El Precio de la Infidelidad Materna
Mi madre le es infiel a mi padre lo cual provoca su separación, pero gracias a esto hice mía a mi madre.
Me llamo Rodrigo, tengo 19 años y vivía con mis padres, Maribel, mi madre de 38 años, y mi padre, Sebastián, de 45 años. Vivíamos en un departamento dentro de un complejo. Había dos habitaciones, una para mis padres y otra para mí, además de una pequeña cocina con un comedor, una sala y un baño.
Mi padre trabajaba como chofer de un empresario y mi madre se dedicaba al hogar. Mi madre es físicamente atractiva; mantiene una figura esbelta y tonificada. Mide aproximadamente 1.68 metros de altura. Sus piernas son largas, tiene caderas anchas y redondeadas, lo que resalta su cintura estrecha y marcada. Sus senos son voluptuosos y bien formados. Tiene un trasero firme y levantado, que se ve aún más atractivo cuando lleva ropa ajustada.
Siempre había tenido la idea o la imagen de que la relación de mis padres era perfecta, pero estaba muy lejos de la realidad. Me di cuenta de esto cuando mi padre recibió la visita de dos antiguos amigos de su juventud. Llegaron y mi padre los invitó a pasar. Mi madre preparó una comida en honor a su visita, acompañada de alcohol que mi padre me mandó a comprar. Todo parecía una reunión de amigos tan normal: platicaban de sus vivencias, recordaban a otras personas, y entre charla iban tomando. Lo que comenzó como una comida había pasado a una borrachera.
Ya entrada la noche, mi padre y sus amigos estaban tomados, desalineados y fuera de sí. Escuchaba música, gritos y risas por cualquier cosa. De pronto, mi madre les llevaba algo de botana para acompañar sus bebidas. A mi padre, ya ambientado, se le ocurrió pedirle a mi madre que bailara con él.
—Mari, venga, ¿no quieres bailar? —dijo alegremente con el vaso en la mano.
—Rodrigo, ¿cómo quieres bailar si ya andas muy tomado? —respondió mi madre.
—Pues baila conmigo —dijo uno de los amigos de mi padre.
—Oye, me parece bien —dijo mi padre—. Venga, amor, mi amigo es muy bueno bailando —añadió mi padre.
Su amigo se levantó y tomó a mi madre por los brazos. «No esperen, aún tengo que lavar los platos» dijo ella como pretexto.
—Deja eso —dijo mi padre.
Mi madre, sin quedarle otra opción, comenzó a bailar una cumbia con el amigo de mi padre. Al principio, en realidad, sí demostró lo que decía mi padre: que era muy bueno bailando. Después de terminar la canción, comenzó a sonar una bachata y el amigo de mi padre se pegó a mi madre. Ella, nerviosa, ponía cara de incomodidad y trataba de alejarse, pero el tipo no la dejaba. Comenzaron a bailar y el tipo aprovechaba cada momento para tocarla y pegarla a él. No sé si mi padre se percató de lo que pasaba, pero en lugar de detenerlo, los animaba más.
El tipo tomaba a mi madre por la cintura, en ocasiones pasaba su mano por su trasero, la giraba dejándola de espalda a él y pegaba su pelvis en el trasero de ella mientras la agarraba del abdomen. Había momentos en que también pasaba sus manos por los senos de mi madre. Una vez terminó la canción, mi madre puso cara de alivio y fue a la cocina sin hacerle caso a mi padre, el cual pidió que bailara con su otro amigo.
Mi padre continuó tomando con sus amigos al punto de quedar peor de lo que ya estaba. Mi madre me pidió que lo llevara a su habitación y que luego me fuera a dormir porque ya era muy noche. Así que, como bulto al hombro y como pude, lo llevé. Le ayudé a quitarse la ropa y los zapatos, aun así, me costó hacer que se mantuviera en su cama ya que estaba terco y quería seguir tomando con sus amigos.
Mi madre entró a la habitación por unas cobijas para los amigos de mi padre, los cuales se quedarían en la sala. Yo, al ver que mi padre se estaba quedando dormido, me fui a mi habitación. Poco después, entró mi madre a mi habitación.
—Hasta mañana, hijo. Duerme bien —me dijo.
Pasó una hora y pude ver que la luz de afuera seguía encendida y la música aún sonaba, aunque no tan fuerte como antes. Pensé: «Acaso aún siguen tomando los amigos de mi padre». Me levanté para ir al baño y así aprovechar y ver que todo estuviera bien. Salí de mi habitación y me dirigí al baño, pero antes de cruzar por la sala me detuve al ver a mi madre arrodillada con la blusa levantada, dejando sus senos al descubierto. Los amigos de mi padre estaban parados, uno enfrente de ella y otro al lado. Mi madre tenía el pene del sujeto que tenía de enfrente dentro de su boca, moviendo su cabeza con fervor mientras tomaba el pene del sujeto que estaba a su lado, moviendo su mano arriba y abajo.
—Así, nena, chúpamelo bien —dijo el tipo, empujando suavemente su cabeza hacia adelante y hacia atrás.
Me quedé mirando desde la esquina. Mi madre chupaba y lamía el pene del sujeto, luego pasaba a chupar el pene del otro sujeto. Así estuvo pasando entre sus penes por unos minutos. El amigo de mi padre que estaba enfrente de ella tomaba su cabeza con ambas manos, guiando el ritmo de sus movimientos. El otro amigo, con una mano, sostenía su pene mientras mi madre lo masturbaba, y con la otra, acariciaba sus senos, apretandolos y jugando con sus pezones. Mi madre gemía suavemente, disfrutando del acto.
—Mira cómo se pone esta zorra, le encanta chupar vergas —dijo el otro tipo, excitado.
Mi madre, con sus ojos cerrados, parecía estar en otro mundo, completamente entregada a la situación. Los amigos de mi padre, excitados y fuera de control, no dejaban de disfrutar del momento. Me quedé allí, observando, sin poder creer lo que estaba viendo.
Uno de los tipos se sentó en el sillón y sobre él sentó a mi madre. Le subió la falda y le abrió las piernas mientras el otro tipo se puso entre sus piernas.
—Mira, ya estás mojada —dijo y comenzó a tocar su vagina por encima de su ropa interior con sus dedos. Luego hizo a un lado el calzón de mi madre y comenzó a meter sus dedos dentro de su vagina, la cual estaba repleta de vello púbico.
—Qué rico tienes el coño, muy caliente. Mira cómo me dejas los dedos todos mojados —dijo el sujeto.
Luego, con ambas manos, abrió su vagina, dejando ver lo rosado de su interior. Acercó su rostro a la vagina de mi madre y comenzó a meter su lengua dentro de ella, lamiendo y chupando con avidez. Mi madre gemía más fuerte, disfrutando del placer que le proporcionaba la lengua del hombre. El otro amigo, sin perder tiempo, comenzó a apretar los senos de mi madre al punto de dejar marcada su mano sobre ellos.
El hombre que estaba entre las piernas de mi madre introdujo dos dedos en su vagina, moviéndolos con destreza mientras su lengua continuaba explorando cada rincón de su sexo. Mi madre, completamente entregada, movía sus caderas al ritmo de los movimientos del hombre, buscando más placer. El otro tipo, excitado, salió debajo de ella dejándola sentada en el sillón y comenzó a besar a mi madre, metiendo su lengua en su boca mientras ella gemía de placer sin dejar de manosear los senos de mi madre.
—Quiero ver cómo te penetra mientras yo disfruto de tu deliciosa boca —dijo el tipo que manoseaba los senos de mi madre, subiendo al sillón hasta poner su pene a la altura de la cara de mi madre.
Ella abrió la boca, dejando que el tipo se la metiera dentro de su boca. El sujeto que estaba entre sus piernas guió su pene a la entrada de su vagina y, con un movimiento firme, penetró a mi madre, haciendo que ella gimiera fuerte.
—Ah, sí, metemelo todo —dijo mi madre, con los ojos cerrados y la boca llena.
Mi madre sostenía por la cadera al hombre que le metió el pene por la boca mientras el hombre que la penetraba por la vagina la embestía rigurosamente con movimientos rápidos, haciendo que mi madre levantara las piernas en cada ensartada.
—Mira cómo se moja esta perra, le encanta que la penetren —dijo el tipo que la penetraba, aumentando el ritmo de sus embestidas.
El otro tipo, excitado, comenzó a mover sus caderas más rápido, metiendo su pene más profundo en la boca de mi madre.
—Trágatelo todo —dijo, agarrando su cabeza con fuerza.
(venice de aquí)
—Zorra, ¿quieres que te penetremos por tus dos agujeros? —le preguntó uno de los tipos a mi madre.
Mi madre, con los ojos llenos de deseo, asintió y se quitó la ropa hasta quedar desnuda. Ambos tipos se retiraron de mi madre. Uno de ellos se recostó en la alfombra de la sala. Mi madre se subió sobre él de frente y, lentamente, introdujo el pene del sujeto en su vagina. El otro tipo, sin perder el tiempo, se posicionó detrás de ella y comenzó a meter sus dedos dentro del ano de mi madre. Ella puso una cara de incomodidad pero dejó que el sujeto continuara hurgando dentro de su ano. Escupió un par de veces en el ano de mi madre y, con un movimiento firme, penetró su ano, haciendo que mi madre se quejara del dolor.
—Ah, sacalo, no lo aguanto —dijo mi madre, arrepintiéndose de haber dicho que sí, pero el tipo no le hizo caso.
—Está muy apretado, se ve que nunca te cogen por tu ano —dijo el tipo, excitado.
—Nunca lo he hecho por ahí, no pensé que doliera tanto —respondió mi madre, respirando agitada.
—Cállate, lo vas a terminar gozando —dijo el tipo, comenzando a mover sus caderas de forma lenta.
Mi madre se quejaba del dolor, pero el tipo aumentó el ritmo de sus embestidas, penetrándola con fuerza. El hombre debajo de ella la sujetaba por las caderas, moviéndose al ritmo de sus penetraciones. Mi madre, con los ojos llenos de lágrimas, trataba de adaptarse al dolor, pero el placer comenzó a mezclarse con el sufrimiento.
—Así, nena, disfruta de los dos —dijo el tipo que la penetraba por el ano, aumentando la velocidad de sus movimientos, haciendo que se escuchara cómo sus cuerpos chocaban con cada penetración. Mi madre trataba de contenerse y evitaba pegar gritos, pero el tipo, cuando se la metía profundo, hacía que ella soltara un grito.
—Más fuerte, quiero escucharte gritar —dijo el tipo, excitado, mientras continuaba embistiéndola con fuerza.
El otro tipo, debajo de ella, también aumentó el ritmo, moviendo sus caderas con más intensidad. Mi madre, atrapada entre los dos hombres, se movía al ritmo de sus embestidas, buscando más placer a pesar del dolor.
Después de unos minutos, el tipo que la penetraba por el ano pidió cambiar. Así que el tipo que la penetraba por su ano sacó su pene, dejando ver que le había dejado dilatado todo su agujero. Mi madre se levantó sollozando. El tipo que la había penetrado antes por su ano se puso enfrente de ella y la cargó, tomándola por las piernas y penetrándola por su vagina mientras la sostenía parado. Mi madre abrazó al hombre por el cuello mientras el otro sujeto dijo:
—Venga, me toca disfrutar de tu culito.
Se puso detrás de ella y la penetró con más facilidad que el otro sujeto por el ano.
—Vaya, mi amigo, te lo dejo muy abierto, que no me costó metértelo —dijo, mientras ambos cogían a mi madre, parados y ella en medio de los dos.
—Su culo es increíble, se siente increíble —añadió el tipo que la penetraba por detrás, mientras mi madre gemía de dolor y placer.
Ambos se la siguieron cogiendo por otra hora más. Uno de ellos se vino dentro de su vagina y el otro se vino en la cara y senos de mi madre. Luego se sentaron en el sillón mientras mi madre levantaba su ropa.
—Me iré a dormir —dijo mi madre, y ellos la ignoraron y continuaron tomando. Uno prendió un cigarro. Mi madre caminó hacia mí, yo regresé deprisa a mi habitación.
Al día siguiente, solo mi madre estaba levantada temprano, recién salida de bañarse. Los tipos estaban dormidos en el sillón y mi padre en su habitación igual dormía. No fue hasta la tarde que despertaron. Se quedaron a comer y a ver un partido en la televisión. Ya por la tarde se marcharon. Por el bien del matrimonio de mis padres, me guardé el secreto. No obstante, mi madre fue la que terminó diciéndole a mi padre que le había sido infiel porque se sentía arrepentida. Después de una larga discusión, días después mi padre se fue del departamento. Mi madre entró en depresión y me mandó a vivir con mis abuelos en lo que, según ella, arreglaba los problemas con mi padre. Ninguno de los dos me dijo el porqué de su separación, pero no sabían que yo fui testigo de lo que pasó.
Pasó como un mes cuando decidí ir a ver a mi madre para ver cómo estaba. Así que llegué temprano al departamento. Iba subiendo las escaleras cuando vi a un vecino, tres años mayor que yo, salir del departamento. Cuando entré, la casa era un desastre: había platos sucios en el fregadero y botellas de bebida en la mesa. Llamé a mi madre, pero no me respondió. Entré a su habitación y la encontré acostada boca abajo, totalmente desnuda. En el piso había más botellas de alcohol y todo apestaba a cigarro. Cuando me acerqué más, vi cómo escurría de su vagina lo que parecía ser fluidos de ella con semen. Ella roncaba y dormía profundamente.
Me quedé parado al lado de la cama, observándola detenidamente. Recordaba las escenas en las que había visto a mi madre con los amigos de mi padre, y una oleada de excitación recorrió mi cuerpo. Me acerqué lentamente, colocando mi mano en su trasero. Lo acaricié suavemente al principio, sintiendo la suavidad de su piel. Luego, apreté con más fuerza, disfrutando de la sensación. Ella no respondía, completamente inconsciente de mi presencia. Continué tocando sus piernas, subiendo lentamente desde sus tobillos hasta sus muslos, sintiendo cómo su piel se erizaba bajo mis dedos.
Mi mente estaba llena de pensamientos conflictivos. Una parte de mí quería hacerlo con ella, sentir su cuerpo contra el mío. Pero otra parte se sentía mal por tener esos pensamientos. Mi cuerpo, sin embargo, actuaba por su cuenta, y la excitación era demasiado fuerte para ignorarla. «¿Qué pasará si lo hago?» pensé. «Voy a echar a perder más las cosas de lo que están». Pero el remordimiento fue rápidamente reemplazado por el deseo.
Bajé mi pantalón y vi que ya estaba erecto. Comencé a masturbarme lentamente, mirando su cuerpo desnudo y vulnerable. La visión de su trasero, sus senos y su vagina expuestos me volvía loco. Sentía remordimiento por lo que estaba haciendo, pero mis instintos eran más fuertes. La excitación crecía con cada movimiento de mi mano, y no podía dejar de mirar su cuerpo.
Decidí ir más allá. Con una mano, continué masturbándome, y con la otra, comencé a explorar su cuerpo. bajé mi mano hasta su vagina, sintiendo la humedad entre sus piernas. Introduje un dedo lentamente, sintiendo cómo su cuerpo respondía a pesar de estar inconsciente.
El placer era intenso, pero también sentía una mezcla de culpa y excitación. Sabía que estaba cruzando una línea, pero no podía detenerme. Mi mente estaba llena de imágenes de ella con los amigos de mi padre, y eso solo aumentaba mi deseo. Continué masturbándome, moviendo mi mano más rápido, sintiendo cómo el placer crecía dentro de mí.
De repente, mi madre se movió ligeramente, gimiendo suavemente en su sueño. Del susto, saqué mi dedo de su vagina y ella se dio la vuelta. La excitación era demasiado fuerte. Continué masturbándome, moviendo mi mano más rápido, sintiendo cómo el placer crecía dentro de mí. Toqué sus senos, apretándolos suavemente, sintiendo cómo sus pezones se endurecían bajo mis dedos. Me quité totalmente el pantalón y mi playera, quedando desnudo al igual que mi madre. Me subí a la cama, quedando sobre ella, y continué con ambas manos tocando sus senos.
Me subí más hasta poner mi pene a la altura de sus senos y comencé a frotar contra ellos, juntándolos con cuidado. Comencé a mover mi cadera muy despacito mientras frotaba mi pene entre los senos de mi madre. De pronto, abrió los ojos con una mirada perdida al techo. Me detuve de inmediato y me volvió a ver. Con voz cortada y algo alcoholizada, dijo:
—Creo que estoy soñando.
Bajó la mirada y vio mi pene entre sus senos. Sin decir nada, con sus propias manos tomó sus senos y los presionó, dejando mi pene atrapado entre ellos. Volteó a verme, diciendo:
—Bueno, si es contigo, creo que está bien, amor. Sigue moviéndote.
Continué moviendo mis caderas, follando sus tetas. Mi excitación era tanta que solté un disparo de semen directo a su cara. Ella cerró los ojos mientras terminaba de venirme. Cuando terminé, dijo:
—Si ya acabaste, amor, quítate de encima.
Me hice a un lado. Ella, a tientas y con los ojos cerrados, tomó su blusa del buró y se limpió la cara. Una vez terminó de limpiarse la cara, me dijo:
—Ven, acércate.
Me puse a su lado y ella fue directa a chupar mi pene. Sentía su lengua girando alrededor de él de una forma muy cariñosa. Lo mejor fue cuando sentí cómo su mano tomó mis testículos y comenzó a masajearlos. Me sentía en la gloria mientras mi pene se volvía a levantar por tanta excitación. Mi madre terminó, sacó mi pene de su boca, se recostó abriendo las piernas y comenzó a tocarse su vagina.
—Es hora de que te hagas hombre, hijo —me dijo, indicándome que me pusiera entre sus piernas.
Así lo hice. «Pégate más» me dijo, y tomó mi pene, guiándolo. «Mira, aquí lo debes meter. Empuja y va a ir entrando» dijo mi madre. Así que hice lo que me dijo y fui empujando hasta que sentí cómo su calor de su interior rodeaba mi pene. Esa sensación era lo mejor que había sentido en mi vida, sentir cómo su vagina se sentía estrecha.
Mi madre levantó las piernas y me abrazó con ellas por la cintura, haciendo que me inclinara hacia ella. Me abrazó con los brazos y comenzó a meter su lengua en mi boca. Sentía cómo buscaba mi lengua y ambos comenzamos a juguetear con nuestras lenguas mientras, por instinto, comencé a moverme dentro de ella. Mi madre daba pequeños gemidos mientras me acariciaba el cabello y no apartaba su boca de la mía.
—Más fuerte, hijo, no tengas miedo —me susurró al oído, aumentando mi excitación.
Comencé a moverme con más fuerza, sintiendo cómo su cuerpo respondía al mío. Mis embestidas se volvieron más rápidas y profundas, haciendo que ella gimiera más fuerte. Sus uñas se clavaban en mi espalda, marcándome con cada movimiento.
—Así, hijo, así —decía entre gemidos, mientras sus piernas se apretaban más alrededor de mi cintura.
El placer era intenso, y podía sentir cómo mi cuerpo se tensaba con cada embestida. Mi madre, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, parecía estar en otro mundo, completamente entregada al acto. Sus senos se movían al ritmo de mis embestidas, y no podía resistir la tentación de bajar la cabeza y chupar sus pezones, haciendo que ella soltara un grito de placer.
—Más rápido, hijo, más rápido —me pedía, con la voz entrecortada por el esfuerzo y el placer.
Aumenté el ritmo, moviendo mis caderas con más fuerza y rapidez, me levante tome sus piernas por los tobillos y los junte sin dejar de penetrarla abrazando sus piernas comencé a cogerla con más fuerza. El sonido de nuestros cuerpos chocando llenaba la habitación, mezclándose con nuestros gemidos y jadeos. El placer era tan intenso que sentía cómo mi cuerpo se tensaba, listo para explotar.
—Voy a venirme, mamá —le dije, sintiendo cómo el orgasmo se acercaba.
—Dejalo salir, hijo, vente dentro de mí —me dijo, con la voz llena de deseo.
Con un último empujón, sentí cómo mi cuerpo se tensaba, liberando todo el placer acumulado dentro de mi madre,ella con los ojos cerrados mientras pellizcaba sus pezones recibió mi semen.
Nos quedamos allí por un momento, recuperando el aliento, sintiendo cómo nuestros cuerpos se relajaban. sabía que nunca olvidaría ese día. Me recosté a su lado, abrazándola, sintiendo cómo su cuerpo se acurrucaba contra el mío. El remordimiento y la culpa volvieron, pero también sentía una sensación de alivio y satisfacción.
Cuando nos despertamos, le pregunté por el vecino que había visto salir antes del departamento. Al principio, no quería decirme nada, pero con algo de insistencia y haciéndola sentir apoyada, finalmente me contó la verdad. mientras yo vivia con mis abuelos ella mantenia relaciones sexuales con el y sus amigos, me conto que una noche, regresaba al departamento sintiéndose muy deprimida. Notó que el vecino tenía una fiesta y él estaba afuera con otros de sus amigos. —Oye, ¿quieres pasar un rato? me dijo mi madre que le había dicho el vecino.
Ella, buscando un poco de compañía y consuelo, aceptó. me continuó contando que al entrar había varias personas bebiendo y riendo, ella se integró y comenzó a beber con ellos. Luego me contó que el vecino la llevó a una habitación más tranquila, donde solo estaban ellos dos.
Me contó que ella se sentó, y él se acercó, poniendo su mano en su pierna. Ella se tensó un poco, pero no lo detuvo. El vecino comenzó a acariciar su pierna suavemente, subiendo lentamente hacia su muslo. me contó mi madre que ya le daba igual y se dejó llevar solo cerró los ojos.
Me dijo que el vecino la comenzó a besar en el cuello, y ella sintió cómo su cuerpo respondía a pesar de su estado emocional. continuó contando cómo el vecino desabrochó su blusa, dejando al descubierto sus senos. Ella no lo detuvo, y él comenzó a besar y chupar sus pezones.
Ella se dejó llevar, sintiendo cómo el placer comenzaba a reemplazar la tristeza y esa sensación de soledad que sentía. Me contó que continuaron así hasta que ella terminó desnuda. Luego me dijo que terminó abriéndole las piernas y el vecino la penetró. Sin darme muchos detalles de cómo se la cogió, me contó que mientras tenía sexo con él, la puerta se abrió y entraron dos amigos suyos. Me dijo que el vecino le preguntó si ellos podían participar y que ella solo les dijo: «Hagan lo que quieran».
Fue aquí cuando mi madre se detuvo y me dijo con lágrimas en los ojos que había sido una mala esposa y madre. Se comenzó a confesar conmigo, diciéndome el motivo por el cual mi padre la había dejado. La detuve y, armado de valor, le dije que ya sabía que yo mismo había visto todo lo que ocurrió, pero no dije nada. Me abrazó y se soltó a llorar. Dejé que llorara todo lo que quisiera en mi hombro. Una vez se calmó, traté de animarla. Le dije que regresaría a vivir con ella. Ella me abrazó, se puso muy alegre y me comenzó a besar en la boca de una forma muy apasionada, que hasta me sorprendió.
Regresé con mis abuelos por mis cosas. Cuando llegué al departamento, entré en mi habitación, pero el resto de mi ropa no estaba. Mi cama solo tenía un colchón sin cobijas y sin almohadas. Le pregunté a mi madre qué había pasado con mis cosas. Ella estaba cocinando, me miró y me sonrió, diciendo:
—Donde más deben de estar.
—No entiendo —le dije.
—Están en nuestra habitación —respondió.
No entendí y ella se dio cuenta por mi cara. «Amor, ahora mi habitación es nuestra habitación. Desde hoy debes dormir y convivir conmigo, no como madre, sino como tu mujer, a no ser que no quieras» me dijo.
—Claro que sí quiero —dije.
—Bueno, entonces ve a dejar tus cosas en nuestra habitación. En lo que termino la cena.
Fui a nuestra habitación y comencé a organizar mis cosas. Mientras lo hacía, no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. La idea de compartir la cama con mi madre, no como madre, sino como mujer, me excitaba y me asustaba al mismo tiempo. Sabía que estaba cruzando una línea, pero no podía evitar sentirme atraído por ella.
Cuando terminé de organizar mis cosas, regresé a la cocina. Mi madre había terminado de preparar la comida y estábamos listos para cenar. Nos sentamos a comer, y la conversación fluyó de manera natural. Hablamos de todo y de nada, evitando tocar el tema de lo que había sucedido. Después de cenar, nos fuimos a nuestra habitación.
—Ven, acuéstate conmigo —me dijo, señalando la cama.
Me acerqué y me recosté a su lado. Ella se acurrucó contra mí, poniendo su cabeza en mi pecho. Podía sentir su respiración en mi piel, y el calor de su cuerpo me hacía sentir vivo. Comenzó a acariciar mi pecho, subiendo lentamente hacia mi cuello. Sentía cómo mi cuerpo respondía a sus caricias, y la excitación crecía dentro de mí.
—Te quiero—susurró, mientras sus labios se acercaban a los míos.
La besé apasionadamente, sintiendo cómo su lengua exploraba mi boca. Mis manos comenzaron a recorrer su cuerpo, tocando sus senos, su cintura y sus caderas. Ella gimió suavemente, disfrutando del contacto. La recosté sobre la cama y comencé a besar su cuello, bajando lentamente hacia sus senos. Tomé uno de sus pezones en mi boca, chupándolo suavemente, mientras mi mano exploraba su cuerpo.
Ella se arqueó, empujando sus senos hacia mí, pidiendo más. Continué bajando, besando su vientre y sus caderas, hasta llegar a su vagina. Separé sus piernas suavemente y comencé a besar su clítoris, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba con cada caricia. Ella gemía y se movía, buscando más placer. Introduje un dedo en su vagina, moviéndolo lentamente, mientras mi lengua continuaba explorando su clítoris.
—Más rápido —susurró, con la voz llena de deseo.
Aumenté el ritmo, moviendo mi dedo más rápido y con más fuerza. Ella gemía más fuerte, moviendo sus caderas al ritmo de mis movimientos. Sentía cómo su cuerpo se tensaba, listo para explotar. Introduje un segundo dedo, haciendo que ella soltara un grito de placer.
—Voy a venirme —dijo, con la voz entrecortada.
Continué, moviendo mis dedos más rápido, hasta que sentí cómo su cuerpo se tensaba liberando todo el placer acumulado. Ella se quedó allí, respirando pesadamente, mientras yo subía lentamente por su cuerpo, besando cada parte de su piel.
Nos quedamos abrazados, sintiendo cómo nuestros cuerpos se juntaban. Me recosté a su lado, abrazándola, sintiendo cómo su cuerpo se acurrucaba contra el mío. El remordimiento y la culpa desaparecieron solo sentía alivio y satisfacción.
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