El Psicólogo
Cuándo las niñas salen demasiado calientes, sus madres no saben que hacer con ellas..
Cuando era pequeña, creo que mi mamá no sabía que hacer conmigo, porque supongo que le preocuparía verme con tantas ganas de sexo, ya desde temprana edad, y recuerdo una vez que me llevó a un Psicólogo para que me viera y me tratara.
Durante la consulta, a mí me dio mucha vergüenza, porque mi madre empezó a contarle todo lo que hacía y lo que veía mal en mí:
—Dígame, señora, ¿qué le pasa a su hija?
—Pues verá, doctor, que a ella le gustan mucho las vergas, las pollas o como quiera llamarle.
Él levantó las cejas como sorprendido por la forma tan directa de exponerle el problema mi madre:
—¡Ah! Bien, bueno, ya va teniendo edad y es normal que tenga curiosidad por el sexo.
—Pero es que está todo el día metida con el padre y con su hermano.
—¿Qué quiere decir con metida con ellos? ¿Dónde se mete, en la cama?
—Bueno, alguna vez sí, pero ya me entiende, anda provocándolos para que la toquen y que la dejen tocarles la verga.
—¡Vaya! Ya entiendo, pero….. ¿No será que ellos la buscan también? Eso no empezaría de la nada, así de repente….. ¿Nunca vio a su padre pasarle el dedo entre las piernas o estimularla?
—No, le digo yo que no, que es ella la que los busca. Y en el Colegio, también me han comentado que es de las que se dejan bajar las bragas muy fácilmente.
—¡Aja! O sea, que hay más como ella en su Colegio.
—Ya sabe, siempre hay alguna que se deja manosear por los chicos y yo creo que por algún profesor también. Fíjese que tangas le gusta ponerse ya —Levantándome mi madre el vestido por detrás, para que él los viera.
—Ahora todas llevan esos tangas. Me está diciendo que hay otras niñas tan calientes como su hija en su Colegio, pero supongo que será por algo que les hacen o ven en sus casas, como su hija, para luego comportarse así.
—Las demás no sé lo que verían, pero sobre eso, tengo que decirle una cosa. A lo mejor tenemos nosotros la culpa porque la cría, de pequeña, dormía en nuestra habitación y veía como su padre me montaba.
—Ve como si hubo algo alguna causa…… Ya vamos encontrando el origen de esto. Ella veía como la verga de su padre le daba gusto y ahora es normal que la ande buscando.
—Pero es que era muy pequeña. ¿Cómo iba a acordarse de eso?
—Los niños lo guardan todo en la cabeza y lo tienen ahí sin que lo sepamos. He tenido muchos casos así.
—Pues a ver ahora que hacemos, porque no podemos seguir así. En cuanto me descuido, se quiere meter en la cama con el padre y cuando la mando a su habitación, se va con su hermano.
—¿Es mayor que ella su hermano?
—Sí, tiene dos años más.
—Pues seguramente él también…….
— ¿No me diga….? Bueno, cuando están juntos, siempre se están sobando, ya le digo. De pequeña, ella quería dormir siempre con él, pero cuando se fue haciendo mayor, ya no la dejé y por eso la llevaba a nuestra habitación.
—Pero señora, ya se había acostumbrado a eso. Si dormía con su hermano, por pequeña que fuera, ya le agarraría el pene y no lo iba a dejar tan fácilmente; además, cuando más ganas tendrían al ir creciendo.
—¡Ay Doctor!, que complicado es tener hijos. Ya no sabe una lo que va a hacer con ellos.
—No se preocupe. Vamos a tratarla para que aprenda a controlarse un poco. Ahora, déjeme solo con ella y usted espere fuera.
Cuando mi madre salió, el Doctor me dijo:
—Ahora que no está tu madre, vamos a poder hablar con más libertad y vas a poder contarme lo que no querías decir delante de ella. Ven, siéntate encima de mis piernas.
Yo le obedecí y me senté en sus rodillas, subiéndoseme el vestido que me había puesto mi madre y empezando él a acariciarme y a hablarme:
—Qué guapa te ha puesto tu mamá, como no te va a mirar y a tener ganas tu papá de tí. Ahora que estamos solos cuéntame lo que te hacía.
A mí me daba vergüenza decírselo y como yo tardaba en contestar, todavía dubitativa sobre si contárselo todo, él insistió:
—Anda, no seas vergonzosa, que muchas niñas como tú me cuentas estas cosas y yo no se lo voy a contar a nadie.
Yo, más convencida y con más confianza por la forma de acariciarme, empecé a contarle:
—Pues me tocaba por aquí….. —Indicando entre mis piernas.
—A ver, enseñármelo a mí. —Separándome las piernas con su mano y continuando….— Déjame que te baje el tanga, ¿tienes pelitos ya….? ¡Aja! Ya veo, unos finitos preciosos encima de la rajita. Que hermosura. —Empezando a pasar su mano por mi vagina, manoseándola bien con sus dedos, jugando con ella suavemente y haciéndome gemir un poco—. Te gusta, ¿eh? cariño… Claro, es normal que te dejes hacer esto, es muy rico, ¿a que sí?
Yo no sabía por qué el Doctor me estaba haciendo eso, pero no me atrevía a decirle nada, no quería que mi mamá me regañara por no colaborar en mi tratamiento, y cuando él me sentó encima de la mesa con las piernas abiertas y se puso a lamerme, tampoco le dije nada y le dejé hacer porque me estaba dando mucho gusto, mientras él murmuraba:
—¡Dios! Qué cosa más rica. Me encanta comértelo todo, que suerte tiene tu padre contigo.
Ahí sí que empecé a gemir más fuerte, porque su lengua se metía dentro de mi vagina, dándome mucho placer y no pudiendo evitar que mis juguitos empezaran a salir, como cuando mi papá me lo hacía en casa.
El Doctor me tenía encima de su mesa comiéndome el coñito y yo no sabía que ese tenía que ser mi tratamiento, pero me gustaba mucho y él estaba entusiasmado sin parar de hacérmelo, cuando de pronto veo que se saca la polla del pantalón, por lo que me quedé mirándola:
—Has visto más así, ¿no es cierto?
Yo acerté a contestarle con un tímido “si”…., preguntándole:
—¿Va a follarme?
—Es eso lo que quieres ¿Verdad? Ya te lo han hecho muchas veces, ¿no es así?
Volví a contestar con un tímido “si”, mientras él pasaba su polla por mi rajita, apretando hasta que empezó a meterse poco a poco, provocando que mis gemidos fueran más fuertes y seguidos, diciéndome él:
—Eres como todas las que me traen aquí, una golfilla viciosa y caliente. No pensáis más que en que os metan la polla, pero no me extraña que todos quieran metérosla, porque esto es la gloria… Me vas a hacer correrme ya…….
Cuando consiguió meterla toda dentro de mí, empezó a moverse follándome, y no pudo aguantar mucho tiempo sin correrse echándomelo todo dentro:
—¡AAAAHHHH! ¡Aaaaggghhhh! ¡Qué bueenooo….!
Mientras, yo también me corría:
—Cómo te gusta ¿eh putilla?
Cuando me la sacó, me limpió y sacó del cajón una pastilla:
—Tómatela, por si acaso pasa algo….. Ahora puedes salir y le dices a tu madre que volváis la semana que viene.
Al salir, mi madre me miró sorprendida por mi cara de felicidad:
—¿Qué tal ha ido, cariño?
—Bien, mamá, tenemos que volver la semana que viene.
—Pero, ¿no me va a decir nada el Doctor ahora?
—¡Noo, mamá!, ya hablarás con él la semana que viene. ¿No ves que tiene a más niñas esperando?
—Sí, es cierto, bueno, ya me contará él como vas.
Al llegar a casa, mi madre seguía intrigada con lo que había pasado en la consulta y lo que me había dicho el Doctor, pero yo no quería decirle nada de lo que me había hecho, así que me dijo:
—Bueno, espero que al menos te haya servido para algo y que esta noche no te vayas a la habitación de tu hermano.
—No, mamá.
—A ver si es verdad, porque no quiero estar toda la noche pendiente de vosotros.
Esa noche intenté no ir a la habitación de mi hermano, para que mi madre no me preguntara más, aparte de que me dolía un poco la vagina, porque la polla del Doctor era muy grande y me la había metido muy adentro, pero después de estar un rato queriéndome dormir, entró mi hermano a la habitación:
—¿Por qué no viniste a mi habitación?
—Porque mamá ya me reprendió y me avisó de que no fuera.
—¡Va!, no le hagas caso, ¿no tienes ganas…..?
No sé por qué, mi madre siempre me echaba la culpa a mí de todo y a mi hermano no le decía nada, pero no pude evitar decirle:
—Sí, sí que tengo.
—¡Anda!, déjame meterme aquí un poco contigo.
—¿Y si viene mamá?
—No va a venir, porque ya estuve escuchándola roncar. Déjame metértela un poco.
—Vale, un poco solo, ¡eh!
Mi hermano se puso detrás de mí y empezó a frotar su polla con mi culo, hasta que mi vagina se humedeció toda y ya me la metió por ahí, dándome el gusto y haciéndome gemir:
—¡Ay!, que rico, dame, dame más…….
A mí me llegó el orgasmo y mi hermano se corrió llenándome con su semen, diciéndole:
—¡Ya está, vete ya!
Mi hermano se fue satisfecho y por suerte, mi madre no nos había descubierto, pero al poco rato, vino mi padre a la habitación:
—Tu madre me dijo que viniera, para ver como estabas.
—Pues ya ves. Estoy bien.
—Algo me dijo de que te había llevado a un Psicólogo, no sé por qué tu madre anda con esas tonterías. Ya le dije que no hacía falta, que era normal que te gustaran las vergas a tu edad, como a todas tus amigas. ¿Qué te dijo el Doctor?
—Nada, que era normal que pensara en eso, pero que iba a tener unas sesiones conmigo para que mi mamá se quedara tranquila y yo aprendiera a controlar mis impulsos.
—Claro. Seguro que él lo sabe bien. Pero tus impulsos se te quitarán con la edad. Fíjate en tu madre, que ya ni me la chupa y le cuesta un montón abrirse de piernas, y así me tiene. ¡Oye! ¿Me la chupas un poquito antes de marcharme?, así rápido, para que tu madre no se dé cuenta de que tardo demasiado.
Casi sin esperar mi respuesta, mi padre se sacó la polla y me la puso en la boca para que se la lamiera. Él me agarró la cabeza para que se lo hiciera más rápido, hasta que se acabó corriendo en mi boca:
—¡¡¡Aaahhh! Que bien lo haces, que boquita más rica tienes…..
Mi padre salió de la habitación, igual que había hecho antes mi hermano, una vez satisfechos.
La semana siguiente volvimos a la consulta, pidiéndole mi madre al Doctor alguna explicación de cómo me había visto:
—Mire, señora, tiene que tranquilizarse. Su hija está en una edad que tiene mucha curiosidad y las hormonas un poco alteradas. Usted tendría que comprenderlo, o ¿ya no se acuerda de cuando tenía su edad?
—¡Oiga!, yo a su edad no había tocado ni una verga, aunque reconozco que alguna amiga si me contaba que lo hacía.
—Créame que serían muchas las que lo hacían y seguro que a usted le daban ganas también, pero no se acuerda ya. Lo que no me negará es que más de una vez la tocarían entre las piernas, los pechitos, ya me entiende…..
—Bueno, eso es verdad. De eso si me acuerdo, que algunos hombres tenían la mano muy larga y aprovechaban cualquier momento para metérmela entre las bragas.
—¿Lo ve? Supongo que en casa, sobre todo.
—Sí, mi abuela estaba siempre pendiente de mí, cuando me quedaba con mi abuelo, pero él se las arreglaba para estar a solas conmigo y me lo hacía.
—Entonces, tiene que darse cuenta de que con su hija ha pasado lo mismo y ella no tiene tanta culpa como usted cree, porque ya sabe que cuando a una niña le tocan el coñito, es muy rico para ellas y les van dando las ganas cuando les pica.
—Sí, tiene razón, pero yo la decía que cerrara las piernas cuando le pasara eso.
—¿Usted las cerraba…..?
—Bueno, no siempre podía…..
—¡Ay, señora!, no debería ser tan dura con su hija y comprenderla más.
Yo estaba allí escuchando esa conversación, muy atenta, ya que era toda una enseñanza de vida para mí, diciéndole finalmente el Doctor a mi madre:
—Bueno, y ahora déjeme a solas con su hija para continuar con las sesiones.
—Claro, esperaré afuera.
Cuando mi madre salió, el Doctor cambió totalmente su actitud, pasando de ese formalismo profesional con mi madre, a un comportamiento más cariñoso conmigo, como lo había tenido la vez anterior, así que me mandó pasar al otro lado de la mesa, para que me sentara sobre sus piernas, poniendo sus manos sobre ellas y acariciándomelas por debajo del vestido:
—Cómo eres tan linda, la vez anterior no me dio tiempo a hacer tu historial, así que ahora tienes que responderme algunas preguntas, ¿de acuerdo?
—Vale.
— Necesito que me digas cuando tuviste tu primer orgasmo, o sea, la primera vez que te corriste.
Yo me quedé pensando, porque no recordaba eso muy bien.
—Quizás eras muy pequeña y no te acuerdas. Alguna vez que sentiste que te meabas y lo mojaste toda….. ¿Serías tú sola tocándote o quizás tu papá o alguien mayor te lo provocaron acariciándote? ¿No te acuerdas que edad tenías?
—Bueno, me parece que tenía 6 años o 7, cuando una vez mi mamá me regañó porque dejé el sofá todo mojado.
—¿Y qué pasó para que lo dejaras así?
—Había estado con mi papá viendo la tele. Luego, él se levantó y cuando mi mamá lo vio todo mojado me dijo que si tan interesante estaba la tele que no había ido al baño a mear, pero es que no sé cómo pudo pasar, porque no había tenido ganas de ir al baño.
—¡Aja! Tu papá te estuvo estimulando mientras veíais la tele y no te diste cuenta de que te mojaste tanto.
—Sí, puede ser……
— Eso volvería a pasar más veces después, seguro que te acuerdas…..
—Sí, casi siempre que estábamos juntos allí viendo la tele. Esas otras veces si me acuerdo de que me tocaba hasta que me venía el gusto, pero ya no mojaba tanto.
—Eso quiere decir que eran muy frecuentes esas caricias y ya no echabas tanto flujo como la primera vez. Y luego, tú sola en la cama te empezarías a acariciar también…..
—Sí, me lo hacía…..
—Claro, es normal. Ahora a tu edad lo que necesitas es desahogarte frecuentemente. En estos días, en tu casa ¿siguieron follándote?
—Sí, mi papá y mi hermano.
—Pero tú mamá no se enteró, ¿no?
—No.
— Mejor así. Seguro que te sientes más relajada.
Mientras me hablaba, el Doctor seguía acariciándome y casi sin darme cuenta, me iba dejando desnuda y teniendo su mano ya por dentro de mis braguitas:
—Estás toda mojada ya. Eres una niña muy caliente, como todas las que me traen aquí. La verdad es que sois una bendición para vuestros papás y algunas mamás no llevan muy bien eso.
Volvió a tumbarme sobre la mesa, metiendo su cabeza entre mis piernas para lamerme el coñito, provocando que mis gemidos fueran más audibles, diciéndome él en voz baja:
—¡Ooohhh! ¡Dios! Esto es un manjar, que rico lo tenéis a estas edades……
Mientras tanto, mi madre estaba en la Sala de espera, con otras mujeres que llevaban a sus hijas, hablando entre ellas, preguntándole una:
—¿Cómo va la tuya? ¿Llevas tiempo trayéndola aquí?
—Esta es la segunda vez. El Doctor me dice que tengo que tener paciencia con ella, que están en unas edades difíciles y que muchos hombres se fijan en ellas buscando bajarles las bragas.
—Sí, jaja, es verdad. Yo es la primera vez que traigo a la mía, porque ya van varias veces que vuelve del Parque sin las bragas y me dice que las ha perdido. Yo la pregunto cómo pudo haber pasado eso, pero ella no me responde. A ver si el Doctor le saca algo……
—Yo creo que puedes imaginarte lo que le pasa. Si la dejas ir sola al parque, muchos se acercarán a ella.
—Es lo que me dicen otras madres, pero yo es que tengo mucho que hacer en casa y no puedo perder la tarde sentada en el parque, como otras……, que en vez de hablar tanto, podían fijarse con quien se van las niñas.
—Bueno, bastante tienen ya con controlar a las suyas….. A mí no me gusta tampoco que vaya sola, pero yo el problema lo tengo en casa, que entre mi marido y su hermano…, ya sabes…..
—Ya entiendo, como muchas otras, pero perdona que te lo diga, eso pasa porque les consentís demasiado. Yo no dejo casi a mi marido ni que se acerque a ella.
—Pero mujer, eso no se puede hacer, es su padre, y tienen que estar juntos.
—¿Para qué? ¿Para que esté todo el día sobándola y sacándole las ganas….? Pues no, porque yo sé bien lo que pasa. Mi madre era consentidora también y mi padre hacía lo que quería conmigo.
—¡Ah!, vaya, bueno, supongo que no te gustaría…..
—Cómo no me va a gustar….. Pero luego, cuando fui mayor, vi que eso no estaba bien….. y se lo quiero evitar a mi hija.
—Pues yo ya no sé lo que es mejor ni peor. Por un lado, me gusta que empiece a disfrutar, pero por otro, siento que quizás sea malo que lo haga desde tan pequeña, porque luego se hacen muy viciosas.
—Tú sabrás lo que haces con tu hija, pero yo espero que este Doctor me lo solucione con la mía….. Por cierto, lleva mucho tiempo dentro con la tuya, ¿qué estarán haciendo?
—No sé, porque quiere estar a solas con ella. Estarán hablando, supongo, para enseñarla como son las cosas……
—A mí me han hablado otras madres muy bien de él. A ver lo que hace con la mía…..
—Sí, desde luego la mía viene encantada y sé que otras también.
Desde luego, el Doctor me estaba enseñando, pero a disfrutar mejor de mi cuerpo. Con su experiencia me sacaba un orgasmo tras otro y esa vez también me metió esa polla tan gorda que tenía y me folló llenándome toda, esta vez durante más tiempo y dejándome muy cansada, casi mareada, por lo que cuando salí de la consulta, mi madre me preguntó que me pasaba, pero no la di muchas explicaciones y nos fuimos mientras entraba la mujer con la que había estado hablando mi madre, con su hija.
Unos días después, iba con mi madre por la calle y nos encontramos con esa mujer y su hija y ellas se quedaron hablando, preguntándole mi madre:
—¿Qué tal te fue con el Doctor?
—Pues creo que bien. Desde luego, explica las cosas de forma muy convincente y mi hija salió muy contenta cuando se quedó a solas con él.
Mientras tanto, yo me miraba con la otra niña y nos reíamos……, mientras nuestras madres se extrañaban:
—De qué se reirán estas ahora…..
—No sé, están en una edad más tonta…..
Resultaba curioso como ese Doctor tenía tanto éxito entre las madres, que todas les llevaban a sus hijas y nunca se supo lo que pasaba en esas consultas privadas. En esos años, yo no lo entendía, aunque ahora podría darle muchas explicaciones que sonarían disparatadas, pero es que esta historia lo es también y la vida nunca deja de sorprendernos……
Buen relato como siempre además de divertido.
Entre que quise tener una o unas hijas y que estuve a punto de estudiar psicología, no sé qué hubiera hecho en casos así. Creo que me hubiera dedicado a «curar» a mis hijas y muchas otras.
Rico relato que me puso calientito. Gracias.
Me gustan mucho tus relatos y está no es la excepción.