Enseñando a mi hijo a cogerse a su madre
Después de que mi hijo me demostrará su deseo por mi ahora le enseño a darme placer.
«Enseñando a mi hijo a cogerse a mamá».
Hola, mi nombre es Martha Mireya
Hace unas semanas publique un relato llamado, «Soy el juguete de mi hijo», donde les platique como mi hijo de 12 años y yo empezamos a tener relaciones sexuales.
A raíz de este relato ustedes me han dejado comentarios pidiendo que les cuenta más sobre nuestra aventura y para eso es este nuevo relato.
Al día siguiente de la primera vez que le mostré mi hijo el lugar más íntimo de mi ser y se lo consedí para que lo usará a su antojo. Desperté con un poco de remordimiento sin embargo este sentimiento desapareció al pensar que yo también deseaba ser cogida y que en algún momento abría las piernas con alguien, así que pensé que era mejor darle ese gusto a mi hijo que a alguien más al fin de cuentas el fue quien me lo pidió así él era consiente de todo.
Era una situación donde ganábamos los dos pues como ya he mencionado, yo necesitaba que me cogiera, sentirme dominada por un macho y él por su parte satisfacía en mí su necesidad de meter su verga en una vagina, de sentirse el macho de una hembra. Necesidad que todo adolescente tiene.
Y si yo, su madre era o soy una hembra en celo por qué negarme a mi propio hijo, que además ganó doble pues a qué madre no le gusta ver a su hijo feliz y mejor que mi hijo disfrute de mi vagina que alguien más, ¿No creen?
Estaba decidido, mi hijo me cogería mientras él así lo quisiera. La verdad es que el día anterior había disfrutado mucho de la cogida que me dió y era su primera vez así que tenía grandes espectativas pues poco a poco iría aprendiendo a cogerme mejor por lo tanto sabía que no necesitaría de alguien más para estar cien porciento satisfecha o bien, tenía la certeza de que mi hijo me tendría bien cogida.
Ahora solo me quedaba una preocupación, mantener nuestra nueva forma de darnos amor en secreto.
Al parecer el intuyo mis pensamientos pues mientras pensaba todo esto él interrumpió diciendo.
– Hola mamita, buenos días.
– Hola mi amor, buenos días. Oye cariño tenemos que hablar sobre lo que pasó anoche.
– Si mami.
– Esto tiene que quedar solo entre tú y yo, por favor
– Si mamita, no te preocupes. Yo quiero seguir metiéndote mi pene y se que no le puedo decir nada a nadie.
Las palabras de mi hijo me tranquilizaron mucho, se escuchaba consiente de todo.
– Mami ¿te la puedo meter ahorita otra vez?
Por lo visto mi hijo era un caliente de lo peor, pero yo también. Quizá lo haya heredado de mí.
– Claro que sí mi amor. Pero si me vas a coger tienes que aprender a hacerlo bien, ¿De acuerdo?
– Si mamita.
Hice aun lado las cobijas que cubría nuestros cuerpos desnudos, baje hasta que mi cabeza quedó a la altura de su pene, lo tome con la mano, acerque mi rostro a el y lentamente fui abriendo la boca para meterla entre mis labios. Solo puede apreciar el expresión de sorpresa de mi hijo al mirar a su madre tragando su verga.
Lentamente empecé a mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo ejerciendo un poco de presión con mis labios mientras que dentro de mi boca le con mi lengua su glande.
Nuevamente mis pensamientos ocuparon mi mente, pensaba en que era mejor así, tener en mi boca la verga de mi propio hijo, ¿Por qué permitiría que alguien más pusiera su verga en mi boca? Si, me encanta tener una verga en mi boca, pero está es la de mi hijo, ¿que mayor muestra de amor que hacerle sentir placer y darle la satisfacción de que su madre le bese su masculinidad? En otros términos, sería como hacerle sentir que estoy orgullosa de que sea varón.
Que dicha más grande escuchas los suspiros de placer de mi hijo y aún más saber que mientras yo disfruto mamando una verga, mi hijo es quien disfruta de mis labios.
Por unos momentos saque su verga de mi boca, quería mamarle sus huevos, pero mientras hice el cambio le dije.
– Pon tus manos en mi cabeza, si regula como te la mamo solo deja que baje y suba tal como lo hago, si quieres que lo haga más rápido has que lo haga rápido y si lo quieres más despacio has que mi cabeza se mueva despacio.
– Si mamita, lo haces muy rico.
– Que bueno que te esté gustando cariño. Tu también tienes una verga muy rica.
– ¿De verdad te gusta? Mami.
– Si papito, me gusta mucho tu verga, sabe rica.
Nuevamente vi un premio a lo que estaba haciendo, apenas decirle a mi hijo que su verga me sabía rica, él sonrió, pero era una sonrisa diferente, era de quién tiene que estar orgulloso de algo que nadie más logrará. Eso me hizo sumamente feliz.
Al estarle mamando los huevos o testículos, como prefieran decirle. Una sensación de orgullo me invadió completamente. Sucede que una como mujer debe estar orgullosa de sus hijos ¿Cierto? Y pasa que sexualmente siempre hablamos del vecino, del lechero, del carnicero, del hijo de la vecina que está bien bueno o de cualquier otro hombre, pero nunca del nuestro, fue por eso el orgullo que sentí, me di cuenta que mi hijo me tenía mamando sus huevos por su determinación de ser él quien me cogiera, así que desde ya me sentía orgullosa del cogedor que tengo como hijo y eso me hizo mamarle con más ganas aún.
Las mamadas que le proporcione bastaron para hacerlo eyacular esperma con consistencia acuosa misma que me bebí a salud de saber que era la lechita de mi hijo, quizás de las primeras.
Unos momentos después de haber tratado los espermas de mi hijo, le volví a guiar.
– Que rico papito, pero ahora te toca devolver el favor. – Me acosté con las piernas abiertas – Ahora ponte como yo estaba – dije a la vez que él bajaba a la altura de mi entrepierna, le expliqué como mover la lengua y como debía de estimularme el clítoris ya fuese con la lengua o con alguno de su dedos.
Al parecer mi hijo entendió rápido, su lengua empezó a darme mucho placer haciendo que ahora yo fuera quien gimiera.
– Si sientes que aprieto tu cabeza con mis piernas no te detengas, eso significa que estoy teniendo un orgasmo – le expliqué entrecortado.
– No te preocupes mami – contestó él, también entre cortado pues segura lengueteando mi vulva.
No duro mucho pues su lengua se empezó a cansar, lo vi normal, (pero le comprare más danoninos y nusitas para que su lengua se acostumbrara a lenguetear y lamer).
– Muy bien mi amor – dije disponiendonos a pasar a una nueva acción – Ahora quiero que me chupes las tetas.
Nuevamente le expliqué como debía pasar su lengua al rededor de mis pezones, como sus labios debía tomarlos y chuparlos, mi hijo hizo todo al pie de la letra deleitándonos a ambos.
Me recordaba a cuando era bebé y muy tiernamente me las mamaba para alimentarse, ahora lo hacía para disfrutar de su madre hecha una hembra en celo entregándose a él. Que morbo más rico mirar a mi hijo disfrutando y recreandose con mis grandes tetas, hablando de ego femenino, mis tetas y mis nalgas son mi orgullo así que me sentía sumamente feliz de ver cómo mi hijo las disfrutaba.
– ¡Ya! ahora sí, cógeme – dije después de varios minutos en que mi hijo me estuvo comiendo las tetas.
Las sentía totalmente barnizadas con su saliva.
Me puse a cuatro patas y dije – Está posición es la que más me gusta, tú te vas a poner atrás de mí y desde ahí me la metes, trata de darme verga lo más duro y rápido que puedas.
– Si mami – contestó él mientras se ponía tras de mí.
Ya estando tras de mi lo primero que sentí fue una nalgada que el me dio, me sorprendió y lo primero que pensé fue cuestionarle el por qué lo había hecho, pero imaginé que eso sería como un regaño así que decidí solo disfrutarlo sin embargo me dio otra nalgada, está vez su mano se quedó en mi nalga derecha y la acaricio, repitió varias veces la misma operación al punto en el que no pude contenerme y se me escapó un gemido a causa de las nalgadas que me dio.
Sentí como puso su verga entre los labios de mi vagina y poco a poco la fue sumiendo haciendo que se me escapara un gemido al momento que quede copulada por él.
No se cómo explicar la sensación que sentí en ese momento, en el relato anterior mencioné que en diferentes ocasiones hombres altos, fuertes y guapos me han querido coger y a ninguno le di la esa oportunidad, ahora mi hijo de tan solo 12 años, delgado y casi treinta centímetros más bajo que yo me tenía empalada con su verga.
Empezó con el mete y saca. Debo de admitir que por momentos perdía el ritmo o la sacaba completamente haciendo que tardará en volver a metermela, aún así me resultó muy rico, no sé si es por qué es mi hijo y la simple idea sea lo que me haga disfrutarlo o quizás era la forma en el que me la mete, pero cada vez que mi hijo me coge es un goce seguro. No se esactamente cuánto tiempo me estuvo dando verga pero lo hizo hasta que lleno mi vagina de su rica leche, misma que salió de mi orificio vaginal y resbaló por mis piernas hasta llegar a la sábana, parte de la misma también se embarro en mis nalgas y humedeció mi culito.
Después de que eyaculo, cansado se dejó caer en la cama y se acostó a mi lado.
– ¿Te gustó mi amor? – le pregunté.
– Si mamita, estuvo muy rico.
– Me alegro que te haya gustado papito. Hay que descansar y nos levantamos para empezar el día.
Esa fue la primera vez que mi hijo me cogió a conciencia, la segunda que me metió la verga, pero no sería la última.
Ese día mi hijo no quiso salir de casa cada rato me quería coger y a mi me gustaba, pero no quería que perdiera su infancia o lo que quedaba de ella ya que como dije antes, el ya empezaba con la adolescencia, aún así sabía que habían cosas que debía disfrutar acordé a su edad.
Acordamos que viviríamos cuál familia normal, el teniendo amigos, disfrutando de la vida con alguna chiquilla y yo trabajando y en alguna ocasión salir a tomar algo con amigas y seria por la noche cuándo él me meterá la verga, obviamente el sería el único en hacerlo.
Durante días mi hijo me cogió a capacidad de sus primeras veces, en ocasiones tímido, en otras se dejaba llevar y me la sacaba toda, en otras eyaculaba demasiado rápido, pero superó esas inseguridades y aprendió a controlarse.
Nuestra forma de darnos «amos», nos ayudó en otro aspecto pues al no tener nada que ocultarnos entre nosotros nuestras platicas eran transparentes, es decir el me decía las cosas tal cual y lo mismo yo hacia.
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