Enseñando a mi hermano
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Intentaré que sea un relato corto, aunque yo me enrollo como las persianas, porque tampoco es que sea muy impresionante. El caso es que es un relato que sucedió de verdad. Yo tenía 16 años y tenía un hermano de 10. Yo me mostraba desnudo delante de él cuando me cambiaba de ropa o salía de la ducha, pero nada más (no me podía ver más que el culo y por pocos segundos). Sin embargo, él era bastante tímido y nunca le vi desnudo. Me daba igual pues cada uno es como es.
El caso es que, amigos del colegio me "chivaron" que mi hermano había tenido problemillas en su clase: se asustaba y se ponía nervioso cuando algunos de su mismo curso se hacían pajas en clase. Concretamente, un compañero suyo a su lado se sacó la polla y se hizo una paja y mi pobre hermano no sabía donde meterse. Es que era muy vergonzoso y le entraba ansiedad…, y eso era aprovechado por otros niños de su clase para reírse de él. Yo solo se lo comenté en casa lo que me habían contado porque el pobre estaba muy pez en esas cosas del sexo que empezaban a despertarse en los chicos de su edad. Le sugería que no se pusiera nervioso cuando sus compas se hiciesen pajas, porque se iban a reír de él. ¿Y por qué se ponía nervioso? ¿Acaso le ponía nervioso ver penes erectos o qué?
Fue aquí cuando le dije que los penes de sus amigos eran infantiles, unas birrias en comparación con el mío, que estaba bien desarrollado, largo, ancho y con pelos, jajaja. Creo que no le presioné…, pero le dije si quería ver mi pene en confianza y sin ningún problema. Así se le quitaban los miedos y dejaba de hacer el ridículo ante sus compañeros. "Vale", me dijo con voz baja, como si no se atreviera a pedírmelo. ¿De verdad te lo enseño?, le volví a preguntar, y asintió.
"No te preocupes, que no le diré a nadie que estás tocando la polla", le dije antes de bajarme los pantalones, como para hacerle a la idea de que me tenía que tocar el pene, jeje… pero yo no me intentaba aprovechar de mi hermano, sino vacunarle de esos nervios que le daban en su clase cuando veía a sus compañeros sacarse el pene para pajearse. Pues, en la intimidad de mi casa, iba a tener ración de pene gordo y grueso: el mío. Me bajé los pantalones, me bajé la ropa interior y el pobre chico alucinó al ver un pene adulto…, y eso que estaba flácido, pero incluso así era mucho más ancho que los de sus compañeros de su edad; con unos huevos colgando y pelos adultos. Le enseñaba "didácticamente" cómo eran los genitales de los hombres, y le dije que me agarrara la polla. Con mi mano y la suya empecé a bajar el pellejo para que el capullo fuera asomándose y el pene empezase a crecer desmesuradamente. Eso le alucinó todavía más, porque siempre impresiona ver por primera vez un pene adulto erecto. Tras un rato, le dije que siguiera así, y así siguió pajeándome el solo. Perfecto. La primera sesión había tenido éxito.
Como la cosa había sido discreta en la intimidad, procuré que así fuese. Cada varias noches (dormíamos en la misma habitación) le preguntaba si quería verme el pene, y al ver que no ponía pegas, pues hacíamos lo mismo: unos masajes y unas sacudidas a mi polla. No eyaculaba las primeras veces porque me aguantaba, pero tras varios días, ya decidí "darle" otra lección de fisiología genital: "¿quieres ver como me sale la leche?". Fui a buscar papel higiénico al lavabo y ya me dejé llevar hasta que la cosa estalló y embadurné de leche todas sus manos, su brazo, su camisa. Él estaba encantado de haber presenciado una eyaculación de un pene adulto en primer plano.
El último paso lo dí varios días después. Me permití decirle en una paja de estas que teníamos por las noches si quería darme unos lametones o unas chupaditas a la punta de mi polla. El chico no se echó atrás y ahí tenía yo a mi hermano pequeño dándome unas buenísimas chupadas a mi polla. Una maravilla. Incluso alguna vez de esas que me la chupaba, se me escapaban los chorreones de semen que entraban en su boca. Ni así me criticó por llenarle de leche la boca.
El caso es que cumplimos el objetivo, y mi hermano pequeño no volvió a asustarse de las pajas que se hacían sus amigos en clase. El no se las hacía porque seguía siendo tímido pero, por lo menos, ya no se asustaba y dejaba de ser el hazmerreir de la clase. Decir que tras varios meses pajeándome mi hermano y chupándome la polla (extendí la "experiencia" hasta el verano y el comienzo del siguiente curso), yo ya vi que mi polla ya no era necesaria para él, y ya dejamos esas pajas tan sabrosas que tan buenos recuerdos me traen (lo cierto es que… si os digo la verdad, no sé por qué dejamos aquellas maravillosas pajas que me hacía mi hermano pequeño. Todo termina alguna vez)
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