EMMA Y SU HIJO ALEX parte 1
Es la historia de una mujer valiente que no duda sacrificarse sin pedir recompensa. Nació en un lugar muy pobre, desde pequeña tuvo que trabajar para vencer la adversidad teniendo solo su voluntad y belleza.
Roberto
¿Es este relato realidad o fantasía? Juzgue el lector. Es la historia de una mujer valiente pero femenina que no duda por sacrificarse sin pedir recompensa. Emma nació en un lugar muy pobre, tanto desde muy pequeña tuvo que trabajar para poder vencer a la adversidad teniendo como única arma su voluntad férrea, su juventud y belleza. Cuando cree su corazón y sus sentimientos están muertos, los Dioses y Diosas la recompensan con un AMOR profundo, maravilloso e inesperado
Soy una mujer que estoy entre los treinta y los cuarenta, y aunque soy todavía joven de edad me considero vieja— casi diría una anciana por las penurias que he pasado y lo que tenido que luchar en mi vida para sobrevivir — yo y mi hijo Alex, hoy un joven bien parecido, blanco, ojos marrones, delgado, cabello negro que fue creciendo sano y sin complicaciones de salud.
Desde mi más tierna infancia hay tres cosas que he sufrido en carne propia y no se lo deseo ni a mi peor enemigo, y son el hambre, el no tener para comer ni un mísero mendrugo trozo de pan para saciar el hambre que te taladra las entrañas, el frío y la lluvia helada a la intemperie que te moja, penetra y te hace temblar convulsivamente hasta que en un momento te vuelves insensible al dolor y solo quieres dormir a sabiendas que no despertarás más, y lo último es, el no tener una cuenta bancaria, no tener siquiera monedas para comprar lo indispensable, lo que te hace dependiente y esclava total de quien te acerque unos míseros denarios.
Nací en un pueblo de una provincia del norte de la República Argentina donde la temperatura en verano es 40º a la sombra, donde desde principios del siglo XX de instalaron máquinas para procesar caña de azúcar y otros frutos de la tierra, calderas, moledoras y vino el ferrocarril para trasportar el azúcar, vagones, etc. por lo que vinieron multitud de migrantes europeos cuyos descendientes aún conservan piel blanca, cabello rojizo, las mujeres espigadas de estatura de arriba de 1, 70 en general proporcionadas y de rasgos delicados en contraste con los naturales, más morochos, más bajos y ojos oscuros y las mujeres baja estatura, más bien largo por ancho, pero duras, trabajadoras y sufridas. A medida que la producción de caña se consolidaba más hombres y mujeres eran necesarios para trabajar en el campo muchas veces en condiciones muy duras. Y mi madre fue una de esas mujeres por lo que mi niñez fue de muchísimas privaciones pero aprendió a tener un corazón y una piel duras y a luchar por lo que creía era su derecho, aunque muchas veces tuvo que callar ante la amenaza de recibir una golpiza. Hoy yo su hija estoy colaborando en un grupo que ayuda a las mujeres víctimas de malos tratos, vejámenes y de mal nacidos que se aprovechan de éstas indefensas.
Mi madre una descendiente de migrantes peleaba contra la pobreza haciendo las típicas labores para mujeres pobres que le permitían ganar uno míseros denarios, lavar y planchar ropa para afuera, limpiar, barrer, a veces cocinar para eventos, por lo que salía a trabajar de madrugada y volvía a la noche a veces a medianoche con unos pesos (moneda argentina) producto de quemar su salud y su vida. Como era normal en esa zona y esa época los hombres eran “golondrina” es decir no siempre se quedaban en un lugar para mantener sus familias y ese fue el caso de mi padre, tanto mi madre ni siquiera pudo contarme cual era su aspecto físico, pero al parecer era uno o un hijo de migrante europeo y de allí mi piel blanca, mis rasgos y mi alta estatura. Por esa época mis dos medios hermanos comenzaron a trabajar y mi madre tuvo algo de desahogo y dejamos de tener el hambre que nos taladraba el estómago. Y en la casa ruinosa donde vivíamos pudo por lo menos arreglar las goteras. Yo como todas las niñas pobres del interior suspirábamos por ir a trabajar a Buenos Aires, la gran ciudad donde ingenuamente creíamos, todo era oro, tanto que en poco tiempo nos volveríamos a nuestras casas nadando en dinero y con vestidos, perfumes, joyas, etc. ¡¡Pobres ingenuas no sabíamos donde caeríamos!!
En mi ciudad natal había una oficina que periódicamente recibía pedidos de personal doméstico para las grandes urbes como Córdoba y Buenos Aires y publicitaba en radio y TV e invitaba a las jóvenes solteras de buena presencia y de inteligencia mediana a presentarse. Mi madre estuvo de acuerdo me presente pues aliviaba su carga porque era una boca menos El día indicado recuerdo me vestí con mis mejores pero modestas galas, pantalón jean azul algodón, camisa algodón abrochada adelante, zapatillas suela goma azules, todo lo único que tenía, y el pelo estirado atado atrás con lazo, pero mis rasgos dulces, pelo y piel claras, mirada ingenua y anhelante convencieron a los seleccionadores a elegirme, mentí dije tenía 16 años cuando en realidad tenía 14, y así un grupo de cinco jóvenes fuimos seleccionadas para viajar Nos dieron unas clases cómo comportarnos, como servir la mesa, como hablar a los patrones y otras recomendaciones más. Para mí todas las enseñanzas fueron fáciles de asimilar aunque tuve solo la escuela elemental, sabía leer, escribir y me desempeñaba con fluidez. Así que un día de setiembre cuando el frío ya amainó nos dieron una ropa nueva, una mochila y un boleto para Buenos Aires para cada una, para un viaje sin retorno, en bus de unas 20 horas hasta la estación Retiro, con instrucciones precisas y el teléfono de nuestro guía que nos esperaría en Retiro, allí tendría un cartel que diría “Agencia doméstica”
Cuando íbamos llegando mirando por la ventanilla me maravilló la extensión de Buenos Aires, un hormiguero humano interminable con automóviles, camiones, buses y sobre todo gente, gente y gente por todos lados. Al llegar a Retiro todas muy asustadas nos juntamos aferradas a nuestras maletas, temiendo perdernos y perderlas si dejábamos el grupo, pero afortunadamente vimos un gran cartel que portaba un hombre, nos reunimos a su alrededor. Se presentó, dijo era de la agencia iríamos a un hotel a bañarnos, dormir y a día siguiente nos llevaría a cada una a su empleador. .
Yo caí a la casa del señor Tono X, un dueño de varias empresas con acciones en negocios varios, él era alto medio, peso 70 a 80 kilos y 1 70, piel blanca con pelo negro con canas, en general con el aspecto del hombre de buena posición, sin el rictus ni el aspecto del hombre sufrido avejentado por el duro trabajar y trajinar. Y su esposa doña Mara X mujer opulenta, rubicunda y orgullosa de su apellido y su posición y acostumbrada a mandar y ser obedecida, la soberana del hogar. La pareja tenía dos hijas mujeres de unos diez años que eran muy parecidas a su madre, bastante caprichosas, mandonas y despectivas con el personal doméstico al que creían inferior. .
Llegué a la casa precedida por el agente de la agencia, vestida con sencillez, sin hablar, temerosa pues podía decir algo impropio, la mirada de la señora fue de desdén y solo me recriminó diciendo – Tendrás que trabajar, estar a disposición las 24 horas, tendrás que aprender rápido a cocinar, manejar el lavarropas, salir a comprar las provisiones y elegirlas, y en fin todo lo relacionado al personal doméstico, en principio ayudarás a la cocinera, la planchadora y la mucama
Se dirigió al agente, lo saludó, lo despidió y volvió junto a mí. Llamó a otra mucama de nombre Nara y le dijo – Llévate a ésta y ubícala entre ustedes – que se bañe, dale un uniforme y desinfecta su ropa. No puedo decir me odió de entrada pero quizás le incomodó mi juventud, mi belleza natural, mi habilidad para trabajar y adaptarme a las circunstancias. El dueño de casa señor Tono X fue bastante condescendiente, me trató afablemente, no me daba órdenes extravagantes ni incumplibles, aunque lamentablemente lo veía poco pues estaba ausente o desayunaba y salía temprano siempre por reuniones de trabajo y sociales. Mis tropiezos fueron innumerables igual que las reprimendas que me hacían sentir como trapo sucio, pero de a poco fui aprendiendo a ser una excelente doméstica como mucama, planchadora, cocinera o cualquier otro puesto, de la especialidad servicio doméstico.
Me acomodé como pude en el pequeño cuarto destinado a las tres mucamas, Nara, de unos 35 años algo rolliza, no demasiado sociable y Neta unos años mayor que yo, alegre dicharachera, y no demasiado seria en lo que hace cumplir con las tareas, pero con la risa a flor de labios. La paga no era demasiada, pero me servía muy bien, tuve que sacar cuenta en el Banco para enviar dinero a mi madre, y guardar lo que me sobraba, a decir verdad gastaba poco, no me gustaba ir a bailes o bailantas, ni ser manoseada por hombres desconocidos, babosos y olorosos que aprovechaban la aglomeración de parejas, la música atronadora y el baile pretexto para apretar su pene contra mi vientre o mis nalgas, así más de una vez los dejé plantados en medio de la pista después de decirles –¡¡Creo estás muy equivocado si crees puedes manosearme impunemente!!. .
Un tiempo después y gracias a la agencia me enteré teníamos sindicato, y teníamos derecho a defensa legal en caso de disputa con el empleador. Yo no entendía demasiado que significaba eso pero tiempo después cuando tuve un conflicto importante comprendí su significado, pero no me quiero adelantar. Lo cierto que recibía periódicamente a una precesión de abogados que me regalaban su tarjeta profesional y los recordara. ”Por las dudas”. Y bien que me sirvieron cuando tuve necesidad imperiosa de consultarlos.
Mi día libre era el domingo, tenía obligación de irme de la casa del empleador pero ¿Adónde hacerlo? Yo no conocía a nadie en Buenos Aires y además sabía que había barriadas pobres donde las mujeres llevaban la peor parte, siempre preñadas con niños llorado prendidos a sus faldas, semidesnudas, con hambre y con la carga familiar que no les dejaba moverse, mientras los hombres iban y venían a su antojo, y si ellas trabajaban les sacaban los pocos pesos (moneda argentina) que ganaban. Ya conocía en carne propia por mi madre, esa historia – y no quería repetirla. Por ello trataba de no involucrarme en situaciones conflictivas ni exponerme a quedar preñada sin dinero. Fui adoptando normas de cortesía, modo, lenguaje y manera de hablar y escribir, para despegarme de mi infancia miserable, tanto en poco tiempo nadie creería había sido una joven casi analfabeta.
A medida me asentaba en mi puesto, mi sexualidad, mi libido, fueron despertando y comencé a tener deseo de masturbarme, de estar siendo acariciada y además acariciar a un hombre, pero con el miedo de echar a perder mis modestos logros, pues sabía me llevaría a mi expulsión inmediata de mi trabajo y la casa de mi empleadora, acorde a las severas y continuas advertencias de doña Mara X que me decía “ Si estás preñada te largo a la calle inmediatamente, te indemnizaré pero te irás y no me interesa donde recalarás”. O sea estaba entre dos fuegos, por un lado mi control para evitar ser preñada y mi libido que pedía sexo, pene, pija de inmediato y la satisfacción de mis impulsos sexuales. La solución parecía debía ser salomónica, estaba ganando buen dinero, tenía un capital y de esa forma podría buscar un hombre para que me penetre sin compromisos, ni depender de alguien cosa que me aterrorizaba, rechazaba de plano recordando al vía crucis de mi madre.
Así y todo decidí aceptar una tarde de domingo la invitación de Neta, ya entrada la primavera, a la casa de unos parientes en los suburbios. Salimos después de comer, tomamos dos buses y llegamos a la modesta casa donde nos recibieron afablemente, dos mujeres, tres niños pequeños y dos hombres robustos, morochos de piel curtida por el sol, de unos 30 a 40 años con aspecto de “laburantes”, manos rústicas y piel áspera de albañiles o mecánicos, Nos sentamos alrededor de la mesa tomamos algunas bebidas, mate, té, confituras y fuimos pasando la tarde.
En un momento Neta y uno de los hombres se levantaron y entre risas pasaron a una habitación lateral, cerraron la puerta y comenzamos a escuchar las risas, los quejidos y gemidos de ambos que indudablemente estaban teniendo sexo, en forma ruidosa y sabiendo lo caliente era Neta y su falta de hombre durante la semana, era evidente se descargaba su libido con la furia que daba su juventud, comencé a excitarme con tanto ruido y risas, aunque los otros no parecían atender, seguían conversando sin problemas, después de un rato Neta y el hombre abrieron la puerta, salieron despeinados, con la ropa desordenada, y pasaron al baño, en ese momento la dueña de casa me preguntó — ¿Qué te parece tendrías ganas de follar?, Aquí está uno con muchas ganas de entrarte y supongo que tú estando enclaustrada la semana, tendrás ganas – La propuesta me tomó de sorpresa, miré al hombre morocho que me contemplaba con mirada ávida, y deseo a duras penas reprimido, y aunque mi corazón comenzó a latir desordenadamente debido a que mis hormonas entraron en mi sangre, me contuve ¿Adónde me llevaría eso? – Quizás a quedar preñada y engrosar el número de mujeres pobres abandonadas y con niños chicos llorosos que mantener, sin más entrada que la dádiva de los demás. Ahora por lo menos tenía casa y comida y un techo seguro – y no lo iba a arriesgar por una calentura que podía significar un salto al vacío y un desastre completo. Por lo tanto le dije no, no puedo tengo un problema vaginal (mentira, solo para que me deje en paz sin ofenderlo). Y seguimos departiendo hasta que volvimos
Es una muestra que ya desde mi juventud, tuve que desarrollar mi instinto de supervivencia para lograr salir a flote en esta selva de cemento que es Buenos Aires, infinitamente distinta la realidad a la fantasía de mis sueños provinciales infantiles. Y así fui endureciendo mi piel curtiendo mi corazón poniendo mis intereses, antes que mis sentimientos ingenuos, de encontrar un futuro venturoso. Me di cuenta además que mi persona despertaba la lujuria de los hombres por lo que pensé, si quieren poseerme y entrarme ¡¡Que paguen y nada de rifarme!! Veré en cuánto fijo mi precio
Yo seguía como doméstica absorbiendo conocimientos y modos de comportarme, comencé a notar el señor Tono X me miraba con interés creciente aunque con disimulo, cuando le servía la cena o el desayuno, e ideé un plan para conseguir unos denarios extra además de mi sueldo de doméstica. Comencé a usar delantal uniforme más corto, el escote más abierto, y algunas poses sugerentes, al servir o levantar la mesa, agacharme cuando algo caía al piso y a veces yo mostraba fugazmente mi bombacha bikini celeste o gris. Las niñas y la señora Mara X ni se daban cuenta, ellas vivían en su limbo de poder y de dinero sin interesarles las marionetas que manejaban gracias a su dinero. A veces al servir la cena mi brazo lo hacía a propósito rozar ligeramente al del señor, y sonreía para mis adentros al sentir la corriente eléctrica que le provocaba, tanto detectaba en él un temblor muestra de su calentura por mí. En un momento que en la casa no había nadie a la vista, me dio una pequeña caja y me dijo – Es un teléfono celular a tu nombre así que podemos comunicarnos sin que se enteren otros y nos podemos mandar mensajes, con sonido o mudo y ya iremos puliendo nuestra relación – Veremos cuando lo estrenamos, yo espero sea pronto. Por favor debes estar atenta, estoy muy caliente por ti — Y agregó – podrás ganar dinero extra que será solo tuyo sin depender de nadie – Cuando escuché la palabra «dinero» paré mis orejitas, no iba a desperdiciar una oportunidad única que caía del cielo – y que quizás no se repetiría. Lo cierto es que no tenía experiencia en tener sexo con un hombre pero suponía aprendería rápido, además yo sabía a los hombres le encantaba las jóvenes vírgenes o de poca experiencia y la juventud se tiene una sola vez en la vida — y debía aprovecharla — . Yo seguía como doméstica absorbiendo conocimientos y modos de comportarme, comencé a notar el señor Tono X me miraba con interés creciente aunque con disimulo, cuando le servía la cena o el desayuno, e ideé un plan para conseguir unos denarios extra además de mi sueldo de doméstica. Comencé a usar delantal uniforme más corto, el escote más abierto, y algunas poses sugerentes, al servir o levantar la mesa, agacharme cuando algo caía al piso y a veces yo mostraba fugazmente mi bombacha bikini celeste o gris. Las niñas y la señora Mara X ni se daban cuenta, ellas vivían en su limbo de poder y de dinero sin interesarles las marionetas que manejaban gracias a su dinero. A veces al servir la cena mi brazo lo hacía a propósito rozar ligeramente al del señor, y sonreía para mis adentros a sentir la corriente eléctrica que le provocaba, tanto detectaba en él un temblor muestra de su calentura por mí. En un momento que en la casa no había nadie a la vista, me dio una pequeña caja y me dijo – Es un teléfono celular a tu nombre así que podemos comunicarnos sin que se enteren otros y nos podemos mandar mensajes, con sonido o mudo y ya iremos puliendo nuestra relación – Veremos cuando lo estrenamos, yo espero sea pronto. Por favor debes estar atenta, estoy muy caliente por ti — Y agregó – podrás ganar dinero extra que será solo tuyo sin depender de nadie – Cuando escuché la palabra «dinero» paré mis orejitas, no iba a desperdiciar una oportunidad única que caía del cielo – y que quizás no se repetiría. Lo cierto es que no tenía experiencia en tener sexo con un hombre pero suponía aprendería rápido, además yo sabía a los hombres le encantaba las jóvenes vírgenes o de poca experiencia y la juventud se tiene una sola vez en la vida. , FIN DE EMMA Y Alex parte1
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