El polvo de cada día (parte 2)
Continuación de la vida de Luciano.
Al día siguiente desperté muy bien, aunque no como el día anterior. Mi vieja ya se había levantado y, en la mesa de luz de mi lado, dejó una nota. “Feliz cumpleaños mi rey. Te amo muchísimo. En la cocina, te espero… besos. Mamá”. De un salto me levanté, fuí al baño y de ahí a la cocina. Sobre la mesa había preparado un desayuno abundante, lleno de cosas ricas. Mamá estaba en la mesada, dándome la espalda y sin darse cuenta de mi presencia. Me acerqué lentamente hacia ella y la abracé por detrás.
-Buenos días mi vida.– Se dió la vuelta y nos dimos un fuerte abrazo.- Ya 13 años, no puedo creer… lo muuucho que has crecido.
Nos quedamos mirando un rato a los ojos. Los suyos estaban brillosos y con las pupilas dilatadas, se la notaba agitada. Tuve un lance y la besé en los labios fugazmente, pero cuando quise cortar el beso, ella me rodeó el cuello con sus brazos y me besó con más ganas. Le correspondí y la tomé con ambas manos de la cintura. Paramos enseguida, pues nos percatamos de que nos dejamos llevar otra vez.
-Vamos a desayunar y después a vestirnos, que a eso de las 12 vienen tus tíos y abuelos.
-Y a la tarde unos amigos, acordate.
Al mediodía y la tarde lo pasé fenomenal. Mi familia vino y almorzamos, charlando de varias cosas para ponernos al día. Boludeamos un rato con mis primos y a eso de las 4 se fueron todos. Al rato llegaron mis amigos y nos divertimos mucho. En fin, como un cumpleaños cualquiera. Al irse todos, cerca de las 8 de la noche, cerramos todo, nos desnudamos, juntamos todo y mamá se fue a bañar. Al salir, fue directo a sentarse al sillón, y me invitó a sentarme con ella.
-Hijo, ¿la pasaste bien?
-Si ma, muy bien, me gustó mucho todo.
-Me alegro, pero acordate que el día no terminó todavía.
-Cierto, y nos es por ansioso o por interesado, pero, ¿mi regalo?.
-De eso quiero hablarte…- se puso nerviosa de golpe.- Mirá, Luchi, hace un tiempo que siento algo… diferente por vos. Te sigo amando como una madre a su hijo, pero… no sé… no sé cómo decirte esto.
-Decilo como a vos te sale ma, lo más sencillo que se te ocurra.
-Bueno: me gustás… me gustás como amante… como hombre.– Esas palabras me dejaron helado, sólo me quedé viéndola a los ojos.- Ya sé que suena muy raro y es algo demasiado descabellado, pero… pero…
Y se lanzó a besarme. Sin dudarlo, respondí al beso y la abracé, pero ella se montó sobre mí, tomándome del cuello con sus manos y deslizando, luego, una sobre mi nuca acariciándome el pelo. Yo la tomé de la cintura, y ya se me había parado de lo caliente que estaba. Comenzó a mover ligeramente las caderas, generando un roce entre nuestros sexos que me volvió loco.
-Te amo, Luciano… te amo
-Yo también te amo, ma.
-Decime Mica, por favor.
-Como desees, Mica. También me gustás como mujer, me encanta tu cuerpo, tus caricias, tus besos, todo…
-Te tengo que confesar algo. Ayer no me resistí, no te podía dejar como estabas…
-¿De qué hablás?
-La tenías dura… yo estaba despierta y al verla me calenté mucho. “Qué hermosa poronga para tener 13”, pensé. Me fijé que estuvieras bien dormido… y te la chupé toda… no dejé nada sin pasarle la lengua. La tenés muy grande, pero igual me la metí todita en la boca. Estabas re planchado, porque hasta acabaste y ni te despertaste. No sabía que largabas tanta leche… y tan rica, me la tragué.
-Eso…– empecé un poco confuso- explica… muchas cosas.
-Y, ahora que estamos así, quiero volver a hacerlo.
-Por favor, Mica, quiero sentir eso despierto…
Acto seguido, se levanta a apagar algunas luces, dejando una sola muy tenue encendida. Se fue acercando lentamente a mí, alternando entre mirarme a mí y a mi verga bien dura, mordiéndose un labio. Después se tiró al suelo y comenzó a gatear hasta mí.
-Vos relajate, pero tratá de no perderte de nada.– me dijo.
Y comenzó a lamer mis bolas. Fué una sensación más que placentera, sobre todo cuando las succionaba y terminaba metiéndoselas a la boca. Se entretuvo así un buen rato y luego pasó a lamer, de arriba hacia abajo, el tronco de mi pene. Sólo subía y bajaba con su lengua, y la verdad me gustó, pero no fue “wow, que placer”. En un momento tiro la cabeza hacia atrás y sentí que hizo un movimiento raro, pero no con sus manos. Al volver a verla, no me explicaba cómo, pero ya me la estaba chupando, con los ojos clavados en los míos y emitiendo leves gemidos, señal que ella también lo estaba disfrutando. Yo estaba en las nubes, pero le hice caso y no dejé de mirarla. Era increíble ver a mi vieja chupándome la pija entera, viéndome a los ojos. Es algo que, a día de hoy, me queda grabado en la cabeza. Sin dejar de mamar, levanta sus brazos y comienza a acariciarme lo más que pudo mi cuerpo, presionando con sus dedos, e incluso clavando un poco sus uñas, en mi pecho y abdomen. En un momento tenía una mano en mis pectorales y otra en mi pierna, y succionó mi verga emitiendo un largo “mmmh” mezclado con un gemido, y al llegar al glande lo hizo más fuerte, entrecerró los ojos y tiró un poco la cabeza hacia arriba, soltando mi pene con el sonido del destape de una botella.
-Ay, Dios mio, que cosa más rica mi amor.
Y me la siguió chupando un rato más. Cuando estaba por acabar, le avisé y, sin dejar de mirarme, me la mamó más rápido hasta que lancé unos 4 chorros espesos en su boca y un grito de placer desde la mía. Se aseguró de no dejar nada de semen en mi pene y la soltó, mostrándome todo lo que tenía en la boca antes de tragarlo y relamerse.
-Mmmmh… que rica leche. Espero que me puedas dar más…
Me la terminó de limpiar y le dió un beso en el glande. Después se sentó sobre mi regazo y volvió a besarme apasionadamente.
-Ésta es una parte de tu regalo…
-Antes de la otra, quiero complacerte a vos…
-Ya sabes por dónde empezar…
Con lo que dijo me basto para entender que quería primero. Así que comencé a chupar y acariciar sus tetas. Tenía los pezones duros y me tenté a mordisquearlos ligeramente, arrancándole gemidos y risitas con ello. Era curioso: volvía a chupar las tetas de mi vieja después de unos 12 años, pero esta vez para darle placer y calentarme a mi. En cuanto a ella, me surgió la duda, mucho después, si había sentido placer cuando yo aún lactaba. Un buen rato después le pedí que se bajara al sillón otra vez, pero que abriera las piernas. Ella lo hizo y yo me arrodillé en el piso, disfrutando la vista de su concha, de su hueco, del cual yo había salido hacía 13 años exactamente. Sin decir nada, se la empecé a lamer, pues no se me ocurría otra cosa. Me tomó de la cabeza mientras gemía. Se me ocurrió hacer presión con mi lengua en medio de sus labios y lo hice, dando ella un gemido más sonoro que los otros.
-Hace de cuenta que me estás besando…– me indicó y entendí a lo que se refería. Gimió aún más fuerte cuando utilicé esa técnica y, un rato después, acabó tirándome sus fluidos a mi cara. Tenían un sabor espectacular, no diría rico en sí como una comida, sino rico en el sentido sexual… ustedes entienden.
-Sos… buenísimo… para ser tan chico…– comentó entre jadeos, un tanto agitada.- Ahora sí, vamos por la segunda parte… vení.
Se levantó y, como pudo, me llevó de la mano hacia la cama. Me empujó para sentarme en uno de sus bordes, se agachó un poco para besarme y volvió a chupármela un poco. Esta vez, la dejó muy ensalivada para poder pajearme con sus tetas. Me recliné hacía atrás, apoyándome en mis codos, para disfrutar mejor de la vista. No duró mucho; al terminar, se subió a la cama, me empujó para acostarme y se me tiró encima para besarme y abrazarme. Yo aproveché a apretarle el culo, e hice que me mordiera un labio mientras reía.
-Sos picarón, eh… jaja
Se deslizó sobre las frazadas hasta su lugar y me invitó a su lado. Nos besamos un poco más y luego se montó sobre mí, tomando mi pene y ubicándolo en su entrada. No se aguantó mucho, porque de una sola sentada, ni rápida ni lenta, se la metió entera. Fue hermoso: sentir la húmeda y caliente presión de su vagina alrededor de todo mi pene, me hizo retorcerme de placer y largar un extenso gemido. Ella hizo lo mismo, pero con mayor fuerza y tirando la cabeza hacia atrás. Yo volví a tener esa sensación rara de antes: “hace 13 años salí de ese hueco, y hoy estoy metiendo mi verga allí”. Estuvimos un rato quietos, y entonces me comenzó a cabalgar, primero despacio y de a poco aumentando la velocidad. De a ratos apoyaba sus manos sobre mi abdomen y hacía movimientos circulares; otras se tomaba de la cabecera de la cama e iba de adelante hacia atrás frenéticamente; y, en un momento, se puso en cuclillas, se tiró hacia atrás apoyándose en sus manos y siguió la cabalgata muy despacio, dejándome ver a la perfección cómo mi verga la penetraba y le quitaba fuertes gemidos con cada entrada. Yo no daba crédito a todo lo que me estaba pasando. Veía sus tetas rebotar, su cara de placer con la boca bien abierta en ocasiones, mordiéndose el labio en otras. La habitación se llenaba con nuestros gemidos, más con los de ella. Fue cuando sentí que estaba cerca de terminar cuando me atreví a moverme un poco, tratando de coordinar su subida con mi bajada de caderas, de manera que en cada sentón que diera sintiera una metida más prolongada. Ella a su vez aceleró sus movimientos, respirando agitadamente y, pensé, cerca de acabar también. Y si, unos segundos después, llegamos al orgasmo juntos: ella con un grito al que siguió un gemido prolongado, yo con otro para hacer dúo y una corrida tremenda dentro suyo. Agitada, se tiró sobre mí, rodeándome con sus brazos y diciéndome al oído:
-¿Te gustó tu regalo mi potro?
-Si Mica, me encantó.
-Me alegro mucho. Yo también la pasé muuuuy bien.- y nos besamos hasta que mi verga, ya dormida, se salió de su vagina.- Son las 9, ¿querés una segunda vuelta?
-Mejor probemos cuántas vueltas nos aguantamos.
Así que nos pusimos a garchar una vez más. Primero se puso en cuatro y me fue indicando lo (poco) que tenía que saber hacer. Estaba muy mojada, por lo que no fue difícil meterla y embestirla fuerte. Después pasamos a hacerlo en misionero, con movimientos más lentos y mucho más cariño, con besos y caricias. Al rato probamos de lado, pero no duramos mucho pues no me resultó muy cómodo. Por último, le pedí hacerlo otra vez de perrito, pero esta vez ella se paró en el borde de la cama y se reclinó hacia adelante, apoyándose con sus manos en el colchón. Yo me puse detrás y se la metí de un saque, para embestirla fuerte pero a un ritmo constante. Sentía los golpes entre mis bolas y su cuerpo cual aplauso pausado, cosa que me dió gracia.
-Ay mi amor… qué rico me garchas…- empezó mi vieja.
-¿Si?¿Te gusta que tu hijo te coja?- y aumenté el ritmo ligeramente.
-AAh… si, me encanta… AAAh… es que la tenés muy grande…
-Decí… decí “mi hijo vergón me coje bien rico”…
-Mi hijo vergón me coje bien rico…- y aumenté más el ritmo.
-Más fuerte…
-Mi hijo vergón me coje bien rico!
-Más fuerte!
-MI HIJO… VERGÓN… ME COJE… BIEN RICOOOOOOOOOOOH…– y con una última embestida, me vine dentro de ella; otra vez habíamos llegado juntos al orgasmo.
Después de eso, aunque cansados, fuimos a comer algo. Manoteamos lo que fue sobrando a la tarde del cumple, no íbamos a cocinar nada. Estábamos muy transpirados, por lo que después de comer nos tomaríamos una ducha juntos. Ordenamos lo poco que quedaba por hacer en la cocina y el living, y enfilamos para el baño. Al principio nos duchamos tranquilos, pero enseguida nos agarró el morbo y la calentura: me la chupó un poco para que se me parara y después garchamos bajo la ducha de pie. Pasamos de ahí al lavamanos, ella sentada sobre él, y por último, hasta que nos vinimos, al inodoro, esta vez yo sentado. Ya sentía un poco de ardor en la verga, por lo que pedí un descanso y me fuí a acostar. Mi vieja me acompañó y casi en el acto nos dormimos. Al día siguiente sentí un cálido beso suyo y me desperté. Ahí nomás me hizo un pete buenísimo, pues empezó cuando la tenía bien flácida y terminó mucho después de acabar en su boca. “¿Todavía quiere más?” pensé, y la respuesta no se hizo esperar: se montó sobre mí y me cabalgó un buen rato. No me podía explicar de dónde sacaba yo tanto semen para echarle dentro. Al terminar, se recostó conmigo y hablamos de cómo seguiría nuestra vida después de esto.
Así, es a día de hoy que mi vieja y yo seguimos garchando como animales. Lo hacemos de forma rutinaria, incluso tenemos un esquema o “ritual”: a la mañana, el primero que se despierta le hace sexo oral al otro (yo tengo un plus, pues le chupo las tetas), y de ahí tenemos un mañanero; después cada uno hace lo suyo y volvemos a cojer a la siesta, en la cama o en el sillón; sobre la tarde, casi noche, lo hacemos en la ducha después de nuestras actividades deportivas; y por último, cojemos cuando nos vamos a acostar, y le dejo la pija metida hasta que se salga estando flácida, momento para el cual ya estamos profundamente dormidos. Los fines de semana, feriados y vacaciones garchamos casi todo el día y en todos lados del depto, o del lugar en el que estemos a solas. Siempre, eso sí, me dejó acabarle dentro y nunca usamos protección alguna, aunque verificamos cada tanto de no padecer alguna enfermedad.
Y así es como comenzó mi vida incestuosa con mamá. Con los años fui creciendo y ganando muchísima experiencia, así como anécdotas muy variadas. Mi vieja, como dice el tema, es lo más grande que hay; es el amor de mi vida, y mi garche fijo de cada.
Excelente muy excitante y tiene mucho morbo. Debes continuar. El relato.