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Incestos en Familia, Masturbacion Femenina, Travestis / Transexuales

EL PADRE DOMINADOR. Pt. 2: CAMILA SE TOCA.

Camila se masturba en su habitación. Para hacerlo, recuerda sus experiencias eróticas. Su padre la mira de cerca. .
Camila yacía en su cama. Hace meses que no dormía ahí. El lugar estaba limpio, tal como ella lo dejo al partir a la nueva ciudad que llamaría hogar. Tomó una pelota de futbol que estaba ahí. Era de Marcelo, su otro yo. El hombre que había ahogado su naturaleza femenina durante años. Cogió la pelota y cuando lo hizo  vinieron imágenes a su cabeza: a su lado estaba su padre, en el auto que los llevaba todos los sábados. Papá conducía. Las imágenes eran vagas, imprecisas. Se veía ahora de frente a su padre, en un lugar apartado, muchos árboles, ahí su padre tomaba su mano, pero no podía ver hacía donde la llevaba.    No vio más.

Se sentía incomoda. Camila había descubierto que la masturbación era una buena manera de liberar estrés, así que cada vez que algo la preocupaba o la inquietaba, buscaba un lugar tranquilo y  se tocaba.  A pesar de ser una chica trans muy femenina, y de poder hacerlo, pues su padre le da todo, no había realizado la cirugía de reasignación de sexo. No le molestaba tanto, había aprendido que su pene podía ser fuente de placer. Muchos hombres, cuando la veían desnuda se dirigían directo a su verga, que no era grande, más bien pequeña, así que sabía sobre el placer oral que podía recibir. Uno de ellos una vez le dijo que no le molestaba darle sexo oral, pues en su cabeza, eso no era un pene, sino que un clítoris.

Entonces, se recostó en su cama cerró los ojos y, estando ahí, comenzó a quitarse la ropa.  Había tenido una vida sexual muy activa, desde los 15 años, que fue la primera vez que estuvo con un hombre. Un hombre que era el inspector del colegio. Era sabido que era gay y que le gustaban los jovencitos apuestos, como él, en ese tiempo.  Un día le pidió que se quedara en inspectoría para revisar algunos documentos. Ahí, en esa tarde, fue la primera vez que recibió un pene de un extraño. Cuando fue sodomizado, no le pareció raro, su culo se adaptó a la verga madura y la envolvió para adaptarse a la forma del miembro dominador. El inspector al ver esto, lo penetró más fuerte, desnudándolo en la oficina, intentando distintas poses con el jovencito. Lo puso contra la pared y ahí reafirmó su dominio, fustigando ese culo primerizo, enculando al joven. Cuando todo terminó, le dio algo para limpiarse y un poco de dinero.

Sentía que alguien estaba mirándola mientras se tocaba. Sentía que era una presencia familiar. Una imagen fugaz apareció en su mente: Marcelo con su padre, ambos desnudos y tocándose.  Pero era una idea suya, nada más.

Después de utilizar fantasías eróticas para excitarse, sus manos bajaron para acariciar su pene y sus muslos dejo que la corriente la llevara. No pensaba en los chicos del colegio, ni en cómo la miraban, ni en los susurros que la seguían por el pasillo de la universidad. Menos en aquel profesor que la había invitado a tomar un café. Ese momento era suyo, intenso, absoluto. Pensaba sólo en el placer, en la liberación que se acumulaba en su interior, en cómo su cuerpo respondía a su propio tacto.

En la quietud de su dormitorio, un golpe suave y rítmico resonó mientras yacía boca arriba, con una mano recorriendo distraídamente los patrones de su edredón y la otra bajo la cinturilla de sus bóxers. Su habitación era un santuario de recuerdos de su vida pasada, del hombre que habitó su cuerpo y de la mujer que ella era ahora. Un lugar donde podía explorar su cuerpo y sus deseos sin ser juzgada. Dejó escapar un suave suspiro, arqueando ligeramente las caderas mientras su mano encontraba el ritmo. Su diminuto pene, apenas un nódulo, era sensible, la piel tersa y suave. Lo acarició con suavidad, sintiendo cómo se endurecía con su tacto. Sabía que no crecería, que no se convertiría en lo que la sociedad consideraba «normal», pero era suyo. Era parte de ella, y lo amaba. Su respiración se volvió agitada mientras seguía tocándose, su mente llenándose de imágenes de su amante, sus suaves labios, sus fuertes manos. Imaginó su tacto, su caricia, sus susurradas palabras de amor. Sintió un calor que la recorría, su cuerpo tensándose al acercarse a su orgasmo. Con un último jadeo, se corrió, su cuerpo temblando al derramarse sobre su mano. Se quedó allí un momento, su

Se giró de lado, con la mano aún apoyada en su pene. Empezó a acariciarlo, lentamente esta, con un toque suave y exploratorio. No tenía prisa. La noche era suya. Tenía todo el tiempo del mundo para conocer su cuerpo, comprender sus respuestas, encontrar los puntos de placer que la hacían jadear y estremecerse. No pensaba en el futuro ni en el pasado. Estaba presente, completamente inmersa en la sensación de su propio tacto.

Se le cortó la respiración al sentir la tensión familiar creciendo en su centro. Cerró los ojos, sus dedos trabajando en caricias lentas y constantes. Podía sentir el placer, como una quemadura lenta, extendiéndose por su cuerpo. Gimió, levantando ligeramente las caderas.

Su mano libre se deslizó hacia arriba, sus dedos encontrando sus pezones, pellizcándolos y rodándolos al ritmo de sus caricias. Se arqueó ante su propio tacto, su cuerpo lleno de sensaciones. Podía sentir el placer creciendo, la tensión en su interior tensándose como un espiral a punto de romperse. Dejó escapar un gemido bajo, sus caderas se levantaron de la cama, su mano se movió más rápido, su agarre apretó su pene, que brillaba en la oscuridad. Ya podía ver el líquido pre-seminal en la punta. Pensaba en las veces que había estado con sus compañeros de curso. Como había sido el juguete de ellos tantas veces. La primera vez que había dejado que su profesor de educación física la tocara.

Mientras el calor se intensificaba en su cuerpo, sus caderas se levantaron de la cama, arqueando la espalda mientras se acariciaba, agarrándose fuerte y firme, mordiendo sus labios para evitar que sus gritos de placer no escaparan, pues ya no eran gemidos, lo que se estaba construyendo, el calor entre sus piernas, el cosquilleo en sus pies las ganas de ser tocada por manos desconocidas tenía un poder inimaginable. Recorría con sus dedos las curvas de sus pechos, acariciaba sus pezones y cada toque la llevaba más cerca del orgasmo.   Podía sentir el calor que crecía, la tensión acumulándose en su vientre. Respiraba con dificultad, su corazón latía con fuerza, y entonces estaba allí, convulsionando, su mano trabajando furiosamente mientras rodeaba su orgasmo. Se desplomó en la cama, con el pecho agitado, la mano aún alrededor de su pene ablandado, el semen recorriendo su miembro, anidándose entre sus piernas.

Todo esto lo estaba mirando su padre. No era imaginación la idea de Camila: estaba siendo observada, pero el placer que estaba sintiendo la hizo olvidarse de toda inhibición o precaución. Su padre, lo había visto todo y ahora más que nunca esta listo para llenar el culo de Camila con su pija y de dejar con semen el rostro juvenil de ella . Ahí, parado en el umbral de la puerta de la mujer que se había apoderado del cuerpo de su hijo, su miembro se endurecía. Esa mujer que reposaba acostada, extasiada, jadeante, exótica, exuberante y joven no era nada de él. Esa mujer no era su hija e iba a cogerla.

 

Fin capítulo II

36 Lecturas/19 octubre, 2025/0 Comentarios/por milk78888
Etiquetas: colegio, gay, hija, hijo, madura, padre, recuerdos, sexo
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