(El silencio de los susurros) Crujidos en el Ático
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Cada paso que daba, lo oía más cerca. Está a punto de llegar eso lo sé, papá tiene los ojos profundos, el ojo izquierdo intenta desviarse de mí, pero inmediato regresa y se fija en mis ojos, que lo mira asustado; implorando que no sea demonio sino cariño y amor… con compasión.
La claraboya está un poco abierta, entra el aire gélido de noviembre, papi se ha quedado viendo a través del cristal, la poca luz de esa tarde refleja esas oscuras ojeras que empaña a sus ojos verdes. Ha tomado ese licor destilado, lose porque le brota el olor, también tiene la espesa barba humedad… ¿Qué querrá hacer? –me pregunto mientras juego en el suelo con unos pocos juguetes que tengo.
Mr. Rabbit está presente, ya no tiene el ojo derecho, sino un botón que yo mismo he cosido, le agarro y abrazo sutil, lo abrazo porque papi está cambiando de expresión…<< Que querrá Mr. Rabbit>>.
Papi se baja la bragueta del overol, el coso que guardaba ha salido prominente, erguido y brincando. Dejando ver unas venas en el tronco, el glande destilando aroma. Un aroma que llega a mi olfato, un olfato que conozco…
La mirada de papi sigue perdida, mirando hacia afuera. Solo ha colocado la mano en mi cabeza, y presiona un poco, cuando ha querido meter hasta al fondo todo soldado en mi garganta.
Dale besito hijito, dale besito al soldadito de papá. Al él le gusta, vamos mijitos…
¿Así papi? ¿Así?
Le cogía las bolas, el aroma se desmarañaba de los vellos, pasando toda mi lengüita en el cuerpo, abro bien –así como papi me ha enseñado –la boca bien abierta, para que pueda caber toda. Luego atarragar mi garganta con su fiero. Empujando mi cabeza, exhalando bajito, cerrando sus ojito, levanta la pelvis y sin quitar la mano de mi cabeza, aprieta su polla en mi garganta y luego en efímeras pulsadas, acaba y llega toda mi fausta garganta.
Toda la lechita de papi me tomo, exprime cada gotita y la deja en mi lengua. Su leche es dulce y quema cuando está muy caliente. Levemente me arde mi garganta, le digo a papi que me ha gustado, sus ojos ya están de locos. Están somnolientos, me agarra de los brazos y besa mis labios cuando ya me ha levantado.
Estábamos en un lugar perdido, pero siempre hay alguien que puede venir. Papá los llamas los desafortunados. Esa tarde llego uno… papá está tranquilo ¿Por qué tuviste que venir? –pienso.
Los ojos de nuevos están de locos. Veo que mi padre agarra el rifle 30-06, y mirando por la claraboya, está como un cazador, esperando que el ciervo cruce la entrada de la casa… y volarle los sesos con un solo disparo.
Salgo del ático, papi no se ha dado cuenta. Cuando estoy en el segundo piso, rezo. Pido al cielo que el desafortunado se vaya de casa, se aleje, que no entre por favor… PUM… el sonido me hizo brincar y ya imaginaba todo lo demás.
Era otro enterado más en el fondo del patio de la casa, allá arriba donde los pinos frondosamente cubrían el hedor de los muertos. La maestra Debuscher aún me mira, aún tiene el vestido rojo con flores azules, ese mismo vestido que traía cuando vino a ver porque había dejado la escuela. ¿Qué edad tenía? –siente y creo que era menos. Esa mañana estaba en cama con papi, había quitado mi pantaloncillo, también mi trusita.
¿Tú quieres a papi verdad?
Solo he asentido, acostado de cucharita, sube mi pierna izquierda en su regazo. Por alguna razón comienza a escupir en su mano, luego embarra la saliva en mi entradita. Más tarde sé para qué sirve la saliva, más tarde yo mismo utilizaré la mía, para que no duela cuando entre.
Papi en el desayuno dijo que debía comer mis hongos, unos hongos que hacía que yo sintiera sueño. La barba de papi roza mi cuello y la mejilla, busca mis labios y me da un besito. Quita el cabello de mi frente, yo siento su fiero tocar mi upite, se resbala entre mis nalgas, papi sisea en mi oído, susurra mi silencio, al mismo tiempo hace que yo sienta sueño, la metida de su coso en mi culito, cada vez va más al fondo. Al coparme por completo, medio mueve la pelvis, yo siento dolor y respingo hacia adelante… tin-tin-tin.
Suena la campanilla del pórtico, papi da un brinco y en el movimiento me ha hecho doler y jadeo, papi se da cuenta y tapa mi boquita, susurra a mi oído y hago silencio. Boca abajo completamente, papi se sube sobre mí y luego presiona todo su peso, y seguido con el mismo impulso sale todo su coso dentro de mí.
Coge el rifle 30-06 se asoma por la claraboya, pero no puede hacia al pórtico. Por ello, así desnudo baja al segundo piso, intento seguirle pero no puedo, mi cuerpo no puede, estoy con soñoliento y cuando papi bajo al primer piso, oigo el tiro. Más tarde en el fondo del patio, ayudo a papi a enterrar a la maestra Debuscher.
Regreso al ático con sangre en el brazo derecho, no podía hablar. O al menos sabía que no debía, papi viene con una mirada iracunda. Tengo miedo y he cayado.
Odie a la maestra Debuscher, la odie porque por culpa de ella, papi no fue amor… fue dolor.
Boca bajo acostado en la cama, papi me jala de los pies y me pone mi pompita afuera de la cama. Me alza agarrándome por la cintura, luego sin cuidado alguno, metió su polla en mi culo. La enterró muy dentro, me hizo pegar un grito, lloraba mientras papi me descalabraba. Luego tuve que ahogar el llanto, papi me golpea la cara, y amenaza con quitarme la vida.
Aguanto y el dolor de mi culo se adormece. Cada embestida en mi anito, sentía como ese garrote de carne humana me llenaba mi orificio, golpeando mi fondo, papi rugía como el león de la MGM, sobaba mis nalguitas sudadas y diciendo, papito yo te quiero mucho, toma mi leche en tu culito… agarro mi cintura, y afincándome todo contra él, su garrote brinca dentro de mí y acaba llenado toda mi entrada de ese líquido espeso, que apenas conocía en mi boca y que solo creía que por ahí se comía.
La primera vez que vi a la maestra después de estar enterrada en el patio. Fue una noche de verano, una noche que estaba a punto de desencadenar una tormenta. Papi me ha dejado solo, ha salido y creo que ha ido a tomar a la taberna que esta al salir a la carretera.
En la puerta trasera de la casa, veo hacia fuera y un rayo parte la noche, seguido oigo el trueno y cuando bajo la mirada mi maestra muerta, está detrás de la puerta, la veo por el vidrio superior de la puerta, que no está cubierto una cortinita.
Relampaguea el cielo y de nuevo la veo ahí de pie, con el rostro inerte, mirado por encima de mis hombros. Aunque tengo miedo, tengo que verla detalladamente. Tiene la cabeza destrozada, de un solo costado, el izquierdo; ha perdido el ojo y ha perdió un tajo del hueso parietal. La sangre se ve seca y roja oscura, tanto en su vestido rojo y también donde su cabeza ha sido destrozada.
Cuando el cerrojo de la puerta comienza moverse, privado por el susto, caigo al suelo, mis pies patinan y siento el miedo tan cerca, como una emanación fantasmal recayendo sobre mis pies y corriendo todo por mis piernas.
Al fin pude ponerme de pie de nuevo y corro a igual como un ave encerrada en la jaula, tropezando contra objetos y escapando improvisadamente. Al llegar a la sala, la puerta del frente dela casa, se abre de golpe, primero entra una corriente de aire y seguido una figura alta con una campera negra tapando la cabeza. Mi grito fue eminente, la figura se voltea rápido y avisa mi desespero, se baja la capucha y veo que papi brinca hacia mí y calma mi desespero.
Me sostuvo en el aire, luego me abraza y me da un beso en la mejilla derecha. Besa mis labios y pregunta que me ha pasado. Solo decía… papi la maestra, papi la maestra…
Después de enterrar al desafortunado que papi ha matado esta tarde, tenía miedo. Yo tengo nueve años, y pero sé que algún momento va venir la policía. Aunque la desafortunada de mi maestra, como que no tuvo pariente dolido, o solo era una suerte que a papi no lo ha venido a buscar, o interrogar por la maestra Debuscher, si ha venido hasta aquí… al mundo olvidado donde vivimos papá y yo.
Colocó un plato de judías en la mesa, y luego me ha dado, dos rebanadas de pan moreno. Cojo la cuchara y empiezo a comer. Él no tenía apetito o comería más tarde, frente del televisor, arreglaba una pieza de la camioneta.
El viejo James, daba la impresión de un padre normal, sin rollos mentales, sin ser un padre que duerme en la misma cama con su hijo, y que casi toda las noches lo posee como si fuese su mujer. James Aldren de cabello rubio, mira fijo la pieza que arregla, la luz del televisor le marca las líneas de expresión, la barba tupida está lánguida, sus labios rojos están medio abiertos, Josh lo mira desde la mesa… a pesar de todo, padre te quiero mucho.
Esa noche le dije a papi que me quitaría la ropa, para dormir sin nada. Él se queda mirando a mis ojos, y tengo miedo que haya dicho algo que lo moleste, prefiero al papi bueno y no al papi malo. Como si fuese costumbre, papi me dice; anda lavarte los dientes, y le hago caso, bajo al baño y cepillo mis dientes. Después de haber terminado, cierro la puerta de la despensa y al ver mi reflejo en el espejo detrás de mí, está la maestra con sus ojos vacuos. No grito, solo he brincado un poquito, ya me he acostumbrado un poco a su presencia repentina, esta vez me habla, o intenta decir algo… corre, corre…
Papi abre la puerta, y me pregunta con quien hablaba. Muevo la cabeza negando, desde su mirada cenital, muy serio me pregunta… ¿ha vuelto la maestra? Vuelvo a negar con la cabeza. Se acerca, y esta frente a mí, quedando yo a la altura de su entrepierna. Papi presiona mi cabeza contra su cosa grandota, la siento palpitar en mi cara y oigo el jadeo que brota de su boca. Baja la mirada de nuevo hacia mí y luego sale del baño diciéndome… quítate la ropa y vente a la cama.
Papi está acostado y tapado con la sabana, está desnudo porque su entrepierna hace carpa. Apago la luz y todo queda a oscura. Afuera el viento aúlla, y golpea las ramas a la ventana de la habitación. Me acuesto al lado de papi, bajo la sabana que mismo está debajo él. Me pongo de cucharita, esperando que me abrace, pero no lo hace. Sino que toca mi hombro y empuja hacia abajo. Yo entiendo y por debajo de la sabana busco su entrepierna, mi cachete izquierdo consigue la dureza de su miembro, empinado y curvamente brincando. Ladeo la cabeza y mi boquita recibe la cabeza, le doy una mamada como papi me ha enseñado. Chupo como helado y me quita la paleta de la boca, al mismo tiempo que suelta un suspiro, y luego de nuevo la mete completa en mi boca.
No deja de presionar, hasta que arqueo y mi ahogo. Con mi manito tocado el fiero, palpo lo ensalivado que he dejado el garrote de papi, le chupo de nuevo la cabecita y el con la mano me ahoga metiéndola toda en mi boca. Mi nariz roza los ensortijados pelos, y el aroma que desprende arranca de mi nariz un suspiro ardiente.
Mi cuerpo tiembla y cada vez que lo hago con papi, me gusta más y más. Ensimismando por el placer, recorro con mis labios el cuerpo grandote de papi, besando la ingle, oliendo su desnudes. Lamiendo su abdomen peludo y llegando a las tetillas. Cuando llego a su boca, me asusto, papi se ha vuelto hacia mí, me aprieta contra su cuerpo y luego de estar sobre él, ahora soy yo quien está bajo su peso. Mete su lengua en mi boca y besa desaforadamente, me llena de saliva toda la boca, luego besa mie cuello y yo abro las piernitas para mi papi, que ha puesto su erección en la entradita de mi culito. Que pide abriéndose incontrolablemente, ser penetrado por el coso de papi. Papá me aprieta y pone el pene en mi anito, empuja suavemente y jadeando y yo gimiendo, me ha penetrado hasta chocar su ingle en mis bolitas. Empina su cadera, y la polla de papi salta dentro de mí, abriendo más y más las paredes de mi anito, yo expulsando sin querer a papi le gusta y la empuja más adentro. Chillo y me besa a los labios, sujeta con sus manos mis muñecas y golpeando salvajemente pelvis contra mi cuerpito, papi me está cogiendo desenfrenadamente.
Arqueo mu cuerpo y gimo entre sus labios, papi suda y el sudor cae en mi frente. Siento el aliento ebrio, caliente y pausado, papi besa mi frente y pujando de placer, empina toda erección hasta al fondo de mi recto, y siento cuando me esta llenado de su leche, bañando las paredes de mi anito en ráfagas seguidas y abundante semen…
Al finalizar, papi se echa a un lado de la cama. Yo palpo mi culito abierto, siento el semen regado y lo caliente que ha dejado. Al subir la mirada, y veo hacia al frente de la habitación, frente a la cama está el señor que papi ha matado. Era un señor larguirucho, narizón y vestía un traje gris plomo, con corbata negra y un maletín en la mano. El señor era un vendedor de puerta en puerta y había dado en el clavo equivocado, porque papi lo ha matado…
El larguirucho había visto como papi me partía el culo. Tenía la mirada gacha, sus cejas se arqueaba como si tuviese dos pinzas estrilándole hacia la frente, su sonrisa está a igual que sus cejas, sonriendo hacia arriba. Una sonrisa de payaso muy tenebrosa.
Al bajar la mirada a su entrepierna, hacia carpa. Empinada una erección como una flecha recta. El desafortunado que papi había matado esa tarde, era vago. Eso lo supe al ver sus ojos profundos que mostraba sus actos…
Más que ser un vendedor, el larguirucho iba de casa en casa, sobre todo en los lugares más alejados. Conocía bien su oficio, mejor venderle a los montañeses ignorantes o grajeros con muchos hijos. O si tenía suerte, tocar la puerta de alguna casa, donde solo saliera un pequeño o pequeña solos, y así engatusarlos y meterse adentro para cogerlos y escapar de esos lugares olvidados.
Solo una vez logro hacer eso, y el viejo me lo demuestra en un sueño.
Hacía un calor enorme, el traje gris se le pegaba a la piel. Traía un puesto un sombrero blanco, pero igual sudaba, y a cada rato pasaba el pañuelo por la frente sudorosa. Esa vez tenía pensado dejarlo hasta ahí, igual no pensaba vender ese día caluroso, preguntándose qué granjero podía estar interesado por una aspiradora de tapis. La primera casa, una casa de dos piso, gris oscura, chirriante y abandonada. El frente simplemente estaba regado por escombro, un coche viejísimo y dañado aparcaba en el monte, y se veía que ha sido quemado hace mucho tiempo.
Owen pasa por la entrada de las cercas de tablas hincadas al suelo de tierra. Arquea una ceja y se pregunta, si acá vivirá alguien. Duda que alguien viva en esa casa tenebrosa. De solo imaginarla en invierno, le aterra y una brisita le corre por la espalda. Aun así, Owen sigue caminando y entra al pórtico, subiendo los escalones de madera, que con cada pisada crujían y hasta astillaban a romperse.
Iba a tocar la puerta, pero se detuvo. Esta casa está abandonada, fue lo que pensó, y pensaba robar algo de valor. Abrió la puerta principal, que apenas emitió un ruido en las bisagras oxidadas. Dentro de la casa, olía moho, a suciedad. El hogar en total abandono, cutre de piso y de paredes. Owen pensó que todo estaba como lo ha imaginado, lo único es que no ha visto nada de valor, pero aún debe ver hacia la cocina y a los espacios del segundo piso también. Claro todo esto si le daba tiempo, porque seguro que este deshabitado hogar, vivía un hombre solo. En el sofá frente al televisor, habían tazas de comidas, hace días ya usadas, que ha dejado ahí sin lavar ni llevar al fregadero, también hay piezas mecánicas, llenas de grasas y con herramientas usadas.
Al subir al segundo piso, Owen percibe un ruido. El ruido viene del ático, unos crujidos en el piso parquet, el movimiento de un peso tiene que ser, Owen sube la mirada y se pregunta qué hacer; probablemente sea el dueño, y lo saque a zancadas de la casa, quizás sea un pequeño encerrado >> y a Owen le zumba la polla, hasta erguirse y hacer carpa en la gabardina gris.
Avista la escalera que sube, y con el corazón latiéndole rápido, el vendedor de aspiradora para tapis, intuye que algo bueno va conseguir allá arriba. Da unos pasos inseguros, tratando que sus pies no hagan crujir la madera del piso.
Cada escalón que sube y el corazón le zumban en los oídos. La vista parece latirle y la emoción carcome sus nervios, con una febril intensión, la cara roja de Owen se quema de solo imaginar un poquito de acción.
Al empujar la puerta, de frente esta una pared con una moqueta de color verde oscuro. Seguido voltea hacia a la izquierda y de frente, al final del ático, una claraboya a la mitad de la pared, deja entrar vetas de luz solar. Alumbrando el acto, de un hombre alto, peludo y grueso, con las nalguitas expuestas de un pequeño de quizás unos cinco años, casi soñoliento el niño miraba sin mirar, aferrándose al parquet, mientras el hombre grueso, le daba toda su empinada polla, metida hasta al fondo del pequeño culito que la tragaba toda.
A Owen el corazón le acelero tan rápido que taquicardia le ha dado. La polla está a punto de reventarle el pantalón, queriendo salirle por la bragueta y unirse a esa acción.
Cada vez en cada embestida, el hombre levantaba la pompita del chico, atiborrándole toda esa empuñadura viril en el orificio ajado. La gutural voz del hombre, más bien como un rugido, rugió al extraño que estaba parado, mirándole hacer su ultrajo. Cuando Owen salió de ese atrapado sexual hirviente, despabiló los ojos y mira al hombre que gruñe como bestia, pero sin haber dejado afuera esa polla gruesa del apretado culito del niño. Lo mira y ruge con cada exhalación y ex pulsación de aire caliente.
Sigue, sigue, sigue, sigue… le dice Owen, estirando sus brazos como si tuviera a un toro bramado frente a él. Las pupilas del hombre estaban dilatadas, en pensamiento un tanto cuerdo de Owen; sabe que este hombre tiene un demonio adentro. Lo sabe, lo presiente pero aún sigue ahí de pie. Viendo como la bestia resopla, mueve la cadera hacia dentro, y luego saca completo. Deja ver ese garrote grueso y lleno de venas, había roto el anito del pequeño. Como acercándose a un león, lentamente Owen se llega hasta donde está el chico boca abajo, casi dormido, pero a sabiendas que el hombre le está cogiendo por el culo. Porque gime y sabe que hay dolor.
Owen ve desde su mirada cenital, como quien ve a un poso, desde allá lejos de la orilla. La polla le brinca casi rasgando la tela del pantalón, al ver ese rosado culito abierto, ultrajado por una polla recta y gruesa, que no ha dejado de latir en ningún momento.
El hombre que esta de rodilla, mira hacia arriba, arqueando una ceja superpoblada, rubia y brillante como el sol. Unos ojos negros, ocultando el iris verde, Owen sabe que ese hombre en su interior guarda un demonio. Un demonio que le sonríe, porque sabe toda su perversión. El hombre pela los dientes, entre la barba tupida en forma de candado, y Owen interpreta esa pela de dientes, como si le dijera el demonio… ¡aquí está tu suerte!
El hombre sobre el pequeño embiste la dura polla en el interior del niño. Este parece más dormido que despierto, pero de vez en cuando hace una mueca en su rostro dormido. El hombre golpetea la pelvis con pausadas arremetidas. Hunde todo el garrote y de adentro sale brilloso y latiendo.
Owen se queda atrapado de nuevo, y sin ver como lo hizo, con una sola mano, bajo el cierre de la bragueta y sale su erección apuntado con una dirección casi recta. Empuñada como una navaja, para a punto dar la estocada.
Owen masajea su polla con la mano, le lleva el prepucio hasta cubrir su glande, y luego lo jala hacia atrás. La cadera se le mueve solita, como si impulsara a penetrar. El hombre lo ha dejado de ver, esta con la mirada fija en las nalguitas del pequeño, viendo como su fiero sale entre ellas, y luego enterrándola completa, pegando sus vellos púbicos encrespados, a las lampiñas nalguitas del chico.
Cuando el hombre se queda afincado con todo el peso encima sobre el chico, enterrando toda esa gruesa polla en el ortito. Owen sabe que el hombre está acabando, llenándole la cavidad anal de pura leche, al pequeño acostado. El hombre rugue de nuevo, encorva el cuerpo y luego como un perro sube la cabeza y en posición de aullido, en vez aullar, jadea con los músculos tensos y la cara roja.
Owen veía como las venas en el cuello del hombre se iban relajando, al mismo tiempo que todo su cuerpo parece tomar una forma más pequeña. El hombre saca su miembro viril de hueco del chico, sale la polla blandida, pero aun gruesa, con el glande rojo y del orificio del pequeño, saliendo el semen de macho que ha descargado en ese pequeño muchacho.
No hacía falta tocar, con solo ver Owen sabía que eso estaba caliente, la entrada del upite del niño estaba hirviendo y enrojecida. A igual que la mirada de él, que de tanto ver fijo, sentía que el globo ocular se le escocia por los lados, y estaba a punto de quemárseles por completo sino aparataba la mirada.
El hombre se echó a un lado, levantó la vista hacia la claraboya, las vetas solares parecieron quemarle la mirada, y así como si nada, se desploma y cae dormido al lado del chico que es su hijo…
Con el hombre dormido, y el chico aun soñoliento, Owen se acerca con esa mirada de vendedor afanoso al pequeño boca abajo. Se direcciona detrás del pequeño, con las manos temblándole al llegarle a las nalguitas, al tocar esa piel tersa, Owen cierra los ojos y deja escapar un suspiro tembloroso. Abre los ojos y abre las nalguitas del chico, lleva los pulgares a la entrada del upite y siente el semen viscoso, también palpa la calentura que tiene el escocido culito del niño.
¿Desde cuándo no querías hacerlo? Se pregunta Owen. Seguido como apreciando cada milímetro de su perversidad, introduce el dedo índice en el huequito, que no hace mucho se ha cerrado completamente. Owen aprieta sus ojos, y tantea la temperatura hirviente que está por dentro el niño. Lo babosito que ha dejado su papi (porque supone que es el papi) cuando le acabado todo adentrito.
Acerca la nariz a la rajita, huele el olor del semen unido con el aroma del anito. Owen cierra los ojos y sin pensarlo pasa la lengua por la raja, saborea el sabor del semen, y más aún siente esa raja caliente. Owen mira de soslayo al hombre que está desplomado e inconsciente. Sabe que tiene tiempo, pero su polla está desesperada, brinca virilmente, ansiosa de hacer la misma hazaña que ha hecho el padre de este crio durmiente.
Owen lo voltea, le mira las bolitas y se las tocas. Ve al rostro del chico, y nota que de su boquita roja, está saliendo babas. Abriendo las piernas del pequeño, se mete entre ellas, y las hace poner encima de su regazo. Su polla erguida, blanca y de cabeza roja, queda a la par con la cosita y bolitas del chico. Owen acerca su boca a la del niño, lo besa torpemente, cierra los ojos y con una mano guiando su erección, la apunta a la entradita, y sin hacer mucho esfuerzo le abre todo el culito al chico. Golpea su pelvis contra las nalgas del pequeño, vuelve a sacar la polla y deja de besarlo en la boca. Abaja la mirada, y admira como su pene ancho y largo, se entierra en ese huequito del niño. Golpetea ferozmente, suda por la frente, golpetea de nuevo, coloca las manos en el pecho del pequeño, golpea de nuevo hasta al fondo la pelvis, y abriendo los ojos, Owen ve al techo y sin poder detenerlo, acaba intensamente adentro…
Pa…pi… ayuda…me –dice Josh. Y lanza mirada hacia su padre que duerme a su lado. Owen espabila los ojos, y sin saber lo que hace, porque es un cobarde, lanza una puñeta al rostro del pequeño. El chico grita e intenta salir debajo de Owen. Pero aun así este ha sacado su peor persona, su propio demonio se ha manifestado, y a toda costa agarra al pequeño e intenta apretarlo, pero el chico no se deja tan fácil, grita y pide auxilio a su padre, pero parece que nada, que james no despierta, y cuando el chico cree que será su final. Por gracia, James despierta, y como si hubieran molestado a una bestia de sus sueños, ruge como león y brinca sobre Owen, le laza puños en la cara, le dobla el tabique de la nariz, le rompe la comisura de la boca, y parece que va matar al hombre. Owen ve como esa fiera salvaje le está apiñando a punto de golpes, pero como por gracia también, se zafa de James y tropezando cae por la escalera, pero no se hace daño, sino que corre bajando del segundo piso.
Cuando James busca y agarra el rifle 30-06, y sale al pórtico, ya es porque Owen había dejado la casa, corriendo como coyote asustado.
Los ojos de James, dejaron de ser negros. La pupila se contrajo y el color verde de sus ojos, volvieron a brillar.
Despierto como si tuviese asfixiado, tomo bocanadas de aires en la oscuridad de la habitación. Veo hacia el fondo de la cama, y el larguirucho no está parado enfrente. En un momentico pienso sobre el sueño que he tenido, y sé que ese sueño se trataba de mí, mejor dicho el vendedor de aspiradora, hace años atrás había entrado a la casa y había hecho lo mismo que papi hizo conmigo.
Me acuerdo de papi, y volteo hacia atrás, para ver si sigue acostado conmigo. Al voltear veo que papi está sentado en la cama, dando la espalda. Veo su cabeza, y sé que papi no está conmigo. Debato en mi mente, si debo bajar con cuidadito de la cama o debo llamar a papi. Pero sé que cuando vaya a voltear, sus ojos ya no serán verdes, sino oscuros y no sé qué maldades me va hacer. Intento bajar con cuidado, pero ni siquiera he puesto el pie en el suelo, cuando papi voltea y me ve…
Sus ojos no eran negros, la verdad no vi sus ojos. Era imposible verlos, estaba a oscuras, pero si vi su sonrisa. Esa sonrisa que parece ser jaladas por par de ganchos anclados en los hoyuelos de sus mejillas. La sonrisa de papi era la sonrisa del vendedor, del que papi ha matado en la tarde…
¿Papi?
Y papi no dice nada…
Al brincar sobre mí, le cojo la ventaja y me esfumo al pasillo de los cuartos. No sé porque no baje y salgo de la casa, sino que subo al ático, cierro la puerta y a escondida de papi, me oculto entre unas cajas, y debajo de una mesa. Espero impaciente, y solo oigo los tumbos de las pisadas de papi, viene por mí, y me va matar, si es que resulta ser como las otras veces, que busca mi hoyito, para cogerme violentamente. Pero esta vez no, no voy a dejarlo, porque no es papi, es el vendedor, el que papi ha matado.
La puerta gruñe, y mi corazón zumba en mis oídos. Todos los vellos de mi cuerpo se erizan, y creo que mejor tengo que salir. Mejor no esconderme de papi, porque sino me va ir muy mal.
Se oyen pasos, el piso parquet rechina, y cuando siento una rata zarandear por mi espalda, me revuelco y casi grito sino por…
Shssss… con un dedo en los labios, mi maestra indica que no haga ruido.
Al girar la cabeza hacia atrás, le veo el hueco que ha dejado el rifle 30-06 en la cabeza de ella. Miro su cerebro pálido, la sangre y siento asco. Pero no tengo miedo, ella me va ayudar, así lo creo…
Abajo en la sala, se oye ruidos, cuando papi baja corriendo, la maestra Debuscher mira a mis ojos, y con el dedo me indica que salga del escondite. No sé porque lo hice, pero le hice caso y tras de ella fui bajando. La sigo y se detiene, sin dar la vuelta para mirarme, solo su mano derecha se regresa hacia mí indicando que espere. Papi sube de nuevo al segundo piso, y cuando creo que va a verme, el sigue hacia al fondo contrario y entra al último cuarto que esta hacia al frente de la casa. La maestra Debuscher, con el dedo me indica que la siga. Y así lo hago.
Baje con ella y me llevo hasta afuera de la casa. Cuando ya estaba hacia al lado de afuera de la cerca de tablas, la maestra me ve a los ojos, pero yo intento esquivarle la mirada. Detrás de ella, adentro de la casa, se oían alaridos, con dos voces diferentes papi gritaba y golpeaba las cosas estrepitosamente.
La maestra Debuscher afinca su mirada a la mía. Le sostengo la vista, y sin pronunciar ninguna palabra, ni tampoco una revelación, pero con tan solo verla, yo comprendí como iba salir de ahí. Que carretera iba agarrar, y con quien desconocido me iba a ir…
Así lo hice y así cumplió.
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