En un remoto lugar
En el pasado, sobre todo, había remotos lugares que eran como mundos aparte, en los que regían otro tipo de costumbres o tradiciones que acababan siendo más fuertes que las propias leyes..
Mi marido es de una zona montañosa, que antiguamente estaba bastante aislada del resto de la región y a la vez, también sus habitantes vivían en pequeños núcleos de casas o en casas aisladas en medio de la nada, donde abundaban las familias numerosas, lo que ayudaba al desempeño de las múltiples labores del día a día, que por su forma de vida se tuvo que adecuar a un entorno donde las costumbres se convierten en leyes y lo que primaba más que nada era la lucha por la supervivencia en esos tiempos y condiciones tan difíciles.
Cuando empecé a ir con mi marido a visitar a su familia, ya me dí cuenta de que por si era un lugar especial, con unas gentes de una forma singular de ser, que dotaban a esos parajes de una magia que se palpaba en cada rincón que te rememoraba a esos tiempos del pasado.
A mí me gustaba mucho hablar con sus familiares más mayores, sobre todo con una tía llamada Angustias, porque siempre me contaba historias y anécdotas de esa zona que sucedieron en su juventud, que a mí me dejaban con la boca abierta de estupor y sorpresa.
Habitualmente, también surgían conversaciones hablando del pasado, donde de forma natural, se comentaban los múltiples embarazos que había en esa época, al carecer de todo método anticonceptivo, y que mucha veces eran causados por algún abuso, duramente castigado en estos tiempos, pero que allí, en esa época sobre todo, se tenían asumidos como algo normal por lo que había que pasar.
Cuando estaba a solas con esta señora, me contaba como su padre había tenido sexo con todas sus hijas, excepto con la más pequeña, que por motivos de salud, ya no tuvo ocasión de consumarlas, aunque me decía entre risas, que sus toqueteos continuaron hasta casi el día de su muerte, ya que recordaba como sobaba a todas sus hermanas ante la vista de todos, como si eso fuera normal.
Y que una de ellas, cuando se quedó embarazada, para no provocar comentarios, la habían mandado a Barcelona a trabajar sirviendo en casas, lo cual era muy habitual en esa época. A otras, e incluso a ella misma, cuando se quedó embarazada de su padre, se le había hecho abortar por los métodos caseros que se utilizaban en esa zona.
Estas conversaciones aumentaban mi morbo y curiosidad, por lo que yo insistía preguntándole para que me ampliara los detalles. Angustias me decía que al llegar a la pubertad, muchas incluso antes de tener la primera menstruación, ya empezaban a tener sus primeras experiencias sexuales, bien en su casa, con hermanos, tíos o demás parientes, aunque también era frecuente que cuando iban a buscar leña o agua al monte, y las veían solas por el camino, siempre había alguno que intentaba aprovechar la ocasión.
En esa sociedad machista, donde la mujer estaba sometida al hombre, éste imponía sus deseos y sus actos siempre quedaban impunes bajo ese manto de silencio que lo tapaba todo; todo se sabía, pero todo se callaba. Las mujeres tenían que aceptar,a a veces resignadas, y otras, para protegerlas de sus hermanos, como sus maridos metían a su hijas pequeñas en la cama matrimonial, porque no había camas suficientes para todos los hijos y muchos dormían juntos como podían, aveces incluso, niños con niñas, por lo que acababan sucediendo todas esas cosas, que aunque trataran de evitar, eran inevitables.
Otras veces era la propia mujer la que llevaba a sus hijas mayores a la cama matrimonial, quizás para imponer un poco de respeto a su marido, y así con la presencia de la niña, evitar que la follara y le provocara nuevos embarazos, (según lo que he podido escuchar en varios sitios, ese era un “método anticonceptivo singular” bastante usado en los pueblos antiguamente), pero en muchas ocasiones, lo que sucedía es que la mujer tenía que aceptar que su marido acabara teniendo sexo con su hija delante de ella.
Lógicamente, en esos tiempos la mayor parte del día lo ocupaba el trabajo en la tierra, o con el ganado, y en el poco tiempo de ocio que quedaba, el sexo era una distracción habitual, porque no había otra cosa, y ya desde niños se entraba en ese mundo iniciados por los mayores, a través de esos diversos juegos que se inventaban o durante las fiestas, donde abundaba el vino, que se acostumbraba a dárselo a los niños desde pequeños, degenerando en algunas ocasiones en auténticas orgías inimaginables en estos tiempos, donde participaba toda la familia sin distinción, los vecinos y demás allegados allí reunidos.
Pero no todo iba dirigido al disfrute de los hombres. Las mujeres también se las arreglaban para su desahogo, y en las frecuentes ausencias de sus maridos, no tenían reparos en tirar de lo que tuvieran más a mano, y lógicamente cuando algún embarazo volvía a producirse, se le intentaba enjaretar al marido, muchas veces convencido y otras, no tanto.
Cuando una mujer se quedaba viuda o se separaba, enseguida surgían los rumores sobre quien la visitaría, pero en muchas ocasiones era alguno de los hijos de los que quedaban en la casa, el que ocupaba el lugar de su padre en la cama matrimonial, y aunque nadie decía nada, era aceptado por el resto, porque allí todos tenían algo que tapar.
Después de todas esas conversaciones, mi imaginación acababa totalmente excitada al verme introducida en ese mundo, que de una forma u otra, fue habitual en muchos otros lugares y que de una forma directa estaba conociendo.
Lógicamente al llegar la noche, ante tantas imágenes que se formaban en mi cabeza, me era imposible dormir, y tenía que acabar desahogándome con mi marido, imaginándome todo lo que habría ocurrido en esa antigua cama donde dormíamos.
Pero todavía me quedaban muchas cosas por conocer y en los siguientes viajes a ese lugar, mi principal interés fue el ir profundizando en esas historias tan morbosas, que de alguna forma excitaban lo más profundo de mi ser, como si fuera una vuelta antropocéntrica al pasado.
Entre las historias que me contaron estuvo esta:
Durante un verano, recibieron la visita de una de sus hermanas, llamada Carmen, que con apenas 14 años se había ido con unos familiares a trabajar al extranjero. Allí, después de estar varios años sirviendo en una casa, acabó casándose con un hombre bastante mayor que ella, llamado Thomas, y como no había vuelto al pueblo desde entonces, quiso traer a su marido para que conociera a su familia.
Cuando llegaron, se organizó una pequeña fiesta ofreciendo al nuevo visitante lo mejor que tenían, colmándole de atenciones. En la casa de sus padres se habían quedado un hijo soltero y una hija con su marido y sus 8 hijos, entre chicos y chicas de todas las edades, ya que los demás hermanos habían tenido que emigrar y otros se habían casado por la zona.
Después de comer todos juntos, algunos de los hijos dijeron que se iban al rio a bañarse y ellos les acompañaron, ya que ese río era como el lugar de ocio donde reunían y se bañaban los vecinos de la zona.
Allí se encontraron con varios grupos de personas de las casas de los alrededores, que iban a pasar la tarde a ese paraje idílico, en el que abundaba la chavalería, y donde casi todos estaban desnudos disfrutando del sol y del agua, ya que allí no se usaban los bañadores de ahora, dando una imagen que no tendría nada que envidiar a cualquier playa nudista de la costa francesa.
Al nuevo visitante no dejaba de sorprenderle todo esto, llamándole la atención una señora que estaba cerca de él, acompañada de un chico de unos 15 años y otras dos niñas menores, a los que pudo escuchar la siguiente conversación
—Mira, tía, como se le ha puesto la pirula a Matías.
—Eso es porque os está viendo a vosotras desnudas, que sois muy guapas. Cuando a un chico se le pone así y está mucho tiempo sin que se le baje hay que ayudarle un poquito. ¿Nadie os ha enseñado eso? —le dijo esa mujer, en tono educativo.
—No tía, no sabemos.
—Mirad, hay que movérsela así, con suavidad y luego fuerte durante un rato, hasta que les sale la leche. ¿Veis como lo hago yo?
Las niñas miraban absortas como su tía masturbaba al chico, provocando que al marido de Carmen se le pusiera dura viendo la escena, lo que le hizo sentir un poco de vergüenza el que los demás se dieran cuenta. El chico que estaba siendo masturbado por esa señora mayor, al final acabó corriéndose lanzando un chorro de semen que sorprendió a las niñas, e se reían y gritaban sin saber muy bien qué hacer.
—¡Ala!, al agua a lavarse —le dijo la señora al chaval.
Las niñas se fueron detrás de él, quizás buscando la oportunidad de hacer ellas eso que habían visto, por lo que seguramente, a partir de ahora al pobre chico no le iban a dejar descansar en cuanto se la vieran empalmada.
Luego, allí en el río, Carmen vio a una de sus primas, que casi no reconocía después de tantos años, y después de saludarse, se presentó a su marido, así como también a sus hijos que andaban por allí jugando. Thomas, no daba crédito a la situación que estaba viviendo allí, todos desnudos presentándose a la familia.
Después de charlar un poco entre ellos, bajaron al agua del río, a refrescarse un poco, donde entre juegos, las extrovertidas niñas le preguntaban por ese hombre nuevo, al que no conocían, mientras le miraban con curiosidad el pene todo empalmado. Su mujer, entre risas, tuvo que disculparlo, diciendo a su prima que él no estaba acostumbrado a esto y que tendría que adaptarse.
—Bueno, mujer, no te preocupes, va a tener tiempo de acostumbrarse bien estos días, jajaja. —le contestó ella— Aquí no se asusta nadie por eso.
Cuando ya se quitaba el sol, de vuelta a la casa, a un lado del camino había una pareja de jóvenes desahogándose un poco, a los que los demás no prestaron mucha atención, pero Thomas los miraba con curiosidad y también lleno de morbo, sorprendiéndose con todo lo que veía a cada paso que daba.
Después de la cena llegó la hora de alojarles en una habitación, y la madre de Carmen al llevarles al piso de arriba, les dijo:
—Podéis dormir aquí. En esta cama duermen las tres pequeñas. Tendréis que dormir con una de ellas, si no os importa; si os parece bien, que se quedé aquí Carmina, que es la más delgadita y os molestará menos. Así podréis estar más cómodos los tres. A la más pequeña la llevaremos a dormir con nosotros y la otra que duerma con sus hermanos, ya que pueden dormir tres en la misma cama, mientras son pequeños.
A Thomas, le había contado alguna cosa su mujer sobre las costumbres de ese lugar, pero nunca se imaginó que iba a tener que compartir la cama con una de sus sobrinas, entre otras sorpresas que le esperaban.
Cuando estaban los tres en la habitación, estuvieron hablando sobre donde se colocaría cada uno y Carmina les dijo que ella como era la que menos pesaba se pondría en el medio; a todos les pareció bien y la parlanchina niña les estuvo contando donde dormía cada uno de la familia, con el desparpajo natural de aquellas crías, mientras la escuchaban atentamente sus tíos.
—Mi tío Luis siempre quiere dormir con Ángela, la mayor, porque tiene más tetas —soltó con malicia la niña, riéndose—. Yo, el año pasado dormía con mi hermano pequeño, pero muchas veces venía uno de los mayores a convencerle para cambiarle la cama.
—¡Anda!, mira que pícaro tu hermano. ¿Seguro que tú también preferías dormir con él, no? —le decía Carmen.
—Sí, jeje, siempre se ponía a jugar conmigo y acababa metiéndomela, y no me dejaba dormirme hasta que se corría.
Thomas escuchaba con asombro lo que decía la niña, hasta que finalmente Carmen les dijo que se durmieran, que ya era tarde, y que mañana les siguiera contando.
Durante la noche, Carmina no paraba de moverse en la cama, vestida apenas con unas braguitas y una camiseta abierta, y como el colchón se hundía por el medio, el cuerpo de Thomas caía sobre la niña, por lo que le dijo que si no prefería ponerse en un lado de la cama, mejor.
Carmina se cambió de lugar, dejándole a él en el medio. Pero cuando parecía que ya se estaban durmiendo, por el peso de Thomas, la niña acabó pegada nuevamente a su cuerpo poniendo su culo sobre el pene que todavía se mantenía empalmado por la situación, encajándolo prácticamente en él, lo que le iba provocando cada vez más la necesidad de desahogarse.
Thomas no pudo evitar abrazar a la niña, empezando a acariciar la suave piel de sus muslos, y excitado por toda la conversación anterior, no pudo evitar poner sus dedos en la vagina de Carmina, que la sintió totalmente empapada, y en medio de esa excitación, se atrevió a bajarle las bragas para sentir más directamente el contacto de su pene en el culo de la niña, que no se resistía a ello, ni mucho menos, sino que parecía moverse buscando que ese duro miembro rozara la entrada de su vagina.
Thomas ya no podía más con tanta excitación y levantándole una de sus piernas, le fue introduciendo lentamente su polla, sintiendo el calor que le abrasaba al tenerla metida en ese coñito tan acogedor, en el que podía moverla sin apenas resistencia en la estrecha vagina de Carmina, hasta que enseguida notó que ya no podía aguantar más y que se iba a correr, por lo que se la sacó rápidamente para eyacular en su culo.
Su mujer parecía dormir y aparentaba no haberse dado cuenta de lo que había sucedido, pero como sospechaba que todo eso podía suceder, escuchaba en silencio como su marido follaba a su sobrina, alegrándose por él, de que hubiera podido tener ese desahogo que tanto necesitaría tras el intenso día pasado en aquél lugar.
A la mañana siguiente, les preguntaron si habían dormido bien, y Thomas dijo a su suegra que muy bien, a lo que ella le contesto sonriéndole:
—Tengo muy bien educadas a mis nietas para saber complacer, y podrás comprobarlo con cualquiera de ellas las próximas noches.
Thomas se quedó absorto por lo que le había insinuado aquella mujer y le preguntó:
—¿Es que sabe lo que pasó por la noche?
—Claro, hombre, mi nieta me lo contó. Por eso la puse a dormir con vosotros, porque ya tiene su experiencia y sabía que ibas a disfrutar con ella.
—¡Ah!, pues muchas gracias —le dijo Thomas, sorprendido una vez más por lo que pasaba en aquella casa.
Pero después de haber podido follar a la pequeña Carmina con la complacencia de todos, ya estaba seguro de que podría follar con todas las demás que se propusiera y solo deseaba que llegara la noche, para ver a quien le metían en la cama.
Durante el día, cuando Thomas ya iba cogiendo más confianza con la familia, aprovechando la insinuación que le había hecho su suegra, le dijo:
—Su nieta Carmina ha sido muy cariñosa. Ella me ha comentado algunas cosas sobre las costumbres de aquí y me gustaría preguntarle si esta noche podríamos dormir con la más pequeña.
—Claro, hijo, no hay problema. Tere es la preferida de mi marido, pero estará encantado de que la puedas disfrutar por una noche.
—El único problema es que no sé qué pensará su hija, creo que ella no se enteró de lo que pasó esta noche.
—No te preocupes por ella, se ha criado aquí y sabe perfectamente lo que pasa. Además, ella ya te habrá contado muchas cosas de las que le pasaron cuando era niña.
—Sí, alguna cosa me contó, pero es distinto vivirlo en primera persona y esto es como un sueño para mí.
—Mira, no sé si te contaría que muchas veces, venía a buscarla un vecino que teníamos, que vivía aquí detrás y que se había quedado viudo, sin hijas que le ayudaran en la casa, por lo que Carmen iba a ayudarle y muchas noches se quedaba a dormir con él, siendo una niña todavía. Así que ya te puedes imaginar que el vecino no la iba a dejar dormir sola y que se lo pasarían bien entre los dos. Desde luego, él me estaba muy agradecido por dejarla ir. El pobre se ha muerto ya hace años.
—No, eso no me lo contó; bueno, no sé si sería uno que me dijo que tenía un hijo, y que el padre era mayor y era el que la metía en la cama con él, pero que a mitad de la noche, iba buscarla el hijo para llevársela a su cama, y que después de disfrutarla, la volvía a llevar con su padre para que no sospechara, o algo así me contó ella una vez.
—Sí, esos eran, vivía con un hijo soltero, y claro, los dos andarían necesitados.
En medio de esta conversación, entró su mujer, a la que su madre le dijo que Thomas le había pedido que esta noche suba la Tere a dormir con vosotros.
—Me parece bien. Estuvimos muy a gusto con Carmina, verdad cariño —haciendo que Thomas se pusiera ligeramente rojo por la vergüenza.
—Sí, ya se lo decía a tu madre. Le estaba dando las gracias por ello.
—Mientras estemos aquí, tú disfruta de lo que te ofrecen, que ya sabes que allí donde vivimos no pasan tanto estas cosas, aunque seguro que también las habrá. Cuando me conociste, ya viste que a pesar de ser muy jovencita, ya tenía experiencia en todo y hacías cosas conmigo que no te hacía tu ex-mujer. Además, ya te dije que yo tampoco voy a perder la oportunidad de disfrutar lo mío, si se me presenta la ocasión —le dijo su mujer.
—Entonces, ¿ayer te enteraste de lo que hice con Carmina? —le preguntó Thomas.
—Claro, cariño, te dejé disfrutar con ella y me alegré mucho por ti.
—¡Buufff!, con el miedo que pasé a que te despertaras y nos vieras…..
—Jaja. Parece mentira que no me conozcas…
Su madre intervino para decirles:
—Ayer ya estuvisteis en el río y visteis lo que había. Seguro que ya le habrás echado el ojo a alguno de los chavales —le dijo la madre a su hija.
—Sí, conocí al hijo de mi prima, Pablo, y la verdad es que estaba muy guapo.
—Vete hoy a hacerles una visita, que a tu prima la encantará hablar contigo de muchas cosas. Cuando vivías aquí, estabais todo el día juntas.
—Sí, iré. Tú, Thomas, puedes ir con mi hermano al pueblo, que tiene que comprar cosas y así os tomáis algo en el bar y te presenta a más gente.
—Está bien, diviértete, cariño —suponiendo Thomas en lo que se iba a entretener su mujer.
Carmen llegó a la casa de su prima, que la recibió muy contenta, y se pusieron a hablar mientras la invitaba a merendar con el vino de la tierra, que nunca faltaba en la mesa de esos lugares.
—Bueno, Carmen, cuantos años han pasado, con lo amigas que éramos, te eché mucho de menos.
—Ya sabes cómo es esto, que muchas nos tenemos que ir fuera a trabajar.
—Ya veo que te has casado muy bien. Tu marido es muy guapo y educado y se nota que vivís muy bien allí.
—Sí, la verdad es que es muy bueno conmigo y quise traerle aquí para que conozca a la familia y ya de paso que disfrute un poco de todo esto.
—Haces bien. Aquí, ya sabes, seguimos disfrutando de lo que tenemos, como cuando éramos pequeñas.
—Ya te vi ayer con tu hijo, el mayor, que está muy guapo.
—Sí que está guapo con la edad que tiene. Además, cuando mi marido se queda en el monte con las cabras, le traigo a mi cama para que me haga compañía, y no veas que delicia, prima; casi que le prefiero más a él que a su padre, jajajaja.
—Qué suerte. ¿Dónde está Pablo ahora?
—Está arriba, en la habitación, andando con sus cosas. Vamos para que te vea.
Al llegar a su habitación, se saludaron:
—Hola Pablo, soy la prima de tu madre, ¿te acuerdas de ayer?
—¡Ah!, sí, ¿qué tal está, señora?
—Muy contenta de estar aquí, recordando y conociendo a la nueva familia.
La madre de Pablo les dejó solos con una disculpa:
—Tengo que ir a por la leche. Os dejo aquí para que sigáis hablando.
—Hasta luego, prima. Bueno, y dime, Pablo, que tal te lo pasas aquí.
—Pues bien, en verano mejor, que podemos ir al río.
—Se pasa muy bien allí con toda la gente. Ya te vi ayer lo guapo que estabas desnudo y como tenías a las niñas detrás de ti.
—Sí, bueno. Son amigas y lo pasamos bien.
—Habrás estado ya con la mayoría de ellas ¿no?.
—Sí, con la mayoría, menos alguna de las más pequeñas.
—Esas enseguida tendrán ganas también. Además me dijo tu madre que tú las prefieres más maduras, ¿no?.
—Sí, me gustan más, como las amigas de mi madre.
—¿También has estado con ellas?
— Con muchas sí, hasta con la vecina de aquí, que es mayor ya.
—Será mayor, pero no es tonta. Seguro que le encantas y te hace muchas cosas ricas. Ayer te vi desnudo y me encantó la polla que tienes. Déjame vértela ahora un poco, anda.
Carmen, sin esperar su aprobación, le bajó el pantalón y su pene salió disparado ya en erección.
—Madre mía, que maravilla, hijo. Que suerte tiene tu madre. Ya podría yo tenerte en mi casa.
Carmen se lo metió en la boca, jugueteando con la lengua y saboreando ese glande tan jugoso. El chico ya empezaba a sentir un placer que le dejaba a merced de su casi tía, que se la chupaba con tanta insistencia, hasta que la primera corrida del chico le llenó la boca de semen. Y antes de que perdiera la erección, le tumbó sobre la cama y se montó sobre él para sentirlo dentro y hacerle gozar a él, pero era tanto el morbo que tenía por estar follando al chico que alcanzó un orgasmo de los más fuertes que había tenido últimamente.
Y sin dejarla casi tiempo a recuperarse, Pablo, la puso a cuatro patas y la penetró por detrás llevándola a nuevas sensaciones que le causaron tantos orgasmos seguidos que casi provocan su desmayo.
La madre del chaval volvió cuando Carmen terminaba de arreglarse después de follar con el hijo de su prima, debiéndosele notar su cara de satisfacción, porque su prima le soltó:
—Ya veo que has aprovechado el tiempo, jaja.
—Prima, que envidia me das, que joya tienes en casa. Mucho voy a echar de menos esto cuando me vaya.
—Pues vuelve más a menudo y el año que viene a lo mejor, su hermano pequeño ya te puede satisfacer también.
—No me digas que ya has empezado a disfrutarlo.
—Bueno, alguna cosa hemos hecho.
—¡Buuufff!, menuda estás hecha, ya me acuerdo que cuando éramos pequeñas, siempre eras la primera que le sacabas la leche a los chicos en el río.
—Jajajaja, y sigo igual, no te creas.
—Antes de marcharme, vendré a despedirme, a ver si me tienes alguna sorpresa….
Mientras tanto Thomas, estaba en el pueblo con su cuñado y cuando entraron en el bar donde algunos ya le conocían, entablaron conversación.
Le preguntaron si tenía hijos y al decirles que no, que hacía poco que estaban casados, le animaron a tener familia, que es lo más bonito que hay, asintiendo él viendo la cara de malicia de su interlocutor, que empezaba a contarle sus intimidades:
—Mire, yo tengo tres hijas y no tengo tiempo de aburrirme.
Interrumpiéndoles otro:
—Pues yo dos chicos y ahora que me vino la pequeña, ya me va a pillar un poco mayor.
—Eso pensaba yo también, pero ya verás cómo revives cuando la tengas delante. Con mi mujer no tenía nada ya y ahora ni dormimos juntos, porque yo me meto en la cama con la cría, pero lo preferimos así los dos, teniendo cada uno lo que le gusta —les dijo otro, que entró en la conversación.
Las conversaciones se entremezclan entre ellos animadamente:
—Gustavo, en tu casa, tu cuñado tampoco se aburrirá, porque tiene donde escoger, además que son preciosas todas. Las vi el otro día en el río y se están poniendo muy ricas.
La conversación continuó en ese tono, un poco surrealista para Thomas, si no fuera por el lugar donde se encontraban, viniéndosele a la cabeza a Thomas que esa noche podría disfrutar de la pequeña Tere, mientras seguía oyendo de fondo todos esos comentarios, que cada vez le iban poniendo más excitado.
Su cuñado, al ver la cara que ponía Thomas escuchando todo eso, intentó disculparles un poco y le dijo:
—Aquí la gente empieza a beber y suelta mucho la lengua con el alcohol, pero no te creas muchas de las cosas que dicen.
—Pues después de ver todo lo que hay aquí, yo creo que muchas de esas cosas son verdad.
—Jaja, eres listo y no se te escapa una. La verdad es que los borrachos son los más sinceros….
Los dos se rieron con ganas y al volver a casa, cenaron todos juntos, mientras anochecía y después de una pequeña charla, cada uno se fue a su habitación a dormir.
Thomas, ya con la plena complicidad y confianza de su mujer Carmen, para hacer lo que quisiera con aquella cría, se llevaron a la pequeña Tere a su habitación y nada más meterse en la cama, como Thomas estaba demasiado ansioso, empezó a acariciar a la pequeña, buscando su boca para besarla y quitándole toda la ropa, siguió besando toda su piel hasta llegar a la vagina de la niña, que empezó a saborear como si fuera el mejor manjar, provocando en ella sus primeros gemidos.
Carmen contemplaba excitada toda la escena, mientras animaba a su sobrina pequeña para que se metiera en la boca la polla de su marido, pero Thomas no quería correrse sin antes haberla penetrado, por lo que puso su hinchado miembro en le entrada del tierno coño de la niña. y con un leve empujón se la introdujo en su totalidad , mientras le decía, sorprendido, a su mujer:
—Mira Carmen, que fácil le entra…. ¿A ti cuantos te la han metido ya, criatura? —le preguntó a Tere.
—Aquí en casa, todos, el primero fue el abuelo porque dormía con ellos al principio. Y luego en el rio también me la metieron unos chicos y amigos de mi tío, según me dijeron.
—Vaya con la niña, es que tiene el coño muy rico y va a hacerme que me corra ya.
La abundante eyaculación de Thomas sobresalió por fuera de su vagina mojando las piernas de Tere, que alcanzó también el orgasmo durante las últimas embestidas de su nuevo tío. Mientras, Carmen había estado masturbándose viendo toda la situación, ayudándole luego Thomas y Tere a que también llegara a su orgasmo.
Después de quedarse dormidas su mujer y la niña, Thomas seguía sin poder dormirse, con una fuerte erección al estar en contacto con la piel de Tere, no pudiendo evitar acariciarla de nuevo y notando su vagina todavía húmeda, se puso encima a la niña pidiéndole que cabalgara sobre él, lo que ella hizo con gran desenvoltura hasta que Thomas consiguió correrse de nuevo, ya totalmente enloquecido de placer.
A la mañana siguiente les costó levantarse, siendo Tere la primera en bajar a desayunar, para contar a su madre todo lo pasado durante la noche, que le respondió:
—¡Vaya con el maridito de mi hermana! A ver si lo puedo probar yo también, aunque no sé si preferirá follarse primero a todas las niñas de la casa.
Cuando bajaron Thomas y Carmen a desayunar, ya estaba su suegra también, que como mujer morbosa que ha vivido toda clase de situaciones a lo largo de su vida, estaba ansiosa de conocer los detalles de la noche, y le preguntó a su yerno:
—¿Qué tal con la Tere? Te habrás quedado bien satisfecho con ella.
—Ni se lo imagina. Es una niña increíble, nunca me imaginaría algo así. No me extraña que su marido la quiera tener todas las noches.
—Mi marido se ha ido trajinando a todas, todas han pasado por su cama, pero por Tere tiene una especial predilección. Pero no te creas que por eso, me tiene desatendida, yo también me llevo a alguno de los chavales por las noches y tanto mi marido como yo, disfrutamos de todos.
—Ya lo estoy viendo, que es su forma de vida y el sexo es el principal pasatiempo de este lugar.
—Es lo mejor que nos ha dado la Naturaleza, hijo, y hay que aprovecharlo y disfrutarlo todo lo que se pueda.
Cuando a Thomas y Carmen les llegó el día de volver a su casa, sintieron mucha tristeza, pero una gran satisfacción, también, por todo lo vivido en ese paradisíaco lugar, tan remoto que nadie se preocupaba de lo que hacían o dejaban de hacer allí sus gentes, dejándoles vivir a su aire, por lo que ambos se prometieron que tendrían que volver más asiduamente.
Esta es solo una de esas historias que me contó la familia de mi marido y de otras que me fui enterando yo, muchas de las cuales me han servido para escribir varios relatos.
Envidio a esos hombres que por azares de la vida descubren que su chica ha vivido experiencias enriquecedoras y las comparte con su pareja.
Siempre es un placer leer los relatos de Veronicca, ya que es garantía que disfrutaras de las mejores sajaP de S.S.T 3,0
Guauuuu, menudo relato! A ver si cuentas la segunda parte.