Entre al Cuarto de mi Hija mientras Dormía y sucedió lo Inevitable
Entre al Cuarto de mi Hija mientras Dormía y sucedió lo Inevitable.
Relato 3
Hola a todos. Este relato forma parte de un libro que escribe sobre experiencias sexuales de la categoría de incesto, infidelidad, intercambios, parodias y fantasías. La idea de cortar por escenas estas publicaciones es para que disfruten algunos de los momentos más intensos y que si quieren entender todo el contexto, vayan a leerlo con la advertencia de: Mucho Texto, pero nada de lo que se puedan arrepentir para leer.
Saludos,
Entre al Cuarto de mi Hija mientras Dormía y sucedió lo Inevitable
– Lucy, estas despierta? – pregunte muy bajito para no despertarla en caso de que sí. No respondió.
Despacio entre y me gire lento para cerrar la puerta con el menor ruido posible. No puse llave porque no pretendía que algo sucediera. Me acerqué también lento a la cama y lo que vi fue otra maravilla. Acostada boca abajo, pero de medio lado estaba ella con sus hermosas nalgas am aire y uno de sus pechos asomándose por entre las sábanas. Estuve tentado a acariciarla, acercarme y tocar más abajo, ahí donde ahora conocía bien, sus labios deliciosos, pero me contuve e hice lo mismo que he hecho durante los últimos años, me senté al borde de la cama, jalé su cobija para cubrirla y después de acariciarle un poco la cabeza le di un beso en la frente. Tenía que salir de ahí, era demasiado para mí, con trabajo lograría no cometer un error, pero al darme la vuelta ya de pie sentí su mano tomando la mía.
– pa. Ven. Quédate un rato aquí. – su voz parecía de alguien que se acaba d3 despertar de un largo sueño, pero su cara estaba intocable.
– sí, mi amor. – le dije y me senté donde mismo.
Al cambiarse de posición volvió a jalar su sábana así que sus pechos quedaron por completo. visibles. Me mordí los labios, aprovechándome de la oscuridad. Ella abrió los ojos ya por completo y comenzó a hablar.
– pa, perdóname, no sabía que mamá iba a llegar… espero que no hayas tenido problemas
– no te preocupes, nena. Todo está bien. ¿Como te sientes? – quise saber.
– pues vaya susto, ¿no? aún estoy mareada.
Pensé que por todo lo ocurrido ella tendría un cambio de perspectiva, sin embargo, lejos de ahuyentar sus intenciones parecían fortalecidas.
– pa, tócame. – me dijo así sin más. – aquí, mis pechos. – y puso mi mano izquierda sobre uno de ellos a la altura exacta del pezón.
En realidad, no estaba seguro de que hacer, pero me dejé llevar y di un ligero apretón que le hizo soltar un breve gemido y morderse el labio. Ese para mí fue el detonante del momento y seguí masajeándola, pero cada vez con mayor presión. Quería saber, ahora sí, hasta donde íbamos a llegar y no tarde mucho en darme cuenta. Cuando menos lo pensé, ya le acariciaba sus retas con mis dos manos y ella me las agarraba como para evitar que las quitara. Fue en un instante que no pudo gemir con un volumen bajo cuando me asusté y me puse de pie rápidamente, di dos pasos hacia la puerta y alcance a escuchar que me habló.
– papi, no te vayas, espera.
En realidad, solo iba a ponerle seguro a su puerta y cuando se dio cuenta sonrió. Ni siquiera se había acomodado de nuevo en su colchón cuando yo estaba ya pasando mi lengua sobre sus pezones. Ella, llena de deseo, me apretaba con sus manos para que no me soltara de nuevo así sin más. Mientras más chupaba, más me apretaba.
Jalaba ni cabello, gemía, soltaba de repente una risita y volvía a gemir. Era un sueño lo que estaba viviendo y lo iba a pasar bien.
No sé en qué momento exacto porque cuando una está en esa situación de todo pierde noción, mi mano ya estaba entre sus piernas buscando su clítoris. Ella, con afán de ayudarme, bajo una de sus manos y me guió despacio hasta llegar a él. No es que no supiera, soy un hombre experimentado, pero no quería hacer nada que pudiera lastimarla. Ahí con mi índice comencé a hacer giros de izquierda a derecha y luego lo contrario, apretaba, liberaba, mi intención era lograr que se corriera y quizá fue por la emoción de lo prohibido y el morbo del incesto que por fin sucedió. Un chorro salto desde su entrepierna y mojo mi mano por completo. Me recordó instantáneamente a lo que ocurría con su madre muchos años atrás.
– te amo, pa. – me dijo con ternura viéndome a los ojos y regalándome un beso suave.
– y yo a ti, corazón. – le respondí con otro beso.
– pero yo te amo de dos formas, como mi papa y como hombre. – confesó sin pena.
– igual yo, mi amor.
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