En qué me metí
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Él venía siempre a mi casa, tenía 36 y yo 10 cuando un día le abrí la puerta.
Medía unos 1.80 y yo unos 1.50.
Él delgado fibroso y yo ni gorda ni delgada, pero sí comenzaba a tener curvas.
A esa edad todo está a medias: las tetas creciendo, el culo paradito, y ya a esa edad menstruaba.
Recién levantada, era fin de semana así que dormía hasta mediodía con una pijama corta y tanga de algodón.
Para mí era normal abrir la puerta así, así que nunca noté nada raro, hasta ese día que cuando me saludó me abrazó fuerte.
Tan fuerte que me alejé de él reclamándole pero no me quería soltar.
Por fin, dejó sus cosas en el suelo mientras me preguntaba quién más estaba en la casa y qué tarde era.
Lo miré y le dije que no importaba, era fin de semana así que no importaba.
Estaba sola, le dije, y cambió su mirada, de esa como traviesa y me dijo que me fuera a duchar, le dije que no, desafiante y me comenzó a perseguir, jugando.
Arranqué hasta que llegué a la puerta trasera de la cocina y él se puso detrás de mí y me abrazó.
– Quieres que te las apriete?
– No—
Pero él ya me las había atrapado y me las apretó y se pegaba cada vez más a mi culito.
– Quieres que te haga cosquillas?
– No!
Me las apretaba con una mano y con un dedo jugaba con un pezón, mientras la otra me hacía cosquillas.
Me sentía rara, me gustaba lo que hacía, sabía que estaba mal, pero me gustaba.
Conseguí librarme de él y arranqué de nuevo y él detrás me tomó la cara y me besó con su lengua adentro.
Era mi primer beso.
– Rica, estás rica – me dijo.
A los días después llegó cuando estaba sola nuevamente, y el saludo ya no fue solo un abrazo, sino que venía con un beso acompañado.
Me tomó en brazos y fuimos a una salita que solía estar oscura.
Me sentó en una mesa y me tocaba suave las tetitas y jugaba con mis pezones.
– Así te crecerán más rápido
– Tío, esto está mal
– Te gusta lo que te hago?
– Es que está mal, no?
– Dime si te gusta!
– Sí
Entonces, tomó mi mano y le toqué su paquete.
Estaba durísimo.
– Lo sientes? Esto es lo que me provocas, esto es tu culpa! Apriétamelo!
Lo hice y levantó mi blusa y chupó mis tetitas mientras sus manos me bajaban el pantalón.
– Sientes esto mojado? Esto se llama calentura, te caliento, no es verdad? Yo sé que te tocas aquí, te tocas no es verdad?
– A veces
– Lo has hecho pensando en mí?
– Sí
Sonó el teléfono y era mi tía, su mujer.
Mientras hablaba con ella metía sus dedos en mi conchita una y otra vez.
Lo único que alcancé a distinguir era que la amaba y que llegaría pronto a su casa a buscarla para ir a la iglesia.
Me sentí tan sucia, una zorra, una mentirosa, pero me encantaba hacer eso con él, o dejar que él hiciera eso conmigo.
Hicimos esto cada vez que venía (que no era muy seguido) y cuando yo estaba sola.
Para mi cumpleaños número 12 llegó mi tía con él, comimos toda la familia en la mesa y todo era normal.
Hasta que en un momento se acercó a mí, me apretó el culo y me dijo que quería volver a tocarme, pero más rato.
– Avísame cuando creas que pueda venir a verte, por último dame una señal.
Te están creciendo las tetas, ves? Quiero darte algo más.
– Qué es?
– Esto que tocaste que se pone duro cuando te toco.
Avísame, me matan las ganas de—
Entonces apareció mi tío, hermano de mi mamá y alcanzamos a disimular con el el mantel que yo tenía en las manos y que del susto se me había caído.
No dijo nada así que supusimos que no vio nada.
Llamé a mi tía, pues sabía que él estaría con ella y le dije que me aburría tanta tarea del colegio, me la pasaba estudiando y con la cantidad de exámenes, ya no me quedaba tiempo para socializar y que me la pasaba sola, finalmente.
Y vino.
Un domingo, todos andaban en la iglesia menos yo porque debía estudiar, claro.
Llegó y bueno, subimos a mi dormitorio.
Me manoseaba toda, desde el cabello hasta los pies.
Estaba nervioso, pero muy muy caliente.
No hablamos nada.
Nos sacamos la ropa y vi su paquete, era largo, duro como roca, moreno, y ardía.
Tomó mis manos para que lo masturbara, me acostó sobre las almohadas, se subió encima de mí y me lo metió a la boca.
Me advirtió que no mostrara los dientes y me folló la boca, no le importaba mucho que hiciera arcadas.
Después bajó, abrió mis piernas y metió sus dedos, los chupaba y los metía de nuevo, jugaba con mi clítoris y lo metía a la vagina, de pronto lo que metió no eran sus dedos, sino su pene, suave la primera metida (que no entraba) y la segunda vez fue entero.
Quise gritar pero fue rápido y me tapó la boca con una almohada.
Lloraba, pero él seguía metiéndolo una y otra vez, hasta que acabó.
No supe cuánto duró todo eso, porque reaccioné cuando me besó abajo y luego me abrazó mucho rato.
– La primera vez siempre duele, la siguiente será mejor, sobrinita.
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