El placer muy cerca de mi.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Soy Sandra, estoy casada, tengo 37 años y dos hijos, Amelia de 12 años y Julio de 15.
Soy secretaria ejecutiva y poseo un muy buen cuerpo, muy bien proporcionado, en realidad estoy muy bien conservada, buen trasero y piernas, mis tetas aún están firmes, delgada y muy bien parecida.
Mi marido es 15 años mayor que yo, se trata de un buen hombre, de buen trato, ingeniero, muy fiel e igual muy conservador.
Por mi parte soy y he sido siempre muy ardiente y golosa y la verdad es que el aunque es un hombre excelente y bien dotado no ha cumplido conmigo a cabalidad por sus costumbres y tradición familiar por lo que aunque siempre ando deseosa debo aparentar otra cosa por la seguridad y el bienestar familiar.
Mi familia por mi parte aunque siempre han sido un tanto liberales existe mucha moderación aunque ello no impidió que tuviera roces sexuales con mi hermano quien aunque no me desfloró, si me penetraba por el trasero y me inició en ese mundo sexual maravilloso, con mamadas a granel de parte y parte y cogidas muy frecuentes, siempre perforando mi agujerito o bien con 69 muy bien realizados con lo que nos satisfacíamos a plenitud.
Hoy ya casados cada uno por su lado nos hemos visto en muy pocas ocasiones, por lo que para saciarme debía recurrir a consoladores y masturbarme solo apaciguaba levemente mis deseos lujuriosos de insertarme una buena verga.
De ese modo comencé a observar a mi hijo con mucho disimulo, a darle buenas vistas de mis piernas y trasero circunstancias que para el no pasaban inadvertidas por que podía apreciar sus erecciones y sus retiros discretos para masturbarse.
Desde chico aprecié que tendría buena verga y ya a sus quince pude verlo en par de ocasiones cambiándose y una vez masturbándose en su cuarto sin que el se percatara de mis movimientos y en verdad que su jugoso y grueso paquete tenía aproximadamente unos 18 cms.
Mi deseo hacia mi hijo se acrecentaba y suponía que igual el me deseaba así que decidí tomar la iniciativa, además de mostrarme y mostrarle mis partes de manera disimulada, planifiqué que estando solos le llamaría la atención de alguna manera, de ese modo cuando esto sucedió, lo cual era muy frecuente, aparenté irme a mi cuarto a tomar una siesta y comencé a masturbarme con gemidos y quejidos fácilmente audibles, como dejaba mi puerta entreabierta, notaba como fisgoneaba y se retiraba.
Entraba a su cuarto de manera repentina haciendo ver que aseaba el lugar, así logré verle dormido o aparentar estarlo en ropa interior y en poses muy sugestivas que dejaban entrever su mástil.
De ese modo al entrar en una oportunidad, se me quedó viendo fijamente y me preguntó: Que hacías mamá que te quejabas? Te dolía algo?.
No amor, le contesté mirando su tronco ya erectándose.
Y a ti te sucede algo le pregunté.
No mami me dijo, y yo, acariciando su tranca, le respondí, y esto?
Perdona mamá es que…, calla le dije, mientras besaba sus labios y manoseaba y sacaba su verga de su ropa interior.
Nuestras lenguas se juntaron y bajé lamiendo su pecho y chupando sus tetillas hasta llegar al ansiado y enhiesto tolete.
Lo lamí y besé en su glande y me lo tragué integro llegando hasta mi garganta mientras mi hijo gemía y se retorcía de placer tocando mis tetas y mis nalgas.
Me monté sobre el colocando mi vagina en su cara era nuestro primer 69, me abrí toda y el metió su lengua en mi raja pasándola desde el culo hasta mi clítoris y regresando mientras su tronco penetraba mi boca hasta mi esófago, sentí sus espasmos y me dispuse a tragar su leche la que no tardó en llenar mi boca degustándola yo gota a gota mientras su lengua chupaba mi clítoris y sus dedos penetraban mi culo y mi vagina, haciéndome alcanzar un gran orgasmo.
Nos quedamos acostados uno al lado del otro sin cruzar palabras, yo acariciaba su cara y el me veía entre complacido y sonriente aunque aún apenado.
Como a los diez minutos comencé a besarle y sobar su pecho y tetillas y pronto noté su reacción de macho ansioso, cachondo.
Y en cuanto logró su erección plena me subí sobre el a horcajadas y coloqué su hierro en la entrada de mi vagina, la introduje y entre besos y manoseos comencé mi vaivén, sentada veía su cara de goce, y pellizcaba sus tetillas y el mis pezones.
Anda hijo, haz gozar a tu madre, cógela bien, dame duro con tu palo tieso….
Y el lo hacía, se esforzaba por complacer a su madre.
En cuanto noté, que estaba jadeante y a punto me detuve.
Saqué su miembro y lo coloqué en la entrada de mi culo y lo afinqué.
Mi agujero se fue abriendo y su verga fue penetrándome de a poco mientras mi hijo me decía “mami que delicia” y nos movíamos a ritmo.
Anda papi, que tu mami desea que le rompas el culo, que descubras su lado flaco, su lujuria, lo puta que es en una cama, dame esa leche, dame verga, dame duro.
Sentí sus espasmos y su temblor casi al mismo tiempo que obtenía un orgasmo muy intenso retenido en el tiempo transcurrido sin que una verga me atravesara el culo.
Caí sobre el acariciándolo y el a mi nuestras lenguas se entrelazaban cuando alcancé a oírle, “mamá esto es como un sueño realizado”, así es mi amor, le respondí, será nuestro secreto.
Mientras más nos compenetremos seremos más el uno del otro.
Esa noche como cosa extraña, mi marido llegó más querendón que nunca y con ganas de follar, no tardé en complacerle, en su polvo simple, sin mamadas ni caricias, sin lujuria y sin pasión, solamente saciar su apetito sexual sin importarle mi complacencia, eso era secundario para el, el macho es quien goza y la mujer está para servirle.
De allí la razón de que los cachos están a la vuelta de la esquina.
Para su suerte o la mía, ya disponía de un macho joven y complaciente, deseoso y cercano como lo era y lo es mi hijo.
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