Entrenando a mi Machito – Parte 4
Mi hijo Jorge la mete por primera vez. Continúa su entrenamiento.
Les platicaba el capítulo pasado (pueden leerlo en https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/incestos-en-familia/entrenando-a-mi-machito-parte-3/) que he ido entrenando a mi hijo Jorge como un buen machito. Primero lo enseñé a masturbarse. Luego le di la primera chupada de su vida, y meses después, a sus casi 13 años, eyaculó por primera vez en mi boca. Del mismo modo, algún domingo de cada mes o así, me gusta medirlo, tanto su estatura como el tamaño de su pene. Para eso le pido que se ponga de pie, desnudos como siempre estamos en casa, junto a la pared, primero de espaldas, para marcar con un lápiz su estatura, y luego le acaricio su pene y le digo cosas calientes, para provocarle una erección y le pido que la recargue en la pared, para trazar el perfil de su verga y huevos.
Mi hijo, a sus 13 años, mide 1.65. Ya tiene suficiente pelo arriba de su pene, y empieza a salirle también en sus huevitos, que cuelgan elegantemente. Aunque su pene es completo (sin circuncidar), cuando está erecto el prepucio baja y su glande queda completamente expuesto. Sigue yendo a nadar 2 veces por semana, y aunado con la testosterona que ya está produciendo, ayuda a que su cuerpo adolescente se siga marcando: se ve un jovencito fuerte de todos lados, notablemente de sus pectorales, pero también de sus piernas y brazos. Yo lo miro con admiración mientras acaricio su pecho y empiezo a masturbarlo, tocando sus huevos y su verga. Esta, por supuesto, responde inmediatamente a mis caricias y en unos segundos se levanta y se pone totalmente dura. Yo sigo sobándola un ratito más, y observo que de la puntita le sale una gota de precum (pre-eyaculación). Con las yemas de mis dedos froté el viscoso líquido en el glande, haciendo que mi hijo se estremeciera y su pene se pusiera aún más duro. Entonces le dije:
—OK, acércate a la pared, pon tu pene como siempre, junto a la pared.—
El, como siempre, accedió. Yo procedí a trazar su forma con un lápiz en la pared. Luego tomé la regla y lo medí.
—¡12 cm y un poco más!— le dije, entusiasmadamente.
Mi hijo me miró orgullosamente.
—¿En serio, papi?— dijo con su voz, ya no de niño, pero aún no completamente de hombre.
—¡Si, mira!— dije yo, mostrándole la regla. —¡Como 12 y medio aproximadamente! ¿Sabes lo que eso significa?—
—No, pá.— me respondió.
—¡Qué ya estás listo para meterla!— le respondí, mientras volvía a tocar su pene— Con esto ya podrás hacer felices a muchas.
—¿Y a quién se la puedo meter?— preguntó Jorge mi hijo.
—¡Pues a quién TÚ quieras!— le respondí, haciendo énfasis en el TÚ. —Con ese cuerpo y verga que tienes, no faltará quien los quiera—
—¿No importa que sea una amiga… o un amigo?— me volvió a preguntar.
Aunque no esperaba la pregunta, yo tenía una buena respuesta: —¡Claro hijo!— le dije. —Mientras TU la metas, yo no tengo problemas.— continué explicándole. Luego, tocándole de nuevo su verga le aclaré: —Esta rica verga debe probar de todo, aún tiene mucho que aprender ¡y mucho qué crecer!—
Yo seguía acariciando su cuerpo y masturbándolo suavemente mientras platicábamos, los dos desnudos y erectos. Aunque yo nunca tuve relaciones con hombres, ver a mi hijo adolescente formándose, su cuerpo en desarrollo, su pene cada vez más grande, me provocaba cierta excitación.
—Oye, papá…— me dijo mi hijo, mirándome con extrañeza. Sentí que algo me quería decir, pero no sabía cómo hacerlo.
—¿Dime?— le pregunté, mirándolo a los ojos para darle la confianza de decirme lo que estaba pensando.
—… ¿puedo aprender contigo?— por fin se atrevió a preguntarme.
—¿Conmigo? ¿Cómo?— le pregunté yo, ligeramente confundido.
—Si, aprender a meterla contigo. Tu has sido mi papá y mi maestro, y antes de estar con una niña, quiero practicar…—
Ahora SI que me sorprendió su propuesta. En verdad NO la esperaba, pero, ahora que lo pienso, es probable que muy en el fondo, yo también lo deseaba. Aunque nunca tuve sexo con hombres, ver cómo se iba desarrollando mi hijo me daba morbo. ¿Y qué mejor que un papá cariñoso para enseñarle a su hijo como ser un buen hombrecito, un buen macho? Así que, sin pensarlo mucho, le respondí:
—¡Claro hijo! Eso ayudará a darte confianza cuando estés con otras personas— le comenté. —¡Vamos a tu recámara!—
Y así, ambos desnudos, subimos las escaleras para llegar a su recámara. Debo confesar que yo iba un poco nervioso, a pesar de ser un hombre adulto. Vaya, era la primera vez para mi hijo… ¡pero también era la primera vez para mi! A mis casi 45 años, nunca me habían metido nada por el culo. ¿Dolería mucho? ¿Qué se sentirá? Pero bueno, todo fuera por la educación de mi muchacho.
Llegando a su recámara, observé que mi hijo seguía totalmente erecto. Yo me senté en la orilla de la cama, y le pedí que se acercara. Así, yo sentado en la cama y el de pie frente a mi, empecé primero a masturbarlo, diciéndole cosas sucias y cachondas: “¿Ya estás listo para estrenar esta rica verga? ¿Ya estás preparado para preñar tu primer culito? ¿Quieres vaciar estos huevotes (mientras se los acaricio) dentro de mi?”
Esto, por supuesto, excitaba más y más a mi hijo. Luego empecé a chupar su rico pene, aún en desarrollo, saboreando su precum y disfrutando su olor a machito adolescente, ese olor tan característico de la pubertad. Mientras lo hacía, lentamente para que no se fuera a correr antes de tiempo, yo pensaba cómo lo haríamos, en qué posición. Fue entonces que decidí que quería hacerlo de frente, ver la mirada de mi hijo mientras ensartaba su primer culo. Ver su carita de placer. Seguí chupándolo un ratito más, hasta que por si mismo empezó a moverse, como si me cogiera por la boca. En ese momento separé mi boca y le expliqué:
—OK, se ve que ya estás más que listo.— le dije, guiñándole un ojo y dándole un último jaloncito a su verga, ya bien mojada por su precum y mi saliva. —Así que me voy a acostar en tu cama, boca arriba, para tener las manos libres y poderte ayudar—
Y así, me acosté boca arriba en su cama, tomando su almohada para ponerla debajo de mi cadera, y así levantarla un poco y facilitarle el trabajo a mi hijo. Luego le dije:
—Ven, acércate, ponte de rodillas en la cama y acerca tu pene a mi culo— le expliqué, mientras separaba y levantaba mis piernas lo más posible.
Jorge entendió perfectamente qué hacer, mientras en el fondo yo me preguntaba si mi muchacho ya había visto algo de porno gay…
—Pon tus manos aquí— le expliqué, para que pusiera sus manos a cada lado de mi cuerpo, apoyándose en la cama, su cuerpo sobre el mío. —Ahora, acércate, pon tu pene en la entrada de mi culo.— continué explicándole.
Sentí como mi hijo intentaba meterla, pero no encontraba fácilmente cómo hacerlo, así que, ya en posición, tomé su pene y puse su glande justo en la entrada de mi culo.
—OK, ahí empuja, pero suavecito, como si fuera una niña virgen— le expliqué, mientras que sentía como su verga de adolescente se abría paso en mi culo hasta ahora virgen.
—Bien, bien— le dije —Sigue así, empújala un poco más fuerte—
Y entonces, con un poco de desesperación, mi hijo Jorge empujó con más fuerza, haciendo que su glande traspasara mi esfínter…
—¡AYY!— grité de dolor, sin querer, al sentir su verga entrando dentro de mi.
—¿Te lastimé, papi?— me dijo mi hijo, un poco asustado viéndome a los ojos.
—Me dolió un poquito— le expliqué, sonriéndole y mirándolo a los ojos. —Ya la tienes muy grande, pero no la saques, quédate ahí sin mover tantito— le continué diciendo.
Jorge me hizo caso y se quedó sin moverse, ya con su verga dentro de mi, mientras yo me acostumbraba a tener su pene dentro y se me iba pasando el dolor.
—OK— le dije después de unos segundos. —Ahora empiézate a mover, suavecito, poco a poco—
Y así, mi hijo, mi machito, empezó a cogerme. Primero despacio, sacándola y metiéndola lentamente. Poco a poco, su instinto tomó control, y empezó a moverse más rápido, hasta que en uno de esos movimientos, accidentalmente su verga se salió de mi culo. Yo vi su cara de decepción y desesperación.
—Tranquilo, hijo, tranquilo, vas muy bien— le dije, mientras con mi mano volvía a dirigir su pene a la entrada de mi ano. Ahora si ya no se esperó, y apenas sintió mi culo, entró con fuerza y continuó moviéndose. Yo empecé a jalarlo de sus nalguitas, para marcarle el ritmo y evitar que se volviera a salir. Así fue entendiendo qué tanto moverse, para que su pene no volviera a salirse accidentalmente, mientras yo seguía acariciando sus nalguitas, fuertes y duras por la natación, y luego acariciando su espalda.
De esa forma, mi hijo fue tomando el control, moviéndose cada vez con más confianza y más seguridad. Yo sentía su pene de 13 años entrando y saliendo de mi culo. Sus movimientos, al principio torpes y con miedo, fueron siendo más continuos y controlados. Poco a poco, su instinto de macho tomó control de su cuerpo. Su tierna mirada de niño se fue convirtiendo en una mirada de lujuria, de deseo. Los movimientos de su pelvis se volvieron más constantes, más rítmicos…
Yo, por supuesto, continué animándolo: “¡Así cabrón!”, “¡Dame más fuerte!”, “¡Qué rico coges!”, “¿Te gusta mi culito?”
Gracias al entrenamiento que le había dado, mi hijo seguía cogiéndome sin parar, sin venirse, aguantando como buen macho. Yo sentía sus fuertes embestidas, sus huevos, que ya colgaban, golpeando rítmicamente mi culo con cada empujón, pero después de un ratito ya me empezaba a doler, a arder, porque nunca me habían cogido. Ya necesitaba que mi hijo eyaculara, para que dejara descansar mi culo, así que empecé a prepararlo:
—¿Me vas a dar toda tu leche dentro?— le dije viéndolo a los ojos mientras acariciaba su espalda y nalgas.
—Si, papi, ¡si!— alcanzó a decir entre embestida y embestida.
—¿Me vas a preñar como si fuera tu hembrita?— continué diciéndole, ahora acariciando su pecho.
—¡AJA!— me respondió sin detenerse.
—Dame duro, ¡no pares, no pares!— le dije. —Así, así, ¡¡ASI!!—
Y entonces, en un arranque de pasión y lujuria, con mis dedos apreté fuertemente sus pezoncitos de adolescente, totalmente erectos. Eso hizo que mi hijo Jorge se pusiera aún más salvaje, su mirada se perdiera, y empezara a bombearme ahora si con TODAS sus fuerzas, sin limitarse. Pronto sentí como su verga de 13 años se ponía aún más gruesa y más dura, mientras sus chorritos de semen llenaban mi culo. Jorge gemía y casi gritaba con esa voz entre niño y hombre, tan común en los jovencitos de su edad. Instintivamente, empujaba su pelvis y verga con fuerza, tratando de dejar su esperma lo más adentro posible, como si estuviera preñando a una hembra.
Fue en ese momento cuando me di cuenta que yo también había eyaculado, sin tocarme, mojando mi abdomen y mi pecho con mi propio semen. Mi hijo terminó de vaciar su lechada dentro de mi, y luego, desfallecido, se acostó encima mío, relajado y agotado. Yo sólo acaricié su espalda y su cabeza, dejando que se quedara dormido en mis brazos, como hacía cuando era niño. Un rato después, lo acosté en su cama y lo dejé descansar.
Mi machito iba aprendiendo bastante rápido, aunque todavía faltaban algunas lecciones.
(Continuará…)


(7 votos)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!