El sexo, mejor en familia
Muchas veces no puedes luchar contra el destino, o las circunstancias que te obligan a aceptar un mal menor o ver las cosas desde otros puntos de vista, que te ayuden a asimilar cuestiones para las que no estábamos preparados.
Todo el mundo sabe que la vida no es fácil para una mujer separada, que además tiene una hija pequeña que sacar adelante. Tienes que adaptarte a las circunstancias y a las oportunidades que se te presentan para buscar una mejor vida para las dos.
Mis problemas con un ex marido que bebía demasiado y que no me respetaba a mí ni a nuestra hija Luna, me había hecho ser recelosa con los hombres, en una lucha continua entre mis necesidades como mujer y en adivinar las intenciones de todos los hombres que se acercaban a mí.
Intentaba rechazar a todos esos que me recordaban demasiado a mi ex marido, pero dicen que toda mujer tiene su perfil de hombre que se va repitiendo en su vida una y otra vez, así que tras alguna aventura fugaz con hombres que solo buscaban echarme un polvo y desaparecer, me encontré con un buen hombre, o eso aparentaba, así que después de mucho tiempo, volví a confiar en alguien para compartir mi vida.
Desde el principio se mostró muy cariñoso con mi hija y ella le adoraba, así que pronto empezamos a convivir, teniendo esos inicios pasionales de toda pareja que inicia una relación, que nos hacía pasarnos demasiado tiempo en la cama, quizás dejando de prestar la debida atención a mi hija, aunque por otro lado, este hombre colmaba todas nuestras necesidades económicas y eso me daba tranquilidad.
Por mis experiencias desde mi niñez, yo conocía a los hombres demasiado, sabía que no tenían límites a la hora de satisfacer sus impulsos sexuales y mi marido había sido una prueba más de ello, ya que durante nuestro matrimonio, durante un tiempo fui aceptando sus locuras porque estaba enamorada y solo quería complacerlo, lo que incluía que me ofreciera a otros hombres, a los que traía a casa para que me follaran, a lo que yo, no sé si de una forma acertada, le encontraba su parte de morbo porque a la vez que le contentaba a él, yo también obtenía mi placer.
Lo que ya no me gustó tanto fueron sus actitudes con nuestra hija, todavía demasiado inocente para que descubriera lo que era el sexo en toda su crudeza, ya que incluso en mi presencia, vi como en una ocasión le besaba la vagina y aunque intenté que no siguiera, él me lo reprochó diciéndome que tan solo eran juegos con ella, que le hacía cosquillas para que se riera, pero yo tenía miedo de lo que pudiera hacerle a la niña cuando yo no estuviera presente.
Él era un buen amante, y me satisfacía plenamente, pero yo sospechaba que tenía otras mujeres fuera de la casa. Siempre había sido muy mujeriego y ahora no se iba a privar de ello, pero prefería cerrar los ojos y no hacerme la enterada, al igual que los escarceos que veía con nuestra hija, poco apropiados a mi parecer, hasta que en una ocasión me los encontré desnudos a los dos en la casa, y le pregunté a mi hija:
—Luna, ¿qué está pasando aquí?
—Me he bañado con papá.
Me sorprendió un poco oírle decir eso, porque aunque cuando mi hija era más pequeña, había sucedido alguna vez que se bañara con su padre o conmigo, ahora ella iba siendo más grandecita y no me parecía lo correcto y más viendo como él la estaba secando con la toalla, sin ocultar su erección ante la niña, haciéndome imaginar lo que había pasado durante ese baño, así que me fije en como tenía su vulva ligeramente enrojecida, algo que no me pareció normal, por lo que le pregunté a Luna:
—¿Tienes pupa aquí? ¿Te duele?
Mi hija bajó la mirada, sin saber que responder, pero esquivó la pregunta diciéndome que no le dolía nada sin que me dejara ver más como lo tenía, yéndose a su habitación. Yo miré a mi marido como buscando alguna respuesta, pero él tampoco me hizo caso y siguió a lo suyo.
No quería pensar que la hubiera penetrado ni nada de eso, porque era demasiado pequeña para intentarlo siquiera, pero si tenía mis dudas sobre si habría estimulado a la niña con los dedos o incluso con su polla, frotándola entre las piernas de la cría.
Yo sabía perfectamente que un hombre era capaz de eso y de mucho más, ya que mi precoz desarrollo había atraído demasiadas miradas masculinas hacía mi cuerpo de niña haciéndose mujer prematuramente. Igualmente, mi hija ya tenía sus formitas y no importaba que ese hombre fuera su padre o familiar, porque sus manos iban a intentar acariciarla y sentir sus tiernas carnes para su gozo personal. No había conocido a ningún hombre que se contuviera ante algo así y sabía que de una forma u otra iba a intentar satisfacer su incontrolable libido.
Como os decía, mi precoz desarrollo propicio el desarrollo de mis senos a los 10 años. Mi vida cambió en ese instante. Las atenciones de los hombres mayores se volvieron habituales y constantes, pero como a toda niña le gusta ser el centro de atención y sentirse admirada por su coquetería, me dejaba llevar, sin importarme que cada vez sus más frecuentes manoseos me incomodaran, aunque si parecían hacerlo a las amigas de mi madre, que le sugerían que yo debería usar ya un brassier, para ocultar unos pechos demasiado llamativos en mi cuerpo de niña.
Pero como es una prenda demasiado incómoda para una niña que lo que desea es estar libre para jugar sin preocuparse por lo que se le ve y lo que no, ella les decía que yo no los quería usar, aunque eso me pusiera en algún apuro que otro, como cuando estábamos en la piscina y la parte superior de mi bikini se desprendía, sin que a mí me importara mucho, ya que las demás niñas ni la usaban siquiera, pero era obvio que las miradas de los hombres se dirigían a mí únicamente, aunque intentaran disimular para no recibir la reprensión de sus mujeres.
Algo que no hacían cuando estaban a solas conmigo y con cualquier disculpa aprovechaban para tocar mis duros pechos, apretándome hacía sus cuerpos y haciéndome sentir sus erecciones, algo a lo que yo, a esa edad, no daba demasiada importancia, pero alguno no podía evitar decirme al oído lo rica que estaba y las cosas que me harían si me tuvieran en su cama, lo que ya a mí, si me ponía un poco nerviosa, porque no entendía muy bien a lo que se referían, si era algo malo para mí, si me harían daño o como serían esas cosas de las que me hablaban.
Quizás mi madre se despreocupaba demasiado de mí, sin saber o sin querer saber cómo me deseaban los hombres ya a esa edad y no estaba muy pendiente de los acercamientos que alguno tenía hacia mí y de lo que pudieran hacerme, pero es evidente que todo eso fue a más e intentaban a toda costa estar a solas conmigo para sobarme a su antojo, e incluso, sacarse la polla, para que yo se la agarrara y me iniciara en la sexualidad, quizás demasiado pronto para una niña, incluso más ingenua que otras de mi edad, con más picardía y conocimiento de lo que era el sexo.
Pero como mi madre no podía estar todo el día pendiente de mí, los hombres aprovechaban cualquier momento para acercarse a mí y pronto descubrí como mis pajas les hacían correrse, haciéndome ver las sensaciones que se tenían al ser tocada por un hombre entre mis piernas, algo que me dejaba a su merced para que siguieran haciéndome lo que quisieran. Ellos me besaban, lamían todo mi cuerpo, centrándose en mis estrenadas tetas y la falta de protestas por mi parte hacia sus manoseos, les animaban todavía más a que no solo metieran sus dedos en mi vagina, sino que directamente intentaran follarme, sin poderse aguantar más su excitación, hasta que uno lo consiguió y una vez entrado uno dentro de mí, el camino estaba libre para que lo hicieran los demás.
Mi sexualidad estaba sobreexcitada y a los 14 años ya tenía una vida sexual mucho más intensa que la de muchas de esas madres que cotilleaban entre ellas.
Ahora, mi hija estaba en la situación de que pudiera pasarle lo mismo que a mí. Su padre estaba empezando a enviciarla y ella pronto empezaría a buscarle la polla, por lo que quise protegerla y me separé de un hombre de la que estaba enamorada, aunque muchos diréis que fue por celos hacia mi hija, algo ridículo en realidad, pero en mi inconsciente quizás algo de eso habría.
Luna ahora ya era un poco más mayor, pero inocente aún, porque su padre no había llegado a corromperla del todo y pensaba que podríamos tener una vida normal junto a este hombre que ahora la compartía con nosotras.
Pero un día, de pronto, de forma inesperada, mi hija entró en nuestra habitación mientras estábamos follando. Mi nueva pareja, Javier, estaba encima de mí y me metía la polla entre mis piernas abiertas y al ver a mi hija entrar, le dije que saliera, pero ella se quedó petrificada, mirándonos sin saber muy bien lo que hacíamos.
Ante la presencia de Luna, al menos esperaba que él se detuviera y saliera de mí, pero siguió follándome, incluso, con más ímpetu todavía, como si disfrutara de como mi hija veía como él me follaba, hasta que al poco tiempo acabó corriéndose.
Fueron unos segundos que me parecieron eternos, viendo como la cría miraba fascinaba las entradas y salidas de mi coño de la verga de su padrastro, que una vez que se corrió dentro de mí, Luna salió definitivamente de la habitación, lo que aproveché para preguntarle a Javier:
—¿Por qué no paraste? ¿No veías que estaba la niña delante?
—Lo siento. Estaba a punto ya y no pude parar.
—¿Te excitaste más al estar la nena delante?
Javier dudó en contestarme, porque no quería ofenderme al reconocer lo que había pasado, por lo que yo me adelante:
—No pasa nada, no te preocupes. Lo entiendo, pero no me lo esperaba de ti.
—Siento haberte decepcionado.
—Eres un hombre y no ibas a ser diferente a los demás, pero me has demostrado ser bueno y honesto y con eso me basta.
Con eso, él quizás entendió que yo iba a tolerar en mi casa una cierta liberalidad en las relaciones familiares y empecé a percibir como ese hombre miraba con otros ojos a Luna. Por un lado, era lógico, porque ya no era la niña que su padre había empezado a sexualizar, pero a pesar de su atrayente cuerpo, seguí siendo una niña, al menos a mis ojos, que pensaba más en ir al Colegio y aprender que en ponerse la ropa de moda para agradar a los chicos.
La complicidad entre Luna y Javier se hizo también más evidente. La niña seguía necesitando esa figura paterna y buscaba en Javier ese hombre que la consintiera y colmara sus caprichos. Esos caprichos que yo no estaba dispuesta a concederle, como empezar a usar tangas o una ropa demasiado ajustada para su edad, pero ella le convencía para que le acompañara a las tiendas a probarse esos vestidos que la hacían parecer mayor, algo de lo que seguramente con sus amigas hablarían entre ellas con ese entusiasmo de la feminidad recientemente descubierta.
En una ocasión, Javier llevó a Luna al Centro Comercial, junto a otra amiga, para probarse ropa y de paso, convencerle para que le comprara su primer tanga. Las crías no tardaron en escoger algunos modelos para probarse mientras Javier las esperaba afuera del probador, hasta que Luna le llamó para que entrara con ellas y allí se encontró a las dos crías con sendos tangas de hilo que dejaban sus culitos al descubierto, que él miraba ensimismado ante la divertida sonrisa de las niñas:
—¿Qué tal nos quedan? ¿Te gustan?
—La verdad que sí, les quedan fantástico a las dos —superando su innata timidez.
Luna y su amiga daban vueltas sobre sí, sacando el culo para realzar el efecto que causaban en sus cuerpos, algo que ya era demasiado para Javier y trató de pararlas poniendo la mano en su cintura y acariciando levemente esas nalgas que tanto le atraían, y que produjeron una especie de descarga eléctrica que hizo que las palpara con más intensidad todavía, hasta que un poco de cordura alcanzó su mente:
—Bueno, vístanse ya, niñas, que es tarde.
—¿Pero nos las vas a comprar?
—A tu amiga no me atrevo, porque no sé qué pensarán sus padres, pero a ti sí, si no le dices nada a tu madre.
—Vale, las esconderé para que no las vea. Y las de mi amiga, se las guardaré yo también.
—¿Seguro, Luna? Mira que me metes en un lío.
—No te preocupes. Nadie se enterará.
Al final, Javier acabó comprándoles los tangas a las niñas, porque creo que el morbo de verlas con ellos pudo más que todo lo que pudiera temer de una decisión como esa. Eso hizo que cada vez tuviera más secretos con mi hija, aunque suponía que las provocaciones de ella en esa edad hormonal tan alterada, no le harían perder la cabeza a él, pero a pesar de todo ese conocimiento que presumo de tener sobre los hombres, nuevamente me vi sorprendida por algo que no esperaba.
En esta ocasión, ya no era el padre de Luna el que intentaba abrir las piernas de la niña para hacerla sentir como un mujer demasiado pronto, sino que era ella misma la que se abría ante él, la que se aprovechaba de esa feminidad para jugar con mi pareja a su antojo, llevándole a su terreno y quizás deseando que esa polla que había visto entrar en mi coño, lo hiciera en el suyo, dentro de sus fantasías de niña.
Pero yo, ingenuamente, no quise preocuparme por ello. Mi hija no iba a ser nuevamente la causa de romper mi matrimonio y si veía algo inapropiado, prefería no decir nada y dejar que todo fluyera de la mejor forma posible.
Incluso, cuando llegué a descubrir un día a Luna contoneándose ante el espejo con su tanga nuevo, no la reprendí demasiado y comprendí que era algo inevitable durante la etapa de su crecimiento y que por mucho que yo me opusiera, acabaría convirtiéndose en una mujer, al igual que pasó conmigo.
Su belleza no pasaba desapercibida y cada vez notaba más las miradas de deseo que despertaba, las primeras las de mi pareja, Javier, que ya no las disimulaba cuando la niña iba vestida un poco provocativa y si yo le preguntaba si no eran demasiado cortas sus faldas o que dejaba muy a la vista sus pechos, él la defendía y me contestaba que estaba en la edad de presumir y atraer ese tipo de miradas, que estaba preciosa y que debíamos estar orgullosos de ella.
Cuando iba con sus amigas, destacaba sobre las demás y eso me daba más miedo todavía, porque los chicos mayores irían tras ella y pronto acabarían desvirgándola, por lo que le confesé este temor a Javier, al que pedí que la vigilara de cerca y que la fuera a buscar cuando se hiciera demasiado tarde.
En una ocasión, en la que Luna había ido al cumpleaños de una amiga, Javier fue a buscarla para traerla a casa y se la encontró rodeada de varios chicos que intentaban abusar de ella, a los que tuvo que espantar a su llegada, encontrándose a la niña llorando, quizás por su primer susto en la vida de una mujer cuando empieza a captar la atención de los hombres, teniendo que aguantar Javier también el descaro de esos chicos, al decirle:
—¡Vale, ya la dejamos!, ¿Te la quieres follar tú, viejo?
Javier me dijo que fue todo el tiempo de vuelta a casa, abrazada a él, temblando y que cuando la quiso dejar en su habitación para que durmiera, le pidió que estuviera un rato más con ella, porque tenía miedo.
Yo acepté que se acostara un rato con Luna hasta que se tranquilizara y se quedara dormida, pero el tiempo pasaba y Javier no volvía a mi cama, por lo que fui a la habitación de mi hija, encontrándomela con la verga de Javier en la mano, haciéndole una mamada:
—¿Qué hacéis? ¿Cómo puedes….? ¡Luunaaa!, no lo entiendo……
Rápidamente, Javier intentó pedirme perdón, pero poca justificación había ante lo que había visto:
—La cría estaba muy nerviosa y solo así empezó a tranquilizarse.
¿Qué iba a decir yo? No sabía si pedirle explicaciones a él o a ella, o a los dos:
—¿Y qué será lo siguiente, follártela, como te decían esos chicos?
Javier no supo que contestar, avergonzándose de su deseo por la cría, pero seguidamente intentó tranquilizarme, asegurándome que él nunca le haría daño a mi hija, que él también la consideraba así y que sería bueno que hablara con ella para que viera que nunca había hecho nada en contra de su voluntad.
Parecía sincero en sus palabras y yo le conocía lo suficiente como para saber que podía confiar en él, así que lo dejé pasar, porque estaba muy a gusto con esa relación, y sobre todo, porque mi hija estaba feliz y casi, mirando más por ella que por mí, le perdoné ese desliz a Javier y seguimos con nuestra vida, aunque eso sí, intenté también comprender a mi hija, sabiendo que estaba en una edad difícil, de muchos cambios y que yo tenía que estar ahí, durante su crecimiento.
Luna ya empezaba a llamar Papá a Javier, y eso me producía sentimientos contradictorios, porque a la vez que le llamaba así, sus coqueteos y acercamientos con él, eran más evidentes. Su cuerpo ya no era el de una niña y ciertas actitudes por su parte me producían más de una inquietud, hasta el punto de decirle que cuando estuviera en casa, se pusiera algo de ropa, porque prácticamente andaba medio desnuda todo el día, pero ella no me hacía mucho caso y al final tuve que acostumbrarme y entender las miradas de Javier sobre mi hija.
Ante todo este dilema que tenía, llamé a mi amiga Cris para hablar con ella, porque ella conocía bien a Javier, ya que había tenido algún escarceo con él y era quién me lo había presentado.
Esta conversación con mi amiga, que me conocía realmente, porque las dos teníamos una situación parecida y siempre nos habíamos tenido como mutua ayuda, me hizo reflexionar y entender cómo debía de reaccionar y comportarme ante las situaciones que se iban dando:
—Hacía tiempo que no coincidíamos. ¿Tienes que contarme muchas novedades….?
—Sí, un tiempo ya. Bueno, ya sabes que Javier se vino a vivir con nosotras y estamos empezando una relación, a ver como resulta.
—Seguro que bien. Javier es muy cariñoso. ¿Cómo se lleva con Luna?
—Pues muy bien, demasiado, diría yo, pero bueno, nos estamos adaptando.
—¡Uuyy! ¿Qué me quieres decir? ¿Qué te están dejando de lado, jaja?
—No, bueno, Luna le adora. Parece que no echa de menos a su padre y entiendo que a su edad, todas las niñas necesitan un hombre en la casa.
—Un hombre que haga de papá, claro, pero tú de lo que tienes miedo es que él se sobrepase con la niña, como hacía su padre, ¿no?
—Sí, es cierto, porque han sucedido cosas……, que no sé si contarte, pero tengo confianza contigo y necesito tu consejo también.
—Ya veo. Ha pasado lo que me imaginaba. Mira, amiga, Javier es muy bueno, pero es un hombre y con una niña como Luna en casa, es normal que se le vayan los ojos, las manos y otras cosas, jaja.
—No te rías, porque no es agradable ver como tu pareja está sobando a tu hija y ella se deja hacer encantada y hasta le provoca para que lo haga.
—¡Ay, amiga! Luna está en la edad. Recuerda lo que hacía el padre con ella, y ahora con Javier en casa, se vuelve loquita la cría.
—Al que está volviendo loco es a él. Ya hemos tenido nuestras broncas, como cuando les pillé en la cama y Luna le estaba haciendo una mamada.
—¿No me digas…? ¡Madre mía! Sí que van rápido entonces. ¿Y tú que hiciste?
—Pues bueno. Es verdad que fue en una circunstancia especial. Luna había pasado un suceso desagradable con unos chicos en la calle y Javier la consolaba y supongo que una cosa llevó a la otra.., yo que sé….., pero me cogí un cabreo que ya puedes suponer…..
—Normal, pero Javier estaría encantado. ¿Era la primera polla de la cría?
—No sé, a algún chico se lo habría hecho también, supongo. A su padre no se la llegó a chupar, aunque no sé si se la metería en la boca, pero ahora es distinto, con esta edad, ella se da cuenta perfectamente de lo que hace y me da miedo hasta donde puedan llegar.
—A ver. Es que no te acuerdas de cuando nosotras teníamos esa edad. A mí, mi padre me tenía más sobada que a mi madre en esos años, y a ti te pasaba parecido, por lo que me contabas, así que ¿qué te puedes esperar?
—Sí, lo sé, pero todavía la veo como a una niña y me sorprender ver como se emputece, pero también me siento culpable por permitir a Javier hacer con Luna, lo que no le permitía a su padre. Es como si él estuviera continuando su trabajo.
—Eso es así, pero fueron distintos momentos, edades. No se puede actuar siempre igual. Hay que medir los tiempos y no forzar las cosas, como hacía tu marido.
—¿Te das cuenta de cómo estamos aceptando ser objetos sexuales de los hombres, ya desde niñas?
—Nuestras madres lo tenían muy asumido eso y así nos lo transmitieron. Yo creo que debemos aceptar ese papel y sacar provecho de ello.
—Supongo que tendrá que ser así, pero a veces siento como si estuviera prostituyendo a mi hija, por tener a un hombre a mi lado.
—Puedes llamarlo como quieras, pero las cosas son como son, y lo que pasa en la intimidad del hogar debe quedar para nosotras, aunque a veces podamos compartirlo con otros.
—Yo no sé si podré llegar a eso. Una cosa es que mi pareja disfrute con la niña, pero dejársela a otros hombres para que se sienta como una puta, todavía no estoy preparada para ello.
—Iremos viendo, amiga, jaja…..
A esta conversación se juntó otra que ocasionalmente pude escuchar entre Javier y su amigo Héctor, que vino a casa, en la que le decía:
—Que bien te veo, amigo. Te has juntado a una buena mujer y con esta nena en casa, que es una delicia. Como te envidio, jaja.
—Bueno, tú tampoco te puedes quejar. Tienes unas niñas preciosas y ya has conseguido que el chaval se meta en la cama con su madre y te deje el camino libre con ellas.
—Es verdad, pero ya sabes como soy. Siempre quiero más. Soy muy vicioso y al ver a esta cría no he podido evitar pensar en ella con las piernas abiertas, ofreciéndome todo eso tan rico que debe tener.
Estaba claro que el amigo de Javier se había fijado en Luna, con ese vestido tan cortito que resaltaba sus preciosos muslos, por lo que tampoco me sorprendía mucho esa forma de babear con ella, aunque sí lo que continuaron hablando entre ellos después.
—¿La has emputecido ya? Está tremenda la niña. Yo le daría polla ya.
—¡Sssshhh!, habla bajo, que nos pueden oír….. Sí que está rica, me tiene loco. Además, tengo la ventaja de que el padre ya la estaba tocando y la nena es muy receptiva.
—¡Buufff!. Me pones los dientes largos. ¿Y la madre que te dice….?
—Pues tengo que tener cuidado con ella. Ir poco a poco para que no sospeche que estoy con ella por su hija, pero es verdad que la madre me encanta también. Es maravillosa y tampoco es justo decir que solo me importa tirarme a su hija.
—Eres afortunado, amigo. Sería un sueño que algún día nos pudiéramos juntar las dos familias.
—Para eso falta mucho trabajo todavía. Esperemos que todo no se vaya al traste, jeje.
—¿Ya le has metido la polla a la niña? —Insistía Héctor, curioso por saber más.
—No, ya te digo, vamos poco a poco. Es mejor así, para que la madre lo vaya asumiendo también. No me gusta esconderme de ella para poder estar con Luna y mi objetivo es acabar jodiendo a las dos, una al lado de la otra.
Al escuchar todo esto, me quedé estupefacta y pensé en ir a donde estaban y echarles inmediatamente de mi casa, pero algo me frenó para no hacerlo, no sé si la conversación anterior con mi amiga, o que a pesar de todo lo que le decía a su amigo, Javier le reconocía también que me amaba y yo también me había enamorado de él, a pesar de todo eso que me había ocultado.
Al fin y al cabo, lo que se proponían hacer esos hombres, era lo mismo que mi amiga Cris llevaba tiempo haciendo con su familia y aunque yo no lo aprobara, lo respetaba, pero ahora tendría que replantearme todo eso, mi nueva situación y lo que tendría que aceptar si quería seguir formando una familia con Javier y mi hija, por lo que mi forma de actuar con Javier tenía que cambiar para que pudiéramos recorrer ese camino juntos, con el consentimiento de mi hija, claro estaba.
De este modo, cuando le veía demasiado cariñoso con Luna en mi presencia, ya no le objetaba nada. Por otra parte, ¿por qué iba a hacerlo?, Luna estaba feliz, y yo tendría que aguantarme mis celos al imaginar lo que harían juntos cuando estuvieran a solas.
Javier no tardaría en desvirgarla, y una vez llegado a eso, ya la tendría en sus manos para hacer lo que quisiera con ella, follarla una y otra vez, o compartirla con su amigo o con quien fuera, convirtiéndola en esa puta que con esa edad, enloquecería a todos los hombres con los que estuviera.
Por otro lado, toda esa situación también estaba despertando mi morbo. En el fondo deseaba ver a mi pareja con Luna, sobre ella, entregada, disfrutando de su feminidad como mujer, sin plantearme si era pronto para eso o era el momento adecuado. Eso solo lo podría decir mi hija, con su actitud y evolución ante los requerimientos sexuales que Javier le iba haciendo. Sabía que llegaría ese momento en el que vería a mi hija follando con mi pareja y tendría que verlo como algo normal, porque en mi nueva mentalidad, así tendría que ser.
Así que aprovechando la ocasión en que mi amiga me visitó en casa y después de estar un rato todos juntos, viendo que Luna se empezaba a ponerse más insistente con su “nuevo papá”, después de la calentura lógica de haber estado restregándose con él todo el rato delante de mi amiga, le dije a Javier:
—Si quieres, puedes llevarte a la niña a la habitación, así nosotras charlamos de nuestras cosas.
Javier se mostró un poco sorprendido por mis palabras, pero sobre todo, yo creo que por la forma de decirlas, en las que debió de apreciar ese punto de morbo por mi parte, algo de lo que lógicamente mi amiga también se dio cuenta:
—¡Oye! Vaya forma de echarles para que se vayan a dar el lote a otro sitio más íntimo, como si fueran dos adolescentes, jaja….
—Pues sí, pudo parecer eso, pero tengo que contarte algo.
Le conté toda la conversación que había escuchado entre Javier y su amigo Héctor y ella se mostró muy sorprendida, porque no se lo esperaba tampoco:
—Entiendo cómo te debiste sentir, pero la verdad es que yo ni me imaginaba que esas fueran sus intenciones, porque conmigo nunca tuvo ni una insinuación.
—Tu caso es distinto porque él no conoce tus intimidades. Tú estás casada y no eras su objetivo. No tenía por qué descubrirse ante ti.
—Bueno, pero ahora ya sabes lo que tienes que hacer, ¿no?
—Sí, no tengo otro remedio.
Después de estar un rato charlando entre nosotras, ví que Luna se metió en el baño, casi sin dejarme verla, aunque me dijo que iba a ducharse, lo que me extrañó, porque ya lo había hecho antes, por lo que mi amiga me comentó:
—Creo que Javier se ha corrido en ella y ahora quiere lavarse bien.
—¿Tú crees?
—Jaja, empieza a acostumbrarte a estas cosas, amiga.
—Sí tienes razón, tendré que aparentar normalidad ante todo lo que vaya pasando.
Durante los siguientes días se fue haciendo más evidente esa relación, por llamarlo de alguna manera, entre Javier y mi hija. Delante de mí se besaban en la boca, recreándose ambos en ese morreo sin ninguna consideración hacia mí, a la vez que las manos de mi pareja recorrían el cuerpo de la niña como si fuera realmente su amante.
Así fue como un día, durante una de esas sesiones de magreo que Javier tenía con mi hija, incluso delante de mí, los dos jugaban desnudos en el sofá. Luna estaba súper excitada, incluso ya le había mamado la polla y estaba como en trance dejándose llevar por el placer que le proporcionaban sus expertos dedos en su vagina.
La polla de Javier parecía a punto de reventar por la erección que tenía y yo le veía como la pasaba una y otra vez por la rajita de Luna, cada vez más abierta, aunque no me esperaba que pudiera entrar en ella, pero en un momento dado, Luna dio un grito que me asustó y me di cuenta de cómo había sido penetrada finalmente y permanecía inmóvil tumbada sobre el pecho de su padrastro, que esperaba a que su vagina se adaptara al tamaño de su polla, para empezar a bombearla en esa follada que tanto él deseaba, por lo que le pregunté a Luna:
—¿Qué pasó, cariño? ¿Javier te ha hecho daño?
Luna suspiró antes de responderme:
—Un poco, mamá, pero me encanta tenerla dentro. Me da mucho gusto.
En ese momento, Javier empezó un suave movimiento de vaivén con Luna, moviéndola hacia adelante y hacia atrás sujetándola por su culito, lo que hizo aumentar el ritmo de sus gemidos, mientras como yo veía como su polla entraba y salía de su pequeña vagina, que se había dilatado al máximo para acogerla en su interior.
Yo también me estaba excitando con esa visión y empecé a tocarme entre las piernas, hasta tener todo mi coño empapado y a punto de orgasmar, cuando Javier aceleró el ritmo de su follada con Luna, haciéndola gemir más fuerte, hasta convertirse en gritos descontrolados de placer culminando con la corrida del hombre que estaba con ella, que también gritó al eyacular todo su semen en el coño de mi hija, en una cantidad no vista por mi hasta ese momento. Mi hija le había dejado completamente vacío, porque sus espasmos hacían que continuara echando nuevas descargas que llenaban todo su cuerpo.
Luna estaba casi desmayada por el placer recibido, prácticamente sin fuerzas para sostenerse, por lo que yo la abracé dándole besos, orgullosa de ella al haberse convertido ya a su edad, en una nueva mujer, una mujer capaz de hacer gozar a un hombre y hacerle derramar todo su semen. Un momento mágico que vivimos en familia, ya que Javier nos abrazó, también emocionado y agradecido a las dos.
Ni que decir tiene que a partir de eso, las sesiones de sexo entre Javier y Luna, se hicieron diarias, e incluso varias veces al día, debido al vigor de mi hija, que no se cansaba de follar, por lo que no pude evitar sentirme un poco desplazada ante ellos,
Yo sabía que en esas circunstancias, una mujer no podría consentir ese tipo de cosas, pero una vez llegados a ese punto, solo me quedaba seguir hacia delante, si no quería terminar como con mi anterior matrimonio, así que tuve que empezar a ganarme un hueco entre los dos, y le decía a mi hija:
—¡Oye, Luna!, no seas tan acaparadora. Déjame a Javier un poco para mí también.
—Bueno, que él elija con quien quiere estar.
—Pero bueno, como dices esas cosas. Javier es mi pareja.
—Pero él prefiere dormir conmigo, ¿a qué si? —dirigiéndose a su padrastro.
—¡Ay, cariño! No me pongas en ese compromiso. Yo las quiero a las dos y no tengo que elegir a ninguna.
Javier intentó salir de la situación como pudo, pero era evidente que sentía una excitación especial con la cría que quizás conmigo no tenía, aunque nuestro sexo fuera muy bueno también, el tener a una nena como Luna en sus brazos, besándola y sobándola todo lo que quería era un morbo imposible de superar para él.
Por lo que yo, con un poco de ironía, al saber las verdaderas intenciones de Javier cuando me conoció, quise provocarle:
—Pues habrá que buscar alguna solución, porque un solo hombre para dos mujeres, va a estar muy ocupado y no va a poder satisfacer a las dos como debiera.
Y él me contestó:
—¡Uummm! Eso es verdad, hay que solucionarlo ¿Tú estarías dispuesta a cualquier cosa? —me preguntó, mientras Luna escuchaba expectante.
—¿Qué quieres decir?
—Verás, mi amigo Héctor, el que vino el otro día a casa, tiene una situación parecida a la mía. Él se ve obligado también a complacer a su esposa y a sus hijas.
—¿Tiene dos hijas y su esposa le permite estar con ellas?
—Sí, por eso te lo decía. Ella lo consiente y tú también estás consintiendo que esté con Luna, aunque tengo que decirte que ellos también tienen un hijo, que complace a su madre.
—¡Ah!, bueno, el caso es distinto, entonces.
—Sí, es verdad, pero si nos juntáramos las dos familias, todo estaría más repartido ¿no?
—Juntarnos para follar, ¿qué locura es esa?
—Sí, es muy loco todo eso, pero tú me pedías una solución…..
—Tienes razón, yo también tengo que decirte algo. Mi amiga Cris también tiene una relación liberal en su casa y ella es la que me ha estado aconsejando para que consienta ciertas cosas entre tú y Luna.
—¡Ah!, ya entiendo. Que suerte que tengas una amiga como Cris, yo no sabía esa faceta de ella.
—Pues ya ves. Quién sabe si ella podría juntarse también con nosotros.
—Me encantaría, claro. Su hija está muy rica también y me imagino lo que su marido gozará con ella, aunque el nene que tienen es pequeño todavía.
—Bueno, ya lo está iniciando también.
—¡Qué maravilla! No me imaginaba que pudiéramos estar hablando de todo esto de esta forma tan natural, aunque se lo agradezcamos e ella.
—Creo que deberías ser sincero conmigo. Siempre te imaginaste esto y es lo que buscabas al juntarte conmigo.
—¡Mmm!, es verdad, tengo que pedirte perdón, pero aunque en un principio era Luna quien me interesaba, te aseguro que me he enamorado de ti y no me gustaría perderte por nada, incluso renunciaría a Luna si eso te molestara.
—No te voy a pedir eso, porque conozco tus sentimientos y me has abierto la puerta a un nuevo mundo, que espero disfrutar como vosotros lo hacéis.
—¿Entonces te sientes preparada para que llame a Héctor y tengamos una reunión familiar?
—Bueno, sí, pero no sé cómo reaccionaré.
—No te preocupes por eso. Seguro que te vas a dejar llevar por un morbo tan increíble, que nunca habrías imaginado que pudieras hacer eso.
Mis nervios iban a más hasta el día en que Héctor y su familia vinieron a nuestra casa, pero fui relajándome mientras hablábamos todos juntos tomándonos algo. Marisa, la mujer de Héctor era encantadora y no paraba de animarme para que estuviera tranquila y pudiera disfrutar más de todo ello, mientras me contaba también sus experiencias:
—Mira, te entiendo perfectamente. Yo nunca me imaginé verme en una situación como esta, pero Héctor ya tenía cierta experiencia y supo cómo meterme este morbo en mi cabeza. Durante el embarazo de nuestro primer hijo, yo estaba todo el día caliente perdida y él lo aprovechaba para hacerme sentir la mujer más puta del mundo.
—Es que los hombres nos quieren como putas. Javier también actuó así conmigo.
—Fíjate que en ese estado, embarazada de 6 meses, se empeñó en que follara con otro hombre. Un día me lo trajo a casa y allí nos encendimos los tres hasta que ese hombre, ya maduro, empezó a sobarme ante la viciosa mirada de mi marido, viendo como yo cerraba las ojos y me dejaba llevar por el placer que me daban los manoseos de nuestro invitado, que me dejó desnuda ante los dos y entusiasmado se puso a comerme las tetas, el coño y cada parte de mi cuerpo.
—Y todo eso con tu marido mirando.
—Así era. Él no hacía nada, pero me encendía esa situación y cuando este hombre empezó a follarme, no podía para de gritar mientras me corría no sé cuántas veces serían, era un río continuo hasta que se acabó mezclando con su semen, lo que aprovechó Héctor para follarme también, por el coño y por el culo, turnándose luego los dos, dejándome destrozada, pero feliz.
—¿Y cómo fue empezar con los críos?
—Cuando nació Eduardo y le daba el pecho, siempre estaba Héctor provocándome. Eso le excitaba mucho a él y siempre acababa follándome, muchas veces sin haber acabado de darle de mamar al crío. Ahí empezamos un camino que no hemos dejado de recorrer hasta el día de hoy, y creo que nunca pararemos.
—Me fascina lo que me cuentas. Y luego, con las crías, seguisteis, claro.
—Imagínate. Fueron tres embarazos muy seguidos y tuvimos unos años de locura. Las niñas fueron creciendo y mi casa era una orgía continua.
—Qué barbaridad. Y compartiéndolo con otras familias supongo.
—Sí, Héctor las conocía por Internet y quedamos con varias. Eso es maravilloso, puro vicio, y ahora con vosotros…. Héctor no paraba de decirme las ganas que tenía de que tú aceptases esto.
Mientras nosotras hablábamos, Javier y Héctor ya se entretenían con las crías del otro, viendo como Héctor devoraba a Luna, por todas las ganas que la tenía y Javier tenía a las dos hijas de su amigo, desnudas, sentadas sobre sus piernas, besándolas y lamiendo sus pechos alternativamente, pero con más calma que como lo hacía el marido de Marisa, que tenía a su hijo sentado a su lado, sin que yo me atreviera a hacer nada con él, por lo que ella me animó:
—Nosotras aquí mirando a nuestras parejas con las crías y yo sin ofrecerte a Eduardo todavía. Seguro que lo estás deseando….
—La verdad es que sí, jeje, pero como estábamos hablando…..
—Pues tú a lo tuyo, lo que te apetezca —Indicando a su hijo que se colocara entre las dos.
Yo nunca había pensado en estar con un chico como el hijo de Marisa, que estaba en esa edad en la que yo consideraba que todavía no eran hombres, pero desde que Javier me habló de ello, de cómo Marisa disfrutaba con él, me entró la curiosidad y el morbo y yo no hacía más que mirar su polla, ya en erección a causa de la visión de sus hermanas y Luna con los dos hombres, sorprendida porque un chico de su edad tuviera eso tan rico y apetecible, así que echándole mano, empecé a acariciársela, disfrutando de ella entre mis dedos, mientras Marisa me miraba complacida y orgullosa de su hijo, diciéndome:
—¿Te gusta?
—Claro que me gusta, es una maravilla, con permiso…..
En ese momento me la llevé a la boca para saborearla y sentir como palpitaba en mi garganta cuando me la llevaba hasta el final y la sacaba para contemplar cómo se hinchaba cada vez más:
—¡Mmmmm! Qué rico, Marisa. Yo se la devoraría todos los días….
—Jaja, es lo que hago yo, amiga…. Y cuando te la meta, vas a ver las estrellas.
—¡Buufff! No me digas eso…., que lo estoy deseando ya.
Así que sentada en el sofá, abrí las piernas para ofrecer mi coño ya chorreando a Eduardo, para que entrara en él, lo que hizo de inmediato, mientras yo veía la cara de placer que ponía, cuando le agarraba por el culito y lo atraía hacía mí para que sus penetraciones fueran más profundas y rápidas por su parte, lo que me dejó sin aliento hasta que finalmente me corrí por primera vez en esa fiesta familiar, a la vez que su semen rebosaba entre mis piernas, que por su cantidad, ya se salía por fuera de mi vagina.
Cuando me la sacó, Marisa se apresuró a chuparle la polla para saborear esa mezcla de sabores que le encantaba, según me confesó después, ya que entre sus mayores placeres estaba en comerle el coño a otra mujer, lo que hizo seguidamente con el mío, recién orgasmado y llevándome en poco tiempo a una segunda corrida que mojó toda su cara, haciéndola feliz con ello.
En ese momento pudimos ver como Javier estaba follando a una de las hijas de Marisa mientras le comía el coño a la otra. A pesar de llevarse apenas un año entre ellas, eran muy distintas, ya que una era morena, un poco gordita, lo que le hacía tener ya unos buenos pechos de los que presumía ante su hermana, más delgadita y con la piel más blanca, a la que apenas sobresalían sus pezones en punta en sus incipientes senos, pero no por ello menos apetecible para que Javier se lo chupara y mordiera suavemente haciéndola estremecer. Su vagina, más estrecha que la de su hermana y prácticamente sin vello, contrastaba con el coño más abierto y peludo de su hermana, que había empezado a follar antes a causa del precoz desarrollo de su cuerpo, que empezó a atraer a su padre y a algún amigo con la que la compartió, según me comentaba su madre, Marisa.
Pero a las dos se las veía que sabían disfrutar de un hombre y hacerle disfrutar a él. Sus expertos movimientos de cadera, ya había hecho correrse dos veces a Javier, que a pesar de ello quería seguir follándolas, esta vez probando sus culos, para lo cual habían sido igualmente adiestradas para recibir pollas sin ningún problema en ellos.
A su vez, Héctor disfrutaba de mi hija, con menos experiencia que las suyas, pero quizás por ello, el morbo que sentía era mayor y pasados esos primeros momentos de efusividad para penetrarla, ahora se dedicaba a recorrer su cuerpo con sus labios, sin dejar de acariciarla en ningún momento, para llevarla a ese punto de máxima excitación en el que le permitiera su primera penetración anal, algo de lo que Héctor disfrutaba especialmente en sus relaciones.
Cuando sus dedos y su lengua ya lo dilataron lo suficiente, ayudado de todo el flujo que expulsaba su vagina, fue muy fácil que la gruesa polla de ese hombre entrara en el culito de Luna, ofreciendo una pequeña resistencia al principio, pero una vez introducido el glande, ya metió todo su miembro en él, haciendo exclamar a la niña en su nueva experiencia:
—¡Oooohhhh! ¡Aaaahhhh! Mamáaa…., mira… por el culo….
—¡Qué bien, hija! ¿Te gusta?
—¡Siiii, me voy a correeeerrr….!
Todavía no me había acostumbrado a escuchar a mi hija hablar de esa manera, pero ya era una mujer que se corría, como era normal, cuando tenía una polla dentro. Héctor hacía girar su pequeño cuerpo sobre su polla metida en su culo, ofreciéndonos una morbosa imagen que nos hizo tocarnos entre nosotras a Marisa y a mí, mientras mirábamos.
Luego, Héctor llamó a su hijo Eduardo para que se acercara y ofreciéndole el coño de Luna, le dijo que la follara mientras él seguía penetrándola por el culo. Algo habitual, que hacían en su casa con sus hermanas, según me confirmó Marisa, de modo que mi hija Luna iba a probar su primera follada doble, algo que ni yo misma había experimentado todavía, a mi edad, y cuando se lo dije a Marisa, ella me contestó:
—Pues eso no puede seguir así. —Llamando a su marido— ¡Héctor! Ella quiere una doble también.
—Eso está hecho. Edu, ayúdame con nuestra amiga.
Y casi sin darme tiempo a reaccionar, ya tenía al padre y al hijo a mi lado, colocándome para empezar esa follada doble. Héctor se tumbó, diciéndome que me sentara sobre su polla, y una vez ensartada, a mis espaldas se colocó su hijo para buscar mi ano, aprovechando que su polla era más pequeña, y una vez dentro, empezaron sus movimientos al unísono, dándome el placer de esa doble penetración, mientras Javier me miraba divertido con la cara que ponía, mezcla de dolor y gusto por tener dos pollas dentro de mí, a las que quiso añadir la suya, que me la metió en la boca, de modo que ahora eran tres pollas dándome placer, algo que ni en mis sueños llegué a imaginar.
Ni que decir tiene que mi orgasmo fue bestial, intenso y duradero, llegando a estar unos segundos sin respirar debido a las convulsiones de mi cuerpo, incapaz de soportar tanta estimulación, quedándome al final llena de semen por todos lados, sin fuerzas ni para levantarme.
Javier y Marisa también tuvieron su polvo particular, al igual que Eduardo con mi hija Luna, siendo el primer chico de su edad con el que follaba.
Al terminar, ya era muy tarde, muy entrada la noche, por lo que decidimos quedarnos a dormir allí, todos juntos, repartiéndonos en las camas como pudimos, aunque la verdad es que pudimos dormir poco por el intercambio de camas durante toda la noche.
Cuando se lo conté a mi amiga Cris, no se lo podía creer y solo me preguntaba que cuando podría unirse ella con su familia a esa reunión también, algo que pudo ser en poco tiempo y lo que se formó allí ya sería muy largo de contar, porque eso fue ya mucho más que una orgía.
mmmmExcelente relato desde principio a fin!
Excelente historia me encantan este tipo de relatos ya que se convierte en orgía y pues me gustan mucho espero los siguientes de como compartían con otras familias, mi fantasía…
Saludos
Todos tus relatos son fantásticos, ojalá e incluyeras las edades de los personajes, eso sumaría mucho morbo a la imaginación, o por lo menos mencionar qué grado cursan.
Delicioso relato , como siempre los mejores , un abrazo .