Elliot y el Abuelo (3)
Entendiendo lo que era ser el esposo de mi abuelito..
***El relato a continuación narrado es una historia de ficción. Nada es real***
Una presión en mi vientre me sacó de mi sueño profundo. Al abrir los ojos vi la cabeza de mi abuelito enterrada en mi entrepiernas con mi pene metido dentro de su boca, entonces me di cuenta que sus suaves succiones fue lo que me había despertado.
—Buenos días, bebé —me saludó sonriendo al mirarme, aun con mi pene dentro de su boca.
—Buenos días, abu… papi.
Las chupadas que mi abuelito me hacía, me dieron ganas. Así se lo hice saber y él después de tres chupadas más soltó mi pene, que se veía durito y rojo. Parecía que mi abuelito llevaba bastante rato succionándolo.
—Ven, bebé, es hora de nuestro baño.
Mi abuelito se levantó y entre sus brazos me cargó dirigiéndonos al baño de su cuarto. Entre besos y chupadas de lenguas nos introdujo a la ducha. Suavemente me colocó sobre los azulejos y él se arrodilló frente a mí, colocó sus gruesota manos sobre mis hombros y sonriendo me miró fijamente a los ojos.
—Bebé, esto que haremos a continuación será un ritual que nunca dejaremos de hacer, así que quiero que lo disfrutes, que te sientas satisfecho y feliz de la misma manera que me sentiré yo. Recuerda que todo lo que hacemos a partir de anoche es permitido y normal porque estamos casado, somos esposos que nos amamos mucho. Y como esposos ambos buscamos la felicidad y la satisfacción mutua ¿Entendido?
Yo asentí moviendo mi cabeza aunque realmente no sabía a qué asunto estaba afirmando, y realmente no me importaba mucho porque desde el día anterior había comprendió que mi abuelito siempre terminaba teniendo razón en todo lo que decía. Además, como él había dicho, ya éramos esposos y todo lo que hacíamos eran cosas que hacían los casados.
Mi abuelito me dedicó una sonrisa llena de lujuria mostrándome todos sus dientes. Puso ambas manos en mis mejillas y luego comenzó a besarme apasionadamente. Su lengua buscó la mía haciendo que esta se deslizara en el interior de su boca y luego empezó a chuparla provocando mucho gusto en mí; de inmediato yo le correspondí. Después de besarnos por largo rato, mi abuelito soltó mi boca y suspiró profundo, al separarnos ambos teníamos nuestros penes durísimos aunque el de mi abuelito lógicamente se veía monstruoso delante de mi pequeñita polla.
Mi abuelito se inclinó e introdujo de nuevo mi pene en su boca y comenzó lo que a él tanto le gustaba, chupármela y jugar con ella dentro de su boca. Al principio sus succiones eran lentas, luego fue subiendo la velocidad provocando unas series de sensaciones en mi cuerpo que me hacían cerrar los ojos involuntariamente, así como provocaba que de mi boca salieran gemidos de gusto. Cegado por todo lo que me hacía sentir sus lamidas y chupadas, con mis pequeñas manos tomé la cabeza de mi abuelito y sin poder evitarlo comencé a mover mis caderas. Al abrir mis ojos vi que el rostro de mi abuelito lucía complacido con todas mis reacciones, ese gesto de satisfacción en su rostro desencadenó las ganas de vaciarme dentro de su boca y como ya sabía que a él le gustaban mis orines; sin perder tiempo descargué todo mis fluidos retenidos por las horas del sueño.
Ver a mi abuelito tragarse con tanta desesperación y placer toda esa lluvia dorada, hizo que una sensación de placer cubriera todo mi cuerpo, haciéndome estremecer. Después de beberse hasta la última gota, mi abuelito soltó mi enrojecido pene y comenzó a masturbarse al friccionarse con furia su gruesa polla y cuando se derramó en el hueco de su mano, la acercó a mi rostro e instó para que yo bebiera todo lo que allí había descargado.
—Toma bebé, es hora de que tomes tu leche —y yo comencé a sorber ese líquido lechoso y viscoso que a mis papilas gustativas ya le gustaban bastante. Como un gatito lamí toda la mano dejándola completamente sin rastro de semen. Mi abuelito me dedicó una sonrisa llena de lujuria— ¡Dios, cuanto te amo!… Qué feliz me haces, bebé —se inclinó y me dio un beso muy efusivo en los labios—. De esta manera comenzarán nuestros días de ahora en adelante ¿Entendido?
Sonriendo, yo le confiné moviendo mi cabeza.
Después del baño, desnudos y tomados de las manos salimos de nuestro cuarto. Mientras mi abuelito preparaba el desayuno yo lo ayudaba en lo que podía y cada vez que él tenía oportunidad, se acercaba a mí para llenarme de besos. La mañana yo la pasé haciendo los quehaceres que me correspondía, estudiando y cuando ya no tenía nada que hacer mi abuelito me dejó jugar con la consola, mientras que él después de limpiar la casa se sentó en su escritorio frente a la computadora y se perdió en ella; creo que trabajando. Después del almorzar y de acurrucarnos juntos sobre el gran sofá de la sala para descansar, ambos nos quedamos dormidos por un buen tiempo hasta que me desperté con los besos y caricias que mi abuelito me daba.
—Bebé, es hora de una nueva lección —me informó susurrándome cuando notó que ya había abierto los ojos.
Ya sabía a lo que mi abuelito se refería, íbamos a ver un video como el que vimos la noche anterior donde yo aprendería algo nuevo que aportaría felicidad a nuestro matrimonio. Eso me alegró porque me había dado cuenta que todo lo que mi abuelito me estaba enseñando, hasta ahora me gustaba y sobre todo me daba cuenta que a mi abuelito le complacía y le hacía muy feliz.
Mi abuelito me llevó entre sus brazos a su cuarto y nos acomodamos en nuestra suave e inmensa cama. Encendió el televisor y de inmediato una imagen pausada se proyectó en la pantalla, pero antes de ponerla a rodar mi abuelito me tomó suavemente por la barbilla, me besó en los labios con su boca abierta y sonriendo me dijo:
—Quiero que prestes mucha atención a lo que veas y trata de captar todos los detalles porque recuerda que al terminar el video todo lo que allí veas será lo que ambos haremos. Sabré lo mucho que me amas al demostrarme que realmente aprendiste de todo lo que verás.
—Yo te amo mucho, papi —le contesté para que supiera que yo lo amaba tanto como él decía que me amaba a mí.
—Eso me lo demostrarás con tus actos cuando terminemos de ver ese video —fue su respuesta, señalando la pantalla plana.
Yo afirmé moviendo mi cabeza ansioso por demostrarle a mi abuelito que realmente lo amaba y también curioso por saber las cosas que hoy aprendería. Mi abuelito se acomodó en la cama y me abrazó atrayendo mi pequeño cuerpo al suyo que se veía grande y gordo delante del mio, luego dejó rodar el video.
En esta ocasión la pareja del video no eran las mismas de la noche anterior, esta vez eran un hombre tan mayor como mi abuelito y un niño como de mi misma edad. El mayor se encontraba sentado en un sofá y el niño estaba arrodillado con su rostro clavado el vientre del hombre. Desde mi lugar pude ver que el niño lamía, chupaba y se introducía completamente todo el pene del abuelo en el interior de su boca; mientras que el hombre mayor mantenía sus ojos cerrados y sus gemidos inundaban todo el lugar. A leguas se le veía que estaba disfrutando de lo que el niño le hacía.
Pasaron varios minutos donde el niño se devoraba con placer aquel grande pene como si estuviera degustándose el mejor de los caramelos, también lamía y chupaba las grandes bolas peludas. De pronto, el mayor se aferró a la cabeza del niño y comenzó a moverse con ahínco hasta que de un brinco sacó el pene del interior de la boca del niño y éste como si ya supiera lo que acontecería, abrió grande su boquita y de inmediato fue llenada por todo el semen que su abuelo descargó dentro de ella. Mientras el niño sonreía complacido tragaba todo aquella leche sin dejar escapar ninguna gota.
Mi abuelito, después de eso detuvo el video y mis ojos se apartaron de las imágenes para enfocarlo a él. Lo vi masturbando su polla que ya la tenía durísima y al mirarlo a los ojos, note que me miraba con un brillo lujurioso y sus labios me sonreían con una sonrisa ladeada.
—Ven, bebé, ahora hazme feliz demostrándome que me ama.
Yo sabía que mi abuelito estaba esperando que le demostrara todo mi amor haciéndole lo que había aprendido con el video. Sin perder tiempo me arrodille frente a él y por primera vez, tomé su durísima polla entre mis manos. Me sentía nervioso, pero al mismo tiempo me sentía emocionado porque sabía que con lo que le iba hacer le demostraría a mi abuelito que yo lo amaba tanto como él me amaba a mí.
La dureza y lo caliente de su gruesa polla en la piel de mi mano, me hizo sentir una agitación extraña en mi interior así como también hizo que mi culito se contrajera. Nervioso y con el corazón latiendo a prisa me acerqué a su pene hasta tenerlo a centímetros de mi boca, saqué mi lengua y comencé a lamer poco a poco su gran capullo morado; recordando que así lo hacía el niño del video. Supe que a mi abuelito le gustó esa acción porque no más sintió la punta de mi lengua, su cuerpo se estremeció y de su boca dejó escapar un gran suspiro y eso me dio más valor. Con más confianza volví a repetir la acción, pero esta vez formando círculos con mi lengua alrededor de su prepucio, lamiendo la punta de éste y lo comencé a chupar de la misma forma como lo había visto en el video.
—Siiii… buen chico —escuché susurrar a mi abuelito, soltando gemidos—. Siiii, bebé, así… así… así…chúpalo, bebé… chúpalo y mételo dentro de tu boquita que me encanta ese calorcito que hay allí.
Al escuchar su orden, inmediatamente abrí mi boca para tratar de meter aquel grande capullo dentro de ella. Tuve que abrirla inmenso porque mi boca era pequeña, sin embargo, logré introducir todo su prepucio y mi abuelito no más sintió que esa parte de su pene ya estaba en mi interior, comenzó a moverse despacio y de inmediato sentí que ésta palpitaba para luego lanzar directamente a mi garganta un chorro de leche, que al no esperarla sentí que me ahogó.
Tosiendo me aparte bruscamente sintiendo como se deslizaba por mis labios y barbilla el semen de mi abuelito.
—Lo siento —dije cuando logré parar el ataque de tos, al tiempo que me limpiaba con el dorso de mi mano la leche que escurría de mi boca.
Comencé a llorar cuando me di cuenta que no había hecho las cosas de la misma forma como lo hizo el niño del video. Mi abuelito al ver mis lágrimas, con la punta de sus dedos alzó mi rostro por la barbilla.
— ¿Por qué lloras, bebé?
—Es que seguramente pensarás que no te amo porque lo hice todo mal.
Mi abuelito sonrió, despacio recogió el resto de semen que tenía adherido por mi barbilla y luego introdujo el dejo dentro de mi boca instándome a que lo chupara y me tragara lo que era mío.
—No pienses así, mi bebé, para ser tu primera mamada lo has hecho muy bien —se inclinó y me besó entrelazando suavemente su lengua con la mía.
— ¿Entonces si estas feliz? ¿Si sabes que te amo? —le pregunté limpiando mis mejillas y pegándome a su regordete cuerpo.
— ¡Claro mi bebé! Me siento el hombre más feliz del mundo. Con lo que hiciste me demostraste dos cosas. Una que me amas muchísimo y la otra —se alejó de mi un poco para mirarme y posar delicadamente su grueso dedo sobre mi boquita entre abierta— que serás un gran mamador de pollas.
Mi felicidad aumentó al escucharlo.
—Quiero aprender muy bien para ser un buen esposo y hacerte muy feliz —le dije y vi que mis palabras hicieron brillar sus ojos azules. Mi abuelito sonrió lujurioso.
—Y yo me encargaré de enseñarte muy bien. Tú simplemente debes mantener el deseo de complacerme y verás que siempre me mantendrás feliz —mi abuelito acercó su rostro al mío y me volvió a besar apasionadamente—. Ya verás que en poco tiempo te volverás un gran experto en mamarme la polla.
Y de nuevo mi abuelito tuvo razón porque bastó solo dos días para que yo aprendiera a mamarle la verga como a él le gustaba.
Después de ese momento no había tiempo libre que mi abuelito tuviera donde no metiera su polla en mi boca, enseñándome las maneras más sabroso de hacerlo, en medio de esas lecciones me dijo que ese acto se llamaba sexo oral. A veces yo me encontraba estudiando o jugando cualquier cosa cuando lo veía llegar con su polla dura e hinchada y sonriéndome pícaramente me indicaba que se la mamara, y yo como lo quería ver siempre feliz y hacerle ver que lo amaba mucho, complaciente dejaba de realizar lo que hacía y me dedicaba a mamarle la polla y chuparle las bolas hasta que se vaciaba en mi boca, tragándome todo lo que él con amor me daba.
Las noche también era igual, antes de dormir ambos nos dábamos ese gran placer mutuamente al hacer una posición que él me dijo se llamaba el 69, donde él se volvía loco desgastándose mi pene y mi culito, mientras que yo también gozaba chupándole su gran polla que ya mamaba con destreza…. Y así desnudos las 24 horas del día y entre besos, caricias y sexo oral que nos otorgábamos en cualquier parte de la casa y cada momento que deseábamos, me di cuenta que ambos éramos un matrimonio muy feliz.
Continuará…
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Espero que sus comentarios…
comos igue
¡Gracias por tu comentario!
Que delicioso relato
Me alegra que te parezca delicioso el relato, es la idea ¡Que lo disfrutes!… Gracias por leer, por votar y por comentar.
Es un excelente relato, pero ya paso mucho para continuar la historia espero pronto la continuación del relato
que paso con la continuación de este relato?
Hola! ha pasado mucho tiempo y no continuaste con el relato.
Esper puedas terminarlo.
Saludos