El polvo de cada día (parte 1)
Una de las partes más importantes de un joven. (Relato de ficción).
Hola, cómo están? Mi nombre es Luciano, Lucho para los amigos. He tenido, y aún tengo, experiencias sexuales desde muy chico, y hoy les contaré una de ellas. Pero antes, voy a ponerlos en situación: actualmente tengo 19 años y vivo en Córdoba capital, en un departamento sencillo pero amplio con mi vieja (madre). Tengo el pelo castaño oscuro y ojos verdes. Soy de esos flaquitos que son tablas de madera con muy poco músculo marcado, lo último gracias a la natación (no profesional, sólo por hacer algo de actividad física), soy bien lampiño y mido 1,7 m, más o menos. La genética, eso sí, me “favoreció” con un pene grande, desproporcionado con mi cuerpo: la última medida con la que cuento es de 18 cm flácido y 26 cm erecto, pero no es muy grueso. Hagan de cuenta un pene “normal”, y circuncidado, pero llevado en proporción a esas dimensiones. Además, soy de piel tirando a blanca, pero la zona púbica es notoriamente más oscura, aunque no negra jaja.
Ok, ahora sí, va el primer relato (espero) de muchos. Esto pasó cuando tenía casi 13 años. Ya en ese entonces estaba muy bien dotado, 20 cm erecto me medía. Era igual de delgado pero más petisito (1,5 m). Ya hacía natación y había comenzado el colegio secundario. Nunca tuve problemas en la escuela, socializando en general soy el punto medio entre intro y extrovertido: me relaciono lo justo y necesario. Como les comenté, vivo con mi vieja (mi papá fue un misterio durante algunos años, ella nunca lo nombraba). Es licenciada en química, una profesión rara, sí, pero eso mismo le permitió conseguir trabajo muy fácil como profesora y, luego, investigadora en la universidad. Es una mujer hermosa: ojos oscuros y saltones, piel blanca, delgada y muy alta (1,75 m), con unas tetas grandes. He visto fotos de cuando era estudiante del secundario y no ha cambiado mucho, a pesar de contar hoy con 38 años (me tuvo de muy piba). Algo raro es que, si tenía pareja o algo, nunca lo invitaba a casa, por lo que nunca la he visto acompañada por alguien más. El único problema que realmente la aquejaba era su repentina esterilidad luego de tenerme, por lo que siempre sería hijo único, cosa que en parte la ponía triste.
Cuestión que vivíamos muy bien, sin muchos problemas económicos y nos llevábamos de lo mejor, somos muy amigos desde siempre. La confianza entre ambos era muy grande, salvo desde mis 10 años que comenzamos a dormir en habitaciones separadas. Hasta ese entonces la había visto desnuda más de una vez y ella a mí, notando que mi compañero era grandecito ya. “Igual a tu papá” dijo en cierta ocasión que nos estábamos cambiando juntos. Después de irme a una habitación propia, dejamos de hacer esas cosas, aunque una vez cada tanto me pedía dormir con ella.
Un día, volví del colegio y me dispuse a bañarme. Estaba reventado, y después de la ducha me agarró un sueño terrible. Cómo sería el cansancio que ni me di cuenta que me había olvidado de manotear un toallón, pero como pensaba que estaba sólo, fui así, en bolas y todo mojado, a buscar una. Cuando salgo, mi vieja aparece para saludarme y sólo me di vuelta, quedándome de frente a ella.
-Hola mi…- dijo y se quedó muda.
El silencio se mantuvo unos segundos, reaccioné y me tapé con las manos.
-Hola ma, no te sentí llegar.
-No pasa nada… andá… y ponete algo, no te vayas a resfriar o algo.
-Si si, ahí voy- y rápido fuí a mi pieza.
En ese momento de silencio, pensé después, mamá se había quedado mirando mi pija, y me atrevo a decir que se mordió ligeramente el labio. Después de eso, me tiré un ratito en la cama y me dormí. Al levantarme, fui a la cocina y estaba mamá.
-Hola mi vida, ¿andabas cansado?- preguntó
-Reventado ma, menos mal que es viernes.
-Si, yo igual, estoy agotadísima. Hoy no tengo muchas ganas de cocinar, ¿te parece si comemos unos panchos?.
-Dale, yo tampoco quiero cocinar algo elaborado.
-Jaja, mi vaguito hermoso.- me abrazó y me dió un beso en la frente.
La cena transcurrió tranquila, hablamos un poco de nuestro día, puesto que casi no nos vemos por su trabajo. En un momento, me propuso algo sorpresivo:
-Luchi, desde que te pasaste a esa pieza extraño cuando dormías conmigo, y aparte me parece que hemos perdido confianza de estar en bolas frente al otro. ¿Te gustaría que volviéramos a dormir juntos?
-¿A vos te parece bien ma? Por mi estaría bien.
-A mí me gustaría, pero me gustaría saber si en serio estás de acuerdo. Mirá que yo duermo sólo con bombacha.
-Si si, no tengo drama. Yo duermo con un short medio holgado.
-Ah, ¿dejás la pija libre? jajaj
-Mamá! jaja.- Ella era así, conmigo no tenía pelos en la lengua.
-Hoy que la ví, me dí cuenta de que creciste… mucho.- Hizo énfasis en el “mucho”.- No se te ocurra pajearte estando yo al lado.
-Okey…- La verdad, no me masturbaba mucho a esa edad, y ahora diría que mucho menos. La primera vez que lo hice dejé un enchastre importante en las sábanas: había salido de la ducha y ahí nomás quise probar que se sentía. Pero el semen que largué fue mucho y espeso, y experimentando en la ducha, me di cuenta de que pajearme una vez cada 2 o 3 días en la ducha estaba bien. En cuanto a porno, había visto unas pocas veces, aunque si muchas escenas de sexo en películas.
Volviendo al cuento, esa noche dormí con ella, y ya iba con mi short. Se me notaba la forma de la pija en la tela y mi vieja lo notó. Ella hacía un rato que se había bañado y andaba con una bata. Después de acomodarme en su cama, ella se la saca y deja al aire ese hermoso par de tetazas que se carga. Se me paró, evidentemente, pero me di la vuelta y apagué la lamparita de mesa de mi lado.
-¿Tan lejos vas a dormir? Venite más cerca…
-Bueno ma…- le dije y me fui corriendo de a poco dándole la espalda.
-¿Te puedo abrazar?
-Si si
Me abrazó desde atrás y nos tapamos. Podía sentir sus pezones duros clavados en mi espalda, lo que no ayudó en nada a que bajara mi erección.
-Hasta mañana, Luchi.
-Que duermas bien, ma.
Hasta que me dormí, sentí como delicadamente bajaba una de sus manos a mi verga y la acarició un poco por sobre la tela. Eso me re gustó, y no me molestaba que fuera mi vieja quien lo hacía.
Al otro día, me desperté y ella no estaba en la cama. De nuevo andaba con una carpa en frente mío, pero igual me levanté primero al baño para después ir a desayunar. Entro sin tocar y veo a mamá totalmente desnuda, apoyada sobre el lavamanos depilándose.
-Luciano! Toca la puerta!- me reclamó, pero no intentó taparse.
-Perdón perdón…
-Para, ya que entraste, hacé lo que tengas que hacer. De última, estamos a mano jaja.
Me reí medio dormido y entré a mear. Bajé un poco el short y saqué el pito, apuntando bien al inodoro. No terminaba más, hice un motón. En eso, mi vieja me hace otra propuesta rara:
-Amor, ¿y si empezamos a andar en bolas por la casa?
-¿Ser nudistas? Sería raro pero me gustaría.
-Bárbaro.- Me guiñó el ojo, se puso de pie y se estaba yendo cuando me dice: -Qué grande estás Luchi…
Terminé de mear y me saqué el short. “A la mierda, a andar en pelotas” me dije. De ahí fuí a la cocina, todavía al palo, y mi vieja se sonrojo de verme la verga meneándose.
-Podrías hipnotizar a cualquiera haciendo así- y nos reímos los dos.
Pasamos 3 meses así, y con el tiempo me acostumbré al punto de que no andaba duro todo el día. Igual, mi vieja no dejaba de verme el pito, y lo notaba. Por otra parte, yo no paraba de ver sus tetas y mucho menos su vagina, que siempre tenía bien depilada. También dormíamos desnudos, incluso de cucharita; ella nunca me reclamaba por tenerla dura y apretada contra su culo, a fin de cuentas me daba vuelta dormido. Bah, eso pensaba, porque un buen día, antes de mi cumpleaños, me dí cuenta de algo raro.
Me había despertado re bien, sin tener una erección y con mi vieja abrazándome. Me moví lo más lentamente posible para no despertarla, pero fue inútil. Abrió los ojos y me sonrió, yo le devolví el gesto y le besé la frente.
-Buen día ma.
-Buenos días mi rey, ¿cómo dormiste?
-Muy bien, muy muy bien.
-Mmmmh… me alegro mucho. ¿Soñaste algo lindo?- la pregunta era rara pero no le dí importancia en ese momento.
-Emmm… no, bah, creo que sí. Ni idea, pero sentía algo muy… muy…
-¿Placentero?
-Si, eso mismo.
-Bueno, me alegro mucho.- me dió una especie de piquito y se levantó, no sin antes pasar la mano por mi pene. Se posó sobre el marco de la puerta y me dice: -¿Después me harías un masajito en la espalda, porfis?
-Si ma, no hay problema.- Y se fue a preparar el desayuno.
Hasta la siesta todo ocurrió como venía siendo los últimos meses. Cuando voy a darle esos masajes, ella preparó una “camilla” arriba de la mesa con un acolchado y llevó algunas cremas.
-Bueno, me entrego a tus manos Luchi.- dijo ya recostada boca abajo.
Empecé a darle los masajes y a excitarme con ello. Ella, para peor, daba pequeños gemidos. En un momento me pide que me suba a la mesa, sobre ella, para masajearla mejor. Bien obediente lo hice, pero la escena me superaba: desnudo, montado sobre mi vieja, masajeándola; ella seguía gimiendo y, cuando llegaba a los hombros subiendo desde la cintura, le pasaba la verga por la cola. Era demasiado para mí.
-Que lindo, Luchi, seguí que te lo voy a recompensar después.- Me llegué a imaginar varias cosas al decir eso.
Terminado el masaje, me voy a dar una ducha y a la salida, mamá me da un beso en los labios, no muy largo pero si bien dado.
-Mañana te tengo un regalo especial, mi amor.- me dijo luego.
Después de eso, el día siguió como los anteriores.
¿Por que el afan de poner tamaños de penes asi? Ya sabemos que no es real, pero coño, a nadie le importa ni llamas la atencion con eso.
Si, en eso se me fue la mano. En la otra versión decidí cambiarlo. Saludos!
Muy excitante