Elliot y el Abuelo (2)
«… ya verás todo los maravillosos momentos que juntos vamos a tener… no te imaginas las cosas ricas y deliciosas que haremos a partir de ahora.».
El televisor se encendió y en la pantalla plana apareció una imagen detenida, mi abuelito elevó el control remoto para dejar rodar el video.
Era dos personas, un hombre mayor como mi abuelito y un niño un poco más grande que yo. Ambos se hallaban completamente desnudos y acostados en una cama, así como nosotros dos estábamos en ese momento. El hombre mayor se encontraba sobre el cuerpo del niño y lo besaba por todo el rostro, hasta que se detuvo sobre sus labios y comenzó a chuparle los labios. El volumen del televisor estaba muy alto y se podía escuchar los sonidos que sus bocas producían cuando ambos se succionaban los labios y la lengua, porque el chico también lamía y succionaba la lengua del anciano.
Aquella imagen me impactó y llamó mucho la atención ya que era primera vez que veía a dos hombres besarse de aquella manera. Anteriormente había visto besándose a mis padres infinidades de veces, así como también observé besarse a chicos y chicas que decían ser novios, pero ¿Dos hombres? Eso sí que nunca lo había visto.
Mis pequeños ojitos azules se encontraban atento a la imagen, curioso detallaba muy bien cada movimiento que ambas bocas hacían. El anciano abría la grande boca abarcando por completo los pequeños labios del chico, al mismo tiempo que se veía introducía la lengua en el interior de la boca del niño y éste se la chupaba de una manera que parecía gustarle, como si de ese pedazo de carne ensalivado estuviera sacando el más delicioso dulce.
En ese momento, mi abuelito detuvo la película.
— ¿Te fijaste bien lo que ambos están haciendo? —me preguntó y noté que su voz se escuchaba más ronca de la que la tenía y sus ojos azules brillaban de una manera muy extraña.
—Sí, abuelito. Ellos se están besando, pero no entiendo porque ellos son hombres y tengo entendido que los hombres no se besan de esa manera. Bueno, eso era lo que mi papá me decía… ¿Por qué lo hacen? —quise saber queriendo que me despejara las dudas que en ese momento mi pequeño cerebro tenía.
—Bien, te explico. Cuando tu padre te dijo que los hombres no se besan de esa manera, se estaba refiriendo a los hombres que no son pareja. En cambio los hombres que sí se besan son aquellos que ya tienen una relación como ellos —explicó señalando la imagen detenida en el televisor del viejo y el chico que se besaban—o ya están casados como nosotros. Bebé, quiero que sepas que las parejas de hombres que son novios o se casan son llamados pareja homosexual, que vienen a ser personas del mismo sexo que se aman.
—Mi papá y mi mamá no eran del mismo sexo y ellos se amaban y también estaban casados —lo interrumpí trayendo a mi cerebro los muchos recuerdos de ellos, sintiéndome más confundido.
—Existen muchos tipos de parejas, mi bebé. Tus padres eran una pareja heterosexual, dos personas de sexo distintos que se casan y se aman. Mira, como te dije anteriormente cuando seas más grande te lo explicaré mucho mejor para que puedas entenderme, por ahora solo debes tener claro que dos personas del mismo sexo como tú y yo pueden besarse y amarse, sin ningún problema. Por eso es que ellos —señaló de nuevo la imagen detenida en la pantalla, yo la miré—, lo hacen tranquilamente porque se aman y están casados. Las personas del mismo sexo se besan cuando comparten un mismo sentimiento, cuando los une un amor muy grande; así como el que nos une a nosotros. Y ahora que nos hemos casados, que somos esposos, podemos demostrarnos el amor que sentimos con besos y caricias todo el tiempo que queramos.
Él me miró sonriendo y con su regordete dedo me tocó suavemente mis labios.
—Tú podrás besarme de la manera como el chico besa a ese hombre mayor porque ahora eres mi esposo y yo soy tú esposo, tenemos todo el derecho de hacerlo donde queramos ¡Claro! solo si nos encontramos en un lugar donde nadie nos puedan ver o estemos dentro de la casa. Recuerda la regla que de ahora en adelante debemos guardar: “nadie debe saber que nos casamos y de las cosas que hacemos cuando estamos juntos” —yo moví la cabeza afirmando en silencio—. Debes saber que el hombre y el niño que vemos en ese video ya se casaron anteriormente y viven juntos disfrutando de su amor ¿Si entiendes eso?
Yo volví afirmar en silencio, aunque en el fondo seguía confundido
—Bien, cuando deje continuar la película te darás cuenta que ellos son dos personas como tú y yo. Observarás que ambos andan desnudos por toda la casa, duermen juntos demostrándose lo mucho que se aman con sus besos y caricias —mi abuelito me tomó de la mano y la entrelazó con la suya llevándosela a los labios para darle un beso, haciéndome cosquillas con los pelos de sus gruesos bigotes.
Sonreí cerrando los ojos ante las cosquillas, pero de pronto una duda invadió mi cerebro haciendo que arrugara mi frente. Mi abuelito lo notó y me preguntó qué me sucedía. Yo le respondí:
—Pero hay un problema, abuelito… yo no sé besar de la manera que ese niño besa a su abuelo.
Mi abuelito sonrió enseñándome todos sus dientes. En ese momento me tomó por los brazos para alzarme y colocarme ahorcajadas entre sus piernas, sobre su abultado vientre. Al acomodarme, de inmediato noté que su grande polla quedó entre nuestros cuerpos y pude sentir aquel trozo de carne dura como el hierro y muy caliente sobre mi vientre y noté que mi pequeño pene se veía tan chiquitito comparado con la inmensidad del suyo.
—Ese problema lo resolveremos ahora mismo, pero antes de enseñarte a besar quiero que corrijamos ahora mismo la manera de llamarnos. Quiero que de ahora en adelante cuando nos encontremos solos, tú me dirás papi, como ya somos esposos cada vez que te vayas a dirigir a mí esa será la forma como me llames. Mientras estemos solos no seremos ni el abuelo ni el nieto, seremos simplemente los esposos, en cambio cuando estemos en presencia de otras personas allí sí me dirás abuelito y yo me referiré a ti como mi nieto ¿Entendido? —de nuevo afirmé porque eso si lo entendí clarito— Bien, ahora te explicaré sobre los besos. Si no sabes besar quiero que sepas que eso no es ningún problema, mi bebe hermoso, porque yo te voy a enseñar hacerlo —dijo sonriendo, soltando un suspiro hondo, pasando un mechón de mi rubio cabello detrás de mí orejita.
—Como ya soy tu esposo y soy el que sabe muchas cosas y tú eres el esposo que no sabe nada, de ahora en adelante seré el que te enseñará todo lo que necesites aprender para mantenernos felices en nuestro matrimonio. Seremos una pareja de esposos felices, ya lo veras. Te enseñaré tantas cosas que te sentirás muy feliz, mi bebé. Conmigo aprenderás cosas que serán divertidas y sobre todo muy ricas, y tú tienes que poner el empeño de aprenderlas rápido para hacerme feliz, debes tratar de estar dispuesto en aprender todo para complacerme y dejarme satisfecho porque esa será tu misión; hacer que yo siempre esté completamente satisfecho. Y vuelvo y lo repito, debes recordar que nada, absolutamente nada de lo que hagamos aquí lo debe saber otra persona —esas últimas palabras las volvió a repetir observándome muy serio y yo le devolví la mirada igual, con atención para que se diera cuenta que a pesar de ser tan pequeño había entendido muy claramente esa advertencia que parecía era muy importante para nosotros.
Mi abuelito me sonrió y yo le correspondí sintiendo como sus ásperas y gruesas manos rozaron mis mejillas, para luego posar uno de sus grandes dedos sobre mis labios acariciándolos suavemente. Lo vi morderse y saborearse los labios.
—Muy bien, mi bebé, anteriormente ya nos hemos besado, pero no de la manera como lo han hecho ellos, así que ha llegado el momento donde te daré tu primer beso como mi esposo. Esos besos que de ahora en adelante quiero darte en todo momento y que tú me des cuando tú quieras —dijo soltando un espeso suspiro entrecortado. Lamiéndose los labios, como saboreándoselos—. No sabes lo feliz que me siento saber que soy yo el primer hombre que besará tus hermosos y carnosos labios. Te voy a besar, bebé… Si… nos besaremos mucho, mucho… hasta que aprendas hacerlo —murmuró con voz muy ronca.
De pronto sentí que mi corazoncito comenzó a latir fuerte sin saber en realidad porqué.
Vi que mi abuelo encerró mi rostro entre sus grandes manos y se acercó a mí poco a poco. Despacio comenzó a rozar su grande y gruesa boca con la mía, dándome pequeños y suaves piquitos. Yo respiraba entrecortado, asustado.
—Relájate, bebé —susurró ronco al alejar su cara de la mía—, solo abre la boca y dame tu lengua. Yo haré lo demás y tú aprende porque después quiero que me beses igual, quiero que me beses mucho… quiero sentir tus labios en mi boca todo el tiempo. Además, recuerda que somos esposos y los besos son normales en los esposos —terminó al acercarse a mí, esta vez abrió su enorme boca cuando se posó en la mía.
Cuando sentí aquella boca humedecida sobre la piel de mis labios, sentí una sensación extraña recorrer todo mi cuerpecito. Vi a mi abuelo cerrar los ojos al tiempo que dejaba escapar un gran suspiro, de inmediato comenzó a chuparme los labios, pero despacio, muy suavecito, succionando mis labios en conjuntos de la misma manera que un recién nacido succiona la teta de su mamá. De inmediato me di cuenta que increíblemente eso me gustó. Por instinto yo también cerré los ojos y sin darme cuenta noté que comencé a disfrutar de esa sensación que me producía esas chupadas, así como también me gustaba el roce de su bigote en mi piel.
Mi abuelo lamía mis labios con su rigorosa lengua y luego abarcaba con su boca bien abierta toda la mía, para volver a succionarme. Y yo sentía que con cada lamida y chupetón, mi pequeño cuerpecito se sacudía, encontrando todas esas sensaciones sentidas muy agradables. Así pasaron varios minutos donde mi abuelo repitió esa acción varias veces, hasta que soltó mis labios -que ya los sentía hinchados- y respirando agitado me dijo con la voz mucho más ronca:
—Dame tu lengua, mi amor.
Al sentir mis labios liberados, me pasé la lengua por ellos sintiéndolos llenos de su saliva saboreando la humedad que en ellos había y descubrí que no me desagradaba aquel sabor. Obedeciendo su orden de inmediato, saqué mi lengua, en ese momento recordé la manera como el chico de la película lo hacía para ofrecérsela al abuelo que tenía sobre él e hice exactamente lo mismo.
Mi abuelo al ver mi pequeña y rosada lengua salir de mi boca, los ojos les brillaron y me dio la impresión de que el gesto que se dibujó en su rostro, fue como si hubiera visto en ese pedacito de carne rosada el más rico dulce porque de inmediato me agarró por el cuello y casi que se traga toda mi lengua. Comenzó a succionármela con desesperación haciéndome sentir un poco de dolor debajo de mi lengua, sin embargo; me di cuenta que chuparme de esa manera un poco ruda también me gustaba. El que me besara fuerte y succionara mi lengua de aquella manera, hacía que dentro de mí se removiera algo que no sabía qué era, sobre todo en mi pequeño pene que comencé a sentir que se endurecía como una roca.
Mientras mi abuelo se comía mi boca y mi lengua, sus manos me acariciaban el cabello, la espalda, los brazos y las nalgas. Cuando sus manos se detuvieron en mis nalgas, sentí que las apretaba con fuerzas hundiendo sus grandes dedos en mi carne al tiempo que presionaba mi vientre contra la dureza de su pene… y yo sentía que esas caricias me estremecían erizándome la piel. Me gustaba, sí, todo lo que él me estaba enseñando y haciendo, me gustaba mucho. Entonces supe que todo lo que me había dicho era verdad.
Así permanecimos por un largo rato, donde la boca de mi abuelo no se cansó de chuparme los labios y la lengua, donde su rigorosa lengua se introducía en el interior de mi boca incitándome hacer lo mismo. Al principio lo hice con dudas y con miedo, pero después al descubrir que también me gustaba chupar su lengua, sus labios y hasta los pelos de su bigote, comencé hacerlo olvidándome del temor y las dudas que llegué a sentir al principio. Besando y chupando los labios y lengua de mi abuelito, descubrí que a él también le gustaba como yo lo hacía porque me apretaba con fuerzas y sentía que su cuerpo temblaba.
Cuando mi abuelo decidió finalizar con los besos, se apartó de mí con la respiración muy agitada y luego me abrazó muy fuerte. Soltó un profundo suspiro diciéndome en el oído con voz muy ronca, que me amaba mucho al mismo tiempo que apretaba con fuerza mi vientre contra su endurecida y caliente polla. Sus caderas se movían de arriba abajo lentamente.
— ¡Dios, bebé! Me encantan tus besos. Me gustan tus labios, tu boca y tu lengua. Te felicito porque me has demostrado que serás un buen alumno —comentó sonriendo satisfecho y besándome la mejilla, sus palabras me hicieron sentir orgulloso de mi mismo. Mi abuelo me tomó por la cintura y me bajó de sus piernas para sentarme a su lado, y se acostó cuan largo era sobre el colchón. Mis ojos de inmediato se clavaron en su pene que lo tenía endurecido y parado completamente. Vi que él se rodeaba aquel grueso tronco con una de sus manos, apretándoselo y moviéndolo para arriba y para abajo—. Mira como me pones de duro, mi bebé. Solo con tus besos me has excitado tanto que me paraste la polla —mientras se la apretaba noté que de la punta de aquel morado prepucio salía una gota grande cristalina.
— ¿Qué es eso, abuelito? —le pregunté curioso.
—A eso se le llama líquido pre-seminal, algo que todos los hombre expulsamos cuando nos sentimos excitados, cuando nos besamos y nos tocamos de la manera como lo hemos. También quiero que sepas que es algo que se puede probar y es muy sabroso ¿Lo quieres comprobar?
Como todo lo que mi abuelito me estaba haciendo hasta ese momento me estaba gustando, rápidamente afirmé. Entonces muy sonriente lo vi pasar su dedo medio por la punta de su pene limpiando la grande gota cristalina que lo coronaba.
—Abre tu boquita y chúpame el dedo como si fuera un caramelo —me dijo con voz gruesa. De nuevo lo obedecí cerrando mis labios alrededor de aquel grueso dedo, chupándolo como él me ordenó, imaginándome que era un caramelo. Pude paladear aquel extraño sabor salado sintiéndolo sabroso en mi lengua. Mientras le chupaba el dedo vi como mi abuelo cerraba los ojos y abría la boca. Cuando sintió que dejé de succionar, abrió de nuevo los ojos y sonriendo complacido, me dijo—: De seguro serás un buen mamador.
De nuevo no le entendí, pero no me dio tiempo de preguntarle a qué se refería porque me indicó que volviera acostarme y al hacerlo, dejó correr de nuevo la película pidiéndome que de ahora en adelante tenía que prestarle más atención.
Y así lo hice.
El joven y el abuelo del video continuaron besándose y tocándose, luego el viejo se acostó junto al chico y los dos comenzaron a tocarse sus penes, haciendo que las dos pollas crecieran y se endurecieran, hasta que ambos comenzaron a botar por el huequito del pene un líquido espeso y blanco que increíblemente ambos tomaron con sus manos y se compartieron, saboreándolo muy gustosamente.
En ese momento mi abuelito de nuevo detuvo el video.
—Lo que ambos acaban de hacer se llama masturbarse y correrse —yo lo miré sintiéndome un poco agitado. Las imágenes que acababa de ver junto con los sonidos que hacían las bocas de los dos varones, extrañamente me tenían alterado—. Eso que acabas de ver será una práctica que tú y yo haremos muy común en nuestras vidas de ahora en adelante. Tú me masturbarás y yo haré lo mismo contigo, hasta que ambos nos corramos y luego compartiremos nuestros fluidos, de la misma manera que ellos nos los han demostrado. Verás que eso, también te encantará.
Yo simplemente moví mi cabeza afirmando.
—Bien, mi bebé, ahora quiero que en este momento juntos nos masturbemos—me pidió y sin esperar mi respuesta, mi abuelo rodeó con sus grandes y gordos dedos mi pequeño pene y comenzó acariciarlo en un suave movimiento de sube y baja, al mismo tiempo que tomaba mi manito y la llevaba a su endurecido y gordo miembro—. Agarra mi polla, bebé y has lo mismo que yo te haga.
Lo obedecí rodeando su gorda polla con mi pequeña manito, que dicho sea de paso no pude abarcar completa porque su pene era demasiado grande y gruesa para mi manito. Al tener aquel mástil entre mi manito, de inmediato pude sentir en mi tacto lo extremadamente duro y caliente que se encontraba.
Como lo habían hecho el niño y el abuelo, allí nos encontrábamos nosotros, acostados sobre la cama con los penes del otro entre las manos, masturbándonos como había dicho mi abuelito que eso se llamaba. Con cada movimiento que mi abuelo le daba a su mano, mi cuerpo se tensaba, sentía que una corriente o cosquillas deliciosas se estrellaba en mi vientre haciéndome temblar y apretar mi recto de gusto. Sin darme cuenta cerré los ojos y mi manito dejó de masturbar a la polla de mi abuelo, de pronto me embargó una sensación de querer disfrutar por completo esa delicia que estaba experimentando. Lo que me hacía mi abuelito realmente me estaba encantando.
Sin darme cuenta y sin saber por qué comencé a mover mis caderas, y mis labios se abrieron haciendo unos sonidos iguales a los que el chico del video soltaba cuando el viejo lo tocaba. De pronto sentí que mi abuelito detuvo los movimientos de sus manos, cortando bruscamente de esa manera con las ricas sensaciones que estaban experimentando. De inmediato abrí los ojos.
—Sé que lo estás disfrutando, mi bebé, pero quiero que terminemos de ver el video para que tengas una idea completo de lo que de todo lo que será nuestras vidas de ahora en adelante en nuestra vida de casados. De cómo disfrutaremos juntos después de habernos casado ¿Te parece?
Yo no podía hablar porque sentía la boca seca, así que simplemente afirmé con la cabeza. Mi abuelito, soltó mi pene, no sin antes darme un beso con lengua y chupetón antes de poner a rodar de nuevo ese video que me tenía el corazón y el cerebro acelerado.
El abuelo del video se arrodillo entre las piernas del chico, se metió el pene en la boca y comenzó a chupárselo de la misma manera como se chupaba la lengua del chico cuando lo besaba. Gemidos y quejidos salían de la boca del niño mientras el abuelo le mamaba la polla hasta que de nuevo el pene del chico volvió a brotar ese líquido espeso y blanquecino, pero esta vez dentro de la boca del viejo. El abuelo parecía que se estaba degustando el mejor manjar que existía en el mundo porque cuando la polla del chico comenzó a expulsar todo ese líquido, desesperado y ansioso comenzó a tragárselo, a limpiar con su lengua todo lo que había derramado entre el vientre y falo del chico sin dejar perder ni siquiera esa última gota que en el huequito del prepucio quedó.
Cuando ya no había más nada que tragar ni limpiar, el abuelo del video le soltó la polla al niño, lo levantó de la cama y lo puso en cuatro patas sobre el colchón dejando el culo del niño expuesto. De inmediato comenzó a sobar las nalgas del chico, apretando con fuerzas y luego, con las dos manos separó las nalgas del chico y sin perder tiempo enterró el rostro en aquel trasero que se movía provocativo ante él. Comenzó a lamer el ano del joven que se veía dilatado, introduciéndole la lengua repetidas veces en aquel orificio hasta que se levantó y se paró detrás de él. Se agarró el largo y duro pene, colocó la punta en el hueco del ano que se abría y cerraba como si quisiera tragarse algo y sin perder tiempo introdujo todo ese gran tronco dentro del recto del chico.
El chico se arqueó cerrando los ojos al mismo tiempo que abría la boca soltando un gemido de placer. De inmediato, el abuelo comenzó a moverse de una manera fiera, dura y desesperada, gruñendo él como un animal y el chico gimiendo como un gatito hasta que el cuerpo del abuelo cayó agotado en la espalda del chico.
Ante esa imagen tan fuerte, yo me quedé paralizado. Me sentía eufórico, pero al mismo tiempo impresionado y asustado porque me era imposible creer que un pene tan grande pudiera entrar por ese orificio tan pequeño del ano, un lugar que solamente se usaba para defecar. Sorprendido y con el corazón retumbándome en los oídos, no podía despegar los ojos del televisor.
Mi abuelo debió haber notado mi estado de perturbación porque detuvo la película y me preguntó:
— ¿Sucede algo, bebé?
—Eh… —abrí y cerré mi boca sin poder gesticular las palabras, con los ojos aun clavados en la imagen que quedó detenida en la pantalla: el abuelo sacando el pene del ano del niño, dejando su orificio muy pero muy abierto.
— ¿Estas sorprendido por lo que ves? —su voz me sacó de mi aturdimiento, lo miré y afirmé despacio con los ojos aun abiertos. Mi abuelito sonrió, sentándose en la cama haciendo que yo lo imitara y luego con ternura continuó hablándome—. No tienes nada de qué preocuparte, mi bebé, porque todo lo que has visto es normal, es lo que pasa entre dos hombres que se casan y se unen para amarse. Eso es lo que hacen los esposos, es más, tus padres también tenían ese tipo de relaciones sexuales. Eso que acabas ver se llama hacer el amor, tener relaciones sexuales y todas las parejas casadas lo hacen. Los esposos manifiestan su amor y cariño de esa manera —me señaló con su dedo la imagen en el televisor—. Ellos, con ese acto se están demostrando lo mucho que se aman, que se desean. Ahora lo ves extraño y te impresiona mucho porque es primera vez que ves esto y crees que es doloroso, sin embargo, te haré una pregunta.
En ese momento mi abuelito retrocedió el video y dejó rodar la película hasta el momento en que el viejo se movía desenfrenado dentro del ano del chico.
— ¿A caso ves al chico llorando o diciéndole a su esposo que le duele o que no le gusta?
Mis ojos y oídos se clavaron de nuevo en aquella imagen del televisor y me di cuenta que mi abuelito tenía razón. El chico sonreía y se quejaba, pero de gusto, él le pedía a su abuelo que le diera más duro, le decía que le gustaba mucho lo que le hacía y esas palabras hacía que el abuelo se moviera más rápido dentro de él. Entonces comprendí que aquello no le estaba doliendo para nada al niño, que simplemente disfrutaba todo lo que su abuelo estaba haciendo… entonces entendí una vez más que mi abuelito tenía razón en todo lo que me decía.
—No, el niño le gusta y disfruta lo que su esposo le está haciendo —respondí mirando a mi abuelito.
Mi abuelito sonrió feliz al escuchar mi respuesta.
—Ves, el chico está gozando porque lo que le hace su esposo le hace sentir feliz, es muy sabroso para él, porque quien le está haciendo el amor es el hombre que ama —puso sus dedos debajo de mi barbilla y la alzó para alinear sus ojos con los míos—. Bebé, si yo te digo que no duele, debes creerme y confiar en mí —bajó su rostro y atrapó mis labios succionándolos, introduciendo su lengua en mi boca e instándome para que se la chupara. Ese beso me relajó, más cuando sentí que entrelazaba su lengua con la mía para luego chuparla de la manera como ya me estaba comenzando a gustar.
Después de besarnos por largo rato donde yo también le chupé la lengua porque descubrí que me gustaba mucho hacerlo, mi abuelito soltó mi boca dándome pequeños besos por todo el rostro.
— Antes de llegar al momento de tener sexo, te prometo que yo te prepararé para el encuentro, confía en mi… ya verás que te va a encantar y me vas a pedir más, de la misma manera como lo hace ese chico.
— ¿Y cuándo va a suceder eso, abuelito?
—Ya somos esposos, mi amor, que es el primer paso. Así que a partir de este momento comenzará nuestra maravillosa vida matrimonial —me besó de nuevo profundamente en la boca.
Comprendí sus palabras y comencé a respirar pesadamente, sintiéndome de pronto emocionado al recordar el video que acabábamos de ver, porque ya tenía una idea de lo que iba a pasar entre nosotros ahora que estábamos casados. Instintivamente miré el aro matrimonial que rodeaba mi pequeño dedo anular y pensé que era cierto, que ya éramos esposos y que lo normal era que eso sucediera entre los dos.
Mi abuelo me tomó por los hombros y suavemente me acostó boca arriba sobre el suave colchón. Sus rusticas y grandes manos se deslizaron por todo mi cuerpo produciendo a su paso que mi piel se estremeciera ante la sensación que su toque me provocaban. Eso pareció gustarle a mi abuelito porque lo vi sonreír, acercándose de nuevo a mi rostro para darme otro profundo beso.
—Me gusta que todo tu cuerpo respondas de esa manera, mi amor —me dijo con voz ronca mientras besaba y lamía mi cuello, rozando con su bigote y barba mi piel generando de esa manera miles de cosquillas y sensaciones muy ricas—, quiero que me digas cuanto te gusta todo lo que te hago —continuó hablando mientras siguió besando la piel de mi pecho hasta detenerse en una de mis tiernas tetillas.
No pude evitar dar un respingo cuando sentí su húmeda boca cerrarse sobre uno de mis pezones y succionarlo de la misma manera como chupaba mi lengua. Eso generó en mí una serie de sensaciones extrañas pero sabrosas en mi cuerpo, sobre todo en mi vientre que reaccionó de inmediato al levantarse mi pequeño pene. Mi abuelo mientras chupaba y lamía una de mis tetillas, con los dedos pellizcaba deliciosamente la otra haciéndome cerrar los ojos y soltar un gemido cada vez que lo hacía. Después de acariciar por cierto tiempo cada pezón siguió lamiendo mi piel bajando por todo mi vientre, al llegar al ombligo, introdujo en él la lengua, sacándola y metiéndola en un movimiento rápido que también me gustó.
— ¿Te gusta todo lo que estas sintiendo, bebé? —abrí los ojos viendo a mi abuelo que me sonreía.
—Sí, abuelito, me gusta todo lo que me estás haciendo y todo lo que siento —le respondí con la boca seca.
—Debes recordar que somos esposos y cuando estemos solos y compartiendo estos momentos me tienes que decir de otra manera. No me debes llamar abuelo. Así que quiero que de ahora en adelante, solo me digas papi… quiero oírte llamarme papi, sobre todo cuando estemos haciendo el amor ¿Entendido?—me exigió con voz gruesa y respirando agitado.
—Sí, papi —le respondí obediente. Reí al ver que él sonreía complacido.
—Sí, me encanta como se escucha eso… vuelve a repetirlo, mi bebé… repítelo muchas veces más porque me excita mucho… me pones mucho más duro cuando te escucho decirme papi.
Escucharlo hablar de esa manera, extrañamente me emocionaba. Sentía algo muy extraño en mi interior, algo que me hacía sentir demasiado bien. Así que sin perder tiempo, le volví a repetir lo que quería escuchar:
—Papi… papi… papi.
Satisfecho por como lo llamaba, mientras le repetía aquel nuevo apodo para él, mi abuelo continuó con más ahínco en su recorrido de besos y lamidas por mi abdomen hasta que se detuvo en mi vientre. Allí tomó con su grande mano mi pequeño pene que increíblemente se encontraba durísimo y parado, sin perder tiempo se inclinó y lo introdujo todo en su boca húmeda, de la misma manera que el viejo de la película lo hizo con el joven; y luego comenzó a succionar como si fuera una chupeta. La sensación que me embargó al sentir por primera vez mi pene dentro de una boca, definitivamente no tiene palabras de explicación. Mientras su boca me envolvía por completo mi pequeña pollita, podía sentir como su interior suave y cálido me daba tanto gusto y placer más allá de lo que mi inocente mente podía imaginar.
Su grande boca subía y bajaba por el pequeño tronco de mi polla, mientras su otra mano estrujaba suavemente mis bolitas. Aquello fue la sensación más gozosa que había sentido en todo mi vida. Al principio me quedé como paralizado con la boca abierta, respirando entrecortado ante las emociones nuevas que experimentaba mientras mi abuelito me lamía y chupaba mi polla deliciosamente. Con su rustica lengua lamía y chupaba la punta de mi pene, primero lo lamía suavemente y luego abría grande los labios para luego introducirse con facilidad todo mi falo en su boca y succionarlo con la garganta, arrancándome con ese acto quejidos de gozo, haciendo que me retorciera entre las sabanas. Ante aquellas fuertes sensaciones cerré mis ojos y puse mis manos en su cabeza halándole el poco cabello que tenía. Me gustaba, me encantaba eso que le hacía a mi pene con su boca.
— ¡Oh!… Me gusta… ¡Me… gusta, mucho! … —gemí con voz temblorosa, retorciéndome en la cama, sintiendo que mi abuelito se afincaba más a esas lamidas y chupadas que me daba cada vez que le indicaba que me gustaba— ¡Ay!… ¡Ay que rico, papi!… ¡Qué rico!
En ese momento sentí que mi abuelito dejaba de chuparme el pene y tomaba mis piernas para doblarlas llevándolas hasta mi pecho, dejando mi culito alzado y justamente en su cara. Estar en esa posición me hizo sentir muy expuesto, sin embargo, ver la manera como mi abuelo sonreía y se lamía los labios mirándome el orificio del ano, me alegró porque sabía que estaba haciendo las cosas bien y eso a él le hacía feliz. Desde mi posición vi que mi abuelo ponía su rostro entre mis nalgas y de pronto sentí su aliento caliente soplar en mi culito y luego sentí su rigurosa y húmeda lengua lamerlo.
Con aquel roce sentí una de las sensaciones más increíbles que haya sentido en mi cortita vida, si el chuparme la polla me había gustado mucho, lamerme el ano era más que delicioso. Cuando la dura punta de su lengua tocó mi virginal orificio del culito, sentí que millones de escalofríos recorrían todo mi cuerpo. Su lengua se movía suavemente de arriba para abajo por todo mi ano, parecía una serpiente. Era como si estuviera limpiando o recogiendo todo lo que allí pudiera encontrar, luego comenzó a darme en círculos alrededor de mi agujero haciendo que éste palpitara; después le dio ligeros golpes con su lengua -que la sentía dura- como buscando entrar en su interior. Eso realmente era increíble.
Mi abuelo también se veía estar gozando lo que hacía porque desesperado enterraba su rostro entre mis nalgas, chupándome y lamiendo como loco mi trasero. Era casi como si estuviera muerto de hambre y solamente mi culo era lo único que podía satisfacerlo en ese momento y yo me sentía gozoso de que así fuera porque estaba haciendo algo que a él le encantaba y yo quería verlo siempre feliz. Cuando hice los votos matrimoniales prometí hacerlo feliz y allí lo estaba cumpliendo.
Ante aquellas maravillosas y deliciosas sensaciones cerré los ojos y comencé a gemir descontrolado en voz alta.
— ¿Te gusta cómo te chupo el ano, bebé?
—Sí, papi… Aaaah me… me gusta como lo chupas —murmuré abriendo los ojos y levantando la cabeza para mirarlo, lo vi ensanchar su sonrisa satisfecho.
De nuevo su boca desapareció entre mis nalgas al enterrar todo su rostro en mi culo y comenzó a moverlo desesperado alrededor de él, restregando su cara hacia arriba y hacia abajo, haciéndome sentir sus babas, su lengua, su nariz, su bigote y hasta su barba presionando mi agujero. Así permaneció durante no sé cuánto tiempo que a mí me pareció una deliciosa eternidad, hasta que bajó mis piernas y se metió de nuevo en su boca mi pene, que lo sentía que iba a reventar de lo duro que se encontraba y volvió a chupármelo como al principio. Yo sentía que todo mi cuerpo temblaba, realmente mi abuelito sabía cómo hacerme sentir increíble feliz. De pronto, ante tanta chupadera de pene y ano, comencé a sentir la sensación urgente de querer orinar y tratando de apartarle la cabeza a mi abuelo de mi pene, se lo dije, pero él no me lo permitió. Entonces le escuché decir con mi polla aun dentro de su boca:
—Orínate, bebé. Quiero que te orines en mi boca… dame todos tus fluidos que quiero saborearlos.
Mi respiración estaba súper agitada y mi corazón palpitaba como si estuviera corriendo un maratón, ante su permiso, sentí que no podía aguantar más y sin más liberé junto con el chorro de orine todas esas deliciosas sensaciones que bullían en mi interior; sintiendo que mi cuerpo temblaba y al mismo tiempo se relajaba. Mientras tanto sentía que mi abuelo se tragaba desesperado todos mis fluidos como si aquello fuera el mejor de los jugos.
Después de aquella explosión, abrí los ojos y vi a mi abuelito acostado a mi lado con su gruesota polla en una de sus manos que movía frenéticamente y con fuerzas hacia arriba y hacia abajo. Sus ojos los tenía cerrado, los labios abiertos y movía sus caderas desaforado. Me senté para observarlo mejor y pude ver que después de varios movimientos rápido de su muñeca, el cuerpo de mi abuelo se tensó para luego temblar y su polla comenzó a expulsar dos chorros de ese líquido blanco y espeso, deslizándose por todo su endurecido tronco. E inmediatamente recordé que tanto el chico como el viejo del video, se lamieron esos fluidos cuando lo expulsaron, y sin pensarlo, me incliné y suavemente pasé mi lengua por la mano de mi abuelo recogiendo un poco de ese líquido que parecía leche cuajada.
Vi que mi abuelo, aun con la respiración agitada abrió los ojos y me sonrió sorprendido pero contento por lo que estaba haciendo sin que él me lo indicara. Cuando notó que me tragué esa pequeña porción del fluido que había tomado de su mano me preguntó:
— ¿Te gusta mi semen, bebé?
—Sí, me gusta —le contesté mientas paladeaba en mi lengua ese espeso, viscoso y resbaladizo líquido, gustándome mucho aunque tenía un saber extraño, pero sabroso.
—Pues me alegra que te guste porque de ahora en adelante esto será parte de nuestra alimentación. Yo me beberé tus orines y tú te tragarás toda mi leche.
Y diciendo esto levantó su mano aun goteando parte de ese líquido blanquecino que ahora sabía que se llamaba semen o leche y lo introdujo en mi boca. Yo comencé a lamer toda la piel que se veía llena de semen, comprobando una vez más su rico sabor. Y como me gustó, después de haber limpiado toda su mano me arrodillé a su lado y comencé a lamer el resto de semen que aún tenía regado entre su abultado y peludo vientre, así como también lamí lo que su pene ya flácido seguí goteando.
Mi abuelito suspiró satisfecho cuando notó que había quedado limpiecito, con ternura acarició mi cabeza.
— ¡Que feliz me haces, bebé!
Yo me sentí más feliz al saber que lo estaba haciendo feliz.
—Quiero hacerte siempre feliz, papi —lo vi sonreír al escuchar la manera como lo nombré. Emocionado me tomó por los brazos acostándome sobre su cuerpo y me dio un profundo beso, introduciendo su lengua dentro de mi boca el cual yo chupé con mucho gusto comprobando que en tan poco tiempo ya sabía besar.
—Seremos unos esposos perfectos, ya lo veras —Me dijo mientras apoyaba mi cabeza en su peludo pecho y me acariciaba la espalda despacio—. Sí, mi amor… ya verás todo los maravillosos momentos que juntos vamos a tener… no te imaginas las cosas ricas y deliciosas que haremos a partir de ahora.
Y al terminar de hacerme esa promesa, comenzó hacerme cosquillas haciendo que yo estallara en infinitas carcajadas. Luego de jugar un buen rato, mi abuelo volvió a tocarme, besarme y chupar cada parte de mi cuerpo; hizo que de nuevo me orinara en su boca tragándose mis orines como lo había prometido. Yo lo compense al limpiar con mi lengua cada lugar donde su semen se derramó cuando él terminó de masturbarse.
Esa noche, todo eso lo repetimos dos veces más cayendo luego agotados en la cama, sobre todo mi abuelito que comenzó a roncar al instante que dejamos de acariciarnos.
… Continuará
compos igue
Gracias por leer
excelente relato.
Espero por mas
Gracias por leer y por tu comentario
muy buen relato
¡GRacias! Me alegra que te parezca bueno el relato.
Que rico la vida de casados es deliciosa y mas si es con un nenito de esa edad que afortunado el abuelo de poder gozar de ese nenito tan tierno y obediente…