EL MENOR (EXHIBICIONISMO U ORGIA)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Jamás imagine que mi hermano Juan Carlos, haría de mi sexualidad algo distinto, el un hombre tan caliente, después de haber tenido sexo, al terminar el siempre fantaseaba que me tomaban otros hombres y los dos nos calentábamos con esa imagen, creo que si me dejo coger por ti y por otros a la vez me veras como una verdadera puta y ya no me respetaras.
En el sexo soy muy abierta, pero diferencio entre el sexo y hacer el amor.
Contigo quiero darte placer, pero si estamos en grupo no sé cómo podría afectar a nuestra relación, en mi mente pasaba de todo pues ya había tenido trio y en otras ocasiones pues con algunos que otros hombres, lo cierto es que, para Juan Carlos la idea de ser poseída de esa manera lo ponía a mil.
Conseguir "ayuda" para hacerlo no era problema, cuando estamos con sus amigos los veo babear por mí, y cuando me siento en su regazo o explora el interior de mi minifalda ante ellos, veo crecer sus vergas, sé que cualquiera de ellos se ofrecería a compartir nuestros juegos.
De hecho, seguro que soy las fantasías de sus chaquetas cuando vuelven a casa o que lo hacen con sus novias soñando que soy yo, porque estoy mucho mejor que ellas y soy mucho más caliente.
Recuerdo aquella fiesta en la que disfruto tanto con mi minifalda, me había despojado de la tanga empapada por sus tocamientos, estábamos en la sala de casa de Fernando, tomando cervezas y yo sentada en su regazo.
Mi hermano no podía dejar de acariciar mis piernas y nos besábamos apasionadamente.
Ellos estaban sentados en el suelo recargados en el sofá y por el suelo, yo era la única chica que quedaba, yo también quería irme a dormir a la planta de arriba, pero Juan Carlos estaba charlando y no quería irme sin él, notaba tu potente verga clavada en mis glúteos, sólo nos separaba el tejido de su pantalón deportivo, pues yo no llevaba tanga, cada vez que tomaba un sorbo de cerveza alzaba la botella que se encontraba en la mesa de centro, con lo que los amigos tenían una perfecta perspectiva de mis pechos bajo el top, yo me movía provocándolo, rozando tu rica verga con mis glúteos y acariciándola cuando podía.
Sus amigos no perdían detalle y mientras continuaban con su charla de futbol.
En la charla, una de sus manos fue recorriendo mi muslo metiéndose por debajo de la minifalda hasta alcanzar mi coñito, una descarga eléctrica recorrió mi cuerpo y no pude evitar estremecerme.
Los ojos de sus amigos se centraron en mi entrepierna, y en sus dedos entrando en mi coñito, no pude evitar abrir un poquito las piernas al estremecerme con un pequeño saltito y todos pudieron ver mi sexo penetrado por dos de sus deditos, que rápidamente retiraste y lamiste para notar mi sabor ante la atenta mirada de sus amigos.
Aquel día comprendí que le encantaba exhibirme y que no dudaría en hacerlos participes de mí.
Que sentía deseo de sentirte envidiado y que ellos también probaran a su putita para que todavía le envidiaran más.
Por suerte, ese día rápidamente nos escabullimos al piso superior, donde cogíamos entre gritos mientras ellos se mataban a chaquetas imaginando lo que hacíamos nosotros y escuchando mis gritos de placer.
También recuerdo los roces accidentales con sus amigos, cuando presionaban sus duras vergas contra mí al dejarme pasar en algún estrecho pasillo, al agacharme para sacar algo del frigorífico, al ir en coche, en fin, notaba sus duras vergas contra mi cuerpo, sus roces en mis sensibles pechos, y yo también he de ser sincera, no hacía nada por evitarlo, pero sin darles pie a más.
Así que los sabía deseosos de más, y segura de excitarlos como tanto me gusta.
Aquel día que decidí acompañarlo a su partido de fútbol, esperaba pasar la tarde viéndolo jugar, luego tomar unas micheladas e ir a bailar para acabar cogiendo como siempre hacemos, pero tenía ganas de hacer más cosas, de pasar tiempo juntos fuera de la cama, así que decidí que estaría bien ir verlo jugar.
Además, Fernando me había dicho que vendría su hermana con algunas amigas para luego ir a bailar, y como su hermana y yo nos llevamos muy bien, era una buena oportunidad de hablar de cosas de chicas y chismear de todos.
Pero resultó que ellas al final no vinieron, así que fui yo la única que fue al campo de fútbol.
Cuando quedamos para ir en el carro de Luís vi que era la única chica, pero no me importó, especialmente cuando mi hermano me ayudo a subir al carro, mi hermano me dio la mano pues se había subido antes, pero no sé si se fijó en Luis y Fernando, que me ayudaban por detrás.
Sus miradas en mi culito me empujaron a subir, aunque debo reconocer que hice una corta pausa para que pudieran admirar mis ricos y hermosos glúteos bajo la minifalda.
Ese día vestía minifalda, top y tenis y un jersey por si luego refrescaba.
Nos metimos en la furgoneta como pudimos, éramos siete, Juan Carlos que iba al lado de Luis, que conducía, para ir más cómodo, detrás Fernando, yo y Gustavo, con Álvaro y Jonathan.
Todos iban ya vestidos con sus shorts, no podía evitar mirarles las piernas, donde a los de enfrente se les estaba marcando ya un bulto al mirar mi minifalda y mis pechos.
Por su parte, Álvaro y Fernando, no sé cómo, pero conseguían rozar mis pechos y mis piernas cada vez que se movían.
¿Querían jugar? Pensé, así que crucé mis piernas una sobre otra, con lo que aumentaba mi roce con los de al lado y les daba una vista de mi minúscula tanga a los de enfrente.
Para disimular, tomé mi bolso y me puse a buscar cualquier cosa en él.
Saqué un espejito, con lo que pude mirar a los lados y ver prominentes bultos en la entrepierna de Fernando y Álvaro mientras sacaba pecho haciendo ver que me retocaba los labios.
La pierna que tenía cruzada sobre la otra permitía a Fernando tocar mi suave piel, y a mi casi montar sobre él y rozar con mi rodilla su bulto creciente que al rozarlo creció desmesuradamente.
Los de delante trataban de cruzar sus piernas para ocultar sus bultos, pero no podían quitar sus miradas de mi entrepierna, empecé a humedecerme, con lo que la tanga quedaba todavía más transparente, mi humedad lo hacía transparentar e imaginar que podían ver mi rajita abierta por la posición en la que me encontraba todavía hacía que me humedeciera más mientras veía sus miradas de deseo clavadas en mi entrepierna.
Trataban de disimular, pero su reacción era evidente.
Por suerte el trayecto era corto y pronto llegamos.
Todos bajamos, la mayoría ocultando sus bultos con su maletera deportiva.
Yo veía las bien formadas piernas de todos.
En el equipo contrario había un delantero que era tremendamente guapo y muy bien formado y que atraía mis miradas, pero Gustavo me decepcionó al contarme que era gay y se dedicaba a intentar ligar con Luis a la mínima oportunidad.
Luis era el guapito del grupo, y ante mi mirada de sorpresa Gustavo me aclaró que Luis no era gay, por lo menos lo que el sabia.
Me comentó que estaba muy bonita ese día y que a ver si venía más veces.
Jonathan venía sudado y cansado, pero creo que verme allí le estimuló y le dio nuevas energías, fuimos tras la portería de Álvaro a ver el partido y charlar.
Nos sentamos en las gradas tras la portería, con lo que cuando atacaban nuestra portería a veces se desconcentraban mirándome.
Alertados por algunos fallos del contrario, Jonathan y yo decidimos explotar la situación y cada vez que atacaban yo habría mis piernas mostrando mi tanga o me acariciaba los pechos o cualquier cosa que hacía que el delantero contrario se distrajera momentáneamente del partido y le robaran el balón.
Pero claro, rápidamente también nuestra defensa, y hasta Álvaro, miraban más hacia atrás que a los contrarios, con lo que les recriminamos su falta de atención, pero seguimos en nuestro jueguecito.
Creo que Jonathan lo disfrutaba más que yo, y me sugería poses y se acercaba para incitarme.
Lo cierto es que su cuerpo sudoroso y oliendo a hombre me excitó y le dejé que simulara acariciarme.
Yo me ponía de espaldas a la portería sacando el delicioso culito y cuando venía el delantero, él se ocupaba de masajearlo y levantar la minifalda para desconcentrarlo, claro que siempre que lo hacía no venía el delantero contrario, creo que lo hacía por simple precaución.
El caso es que estaba dándome un buen repaso a mis glúteos y yo me estaba poniendo caliente al sentir su mirada en mi escote mientras sus manos acariciaban debajo de la minifalda y reíamos.
En uno de los ataques levanté mi top y dejé mis pechos al aire, lo que provocó las quejas del equipo rival, así que tuvimos que parar y nos sentamos.
Pero Jonathan no apartó su mano de mi muslo y en el siguiente ataque la subió junto con la faldita y llegó a acariciar mi sexo sobre la tanga.
Naturalmente mi humedad se le pegó a sus dedos y acto seguido la olió con deleite y se chupó los dedos mientras nuestras miradas encendidas se encontraban y sonreíamos.
¿Te gusta mi sabor? le pregunté, delicioso: respondió, y seguimos el juego.
Pero esta vez ya no sólo me acariciaba cuando atacaban, llegó a penetrarme con dos dedos y los dejó allí ya el resto del juego hasta que le llamaron para el cambio con Gustavo, momento en que debió maldecir a los amigos.
Yo me reí a carcajadas de su decepción y le di un fugaz beso en la mejilla empujándolo hacia el campo de juego.
Naturalmente, Gustavo se vino a mi lado sonriente, mmm, ganamos sólo por uno a cero, no podemos permitir que nos marquen ningún gol, así que creo que yo también tendré que ayudar a que distraigas a los delanteros del otro equipo", dijo con una sonrisa.
¡Ah! ¿Sí? ¿Y cómo lo vamos hacer?, dije con mi sonrisa de colegiala inocente mientras me llevaba una manita a la boca y abría mucho los ojos.
Déjame a mí, dijo el recostándose a mi lado y pasando un brazo por mi espalda.
Tenemos que conseguir que ese que corre tanto se distraiga contigo me dijera mientras se acercaba más a mí.
¿Cuál? ¿El que es gay? dije yo como mirando hacia delante y poniendo mis pechos cerca de su cara.
No, yo le he visto con chicas, pero es cierto que también mariconea con Luis.
Ya verás cómo se fija en ti, tu muéstrale tus pechos dijo, forzando mi espalda adelante mientras su otra mano accidentalmente aterrizaba sobre mi muslo.
¿Así? dije sacando pecho y, ahora sí, empujando yo a través de su espalda, su cabeza sobre mi pecho derecho.
Con su boca comiéndome el pecho gruñó, lleno de placer y su mano se escurrió entre mis muslos.
Supongo que desde el campo debían ver a Gustavo comiéndome el pecho y su mano entre mis abiertas piernas, suficiente para que les robaran el balón inmediatamente.
A esa altura yo ya estaba toda empapada entre mis piernas, y veía la tremenda estaca de Gustavo que le presionaba el short y parecía una tienda de campaña, se le veía el vello y como colgaban los huevos.
Yo no me pude contener y también dejé reposar mi mano sobre su tremendo paquete acariciando esa tremenda verga.
Cerré mis dedos sobre ella y empecé a subir y bajar pausadamente, acorde con mi respiración, moviendo poco la mano, más haciendo sentir mi contacto que masturbándolo.
Pero al poco se vino con tremendos chorros de semen que empaparon su short y me mojo la mano con que lo acariciaba.
Yo seguí con mi caricia como si nada hasta que se fue bajando poco a poco, entonces aproveché la tienda de campaña para meter mi mano por debajo del short y acariciarlo directamente sobre su empapado miembro rebosante de leche.
Lo ordeñé concienzudamente mientras mi mano se embarraba con su semen, mientras me empapaba de él y notaba su miembro volver a crecer.
Él estaba quieto como una estatua, ahora su mano reposaba en mi muslo, parecía completamente concentrado en su placer, sin acabarse de creer lo que estaba pasando.
Yo, la mujer de sus sueños me había dejado penetrar por sus dedos y le estaba masturbando en medio del partido de fútbol.
Me levanté y el parecía decepcionado, pero entonces, al verme ante él, parada, le miré fijamente a los ojos.
Sonreí y me llevé la mano que goteaba semen a mis lindos labios, la besé, y saqué mi lengüita para lamer ese rico néctar lentamente, con deleite, para que viera cómo entraba en contacto con mi lengua, se me pegaba y goteaba.
Una gota resbaló de mi lengua y fue a caer en mis pechos, sobre el top, así que me relamí y tragué su simiente.
Él no podía aparatar sus ojos de mi mano y mi boca, una dulce y sensual sonrisa cubrió mis labios mientras relamía su lechita de mi mano y la limpiaba tragándomelo todo.
Él se convulsionó, sin ni siquiera tocarlo y vi cómo descargaba de nuevo su leche empapando sus piernas y llenando su short de un cremosos y delicioso yogurt.
Ni lo había tocado yo, ni se había acariciado él, simplemente, mi imagen le había hecho correrse.
Le alcancé algunos pañuelos de papel de mi bolso y me acomodé de espaldas al campo, cubriéndolo, mientras se aseaba un poco, me voltee hacia el campo para que no se ruborizara todavía más, pero claro, al volverme y recostarme en la valla que rodeaba el campo, no podía dejar de darle una impresionante vista de mi culito, y de mi empapada humedad que se escurría entre mis piernas, notaba dos gotitas escurriéndose por la parte interior de mis piernas creando dos hilos brillantes que no me molesté en secar, quería exhibir mi calentura.
Después de una prudente pausa para permitirle limpiarse un poco y que no se quedara cohibido me voltee para sentarme de nuevo a su lado, pero, ¿de nuevo empalmado? ¿Es que no descansas nunca tú? me salió así, con una risita.
Es que tu allí empinada y con la mini esa, nos reímos los dos mientras una de mis manos le acariciaba la verga sobre el short más como una gracia, que, con sentido sexual.
Vaya con esta tremenda verga, siempre dispuesta a disparar, eso es fantástico le decía bajito a la oreja mientras mi mano se posaba sobre su miembro suavemente.
Sus risas se acallaron al instante, al notar mi aliento en su oreja, la calidez de mi mano de nuevo en su miembro, claro, yo todavía no había llegado y seguía excitada, pero esta vez ya no se la pude notar tan dura.
Estaba gruesa, eso sí, erecta, pero no tan dura como antes, pobrecito.
Le susurre al oído me encanta excitar y notar cómo el semen se derrama sobre mi cuerpo y en mi interior, pero esta vez me estaba excediendo y lo estaba torturando.
Pese a todo, pese a sentirme algo culpable, algo dentro de mí me empujaba a ir más allá, y seguí susurrándole a la oreja y acariciando su miembro procurando que no se corriera, mientras apretaba mis pechos contra él.
¿Te gusta verdad? Sí.
Es lo que tanto habías soñado cuando veías a Juan Carlos con su mano perdida bajo mi falda, ¿verdad? Y esta vez, con los ojos cerrados, tuvo el valor de contestarme: sí, no sabes lo calientes que nos pones.
Me deseas, claro, soñamos todos con cogerte, eso me encanta, me encanta saber que están todos loquitos por mí.
Pero eso tenía que acabar ahí, si no me daría algo a mí, estaba tremendamente excitada y a punto de saltar sobre esa tremenda verga y clavar con gusto.
Así que me retiré un poco sacando mi mano de su paquete.
Eso quería oír, le dije dejándolo con la tranca casi fuera del short y con un calentón mayúsculo.
Nos miramos, sonrojados, con los colores ardientes del deseo, él con su tranca empalmada que se veía a través del short, yo con los pezones marcados y la tanga empapada por mis flujos.
En ese momento sonó el silbido del fin del partido, y suerte de eso porque si no; los dos alzamos la mirada y la desviamos al campo viendo cómo se abrazaban y celebraban su victoria.
Los dos emitimos un profundo gemido y nos levantamos para reunirnos con ellos.
Yo abracé a mi novio (ellos no sabían que éramos hermanos Juan y yo) y le estampé un beso con mi lengua hasta su garganta mientras apretaba todo mi cuerpo contra el suyo.
Mis pechos se contrajeron contra el suyo, mi sexo notó la presión de sus muslos y todo mi cuerpo su humanidad, caliente, cercana, excitado por la victoria.
Me abrazó un tanto sorprendido de mi efusividad, pero rápidamente se aprovechó de la situación recorriendo mis nalgas con sus manos y encajándome contra su sexo.
Me levantó del suelo sin dejarnos de abrazar, me alzó sujetándome de las nalgas y levantando la minifalda mostrando mi culito a los que se encontraban reunidos mientras uno de sus dedos se insinuaba en mi raja posterior y giré sobre él.
Se retiraron finalmente a los vestuarios y me quedé sola en el campo, sola con mi calentura, con mi excitación, con mis piernas temblando de deseo de una gran barra de carne penetrándome.
Respiré hondo y me relajé, me dispuse a pasar el rato esperando.
No quedaba nadie, porque se acercaba la hora de comer y el campo estaba algo aislado, así que me senté y esperé.
Un poco aburrida y sin pila de mi celular, decido ir por el de mi hermano, me dirigi a los vestuarios y le llamé, pero el ruido de las duchas no permitía que me oyera, así que entré un poco y grite su nombre, fue Álvaro quien salió, con una toalla a la cintura, sólo al verme vi cómo se iba alzando esa toalla fruto de la presión interior.
Puedes avisar a Juan Carlos le dije.
Él pegó un grito, mientras se quedaba en medio de ese corredor y su toalla comenzaba a resbalar por el costado.
Pero cuando apareció mi hermano se la volvió a anudar y pasó adentro.
Venía todavía húmedo de la ducha, con una toalla a la cintura también, me acerqué y le pedí el celular para entretenerme mientras los esperaba, sonrió regresando al interior de los vestidores, aproveché para acercarme más a la entrada hasta ver las bancas más cercanas a la puerta.
No había nadie, todavía estaban en la ducha, al regresar me dio un beso, me agarro de las nalgas apretándolas como me gusta, con lo que la toalla quedo sólo prendida por la presión de nuestros cuerpos y de algo más que te está creciendo.
Me separo, sonrío al ver que ha quedado colgada de su verga, la alcanzo y acaricio sobre la toalla, que ahora cuelga de mi mano.
Mi hermano me mira con una sonrisa pícara y ataca mi cuello con sus labios mientras mi top queda empapado con la humedad de su cuerpo y yo sigo acariciándolo, notando cómo su verga crece en mi mano.
No lo pienso, le doy un profundo beso de lengua mientras me aprieta contra él, con mucha fuerza, me separo y me agacho sonriéndole pícara, viciosamente, aparto la toalla con furia y acerco mi cabeza a su entrepierna, su verga se alza ante mí, venosa, erguida y orgullosa como siempre, pone su mano en mi cabeza para acercarme a ella, pero yo me resisto.
No, esta vez no, esta vez te vas a enterar de lo que es una buena mamada.
La tomo en mi manita y la acaricio lentamente, saco la lengua, mi viciosa lengua, y acaricio la punta, que ya empieza a crear unas transparentes gotitas de fluido que engullo con placer.
Le la lamo humedeciendo su verga con mi lengua, dejándola brillante mientras con una mano subo y bajo por tu palo lentamente.
Mi mirada clavada en la suya, me centro en darle placer, en su mirada puedo ver el deseo, me acaricio bajo la mini con una mano, mientras que con la otra estoy agarrando esa hermosa barra de carne, finalmente, me engullo su verga y empiezo a chupar con desespero, mi mano se desplaza a sus huevos, los acaricio, aprieto y exprimo deseando su contenido, su leche.
Puedo ver unas sombras, son nuestros amigos en el vestuario, alargan sus cabezas para vernos, para verme engullir su tremenda herramienta mientras mi mano se pierde en mi entrepierna, una visión brillante, gloriosa, húmeda, rezumante, la visión de sus sueños hecha realidad.
Ellos están atrás de mí, pero sus respiraciones aceleradas y gemidos rápidamente llaman la atención de mi hermano, encienden su ego.
Los mira y sonríe, se gira para que vean bien a su putita comiéndole y les sonríe.
Ahora me exhibe, me muestra loca de placer comiéndome a mi macho.
Acelero, acelero mis embestidas mientras nota mis manos en su verga, en sus huevos, mi boca caliente que acaricia la barra de hierro como un guante de seda húmedo.
Ellos nos miran ahora ya con descaro viendo nuestra aceptación.
Sus trancas rígidas, erguidas, y sus manos explorando todo el recorrido arriba y abajo.
Espera, me dice: me toma del mentón indicándome que me alce, toma mi mano y me lleva dentro del vestuario.
Allí, a la vista de todos tus compañeros con sus vergas bien duras me pone frente a una de las bancas del vestuario, de espaldas a él, me indica que me agache presionando mi espalda, lo entiendo de inmediato y con dos deditos dejo resbalar mi tanga por las piernas, desenganchándolo de mi húmedo chochito y dejándolo caer al suelo ante las miradas de todos, me agacho con mi duro culito en pompa presionando tu entrepierna.
Entonces mira a sus amigos y apunta su verga en mi coñito.
Todos ellos me oyen gemir de deseo, con mi top empapado que delinea a la perfección mis pechos y mis duros pezones y mi minifalda ahora perdida en la cintura, mientras su verga entra en contacto con mi coñito y abre mis labios.
Ven brillar mi humedad cuando se abre, yo alzo mi culito para facilitarle la penetración, me hace sufrir con una lenta estocada, parece que tarda siglos en metérmela, lo hace adrede para que sienta cada centímetro de su verga ardiente en mí, y ellos mirando cómo entra, cómo la engullo, cómo caen las gotitas de mi flujo y resbalan por mis piernas.
Me la mete hasta el fondo y oigo las respiraciones aceleradas de nuestros espectadores.
Se empieza a oír también el ruido de succión de ellos al chaquetearse a nuestro alrededor.
Después de su lenta penetración, cuando ya la tengo metida, empieza a bombearme rudamente, muy fuerte y profundo, con un deseo incontrolable de posesión.
Yo grito, grito de placer y de sentirlo tan adentro.
Entramos en un régimen placentero, regular, y me giro para verlo y verlos, se están masturbando, Juan Carlos sigue mi mirada y también los ve, los dos estamos sonriendo y gimiendo, mientras ellos han dejado ya las toallas y se masturban ante nosotros mientras envidian nuestro placer.
Fernando nos sonríe también, tiene su mirada clavada en la mía mientras su gruesa verga se desliza entre sus dos manos.
Entonces te mira y su sonrisa se hace todavía mayor.
Se levanta y se acerca a mí, veo su tremenda verga cómo se bambolea al acercarse, la toma en una de sus manos, la tengo frente a mí, miro a mi hermano, quien sonríe y guiñándome el ojo apruebas, Fernando me la encaja contra mis labios, mi mejilla, hasta que abro la boca y la engullo.
Casi no me cabe en la boca, pero en el momento que empiezo a tragar noto su semen en mis entrañas, Juan Carlos se está derramando dentro de mí al ver cómo se la como a Fernando, sus embestidas pierden fuerza y yo me corro al instante exprimiendo tu leche con las paredes de mi vagina.
Mi culo baja un poco y aprovecho para con una mano tomar la verga de Fernando.
Ahora tres más se acercan mientras mi hermano se retira, noto cómo su semen se derrama por mi coñito y mis piernas.
Deben estar viendo tus fluidos goteando de mi agujero y esa imagen me excita todavía más.
Tomo una nueva verga mientras masturbo a Fernando, ésta es más accesible, no tan gruesa, y la lamo y la trago con pasión.
Alguien hurga en mi retaguardia y noto como extiende tu semen por mi ano y pasa a penetrarme con un dedo que entra y sale de mi ano con suavidad.
Al poco el dedo se convierte en dos dedos y mi culito empieza a ceder a la presión, pasa de un minúsculo y prieto agujerito a dilatarse y ceder para admitir ya tres dedos que acarician y penetran ayudándole a distenderse.
Tengo que conocer el rostro de ese maestro que ha conseguido abrirme tan suavemente, así que, sin perder la verga de mi boca, miro y veo a Jonathan entre mis piernas.
Se agacha y lame mi ano, embrutecido por el semen.
Se alza y le veo prepararse para la estocada.
Lo hace dulce, tierno, mientras yo chupo y lamo todo lo que me ponen por delante.
Parece que los chicos están ansiosos y se apartan unos a otros para conseguir mis codiciados labios sobre sus sexos.
En el momento que Jonathan me la mete uno de ellos se corre y llena mi cara, mi pelo y me deja goteando su leche que yo trato de tragar.
Han sido bombazos de semen de los cuales han caído en mi boca, pero tan abundantes que ha desbordado mi boca y por muy rápido que tragara, el tercero me ha ido a parar en los labios cuando tragaba.
Eso parece excitarles todavía más y dos vergas tratan de penetrar a la vez entre mis labios mientras todavía estoy tragando.
Por detrás, Jonathan me está clavando mientras con sus manos guía mis posaderas y me mueve de sitio, no entiendo nada, hasta que veo a Fernando tumbado en la banca y a Jonathan llevándome hacia él, entonces me encamino yo también y me tumbo sobre Fernando facilitándole la penetración.
Además, Jonathan sigue penetrando mi ano y no me da cuartel.
Empiezo a correrme en una sucesión de orgasmos que me hacen estremecer entera, dando pequeños botes que a ellos les dificultan sus operaciones, pero eso parece excitarlos más todavía.
Por suerte, al correrme todavía genero más flujo y mi coñito se relaja y se dilata para dar cabida a Fer, que parece pugnar con Jonathan por mi interior.
Noto entrechocar sus vergas con sólo una leve separación entre ellas, yo.
Me llenan el culo y el chocho con sus tremendas embestidas que no siguen ningún ritmo, sino que son cogidas profundas sin ritmo que generan en mi oleadas de placer, antes de que se acabe una empieza la siguiente fruto de una nueva embestida.
Y yo batallando por comerme más vergas que se corren en mi cara y en mi pelo.
Tengo una mano para apoyarme en la banca, la otra ocupada con una verga, Fernando me embiste mi coñito desde abajo mientras come mis pechos y Jonathan me perfora el ano.
Estoy empapada de semen, los chicos no han tardado en correrse en mi cuerpo por la excitación, por suerte mis penetradores se comportan y, como ya los exprimí, tardan más en correrse.
Pero es demasiado, mis agujeros están en carne viva y casi no puedo respirar del semen que tengo en mi cara.
Fer no para de morderme los pezones y las embestidas se suceden sin ritmo ni control.
De nuevo vuelve el paroxismo de las corridas y yo no paro de estremecerme y dar latigazos con mi cuerpo a lo que ellos responden con energías redomadas afianzando mi grupa y clavándome a fondo hasta que noto cómo ambos se derraman en mí.
A través de mis orificios noto sus chorros de semen llenándome el ano y mi chochito, noto como sus vergas pugnan por llenarme mientras entrechocan y mi ano y mi chocho se contraen en espasmos que los exprimen.
Finalmente, recibo las dos últimas corridas en mi cuerpo, una en mi boca y la otra en mi mano, brazo, espalda y pelo.
Luis, el de mi mano, parece que todavía no se había derramado y no para de escupir como una fuente sobre mi pelo y mi cuerpo dejándome cubierta de su fogosa corrida.
Parece que todos nos relajamos a la vez y caigo exhausta al lado de Fernando, que sale de la banca para dejarme sitio.
Estoy llena de leche, con mis orificios dilatados por donde se derrama nueva leche.
Estoy extasiada, tomo el semen de mi ano y mi coño con mis dedos y me lo llevo a los labios.
En eso mi mirada se topa con mi hermano.
Se está masturbando como un loco y cuando ve que mis dedos entran en contacto con mis labios, mirando tanto semen gotear de ellos, viéndome sonreír satisfecha de place, me apunta y me riegas con una nueva y tremenda descarga sobre mis pechos, sobre mi cara.
Mi lengua salta a intentar pescar el vuelo de tanta leche como puede y eso hace multiplicar su tremenda corrida y suelta todavía dos espasmos más que me cruzan la cara alcanzando mis ojos, nariz y boca.
Todos contemplan mi imagen cubierta de leche, yo me relajo, sonrío, me siento llena como nunca, mientras me acaricio recogiendo el semen sobre mi piel y llenándome con él la boca, tragando lo que puedo, pues alguno resbala por las comisuras de mis labios y debo alargar la lengua para tragarlo de nuevo.
Alzo la vista, y os veo allí, rodeándome, parados, con las vergas semirígidas, sudando, acalorados, satisfechos pero con un nuevo placer naciente en sus miradas.
Me recorro el cuerpo con mis manos y penetro mis orificios con los dedos extrayendo más semen todavía mientras los miro desafiante con una sonrisa de superioridad en los ojos.
Los estoy desafiando, empiezan a escocer mis agujeros.
Álvaro y Gustavo son los que primero están rígidos y dispuestos.
Álvaro me toma de una pierna y me alza de lado mientras me penetra por el dilatado ano mientras Gustavo le ayuda alzándome de la cintura y me penetra por la panocha gimo, gimo por no poder gritar más.
De nuevo siento dos duras espadas pugnando en mi interior, chocando la una con la otra con sólo la piel que separa el ano de mi panocha en medio.
Mi hermano se me acerca y pone su dura verga caliente en mis labios, el sube y baja por mis penetradores y Jonathan me obliga a mamarte con un ritmo desigual, entre chupadas, lametones y alguna que otra mordida, porque no soy yo quien controla nada.
Yo tomo la verga de Fer en una mano mientras Jonathan trata de meterla entre mis pechos que no paran de bambolearse y acariciársela o darle guantazos.
Ahora soy una puta usada, penetrada, para el placer de cinco sementales con urgencia de sexo.
Bueno, urgencia después de haberse corrido todas varias veces, así que la acción se prolonga sin ritmo.
Los cuerpos empiezan a sudar y nuestros fluidos se mezclan.
Las vergas se estremecen, todos parecen estar a punto de explotar de nuevo.
Ahora vuestras miradas son animales, animales de deseo, de posesión, de sexo, empieza la cadena de explosiones, primero llenan mi vagina y mi ano, la temperatura de mi interior se eleva con su leche y siento que me llenan hasta el estómago.
Se quedan quietos, se relajan con sus pollas todavía dentro de mí, mientras mis estremecimientos les ordeñan y exprimen sus líquidos como queriendo comer toda la leche.
Después es Fer quien me baña de nuevo con sus chorros de semen, ahora menos abundantes, que caen sobre mi cara mientras se la mamo a mi hermano.
Siento cómo se retrae en mi mano y acabo exprimiéndolo hasta la puntita y notando cómo las gotas recorren mi mano y mi brazo.
Jonathan se mueve frenéticamente entre mis tetas, ahora las aprieta sobre su verga y mis duros pechos son como cojines de carne que le llenan de placer y explota entre mis tetas con largos chorros de semen que chocan contra mi barbilla y gotean sobre mis pechos.
La imagen de mis pechos llenos de su leche le fascina y se dedica a esparcir su simiente sobre ellos.
Mi hermano, el primero y el último que con grandes jadeos se derrama en mi boca.
Al fin noto otra vez tu sabor, el familiar sabor inconfundible de su simiente en mi lengua, en mi boca, en mi garganta.
Sus sueños se han cumplido.
Me duele todo el cuerpo, los pezones, el ano, el sexo, la mandíbula y los brazos de las incómodas posturas.
Me ayuda a alzarme y vamos juntos a la ducha.
Allí, tiernamente, me enjabona, me acaricia dándome masaje mientras mis agujeros no dejan de desbordar leche, leche de sus amigos.
Me limpia delicadamente cada orificio vaciándolo de su contenido con suaves caricias.
Tengo la piel irritada y llena de marcas, pero sus manos me tratan con delicadeza y me reparan de la orgía.
Yo también lo enjabono y acaricio su herramienta, pero ya no se levanta después de tan gran esfuerzo y tanto placer, ahora sólo nos limpiamos el uno al otro.
Salimos y nos secamos.
Mi ropa está perfectamente doblada y veo que han tratado de limpiar los restos de semen con papel.
Me visto, pero no encuentro el tanga, así que es rápido y fácil, sólo la mini, el top y los tenis.
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