El viaje de placer de dos hermanos
Un viaje de trabajo para el hermano en compañía de su hermana se convierte en algo especial para ambos….
Anita es mi hermana más chica, ella en la actualidad tiene 25 años y yo, su hermano David, tengo 40. Hace unos años, cinco para ser precisos, hicimos un viaje por la Panamericana a Chiapas, México. Este viaje fue el que unió más nuestra confianza del que derivó la historia que relataré en esta ocasión.
Todo empezó a finales de octubre de 2012, yo me dedico al transporte personalizado en mi propio vehículo. Recorro todo el istmo Centroaméricano llevando y trayendo personas que buscan una forma más íntima de viajar. He llevado parejas en luna de Miel desde Guatemala hasta Costa Rica, transporté a dos mujeres que eran pareja de San Salvador a Managua y a un par de personas más en viajes largos por toda la región. Voy y vengo por la Panamericana y puedo decir que mi trabajo es divertido y bien remunerado. En esta ocasión, uno de mis clientes me pidió fuese a recogerlo a Tapachula, yo estaba en Managua llevando a una Señora con su hijo y me comprometí a recogerlo en la fecha que él estaría en Tapachula para llevarlo a San Salvador.
Emprendí el viaje de dos días y medio entre Managua y Tapachula. Durante el trayecto, recibí un mensaje de mi madre, preguntándome como y donde estaba, al saber ella de mi ruta de viaje me pidió pasara a su casa para algo rápido, que no me demoraba mucho. Igual pensé, tengo que trasnochar en algún lado y por qué no hacerlo en la casa de mi madre, igual me quedaba al paso y así indagaba con detalle que necesitaba mi vieja. Era jueves, y mi cliente me esperaba sábado en la mañana en la estación de autobuses de Tapachula, ási que tenía tiempo de sobra.
Al llegar a la casa de mi madre, me dio de comer, me dí una buena ducha y mientras cenábamos, me comentó que Anita estaba muy deprimida -cosas de mujeres, dijo ella. Anita bajó al comedor desaliñada, llorosa y en pijamas. Le pregunté la razón de su depresión y me respondió esquiva que no me interesaba. Mi madre me había pedido si podía llevarme a Anita en uno de mis viajes, le expliqué que la mayoría de clientes eran muy delicados, pero recordé que esta vez, la persona que transportaría era de mi confianza. Le planteé a las dos mujeres la posibilidad de llevarme a Anita a Tapachula, y mi madre alentaba a mi hermana a ir de viaje conmigo. Ella aceptó no muy convencida. A la mañana siguiente, bajó Anita aseada, con ropa cómoda, una pequeña mochila y de mejor ánimo. Desayunamos con mi madre para luego emprender el viaje desde San Salvador, hasta Tapachula. Cargamos combustible, revisamos el carro, llantas, refacción y nos metimos de lleno a la carretera. El viaje entre ambas ciudades se hace en un día entero, así que pernoctaríamos viernes en Chiapas y regresabamos sábado al destino de mi cliente.
El viaje fue fenomenal, ella feliz viajando por lugares que no conocía, paramos varias veces para comer e ir al baño, platicamos mucho sobre algunas cosas y al final del día, salimos de la Aduana Tecún Umán en Guatemala, para entrar a México. Una hora después llegamos a Tapachula, buscamos un hotel donde pernoctar, pero nos fue difícil hallar uno en esa cuidad llena de gente que va y viene. Cerca del parque central, encontramos uno, pero solamente tenían habitaciones con una sola cama. -Ni modo, le dije a Anita, es así o es así. Nos registramos, bajamos nuestras maletas y subimos a la habitación. Me duché, ella se duchó y salimos a dar una vuelta por la cuidad y buscar algo rico que comer. Encontramos una fonda cerca del ayuntamiento y nos dimos una comilona deliciosa. Me tomé un par de cervezas y Anita también. Ella salió un poco mareada del lugar y buscamos el hotel, ya que el viaje por lo menos para mí había sido agotador, y las chelas, como dicen los Mexicanos, hicieron su efecto dopante y me bajaron el sueño.
Ya en la habitación, Anita cayó como una piedra y se quedó dormida. Luego avisarle a mi madre que estábamos bien, y de confirmarle a mi cliente que estaba en Tapachula, él me respondió apenado que no podría llegar el día sábado, sino hasta el domingo por un contratiempo involuntario. Que no me preocupara y que mis gastos los sumara a los honorarios que le cobraría. Me acosté junto a Anita y me quedé dormido.
Desperté en medio de la madrugada ya que Anita estaba despierta desde hacía un rato y puso la TV.
-Perdóname David, no quise despertarte, pero se me fue el sueño y como no pude volver a dormirme prendí la tele.
-No hay problema, igual de todas maneras el viaje ha sufrido un cambio inesperado y nos vamos hasta el domingo. Así que puedo descansar mañana si quiero.
Con las luces apagadas, no había notado la desnudez de Anita. El titileo del televisor me hizo caer en cuenta que ella se había quitado la blusa y el sostén, dejado sus pechos al aire. Nunca la había visto desnuda y me deslumbró la perfección de sus tetas redondas y pezones oscuros. No pude ocultar mi atención a los senos de Anita, ella lo notó, y con toda naturalidad me confesó la razón de su depresión.
-Decime algo David y sé honesto. ¿Qué pensáis de mis pechos? ¿Son feos? ¿Son fofos? cogió mi mano derecha para que inspeccionara su teta derecha mientras me preguntaba mi punto de vista.
-Si me dejas prender la luz… al decir eso, ella se levantó, prendió la luz y pude ver con mayor detalle sus hermosos senos juveniles.
-Pues fofos no son Anita, feos no son, para nada feos. A mi criterio son hermosos, firmes y de un tamaño y forma que cualquier hombre enloquecería.
Volvió a coger mi mano y la volvió a colocar sobre su teta, y me insistía sobre si eran feos o fofos, o deformes, que su ex novio la dejó con la excusa que sus pechos eran feos y que no le gustaban. Yo con pena mantenía mi mano sobre su seno y obviamente se sentía muy bien. En afán de acabar con el lío de las tetas, le dije algo que fue el principio de una madrugada que no estaba en mi itinerario.
-Ya te dije varias veces que tensé unos pechos hermosos, firmes y perfectos, que cualquier hombre enloquecería al poseerlos… ¿qué tengo que hacer para que me creás? Mario es un pendejo, es un chavito que no sé por qué era tu novio. Decime que hay que hacer para sacarte esa idea errada que tenes de tus senos…
-Sos un hombre David, dijo ella. Sos un hombre y si decís que mis tetas son lindas y que cualquier hombre enloquecería con ellas, demostrámelo. Enloquece como hombre que sos.
-Pero… Anita, sos mi hermana, esto no es normal…
-¿Sos o no sos hombre? Demostradlo.
Al decir eso, quise retirar mi mano de su teta, pero ella cogió mi muñeca para impedir que retirara mi mano. A todo esto, yo ya tenía una leve erección; ella la notó. Puso su mano sobre la mía para que apretara su teta. Gimió un poco y se le erizó la piel. Con su otra mano me tomó por sorpresa y me haló del pelo hacia ella, me plantó un beso el que al principio no correspondí, pero era buena besadora y terminé devolviéndoselo. Soltó mi mano y cogió mi cabeza con ambas manos, dejó el beso y me insistió otra vez
– Decime David, ¿te gustan mi tetas? ¡decime que son lindas!
Ya con la calentura del beso, cogí ambas tetas con mis manos, se las estrujé y la volví a besar, le mordí los labios y luego le hice un chupetón en el cuello; bajé a su escote y pasé mi lengua por él de arriba hacia abajo mientras mantenía mis manos sobre sus tetas y le chupé una teta y luego la otra…
-¿Responde todo eso a tus preguntas?
-¡Siiii! y me encanta lo que les has hecho. ¡quiero más! Comete mis tetas, ¡necesito un hombre de verdad que sepa lo que son un par de tetas!
Sus palabras, el estrujar y chupar sus tetas y los besos, terminaron de calentarme. No me contuve, volví a besar a Anita como enajenado, le estrujaba las tetas, se las lamía, chupaba y mordisqueaba sus pezones…
-Me encantas tus tetas, son perfectas, son las más ricas que me he comido en mi vida!!!
Mientras le decía eso, cogí su mano y la puse sobre mi bóxer, ella palpó mi falo sobre él y luego lo apretó con suavidad, me hizo una mirada quemadora, volvió a besarme y mientras nos tocábamos, la empujé hacia la cama, le abrí las piernas para quedar sobre ella y rozarle mi falo sobre su tanga. Estaba muy excitada, se notaba en la mancha de su tanga…
-¡Poséeme David! ¡Quítame la tristeza!, me decía Anita mientras le estregaba mi verga sobre la tanga. Yo seguía entregado al placer de sus tetas, se las besaba, le lamía su hermoso escote.
-Te deseo David, necesito una verga dentro mío, ¡cógeme sin piedad!
-Me tenéis prendido Anita, le dije; ¿no te importa que sea tu hermano?, pregunté.
-No me importa en absoluto, siempre quise esto contigo. Hazme tuya, cogeme, ¡haceme conocer el cielo!
Me incorporé, busqué mis pantalones, pues iría a buscar una farmacia y traer unos condones, ya saben en estos casos uno no va preparado y no quería terminar embarazando a mi propia hermana…
-¿Qué haces David, a donde piensas ir?
-No pues, por unos condones, no queremos un embarazo…
-Tranquilo, desde hace meses me cuido, no te preocupes por eso. ¡Ven!
Volví a besarla, de los labios al ombligo, luego sus muslos y las comisuras de sus piernas. Hice a un lado su tanguita y procedí a comerle la concha con el ímpetu de un naufrago; dedos, lengua y labios atacaron sin piedad esa concha mojada y deseosa de placer. Su sexo era delicioso, labios grandes, clítoris erecto, y una cuevita poco y mal explorada. Cogí su tanga y se la quité, abrí sus piernas, coloqué la cabeza de mi pija sobre su clítoris, le dí un par de golpes y Anita chilló de placer. Se lo acaricié pasando mi vega sobre él y luego, despacio entré a su rica cuevita.
-Ahhhhhhhh! que apretadita la tenés Anita. Se siente muy bieeeeen!
-Es mi segunda vez, dijo ella entre gemidos. Duele un poco David, pero me gusta, es grande y gruesa. Ahhhhhh!! más, dame más, metela, me gusta, uhhhhh!
Era toda una delicia la cogida que le daba a mi hermana Anita, ella se corría una y otra vez, apretaba las sábanas con las manos y se retorcía de placer. Dejé de penetrarla por un momento y volví a comerle la concha, le metí dos dedos en su dilatada vagina mientras le destrozaba el clítoris con la lengua… ella gemía y chillaba desquiciada por el placer no conocido aún. Retiró mi cara de su pubis, me pidió recostarme y se sentó sobre mí. Procedió lento a jugar con mi verga estregando su sexo sobre él. Yo me daba gusto estrujando sus tetas, le acariciaba el vientre, y le metí luego un dedo en la boca. Ella entendió la indirecta, dejó su posición, sin antes besarme y decirme al oído que si quería que me comiera la pija…
-Me encantaría, le dije. Besó mi pecho, luego mi panza y el ombligo. Me halaba los pelos del pecho y bajó a mi ingle con la lengua; lamió mis bolas, el escroto, la base del pene y me tuvo así por un rato. Yo moría de placer. Besó mi verga desde la base hasta el glande y la introdujo en su boca. Con la lengua estimulaba el frenillo para luego meterla toda en su boca. Mamaba pija como una profesional. Dejó mi pija y volvió a cabalgarme, introduciéndola de una vez en su mojada vagina. La metió toda y se quedó con los ojos trabados por un momento y siguió moviendo sus caderas hasta encontrar el ritmo que ella le dio más placer.
-Que rica estás Anita, me encanta como se siente estar dentro de tu tortita. Seguí, muévete así, está divino!
Ella no decía nada, sólo gemía y jadeaba por el placer que ella misma se daba con la penetración y el placer que le daban mis manos a sus tetas, tenía la piel erizada, señal de los varios orgasmos que se auto producía. La dejé darse gusto ya que me daba mucho placer a mí sus movimientos y ver su cara llena de lujuria y su conchita me decía lo mismo con los chorros de flujo que bajaban por mis bolas.
Tras un rato y varios orgasmos, se desplomó sobre mí, siempre con mi verga dentro suyo, me besó y me expresó lo divino que había sentido pero que no podía más, que sus piernas no respondían, le temblaban, que si la dejaba coger un poco de aire. Yo aún estaba lejos de correrme; me hinqué a su lado y comencé a hacerme una paja mientras le estrujaba las tetas y le sobaba el coño. A medida sentía cerca el momento de correrme, ella vio mi cara, me agarra los huevos y me pide correrme en sus tetas. En ese momento me ubiqué sobre su torso, le pedí apretara sus tetas con sus brazos, para poder hacerme una turca con sus duros pechos. Un par de veces froté mi falo entre ellos cuando solté con fuerza toda mi leche, en su escote, mentón, frente y labios. Me tumbé a su lado jadeante y exhausto. Ella aún untada de mi semen, bajó a mi pelvis y se metió mi pija medio erecta en la boca, la chupó divino, la besó cariñosamente y volvió a mi lado recostada sobre mi brazo. Nos quedamos plácidamente dormidos.
Amanecimos al medio día del sábado, desnudos. Le dí un beso y le pregunté sobre la noche anterior, ella respondió con una gran sonrisa que había sido algo muy intenso, que había sentido muchas cosas ricas y que le había encantado verme correr sobre sus tetas. Nos duchamos y salimos del hotel a buscar algo que comer, sin antes avisar en la recepción que pernoctaríamos una noche más. La chica de la recepción me recomendó un lugar para comer muy bueno a pocas cuadras del hotel y dispusimos ir.
Anita era otra mujer, andaba feliz por las calles de una ciudad que no conocía, anclada a mi brazo. Almorzamos hasta la saciedad, deliciosa comida Mexicana; dimos un par de vueltas por el centro de la cuidad, y al final de la tarde volvimos al hotel.
Ya en la habitación, me recosté a ver tele un rato, mientras Anita conversaba por WhatsApp, que la estaba pasando de maravilla conmigo, que se había divertido mucho y que su depresión era historia. Mi cliente me confirmó que estaría el domingo a las 7 de la mañana en la estación. Anita se acurrucó a mi lado a ver la tele; ella se había cambiado de ropa y se había quedado solo con una camiseta y su tanga.
-¿Te sentís mal por lo que hicimos anoche?, preguntó Anita.
-Pues no, no del todo Anita, le respondí.
-Yo me siento feliz, disfruté mucho, me siento flotar y honestamente, quisiera repetir, me dijo con una mirada picarona.
No le respondí con palabras, le apreté una teta sobre su camiseta y nos fundimos en un beso apasionado, nos despojamos de toda ropa quedando desnudos. Bajé a sus tetas, para mamarlas, chupar sus pezones, estrujarlas y besarlas mientras ella me halaba el pelo y me despeinaba al gemir con mis caricias. Cuando iba hacia su sexo, me interrumpió con una pregunta.
-Lindo, sabes que es el 69?
-Claro que sí, ¿queréis probarlo? Tomé mi celular y busqué una imagen para que ella se hiciera una idea. La vio e inmediatamente imitó la postura de la mujer sobre el hombre de la imagen.
-El 69 es un te la chupo mientras me la chupas, dijo al momento que se metió mi verga a la boca. Yo tenía su culo y su concha en la cara, le di una nalgada con mis dos manos, le abrí las nalgas y me zambullí entre sus carnes a disfrutar de su coño y su culo, el cual estimulaba con la lengua haciendo círculos mientras con la mano le destrozaba el clítoris. Ella dejaba de comerme la pija para suspirar, gemir o decir cuan rico sentía todo lo que le hacía.
-Me gusta tu trasero Anita, me excita la idea de penetrarlo.
-Mejor por la vía tradicional, me gustó mucho lo que sentí ayer, y quiero repetirlo.
-¿Me dejarás correrme dentro tuyo entonces?
-Me encantaría lindo, el culo será tuyo, pero no esta vez. Te lo prometo!
Sus palabras me pusieron a mil, le pedí que se quedara en cuatro, pasé la punta de mi verga sobre su ano varias veces, y luego sobre su concha, la unté con sus fluidos y la penetré despacio, con un mete-saca dulce mientras con el pulgar jugaba con su culito. Al notar el placer en ella, aumenté el ritmo de mi penetración, ella alzó las caderas y pude aferrarme a ellas para aumentar la fuerza de mis embestidas y darle placer. Ella gritaba, gemía, pedía más, chillaba y decía palabrotas mientras le destrozaba la concha con mi cogida. Se tumbó rendida ante sus orgasmos y yo quería más. Le pedí se acostara de lado, puse una de sus piernas entre las mías y la otra sobre mi hombro y continué bombeando pija dentro suyo. Tomé su mano y le pedí se tocara para mí mientras la penetraba, ella temblaba de placer, yo aceleré el ritmo de mi penetración hasta que llegué al clímax y derramé mi leche, parte sobre su clítoris y parte adentro. Con la punta de mi verga recogí la corrida que dejé sobre ella y la llevé despacio hacia dentro de su vagina, seguí entrando y saliendo hasta que perdí la erección; me tumbé sobre ella, le besé los pechos y luego los labios para susurrarle cuan buena era en la cama, que nunca se sintiera mal si un hombre le decía tonterías y que la quería mucho.
-Esto que pasó entre nosotros, debe ser nuestro secreto. Insistí a Anita, mientras ella acariciaba mi pecho
-¿Te gustaría que fuésemos amantes? ¿No te gustaría que yo fuera tu mujer? Yo no quiero volver a tener que ver con chavos que no saben lo que tienen enfrente.
-Para el mundo lo nuestro, lo que ha pasado en este cuarto, es de escándalo. Pero sí, me gustaría repetirlo. Además tu prometiste…
-Será tuyo, no comas ansias.
Dijo eso e inmediatamente bajó a buscar mi falo flácido. Así lo introdujo en su boca y con la lengua volvió a estimulare hasta que estuvo erecto de nuevo.
-¡Quiero más Daniel mi amor!
Se subió sobre mi pelvis y cabalgó mi sexo de una manera desesperada, yo le apretaba las caderas mientras ella hacía un vaivén delicioso con ellas, se apretaba las tetas, mordía sus labios, ambos gemíamos y jadeábamos por el placer mutuo que nos dábamos hasta que me hizo correrme de nuevo, llenando otra vez con mi leche su apretada vagina. Exhaustos y satisfechos nos dejamos caer juntos sobre la cama desordenada. Le di un beso tierno a Anita, le susurré un «gracias amor, te amo», ella respondió con un «te amo bebé» y nos quedamos dormidos juntos bien abrazados.
Me desperté muy temprano, me duché y fui a la terminal de autobuses dejando a Anita dormida mientras averiguaba sobre mi cliente. El llegaba en el autobús de las 7 AM. Regresé con dos tazas de café y dos sándwiches que compré en un OXXO, desperté a mi hermana amante, le ofrecí el café y el emparedado. Comimos, se duchó y cambió. Dejamos el hotel, fuimos a recoger puntual a mi cliente y emprendimos el regreso por la Panamericana hasta nuestro destino. Al final del día, pasé a dejar a Anita a casa de mi madre. Esta feliz de ver a su hija cambiada, radiante, alegre y con un montón de historias que contarle a nuestra vieja. Antes de retirarme e ir a mi departamento, Anita me dijo con su mirada picarona,
-David querido, ¿Cuándo me llevarás de nuevo de viaje contigo?
A mi me paso algo parecido con mi hermana, tomamos muchas copas y acabamos comiendo, ella tenía 21 años y estaba bien chichóna, lo hicimos como 3 veces, siempre con copas adentro que recuerdos