Familia muy unida
Familia que se ama unida, permanece eternamente unida..
Solo hacía unos minutos que mi amante se había marchado. El maldito móvil de los cojones le había obligado a irse a su oficina a toda prisa. Menos mal que solo unos segundos antes, se había corrido y me había corrido yo también. Y allí estaba yo, en la cama, desnuda, sudada, feliz por mi buen orgasmo, mirando la gomita en mi mano llena de su maravilloso semen. Sonreí, me hubiese gustado follar más, pero fue estupendo ese rato.
Y en esos momentos, vi asomarse a mi hija de tres años, Soraya, por la puerta del dormitorio. Llevaba puesta una camiseta larga para su edad, de su hermano mayor, Adán. Levanté la mano y agité en el aire el condón y su cálido y espeso contenido, sonreí abiertamente y le dije:
– ¿Te lo quieres beber? Aún está calentito.
Y mi hija sonrió ampliamente, su deliciosa carita expresaba la emoción y el deseo de sorber, de vaciar ese condón y de tragárselo todo. Pero al subir a mi cama, le dije:
– ¿No te sobra algo… acaso no recuerdas que en la cama hay que estar desnudos?
– Sí mami, lo olvidé al ver esa cantidad de lechita para mí solita.
Y mi hija se quitó inmediatamente la camiseta, se tumbó desnuda sobre mí, me cogió el condón y con una relajada tranquilidad, poco a poco se lo fue bebiendo todo, sin dejar ni un maldito espermatozoide que la pudiese preñar algún día. Mientras se lo bebía con ese placer especial con que lo hacía casi desde que nació, mis manos, más que acariciaban, masturbaban su cuerpecito. Sus pequeños pezones, su vulva tan marcada e infantil. Y poco después, noté como su cuerpo se estremecía gracias a esas caricias masturbatorias, lentamente se giró, subió un poco más sobre mi cuerpo y me besó en la boca ¡la muy jodida aprendía pronto! Nos comimos a besos y jugamos con nuestras lenguas, y de repente noté que pesaba más ¡se había dormido entre mis brazos, al quedarse tan relajada!
Abracé intensamente el cuerpo de mi amada niña pensando en lo puta que iba a ser. Era más atrevida que su hermano Adán, dos años mayor que ella. Y pensé cómo mi hija se comía no solo mi coño, sino la pollita y los huevecitos de su hermano, del que arrancaba inmensos placeres. Sí, como todos habéis podido comprender, éramos un delicioso trío incestuoso. Soñaba que mi hijo me preñase un día, y mi hija se quedase también preñada de su hermano.
Por algún destino de los dioses, mis padres engendraron en mí, sin pretenderlo, una puta putísima. Apenas entré en el jardín de infancia, me comía a besos niños y niñas. Como no era grave, las cuidadoras pasaron de mí, yo adquirí fama de besucona y ya está. Pero cuanto más besaba, más me gustaba. Y tal y como iba creciendo, nuevos deseos nada normales a mi edad, iban creciendo dentro de mí. Me pajeaba constantemente, enseñaba a mis amiguitas, aprendía de sus hermanas mayores, pero mi maestro primordial, y del que mis padres ignoraban toda nuestra relación sexual, fue mi vecino Jorge, de 30 años. Un día le vi mear en la cuadra, y me enamoré de su gran polla.
Yo fui a por ella, la deseaba, tenía que ser mía, pero Roberto me tenía cariño. Me deseaba totalmente, pero tenía miedo de penetrarme a mi edad. Me enseñó a mamar su polla, a meterme lo que podía por mi boquita, me enseñó a tragarme el semen que es una de las cosas que más me gustan. Y me presentó a otros chicos y algún maduro que me convirtieron en una perfecta mamona. Y tantas ganas ponía en agradar, que a Adela, la hermana mayor (15 años) de mi compañera de clase Marga, de 10, le caí de puta madre, me convirtió en su amante y me presentó las primeras pililitas de 14 años hasta los 16.
¡Ya era una mamona escolar con 10 años! Y como todo el mundo sabe, de abrir la boca para meter pollas, a abrirse de piernas para meter más pollas por otros agujeros, solo hay unas pocas semanas. Mi vecino Jorge no pudo aguantar mis placeres y a pesar de sus reparos, rompió mi virginidad vaginal. Yo ya había entrado en el selecto clan de las putas adolescentes.
Y además, en los meses pasados, en el edificio donde vivíamos en la ciudad, habían cambiado el conserje. El de ahora era un hombre extremeño, alto, fuerte, de unos 40 años y bastante borde. El anterior me había echado los tejos, pero no me gustaba, pero este, con su aire de macarra… Además, si follaba con él, y en el pueblo con Jorge y sus amigos, aprendería antes.
Yo en el colegio quería jugar en 1ª división sexual, pero para poder dar a los chicos mayores, que son los de las pollas más grandes, todo lo que desean, tenía que ganar a las zorras de finales de ESO y de bachillerato, y con esas pililitas con las que yo jugaba, pues me iba a quedar en 2ªZ. Así que me animé y empecé a provocar al conserje. Al terminar las clases y para chupar las pollas del colegio, yo me iba al baño (como otras) y me quitaba las bragas y el sujetador, así me podían tocar las tetas y el coño mientras les mamaba. Y así «de vestida» me presentaría ante el conserje.
Una tarde, el conserje estaba solo en la conserjería sentado en la silla, entré, cerré la puerta tras de mí y sin darle tiempo a pensar, me senté sobre la esquina de la mesa, apoyé mi pierna sobre una estantería y así me quedé, con una pierna sobre la mesa, la otra levantada sobre la estantería y mi coñito al aire perfectamente visible para Paco. Y aunque yo no me veía el coño, si veía sus ojos y el bulto que se le estaba haciendo en el pantalón ¡bien, bravo!
Ese día no me dejo hacer nada, pero yo le toqué la polla sobre la tela. Pocos días después, ya le estaba mamando yo la polla, y cuando vio lo bien que lo hacía y como me tragaba de a gusto la lechita, pocos días después necesitó, al igual que yo, subir a 1ª. Pero no subimos a 1ª, sino al ático, donde por la escalera que subía a la terraza superior, se subía también a lo que era una pequeña vivienda que ya no se usaba.
Pero el cabrón de Paco y posiblemente el anterior conserje, si la usaban con alguna vecina ¡las muy putas! Como veis, yo tenía competencia dura en mi propia casa, y poca práctica, tenía que aprender a toda marcha. Estaba bastante limpio, una cama grande en la única habitación, y mi cuerpo no tardó nada en terminar sobre el colchón, con una sola sábana manchada de no se sabe cuántos orgasmos.
Ni siquiera me desnudé, me levantó la falda, se bajó los pantalones, se subió a la cama, se metió entre mis piernas, apoyó su glande sobre mis casi virginales labios externos, se dejó caer… y agradecí que me tapara la boca, porque el grito que iba a lanzar se hubiese oído hasta en México D.F. Pero el tío bestia, si en mi única y anterior primera follada se había dejado Jorge alguna telaraña por quitar, se encargó de esa forma rotunda, primitiva y salvaje, de eliminarlas para siempre.
Dos semanas más tarde y ya cogida confianza conmigo, tomó posesión de mi culo ¡y joder, cómo duele! ¿Por qué los tíos no os dais cuenta de lo estrechos que son nuestros agujeros a los 10 años, aunque ya casi tengas los 11? Le costó la leche metérmela, y sin saliva ni lubricante, a puta fuerza de un macho desenfrenado y yo, encima, por burra, intentaba cerrar el ojete para que no la metiera porque me dolía. Pero la metió. Me destrozó, me salió sangre casi a chorros, él mismo tembló de miedo. Pero al día siguiente le hice follarme el coño, aunque el culo aún me dolía como si una espada afilada y de fuego, me atravesase.
Como yo me iba corriendo del colegio a la buhardilla para follar con Paco, prácticamente dejé de tragarme pollas escolares, y Paco vio en mí una putita caliente como pocas y deseosa de ser follada constantemente para ser cada día más degenerada. Es decir, que vio en mi exactamente lo que yo era y quería ser, una puta depravada. Y empezó a traerme amigos, cinco exactamente. Y los seis empezaron a follarme en serio por todas partes, prácticamente cada día y a veces dos o tres.
Y un sábado, mi amiga y pervertidora Adela, me invitó, pese a tener yo entonces 13 años, a una fiesta especial en el chalet de unos amigos suyos. Chicos y chicas de bachillerato y universidad. Cuando los vi, ya no me consideré en 1ª división, sino en la Europa Ligue o en la Champions. Y no solo me dejé hacer de todo, sino que del coño de una amiga, me llegó mi primera lluvia dorada y aún hubieron tres más.
Eso me permitió entrar en las grandes ligas y ser invitada a todas las orgías. El conserje y sus amigos en lo privado, y los del cole&university en lo público. Y claro, por muchas precauciones que tomes ¡tachín! Me quedé preñada a dos meses de cumplir los 16 años. A mis padres no les sentó nada bien y no sé por qué, ya que el crío lo iba a tener yo, aunque yo lo quería abortar, pero mis padres me castigaron a tenerlo, y a los 16 años fui madre de mi hijo Adán, el padre de la humanidad según la Biblia.
Mis padres me enviaron con una tía abuela a un pueblo y con mi experiencia sexual me hice al ama del instituto. Y además, la puta del pueblo. Y claro, tanto semen por aquí y más semen por allá ¡tachín, tachín! Me quedé preñada otra vez. Y por cierto, si os dicen que mientras le dais el pecho a un bebé no os podéis quedar preñadas… mandad a la mierda a quien lo diga. Yo le daba la teta a mi hijo y a varios amigos adultos a cambio de unos euros y me quedé preñada.
Y los dioses fueron misericordiosos conmigo. Esta vez fue niña y como me gustaba un personaje de un libro que estaba leyendo, la llamé Soraya ¡que chuli, antes de los 18 años tenía la parejita! ¿A que muchos lo intentan y no pueden hacerlo tan fácil?
Y estos pensamientos tenía tumbada en la cama con mi angelito dormida en mis brazos, cuando entró Adán del cole. Raudamente se desnudó, se tiró encima de nosotras, despertó a Soraya y esta le metió una patada en sus mismísimos cataplines. Pero a continuación, jugando entre ellos, Adán aplastó sus labios con los de Soraya y su abrazo y sus besos se hicieron interminables. Y ante esa visión, extraordinariamente incestuosa y perfectamente maravillosa, yo me sentí feliz y deseé que llegara el día en que Adán nos preñase a Soraya y a mí.
Mis manos jugaban con el coño de Soraya y los huevos y pollita de Adán, que ya la tenía empalmadita. Soraya lo notó y apartando mi mano, se apoderó de esa pollita, la masturbó un poco y se la metió en la boca. Instantes después, el semen infantil de su hermanito penetraba en su boquita y de allí al estómago. Soraya, respirando entrecortadamente, miraba con ojos de profunda satisfacción a su hermano. Pero mis manos les siguieron masturbando, tenía que dejarles siempre exhaustos, agotados, sexualmente satisfechos a tope. Y felices, muy felices.
Mis padres se olvidaron de mí, pero mi tía-abuela no lo hizo. No le gustaba mi vida, pero sabía que dentro de mí, algo muy profundo, misteriosos, me hacía hacer todas esas gilipolleces. Nací puta, crecí puta y soy y seré siempre puta. Y haré de mis hijos y sus hijos, dignos hijos de su puta madre y abuela, unos pervertidos sexuales para que puedan disfrutar de sus cuerpos y de los cuerpos de los demás, sin atavismos, vergüenza y falsas morales.
Mi tía me trató mejor que a una hija. De la misma forma que muchos años atrás cuidó de mi madre, no solo me cuidó a mí y a mis hijos, sino que dos años después y a consecuencia de un derrame cerebral, falleció, y su pequeña fortuna, al no tener descendientes, fue para mí y mis hijos. Y como mis gastos eran reducidos y podía tener ingresos extras, en su casona organicé fiestas orgiásticas que fueron tomando nombre y categoría. Mis gastos estaban muy bien pagados, mis placeres eran satisfechos considerablemente y mis deseos sexuales se cumplían totalmente..
Y también los placeres de mis hijos. Fueron pasando los años, algunos de mis amantes y amigos masculinos y femeninos, fueron haciéndose amantes de mis hijos. Antes de los 10 años los dos eran profundamente bisexuales. Aunque no lo creáis, es un placer de dioses ver a mi hijo y a mi hija, follando con personas que algunas veces llegaban a los 60-65 años y que quedaban totalmente satisfechos. Pero lo que como os he dicho anteriormente, más me llenaba de orgullo y satisfacción verles retozar entre ellos. Incluso Adán empezó a penetrar analmente a su hermana.
Porque llegó el día en que se abrieron las puertas del paraíso incestuoso de mi casa. Fue el cumpleaños de Adán, en su duodécimo aniversario, después de la fiesta correspondiente con sus amigos y amigas, Adán, Soraya y yo, subimos a mi habitación para la celebración privada y deseada por los tres, nos desnudamos los tres, nos subimos a la cama y nos convertimos en el centro del universo.
Los tres nos besábamos apasionadamente, nos acariciábamos, Soraya masturbaba a su hermano, se la mamaba, yo mamaba su vulva perfecta, los dos se corrían felizmente. Soraya me la empezó a mamar a mí, y su pequeña lengua penetraba dentro de mi concha y resbalaba por todo su interior, pero la muy puta sabía cómo sacar de mí todos los placeres inimaginables para muchísimas mujeres adultas. Cuando se dio cuenta que me había corrido, metió su mano dentro de mi coño y empezó a jugar con sus dedos.
Un escalofrió de placer me invadió. El orgullo de ser madre de una puta tan extraordinaria me arrancaba sonidos y placeres tan inigualables, que mi cuerpo se estremecía y de mi garganta salían sonidos que para mis hijos era música celestial ¡estaban haciendo correrse a la puta de su madre! Eso si era entrenamiento y el mejor premio a su formación sexual, personal y familiar.
Era en esos momentos, cuando una se da cuenta de lo maravillosa que es una familia incestuosa ¡Todos, absolutamente todos sus miembros, son la parte y el todo de la familia! Estas familias tan unidas, son indestructibles. Están inexorablemente unidas por el mejor de todos los sentimientos ¡el amor!
Pero ese día queríamos más, mucho más. Era el cumple de Adán y este tenía que recibir el regalo prometido ¡el culo de su hermana Soraya! Y Soraya empezó a trabajar la pollita de Adán. Le masturbaba lentamente mientras sonreía y le miraba a los ojos. Pero Adán no se estaba quieto y sus manos excitaban constantemente a su hermana Soraya, sabia por experiencia propia, que las primeras penetraciones anales son dolorosas, y si bien su polla no era de actor porno, tampoco era pequeñita y el agujerito de su hermana era solo eso, un agujerito a estrenar.
Mientras tanto y ya que era un trabajo de familia, yo estaba introduciendo un dedo dentro del culo de Soraya. Luego introduje con una pequeña presión un segundo dedo, y comencé a rotar los dos para dilatar los músculos del esfínter. Pero como me di cuenta que mi hija estaba excitada al máximo y mi hijo estaba loco por penetrarla, me aparté para dejarles solos, me senté en una esquina de la cama para verles, y vi como se comían a besos, notaba como sus lenguas jugaban dentro de sus boquitas y como sus manos no dejaban de acariciarse mutuamente. De repente, mi hija se dio la vuelta y solo dijo:
– Ya vale hermanito ¡métela!
Y ella misma se separó los glúteos. Adán se acercó a ella, se agachó ligeramente y besó su ano. Se incorporó, puso su polla en la entrada de su culo y con una ligera presión, se la enterró totalmente hasta los huevos. Desde mi posición no vi en mi hija cara de dolor, sino de placer. Y una alegría inmensa de ser ya la amante de su hermano. Ya no eran dos niños jugando con la Play, ni con los cromos, ya eran desde hoy hermanos y amantes. Y unas pequeñas lágrimas de orgullo de madre salieron de mis ojos. Mis hijos se estaban criando sexualmente libres, posiblemente pervertidos, pero ¿no era eso lo que yo les había enseñado? ¡Cómo no sentirme inmensamente orgullosa de mí y de ellos!
Adán follaba sin prisa a su hermana y Soraya se esforzaba por dar y recibir placer de su hermano. Su polla, grandecita para mí, pero muy grande para su edad, penetraba una y otra vez profundamente en sus intestinos, mientras la mano derecha de mi Soraya, copiando mis costumbres y apetitos sexuales, jugaba con su clítoris, sus labios, la totalidad de su vulva. Su edad era de diez años, sus conocimientos sexuales eran superiores a la mayoría de los adultos.
Y casi simultáneamente, primero ella y luego él, se corrieron los dos. Fue una corrida extraordinariamente maravillosa. Los dos se estremecían de sus orgasmos. Adán cogía a su hermana de las caderas, para hacer que su polla estuviese más profundamente metida en su culo mientras derramaba su primer semen en el interior de su hermana. Se agachó un poco sobre su querida Soraya, y le dijo con voz entrecortada por su cansancio, pero con gran cariño:
– Te quiero Soraya. Y quiero que seamos mucho más que hermanos, mucho más que amantes, mucho más que un matrimonio.
Y solo cinco años más tarde, Soraya tuvo su primer hijo con su hermano. Solo el primero. Con todo el amor de los dos y el inmenso cariño y felicidad de su extraordinaria madre.
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Este relato es en vuestro honor: Felisa, Adán y Soraya. Una familia maravillosamente incestuosa y extraordinariamente unida. Con muchos besos de vuestra amiga Ruth.
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Gracias querid@s lector@s por vuestras cartas. Sé que se me acumulan muchas, pero siempre intento responder lo más rápido posible. Ya sabéis que para cualquier experiencia o contacto: [email protected] espera saber de vosotr@s . Besitos.
Joder tía, dónde puedo conseguirme una mujer cómo tú para tener mi propia familia incestuosa, maravilloso tu relato, saludos y besos desde Valencia de este cachondo amigo.
Gua!!! Que relato tan rico!!! Como me encantaria conocer a esta familia
Se puede???
Hola. Sinceramente me excité y me masturbé con la narración. Muchas gracias por tan exquisitas palabras. A ti y a tus hijos les dedico mi tributo. Saludos desde la Ciudad de México. 😋😘😘😘