El sueño cumplido de un hijo
Muchos hombres recordarán su adolescencia identificándose con este relato, y quién sabe si muchas madres también..
Esta vez os cuento otra historia ajena, de las muchas que me llegan de los que se ponen en contacto conmigo para contarme sus experiencias y compartir estas maravillosas historias de sexo que tanto nos gustan a todos y que yo disfruto sirviéndolas a vosotros para que las disfrutéis igualmente.
En esta ocasión, un amigo de México D.F., compartió conmigo hace tiempo, la morbosa experiencia que tuvo con su madre, y que estoy segura de que les encantará a todas las madres que sé que me leen y a ellas va dedicada, porque siempre me están pidiendo historias como esta:
“”Cómo todos los chicos de mi edad, al llegar a la adolescencia, empecé a fijarme en las chicas, pero lo que más me turbaban eran las mujeres maduras, como mi madre o las de mis amigos, por lo que eran frecuentes las conversaciones entre nosotros hablando de mujeres, pero obviamente sin reconocernos que nos excitaba nuestra propia madre o la madre de algún amigo, aunque a veces se hiciera algún comentario sobre ellas.
En las revistas porno que circulaban en la época, un poco clandestinamente, podíamos ver a ese tipo de mujeres en todo su esplendor con unas tetazas impresionantes, unos culos que te volvían loco, con un coño cubierto de pelos, como se llevaban en esos tiempos, en medio de unos muslos que te hacían imaginar estando en medio de ellos, viendo como los hombres que las penetraban con esos penes que a mí me parecían maravillosos y que tanto me impresionaban, a pesar de intentar auto convencerme de que no me gustaban los hombres.
Estas revistas pasaban de mano en mano y algunas estaban ya manchadas de restos de semen, de las pajas que se irían haciendo con ellas, ya que recuerdo que el simple hecho de ver esas fotografías te hacían empalmarte al instante.
Realmente, para nuestros 12, 13 años, esas mujeres eran como un sueño para nosotros y se podría decir que nos estaban pervirtiendo en la salida de nuestra inocente niñez, provocando nuestras primeras masturbaciones, a la vez que yo mismo empezaba a fijarme cada vez más morbosamente en mi madre, por lo que intentaba ver cada centímetro de su piel, sus piernas o sus tetas en cualquier descuido de ella.
A causa de esto, en cuanto me iba a la cama por las noches, eran habituales mis pajas pensando en ella, imaginando como me la follaba entre gemidos de placer, no pudiendo evitar que mis abundantes corridas mancharan las sábanas, mi pijama o cualquier cosa que tocara con mis dedos llenos de semen, por lo que siempre tenía miedo de que mi madre, al día siguiente, me dijera algo, al ver esas manchas, pero nunca me decía nada, aunque si notaba sus miradas un poco avergonzada.
Con esa edad también, una noche, de pronto, fue cuando empecé a darme cuenta de los ruidos que salían de la habitación de mis padres, que estaba al lado de la mía, y que hasta ese momento me habían pasado desapercibidos, pero esas palabras entrecortadas, esos gemidos, suspiros o pequeños gritos, empezaron a alcanzar una dimensión nueva para mí, imaginando lo que estaría pasando en esa habitación, por los conocimientos y la información que había adquirido con las conversaciones entre los amigos, más las explícitas revistas que me iban pasando.
Algunas frases entrecortadas me ayudaban a intuir como mi padre estaba follando a mi madre, como ella le pedía que la diera más fuerte o más despacio, como mi padre le decía que se la metiera en la boca y se la chupara, e incluso, como mi madre en otras ocasione, la pedía en el culo también.
Yo escuchaba atento cada noche, completamente empalmado mientras me masturbaba incluso hasta dos veces seguidas, sin control por la excitación tan grande que me producía todo eso.
Mi curiosidad y mi atrevimiento me llevaron a salir de mi habitación para ponerme a escuchar detrás de la puerta de la suya, que estaba cerrada, intentando oir mejor todo lo que decían, interrumpido por el sonido de la cama al moverse, o de los muelles del colchón a cada embestida de mi padre sobre ella de una forma rítmica, acompañado de los gritos finales de mi padre al correrse y de mi madre al llegar al orgasmo, mientras yo me masturbaba escuchando todo eso.
Todo esto había descubierto un mundo nuevo para mí y durante el día no era capaz de pensar en otra cosa, cuando la veía a ella en casa, sin poder evitar imaginármela en esa situación, tumbada con las piernas abiertas bajo mi padre penetrándola, lo que procvocaba en mí incómodas erecciones inconscientes que trataba de disimular.
Una de esas noches, pasó algo que me llamó especialmente la atención, cuando escuché la siguiente conversación entre ellos:
—¡Anda!, déjalo, que no puedes ya.
—Un poco más, espera.
—Es que no la tienes dura, ¿no lo ves?
Y se hacía un silencio, por la frustración de mi padre, supongo, aunque roto poco después por las palabras de mi madre:
—No te preocupes, no pasa nada.
—¿Cómo no va a pasar? Ya no puedo darte gusto en la cama y vas a empezar a mirar a otros hombres.
—Eso no va a pasar. Me da igual, puedo correrme de otras maneras.
—Pero no es igual, bien lo sabes tú, que necesitas tener la pija dentro para correrte bien.
—Bueno, déjalo para otro día, que a lo mejor ya puedes más.
Y así fueron pasando varias noches, hasta que volvió a repetirse la misma situación, en la que ya noté un poco más enfadada a mi madre:
. —¡Bah!, quítate ya, es que no la siento dura.
—No sé qué me pasa, se me baja cuando la tengo metida.
—Bueno, será por la edad ya. A todos los hombres les pasa.
—A todos no —le contestó mi padre, sin querer resignarse..
—No les creas, Hay mucho fanfarrón, porque a mi sus mujeres me dicen que ya no rinden en la cama como antes y ellos siguen presumiendo por los bares.
— Pues tenemos que hacer algo. Yo no quiero que te vayas con otros hombres porque yo no pueda darte gusto.
—Ya te dije que no me voy a ir con nadie, no te preocupes. ¿Quién te crees que soy yo?
—Eso lo dices ahora, pero cuando empieces a tener ganas y yo no pueda satisfacerte, vas a pensar en otras pollas, que yo sé bien lo que las pasa a las mujeres a las que no atienden sus maridos.
—Oye, yo no soy una puta como otras, que sepas que a mí algunos hombres me lo han pedido y les he dicho que no, no como otras que me sé yo.
—Eso es porque hay mucha golfa que se abren de piernas con cualquiera.
—Si no puedes metérmela, puedes comerme el coño, que te gusta mucho y así me haces correrme también.
—Pero al final, por la calentura que te entra, siempre tienes ganas de que te la meta y yo ya no puedo como antes, pero creo que tengo la solución.
—¿Qué solución es esa?
—Que te folle tu hijo.
—¿Qué estás diciendo? ¿Estás loco?
—Mira, así no das que hablar, porque nadie se va a enterar.
—¿Pero cómo has pensado que yo me voy a abrir de piernas para mi hijo? Si es un crío todavía.
—Bueno, tiene 14 años ya y una buena polla, y está todo el día haciéndose pajas pensando en ti.
—¿Y cómo sabes tú eso?
—Porque a esa edad todos hacemos lo mismo, Nos pone nuestra madre y queremos follar con ella.
—¡Qué barbaridad! Sois todos iguales, no me lo puedo creer, que mi hijo se haga pajas pensando en mí.
—Te lo voy a traer aquí para que lo compruebes.
—¡No! por favor, has perdido la cabeza, esto es una locura.
—No me digas que alguna vez no has pensado en ello.
—Bueno, todas tenemos nuestras fantasías, pero sólo son eso, fantasías.
—Anda, que yo sé que lo estás deseando.
—¡Ay!, qué vergüenza, por favor.
Al oír esta conversación me entró un escalofrío por todo el cuerpo, no me podía creer lo que estaban diciendo; mi padre me iba a llevar a su habitación para que follara a mi madre.
Era verdad que mi padre era bastante mayor que mi madre, y que los hombres llegamos a una edad en que ya no podemos como cuando somos jóvenes, pero en ese momento, a esa edad, yo no las tenía muy claras esas cosas y como en tantas otras, las iría aprendiendo con el tiempo.
Me fui corriendo a mi habitación, esperando muy nervioso a que mi padre viniera a buscarme, pero algo debieron de hablar después, que no vino, y yo, muy excitado, tuve que hacerme otra paja imaginando esa situación, que no sabía cómo iba a afrontar.
Pero eso acabó sucediendo otro día, con un poco de sorpresa para mí, cuando mi padre entró en mi habitación, a media noche de un sábado en la que yo estaba ya medio dormido, para decirme que tenía que hacerle un favor, sin saber exactamente yo en ese momento a qué se refería:
—Verás, te va a parecer un poco raro esto, pero necesito que estés con tu madre, que te la folles como un hombre, porque yo no puedo ya.
Yo me quedé con los ojos abiertos, mirándole sin creerme lo que me estaba diciendo, a pesar de que les había oído hablar sobre ello, pero no acababa de asimilar que había llegado el momento que tantas veces había soñado y sólo acerté a decir:
—¿Pero mamá quiere eso también?
—Sí, ella lo está deseando, pero la da muchísima vergüenza, tienes que entenderlo, para ella es muy fuerte pensar en esto.
—Ya. Bueno, vale.
—Yo sé que te mueres de ganas de follártela tú también, que buenas pajas te estarás haciendo con ella. Anda, ven conmigo a la habitación.
Cuando entre en la habitación con mi padre, estaba la luz de la mesilla encendida y vi a mi madre tapada con las sábanas. Él la destapó y pude ver a mi madre desnuda, tapándose la cara con las manos, porque no se atrevía a mirarme.
Yo estaba bastante cohibido. Me impresionaba mucho ver a mi madre completamente desnuda frente a mí y no sabía qué hacer. Mi padre le abrió las piernas y me dijo:
—Mira qué coño tiene, ¿te gusta?
Yo asentí con la cabeza y él le apartó los pelos con los dedos, abriéndole la raja del coño para mostrarme su interior rojizo y húmedo, lo que provocó mi inmediata erección, recordandome a esas mujeres que veía en las revistas, pero esta vez era a mi madre a quien tenía ante mí, mostrándose de una forma espectacular.
—Toma, tócalo, métele los dedos, verás que rico lo tiene.
Empezando de forma dubitativa, por primera vez pude tocar el coño de mi madre, en realidad era el primer coño que tocaba y los nervios me hacían temblar. Mientras, ella no decía nada y se dejaba hacer, animándome mi padre a manosearle toda la vagina, las tetas y el resto de su cuerpo, a la vez que él lo hacía también para ponerla caliente y que se excitara conmigo:
—Métela mano por todos lados. A las mujeres tienes que calentarlas bien antes de follártelas.
El sueño de todo adolescente se estaba haciendo realidad. Tenía a mi madre delante de mí, a mi disposición, para disfrutar de ella sin ningún límite, tocándola por todas partes, apretando sus carnes con mis manos, su culo, atreviéndome a chuparle las tetas con esas grandes aureolas oscuras y sus gordos pezones que tanto me atraían.
Empecé a sentír como mi madre reacionaba a mis caricias y lametones. Se abría de piernas para que metiera mi polla entre ellas y me besaba en la boca metiéndome su lengua, mientras la notaba estremecerse y gemir más rápido, lo que me excitó a mí más también.
Mi padre nos miraba, animándome y diciéndome lo que tenía que hacer, mientras él también la tocaba para excitarla al máximo en esa situación tan morbosa para una mujer como es la de estar con dos hombres pendientes de ella, dándole placer.
En ese momento mi madre había perdido ya toda vergüenza y me decía palabras cariñosas y calientes a la vez, como cuanto deseaba que se la metiera y la hiciera gozar. Yo sentía su coño totalmente mojado y casi sin esfuerzo, empecé a meterle la polla sintiendo como si me la aspirara hacia su interior, apretándomela con sus labios vaginales para que no se saliera del coño, hasta provocarme los espasmos previos a la eyaculación, que acabé derramándole irremisiblemente en el interior del coño de mi madre, casi a los pocos segundos de habersela metido, lo que causó un largo suspiro en ella al sentir la corrida caliente dentro, aunque a ella no le había dado tiempo a correrse, pero como yo seguía con la polla dura, a pesar de la corrida, la seguí follando hasta que se acabó corriendo mientras me abrazaba muy fuerte sobre ella.
Saqué mi polla toda manchada con mi semen y sus flujos, y ella, toda golosa, se la metió en la boca para deleitarse saboreándola, disfrutando como nunca con las primeras lamidas de una mujer pasando su lengua por toda su extensión, llevándome al paraíso y haciendo que me corriera otra vez, esta vez, dentro de su boca.
Mi padre estaba muy contento viendo a mi madre feliz y yo todavía sin creerme completamente lo que había pasado, me dijeron que si quería quedarme a dormir con ellos, lo que acepté encantado, abrazado al cuerpo de mi madre desnuda hasta que me dormí.
A la mañana siguiente, me desperté con una tremenda erección, porque mi madre ya hacía rato que estaba jugando con mi pene y nuevamente me puse sobre ella para penetrarla, pero esta vez, mi madre prefirió ponerse encima de mí, para deleitarme con el espectáculo de ver sus tetas moverse sobre mi cara al ritmo de sus movimientos cabalgando sobre mi polla hasta que consiguió un nuevo orgasmo, esta vez, antes de que yo me volviera a correr, como señal de que ya iba acostumbrándome a tenerla dentro de su coño y a controlarme mejor.
Mi padre estaba sorprendido de la nueva fogosidad de su mujer, viéndola disfrutar del sexo como hacía tiempo que no recordaba, lo que a su vez, le llenó de satisfacción por haber acertado en la solución elegida para su “pequeño problema”.
Durante las siguientes noches, los días de diario, yo solía dormir en mi habitación, porque mis padres querían que durmiera bien para ir a las clases, pero todavía, muchas noches, yo les oía hablar mientras mi padre intentaba hacer alguna cosa con ella, lo que yo escuchaba con mi costumbre de escuchar detrás de la puerta y en una de esas noches escuché:
—¿Estás caliente hoy? —le preguntó mi pare a mi madre.
—Sí, no sabía que yo pudiera ser tan viciosa, pero tener a mi hijo en la cama, me vuelve loca y no puedo pensar en otra cosa.
—¿Quieres que te lo traiga?
—Sí, por favor, llámalo.
Nuevamente, mi padre volvió a mi habitación para llevarme con ellos y cuando entré en su habitación, ya estaba mi madre esperándome con las piernas abiertas para que me pusiera sobre ella y empezara el mete saca con la rapidez que ella me pedía para hacerla correrse y que yo pudiera disfrutar de algo no muy normal entre los chicos de mi edad, y que por supuesto, no podía comentar con ellos, que seguían con sus fantasías sobre las mujeres maduras que se follarían, pero se conformaban con hacerse pajas todas las noches, como hacía yo, antes de que mi madre me metiera en su cama.
Pero esta vez, fue algo diferente, porque mi padre cada vez se excitaba más viéndonos y pasó de mirarnos simplemente a participar también, porque su erección era evidente y mi madre le decía:
—Ven con nosotros, que polla más hermosa se te ha puesto y tan dura que no la recuerdo así, métemela en la boca, que quiero tener las dos pollas para mí.
Y mi padre, más excitado que nunca:
—Sí, toma las dos pollas para ti, disfrútalas como una puta.
Yo cuando veía el coño de mi madre todo abierto, me parecía enorme y me venía a la cabeza lo mucho que se dilataría, porque yo había nacido por ahí y suponía que podrán entrarle varias pollas a la vez en él, porque una vez acostumbrado a tenerla dentro de ella, sentía que a veces mi polla flotaba en el interior de su vagina, por lo que mi padre me dijo que se la metiéramos los a la vez, para que ella nos sintiera más.
Eso fue muy excitante para mí, porque a la vez que yo la tenía dentro del coño de mi madre, sentía la polla de mi padre al lado de la mía moviéndose y sintiéndola también hasta que nos corríamos los dos y cuando la sacábamos, a mi madre le encantaba juntar las dos pollas con una mano y chuparnos los restos de semen.
La habitación de mis padres se había convertido en una fiesta del vicio y dentro de un paroxismo total, que quebrantaba todas las normas sociales, podía pasar ya cualquier cosa, desde que mi padre y yo nos pusiéramos a chuparnos las pollas uno al otro, hasta que él me propusiera que yo se la metiera por el culo a mi madre y el por el coño, o al revés, haciéndole una doble penetración, algo con lo que mi madre nunca habría soñado.
Gracias a la solución que se le ocurrió, mi padre había recobrado su juventud con este sexo tan morboso y con lo que antes le costaba, ahora la podía mantener dura casi tanto tiempo como yo.
Unos días después, mi madre recibió la visita de una amiga en casa y durante la conversación, la amiga terminó diciéndole a mi madre:
—Te veo como diferente, como más joven con esa piel tan tersa y un brillo especial en los ojos.
—Qué cosas dices, Estoy como siempre, pero cada vez más vieja. Mira los años que tenemos ya, con nuestros hijos mayores.
—Esto que te noto, lo veo cuando alguna amiga se separa y se ponen a follar como locas con cualquiera. ¿Es que te has echado algún amante o algo así?
—¿Cómo dices eso? Ya sabes que soy incapaz de esas cosas. Yo sólo he estado con mi marido desde que me casé con él.
—No sé yo. Está claro que algo te pasa. Te veo muy rara, pero me alegro por ti, de que estés tan bien, jaja. Pero no pasa nada porque me lo digas, ya sabes que no soy nada cotilla y se guardar los secretos.
—Bueno, te voy a decir algo, porque eres mi amiga. Es verdad que tiene que ver algo con el sexo, aunque no lo que te piensas, pero no te puedo decir más, porque me muero de vergüenza y no sé cómo te lo tomarías.
—¡Uuy, uuy! lo que me estoy temiendo……. Tú hijo está creciendo mucho, ¿tiene que ver con eso?
—¿Cómo sabes que tiene que ver con mi hijo?
—Porque no hay más que verte, ¿qué te crees, que eres tú la única?
—¡Ay, por Dios! Es que ni sé cómo me he metido en esto. Me siento fatal, pero a la vez más caliente que nunca.
—No te preocupes, mujer, esto nos pasa a todas.
—¿Qué quieres decir?
—Muchas que tenemos hijos hemos pasado momentos así, cuando los vemos crecer y es normal que tengamos algunas tentaciones, por lo que acaban pasando cosas…….
—Sí que pasan cosas, jaja y esto me tiene loca.
—¿Pero qué ha pasado exactamente?
—Qué lo estoy haciendo con mi hijo.
—Pero….. ¿Todo, todo?
—Todo.
—¡Ay, amiga! Cuéntame…..
—Pues como a mi marido no se le ponía dura, me dijo que me follara nuestro hijo para que no le pusiera los cuernos con otro hombre, fíjate como son estos hombres, que locura.
—Sí, siempre a vueltas con su orgullo de machos. El mío es igual, no te creas, nuestros maridos ya tienen una edad y cuando no pueden, todo son disculpas.
—Así es, éste me trajo el crío a la habitación y ni te imaginas la vergüenza que pase. Él ahí parado, viéndome todo y yo ni me atrevía a mirarle, pero se me puso encima y ya empecé a calentarme. Le puse entre mis piernas y dejé que me la metiera. Esto en realidad siempre fue una de mis fantasías, pero nunca imaginé que llegara a realizarla.
—Todas las tenemos, amiga, y la cumple quien puede o se atreve. Y dime, empezó a darte gustito, ¿no?
—Sí, el pobre se corrió al momento, pero la seguía teniendo dura como si nada, una maravilla, vamos.
—A su edad no se cansan y es tremendo tenerlos entre las piernas. Yo me vengo una vez detrás de otra.
—¡Ah! ¿Pero tú lo has probado también?
—Sí, claro, ya sabes que mi marido se pasa la semana fuera por el trabajo y yo todas las noches dormía sola y así no podía seguir, así que empecé a meter a mi hijo en la cama conmigo.
—Claro, por eso te imaginaste lo mío entonces. ¿Y tú hija pequeña no ve a su hermano ir a tu habitación por las noches a dormir?
—No, porque él viene cuando ella está dormida ya. Además, aunque nos vea juntos, no tiene nada que decir, y aunque se lo diga a su padre, se tendrá que aguantar porque yo sé que mi marido se anda metiendo con ella también, así que ni se atreverá a decirme nada porque les armo una buena a los dos.
—¡Ah!, ya entiendo. Verías a tu marido meterle el dedo, como todos cuando tienen una rajita en casa. Bueno, así te salvas. Además tú marido tendría que estar contento de que no lo busques fuera de casa. Yo por lo menos tengo el permiso de mi marido y no tengo esos problemas.
—Pues claro. Y no se conforma sólo con el dedo, no te creas, que ella se abre también bien, para que se lo haga. Y tampoco pienses que mi marido está toda la semana fuera también a palo seco. Yo sé que anda con los compañeros de putas y creo que la hija de la dueña de la pensión donde se quedan, también le calienta la cama.
—No sé si será tan pequeña como tu hija, pero a los hombres con tal de tener donde meterla ya se conforman.
—Nosotros tenemos este pacto, yo no me meto en su vida y él no se mete en la mía. Así que tú disfruta de lo tuyo, como lo hago yo también.
—Menos mal que he hablado contigo de esto. Me quitas un peso de encima, porque por un lado me sentía la peor esposa por querer disfrutar de mi hijo en la cama y la peor madre por estar usándolo a él para mi placer.
—No digas tonterías, que él estará encantado también, como el mío, que está deseando de que lleguen los lunes para venirse conmigo por la noche.
—¡Oye!, nos tendríamos que ir las dos juntas con ellos unos días de vacaciones, las dos solas.
—Pues claro, este verano nos vamos unos días a mi casa de la playa con nuestros hijos y sin nuestros maridos que estarán trabajando y ya verás cómo nos lo pasamos.
—Por mi encantada. Ya tengo ganas de que llegue. Si te parece nos intercambiamos los hijos, que el tuyo se está poniendo muy guapo.
—O mejor, si quieres, dormimos todos juntos en la misma habitación y así nos lo pasamos genial todos juntos.
—Me estás poniendo los dientes largos, amiga, qué viciosas somos.
Y tal como lo planeamos, efectivamente ese verano, nos fuimos los cuatro juntos a la casa de la playa de la amiga de mi madre, que mandó a su hija a un campamento para que tuviéramos más intimidad y la semana que pasé allí fue de las mejores de mi vida, con dos mujeres impresionantes para disfrutar de ellas sin descanso, a la vez que también hacíamos cosas el hijo de ella y yo, que como yo, ya tenía experiencia en eso, aunque tuve que pervertirle un poco a él, a lo que también nos animaban nuestras madres porque las excitaba mucho vernos.
Esta situación duró varios años, hasta que me casé y me fui a vivir con mi mujer, ya que mientras éramos novios, yo todavía seguía con mi madre satisfaciéndola y después de casado, cuando nos veíamos, siempre encontrábamos un momento discreto para nosotros, en los que mi madre, a pesar de su edad, seguía disfrutando como nunca.””
Un relato potente que te embriaga de placer y al final se despierta algo de envidia, Verinicca es la J.K. Rowling del erotismo tabú. 👍
Que buen relato🥰