El otro polvo de cada día
Luciano, ahora, cuenta cómo comenzó su noviazgo.
En la vida, uno tiene, cuanto menos, dos personas a las que ama con todo su ser: su madre y su pareja. Esto, es cierto, no es general, pues alguno me podría decir que no hay una buena relación con sus padres. Pero bueno, yo soy de ese grupo: amo a mi vieja y amo a mi novia. Si, estoy en pareja y mi mamá lo acepta, hasta diría que le gusta; las fiestas que habremos pegado entre los tres…
Camila, mi novia, es una chica hermosa, pero muy callada frente a otros. Es la típica “rara” a la que muy pocos le dan bola. Es alta, un pelín más que yo, y delgada, de cabello azabache, tez blanca y unos ojos azules preciosos. Usa ropa holgada, lo que oculta el cuerpazo que carga; sin mentir, no conozco ni una chica que se le parezca y mucho menos que alcance su belleza, lo que deja segunda a mi vieja. La conocí en el último año de la primaria y, casualmente, continuamos juntos en la secundaria.
Como dije, es muy callada estando con otros, por lo que interactuaba lo justo con compañeros y profes. Pero conmigo… conmigo es diferente, hablamos todo el tiempo y nos juntábamos en alguna de nuestras casas, ya en ese tiempo, muy seguido. Ella estaba demasiado bien económicamente, muchísimo más que mi vieja y yo, pero tener ese estatus nunca se le subió a la cabeza. Eso, nuestra cercanía y similitudes son la razón de mi amor por ella, y de mi seguridad en que los ángeles existen. Pero no se dejen engañar, nunca fue inocente en lo absoluto, y lo descubrí de la mejor forma posible.
Venía garchando a diario con mi vieja hacía 4 meses, en los que gané mucha experiencia de cama y un poco más de seguridad. Esto último se debe a que, en natación y hasta en el colegio (dónde más vestido iba), me sentía observado y muchísimo, cosa que me hacía sentir incómodo. Pero, después de tanto sexo, ni le di importancia, aunque creo yo que se debía a lo activo que me mantenía, pues entre tareas, natación y casa no me daba para pensar en otra cosa más que en lo realmente importante. Camila también me miraba de esa forma, pero no me molestaba para nada.
Esa semana nos habíamos organizado para vernos, y acordamos hacerlo en mi casa el viernes, que mi vieja iba a estar trabajando casi toda la tarde y de ahí se iba con unas amigas, además de que ninguno tenía otras actividades. Los días fueron pasando y llegó el viernes, fuí a la escuela, recordamos con Cami lo que habíamos acordado y volví a casa. Como mi vieja iba a estar fuera gran parte del día y muy atareada, quiso relajarse antes de arrancar y me pidió tener nuestros polvos de la tarde, el de la ducha y uno más, pero que yo hiciera todo el trabajo. Acepté gustoso y le dí en el sillón, la cama y la ducha hasta correrme y llenarla de leche. Después nos tomamos una siesta y, al levantarnos, ella se preparó para irse. Antes de partir, me besó y me hizo un riquísimo pete a modo de pago por la cogida que le pegué, tragando todo lo que pude echar y dejándola bien limpia. Desde ahí, que serían las 3 de la tarde, me vestí con algo ligero por si Cami llegaba antes de lo previsto, cosa común en ella.
Efectivamente, ella llegó a eso de las 3:45, cuando habíamos acordado a las 4. En fin, merendamos, charlamos y nos pusimos a hacer tareas atrasadas. No íbamos mal en el colegio, pero ambos preferíamos dejar el fin de semana libre, por lo que si nos veíamos un día antes de que este empezara, nos ayudábamos en lo que podíamos hasta terminar todas las tareas. Una vez hechas, nos dispusimos a jugar y seguir hablando, momento en el que le comenté que mamá no vendría hasta muy muy tarde.
-Ay, mis viejos también van a llegar muy tarde a casa– me dijo.- Justo te iba a preguntar si tu mamá me podría llevar hasta casa, o si no tenía problema en que me quedara hasta mañana.
-No creo que tenga problema, ella te quiere un montón y no te va a decir que no.
-Bueno, cuando vuelva le decimos.
-Dale.
Estuvimos un rato más hablando hasta que tocó el tema de las miradas hacia mí.
-Luchi, ¿te sigue molestando que te vean tan raro?
-No, la verdad que no. Ya ni les doy pelota.
-¿Y en natación?¿Cómo lo llevas?
-De la misma forma, aunque ahí se nota más.
-Y, semejante bulto se te debe notar mucho en el calzoncillo que usan.
-Si, por eso uso un short. Se sigue notando, pero no me pasan accidentes jajaja.
-Jajaja, no me imagino la reacción del resto si se te escapara la pija por un costado.
Cabe aclarar que, hasta ese entonces, nunca había escuchado a Cami hablar con esas palabras, y me sorprendí mucho en ese momento.
-Tenés la boca medio suelta, ¿o es idea mía?– Le comenté.
-Como si tu vieja no te hablara así de bruto jajaj.
-Bueno, pero es mi vieja y vos sos mi amiga.
-Si, tu amiga…– dijo un poco triste, pero enseguida se recuperó y me dijo.– ¿Te puedo preguntar algo?
-Si, dale.
-¿Te pajeas?
-Emmm… si, obvio.– Pensé la respuesta, porque se me iba a escapar un “no me hace falta, la pongo todos los días” e iba a ser demasiado complicado explicarlo.
-Me imaginé. Yo igual, y me gusta hacerlo pensando en alguien…
-¿Ya has visto porno?
-Si, pero no me genera mucha calentura. Me gustaría algo en vivo, siento que sería más excitante…
-¿Querés ver a una pareja garchando?
-Con ver a un tipo en bolas me conformo… ¿te ofrecerías?
-Mmmm… no.– dije. Me quería hacer rogar un poco.
-Ah dale, es un ratito nomás. Una vueltita y te vestís, es sólo para tener una inspiración para después
-Mmmmmm… ok, pero con una condición: desnudate vos también.
-Ni loca, nene.
-Eh, vos querés verme en bolas para después pajearte, yo también quiero.
-Bueno, pero porque sos vos nomás.
Fuimos a “mi” pieza (en la que ya no duermo), nos dimos la espalda y nos desnudamos. A pesar del polvazo que me había echado con mamá, que me dejó la pija un tanto sensible, se me paró y estaba muy firme. Además, estaba muy agitado y nervioso de sólo pensar que estaba ella cerca. Contamos hasta tres al unísono y nos dimos la vuelta. No daba crédito a lo que estaba viendo: una figura de tez blanca, delgada, más no esquelética, de caderas sutilmente anchas, unos senos de buen tamaño, y un pubis lampiño que dejaba ver sus labios vaginales. Suspiré de sorpresa y de lo hermoso que era su cuerpo, y no noté que se me quedó viendo el pito con los ojos muy abiertos.
-Wow, realmente es grande…- dijo
-¿Eh? Ah, si… bueno, es algo… que no es tan bueno como parece.
-¿Lo decís por las miradas? Porque te diría que… más de una mira con antojo…
-¿Vos cómo lo miras?
-Ahora que lo tengo de frente… con antojo y con miedo jajaj
-Tranqui, no muerde jajaja.
-Boludo jajaj… y a vos, ¿te gusta lo que ves?
-Me encanta… no tengo ni palabras para decirte lo que siento…– se sonrojó y evitó mi mirada. Decidido, me acerqué, la tomé de la cintura con una mano y suavemente del mentón por el otro.- No sólo me gusta tu cuerpo… Cami, te quiero muchísimo, más que como amiga, realmente me gustas entera… Disfruto muchísimo nuestros momentos juntos…– Y la besé. Ella correspondió y, poco a poco, fuimos aumentando la fogosidad.
-A mi también me gustas mucho, Luchi… te quiero demasiado.– Me contestó.
En eso me empuja contra la cama, haciéndome caer. Se tiró sobre mí para seguir con las caricias y los besos, con lo que aproveché para amasarle el culo y acariciar su cintura; su piel era tan suave y sus músculos tan firmes. Por su parte, me abrazaba por el cuello, alternando con acariciar mi pecho y abdomen. Cada tanto besábamos nuestros cuellos o mordíamos la oreja del otro, para luego volver a nuestros labios. Luego de un rato así, nos acomodamos bien y descansamos abrazados de cucharita, susurrandonos algo cada tanto. Fue un momento realmente hermoso, no por estar desnudos, sino simplemente por estar tan juntos.
-Eu, Luchi, ¿Te parece si… nos masturbamos?
-¿Juntos?
-Si, pero uno al otro.
-Uh, bueno…- dije en un intento de tono sensual que le causó mucha gracia.
Nos sentamos de forma cómoda, para así yo poder estimular su vagina y ella tomar sin problemas mi pene. A la par que la masturbaba le acariciaba las tetas con mi mano libre y besaba su cuello, mientras ella suavemente meneaba mi verga con sus dos manos. Sus gemidos eran muy suaves y prolongados, logrando excitarme y acercarme rápidamente al orgasmo. Cuando acabé, le manché las manos con semen, pero no se enojó por no avisarle; se llevó las manos a la boca y las limpió, saboreando mis líquidos.
-Mmmmmh… ¿le podré limpiar lo que queda, señor? Le prometo ser cuidadosa… – me dijo.
El haberme hablado así me re calentó y accedí a que me la chupara. Primero le pasó la lengua, quitando los restos de semen que quedaron en mí y tragándolos gustosa. Lamió un poco más, besó mi glande y, como pudo, se lo metió a la boca; he de decir que, a pesar de su inexperiencia, fue en extremo cuidadosa, y esa chupada de cabeza en la que jugó con su lengua fue una maravilla. Mientras ella me hacía el oral, yo seguía masturbándola y hasta le metí los dedos (hasta tres para ser más exacto). Mi pieza reverberaba nuestros gemidos, y en poco tiempo ella llegó al orgasmo sin quitarse mi pija de la boca. Después de eso, trató de meterla un poco más adentro, pero al llegar a la mitad (cosa que me sorprendió) medio que se ahogó, a lo que le dije que ya estaba satisfecho, que me encantó su mamada pero que parara, pues no quería que le pasase nada malo.
-¿Qué te pareció?¿Estaba rica?
-Mucho… Me encantaría comértela todos los días, a ver si con práctica llego a tragármela toda.
-Ya es toda tuya, vas a poder hacerle lo que quieras…
-Mmmmh…– gimió y nos besamos.- Ahora, ¿me limpiaría usted los juguitos que se me escaparon a mí?
-Recuestese, milady, y abra bien las piernas.
Se acomodó tal cual le dije y me posé sobre ella en el misionero, pero solo para besarla. Después bajé lentamente besando y chupando su cuello, sus tetitas, su pancita y por último llegué a su lampiña vagina. La miré un segundo, le indiqué que se relajara, que sólo gozara, y puse en práctica todo lo aprendido con mi vieja. Me ponían a mil sus fuertes y continuos gemidos, y la forma en la que se retorcía de placer en la cama. Poco a poco me fuí dando cuenta qué puntos tenía que estimular más para darle el máximo gusto posible. Así, logré hacerla correrse dos veces más.
–Pase… lo que pase después…- dijo algo agitada- Jamás me voy a olvidar de semejante chupada de concha.
–Y yo jamás me voy a olvidar de tu hermosísima concha.
-Ya que estamos así, ¿me la metes?
-No tengo forros.
–Vos metemela, porfa. Después te explico todo. Dale, antes de que me enfríe…
Automáticamente me lancé a besarle y estimularla manualmente un poco, volviendo a meterle dedos. Cuando creí que estaba bien dilatada, le pregunté si estaba lista y segura, a lo que asintió. Me acomodé para empezar a penetrarla; tomé mi pija y la dirigí a su entrada, que estaba bastante húmeda. La cabeza entró medianamente fácil, pero igual fuí muy poco a poco, haciéndola gemir con cierto dolor y placer, hasta llegar a su himen. Tomé un poco de aire e hice lentamente presión hasta romperla y arrancarle un leve grito y lágrimas del dolor. Retrocedí un poco y me quedé quieto un rato hasta que se acostumbrara, momento en el que ella me indicó y volví a avanzar. Para mi sorpresa, al ratito ya se la había metido toda y, entonces, me lancé sobre ella para abrazarla y besarla.
La sensación de estar en su interior era muy diferente a la que sentí en mi primera vez con mamá. Realmente había una diferencia entre una cagina virgen y una ya bastante penetrada. La de Cami era más apretada y cálida, y con el mínimo de los movimientos lograba generar una fuerte corriente en mí. Era tan hermoso que por un rato muy largo nos quedamos así, no sólo para que ella se acostumbrara, sino para sentir todo de ese momento. Ya impaciente, me pidió que me moviera, por lo que empecé a embestirla despacio primero y aumentando gradualmente el ritmo después. De nuevo, la pieza se llenó con nuestros gemidos y lo que nos decíamos el uno al otro (“te amo”, “sos hermoso/a”, etc.) A día de hoy recuerdo ese día como el mejor de mi vida, aunque nadie qué sabe de nuestra relación nos cree cuando decimos, en un ámbito de extrema confianza, que garchamos desde los 13.
Después de mucho rato de embestidas ya sentía que me venía. Le avisé y me dijo que ella igual estaba llegando, que aumentase lo más que pudiera mi ritmo y acabase dentro tranquilo. Ni lo pensé; me sujete de la cabecera de la cama, ni me importo que rechinase re fuerte, y le di con todo hasta que terminamos en un hermoso orgasmo al unísono. A pesar de la acción de hacía unas horas, acabé bastantes chorros espesos, asumo porque la situación era muy diferente. Nos dimos la vuelta, quedando yo abajo, nos besamos y ella se recostó un rato en mi pecho. Ahí me explicó por qué no había problema con los forros: ella sufre de un cierto problema hace tiempo, algo genético creo. Su mamá, bastante hincha, le hizo un montón de análisis cuando comenzó a menstruar hacía un año, y allí se enteró, no me pregunten cómo, de que sus óvulos son completamente inútiles y además tenían una vida media muy baja. Por lo tanto, al igual que mi vieja, le sería imposible tener hijos biológicos. Eso me puso un poco mal por ella, pues sabía que eso, a la larga, le dolería emocionalmente, por lo que al terminar su explicación la abracé.
Mi pija, como pidiendo relevo, salió de su vagina ya flácida. Cami, al notarlo, se zafó de mis brazos y se lanzó a chuparmela, logrando metérsela toda esta vez. Una vez estuvo dura, se acomodó para cabalgarla. La ayudé un poco a ubicarla en su entrada, y de un saque se la enterró, tirando la cabeza hacia atrás y dando un gemido. Durante el subeybaja, mis manos viajaban entre su cintura y sus senos, mientras las suyas acariciaban su cuerpo y el mío. Cada tanto nos besábamos y abrazábamos, bajando ella o subiendo yo. Así estuvimos hasta que llegamos a otro orgasmo juntos, y luego nos recostamos ya muy agotados.
Unas dos horas después llegó mi vieja. Para esto ya habíamos comido lo que nos dejó, charlado un buen rato de lo que pasó y le había propuesto ser mi novia, por el momento en secreto, a lo que ella accedió con gran gusto. Mamá aceptó llevarla hasta su casa más tarde, y cuando volvimos al departamento retomamos nuestra vida habitual: nudismo, el garche de la noche y a dormir pegados. Estaba tan reventado que agradecí inmensamente que fuese viernes. Al otro día no dejé de pensar en Cami y lo bien que lo habíamos pasado.
Aún estoy en pareja con ella, y como dije, mi vieja lo sabe, aunque se enteró mucho después. Cami también sabe de mi relación con mamá y lo aceptó muy bien, tanto que son muy amigas. Con ella iba poniendo en práctica las lecciones de mamá, aunque lo hacía con más paciencia, tranquilidad y amor; realmente la amo. Entre los tres hacemos unos tremendos tríos, y nos hemos acostumbrado a que puedo estar garchando con una mientras la otra da vueltas a nuestro alrededor.
Tengo muchas historias con Cami para contarles, pero eso será para otro momento.
Excitante buen inicio la historia promete.