostraba su aparato, ¿lo ven bien? Lo dirigía hacia ellas, mostrando su sexo.
Las miradas de ellas estaban centradas en ese trozo de carne inmenso y dureza.
¿Te gusta? ¿Te gusta que te exhiba así ante ellas? ¿A qué te da vergüenza?, sí, tanta que estaba más duro y crecido que nunca.
Tomé las manos de las chicas y las fui pasando por su sexo dándole manotazos.
¿Así, te gusta? ¿Te gusta ser el maltratado y exhibido como pedazo de carne?, y las chicas empezaron a excitarse también, dándole manotazos y tomándole la verga y estirando.
Ahora su sexo apuntaba enhiesto hacia arriba, excitado y duro, en toda su grandeza.
Lo empujé hacia una de las chicas y su sexo rozó la mejilla de ella, pero lo apartó con sus manos mientras aprovechaba para sobarlo y lanzarlo hacia una compañera, que siguió la rueda, y otra, y otra más, hasta que la siguiente lo atrapó y sacudió antes de dejarlo pasar.
Ahora cada chica lo retenía un momento y sacudía su sexo masturbándolo antes de dejarlo para la siguiente.
Yo abrí la puerta en silencio para que todos lo vieran, pero se quedaron fuera, sólo miraban sin que nadie más se diera cuenta.
Hasta que una de las chicas dio el paso y se fregó ese sexo tremendo contra sus pechos, otra le dio una lamida a la mojada punta y la tercera ya lo masturbó sin piedad mientras con la otra mano le tomaba las nalgas.
Le gritaban palabras soeces mientras lo devoraban, masturbaban y le acariciaban entero.
Fui yo quien le hizo detener y lo tomé por detrás mientras le abría las nalgas y acariciaba un dedo ensalivado en su rosadito orificio.
Las chicas aprovecharon su inmovilidad para abalanzarse sobre él y cubrir su cuerpo con sus manos, y su sexo con algo más, pues sólo pude ver una mamada a dos bocas hasta que una de ellas me sustituyó en su ano y lo perforó.
Yo sabía que eso incrementaría todavía más su excitación y lo llevaría al clímax, con lo que no contaba era con que, al apartarme, me tomaran a mí las manos de los chicos y empezaran a horadarme mis orificios con mil dedos.
Mi cuerpo ansiaba sexo desde el inicio del día, mi calentura no se había colmado y había estado al borde del orgasmo demasiadas veces como para no sucumbir a la tentación.
Los chicos trataron de arrastrarme hacia fuera pero me agarré como pude a la puerta y fui yo quien los arrastré a la habitación donde la orgía explotó.
Mi hermano se derramó cubriendo tres de las chicas con su abundante corrida en el momento en que los chicos entraban en esa caliente habitación.
La sorpresa fue mayúscula, pero la temperatura pudo con todos y me empezaron a coger en la misma puerta, penetrándome mientras las chicas volvían a atacar a mi hermano que parecía un burro en primavera.
Verme a mí fue abrir la veda de las penetraciones y pronto sentí cómo desde detrás alguien forzaba mi ano mientras una lengua se colaba en mi sexo.
Imposibilitada para mantener el equilibrio caí al suelo y los chicos me cubrieron inmediatamente.
Tomé dos vergas en mis manos mientras el que me penetraba por detrás alzaba mis caderas para penetrarme brutalmente una y otra vez, pero el caído ante mí me reclamó para él y batallaron el uno con el otro mientras yo sólo sufría de placer al notar sus embestidas.
Las chicas se asustaron ante el cuadro, ellas medio desnudas, mi hermano del todo, y los amigos abusando de mí, pero entonces mi hermano empezó a besarlas, desnudarlas y acariciarlas y el resto se unieron también.
Alguna trató de resistirse escandalizada, pero en aquella locura la forzaron hasta someterla).
Ese día despertamos las putas que había en ellas y creo que quedamos todas absolutamente rebosantes de semen por todos nuestros agujeros.
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