Encuentros Familiares cap 4
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crystal69.
Cien por ciento ficticio.
aunque ojalá no lo fuera xD
Patty:
El sexo es como una droga y se quiere repetir siempre que se tiene la oportunidad.
Me di cuenta de eso cuando me desperté un sábado y estaba totalmente desnuda.
No era la única sobre mi cama.
A mi lado, la infantil silueta de Lucy yacía bocabajo y sin ropa.
Tenía en toda la espalda algunos moretones que mis labios le habían hecho y su pelo castaño se esparcía por la almohada como una red de hilos de cobre.
Sus nalgas respingonas se alzaban rellenitas y sus muslos largos estaban levemente flexionados.
Le había hecho el amor a una niña de diez años, y en parte no me arrepentía por eso.
Los delirios dentro de nuestros orgasmos prácticamente habían limpiado todo nuestro sistema de impurezas éticas y morbosas.
No quedaba más que un mero amor de familia y una razón más para disfrutar del sexo.
La desperté.
Lucy al principio no supo en dónde se encontraba.
Sonrió y con ello me tranquilizó.
Mientras bostezaba, me apresuré a ponerme entre sus piernas.
la luz del día alumbraba sobre su tierna carne.
Me había saciado toda la noche con ella y quería volver a hacerlo.
Explorar la vagina de otra mujer, y que fuera la de mi hermana, confería un aire más solemne a lo que había hecho.
Además, el coño de una niña es diferente al de una mujer adulta en más de un sentido.
El calor de la inocencia se impregnó en mi lengua a medida que pasaba mis labios sobre su diminuto clítoris.
La piel enrojeció casi de inmediato y separé sus labios para ver el interior cerrado de Lucy.
Quería penetrarla; pero era mejor que un hombre lo hiciera.
Lamí desesperadamente.
Lucy llevó las piernas hacia arriba.
Tuve una visión fabulosa de sus dos orificios y seguí con mi lengua sobre su coñito.
Mi dedo menique penetró por su recto y acaricié sus nalgas con mi mano libre.
Sus piernas eran carnosas y apuntaban a una mujer que sería piernuda y deliciosa.
Miré que Lucy se acariciaba los pocos pechos que tenía y se humedecia los labios.
Se mordio el dedo índice y sus jadeos se hicieron más intensos, mezclados con una algarabía de risistas y chasquidos de labios succionando sobre ella.
—Bajen a desayunar —dijo mamá, tocando mi puerta.
Dejé a Lucy.
Nos vestimos y bajamos al comedor.
Se respiraba un ambiente feliz en la comida.
Mamá vestía una bata trasnaparente, mostrando sus grandes pechos a todos nosotros.
Mi hermano Eric la miraba de reojo y le gustaba lo que veía.
Mamá era un poco nudista en ocasiones.
No era culpa suya.
Había crecido en libertinaje y era una mujer sumamente erotica.
—¿Trabajarás hoy? —me preguntó mientras acariciaba la espalda de su mi hermano.
—Sí.
Tengo que ir a cuidar del niño.
Estaba pensando en llevarme a Lucy conmigo.
Ya sabes… para que puedan jugar y se estén más tranquilos.
—Buena idea.
¿Qué harás tú, amor?
Mi papá se limpió la boca con una servilleta.
—Iré con Aldo a ayudarle a instalar un aire acondicionado en el cuarto de su hija.
Creo que después iremos por unas cervezas.
—Ah, excelente —los dedos de mamá volaron hacia el revuelto cabello de Eric—.
Creo que sólo seremos tú y yo, querido.
Carlos:
Aldo, mi amigo, decidió ir a comprar al supermercado y me dejó instalando el aire con su hija.
La chica tenía unos trece o catorce años, y estaba buenísima.
Se llamaba Gabi.
Pelo negro y piel muy blanca, con una ristra de pecas surcándole un rostro ovalado.
Sus ojos eran azules y tenía unos labios preciosos.
Fuera de eso, vestía con una blusa de tirantes transparente debajo de la cual se veía el brasier rosado que llevaba.
Unos pants deportivos complementaban su atuendo.
—¿Está bien así? —me preguntó luego de que diera una bebida a la limonada que me había preparado.
—Lo está.
Gracias —bajé de las escaleras y probé que el aire encendiera bien—.
Listo.
Ha quedado.
—Gracias.
Papá estará contendo.
Ya no tendré que andar medio desnuda por toda la casa.
Sonreí y le acaricié un hombro.
Era raro, pero no me había podido contener con semejante manjar frente a mí.
Gabi se ruborizó e hizo risitos con su pelo ondulado.
—Creo que ya no se molestará.
¿A poco si andas medio desnuda?
—Mmm… puede ser —guiñó un ojo igual que si me notara excitado.
Se acercó con las manos en la espalda y sacando los pechos—.
¿Quiere verme desnuda?
—Oh… alto allí.
Eres una niña apenas.
—Pero tengo catorce años casi.
Ya no soy una niña.
—No quiero verte —mentí.
Ella estalló en risas.
—Sólo juego, hombre.
No es para tanto —golpeó mi pecho con una de sus pequeñas manos—.
Papá dice que soy muy precoz sexualmente.
—Debe ser difícil vivir con él mientras tu mamá está de viaje por el extranjero.
—No realmente.
Papá es un hombre muy divertido y me consciente de muchas formas.
Ahora me puso el aire para que no pasara calor.
No le gusta que ande en brasier por toda la casa.
—¿En brasier?
—Sí.
A mí no me da nada de penita.
Los huevos se me subieron a la garganta cuando se dio media vuelta para marcharse.
Casi le pedí que se quedara conmigo y me mostrara su sostén.
Suspirando, la seguí hasta la cocina donde platicamos un poco más.
—¿Qué tal el novio? —le pregunté.
Ella se sentó con las piernas cruzadas y tomando una cerveza.
—Está bien.
Ah, no se preocupe.
Papá me permite tomar una cerveza a la semana.
Las tiene contadas.
—¿Te gusta beber?
—No en realidad, pero saber que tengo esa posibilidad me quita las ganas de intentarlo.
¿Quiere una?
—Sí.
Gracias.
—Soy como una esposa para mi papá.
Tengo que ver que la casa funcione bien.
Se amarró el pelo y ese gesto hizo que sus pechos parecieran más grandes y juntos.
Apuré un gran trago de cerveza justo cuando mi amigo volvía.
Gabi se lanzó hacia él.
—¡Papá! —exclamó y saltó a sus brazos.
Mi amigo la sostuvo de las nalgas y casi pude ver que lo estaba disfrutando.
Su hija cerró sus largos muslos en torno a su torso y sus brazos lo rodearon del cuello.
—Princesa ¿bebes a esta hora? Es tu lata semanal.
—Ni me la gasté.
Gracias por mi clima, papi.
—De nada, amor, de nada.
Así ya no andarás medio desnuda por la casa.
—Ah, malo —rio y se fue dando saltitos por las escaleras.
Aldo se sentó.
—Disculpa.
Es un poco… precoz para su edad.
—Tiene mucho erotismo.
—Sí —rio Aldo —¿Te coqueteó? Perdón por eso.
Lo hace con todos los amigos que traigo.
—Descuida.
Aunque tengo que admitir que…
—Lo sé, hombre.
Lo sé.
A su edad y con esa actitud despierta cosas.
Hasta a mí, que soy su papá.
—¿La has tocado? —pregunté innecesariamente.
Aldo se sonrojó.
—Un poco, pero en mi defensa diré que ella se me restriega todo el tiempo.
Brindamos por eso y seguimos riendo.
Patty
Una hora más tarde, papá nos dejó a mí y a Lucy en la casa donde trabajaba.
Mi hermanita se había vestido con una cortísima minifalda y una blusita pegada a su busto llano.
Lucía espectacularmente tierna con su pelo atado por dos prendedores de forma de mariposa.
Sus uñas iban de negro y llevaba un collar alrededor de la garganta.
—¿Cómo es ese niño? —me preguntó mientras íbamos hacia la puerta tomadas de la mano.
—Te caerá bien
Alex estaba sólo, como de costumbre.
Jugaba a la consola.
Lucy fue corriendo hacia él.
Me encargué de presentarlos y les pedí que jugaran un rato mientras yo iba a hacer un poco de limpieza a la cocina.
Lavé los trastes y me aseguré de que todos los cuartos estuvieran completamente cerrados.
Cuando volví, encontré a Lucy y a Alex bastante juntitos y platicando en medio de cuchicheos.
—¿Y si nos metemos a la piscina? —preguntó Lucy.
—Vale, pero sólo que no trajimos bañador.
—Desnudas podría ser una buena opción.
La sugerencia la había dado Lucrecia, que entraba a la sala.
Ella sólo llevaba una toalla alrededor de su mojado cuerpo y el pelo húmedo le caía hacia atrás.
—No sabía que… estabas aquí.
—Hoy no salí.
Vengan, niños.
Vamos a bañarnos.
Ya en la piscina, Lucrecia se quitó la toalla y me lanzó una mirada interrogativa.
—¿Nunca habías visto a otra mujer desnuda?
—No es eso.
Hay niños aquí—.
Allí iba mi intento de mantener algo de descencia.
Decencia que se fue al diablo cuando vi que, en efecto, Alex se estaba quitando los pantalones y la camisa.
En pocos segundos quedó desnudo ante mi hermanita.
No dijo nada y se lanzó al agua.
Lucrecia fue tras él.
—¿Quieres…?
Iba a preguntarle a Lucy si estaba de acuerdo.
Antes de hacelro, mi hermanita ya se había despojado lentamente de sus prendas.
Blanqueé los ojos e hice lo mismo.
Era sumamente erótico.
Nadamos los cuatro totalmente encuerados.
Yo me fui hasta donde estaba Lucrecia mientras los niños se divertían con una pelota.
—Sé que entraste al cuarto de mis papás —dijo de repente.
—Ah… no fue apropósito.
—También sé que viste los videos —sonrió y se pegó a mí.
Nuestras tetas chocaron frente a frente—.
¿Te gustó lo que viste?
—No.
—Dime la verdad.
Sonrió de una forma sensual.
No me quedó más remedio que asentir.
—Pues… fue excitante.
Toda la familia en la cama.
—¿Te gustaría practicarlo? Por años he tratado de buscar a alguien más que le guste.
Eres como cinco años menor que yo… pero estás muy bien formada.
Podríamos divertirnos.
No me podía creer lo que surgía de sus labios.
—¿Ya has tenido experiencia con esa dulzura que trajiste?
—Lucy.
Sí, sólo un poco de sexo oral y ya.
—Oh… entonces ven aquí.
Tomándome de la mano, fuimos hasta donde estaban los niños jugando con un balón.
Lucy no tenía problemas en andar desnuda frente a otras personas.
Eso me sorprendió un poco.
Tiende a ser penosa.
Lucrecia les llamó y les dijo que íbamos a jugar a los noviecitos si ellos estaban de acuerdo.
Alex se emocionó porque ya conocía la dinámica.
Lucy me miró como preguntándose si estaba haciendo lo correcto.
Le dije que sí.
—Bien, mi amor —dijo Lucrecia mientras abrazaba con su desnudez a su hermano—.
¿Cómo te fue hoy en el trabajo?
Lucy y yo miramos como si fuera un cine.
Nos sentamos en el borde de la orilla.
Mi hermanita sonreía con diversión mientras los dos hermanos actuaban como si fueran una pareja.
Entonces Lucrecia besó a Alex en la boca.
Una mujer de veinte contra un chico de su edad era algo digno de ver.
Más que un beso, parecía dispuesta a comerle la lengua a su hermano.
Mi mano bajó por la pierna de Lucy.
—Vamos a mostrarles lo nuestro —le dije y sin que ella respondiera, me apresuré a besarla.
Fue algo sin pensar.
Me lancé contra el cuerpo desnudo de mi hermanita y la recosté para montarme sobre ella.
No era muy cómodo porque mi cuerpo era más grande.
Así que decidí cambiar de posición, girando para que ella quedara sobre mí.
De esa forma pude tener una vista completa y pasé mi lengua sobre su cuello y sus pechos planos.
Llegué por su vientre y Lucy abrió las piernas.
Bordeé con un dedo la entrada de su vagina, presionando su clítoris y pellizcándolo a su vez.
—Ponla a gatas —pidió Lucrecia, saliendo de la piscina con Alex.
—Anda, como perrita —le dije a Lucy.
Habíamos ensayado la posición ayer.
Se colocó en cuatro con el culo exponiéndose igual que una bella empanada apretada.
—Quiero chuparle su pene —dijo Lucy señalando a Alex.
Yo la miré con una cara de sorpresa.
Lucy sonrió divertida.
—Vaya, tremenda guarra me saliste.
Si Alex está bien con eso, vale.
—Claro que está bien —dijo Lucrecia.
Al tiempo, el pene erecto de Alex se acercó al de Lilian.
Instintivamente mi hermanita abrió la boca y lo devoró como si lo hubierae hecho antes.
Incluso Lucrecia quedó sorprendida.
—Pero ¿Cuántos años tiene esta niña?
—Diez —le guiñé un ojo.
Me sentía orgullosa.
Besé la espalda de Lucy.
Lucrecia no tardó en unirse a mí.
La escena era una locura.
Una pequeña chupándole la pija a un chico algo más grande que ella.
Se tragaba más de la mitad del miembro y lo restregaba contra su mejilla.
Lucrecia acompañó mis lamidas, de modo que cada una lamió una nalga de la pequeña.
Nuestras manos dedeaban el anito de Lucy en un sincronizado mete y saca.
Mi hermana movía el culo de un lado a otro.
Llegó un punto en el que el dedo de Lucrecia y el mío penetraron su recto de una sola vez y ella soltó el pene para gritar que le dolía.
Yo salí pero la otra siguió.
Luego fui a donde estaba su shombros y le besé el cuello.
Lucrecia, afanosa, tomó mi lugar y comenzó a devorar la conchita de la niña.
Lo hizo con violencia y mi hermana tuvo que sacarse la polla del chico para poder jadear y respirar.
Tenía una década de edad nada más, y ya jadeaba y gemia como una mujer experta.
Una lengua llena de experiencia mezclaba saliva con jugos virginales.
No tardó nada en correrse dentro de la boca de Lucrecia.
A su vez, yo masturbé a Alex.
Su pene cabía en toda mi mano.
El niño jadeó y yo le pedí a mi hermanita que abriera la boca para recibir el esperma de su hombrecito.
Así lo hizo ella.
Su lengua rosada se cubrió de blanco cuando una andada de semen le cayó baboso sobre ella.
Lucy se metió la lengua y luego de jugar un poco, se tragó la corrida del niño.
Las tres nos detuvimos.
Lucy había debutado como una diosa.
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