El regalo de cumpleaños de mi tía
Le unté la mermelada por toda la raja del coño y ella se abrió totalmente de piernas. Los labios de su coño se abrieron para mí. Me arrodillé y comencé a desayunar. Lamía de arriba a abajo mientras mis dedos follaban su coñito..
Mi tía se independizó muy joven y tenía muy claro que no quería ataduras con nadie. Recuerdo un día que mis padres y yo fuimos a visitarla. Yo me levanté del sofá para ir al baño. Tenía que atravesar un pasillo largo hasta llegar al final. Al pasar por delante de la habitación de mi tía vi que había una revista encima de la mesita de noche. En efecto, al acercarme comprobé que era una revista porno. Las primeras páginas eran de una pareja follando, las centrales eran tríos y las últimas estaban dedicadas a un gang bang. Se me puso durísima imaginar a mi tía masturbándose mirando las fotos o frotando su coño contra la almohada hasta correrse. Me llevé la revista al baño y me hice una buena paja.
Mi tía siempre decía a mis padres que cuando creciera iba a ser un chico muy guapo y yo me ruborizada. Curiosamente los dos cumplimos años en el mismo día. El día de antes estuvimos en su casa cenando, se hizo tarde y ella dijo que me quedara a dormir allí, total como al día siguiente por la tarde se iba a celebrar la fiesta de cumpleaños de ambos así me evitaba un viaje. Ella me dijo que iba a ser un día muy especial por ser mi mayoría de edad.
Estaba siendo un verano muy caluroso. Al despertarme fui a la cocina y vi que mi tía estaba tomando el sol que ya pegaba duro. Al acercarme vi que ella estaba tumbada en una tumbona totalmente desnuda. Se acaba de echar protector solar y todo su cuerpo lucía brillante, con los pezones humedecidos en aceite, duros. Ella se percató de que la observaba, giró un poco la cabeza y dijo:
-Ah, ya te has levantado. Anda ven. Ponte aquí delante.
Pasé a la terraza y me puse delante de ella pegándole un buen repaso visual de arriba abajo. A ella no pareció importarle en absoluto.
-Los vecinos del bloque de al lado se pondrán las botas mirando…-Le dije señalando al único bloque de viviendas cercano.
-Bueno… Siempre hay algún mirón, pero no me importa, estoy en mi casa y hago lo que quiero. Como no sabía a qué hora te levantarías he desayunado ya. – Dijo señalando un plato donde quedaban migas de tostadas junto a un bote de mermelada de fresa.
-Bueno, ahora me prepararé algo.
-No…si tú desayuno ya está más que preparado.-Miré alrededor y no vi nada, no comprendía.- Mira, abre el bote de mermelada.
Así lo hice.
-Ahora mete los dedos y unta un buen pegote de mermelada en ellos.
-No…no entiendo…-Balbuceé como un crío. Insistió y lo hice.
-Es para que lo untes aquí…
Ella se abrió de piernas y me ofreció su coñito recién depilado.
-Es mi cumpleaños y me apetece de regalo que me coman bien comida el coño. Quieres desayunar?
Preguntó abriendo y cerrando las piernas. Le unté la mermelada por toda la raja del coño y ella se abrió totalmente de piernas. Los labios de su coño se abrieron para mí. Me arrodillé y comencé a desayunar. Lamía de arriba a abajo mientras mis dedos follaban su coñito. Ella gemía de placer acariciándose los pezones para luego agarrarme la cabeza obligándome a lamer sin parar. Saqué los dedos de su coño e introduje uno por su culo mientras que mi lengua entraba y salía de su chochito húmedo. Le gustó aquel cambio agradeciéndolo con fuertes gemidos.
-Come…come cabrón…sigue…Mmmm…sigueeee…. Ahhhhhh
Movía sus caderas en círculos sobre mi boca hasta que se corrió. Yo me levanté con la boca llena de saliva y flujos. Me saqué la polla con intención de follarla como una bestia, pero ella me paró poniendo un pie sobre mi pecho. La miré y ella, negando con su dedo me dijo:
-De eso nada… tú ya has desayunado. Tendrás que esperar a tu regalo.
No podía creérmelo, estaba allí de pie, con la polla durísima en la mano, no podía quedarme así, con ese dolor de huevos. Decidí empezar a masturbarme mirando su coño, ese coño que había deleitado mientras ella me miraba sonriente.
-¡Mmm…guau! Está a punto de estallar… Me decía mordiéndose el labio inferior y acariciándose las tetas.
Cuando estuve a punto de correrme me acerqué a ella y le eché toda mi leche encima del coño. Mi tía la recogió con sus dedos y la lamió.
-Mmm…calentita…como a mí me gusta.
Luego se levantó, agarró mi polla y exprimiendo un poco más me volvió a repetir que me iba a gustar mi regalo de cumpleaños. Se deslizó sinuosamente hacia el interior de la casa a la vez que me recreaba mirando su figura, su cinturita estrecha que acababa en un buen culazo.
Estuvimos preparando la comida como si no hubiera pasado nada y después de la celebración de los cumpleaños, ella 40 y yo 18, tocó entrega de regalos. Yo estaba impaciente por saber lo que me iba a regalar mi tía. Llegó mi turno y ella se acercó a mí con sonrisa picarona, como quien guarda un secreto delante de todos, extendió su mano y me entregó un sobre cerrado. Lo abrí y pude leer: “Vale por lo que quieras. Válido para un solo uso”. Me quedé un poco asombrado, sin saber qué decir. Mi madre aplaudió y dijo que le pidiera un coche y todos rieron, a lo cual mi tía matizó que era un regalo dentro de sus posibilidades.
Por la noche, ya en casa, le envié un mensaje a mi tía diciendo que si podía pedir lo que quisiera. Ella volvió a insistir en lo que había respondido a mi madre y que “sobretodo” tuviera en cuenta que era para un solo uso. Esa semana estuve pensando y pensando en qué pedir: un coche, una moto, un viaje… Hasta que al final supe cuál iba a ser mi regalo. Le dije a mi tía que ya lo sabía y que ese domingo por la mañana iría a pedírselo.
Llegó el día y me presenté en su casa con el papel en la mano. Me abrió la puerta y tenía el pelo envuelto en una toalla del mismo color que el albornoz. “Pasa, pasa”, me dijo. Fuimos a la terraza donde ella se había preparado un zumo de manzana. Le dije que yo no quería.
-¿Ya has desayunado, mm? -Preguntó con ironía.- Así que ya sabes tu regalo. Pues venga, di, no me tengas en vilo.
-Le entregué el papel y le pedí que se quitara el albornoz. Ella sonrió complacida entendiendo que ya sabía cuál iba a ser mi regalo. El albornoz se deslizó suavemente por su cuerpo hasta caer al suelo.
-De rodillas.-Ordené.
Así lo hizo. Me bajé la cremallera y saqué mi polla. Ella automáticamente sabía lo que tenía que hacer. Después de unas mamadas la saqué de su boca, introduje mi pene en el vaso de zumo hasta el fondo y se la volví a meter en la boca. Ella chupaba y relamía con gusto. Le quité la toalla de la cabeza y metí mis manos entre su pelo húmedo obligándola a tragar hasta el fondo. Luego se la puse entre las tetas y comencé a pajearme con ellas. Me miraba sonriente y con ojos de deseo. Sabía que lo estaba deseando tanto o más que yo. Alcé la mirada y me di cuenta de que un tipo de mediana edad nos miraba desde su balcón. Se la estaba tocando por encima del pantalón. Me dio mucho morbo, muchísimo. Se lo dije a mi tía. Ella le miró y poniéndose de lado me la chupó cerciorándose de que su vecino lo viera bien. La levanté, le di un buen morreo mientras me agarraba a su culo, luego lamí sus pezones, miré al tío y bajé hasta su coño volviendo a deleitarme con su sabor. Ella me cogía la cabeza sin dejar de mirar a su vecino, gimiendo, insultándome, cosa que me excitaba enormemente. Después la puse a cuatro patas sobre la tumbona y tras acariciar su hermoso culo y darle un buen par de azotes me la follé como a una perra. Agarrado a su cintura la penetraba con fuerza mirando al voyeur que ya se estaba pajeando.
-Ufff, qué morbo Tita. Lo mismo se presenta un día aquí y te folla el muy cabrón.
Ella sonrió entre gemidos y me dijo si quería que me avisará cuando viniera, a lo cual respondí muy excitado que por supuesto. La estiré del pelo con una mano obligándola a mirarle mientras con la otra le sobaba una teta.
-Puto…cabrón…qué gusto…Mmmm…Fóllame, cerdo. Joder no pares, dale dale duro hijo puta…Mmmm ahhhhhh… Cómo me gusta así…así… me corro…me corro…. ¡¡Ahhhhhh!!
Mi polla estalló al poco dentro de su coño seguido de un gran gemido de placer. Fue un orgasmo bestial. No paré de penetrarla hasta que la polla empezó a quedarse flácida. Luego la saqué y vimos cómo el vecino se corría también. Sonreímos, nos levantamos y me llevó a la ducha. Allí, tras un buen masaje relajante supo ponerme a tono de nuevo y me la volví a follar bajo el agua de la ducha. Sus pechos golpeaban el cristal de la mampara quedando levemente aplastados.
-Así…así…como a una puta…sigue…sigue…Mmmm
Me decía gimiendo sin parar a la vez que se masturbaba y se volvía a correr.
-Puta…puta…me corro…pedazo de zorra…Mmmmmmmmmm ¡¡¡ahhhhhh!!!
Y así fue como disfruté del mejor regalo de cumpleaños que jamás me hayan hecho.
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