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Incestos en Familia, Intercambios / Trios, Masturbacion Femenina

En el vagón del metro

Esto sucedió hace un par de meses en el vagón del metro de la ciudad de México cuando viajaba con la hija de mi esposa.

Cómo bien sabrán los capitalinos, los viajes en el metro a hora pico son un verdadero desafío  ya que los vagones van completamente llenos . Todos sabemos que es importante tomar algunas precauciones al abordar.
Soy un hombre de cuarenta años alto y de complexión media, aunque no soy un adonis me considero guapo y bien conservado por el ejercicio que es parte de mi vida.
Aquel día iniciamos un viaje de polo a polo de la ciudad porque fuimos a ver un auto que estaba en venta y agendamos una  cita con el dueño.
Aunque nos quedaba muy lejos vi que la mejor opción era atravesar la urbe en el ya citado transporte. Calcule los tiempos de recorrido y llegado el día nos pusimos en marcha muy temprano. Algo que no contemplé es que a las 7 de la mañana, los vagones van muy llenos y  no hay espacio entre tantas gente. Es como ir en una lata de sardinas.
Mía es una niña hermosa, hija de mi actual pareja. Llevamos un par de años viviendo juntos y hemos aprendido a llevarnos de maravilla gracias a qué tanto la mamá como la nena tienen un carácter amable y carismático además de decir que son muy cariñosas y expresivas conmigo.
Siempre me abrazan y me llenan de detalles bonitos y yo les correspondo de la misma manera.
Mía tenía  11 años cuando la conocí hoy ya tiene  13. Mide  un metro cincuenta y es de piel trigueña con ojos grandes color marrón. Le gusta hacerse una  trenza que teje de un solo lado y se deja un fleco muy coqueto en la frente. Su pequeña nariz respingada hace juego muy bonito con sus labios gruesos  que por cierto,  siempre se ven sonrientes.
Pesa más de 40 kilos, su complexión es delgada más no flaca. Cuando la conocí aún usaba corpiños de niña los cuales ha ido reemplazando por brasieres que ya resguardan sus crecientes tetas.
Tiene una cintura chiquita que hace que sus caderas y sus nalguitas se vean muy bonitas y bien formadas. Yo creo que sus piernas son herencia genética porque a pesar de que no le gusta hacer ejercicio se le ven bien torneadas y de muy buen grosor. Esto ella lo sabe y por eso le encanta traer shorts y faldas cortitas que dejan ver sus bellos encantos en crecimiento.
Ese día Mía quiso acompañarme a ver el auto y yo no puse ninguna objeción. Me gustaba traerla junto a mi y pasar por un helado o alguna golosina en la calle. Ella lo disfruta y lo expresa con abrazos, o besos, o sonriendo,  o cantando, o gritando contenta.
Llegamos a la estación y nos vimos a los ojos con expresión de asombro porque en el andén no cabía una sola persona más. Conforme llegaban los trenes se llenaban en 30 segundos y  entre empujones y jalones avanzabamos en la marea. Llegó nuestro turno de abordar y al hacerlo una estampida de gente nos envolvió y no se como sucedió pero ella quedó atrás de mi  agarrada de mi cintura, cuando en un principio estaba a mi lado derecho. Sonaron las alarmas de las puertas  y cuando cerraron  todo se apretó más formando una masa humana.  Así comenzó nuestro viaje.
Yo  sentía las manos de Mía agarradas a mi cinturón y sentía que iba bien sujeta a mi. Avanzamos unas 2 o 3 estaciones hasta que  en una parada con el entrar y salir de la gente  pude darme vuelta, quedando así de frente a mi pequeña. Con la mano izquierda me agarre del pasamanos y la derecha quedó apretada entre el tumulto de personas. El tren cerró de nuevo sus puertas y siguió con el viaje. Yo más tranquilo porque podía ver a Mía me concentre en el viaje. Ella me vio y enseguida bajo la mirada, iba en completo silencio. No había nada extraño  ni nada  que decir. Seguimos. Unos instantes después sentí su manita que me apretaba intranquila la parte del cinturón.  Me puse alerta y note que un viejo mañoso  iba justo detrás de ella sumamente pegado su cuerpo. Iba disimulando pero me pude percatar su cara de lujuria repegando  su cuerpo en una niña. Al momento enfurecí y estuve a punto de gritarle majaderías por sus actos pero la mirada repentina de Mía me detuvo. Alzó sus ojos a los míos y vi sus mejillas sonrojadas y sus labios semi abiertos. Un calor subió por mi espalda porque enseguida reconocí ese gesto, era el mismo que mi esposa hace cuando la desnudo o cuando estoy jugando con su chocho caliente. Una sensación electrizante  hizo frenar mi reclamo y en su lugar mi mente trazó un pensamiento lascivo y quise seguir viendo a detalle que estaba sucediendo.
Sería que ese maldito viejo morboso venía calentando a mi pequeña de 13 años y ella lo permitía?
Porque ella no me decía nada y solo respiraba profundo mientras se agarra a de mi cintura?
Una tremenda erección  comenzó a crecer en mi pantalón y solo quería  seguir viendo la escena.
Puse mas atención a Mía y sentí pequeños movimientos de su cadera como si alguien la jalara o como si ella se empujara suavecito hacia atrás. Al viejo cada vez vez le costaba más trabajo  disimular su calentura. Era evidente que su miembro iba erecto entre las nalgas vírgenes de Mía. Ella al sentirlo no supo que hacer y como yo venía de espaldas no me pudo decir nada y mucho menos moverse o quitarse. El movimiento del tren poco a poco fue haciendo que el viejo acomodara su verga de tal manera que Mía empezó a sentir cosquillas y excitarse.
Sentía unos celos tremendos, un enojo fatal y al mismo tiempo un morbo completo como nunca había sentido y menos por una nena de 13 años.  Ahora ya no quería que la gente disminuyera, quería que ese vagón se llenará más para seguir viendo a mi hija disfrutar una verga extraña.
El viaje siguió. Mía sudaba y apretaba mi cinturón, yo quería investigar más y fui moviendo  la mano atrapada bajo la gente poco a poco para sentir el cuerpecito de Mia que como de costumbre llevaba las piernas descubiertas porque según yo, llevaba un shortcito verde corto. Entre los movimientos pude llegar hasta su pierna, con la palma sentía la pierna derecha, con el dorso de la mano sentía la izquierda, osea que mi mano estaba situada cerca de su panochita entre sus dos extremidades. Ahí deje la mano, rozaba su piel suave. La miraba, ella tenía su cara muy pegada a mi pecho y sentía su respiración, empujé más mi mano y empecé a sentir el contacto más firme con sus dos piernas y ahora sí sentía su puchita encimandose en mi mano. Ya no había duda, en cualquier situación normal ella no habría permitido tener una mano ajena metiéndose entre sus piernas y menos paseándose en su sexo. Pero está vez era diferente. No decía nada. El movimiento ya era notorio. El viejo le empujaba su verga y ella aventaba sus nalgas para sentirlo cerca. Yo fuera de mi y con la verga caliente comencé a mover mis dos dedos para frotarlos contra su panocha. Que sorpresa tan grande me lleve al descubrir que no era un short lo que Mia se había puesto ese día. Era una faldita corta como le gustan  y me dí  cuenta que mis dedos solo estaban separados de su puchita por la delgada tela de su calzón.
Ya no contuve mi calentura y me puse a masajear la pequeña vulva que tenía pegada ala mano.
Mía pegaba más su torso al mío pero las nalgas se las arrimaba al viejo. No me miraba pero sentía su respiración. Con frenetismo sobaba aquel sexo  queriendo sentirlo todo sobre mi y derrepente mis dedos tropezaron con la punta de otros dedos ásperos que también urgaban el calzón de mi niña. Comprendí por la mirada del viejo que eran los suyos, que no se conformaba con llevar la verga entre las nalgas de mi hija si no que también quería sentir su vulva y metía como podía parte de su mano. No dije nada, el tampoco, seguimos actuando como si nada sucediera pero por debajo de la cintura dimos rienda suelta a nuestras más oscuras  perversiones. Sabíamos que Mía estaba excitada como en un  trance  sintiendo la calentura de dos machos con una niña.
Encontré el pliegue de su calzón y encontré la forma de meter el dedo. Pfff  toque la gloria cuando sentí la piel de su vulva. También sentía los jalones que daba la otra mano buscando alguna forma de llegar hasta donde yo estaba pero no podía. Era un trato justo el tenía las nalgas calientes de Mia y yo tenía su delicado hoyo virginal.
Sentía sus vellos escasos y sus labios suaves mojados por tanto ajetreo. Ella derrepente contraía la pelvis como para montar más mi mano o tal vez para sentir más la verga del viejo. Su mano que antes estaba aferrada a mi cinturón se soltó y la dejo bajar hasta sostenerse de mi verga. La apretó y comenzó a sobar la cabeza por encima del pantalón , me miró y con sus ojitos me mostró que ya sabía que era mi mano la que estaba en su panocha, me dijo con la mirada que le estaba gustando que una verga desconocida le abriera las nalgas y me dijo que estaba muy contenta de sentir mi verga en su manita.
Duramos algunos minutos más así hasta que bajo una cantidad considerable de gente.
El viejo se tuvo que apartar y ella como siempre cariñosa me abrazo de la cintura el resto del camino. Viajamos en silencio con su rostro pegado a mi pecho. Mi mente hecha un caos pensando en lo que seguía y como lo tomaría hasta que llegamos a la estación final y bajamos.
No tardamos en resolver la compra del auto y de regreso casi no hablamos. Al llegar a casa entramos y en la sala le pregunté a Mia porque usaba faldas tan cortitas. Esto con el fin de tocar el tema de lo que había sucedido en el vagón del metro y ella me respondió con un
 – No te gustó?
-Claro que me gustó. Respondí
No dijimos más. Me acerqué a ella y la abracé, la pegue a mi. Bajé mi mano hasta sus piernas recreando el momento del vagón y le dije
– das mucha tentación con esas falditas.
Mi mano empezó a subir por sus piernas hasta llegar a su vulva. Lo hacíamos tal y como había sucedido unas horas antes. Comencé a frotar su rajita y ella correspondía montándose en mi mano. Con la mano libre la pegaba a mi cuerpo y en silencio le acariciaba la espalda y las nalgas. Le empecé a besar el cuello suavecito  y Mía jadeaba, la agarre con las dos manos por las nalgas y la restregaba a mi cuerpo. Metía las manos a su calzón y la estrujaba con deseo. Sentía una gran excitación de saber que un viejo desconocido la estuvo calentando frente a mi. No aguanté más y le pregunté si le había gustado sentir a un extraño atrás de ella.
Me respondió que sí. Me dijo que  no lo vio pero al subir al metro  quedó apretada entre mi espalda y él que sin perder tiempo comenzó a repegar su pito.
Al principio se asusto pero creyó que era algo normal sentir empujones y roces pero todo cambio cuando sintió  la cabeza de su verga erecta.
Mientras mi nena me contaba su versión jadeaba y sus palabras se entrecortaban porque yo manoseaba sus nalgas y la jalaba para que sintiera mi palo.
-se te antojó su verga? Le pregunté
Y le abría las nalgas mientras la pegaba a mi
– Si. Respondía
-Era grande?
Y Mía asentaba con la cabeza dejándose llevar por el recuerdo.
– Hizo que tu pucha se moje?
Cabe aclarar que yo nunca había hablado así con ella y tampoco habíamos estado en una situación similar, pero ya no había vuelta tras. Los dos estábamos muy calientes.
Ella decía que si con la cabeza mientras  mis dedos se paseaban entre su ano y su vagina. Pude sentir la entrada de su concha. Sentía sus fluidos saliendo y sentía la piel suave de su entrada.
– te hubiera gustado sentir esa verga cabezona aquí?
Y mi dedo entraba suave entre sus carnes.
Estábamos de pie así que levanté su pierna y la coloque encima del sillón chico que tenía más cerca. Ahora ya nada se interponía entre su chochito y mi mano. Con una pierna levantada y mi mano desde sus nalgas era más sencillo ir y venir por todo su sexo. Le estuve recordando como aquel hombre le repegaba su verga, le recordé que yo pude ver su cara de putita caliente y por eso lleve mi mano hasta su sexo y le recordé como metí mis dedos entre su calzón y como ella pegaba sus nalgas a la verga de aquel extraño.
El primer orgasmo de Mía llegó en el momento que empecé  un mete-saca intenso en su panocha y le dije que se imaginara que mis dedos eran la verga de aquel tipo cogiendola desde atrás.
Comenzó a gemir y un flujo abundante mojo mis dedos mientras apretaba su cuerpo. No tuve compasión y seguí con el movimiento hasta que sus gemidos fueron sonoros y sus ojos se cerraban dejándose llevar por las sensaciones.
-Papi! Me dijo.
Y su pucha expulsó gran cantidad de líquido delicioso sobre mi mano derecha.
Se abrazo a mi cuello y comenzó a comerme la boca con besos candentes.
Aproveche ese espacio para bajar mis pantalones y dejar mi verga expuesta.
Nos acomodamos, sin soltarla me senté en el sillón y la senté en mi verga de una sola vez. Mi niña se arqueo y apretó el cuerpo por la nueva sensación de tener un pene de señor entre sus entrañas. Sin decir palabra y sin perder más tiempo comenzó a cabalgar mi cipote dejándose llevar únicamente por el instinto de coger. Yo sabía y era evidente que era su primera vez en un encuentro de esta naturaleza pero estaba tan excitada que no pensaba y solo quería llegar a como de lugar a otro bello orgasmo.
Le tomé la cintura y acompañe el movimiento de sus caderas. Levanté su blusa y su brasier y deje sus tetas puntiagudas al aire. Ella ya no sentía recato ni me veía como su padrastro, ahora era su macho y estaba gozando de mi verga.
La jale hacia hacia mi y nos besamos apasionadamente, lamia su cuello y el nacimiento de sus orejas. Volví a recordarle la verga dura del tipo que la tenía atrancada en el metro.
– Tu puchita quería esa verga?
– recuerdas como te agarraste de la mía?
– seguro te hubiera gustado probarlas juntas.
Imagína que  mamas una  mientras  otra te coje duro.
– crees que aguantarías dos vergas grandotas?
Y mi pequeña nena sudaba y jadeaba y se mojaba más mientras me decía que si a todo lo que le susurraba.
-Ya te quité lo virgen y ese viejo despertó a tu putita interna mami. Desde ahora te iré enseñando a cojer  como se debe y cuando estés lista invitaré a un amigo para cojerte entre los dos como hoy se te antojó. Quieres?
Y Mía no pudo aguantar más. Jadeando y gimiendo explusó un nuevo  chorro líquido caliente y abundante de su sexo y mojó deliciosamente mis huevos, mis piernas y el sillón.
Yo tampoco pude más y al tiempo en que sentía su orgasmo mi cuerpo disparó varios chorros de rico semen caliente dentro de  sus jóvenes entrañas.
Nos quedamos muchos minutos en la misma posición. Mi verga comenzó a perder fuerza hasta que se salió  de la pucha de Mía. Ella con un poco de pena se levantó se acomodó los pantis y la hermosa faldita verde. Se acomodó el sostén y la blusa me dijo voy al baño y me dio un tierno beso en los labios mientras yo me  acomodaba los pantalones. Me dijo gracias sonrió y se fue.
Desde ese día somos más unidos y aprovechamos cualquier espacio solo para darnos  cariño y calentura de padre e hija.
72 Lecturas/24 septiembre, 2025/2 Comentarios/por Writecarlos
Etiquetas: baño, hija, orgasmo, padre, semen, sexo, vagina, viaje
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2 comentarios
  1. betoperez0101 Dice:
    25 septiembre, 2025 en 2:32 am

    Nada como Educar bien a una putita caliente , deberíamos charlar

    Accede para responder
  2. Writecarlos Dice:
    25 septiembre, 2025 en 1:42 pm

    Dejen sus comentarios para saber que les parece mi relato.
    Gracias

    Accede para responder

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