Familia Perfecta – Parte I y II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por EscritorsinTabues.
Familia Perfecta
Parte I
Mi vida era perfecta, simplemente era así.
Tenía la suerte de ser una chica bastante guapa, con un hermano mayor guapísimo y una hermana pequeña que nos hacía parecer feos a ambos. Los tres habíamos salido a nuestra madre que, a sus cuarenta y cinco años y tres hijos a sus espaldas, se mantenía impresionantemente bien. Aunque solo yo había heredado su pelo de color cobrizo y sus ojos verdes.
Mi padre era también un hombre atractivo a sus cincuenta y dos años y, aunque seguramente levantó pasiones en su juventud, lo cierto es que mi madre y él jugaban en ligas diferentes.
El caso es que mi familia era de ensueño. Había muy buen rollo entre todos, vivíamos cómodamente en una casa grande y los tres hermanos éramos buenos estudiantes.
Centrándome en mí diré que no tenía ningún tipo de problema que observaba en chicas de mi edad porque, sencillamente, mis amigas eran las mejores y los chicos (aunque ya no era virgen desde hacía meses) no me interesaban demasiado.
Vivía el sueño de una vida perfecta y lo saboreaba cada segundo de cada día. Pero entonces, sin previo aviso todo se empezó a complicar…
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Aquella mañana, como la mayoría de mañanas de mi vida, mi madre me despertó dándome unos cuantos besos en la frente, después subió la persiana y se despidió haciéndome cosquillas en los pies al pasar por delante de la cama. Aunque antes de salir por la puerta le dio tiempo a recoger algunas prendas de ropa sucia amontonadas en mi escritorio. ¿Cómo lo hacía para empezar cada mañana con tanta energía?
Ya comenzaba a escucharse barullo en la casa como casi siempre que mi hermano Javi se levantaba y se cruzaba con mi padre en el pasillo. Todas las mañanas los dos medían sus fuerzas retorciéndose manos y brazos o en abrazos mega brutos entre risas y regañinas de mi madre, que iba de un cuarto a otro recogiendo ropa para lavar.
El olor a tostadas me dio el empujón que necesitaba para desperezarme, salir de la cama, y vestirme con una camiseta de tirantes blanca después de recogerme el pelo en una desastrosa coleta. No sabía por qué, pero esa mañana estaba bastante más cansada y perezosa de lo que solía estar cada día y tenía la sensación de que había estado soñando intensamente.
Cuando salí de mi cuarto, mi hermana Sandra ya se había encerrado en el aseo y se preparaba para ducharse mientras mi hermano Javi salió de su cuarto con tan solo unos calzoncillos negros ajustados y una toalla en la mano. Era alto y aunque no estaba muy musculado su cuerpo hacía las delicias de mis amigas. Era guapo, moreno, con el pelo corto, y tenía unos bonitos ojos marrones. La verdad es que no podía culparlas.
– Buenos días enana. ¿Está ocupado? – me dijo mientras me daba un beso en la cabeza.
– Sí, está Sandra. Y MÁS VALE QUE SE DÉ PRISA… – dije en voz alta aporreando la puerta. Mi hermana replicó un debilucho "Ya voy, ya voy".
En ese instante me di cuenta de que el calzoncillo de mi hermano estaba demasiado abultado y él trataba de disimularlo agarrándose las manos de forma natural justo a la misma altura mientras miraba fijamente mi camiseta. Pasé la vista disimuladamente sobre mi ropa y me percaté de que bajo mi fina camiseta de tirantes se transparentaban más de la cuenta mis pezones rosados bastante erizados. De repente me pareció que mis pantaloncitos cortos eran demasiado cortos y ajustados y me invadió un sentimiento de vergüenza que me dejó completamente cortada. Por suerte, mi madre subía de nuevo por la escalera y nos indicó que podíamos utilizar la ducha del aseo de su cuarto. Mi hermano salió disparado antes de que pudiese reaccionar y nos dejó allí plantadas.
– ¿Mucho sueño? – me dijo mientras acariciaba mi espalda, yo asentí nerviosa.
Los minutos siguientes los pasamos hablando de organizar una escapada de compras "solo para chicas" hasta que Sandra terminó de ducharse y abrió la puerta totalmente desnuda demandando una toalla que mi madre sujetaba bajo el brazo perfectamente doblada. Mi hermana era un año y pico más pequeña que yo pero su cuerpo rivalizaba con el mío en casi todo. Éramos casi igual de altas, con cuerpos muy parecidos y sexis a excepción de sus pequeños pechos, lo cual me daba cierto consuelo. Pero enseguida me di cuenta de que aún estaba desarrollándose y que en cuanto le creciesen un poco acabaría por darme envidia en todo. Era un verdadero "sobresaliente" de la naturaleza.
Su cara era preciosa y llamativa con unas facciones afiladas. Sus labios gruesos resaltaban sobretodo con su amplia y perfecta sonrisa. Sus ojos marrón oscuro (y casi rasgados) le daban cierto aire enigmático. Tenía una melena castaña perfecta, larga, lisa y brillante, que provocaba aún más mi envidia e incluso la de nuestra madre. Para rematar, usaba gafas desde los diez años e incluso estas las lucía con un aire de elegancia increíble. Aún no había comenzado a depilarse la entrepierna con regularidad pero hasta en eso tenía suerte ya que no tenía mucho bello. Si no la hubiese querido más que a mi propia vida la hubiese acabado odiando por puros celos.
Finalmente se enrolló la toalla al cuerpo y se marchó a su cuarto cediéndome el turno. Me miré al espejo empañado y me tuve que auto convencer de que yo también era guapa y de que estaba bastante buena.
Mis padres ya estaban terminando de desayunar cuando llegué a la cocina después de ducharme y vestirme. Javi me estaba untando una tostada con mermelada y Sandra me había preparado un Cola Cao con mucho cacao (como a mí me gustaba).
– Vamos bella durmiente, que se te hace tarde – dijo mi padre con una sonrisa, yo se la devolví sin muchas ganas.
– ¿Quieres que te lleve al instituto? – me preguntó mi hermano. Sabía que no le venía especialmente bien llevarme pero me haría ganar casi quince minutos para desayunar más tranquila.
– No te viene bien, tienes que dar mucha vuelta… –
– Bien no me viene, no, pero se te ve que a ti sí. Tienes mala cara. – Instintivamente mi madre me puso una mano en la frente para comprobar si estaba enferma. No lo estaba.
– Vale, ¡gracias Javi! – Le dije tras besarle la mejilla con pesadez. Él era así de desinteresado casi siempre y daban ganas de abrazarlo cada vez que te hacía un favor. Ni que decir tiene que a mí me hacía favores frecuentemente.
Nuestra madre siempre se emocionaba al ver nuestro buen rollito porque decía que ella nunca se había llevado bien con sus hermanas. Ni siquiera en la actualidad, así que tuvo que tratar de ocultar sus lágrimas sin mucho éxito.
Sandra también se alegró por que estudiaba en el mismo instituto que yo y se ahorraba otra caminata, así que le recompensó besándole la otra mejilla mientras salía de la cocina a la carrera para preparar su mochila. Mis padres también se fueron a prepararse para irse al trabajo y yo me quedé desayunando bastante contenta porque el día parecía enderezarse. Observé a Javi trastear con su teléfono distraído y con una sonrisa tan amplia como la mía. "Adoro a mi familia" Pensé.
La mañana en el instituto pasó bastante tranquila y monótona. Ese día tenía menos clases que otros días por lo que sobre la una y media del mediodía ya estaba con mis amigas sentada en el banco de un parque cercano. Cómo era habitual estábamos hablando de chicos, hasta que me llegó un whatsapp de mi hermano Javi.
Javi; Hola enana ¿estás en clase?
Yo; ¡Hola! No, estoy en el parque con mis amigas.
Javi; Voy para casa ya pero tengo que pasar por allí cerca. ¿Quieres que te recoja y vamos a comer al Mcdonals?
Yo; Pues…
Javi; Tú dirás…
Yo; ¡Venga vale!
Javi; ¡Guay! cuándo esté por allí te aviso
Yo; ¿Has avisado a Sandra?
Javi; Si, pero tiene clase
Yo;- ajá ok –
Javi;- Quedamos en eso entonces… –
Yo; – vale, un besito. Te quiero. –
Javi;- Y yo, enana. –
– Chicas en breve me voy que viene mi hermano a buscarme – La sola mención de mi hermano hizo que todas mis amigas se agitaran nerviosas.
– ¡Tía que bueno está tu hermano! – me dijo Vanesa. Irene le explicaba a Laura las virtudes de Javi ya que era la única que no le conocía, pero fue Débora quien acaparo la atención de todas.
– ¿Cómo es? – La pregunta me pilló por sorpresa y las miradas inquisitivas de mis amigas me pusieron algo nerviosa.
– Pues… No sé. Normal supongo – Todas se quejaron decepcionadas pero Débora no se daba por vencida. Era mi mejor amiga así que tenía la confianza suficiente para presionarme.
– ¡No, no, no, no, no te vas a escapar capulla! Mójate. ¿Cómo es en casa? ¿Es simpático o un borde? ¿Qué le gusta? ¿Qué tipo de chicas le gustan? – Todas estaban expectantes.
– Jopé ¿Y yo que sé cómo le gustan las chicas?… Es responsable, educado, sensible, deportista, bueno… siempre busca la mejor manera de ayudarnos a cualquiera en casa. No le gusta vernos tristes a ninguno así que no importa lo cansado que venga de taekwondo o la universidad, siempre tiene tiempo para hacerte sentir la chica más especial del mundo si estás mal. Y siempre sabe cuando darte un abrazo o un beso. Escucha cuando tiene que escuchar, no es de los que da consejos "de manual", ¡Sino que intenta empatizar contigo y comprenderte! Cuando hacemos alguna trastada mi hermana o yo siempre intenta "cubrirnos" pero tiene esa mirada… La que te dice las cosas sin tener que hablar. Tanto para lo bueno como para lo malo. Y sobre todo, con él nunca te aburres, siempre se las apaña para hacerte reír… – Todas me miraban con los ojos como platos y dando leves suspiros como si acabara de describir al hombre de sus sueños. ¿O tal vez de los míos?
No sabía muy bien por qué pero mi corazón latía a toda velocidad y mi respiración estaba algo agitada. Se me había puesto la piel de gallina y tenía energía suficiente como para echar a correr y no parar hasta llegar a casa. Tuve que respirar profundo un par de veces para calmarme pero mis amigas no paraban de sonreír embobadas mientras su mirada se perdía en las nubes. De repente el día me parecía más bonito, el sol más radiante y cálido, y el olor de la hierba mucho más intenso.
– ¡Venga ya! No puede ser tan perfecto – Volvió a suspirar Irene.
– Que envidia jopé. Quien pillara un tío así… – Soltó Vanesa tristona.
– Te lo cambio por el gilipollas de mi hermano – Se burló Laura.
– O por mi novio – Sentenció Débora.
Las chicas comenzaron a divagar y decir tonterías sobre mi hermano pero yo me quedé mirando fijamente a las hormigas que se afanaban por recoger nuestras cáscaras de pipas del suelo. Intentaba averiguar porque me había emocionado tanto describiendo a Javi o por qué me molestaba ahora de repente que todas dijeran cosas sobre él. ¿Era realmente como le había descrito? Apenas había tenido que pensarlo, simplemente las palabras habían salido de mi boca.
Cuando ya no pude aguantar más sus desvaríos y cotorreos sobre Javi me despedí y me fui molesta a la puerta del instituto a esperarle. No tardó más de cinco minutos en escribirme que estaba llegando y a mí me dio un vuelco al corazón. De repente tenía hormigueos en el estómago y estaba nerviosa como una niñata. ¿Qué demonios me pasaba?
Llegó en su flamante Golf negro al que cuidaba tanto o más que a nosotras y aparcó frente a la puerta del instituto. Me buscaba con la mirada pero yo estaba tras un grueso árbol, unos metros más arriba, observándole embobada y con los nervios a flor de piel. ¿Desde cuándo me llamaba tanto la atención su carita de niño bueno? Finalmente su mirada me localizó y yo salí disparada en su dirección.
– Hola enana – Me dijo al entrar en el coche. Yo apenas le respondí con una sonrisilla forzada esquivando su mirada mientras me atraía para soltarme un tierno beso en la mejilla.
– ¿Estás bien? – preguntó extrañado al verme tan tensa.
– eeeh… sí. sí, sí. Solo un poco empanada y con sueño – solté nerviosa.
– Tranquila, comemos rápido y luego te llevo a casa si quieres a que te eches la siesta. Sólo quiero que conozcas a alguien – Cuando nuestras miradas se encontraron él estaba radiante y yo desorientada.
– ¿A quién? -le pregunté apartando mi mirada y quedándome rígida de nuevo. En un segundo mi mente repasó todas las posibilidades que se le ocurrieron menos la realmente correcta.
– A mi novia… -. El mundo se me vino abajo Pero, ¿por qué? Ya había tenido novias antes y nunca me había molestado.
No sabía muy bien qué decir. Básicamente porque no entendía por qué aquello me cabreaba tanto. Sabía que estaba mal por mi parte pero no podía evitarlo, tan solo me mantuve rígida en el asiento contagiando a Javi mi incomodidad.
– Joder, pensaba que te haría más ilusión enana… -. Noté enseguida su decepción y ello hizo que me sintiera peor conmigo misma pero al mismo tiempo no podía reprimir mi cabreo. Lo cual me cabreaba más por que no entendía qué me hacía estar así. Temía que en cualquier momento estallara y le gritara como nunca antes en mi vida. "¡Egoísta! ¡falso! ¿qué hay de mí? ¿Por qué me dejas sola? ¿Por qué me haces esto?" Pensé furiosa. Un torrente de pensamientos estúpidos e incoherentes pasó por mi cabeza a toda velocidad pero me obligué a desecharlos y a controlarme.
– No, no, perdona Javi, es que… no sé… Es igual. Olvídalo -. El nerviosismo estaba acabando conmigo.
– Sonia ¿Estás bien? Llevas rara todo el día. Si quieres lo dejamos para otra ocasión… -. Sabía que tenía muchas ganas de presentármela y que si no lo hacía se decepcionaría bastante. No quería hacerle eso a pesar de no gustarme la idea, así que me disculpé de nuevo y seguimos en dirección al McDonals. Por el camino me habló de ella y resultó ser una compañera de taekwondo con la que llevaba viéndose dos meses. Se llamaba Alba y era un año menor que él. Cuanta más información recibía de ella más rechazo me producía, pero me fastidiaba, porque yo no era así. Luché contra ello con todas mis fuerzas y me esforcé al máximo por no mostrar mis sentimientos.
Finalmente llegamos al McDonals y Alba nos estaba esperando. Había que reconocer que la chica era muy guapa, elegante y con un cuerpo de escándalo. Se notaba que estaba nerviosa porque no paraba de frotarse las manos y arreglarse su melena rubia. Se acercó al coche mientras aparcábamos con una sonrisa tímida y entonces apareció en el rostro de mi hermano una sonrisa bobalicona. A pesar de mis propios nervios y mi cabreo intenté mentalizarme y hallar un argumento racional al que aferrarme. Ella era la novia de mi hermano. No podía prejuzgarla sin conocerla así que puse toda mi fuerza de voluntad en el empeño.
Los siguientes segundos tras bajar del coche fueron tensos. Mi hermano besó en los labios a Alba y se me erizó el pelo de la nuca, pero por suerte ella le apartó enseguida y se giró nerviosa hacia mí.
– ¡Hola! Soy Alba – Prácticamente se abalanzó para darme dos besos.
– Yo Sonia -. Afortunadamente la sonrisa me salió instintivamente y ayudó a que ella se tranquilizase un poco.
– ¡Tenía muchas ganas de conocerte por fin! Tu hermano habla mogollón de vosotros, y sobre todo de ti… Dice que tenéis muy buen rollo. Por cierto, ¡no me había dicho que eras tan guapa! -. La verdad es que la chica había empezado con buen pie y casi me hizo sentir avergonzada.
Me limité a Sonreír sin saber que decir. Ella puso su mano en mi hombro y me apartó a tiempo de evitar que un coche me golpeara al dar marcha atrás para salir del parking. Estaba totalmente desorientada y en ese momento no entendía muy bien cómo funcionaban mis emociones y sentimientos. Parecía una zombi.
Aprovechamos para adelantarnos unos metros de Javi pero no dejó que me sintiera incómoda en ningún momento. Me hizo muchas preguntas respecto a que cosas me gustaban o no, como si estuviese tanteándome y antes de darme cuenta y sin saber cómo, consiguió algo que mi hermano nunca había conseguido. Me comprometí a probar el Taekwondo una temporada con ella. ¿Podía ir peor la cosa?
He de admitir que durante la comida Alba me conquistó por completo. Era simpática, inteligente, educada y se interesó por cada cosa que yo decía, por muy estúpido que sonara. En ningún momento me sentí como una niña entre adultos. La verdad es que me lo pasé genial a pesar de que me daban escalofríos cada vez que mi hermano la besaba o acariciaba sus manos. Lo cierto es que en el fondo de mi corazón no conseguía alegrarme por ellos…
En aquel momento mi mente racional e irracional estaban sumidas en una pelea caótica. Las miradas de orgullo que me dirigía mi hermano, las sonrisas y complicidades de ella, sus tímidos gestos de enamorados que me provocaban escalofríos por la espalda, nada de eso me ayudaba a sentirme mejor. Pero no dejé que me lo notaran. Cuando mi hermano me dejó en la puerta de casa y se marchó con ella tenía tal barullo en mi cabeza que apenas podía reprimir las lágrimas, así que subí directamente a mi cuarto para llorar y encontrar solución a lo que sea que me estuviese pasando.
Varias horas después estaba tumbada en la cama sin muchas ganas de estudiar. Por supuesto aún seguía con aquel "cacao" en la cabeza pero mucho más serena. Había cenado más pronto de lo habitual para poder acostarme lo antes posible y olvidarme de aquel complicado día.
Mi mente, ahora más calmada, no paraba de darle vueltas al asunto. ¿Eran celos lo que había sentido por mi hermano? ¿Por qué no podía dejar de pensar en él? Desde que me había llevado a casa y se había marchado con Alba no había podido dejar de echarle de menos. En el fondo conocía la verdad de lo que me pasaba aunque tratara de negármela a mí misma. Estaba empezando a "pillarme" con Javi y eso me provocaba un pánico atroz. ¡Era mi hermano!
Ya eran casi las diez de la noche y él aún no había vuelto a casa. Me pregunté dónde estaría y qué andaría haciendo e inevitablemente me imaginé que estaría acostándose con Alba.
Cuando la imagen de su cuerpo desnudo apareció en mi mente se me quedó grabada a fuego. No sé cuantos segundos llevaba acariciando mi vientre peligrosamente cerca de mi vagina cuando reaccioné, pero lo cierto es que estaba demasiado excitada como para detenerme, así que no lo hice.
Ya que no solía masturbarme a menudo mi experiencia en el tema era tan limitada como con el sexo corriente. Pero como ocurría con éste, conocía las nociones básicas, así que rápidamente me bajé el pantaloncito azul del pijama junto con mis braguitas, me quité la camisita a juego con el pantalón, y comencé a penetrarme sin mucho miramiento mientras acariciaba mis pezones.
Por aquel entonces me conocía poco a mi misma e ignoraba que pudiese estirar ese momento de placer, intensificarlo y disfrutarlo cien veces más. Tan solo pensaba en llegar al clímax lo antes posible mientras en mis pensamientos mi hermano besaba mi cuerpo y me penetraba con fuerza llenando mi interior con oleadas de placer. Mi cuerpo no tardó en calentarse y humedecerse con sudor gracias a la excitación.
Sabía que estaba mal, que era mi hermano, pero lo cierto era que ya había llegado demasiado lejos como para parar. Como si estuviese cayendo a un vacío que me atraía con más fuerza a cada segundo. Además, aquella sensación era la más intensa que había sentido hasta el momento y me negaba a dejarla escapar sin saber que más tenía que ofrecerme. A decir verdad no pensaba con claridad y me olvidé de donde estaba…
En las imágenes que mi imaginación me mostraba solo estábamos Javi y yo fundidos en un solo cuerpo. Besándonos apasionadamente y frotándonos el uno con el otro. Su cuerpo era grande en comparación con el mío pero me hacía sentir segura y a salvo refugiándome en su pecho.
Uno a uno los segundos pasaban al ritmo frenético con que mis dedos profanaban mi cuerpo ardiente. Cuanto más me acercaba al clímax más me costaba contener mis gemidos en la boca, por lo que apreté los ojos y los dientes con todas mis fuerzas e intensifiqué el ritmo hasta que lo inevitable acabó por llegar. En un acto reflejo me dejé caer de espaldas sobre la cama y mis piernas se flexionaron sobre mi estomago, pero no impidieron que mis fluidos se derramaran por la cama y llegaran al suelo dejando de paso mi mano totalmente empapada. Tomé una bocanada de aire como si no hubiese respirado en un buen rato fascinada por aquella nueva experiencia y durante segundos me sumí en el intenso placer que poco a poco iba desapareciendo.
Cuando por fin me encontré con fuerzas para incorporarme aún estaba aturdida, quise comprobar el desastre que había provocado al correrme tanto, pero en lugar de ello comprobé aterrada cómo Sandra me observaba boquiabierta desde la puerta, inmóvil y con los ojos a punto de salirse de sus órbitas. Sujetaba en una mano un plato con magdalenas que había cocinado ella misma por la tarde.
Yo también me quedé inmóvil unos segundos pero conseguí reaccionar y suplicarle que cerrase la puerta. Ya era malo que mi hermanita me pillara masturbándome como una loca, como para exponerme además a que mis padres me pillaran en esa situación. Sandra se puso rojísima en décimas de segundo pero tuvo la entereza suficiente como para entrar rápidamente a dejar el plato encima de mi escritorio.
– Pruébalas y me dices que tal ¿ok? – Para entonces yo ya me estaba muriendo de la vergüenza intentando vestirme apresuradamente, pero cuando mi hermana salió de mi cuarto yo aún trataba de buscar mi camisa y subir en condiciones mis braguitas y pantalones. Durante unos minutos me quedé en silencio preguntándome si aquello había pasado realmente pero por mucho que quisiera engañarme no podía escapar de la realidad. "¿Cómo arreglo esto ahora?" me pregunté.
Una hora y media más tarde mi cuarto estaba ventilado y "adecentado" pero yo me mantenía hecha una bola en la cama a oscuras, conteniéndome las ganas de orinar que cada vez eran más insoportables. Para mi desgracia aún se escuchaba barullo y más aún ahora que mi hermano había llegado a casa, yo sentía demasiada vergüenza como para salir. "¿Con qué cara voy a mirar a Sandra ahora?" Me pregunté.
La puerta sonó un par de veces y tras unos segundos se abrió muy despacio.
– Sonia… ¿Estás despierta? – Para mi horror era Sandra. La luz del pasillo inundó mi cuarto y me hizo cerrar los ojos, pero ya era demasiado tarde para fingir que estaba dormida. Asentí con la cabeza y entró cerrando la puerta tras de sí.
– Oye… No te preocupes por… – Comenzó a decir antes de interrumpirla.
– Sandra… No hace falta que digas nada. Bastante vergüenza siento ya, tía… – La supliqué.
– Vale, vale… Sólo quería decirte que es normal y no quiero que te sientas mal por mi culpa… – ¿Por qué me sentía como la hermana menor cuando la sacaba más de un año? Coloqué mi almohada sobre mi cara para ocultar mi rostro cuando encendió la lampa de la mesilla y el movimiento hizo que las ganas de orinar volviesen con más fuerza. Ella se sentó a mi lado y retiró la almohada.
– Venga va… no seas tonta… – Su mano se posó en mi hombro e intentó que la mirara pero para entonces mis ojos ya estaban llenos de lágrimas. Lloraba por todo y por nada. De nervios y vergüenza. De celos y tristeza.
– Dios… Pensarás que soy una salida de mierda… –
-¡Que no tonta! ¿Te crees que yo no lo hago también? – El silencio entre nosotras duró unos segundos hasta que yo volví a tapar mi cara con la almohada tratando de no imaginarlo.
– ¡Calla, diooos callaaaa! – Ella se comenzó a reír a carcajadas.
– Aunque… Ya me contarás tu secretillo ¿eh maja?… Porque vaya tela… Que envidia… – Sus carcajadas se mezclaron con mis suplicas para que parara cuando trataba de quitarme la almohada. Sabía que Sandra solo quería quitarle hierro al asunto y de paso chincharme un poquito, pero a mí no dejaba de parecerme surrealista.
– No Sonia… En serio, ¿Estás bien? – Me apartó los rizos de la cara y me limpió las lágrimas. Yo asentí débilmente devolviéndole la sonrisa y se me echó encima para comenzar a darme besitos en la mejilla mientras me hacía cosquillas.
– ¡Para, para! Que tengo muchas ganas de mear… Porfi tía… – Mi voz suplicante la conmovió hasta el punto de ayudarme a levantarme. Yo apenas podía hacer ningún esfuerzo si no quería orinarme encima así que pasito a pasito fui al baño huyendo de sus burlas pero sin poder contenerme la risa.
Mucho más aliviada tras orinar aproveché para ducharme por razones evidentes. Cuando llegué a mi cuarto mi hermana estaba tumbada en mi cama viendo la tele y comiéndose un enorme regaliz.
Cerré la puerta con el seguro y me quité la toalla para peinarme y ponerme el pijama.
No estaba frente al espejo pero si en el ángulo justo para ver cómo mi hermanita no perdía detalle de lo que hacía mientras simulaba ver la televisión. "Es normal, a nuestra edad es normal mirar y hacer comparaciones." Me dije. Di por hecho que no tenía ninguna connotación sexual por lo que no me sentí excesivamente cohibida.
Una vez hube terminado me tumbé a su lado preparada para dormirme. Sabía que ella se encargaría de apagar la tele como hacía siempre que se quedaba conmigo y yo me dormía. Pero mi gran error fue acceder a hacerle "circulitos en el pelo" como lo llamaba ella y que le hacía un efecto somnífero increíble. En pocos minutos se había quedado dormida así que me tocaba mandarla a su cama.
– Sandra… Venga cielo. Ve a tu cama.-
– Si… Ya voy… – Pero ya me conocía sus "ya voy" así que me levanté y comencé a tirar de sus manos hasta incorporarla. Después de eso no le costó mucho espabilarse así que se levantó y la llevé de la mano hasta la puerta. Pero al llegar a ella me atrapó en un tierno abrazo.
– Sonia… Quiero que estés bien. No me gusta verte llorar – Yo la abracé con fuerza conmovida por sus palabras y su tono cariñoso.
– Gracias cielo. De verdad que no sé qué hacer contigo eeeh… ¡Te quiero más que a mi vida! – Nos abrazamos un buen rato con un leve vaivén y besándonos las mejillas de vez en cuando. Cuando nos separamos vi que sus ojos estaban empañados pero antes de poder reaccionar ella había lanzado sus labios contra los míos y los besaba con pasión.
Por supuesto yo no me lo esperaba y la impresión me provocó quedarme inmóvil mientras ella me besaba y acariciaba mis caderas. Cuando su lengua comenzó a tratar de colarse en mi boca dejándome un regustillo a regaliz recuperé el sentido común y la aparté de golpe. No sabría decir cuál de las dos estaba más sorprendida pero fue ella la que se giró y tras quitar el cierre de la puerta torpemente se marchó a su cuarto tapándose la cara.
La seguí unos pasos tratando de calmarla pero al final la dejé marchar, quizás porque no sabía realmente que decirle o quizás por miedo a que se diera media vuelta y volviese a la carga.
Regresé a mi cuarto y tras cerrar la puerta me senté en el sillón de mi escritorio intentando digerir lo que acababa de pasar. "¿Nos estamos volviendo todos locos o qué pasa?" Pensaba una y otra vez. El Corazón me latía a mil por hora. El regustillo a regaliz de mis labios reapareció de repente y mordí a toda prisa una de las magdalenas que había preparado mi hermana. La verdad es que estaba buena… Con pepitas de chocolate como a mí me gustaban. Me la terminé enseguida y cogí otra y luego otra. Me quedé allí sentada dando vueltas al asunto y sin perder de vista las cuatro magdalenas que quedaban. Era extraño pero comer parecía aliviarme bastante… Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas rápidamente y el llanto que nació desde lo más profundo de mi ser era incontenible. Para mí ya nada tenía sentido y de repente vivía en un mundo de locos…
Allí estaba yo a las dos de la madrugada, masticando la última magdalena frente a la puerta del cuarto de Sandra pero sin atreverme a entrar. El pasillo estaba oscuro y silencioso, podía ver una franja de luz bajo la puerta y escuchar un débil murmullo que supuse era su televisión. Había estado pensando en la situación y cada vez me costaba menos ponerme en su piel, la verdad. Sabía que ella misma estaba sorprendida tras besarme y marcharse aterrada, pero… ¿Qué significaba todo aquello? ¿Podía Sandra estar tan confundida como para haberse "pillado" de mí? ¿De su hermana? ¿Cuál era mi culpa en todo aquello?
Tanto pensar en ello hacía que el sueño me esquivase por lo que acabé optando por lo que me pareció lo más sensato, hablar con ella. Aunque la verdad, no resultaba nada fácil… Finalmente tomé aire y llamé a la puerta.
El murmullo de la tele cesó unos segundos después y escuché unos pies descalzos acercarse a la puerta desde el otro lado. Al quitar el seguro y abrirla mi corazón dio un vuelco al ser consciente de que ya era demasiado tarde para echarse atrás, puesto que Sandra no tardó en aparecer frente a mí con la mirada clavada en el suelo y una expresión de resignación que me indicaba que ya sabía que quién llamaba a la puerta era yo. Se echó a un lado para dejarme entrar y después volvió a cerrar la puerta. Como casi siempre, su cuarto estaba hecho un desastre pero no me costó mucho encontrar una bolsita con regalices de varios tipos y tamaños, siempre le habían gustado mucho y se aseguraba de tener provisiones a mano todo el tiempo. Era su droga, y a veces también la mía.
Estaba parada en el centro de su cuarto sujetándose los codos y tratando de esquivar mi mirada. Tan sólo vestía una camiseta de tirantes blanca muy parecida a la mía, que era rosa, pero la suya era más holgada y provocativa. Ninguna de las dos llevábamos sujetador. Abajo no llevaba nada excepto unas braguitas también blancas que la camiseta apenas llegaba a cubrir, pero yo al menos llevaba un pantalón corto y ajustado de un rosa un poco más intenso que mi camiseta.
Me senté en su escritorio y durante unos largos segundos se hizo el silencio mientras devoraba un regaliz con azúcar. ¿Por donde empezar? Era difícil saberlo pero sus preciosos ojos me dieron la respuesta ya que era evidente que había llorado, y mucho.
– ¿Estás bien? – Ella se encogió de hombros nerviosa, parecía a punto de echarse a llorar de nuevo – Sandra, no he venido a regañarte ni estoy enfadada. Sólo quiero hablar de lo que ha pasado antes… – A pesar de que estaba haciendo un esfuerzo enorme por contenerse, una gruesa lágrima escapó de su ojo derecho y resbaló rápidamente por su mejilla hasta perderse en sus labios. Aquello era más de lo que yo podía soportar, era mi hermana y odiaba verla en esa situación, como si la estuviese sometiendo al tercer grado.
Viendo que se venía abajo por segundos me lancé a darle un abrazo y tratar de frenar su llanto. Me llevó casi cinco largos minutos conseguir que se calmara y sentarnos en su cama con las espaldas apoyadas en la pared. Ella dejó la cabeza apoyada en mi hombro mientras yo la peinaba con mis dedos.
– Bueno cielo… Cuéntame – Le dije. Aunque la verdad es que en parte me daba pánico lo que me pudiera contar. Ella tomó aire.
– Sonia… es que tú siempre eres buena conmigo… y… y me cuidas y me defiendes en casa y… y me enseñas muchas cosas… – Era curioso pero me sentía identificada con sus palabras solo que en mi caso, era con mi hermano Javi.
– Claro cielo. Por que soy tu hermana… – Besé su frente con toda la ternura que pude reunir.
– Ya lo sé… pero desde que siento esto… yo… – Sandra era un manojo de nervios a pesar de mis intentos por hacerla sentir cómoda. La verdad, estaba alucinando con sus palabras.
– ¿Y desde cuando lo sientes? – Por un lado me daba miedo saberlo, pero mi parte curiosa ganó el asalto.
– No sé… creo que dos años o por ahí… – ¿¡Dos años!? No sabía qué creer por qué no hacía mucho que habíamos dejado de ser crías, pero por otro lado era posible, no hay nada más caótico que el cerebro de una adolescente, y además, ¿De qué le serviría mentirme en ese momento?.
– Bueno… pero aún eres muy joven y es normal que confundas tus sentimientos Sandra… – Ella guardó silencio unos segundos pero luego se incorporó y me miró fijamente con una mirada tan intensa que me hacía sentir pequeña a su lado.
– Sólo me sacas un año y pico, ¡y no soy una niña! Puedo hacer las mismas cosas que tú, incluso "me toco" igual que tú antes ¿Sabes?. No confundo sentimientos Sonia, tengo claro que estoy… que estoy enamorada… ¡Tanto si me crees como si no! – Sentí la convicción de sus palabras en aquella expresión firme y decidida que no daba muestra de venirse abajo.
– Pero cielo… ¿Cómo vas a estar enamorada de tu hermana mayor? ¿Te das cuenta de lo raro que suena eso? –
– Es que yo no te veo así… de verdad – Me contestó poniéndome una mano en la mejilla. Por un momento temí que volviera a plantarme otro beso y retiré su mano atrapándola entre las mías.
– Además Sandra, ¡soy una chica…! ¡Y tú no me pareces "bollera"! – ¿Qué sabía yo de esos asuntos a esa edad? Tampoco es que conociese a ninguna lesbiana, y como suele pasar cuando no tienes ni idea, te dejas llevar por los estereotipos y los prejuicios.
– ¡Hay Sonia! ¿Y yo qué sé? Te quiero a ti, pero no tengo ni idea de si me gustan los tíos o las tías. A lo mejor me gustan los dos… o ninguno. Lo único que sé es que sólo pienso en ti desde hace mucho… – Era evidente que le incomodaba el tema por que se había puesto roja como un tomate.
– Buff… ¿Me lo estás diciendo en serio Sandra? – Ella asintió nerviosa. La verdad es que esperaba que me dijese que todo era una broma pero al mismo tiempo, cuanto más la escuchaba más me imaginaba a mí misma teniendo esta conversación con Javi. Pero en mi caso deseaba que él se lanzase a mis labios y me susurrase lo mucho que me amaba, ¿Sería eso lo que esperaba mi hermana de mí? ¿Por qué de repente todo me parecía un completo disparate? ¿De verdad me lo estaba imaginando?
– Pero Sandra… tú sabes que no puede ser nena, no podemos tener ese tipo de relación… ¿A qué lo sabes, verdad cielo?… – En ese momento vi la decepción en su rostro que pronto quedó cubierto de lágrimas que arrastraban de nuevo un llanto inconsolable. Ella se tapaba la cara con las manos y asentía lentamente.
– Si que lo sé… sí que lo sé ¡Jolín!… Y eso es lo que me mata Sonia… – Mis ojos habían comenzado a empañarse más que por sus lágrimas, por el hecho de que me imaginaba que Javi me rechazaba de la misma forma y eso hacía que se me cayese el mundo a los pies.
Poco a poco dejaba de ver a mi hermana para verme a mí misma con semejante sufrimiento. Las lágrimas cubrieron mi rostro mientras me prometía a mí misma que no me vería en la misma situación que ella, no podría soportarlo.
Contemplé a Sandra deshecha sobre la cama intentando llorar sin hacer ruido y me pregunté que culpa tenía ella de sentir lo que sentía ¿Qué culpa tenía yo? Ambas éramos prisioneras de nuestros sentimientos pero al menos yo sabía cómo se sentía ella. "¿Qué pasaría si le doy lo que quiere por una vez…? Si fuese Javi yo me conformaría con eso ¿no?". Mi mente trabajaba a plena potencia sopesando ideas, posibilidades y situaciones, pero de repente todo desapareció y solo quedó la luz amarillenta de la lamparilla de noche, el silencio roto por el llanto ahogado entre sus manos y el latido acelerado de mi corazón.
Cogí las manos de Sandra y las aparté de su cara. Estaban húmedas al igual que sus mejillas y sus labios que se habían enrojecido bastante. Sus ojos contemplaban mis lágrimas con una expresión de tristeza que era como un puñal en mi corazón. Aquello fue lo que me dio fuerzas para hacer lo que hice sin pararme a pensarlo demasiado.
– Tengo que estar loca… – Dije en un susurro al tiempo que tiraba de sus manos hacia mí y lanzaba mi cuerpo contra el suyo.
Cuando mis labios chocaron con los suyos la sorpresa hizo que mi hermana se echase para atrás, pero un segundo tirón la devolvió a mis labios aún sorprendida. Al principio Sandra no se atrevía a mover su boca pero poco a poco, al comprobar que no se trataba de un error o una broma pesada, fue soltándose y correspondiendo a mi beso mientras con una mano acariciaba mi cuello y con la otra me atraía hacia ella desde la cintura.
Sus gruesos labios tomaban como prisioneros a los míos para después liberarlos y volver a perseguirlos mientras su lengua se enfrentaba a la mía en un duelo sin cuartel. La situación se me hizo más llevadera de lo que pensaba al imaginar que era Javi con quien me besaba, pero pasados unos intensos minutos y sorprendida por lo bien que besaba mi hermana, mi mente dejó de fantasear y me dejé llevar. Después de todo, aquello no estaba nada mal.
En poco tiempo ella llevaba el control de la situación y devoraba mi boca con tal pasión que su saliva cada vez me sabía más a regaliz. Su respiración acelerada arrastraba a la mía y apenas era consciente de que la situación se calentaba más de la cuenta. Uno a uno los minutos pasaban lentos como si el tiempo no corriese dentro de su cuarto, mientras que el mismo calor del infierno comenzaba a crecer dentro de mí. Si había algún momento para parar aquello, ya había pasado de largo.
Por supuesto fue ella la primera en dejarse llevar por el calenton y sus manos comenzaron a ascender por mi cuerpo hasta llegar a mi pecho. Amasaba mis tetas torpemente pero con intensidad mientras seguíamos fundidas en ese interminable y apasionante beso que me tenía derretida. Después fuimos dejándonos caer sobre la cama situándose ella encima de mí y sin dejar de sonreír con nerviosismo, como si estuviese cumpliendo un sueño imposible. No había pensado en ningún momento llegar tan lejos pero en aquél momento yo no era capaz de pensar en nada más que no fueran sus labios suaves, carnosos y húmedos, su lengua intrépida, su saliva con sabor a regaliz y el calor de su piel en contacto con la mía.
Fue levantando mi camiseta lentamente hasta dejar al descubierto mis tetas. Interrumpió un segundo nuestro beso para quitármela del todo y después fui yo quien me sorprendí buscando sus labios con impaciencia. Sus suaves manos se deslizaban por mi cuerpo dejando un rastro de piel erizada a su paso, y de vez en cuando rozaban mis pezones duros y puntiagudos fingiendo hacerlo por accidente. Era tan adorable.
De repente todos mis sentidos trabajaban a pleno rendimiento centrándose en ella; Mis ojos buscaban los suyos para perderme en la inmensidad de su mirada. Mi piel, sensible por el roce de su cuerpo, enviaba a mi cerebro oleadas de pequeñas descargas eléctricas que no hacían otra cosa que avivar el fuego de mi interior. Mis labios bebían de su boca aquel sabor adictivo y dulce. El olor a su champú de manzana se mezclaba con el aroma a coco de su piel y penetraba en mi nariz bloqueando cualquier duda.
El momento decisivo llegó cuando una de sus manos comenzó a hundirse bajo mi pantalón y sus dedos buscaron mi clítoris con esmero. Aquello era más de lo que podía soportar y comenzó a subir la temperatura de mi cuerpo alarmantemente deseando comenzar lo antes posible, ¿Había perdido la cabeza?
– ¿Qué haces loca? – Le susurré mientras trataba de detener el movimiento de su mano.
– Sonia, vamos a hacerlo… Porfa… – Me suplicó.
Yo no tenía mucha experiencia en el sexo y menos aún con otra chica. A parte, sabía que mi hermana nunca había estado con ningún chico, pero las dos sabíamos lo que venía a continuación y por un segundo tuve miedo, así que negué nerviosa.
– Porfa… – Su expresión era de un deseo incontenible pero sus ojos reflejaban toda la felicidad que sentía. Yo albergaba algunas dudas aunque sorprendentemente el hecho de besarme y tocarme con mi hermana Sandra no estaba para nada tan mal como imaginaba, ¿sería igual el sexo?
– No Sandra, Me da cosa… – La verdad es que estaba muy caliente y me moría de ganas de tener un orgasmo lo antes posible así que cuando Sandra se lanzó a mis labios y volvió a jugar con mi clítoris me desarmo por completo.
– Porfa… Porfa… Porfa… – Me repetía ella entre beso y beso mientras mi entrepierna cada vez se parecía más a un volcán a punto de entrar en erupción.
– Buuff… Joder… Mmm… Vale loca… Mmm… ¡Vale! Mmm… Dios… Estoy loca ¡Joder! – Ahora era yo quien hablaba entre besos.
– Ponte de pie porfa, quiero verte – Me dedicó una enorme sonrisa mientras me salía de la cama y me ponía de pie frente a ella. Su mirada me devoraba por completo mientras me quitaba el pantalón y ella hacía lo mismo con su camiseta. Sus delicados pezones oscuros resaltaban sobre sus pequeños pechos, era evidente que estaba tan excitada como yo a juzgar por su respiración acelerada.
Después se quitó sus braguitas blancas y no pudo evitar frotarse un poco con la mano mientras yo avergonzada dudaba sobre si quitarme las mías. Sandra notó mi nerviosismo así que se sentó en el borde de la cama y tras agarrar mi cintura me atrajo lentamente. Me recibieron sus labios estrellándose contra mi vientre y cubriéndolo de besos. De nuevo una de sus manos frotaba entre mis piernas nublándome el juicio y cuando comenzó a bajarme la ropa interior apenas tuve capacidad de sentir vergüenza alguna.
– Uuuff Sonia… Estoy ardiendo… – Yo estaba confusa, desorientada y tremendamente excitada por lo que me limité a asentir con la cabeza. Lo que no me esperaba era que sus besos también bajaran hasta encontrarse con mi vagina. Aquello cambiaba las cosas porque uno de sus dedos se hundía ya por mi entrepierna húmeda mientras su lengua jugueteaba a placer por fuera, ¿dónde había aprendido a hacer esas cosas?
Lentamente fue tirando de mi cuerpo hasta que acabé de nuevo tumbada en la cama con las piernas abiertas mientras que ella, de rodillas en el suelo, proseguía con su festín. Sabía que mi hermana se estaba masturbando porque veía una de sus manos perderse sospechosamente por abajo pero no me sorprendí mucho. Estaba disfrutando tanto que no quería perder la concentración ya que sabía que me quedaba poco para correrme.
– Sandra… Mmmm. Sandra, cielo… Vas… Vas a hacer que me corra ya… ¡aaah! Dios… Estoy loca, mierda, estoy loca… ¡aaaah Sandra! ¿Qué me estás haciendo?… – Pero cuando mi hermana escuchó esas palabras, lejos de parar o bajar el ritmo aceleró e hizo que me retorciera de placer hasta que consiguió que me corriera en una explosión de energía y adrenalina. A duras penas podía contener mis gemidos apretando los dientes y mordiéndome el labio inferior mientras aquél maravilloso orgasmo empapaba el pecho de mi hermana en un breve pero intenso chorro, dejando las sábanas hechas un desastre. Ella observaba la escena atónita mientras yo la observaba a ella retorciendo con mis manos las sábanas y con una mezcla de gemidos y gruñidos silenciosos.
Cuando la sensación fue disminuyendo y mi hermanita se cansó de saborear mi vagina húmeda, se subió a la cama y se puso encima de mí. Después comenzó a besarme de nuevo pero esta vez el sabor era raro y amargo. Notaba la humedad de sus tetas al frotarse con las mías dejando en mi piel una sensación pegajosa y fría.
– Ojalá yo pudiera correrme como tú… – me susurró al oído. Frotaba su cuerpo con el mío poniendo énfasis en su vagina contra la mía. Mi sexo aún estaba sensible y cuando frotaba con más fuerza de lo normal se me ponía el bello de punta. Cuando comenzó a lamer mis tetas comprendí que aún no estaba preparada para otro orgasmo así que esta vez tomé el control. Hice que se tumbara en la cama boca arriba aunque yo no sabía muy bien que hacer.
Comencé chupando sus pezones, eran muy suaves al tacto y cuando los movía hacía que sus pechos se moviesen como un flan que siempre recuperaba su forma. De vez en cuando atrapaba uno de sus pezones entre mis labios y tiraba de él hasta que emitía un leve gruñido. Sabía que había una delgada línea en la que el dolor era placentero y lo exploté al máximo.
Aquello parecía estar encendiéndola más por que comenzó a hurgarse la vagina ella sola. Su respiración se aceleró pero entonces yo la detuve.
Nunca había masturbado a una chica pero sabía lo que a mí me gustaba por lo que comencé a frotar sus labios vaginales. Sentí la humedad de su interior impregnando mi mano mientras comenzaba a penetrarla lentamente con dos dedos. Ella no se esperaba esa sensación y contuvo la respiración ahogando un profundo gemido que la hizo retorcerse con nerviosismo. Sus paredes vaginales eran estrechas y calientes, tan suaves que me parecía estar acariciando seda.
Hundí mis dedos hasta que casi pude tocar su cérvix, mientras ella se retorcía de placer y luchaba consigo misma para no gemir demasiado alto. Lentamente, exploraba su interior provocando que su cuerpo se tensara cada vez más y supe que estaba cerca de tener un orgasmo. Intenté retrasarlo cuanto pude bajando el ritmo de mis dedos en su interior pero sólo conseguí ganar uno o dos minutos, hasta que mi hermana se incorporó sobre uno de sus codos con la cara enrojecida mientras con la otra mano sujetaba mi muñeca tratando de frenarme. Cuando sus muslos comenzaron a tener leves espasmos trató de escapar de mí instintivamente pero el orgasmo la sorprendió y la obligó a encogerse sobre sí misma incapaz de contener sus gemidos. Sandra no se corrió con la misma intensidad que yo pero si que noté como su interior se desbordaba entre mis dedos mientras aguantaba la respiración y una fina lágrima escapaba de sus ojos. Su vientre se mantenía tenso mientras trataba de taponar su vagina con la palma de su mano como si fuese la propia vida lo que se desbordaba por su entrepierna.
Me quedé unos segundos frotando su vientre con la mano húmeda y susurrándole al oído "shhh… Ya está cielo… Shhh respira… Respira…", me llevó unos minutos traerla de vuelta de la nube a la que se había subido. Después comenzó a respirar con una sonrisa satisfecha y con los ojos perdidos en los míos.
– Sonia… ¿Qué ha sido eso?… Ha… Ha sido… ¡Uuuff! – Susurró.
– Jajaja, pues que acabas de correrte como una loca Sandra – Se tomó un par de minutos para recuperarse pero luego me robó un intenso beso. – ¿Y a ti Quién te a enseñado a besar así? – Le pregunté sonriente. Nuestras manos acariciaban lentamente nuestros cuerpos sudorosos intentando recorrer cada ángulo y cada curva.
– Nadie… – Dijo encogiéndose de hombros algo avergonzada. Abracé su cuerpecito desnudo durante un buen rato intentando retrasar lo inevitable, pero finalmente reaccioné.
– Sandra, voy a tener que irme a mi cuarto… – Su rostro se ensombreció enseguida.
– No… ¡Porfi!. Quiero dormir contigo… Así como estamos. Quiero que esta noche sea perfecta… – Esta vez fui yo quien le robó un beso. No me pareció demasiado descabellado quedarme a dormir siempre y cuando me fuese a mi cama antes de que se despertasen todos, pero sabía que a ella le iba a costar despegarse de mí mucho más que yo de ella.
– Cariño escucha… No voy a decir que ha sido un error pero… Sigo pensando como antes. No podemos tener este tipo de relación. En el fondo lo sabes… – Mi hermana agarró mis manos y las hizo prisioneras frente a su rostro suplicante.
– Pero podemos estar así, a escondidas… Sé que te ha gustado hacerlo Sonia… –
– ¡Y me ha encantado! Mucho más de lo que pensaba, la verdad… Pero no se trata de eso… –
– Sonia, no puedo vivir sin ti. No quiero hacerlo… – De nuevo sus ojos se humedecieron.
– Escúchame… Soy tu hermana. No vas a perderme nunca porque te quiero más que a mi vida… y eso no va a cambiar. Pero es imposible que seamos una "pareja" – Como suponía Sandra volvió a echarse a llorar.
– Al menos has tenido una noche cielo… Confórmate con eso – Besé sus labios con pasión en lo que pretendía que fuese nuestro último beso. Luego me incorporé.
– Entonces quédate a dormir… Porfa Sonia… Mañana volvemos a ser hermanas si tú quieres y no vuelvo a hablarte del tema… Te lo prometo, ¡Te lo juro! Porfa… déjame tenerte hoy para mí… – Sabía que sus promesas eran fruto de la desesperación y que le costaría cumplirlas, y aunque no quería provocarle falsas esperanzas acabé cediendo enfadada conmigo misma porque su llanto y sus súplicas me conmovían con una facilidad pasmosa.
– Joder… Vale Sandra… Pero escúchame bien. Esta noche. Mañana antes de que se levanten todos me voy a mi cuarto y se acabó. Me da igual si te enfadas, si lloras o si suplicas. ¿Entendido? – Mi hermana asintió mientras se pegaba lo máximo posible a mí. Yo la abracé y apagamos la luz después de poner la alarma de su móvil a las 08:00. Durante bastantes minutos estuvimos en silencio acariciándonos y de vez en cuando le permitía besarme y acariciarme pero sin ir más lejos. Poco a poco el sueño fue venciéndola y acabó durmiéndose entre mis brazos con su cabeza en mi pecho.
Mi mente entonces sufrió un efecto similar a cuando vas en coche a gran velocidad y pisas a fondo el freno. Comencé a preguntarme si todo aquello había pasado de verdad, si era posible que hubiese tenido sexo con mi propia Hermana. Si realmente lo había disfrutado tanto… Pero el calor del cuerpo desnudo de Sandra me devolvió a la realidad. Sentirla estaba provocando que me relajase tanto que al final, en medio de un mar de preguntas, me quedé dormida fantaseando que era Javi a quien abrazaba en la oscuridad.
Abrí los ojos perezosa y desorientada tratando de decidir si el ruido que me había despertado era real o un sueño. El brillo de la mañana me cegaba y traté de incorporarme, pero me di cuenta de que mi hermana dormía plácidamente abrazada a mi cuerpo con su cabeza apoyada en mi hombro y dejando escapar un hilillo de saliva hacia mi axila.
Al ver nuestros cuerpos desnudos y entrelazados los recuerdos y emociones de la noche golpearon mi mente haciendo que mis sentidos se despejaran de golpe. De pronto sentía el calor de su cuerpo haciendo que mi piel sudara pero extrañamente me sentía relajada y descansada.
Por desgracia, cuando volvió a aparecer aquel sonido lo asocié inmediatamente a que mi madre llamaba insistentemente a la puerta. Zarandee a Sandra para hacerla despertar y en dos segundos pegamos un salto de la cama para comenzar a vestirnos apresuradamente.
– ¡Ya vamos mamá! – Grité mientras me ponía el pantalón corto sin ropa interior.
Encontré la camiseta holgada de Sandra y fui hacia la puerta ganando todo el tiempo que podía para ella, que aún desnuda buscaba de rodillas bajo la cama su ropa interior sin mucho éxito. Acabé abriendo cuando me di cuenta de que la situación podía parecer demasiado sospechosa y me quedé bloqueando la puerta. Por suerte Sandra ya se estaba poniendo mis braguitas y mi camiseta. Mi madre estaba plantada con el ceño fruncido y expresión seria frente a mí.
– ¿Se puede saber por qué tenéis el seguro echado? – Sandra se había tumbado en la cama para hacerse la dormida justo antes de que mi madre entrara casi atropellándome.
– Habrá sido sin querer mamá… Nos quedamos dormidas viendo una peli – Esperaba que la mentira colara por que no era la primera vez que una se quedaba dormida en el cuarto de la otra. Ella murmuró algo para sí misma mientras cogía prendas de ropa desperdigadas por todo el cuarto.
– Desde luego… Mira como tenéis el cuarto. Anda, despierta a Sandra y bajar a comer algo –
– Pero mamá si es sábado… – Dijo Sandra fingiendo desperezarse.
– ¿Y qué? ¿Las 13:38 no os parece buena hora? – Contestó molesta mi madre.
Yo me sobresalté y fui rápidamente junto al móvil de mi hermana para ver por que no había sonado la alarma pero no encontré nada raro.
– ¡Vamos! En pie las dos que hay muchas cosas que hacer en casa. Sonia, esa camiseta está del revés. Y tú Sandra más te vale que espabiles, quiero que esté todo recogido antes de que bajes a comer. Y ¡por dios! Ventila este cuarto que huele a rayos… – Mi madre se perdió por el pasillo murmurando y cargada de ropa mientras Sandra y yo nos miramos asustadas y avergonzadas.
Después de varios segundos mi hermana se acercó a mí quitándose la camiseta y mis braguitas ya que había encontrado las suyas. Yo me quité la que tenía puesta para devolvérsela pero cuando fui a cogerlas ella las escondió tras su espalda.
– Te las cambio por un beso – Dijo con actitud traviesa.
– Sandra NO. Me lo prometiste – Sabía que aquello sucedería.
– Porfa… el último… el de "despedida"… – "Que más da uno más" pensé queriendo acabar con aquello de una vez.
– El último Sandra. Ya no más – Apenas dije aquello ella se lanzó a besarme pero esta vez con una ternura asombrosa. Era increíble la facilidad con la que sus besos me enganchaban y hacían que me entregara a ella completamente. Nos besamos durante unos largos minutos completamente desconectadas del mundo pero sabía que aquello tenía que terminar.
Por desgracia, cuando conseguí separar a mi hermana unos centímetros de mis labios ambas nos quedamos mirándonos con una sensación triste. Quería seguir besándole los labios más tiempo, sólo un poquito más. Acariciar su cuerpo desnudo y dejar que ella acariciara el mío nuevamente. Pero si quería acabar con aquella locura y que volviese a reinar el sentido común debía ser allí y en ese momento donde le pusiera fin.
– Sonia… Te quie… – De pronto la mirada tierna de mi hermana se transformó en una mueca desencajada de Miedo y su cara se giró como un rayo en dirección a la puerta. La mía la siguió medio segundo después para descubrir aquello que la había sobrecogido tanto. Para mí era lo peor que podía ocurrir y no tardé en sentir como un escalofrío nacía en mi nuca y descendía por mi espalda y más abajo hasta llegar a mis pies.
Javi nos observaba desde la puerta con los ojos como platos y la boca entreabierta, intentando asimilar lo que estaba viendo…
Continuará…
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