El momento dar las gracias.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por WetDick.
Ella entra a la habitación y lo ve, ahí, sentado a los pies de su cama, esperándola.
Todo este tiempo distanciados, ya no era como antes, ella también había cambiado, ya no era esa pequeñita que corría a su encuentro cuando lo veía y él, ya no la buscaba para sentarla en sus piernas y cobijarla con sus brazos.
Ella tenía rencor aún por su última discusión, pero al verlo ahí, paciente, esperando por ella para solucionar las cosas, le hizo recordar la alegría que lo rebozaba en cada encuentro con su pequeña, que ya era una adolescente sin tiempo para él.
Lo vio solo, ya desgastado y acongojado por todos los problemas de la vida y su lucha para darle lo mejor a ella.
Entonces entendió que era todo para él y que le había pagado con indiferencia y abandono, pero él le amaba sin condiciones, porque era su hija y así ama un padre.
Él levantó la vista y quiso hablar, pero ella le tendió sus brazos, ofreciendo un abrazo que lo hizo poner de pie y llenó su rostro con una sonrisa.
Se abrazaron con tanto amor, que todo el mundo se detuvo para ellos, no dijeron nada, solo disfrutaban el hecho de estar juntos y reconciliados.
El abrazo era cálido, tierno, reconfortante; el amor de ambos se traspasaba y penetraba a uno y otro; todo en silencio, no era necesario decir nada, en su interior cada uno pensaba en el bienestar del otro y en el deseo de hacerlo feliz.
Entonces, lo tuvo claro… él había dejado todo por ella, hace años que no tenía una mujer a quien amar, porque desde que había quedado solo, su amor y dedicación fueron exclusivos para ella y era un sacrificio que nunca le había agradecido.
Lo abrazó más fuerte, apretando su cuerpo contra el de él, quería estar segura de que era lo que él deseaba.
Y lo sintió, su virilidad expuesta bajo su ropa, ella lo podía sentir, toda su masculinidad queriendo arrancar de su pantalón, pero él se contenía, porque la amaba y no sería capaz de hacerle daño alguno.
Ella lo beso en los labios, como solían hacer en su infancia, pero esta vez, dejo escapar levemente su lengua, un pequeño roce que provocó un remezón en su cuerpo, que lo puso aún más en evidencia sobre cómo estaba sintiendo y el deseo contenido por su joven princesa.
Él sorprendido, quiso decir algo, pero ella lo calló poniendo sus dedos en sus labios y lo volvió a besar, pero esta vez, fue un beso de pasión… toda esa pasión que él deseaba, pero a la que había renunciado por ella.
Ella lo entendió y quería recompensarlo y agradecerle toda postergación que él había hecho para sí mismo por dedicarse solo a hacerla feliz y le regalaría lo más hermoso y preciado que tenía… ella misma.
Ya lo había decidido, lo había pensado y sabía que era un acto de amor, el amor más puro y la entrega más solemne entre ellos.
Sería un recuerdo hermoso y un secreto para el resto de la vida, imborrable, sería su primera vez y sería realmente inolvidable, podría estar completamente segura de que sería un acto de amor real y honesto, y no solo un acto carnal más para algún chico oportunista que querría llenar su ego al ser su primer hombre.
No, esto sería diferente y le daba tranquilidad y seguridad en querer hacerlo.
Mientras más pensaba en ello con todo ese romanticismo, más quería hacerlo.
Su excitación crecía y tanto como su deseo, el de él también era evidente, así como su nerviosismo, ya que, si bien él en secreto hace mucho lo deseaba, no era capaz de insinuarle algo así a su pequeña, porque le amaba.
Ella le hizo sentar nuevamente en la cama, se apartó de sus brazos, dio dos pasos atrás y comenzó a quitarse la ropa… lentamente.
Él tímidamente le preguntó ? ¿Qué haces? -ella le miró decidida y le dijo ?Te agradezco, por todo lo que has hecho por mí -, luego hizo una pausa y continuó ?y me aseguro de que mi primera vez, sea por amor verdadero y sea un acto hermoso -.
Él entendió que la decisión ya no era de él y que su responsabilidad ahora era solo de amarla como nunca antes lo había hecho con otra mujer.
Desabotonó su blusa y la dejó caer suavemente por sus hombros, un sujetador de algodón blanco, aún contenía sus pechos.
Luego, bajó su falda, cayó hasta sus pies y la pateó suavemente hacia atrás.
Ahí estaba, la que una vez fue su niña pequeña, parada frente a él, en un conjunto de algodón blanco y liso, sin más adorno que la lozanía de su piel, sin encajes, sin tacones, sin maquillaje y sin embargo, era el ser más hermoso y sensual que jamás haya visto.
Sus pequeños pezones, se distinguían erguidos a través de la suave y delgada tela, él miraba embelesado cada detalle, cada sinuosidad de su joven figura, desde su cabello bajando por sus perfectos hombros, hasta su vientre, adornado con un gracioso ombligo.
Pero mirar hacia aquel discreto calzón blanco, que se hundía entre sus piernas, le hacía latir el corazón como el de un potro bravío.
Ella solo se dejó observar por un momento, su entrega era total y quería que él la disfrutara entera y gozaba siendo admirada y deseada, le fascinaba sentirse especial, como si fuera la última doncella del mundo.
También necesitaba ese refuerzo a su autoestima, era un bálsamo sanador para su ego.
El padre, paralizado y estupefacto, solo estaba sentado, sin realizar movimiento alguno, expectante.
Entonces ella le pidió que se pusiera de pie y así lo hizo.
Ella se acercó y comenzó a quitarle la ropa, no hubo contacto alguno, pero podían sentir el calor de sus cuerpos, la agitación en su aliento.
Cuando le hubo quitado todo y solo faltaban los boxers de su padre, se arrodilló y los bajó lentamente… emergió toda su hombría, rígida, potente, palpitante de pasión; ella la observó y por primera vez en su vida, sintió lujuria.
Era para ella y pronto estaría incursionando en sus entrañas por primera vez.
Su curiosidad incontenible, la hizo tomar el pene de su padre con una mano.
Se sentía cálido, húmedo y muy suave; lo empezó a acariciar en un acto reflejo y en cada movimiento, sentía como él se estremecía.
Entonces agarró una de las manos, del que a esa altura ya era su amante, para guiarla hasta su entrepierna.
Se sintió una tela de algodón húmeda, mojada por la excitación de la adolescente, pero ella corrió ese calzón a un lado y los dedos de él, pudieron sentir lo más maravilloso que habían tocado hasta ese momento sublime de sus vidas.
Ella dio unos pasos atrás y le dijo ?papá, quítame el sujetador y mi calzón y obsérvame desnuda –.
Así lo hizo él.
Sus pechos turgentes emergieron a la luz, blancos, redondos, con pequeños pezones rosados, firmes, perfectos; giró lentamente sobre sí misma, los contornos de sus caderas precedían unos glúteos que parecían hechos en porcelana china, con una redondez que asimilaba una luna llena perfecta partida en dos.
? ¿Crees que soy linda papá? -preguntó tímida.
? Eres lo más hermoso que he visto en mi vida -.
respondió él completamente hipnotizado.
Le tendió sus manos y lo hizo ponerse de pie; estaban ahí, parados frente a frente, desnudos, excitados y rebosantes de amor y paz, en un momento mágico.
Ella pasó por su lado y se tendió en la cama, recogió y abrió sus piernas, luego lo miró a los ojos y le dijo ?esta es mi forma de decirte gracias papá, por todo lo que has hecho por mí en la vida… Tómame, soy tu niña y te has ganado el derecho de ser mi primer hombre-… hizo una pausa y luego continuó ?y yo también quiero que así sea.
Él con su cuerpo, se fue posicionando sobre ella, pronto entraría en su cuerpo y las ansias crecían.
Pero ante sus ojos estaba ella, su princesa, completamente entregada a él, a su entera disposición.
El en acto, hizo una pausa y observó su virginal vagina… era angelical, su carne rosada se veía a través de sus labios, apenas unos bellos sobre ella… se inclinó y la besó, suavemente, penas sobre su vulva; ella se retorció y gimió muy bajo.
Luego se incorporó y su cara quedó frente a la de ella… se miraron a los ojos y hubo un silencio total, para admirarse mutuamente, luego ella hizo un ademán de consentimiento y él posó su trozo de carne ardiente en su entrepierna, ella lo agarró de sus glúteos y lo apretó hacia ella, pero él sabía que si era brusco, le causaría dolor, por lo que se resistió un poco; ella volvió a la carga y esta vez lo rodeo con sus piernas y lo apretó muy fuerte ?despacio, te puede doler -, dijo el padre… ?¡PENETRAME YA! – dijo ella decidida.
Él así lo hizo, le clavó su falo de golpe y ella ahogó un grito, mordiendo su hombro.
?Olvida que soy tu niña y hazme tu mujer- le dijo al oído y le besó con pasión.
Sus lenguas se entrelazaban y la saliva de uno, llenaba la boca del otro.
La experiencia y el deseo de aquel hombre, hacían de la situación, algo inimaginado para ella, ya no sentía dolor, solo placer y su deseo crecía con cada embestida de su padre, que le remecía las entrañas.
Unas gotas de sangre, que evidenciaban la rotura de su himen, corrían hacia sus glúteos, junto con la humedad de ambos, que terminaban mojando la cama y dejando una evidencia de toda la pasión que allí se consumía.
La excitación de la niña era incontenible, entonces ella tomó las riendas y lo volteó, para subirse en él y cabalgar desbocada en busca de placer.
Al sentarse sobre ese trozo de carne erguido, sintió que le atravesaba, que le llegaba muy profundo, pero eso le gustaba y se movía fuerte, se dejaba caer con furia.
El hombre recostado sobre su espalada, tenía las manos libres para recorrer todo ese cuerpo celestial, frotaba sus pechos y besaba sus pezones, succionando suavemente.
La tomaba de sus glúteos y de sus caderas, la alzaba en el aire, para dejarla caer sobre su lanza de carne y clavarla profundo… El orgasmo era inminente.
?Papá… quiero sentir tu semen dentro de mi… lléname por favor!!!
El hombre no se contuvo más y dejó salir toda su leche dentro de su hermosa y joven hija… Ella sintió como el líquido de vida le quemaba por dentro y tuvo un orgasmo que le hizo soltar un gemido profundo, de mucho placer, mientras su cuerpo pequeño se retorcía sobre su progenitor.
Se abrazaron, se besaron y luego de un momento de silencio, ella se puso de pie.
Por entre sus muslos, comenzó a caer un pequeño chorro de semen… ella metió una de sus manos entre sus piernas y con su dedo índice, tomó un poco de ese semen, para después colocarlo en su boca.
Luego miró a su padre por el hombro y se fue a duchar.
Nunca más mencionaron aquella hermosa noche.
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